SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

LIBRO SAGRADO, SIGLO XXI

MARÍA CORREA


Arcano II del Tarot de Marsella.
El mundo, para muchas tradiciones, está equiparado a un libro donde la pluma divina escribe, o pinta, constantemente la totalidad de lo manifestado. Este libro de la vida es el texto sagrado y sapiencial por excelencia, imagen paradigmática de cualquier escritura y de todo libro, revelado o no. El Creador ordena a los escribanos celestes el ejecutar cada parte de la obra que él dirige en relación a los ritmos, secuencias y conjuntos armónicos que en sí mismo organiza. Su lenguaje es necesariamente poético en cuanto rítmico, y profético por su desarrollo. En el Libro de la Vida están escritos todos los nombres y por lo tanto aquéllos que pueblan el universo, por más pequeños o insignificantes que nos parezcan. La Sacerdotisa, lámina II, lee constantemente el libro del presente, compuesto de pasados y futuros.1

Resulta fácil comprender que el lenguaje es la esencia de la escritura. Pero, qué se sabe de sus orígenes sagrados, qué se recuerda ya de ese lenguaje ancestral de un tiempo primordial donde la palabra silenciosa estaba recluida en la consciencia de Unidad, y qué de su expresión en otro momento más avanzado del ciclo y el paso a una palabra articulada, regalo de los dioses para no perder la divina posibilidad de una comunicación esencial con el universo o macrocosmos, el saber o ciencia del nombrar el Nombre en todas sus formas, pues esa misma esencia está en el microcosmos, en el hombre. Esta facultad se va extraviando a medida que el ser humano pierde memoria de su realidad divina, sometido a la creciente oscuridad del devenir cíclico y a la degradación en todos los campos que produce la expansión de lo múltiple; y de nuevo la misericordia divina acude revelando a los hombres la escritura, una muleta para esa mermada memoria, que aun cojeando, podrá seguir activando el recuerdo del lenguaje divino por el que el ser humano se reconoce en la totalidad y auténtica realidad del Universo.

Algunas fuentes de la tradición cristiana que nos han llegado, recogen en la clave simbólica de sus mitos algo de la historia del lenguaje humano. Se dice que hubo un tiempo –o estado del ser– de palabra contenida en el silencio, tiempo anterior al de la palabra articulada, la que vino a darse cuando surgió la necesidad de una comunicación exterior. Dice el mito que esto último sucedió cuando Dios le extrajo una costilla a Adán, caído en un sueño, y de ella formó a la mujer, es decir, en aquellos tiempos en los que la humanidad se iba distanciando aparentemente del origen y donde en el andrógino primordial empezaron a diferenciarse y separarse el uno del otro, lo femenino y lo masculino. Dice esta fuente que desde entonces la comunicación entre ellos, Adán y Eva, fue a través del lenguaje “no adquirido ni inventado por ellos, sino infundido del Señor, y con tanta propiedad, que los nombres que Adán puso a los animales terrestres, y a las aves, fueron los propios que les competía, porque conociendo sus cualidades y propiedades, les dio a cada uno el que esencialmente le convenía. (…) Pero después del diluvio con la confusión de lenguas se olvidó aquélla, quedando en sólo una familia (de lengua), que Dios reservó de las demás, para usar de misericordia con linaje humano. (…) La lengua Hebrea con la que Dios habló a Moisés, y le escribió las tablas de la ley, y en ésta escribió el mismo Moisés los libros del Pentateuco, y en ella vaticinaron los profetas, pero cuando el hijo de Dios encarnó ya estaba mezclada con la siríaca y caldea. Lo mismo con el tiempo pudo acontecer en las demás, y así hay poca claridad sobre cuál fue la lengua primera y pura”…2

Aunque aquí se habla de la lengua hebrea –pues era ésta la lengua sagrada de la tradición judeocristiana en la que se expresaba dicha tradición–, es extrapolable a todas “las lenguas sagradas”, o tradiciones, ya que todas son diversas formas del lenguaje divino, eterno y siempre actual en su esencia pero cambiante en su expresión en los diferentes lugares y tiempos.

