Revista internacional de Arte - Cultura - Gnosis |
CIUDADES Y CENTROS SAGRADOS ALBERTO PITARCH |
Isla de la Cité, 1609. |
Las energías de lo sacro tocan a seres, fenómenos, cosas e igualmente lugares, conformando verdaderas teofanías mediante las que se expanden y hacen presente en todo el orden creacional que, de por sí, no es sino una manifestación constante de las vibraciones en que se expresan las deidades. Pero hay ciertos lugares privilegiados donde las características de ese espacio o las condiciones del paisaje se destacan de modo evidente a lo largo de todos los tiempos conformando verdaderos nódulos de coyuntura, donde las vibraciones coagulan de modo especial y aún se acrecientan por la intervención humana u otros accidentes que tienen lugar en ella. Este es el caso de la ciudad de París, construida como muchas semejantes a la orilla de un río –las venas de la tierra– y el canal más importante por donde corre el agua, vital para el hombre e imprescindible para todo lo que le concierne, comenzando por el hábitat que lo circunda, tal la higiene y otras necesidades derivadas de los animales domésticos, etc. Inútil destacar la importancia de esta ciudad en el ámbito cultural, religioso y aún político, capital en distintas épocas de Europa y la cristiandad, en la historia, en las aulas de la universidad, el arte y el poder que se reflejan aún en los monumentos de distinto tipo que la manifiestan.1 A continuación se invita al lector a penetrar sin miedo ni prejuicios la capital gala a través de un recorrido por las calles de la ciudad desde un punto de vista sagrado, fundamentado en una lectura profunda de los hechos, en una geografía significativa y en una historia viva que se harán presentes gracias al poder transformador del símbolo y de las comprensiones que éste promueve.2 Empezamos el recorrido en el corazón de la ciudad, entendido el corazón como el recipiente donde descienden, y se depositan, los efluvios celestes que vivifican la totalidad del ser, lugar donde reside simbólicamente el Principio, de donde, en efecto, el hombre recibe el hálito vital, al mismo tiempo que la luz de la Inteligencia, o auténtica intuición intelectual que le permite conocer de manera directa, simultánea y sin reflejos (es decir no dual, racional o cerebral) a la Unidad en todas las cosas. Uno de los símbolos más patentes y claros de la idea de centro, energía de la que todo emana, relación entre lo computable y lo que es a-histórico.3 O sea, que nos situamos en el punto original –de Origen–,4 desde el cual la ciudad recibirá la luz divina que permitirá la fundación y el posterior desarrollo histórico de la actual París. Hablamos del conjunto insular conformado por la Île de la Cité y la Île de Saint Louis, un pequeño encuadre geográfico rodeado por las majestuosas aguas del río Sena. En este enclave estaba situada una pequeña población gala rodeada de marismas y bosques llamada Lutecia5 cuyos dominios se extendían 60 km de norte a sur y 45 km de oeste a este, ejerciendo gran influencia en toda la región.6 Se decía que los Parisii, como se denominaba a sus habitantes, venían de la casta troyana de Paris, el hijo de Príamo, último rey de Troya. Aunque este linaje no les aseguró la supremacía frente al imperio romano, ante el cual sucumbieron y con quien convivieron durante varios siglos. Este momento es el que da lugar a las primeras manifestaciones históricas7 que todavía hoy se pueden apreciar en la actual París. Así, en pleno centro insular y bajo la archiconocida catedral de Notre Dame, se halló el 16 de marzo de 1710 una antigua basílica paleocristiana en cuyos muros se encontraban insertos cinco bloques de piedra que más tarde se bautizarían al unísono como “El Pilar de los Nautas”. En los cinco bloques de piedra que componen el pilar quedaron tallados los nombres de los dioses celtas autóctonos junto con sus rostros y atributos. Este extraordinario hallazgo es de vital importancia, pues es sabido que la cultura celta se transmitió mayoritariamente de forma oral,8 por lo que cualquier testimonio escrito o tallado, no hace sino revelar su riqueza y desenmascarar a aquellos que injurian a cualquier cultura que no posea un alfabeto conocido o una arquitectura basada en la piedra. El pilar fue manufacturado por los Nautas, una antigua corporación fluvial que controlaba el tráfico marítimo del Sena. Además, se dice que ejercían de guerreros para vigilar las embarcaciones de sus habitantes, protegiendo el comercio y los intereses del pequeño núcleo urbano. Éstos conocían el poder del número y de las artes a él ligadas, como la aritmética y la geometría, tal y como demuestra el cincelado del pilar. Con todo esto no nos extrañaría que dicha corporación fuera detentadora de una Sabiduría Perenne que se remonta a la noche de los tiempos y que se difundiera en la ciudad a través de dicha entidad en ese periodo histórico determinado. Por otro lado, también cabe destacar lo simbólico de los Nautas, una corporación de navegantes que de un modo inteligente deciden legar a la humanidad postrera los nombres de sus dioses a través del tallado de una columna de piedra, lo cual no hace sino recordar a las guildas masónicas de la Edad Media y al arte constructivo en general como soporte de Conocimiento. Volviendo al emplazamiento geográfico donde nos situamos, es muy significativo que en ese mismo lugar donde se halló dicho pilar, se levantara la todavía hoy en pie catedral de Notre Dame, la cual recoge a su vez todo el saber medioeval expresado a través de la ciencia del número, la arquitectura y la estatuaria que envuelve sus muros. Antes de cruzar el puente y empezar a recorrer las ramificaciones de la isla cabe detenerse en la Sainte Chapelle. En este emplazamiento situado a pocos metros de la catedral y de belleza cegadora también se produjo un hecho histórico que simboliza de nuevo el reconocimiento de un centro-original y la fundación de una nueva cultura. Tras los galos y los romanos fueron los cristianos quienes tomaron el mando de la civilización occidental, lo cual no fue ajeno a la ciudad que estamos recorriendo. Así, existe un hecho histórico significativo que testimonia por un lado el reconocimiento geográfico de la Île de la Cité como centro de la ciudad y por otro, la identificación del cristianismo como la cultura imperante en dicho momento histórico. El protagonista no es otro que el rey Luis IX, quien hizo traer entre otros enseres, la corona de espinas con la que Jesús fue crucificado en Palestina. El simbolismo de este momento en la ciudad de París sobrepasa el ámbito geográfico e histórico, se podría decir que es a-histórico. Sobre la corona nos dice Federico González en su Diccionario: en la Cábala hebrea su nombre es Kether y ocupa el primer lugar de las emanaciones divinas, y por tanto, lo más cercano al misterio del No-Ser, es decir que cumple las funciones más elevadas de la intermediación del microcosmos con la infinitud [al mismo tiempo que sus rayos] se consideran señales del triunfo y la majestad, como en reyes y emperadores, hijos del cielo y los más altos grados de vínculo con los númenes.9 O sea que el entonces rey de Francia reconocía la autoridad espiritual que Jesús simbolizaba y el poder de la Tradición que Jesús encarnó; tal fue su entrega que cuando las reliquias de Jesús fueron traídas a la ciudad, el rey entró junto a ellas descalzo, como símbolo de respeto y humildad, pues como se sabe el poder temporal que representa la realeza está siempre supeditado a la autoridad sacerdotal que, en este caso, encarnó Jesús. Siguiendo la dirección marcada por la expansión histórica de la ciudad, marchamos ahora hacia el sur cruzando uno de los diversos puentes que une la isla con los barrios circundantes. De pronto, nos encontramos en el Barrio Latino, donde en su momento se desarrolló todo el esplendor de la civitas romana y cuya irradiación llegó hasta bien entrada la Edad Media. El barrio toma el nombre de la lengua que hablaban sus habitantes por aquel entonces, el latín. Pasear por sus calles es adentrarse en un mundo mágico compuesto por pequeñas callejuelas, encantadores restaurantes y multitud de cuidados comercios. Aunque si por algo destaca este pintoresco barrio es por la cantidad de librerías que acogen sus calles, así como también tiendas de coleccionistas, teatros, salas de cine y