Al límite del descenso cíclico nos encontramos hoy día. Nuestra generación viene a conformarse y conforma un mundo que casi ha perdido toda noción de su realidad divina, se niega lo espiritual o se lo imagina limitado a las leyes puramente humanas, y en ese sonambuleo, nadie o casi nadie se acerca ya a los lugares –diseñados por la naturaleza o por la mano del hombre– que las antiguas culturas reconocieron como propicios para invocar, ofrecer, adorar y todo lo que se debe entregar y recibir de la deidad; espacios sagrados donde las energías celestes se expresan más firmemente y facilitan el viaje del Recuerdo promoviendo la vivencia real del maridaje Cielo-Tierra, o sea de la posibilidad de ser en la unidad del Ser Universal. La oscuridad en la que nada nuestra alma no nos permite reconocer el beneficio de estos centros, de hecho ya ni siquiera se levantan nuevos templos cuya simbólica sea propicia para el viaje de Conocimiento, sino sólo unos espacios que han tomado ese nombre y que sirven para dar rienda suelta a los resquicios morales de un concepto equivocado de lo que es verdaderamente lo sagrado. Tampoco la escritura ha podido escapar de las vestiduras profanas que van cubriéndolo todo en nuestro mundo. Muy pocos, poquísimos, son ya los auténticos escribas inspirados por Thot que pueden poner letra a la vivencia de lo sagrado y transmitirlo al alma de un lector que lo ansía –también muy escaso en número–. ¡TREMENDA LA PESADILLA!

¡Despierta!
¡Recuerda!
¡Sé!
¡¿Cómo?!

Muchos, no, muchísimos son los libros que se escriben hoy en día; los hay de todo tipo y tema que se nos pueda ocurrir, toda una miríada de pensamientos que se han puesto por escrito donde las ideas extraídas del mundo van y vienen y vuelven a ir y a venir…Y en ellos buscábamos que alguno nos dijera algo más allá, sí, algo que se intuía pero que ni siquiera sabíamos de que se trataba. Y de pronto… ¡Oh!, viene a nuestro encuentro ese algo que nada tiene que ver con lo que conocíamos. Pero sí…, sí es lo que buscábamos, hay una certeza que no atiende a la lógica mental, aunque muy poco es lo que se acierta a comprender… ¡Es Luz! ¡Es Belleza! Hay como magia en esas letras que te están poniendo en contacto directo con lo inexpresable, extraordinario, que dirige al pensamiento por encima de toda esa oscuridad que produce nuestra propia niebla, y con ellas todo adquiere otra perspectiva… Es cierto que es un hecho mágico cuando esto sucede, pues en verdad hay algunos escritos que son de un orden diferente al que conocíamos, vienen inspirados por una entidad espiritual –llámese dios o ángel o de la manera que mejor se haya conocido en una u otra cultura esta deidad que nos trae el mensaje divino–, y extienden su revelación a los planos superiores, universales o celestes del Ser Universal que, “aunque forman parte de uno mismo, se reconocen como superiores”,3 y apuntan a lo auténticamente ilimitado e Infinito. Estos libros son la transcripción actual y viva de la palabra de los dioses, actuante y fecunda. Empieza el Recuerdo, la Memoria del ser.

Sigue, sigue…

Vamos a beber de la Fuente de las palabras, palabras que manan y nos llevan al Verbo. Nos estamos refiriendo a las fuentes tradicionales que son las únicas vías de acceso a la auténtica libertad, es decir a la realización plena del Conocimiento. La savia del mundo corre en los libros inspirados por una entidad que sólo puede ser espiritual; libros revelados por el que en la tradición Hermética conocemos con el nombre de Thot-Hermes, numen transmisor de los misterios, “profeta de la palabra entre los mortales. (…) Intérprete de todo, (…) bienhechor, elocuente, socorredor en los trabajos, afectuoso con los mortales en sus necesidades, hábil y venerable arma de la lengua eres para los humanos”.4

Estos escritos constituyen hoy día una de las formas más accesibles en que se expresa la Tradición; un espacio propicio para realizar el rito del Conocimiento, un templo lleno de Vida que se ilumina según el modo en que se penetre cada vez que uno se auto invita a su lectura. Pues ya se sabe, la revelación viene no cuando uno quiere sino cuando el espíritu quiere soplar, y hay que estar en buena predisposición para poder recibirlo y que fecunde nuestra alma.

Y nos preguntamos… ¿Qué es la Tradición?

Por lo tanto cuando se nos dice que algo es supracósmico, o constituye la Tradición, debemos comprender que se nos está hablando de un concepto que está más allá de la comprensión ordinaria del hombre. De algo invisible que no es aprehendible por los canales del hombre común. Algo que sin embargo es tan auténtico y real que llega a decirse que es la vida misma.5

Se habla de otros canales que como hombres comunes hemos olvidado; lo divino precisa de un medio divino para comunicarse, así como la vista precisa de ojos o el oído de los canales auditivos; el ser humano puede despertar su faceta divina a partir de este sentido que algunos llaman “intuición intelectual”, con la que se “ve” o se “oye” con el alma de modo directo, instantáneo y veraz, sin pasar por la mente y su lógica.

Prácticamente todas las tradiciones derivadas de la Tradición Primordial que han llegado a estos tiempos guardan su esencia en registros escritos, los que han ido actualizándose al ser vivificados y vertidos de nuevo en una forma válida para la transmisión –de la Verdad eterna y de sus misterios– a los humanos que siguen y seguirán amaneciendo hasta el final de estos tiempos. Desde que el dios de los escribas reveló esta forma de comunicación con lo sobrenatural, toda una cadena misericordiosa de sabios escribas han actualizado y revelado a través de la letra la Voz, la Tradición, para dejar abierta la posibilidad de la vivificación de esta Ciencia que es Sagrada. En la entrada “Transmisión (Cadena Aurea)” del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, se da una relación de 360 “nombres de los principales personajes de la Tradición Hermética, o sea del esoterismo occidental, sin contar los anónimos, o los que jamás han escrito o manifestado de ninguna manera pública, o los profetas y hombres de Conocimiento de Tradiciones de las que han bebido la greco-romana y la judeo cristiana”.6

Estos autores que se conocen con un nombre son individuos que aunque escriban sobre la realidad sagrada con un estilo propio, están limpios de cuestiones personales, y simplemente “son lo que escriben”, es decir, es la misma deidad la que se está pronunciando por su medio, puesto que ellos se han reconocido en el Ser y sus escritos recrean la reverberación inagotable de la Palabra, con la enorme potencia de despertar eso mismo en el alma del que lee. Es por ello que nos referimos a estos textos como sagrados.

Bebiendo de las fuentes Herméticas –que desde su inicio histórico han ido recogiendo el vertido de las tradiciones de las culturas llegadas al Mediterráneo conformando la tradición de Occidente–, y habiendo recuperado el valor simbólico de otras fuentes tradicionales,7 cuya inclusión aquí complementan, aclaran y facilitan la realización de ciertos aspectos de la doctrina, se ha volcado todo este caudal sapiencial en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Este libro actualiza la Ciencia Sagrada para aquel que en la caída de este sol que nos a traído a la vida, desee participar conscientemente de la danza universal, que ahora y siempre genera el silencioso Misterio al pronunciar su Palabra, lo que algunos llaman “ser el Ser” o “conocerSe”. Así se pronuncia el escriba de esta obra en el prólogo:

En especial se han tratado en mayor medida cuestiones más ligadas con la Tradición Hermética y sus contenidos: Aritmosofía, la Cábala o el Tarot, Alquimia, Filosofía, Cosmogonía, Metafísica, etc., buscando el dejar de lado las religiones abrahámicas en cuanto tales y aun las Tradiciones orientales, aunque se dará cuenta de ellas en la medida en que sus temas son más conocidos en Occidente y con los que nos hallamos más familiarizados, teniendo en cuenta que este diccionario no pretende ser especialista en ellas.
(...)
Es evidente y necesita de una explicación la ausencia de entradas referidas al Islam, (…). Y de inmediato debe darse cuenta de que no se trata de una cuestión religiosa, o política y muchísimo menos racial ya que este último caso sería un gruesísimo error y los dos primeros son inexistentes en mi pensamiento. Simplemente esta situación se refiere a que cada quien escribe sobre lo que sabe y el autor, salvo la lectura de Ibn el Arabi, de esa Tradición no conoce prácticamente nada y para poner unos pocos temas oídos o leídos de aquí y de allá hemos preferido no incluir esa religión a ponerla en inferioridad de condiciones respecto a los otros temas. Cada cual transmite lo que sabe y con lo que está familiarizado, sin tratar de demostrar conocimientos que no posee. Tampoco tenemos sino apenas algunas [entradas] extremo orientales, o sus derivados, y ni africanas o de las Islas del Pacífico, por la misma razón, o sea poca o casi ninguna familiaridad con sus símbolos y mitos.