locales de música en directo. Todo este despliegue cultural aparece coronado por la entidad educativa llamada Universidad, que desde tiempos del medioevo ha dirigido la vida en el barrio y, si bien hoy en día el saber universitario tiende al dualismo, al enciclopedismo y a la especialización en contraposición con el verdadero saber que es universal, tendente a la unidad y vivido en primera persona, en sus orígenes proporcionó una metodología para trascender lo ordinario, unas artes para ejercitar la memoria y sobre todo, un fondo bibliográfico donde cada cual podía abrevar para desarrollar la energía llamada Pensamiento; energía poderosísima, según queda recogido en el Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos de Federico González Frías. El pensamiento precede a la voz y la formula internamente, por lo que es capaz de conformar una estructura recién nacida y derribar una anterior, que hoy se presenta como deficiente. Muchas veces con toda razón al pensamiento se lo vincula con la luz, por el efecto que se traduce en esta posibilidad, una vez descubiertos los fines que genera, ligados al plano intermediario. En todo caso es el que engendra la palabra, la que contagia la magia y el conjunto de relaciones que promueve el pensamiento, pintando de realidad, como si de una pintura o película se tratara, a todo lo existente; el pensamiento se aprende, hay que aprender a pensar, se nos enseña, y comprender que hay otros grados más amplios que nuestros pensamientos, a los que debemos ascender.10 Continuando con el trayecto geográfico que recién acabamos de trazar, nos encontramos ahora con diversas entidades que atesoran joyas de distinto tipo. Hablamos, por ejemplo, del Museo de Cluny, que acoge la colección medioeval del país además de estar emplazada en lo que fueron las majestuosas termas romanas de la ciudad. O la fuente de San Miguel, que recuerda la constante lucha entre lo celeste y lo telúrico y cómo el iniciado puede vencer las constantes idas y venidas de las pasiones a través de la entrega al Conocimiento y la encarnación de las ideas que éste representa. Así como también el actual Panteón parisino, que con sus tres cúpulas superpuestas nos evoca el modelo cósmico y los tres mundos que cohabitan simultáneamente –el material, el del alma y el Espíritu–. Recordar, a este respecto, que11 “el cosmos es uno solo” tal como atestigua Platón, sin que eso contradiga las palabras de Paul Eluard: “hay otros mundos pero están en éste”. O sea, que se trata de vivenciar la simultaneidad de mundos a través del ejercicio del Pensamiento, que incluirá un ordenamiento de la conciencia y una apertura hacia nuevas posibilidades del Ser, cada vez más amplias y libres. Antes de dejar esta parte de la ciudad nombrar únicamente la bellísima Fuente Médici construida por la viuda de Enrique IV, María de Médicis, en 1631 y que actualmente está emplazada en los conocidos jardines de Luxemburgo. Originalmente la fuente fue construida centrada en una única escultura monumental de Venus, aunque en 1862 fue sustituida por un grupo estatuario de Polifemo sorprendiendo a Acis y Galatea junto con un fauno y la diosa Diana. Salimos ahora del ámbito geográfico de la ciudad para fijarnos en dos de los aspectos distintivos de la conocida como Ciudad de la Luz. Estamos hablando por un lado de la arquitectura de París, engalanada con bellísima estatuaria, así como con excelentes trabajos de orfebrería, ebanistería, mampostería o jardinería, entre otros muchos elementos decorativos resultado de una sapiencia de las artes y oficios ligados a la construcción. Por otro lado, no nos podemos olvidar de los innumerables museos que acrisola la antigua Lutecia. Ligando ambos aspectos nos encontramos con la Masonería, orden iniciática derivada del antiguo Hermetismo, y con relaciones simbólicas con los Collegia Fabrorum romanos y otras órdenes vinculadas al simbolismo de la construcción.12 La Masonería propone un camino de autoconocimiento basándose en el simbolismo constructivo, en rituales precisos y en distintos mitos que tienen como punto de partida el Antiguo Egipto y varias entidades arquetípicas del Antiguo Testamento y que ha ido enriqueciéndose a lo largo de la historia con otras corrientes del pensamiento, cristalizando en excelentes trabajos armónicos que fecundan las ciudades de todo occidente y que tienen como base el número, la proporción y la armonía de las partes. Nos encontramos entonces en la sede del Gran Oriente de Francia y el Museo de la Francmasonería, entidad que recoge más de dos siglos de historia a través de unas 10.000 piezas ligadas al simbolismo de la Orden, así como un fondo bibliográfico de más de 23.000 volúmenes repartidos en 400 metros cuadrados. Aunque es sabido que la Masonería no ha podido escapar a las espiras del tiempo y al movimiento degenerativo que hoy gobierna, sin embargo, los símbolos, ritos y mitos que atesora siguen vivos hoy como entonces, por lo que la visita a este imponente edificio puede ofrecer más de una sorpresa al oyente curioso e interesado en profundizar en los saberes de esta organización iniciática. Otro museo que abreva en una de las corrientes de la Tradición Hermética,13 “rama de la Tradición Primordial y Unánime”, es el Museo de Arte e Historia del Judaísmo. Situado en pleno barrio de Marais, sus salas acogen un importante testimonio de lo que ha sido y es el pueblo judío en Francia y, aunque su foco es principalmente el exotérico tal y como es propio de nuestros días, el adepto puede reconocer en los símbolos guardados en este espacio el sentido metafísico de aquella cultura y reconocerse como parte integrante de la misma sin necesidad de alistarse en esta o aquella religión. Pues en realidad todas las expresiones exotéricas confluyen en esencia en un Origen único, el cual no entiende de particularidades, filiaciones, fanatismos o cualquier pequeñez que tenga que ver con el cada vez más deplorable ámbito humano. El museo presenta a la cultura judía desde un punto de vista histórico, recorriendo los dos mil años de nuestra era, penetrando en la identidad judía, sus ritos, ceremonias y expresiones artísticas. Hay un espacio para conferencias, conciertos y otras actividades, así como una librería donde se ponen a disposición del lector numerosos libros relacionados con la temática, incluidos los editados por ellos mismos. Aunque la verdadera joya de la corona es el fondo bibliográfico de la entidad, que guarda más de 20.000 obras y 3.000 documentos audiovisuales sobre el judaísmo, convirtiéndose en una fuente inestimable fuera de las entidades, bibliotecas y universidades de la actual Israel. Se quisiera resaltar en este punto del artículo que las referencias a libros, documentos y bibliotecas no se hacen desde un punto de vista cuantitativo o analítico, ni desde una lente docta, honorable y erudita. Se habla de los soportes escritos como medios donde aparece el mensaje de la Tradición, a veces de forma velada, pero descifrable por aquellos que saben penetrar en las escrituras y abrevar en las fuentes de la diosa Sabiduría que ahí reside. Nos referimos entonces a aquel estudioso que sabe de una corriente subterránea de conocimiento y que en la tradición judía se ha venido a llamar Cábala,14 “Tradición Unánime recibida por el pueblo de Israel por medio de Moisés, junto con las tablas de la ley”. Es decir, “la sabiduría hebrea en torno a la Torá y al Árbol de la Vida Sefirótico que se ha transmitido oral y escrita (comentada) hasta el día de hoy”. Por lo que: La Cábala (Tradición) como la Shekhinah siempre se está haciendo y no es letra muerta, pues está presente en el corazón del ser humano, en su alma, y por lo tanto en todas las cosas y tiempos y sería matarla –como el racionalismo ha hecho con Occidente–, si se la tratara como algo fijo e inflexible, o como un estudio meramente histórico y no como siempre viva, paradójica y cambiante como es la cosmogonía que describe, en vez de algo estático, como por otra parte lo demuestra su desarrollo en el tiempo. Es decir, una poética del espacio y la vida, perpetuamente actual, de donde deviene su inmenso poder transformador.15 Ahora que estamos recorriendo las diferentes ciencias y artes mediante las que se expresa la Tradición Hermética, querríamos rescatar brevemente a Nicolas Flammel, eminente alquimista medioeval cuya figura