Además, sigue diciendo el autor:

Por otra parte, personalmente he recibido una influencia intelectual de René Guénon –que esperamos se note en las páginas de este diccionario–, el que si bien murió dentro de esa fe, apenas escribió sobre ella por motivos que nos son desconocidos.
(...)
Empero, hay bastantes referencias a la Tradición Precolombina que generalmente no es tratada en Europa y de la que no conocemos, por otra parte, ningún diccionario referido a ella, (…) En cuanto a los apartados masónicos, etc., de más está decir que estos ítems están tomados en relación con los símbolos y temas misteriosos e iniciáticos. (…) Tienen lugar aquí por la interrelación de los términos de que se trata y de su ligazón entre sí, que enlaza civilizaciones y culturas de distinta procedencia histórica y geográfica, y sólo su capacidad de transmisión de los temas de las diferentes Tradiciones y su valor simbólico es lo que los une y justifica su publicación de modo conjunto.8

Esta actualización de lo sagrado nos viene entregada, pues, bajo la forma de un diccionario. Y es que un diccionario es ese escrito donde se realiza la reunión de dos planos diferentes que el autor conoce bien, de modo que partiendo de uno que le es conocido al lector, se expresará su equivalente o análogo en el otro plano que le es desconocido, abriéndole así la posibilidad de penetrarlo e ir conociéndolo. En este diccionario que nos ocupa, los términos simbólicos recogidos se han vertido en un lenguaje adaptado a la mentalidad de la cultura occidental de nuestro siglo XXI, descifrando las claves para aprender y desarrollar esa lengua divina que se expresa en el Ahora, llevando al lector desde su espacio-tiempo al conocimiento de los mundos divinos pertenecientes al no tiempo o al siempre ahora.

Por otro lado, también se diría que este diccionario es una traducción (la etimología de esta palabra habla de guiar el traspaso de un lado a otro) que desde las formas simbólicas nos abre las puertas a la memoria de otras realidades, o mundos, o dioses, carentes de forma –y que son los que nos conforman y más realmente somos aunque no lo recordemos–, para que cada quien según sus posibilidades avance en esa labor de recuerdo, asistido por la Gracia, hasta los límites de sus posibilidades de ser, y si puede los traspase. Una traducción o hermenéutica –palabra derivada de Hermes–9 guiada por el símbolo pues…

el autor ha escrito sobre símbolos y mitos y cree que éstos son actuantes –como creía Platón– y expresan otro nivel del intelecto ligado con los dioses.10

Y también, como se escribe en la introducción del diccionario haciendo referencia al símbolo con las palabras de René Guénon, “el más importante autor sobre símbolos del siglo XX-XXI”:

Los símbolos son esencialmente un medio de enseñanza, y no sólo de enseñanza exterior, sino también de algo más, en tanto que deben servir sobre todo de “soporte” a la meditación, que es el comienzo de un trabajo interior; pero estos mismos símbolos, en tanto que elementos de los ritos y en razón de su carácter “no humano”, son también “soportes” de la influencia espiritual misma. Por lo demás, si se reflexiona en que el trabajo interior sería ineficaz sin la acción o, si se prefiere, sin la colaboración de esta influencia espiritual, se podrá comprender por eso que la meditación sobre los símbolos toma ella misma, en algunas condiciones, el carácter de un verdadero rito, y de un rito que, esta vez, ya no confiere sólo la iniciación virtual, sino que permite alcanzar un grado más o menos avanzado de iniciación efectiva.11

Todo es un símbolo, nuestra cotidianidad fluye en el símbolo, integrada como está en la rítmica que genera la poética divina al proferirse. Dado lo ilimitado de la simbólica, es extraordinaria la labor y el cuidado realizado en esta obra para escoger una selección de términos y temas que pudiesen mejor ayudarnos a trabajar el pensamiento e ir desarrollando la Intuición Intelectual, consiguiendo elaborar una “muleta” perfectamente ajustable a nuestra coja memoria, tal que si se hacen bien las operaciones con uno mismo, Dios mediante, se lograrán los resultados pretendidos.