y obras han trascendido hasta nuestros días. La alquimia es la ciencia del alma que usa los elementos naturales, ya sea los minerales, las plantas y los animales como medios de expresión o soportes de conocimiento, y tiene como fin “el tránsito del alma hacia el Conocimiento”, a través de las transmutaciones a que aquélla se somete. Así, Todas las cocciones tienen lugar en el Athanor, horno o caldero alquímico, imagen del alma humana donde se producen las operaciones. Por otro lado tres son los principios universales que rigen las actividades del adepto, filósofo o alquimista, un principio activo, otro pasivo y un tercero neutro capaz de conjugar los dos primeros y al mismo tiempo actuar de modo independiente: el azufre, el mercurio y la sal. Esos principios a su vez sufren dos tipos fundamentales de manifestación, los de disolverse y coagularse. E igualmente combinan con cuatro elementos diferenciados, fuego, aire, agua y tierra que indican el estado radiante, gaseoso, acuoso y terroso de la materia.16 Nicolas Flammel es uno de los pocos autores herméticos cuyo recuerdo ha permanecido en la cultura popular hasta nuestros días. Su nombre, aunque denostado, también aparece en una de las obras de la millonaria saga de Harry Potter, así como en distintas obras de Victor Hugo, Alejandro Dumas, Umberto Eco o Arturo Pérez Reverte. También aparece en video juegos, una de las expresiones más claras del Fin de Ciclo actual como Rangnarok Online, Haunting Ground o Assassin’s Creed Unity. O sea que hoy en día se reconoce a este autor, si bien inconscientemente como representante de la magia y de la alquimia, aunque sea en su estado más elemental. La casa donde residió Nicolas es considerada como una de las más antiguas de la ciudad y todavía se puede visitar en el número 51 de la Rue de Montmorency. En la actualidad acoge un gracioso restaurante recientemente galardonado. Dejemos entonces que sea Mr. Flammel quien nos guíe hacia la siguiente parada a través de una de las calles de la ciudad que lleva su nombre. Así, 800 metros al este, nos encontramos ante una majestuosa fachada que acoge multitud de deidades y personajes célebres de la historia del país. Un paso más adelante y una explanada enorme se abre inmensa ante el horizonte, sólo una moderna pirámide de cristal interfiere en el onírico paisaje. Nos hallamos ante el Museo del Louvre. Desde luego, si algo evoca este grandioso museo es la idea de una inmensa arca donde se hallan millones de símbolos universales testimonios de un mundo otro al que todavía es posible acceder gracias a la energía llamada Pensamiento y a dos de sus expresiones: la concentración y la contemplación. La Belleza, manifestación de la armonía y del amor, impregna cada rincón del conocido museo provocando el arrebato y la exaltación del alma de aquellos que asisten libres y puros con la única intención que la de dejarse fecundar por el soplo del Espíritu. Imposible abarcar todas sus obras y colecciones en este artículo, por lo que se invita de nuevo al lector a complementar la lectura de este artículo con la visualización del correspondiente vídeo donde aparecen varias de las obras contenidas en tan maravilloso “templo de las Musas”. A punto de terminar el periplo por la ciudad gala, cabe detenerse en uno de los lugares más mágicos de la urbe. Un espacio que envuelve al visitante en una atmósfera saturnina que incita a la reflexión e invita a los pensamientos a adentrarse en la eterna danza de la vida y la muerte. Estamos hablando del cementerio de Père Lachaise. Sus calles adoquinadas, los vivos colores otoñales de sus árboles de hoja caduca, los cuervos y otra fauna que todavía hoy visitan al parque junto con las piedras adornadas con musgos y líquenes impregnan de belleza el alma del viajero. Père Lachaise, cuyo origen data del final de la Edad Media, es conocido por ser el lugar donde reposan innumerables personajes célebres que ha dado la historia reciente, tales como Frédéric Chopin, Georges Bizet, Edith Piaf, María Callas, Vincenzo Bellini, Gustave Doré, Antoine Favre d´Olivet y un sinfín de artistas, sabios, hombres de estado, comerciantes, militares, científicos y políticos venidos de todo el mundo y que llegan a copar las 44 hectáreas del parque con más de 1.000.000 de almas que allí reposan. De entre todos los personajes nos gustaría destacar a Jean-François Champollion, a cuyo empeño se debe el desciframiento de la piedra de Rosetta –y por tanto el acceso a la antigua escritura egipcia, sus textos y la comprensión de su cultura–.17 A partir del descubrimiento de dicho lenguaje y con el ímpetu dispuesto por Napoleón años atrás se comenzó una escalada estatal, social y cultural de acercamiento a la cultura egipcia, llegando prácticamente hasta nuestros días como una de las culturas más enigmáticas y conmovedoras de la historia. La empresa de Champollion nos sitúa entonces en la parte final de nuestro artículo sobre la ciudad de París. Como se sabe no hay principio sin final; al mismo tiempo que todo final es un nuevo comienzo. Volvemos entonces al origen de la ciudad para revelar una capa más profunda a partir de la cual despegaremos de sus tierras para adentrarnos en espacios que cada cual deberá recorrer por sí mismo. Se podría decir que la historia oficial empieza en este emplazamiento geográfico en la época galo-romana, que como hemos visto son quienes dejaron constancia escrita de lo que allí estaba surgiendo. Sin embargo, existen otros autores que enlazan la corporación de los Nautas con el culto a Isis, entre otros indicios, por ser ésta considerada la diosa de los navegantes. De ahí se dice que es originario el símbolo del barco en la onomástica de la ciudad. En Le monde primitif analysé et comparé avec le monde moderne, publicado en 1773, Court de Gebelin expone: Fue por rendir culto a esa misma Isis por lo que se instalaron los druidas en esta Isla. En la antigüedad siempre se elegían islas para los santuarios de las supremas divinidades nacionales. En ésta estaba el Templo de Isis, sobre cuyas ruinas se elevó la Iglesia de Notre-Dame. Allí celebraban, el 3 de enero, su fiesta, que los antiguos pueblos llamaban la Llegada de Isis. Ese era el día en que se mostraba a los hombres y estos la veneraban en su carro.18 De este testimonio se desprende que el origen de la ciudad más importante de Francia tiene raíces egipcias, y que, dicho sea de paso, no es sino esa misma entidad llamada Isis la que hoy gobierna bajo la apariencia cristiana de Notre-Dame.19 De hecho, la misma diosa apareció en el escudo de armas de la ciudad durante el gobierno de Napoleón Bonaparte, tal y como firma en las Cartas patentes de concesión de escudo de armas a favor de la villa de París, el 20 de enero de 1811. Otros testimonios sobre el origen de la ciudad que recogió Gilles Corrozet, librero y poeta, en su guía sobre París de 153220 son los que atribuyen el nacimiento de la ciudad a Paris, hijo de Romus XVIII, rey de los galos, quien al parecer la edificó 70 años después de la fundación de Troya, 900 después del diluvio y 1440 antes de nuestra era. También hay quien defiende que la ciudad debe su nombre a los parrienses, habitantes de una comarca asiática de Grecia, que llegaron a las Galias acompañando a Hércules en su camino a Hispania. En fin, el neófito sabe que los dioses y héroes cohabitan en simultaneidad en el tiempo mítico, que siempre es ahora, y que es a través del pensamiento que el ciudadano puede penetrar en esos orígenes sagrados tan vivos hoy como el primer día. No es necesario posicionarse y validar esta teoría o aquel testimonio, más bien convendría ponerse cómodo y disfrutar del banquete intelectual que los dioses y sus intermediarios disponen. Así, ligeros y casi sin equipaje, nos adentraremos en la Geografía Mítica que hoy hemos recorrido tomando como base la ciudad francesa integrante de una geografía sagrada sobre la que nos comenta Federico González: Antes del tiempo hay un espacio virtual en el que se produce la creación, así como después de él hay un espacio otro, ilimitado e infinito donde todo es simultáneo e igualmente virtual, aunque nuevo. Una geografía nebulosa y casi inexistente del más allá, que no obstante es éste, en el que vivimos como sombras que se reflejan en la caverna oscura de nuestra existencia, por lo que es necesario trascender todo ello y