Cada diccionario tiene el problema, en primer lugar, en la selección de los términos que se van a desarrollar. Más aún un diccionario sobre símbolos ya que éstos no sólo son múltiples sino también polivalentes, es decir tienen muchos significados que se superponen los unos a los otros sin que sean, por eso, todos igualmente verdaderos.
(...)
Hemos tratado de sintetizar –y de hecho creemos haberlo realizado así– los temas que mostramos, muchos de los cuales exigen mayores explicaciones o expansiones, pero no de una vana erudición interminable.12

La estructura concebida para leer las entradas del diccionario es circular, lo que lo hace partícipe de la belleza de las cualidades del círculo. Esta forma en la que todos los puntos de la circunferencia son equidistantes del centro, revela más perfectamente que ninguna otra a ese punto invisible, inmanifestado, del que, sin embargo, toda la figura recibe su razón de ser. De manera que la circular relación de las entradas del diccionario entre sí, va desvelando “un concepto más cabal del asunto el cual de por sí es casi imposible de definir exactamente”.13 Este sistema circular incluye, además, a la espiral, lo que hace que la reiteración cíclica se produzca en diferentes planos jerárquicos y a la vez simultáneos. Por otra parte, dicha reiteración es un medio que activa y fortalece la Memoria, de modo que a medida que contemplamos y meditamos paseándonos mentalmente por las instancias de la manifestación del Ser, o por sus Módulos, o Ideas, se va accediendo gracias a la ley de la analogía a una cierta comprensión de otros niveles superiores, conocimiento que se irá ampliando con la realización permanente del rito que este diccionario promueve y facilita. De ahí que el autor nos proponga

una estructura circular, cosa que se evita en otros diccionarios, donde se quiere expresar de una sola vez los conceptos vertidos, como si fuesen definiciones. Nosotros preferimos que una entrada lleve a otra y ésta a una tercera para que entre todas, cercando el tema, pudiera obtenerse la comprensión de lo que se informa. Pues ello es una manera de ligar analogías y correspondencias que producirán un concepto más cabal del asunto el cual de por sí es casi imposible de definir exactamente, ya que si cualquier expresión es simbólica todo en el mundo lo es –cuestión que es valedera para nosotros–, y por lo tanto no es posible aprisionarla en un texto del que se evadiría necesariamente. Lo mismo sucede con los temas misteriosos que son indefinidos y en realidad con alguna entrada de este diccionario, que sólo pretende ser una herramienta para la comprensión de estos misterios, lo cual logrará cada lector –o no– en la medida de sus posibilidades del modo en que las puede brindar una obra de esta naturaleza: pistas o rastros a seguir en un camino inmenso al punto de lo indefinido.14

Con maestría en el arte del moldeado del sí mismo, cada entrada sabe tocar una o más notas del alma, algunas veces con gracia y humor, o con insinuaciones, otras veces con claridad fulminante. Incluso cuando se da la paradoja de no comprender el mensaje, hay una Teúrgia actuante, llegando a poder ser este volumen un regalo “personalizado” que se revela a cada quien según su capacidad de comprensión, la que se fortalecerá con los soportes que favorecen este sumo arte de moldearse a uno mismo.

(Éste es un)… intento pretencioso en cuanto a la ayuda que ofrecería a un estudiante de estos temas, o a los que se acercan a ellos conociendo aunque sólo fuera algunas de las claves que existen sobre este incalculable mundo. Pero pensamos al mismo tiempo que siendo esta obra inacabada –como es también inconclusa cualquier obra, comenzando por la Creación Universal–, a ella el lector debe agregar su comprensión, la que se verá fortalecida por sus antiguas lecturas sobre el temario que aquí se trata y en general por la amplitud de su cultura en varias disciplinas diversas, sin ninguna especialización.15

Que el lenguaje de la obra creacional sea “profético por su desarrollo”, tal como nos dice el autor, es lo que sustenta a los oráculos, nacidos como respuesta del amor de los dioses a la necesidad humana de consultarles.

Por miles de años los seres humanos han recurrido a los medios ofrecidos por los dioses para establecer sus consultas, las que han sido de todo tipo. Pero estas fuentes de las cuales bebían todas las culturas esparcidas por el orbe se han ido secando. Ahora que apenas se sabe leer en el libro de las luces celestes de la Noche “sabedora de todos los oráculos”,16 ahora que no comprendemos el sonido del Roble sagrado de Zeus, ni podemos interpretar el vuelo de las aves, ni la Pitia reverbera los secretos que le inspira el Omphalos del mundo, etc., y a pesar de la degradación que ha llevado al descrédito de estos medios por los que se revela el vaticinio de los dioses, la deidad nos sigue dejando –aunque no lo merezcamos– puertas abiertas con nuevos medios que se adaptan a nuestra pobre capacidad de comprensión. Pues ahí siguen ellos, los dioses, siempre atentos al que acude a consultarles buscando clarividencia para poder mejor proceder en las encrucijadas a las que nos somete el destino.