referirnos a esta geografía sagrada microcósmica que es un mapa del alma del ser humano, del verdadero hombre, el que ha nacido ya dos veces. Recordar que los modos que ha tomado la manifestación, gracias a la perennidad que le asiste, son aquellos donde los espíritus intermediarios y deidades se reflejan en mayor o menor grado, porque es capaz de adoptar todas las formas en todos los tiempos; lo que suele entenderse como la Posibilidad Universal, permaneciendo no-nata, hasta que es activada por el propio ser que se haya considerado el protagonista del Sí Mismo. La geografía se liga de este modo con lo que es y ha sido siempre, las huellas de una identidad invisible en los múltiples aspectos que abarca; como un poliedro vivo en el vientre de una parturienta, la madre universal; la grafía divina hecha carne y sangre.21 |
NOTAS | |
1 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Ciudades y Centros Sagrados. Paris”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Advertir al lector que el presente artículo está inspirado en esta obra de Federico González, de la que se citarán numerosas entradas. También disponible la versión íntegra online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. |
2 | Se recomienda al lector interesado la visualización del video que complementa el presente trabajo escrito, disponible en la plataforma Youtube a través del siguiente enlace: [Insertar aquí el enlace del vídeo de Youtube] |
3 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Corazón”, op. cit. |
4 | Ver entrada: “Origen”. |
5 | Dan cuenta del pasado galo los clásicos Estrabón en su Geografía, Julio César en La Guerra de las Galias o Plinio el Viejo en su Historia Natural, así como también Henri Saval en Historie et recherches des antiquités de la ville de Paris (1724); Grivaud de La Vincelle en Antiquités gauloises et romaines recueilles dans les jardins du Palais du Senat (1804); Félibien, historiador de la ciudad, en Dissertation sur les antiquités celtiques (1725); Félix-Georges De Pachtere en Paris à l´époque galloromaine (1912); o el considerado padre de la arqueología parisina Théodore Vacquer (1820-1899). |
6 | Hay autores que llegan a establecer relaciones y ramificaciones de sus habitantes con el condado inglés de Yorkshire. |
7 | Entendiéndose como históricas aquellas de las que han quedado hallazgos tanto escritos como arquitectónicos. |
8 | Todos los saberes que merecen llamarse así, o sea, los que hacen referencia a la Diosa Sabiduría, eran transmitidos y custodiados por los Druidas, sacerdotes-chamanes que ejercían de mediadores entre las energías celestes y telúricas. De sus ritos no ha quedado ni rastro, mas que la intuición de que éstos se integraron de forma velada en la cultura cristiana a través del folclore, la literatura y la poesía. |
9 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Corona”, ibíd. |
10 | Entrada: “Pensamiento”, ibíd. |
11 | Ver entrada: “Cosmos”. |
12 | Entrada: “Masonería”, ibíd. |
13 | Ver entrada: “Tradición Hermética”. |
14 | Ver entrada: “Cábala”. |
15 | Entrada: “Cábala”, ibíd. |
16 | Entrada: “Alquimia”, ibíd. |
17 | Este año se cumple el 200 aniversario de su descubrimiento, así como también se cumplen 100 años del descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Numerosas entidades culturales están desarrollando programas especiales a lo largo de todo el mundo para celebrar tales logros. |
18 | Court de Gebelin. Le monde primitif analysé et comparé avec le monde moderne. Ed. Valleyre, París, 1773. Disponible en línea en la Biblioteca Nacional de Francia. |
19 | Se dice que bajo Saint-Germain-des-Prés se alzaba primitivamente un templo a Isis. |
20 | G. Corrozet. La Fleur des antiquitez, singularitez et excellentes de la plus que noble et triomphante ville et cite de Paris, París, 1532. |
21 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Geografía Sagrada”, ibíd. |
BIBLIOGRAFÍA | |
Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
Jurgis Baltrusaitis. En busca de Isis. Ed. Siruela, Madrid, 1996. Philippe de Carbonnieres. Lutece, Paris ville romaine. Ed. Gallimard, París, 1997. |
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