Muchos diccionarios de símbolos son consultados de modo oracular y éste, tal vez, siga igual suerte17

Como fiel reflejo de la palabra de la Sabiduría, la que “la sacerdotisa lee constantemente en el libro del presente, compuesto de pasados y futuros”, el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos alberga en sí esta posibilidad oracular. Del rigor y la fe puestos en lo que se está haciendo dependerá la validez de este acto ritual que pide la “visión” en el Azar, de la Inteligencia Universal.18

¡Poder recurrir a la consulta con la deidad directamente! ¿No es esto extraordinario?

Con sencillez y en la certeza de lo revelador de este libro, su autor retoma las palabras que otrora utilizara el divino Platón en voz de Sócrates, y que dicen:

Desde luego que el afirmar que esto es tal cual yo lo digo, punto por punto, no es propio de un hombre sensato; pero lo que he dicho de las almas y sus estados y que existen estas cosas como yo las he enunciado –aunque podrían expresarse de manera parecida–, y en el supuesto de ser el alma inmortal, puede asegurarse sin inconveniente que es así; y ya que vale la pena de correr el azar de creerlo –pues el riesgo es hermoso– no dudemos en entregarnos y de ese modo encantarnos a nosotros mismos.19

El Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos es, pues, una llave actual diseñada para reabrir las puertas de lo sagrado, lo que únicamente podrá realizar cada quien en su corazón donde el Libro de la Vida está completo y, si acaso, en este volumen encontrará algunos soportes para llegar a poder leerlo de la A a la Z, del alfa al omega. Por nuestra parte diremos que eso que se recoge en este diccionario refiriéndose a algunos libros sagrados bien conocidos por una gran mayoría, lo reconocemos también en este Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos: “Todo está en este libro si se lo sabe leer. Su enorme contenido emocional, y su belleza rebasan las interpretaciones racionales y materiales”.20 Lo tomamos con un gran agradecimiento al que con un amor inmenso nos lo ha entregado.

Se ha dicho que los escribas de los textos sagrados son lo que escriben. Eso es en verdad también uno mismo.

NOTAS
1 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Libro”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. También disponible la versión íntegra online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos.
2 Don Sebastián de Cabarrubias Orozco, capellán de su majestad. Tesoro de la lengua castellana, o española. Madrid, 1611.
3 Federico González Frías.
4 Himno Órfico XXVIII. Citado en Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Hermes-Mercurio”, op. cit.
5 Entrada: “Tradición”, ibíd.
6 Entrada: “Transmisión (Cadena Aurea)”, ibíd.
7 Lo que sólo se puede hacer de forma válida con el rigor de aquel que verdaderamente conoce y se reconoce en la Unidad esencial que se expresa en todas las tradiciones que han derivado de la Tradición Perenne o Universal.
8 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Introducción, ibíd.
9 Entrada: “Hermético-Hermetismo”: “Este vocablo proviene del dios Hermes y es de la misma raíz griega que da lugar a la palabra hermenéutica que significa traducir, o mejor interpretar, lo cual supone transmitir, de hecho hacer presente la palabra de los dioses, de la Tradición. Y sin duda lo que caracteriza a lo hermético es la interpretación derivada de Hermes, el mensajero y traductor de los designios divinos y mediador, por lo tanto, entre el cielo y la tierra”, ibíd.
10 Introducción, ibíd.
11 René Guénon. Aperturas a la Iniciación, cap. XXX: “Iniciación efectiva e Iniciación virtual”. Citado en la Introducción del Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, ibíd.
12 Introducción, ibíd.
13 Ibíd.
14 Ibíd.
15 Ibíd.
16 Orfeo. Hieros Logos. Ed. Akal, Madrid, 2003.
17 Federico gonzález Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Introducción, ibíd.
18 “(…) la visión de la que se trata es espiritual y por lo tanto interna y nada tiene que ver con las engañosas formas que percibe el ojo. En numerosas Tradiciones se habla de haber tenido una visión ‘muchas veces en sueños’ y se refieren a la certeza y la profecía; tal las visiones chamánicas, (…) Algunos santos han visto abrirse los cielos en determinados momentos o han recibido la visión acompañada de elementos atmosféricos como rayos y truenos. Cuando estas visiones no son engañosas el corazón lo sabe y sigue su camino. Con los años esta aceptación puede considerarse como profética”. Entrada: “Visión”, ibíd.
19 Platón. Fedón, 114d. Citado en el Epígrafe al inicio del libro, ibíd.
20 Entrada: “Jesús”, ibíd.
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