Revista internacional de Arte - Cultura - Gnosis |
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ENTRADAS CON VISTAS AL INFINITO CARLOS ALCOLEA |
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Nadie es ajeno al asombro y la admiración, cuando no rapto, que produce la contemplación de la Belleza en cualquiera de sus manifestaciones, incluyendo aquellas realizadas por la mano del hombre con cualidades para reconocer en sí mismo la idea de un orden arquetípico y reproducirlo en un elemento que a su medida lo representa. De la música a la poesía, del canto a la danza y el teatro, sin olvidar la arquitectura, escultura y pintura vinculadas con la geometría y el número, e igualmente todas las bellas artes liberales reunidas en la Ciencia Sagrada como forma en que cristaliza el Misterio. Su expresión por la palabra ha dado lugar a verdaderos mandalas literarios –nuestros referentes culturales–, por no hablar de los textos sagrados revelados como la Biblia en la tradición judeocristiana, el Mahabbaratha en el hinduismo, etc. La Eneida del grecolatino Virgilio es otro exponente que sintetiza toda una corriente tradicional. Más adelante, bien entrada la Edad Media recogerá el testigo Dante con su Divina Comedia, una síntesis del cristianismo que anuncia el fin de un ciclo y la llegada de otro nuevo, un renacer en todos los sentidos no exento de las convulsiones propias a los momentos que se presentan como una encrucijada. En el Renacimiento confluyen distintas corrientes gnósticas de las que se nutrirá una pléyade de escritores, traductores y en general gentes de Conocimiento que rescatarán del olvido multitud de textos esotéricos, además de producirse otros nuevos que constituyen valiosos compendios mágico-teúrgicos pues sintetizan el conocimiento iniciático. Amén de los sistemas combinatorios igualmente poderosos y el despliegue de posibilidades a que dan lugar, como si se tratase de un teatro en el que se representan las Ideas, símbolos y analogías, gracias a lo cual el espectador puede conocerse estableciendo correspondencias y vínculos insospechados en lo invisible, tal cual una red de relaciones firmemente constituida que ordena el pensamiento, seleccionando valores con Inteligencia, es decir, lo verdadero de lo falso, lo que es real de la simple apariencia. Todo esto siempre y cuando la actitud sea la adecuada y la entrega sin medias tintas, es decir de corazón, lo que se traducirá en resultados a corto, medio o largo plazo en el ascenso gradual hacia la comprensión y el recuerdo del Sí Mismo, hecho carne, encarnando un modelo a escala del Cosmos u Hombre Universal y su orden arquetípico. O sea, la percepción de otros estados o niveles del Ser que se manifiestan como otros tantos estados de la conciencia en el ser individual. Pese a que las circunstancias actuales evidencian un progresivo ocultamiento de estos conocimientos, la intensidad de sus brillos sigue siendo notoria en ciertos círculos donde encontramos igualmente testimonios no menos poderosos escritos por un personal integrado en una cadena de Amor al Conocimiento “que liga la doctrina metafísica y cosmogónica perenne, y a los iniciados que de ella son partícipes entre sí”.2 Dichos testimonios son mapas de ruta extraordinarios que conducen hacia las cosas primordiales, planteándose un recorrido en el que trascender la chatura de nuestras concepciones anteriores, nacidas del carácter y condiciones del contexto en que nos ha tocado existir. En este sentido hay que celebrar cierta publicación que vio la luz ya entrado el nuevo milenio, pero a la que el medio oficial no le ha dado bola en absoluto, lo que no es de extrañar y ahora vamos a ver porqué. Se trata de una construcción, en su conjunto incompleta al decir de su autor y a nuestro entender inabarcable, tal cual el Cosmos con sus niveles o planos jerárquicos, desconocidos por olvidados para una humanidad prácticamente deshumanizada de acuerdo a los lineamientos del pensamiento actual, con sus tediosos como interminables enredos psicológicos y en general “indefinidos horizontales equiparables a charlas de café”3 que mueven pasiones, cuando no el puro chismorreo consistente en conocer los pormenores ¿vergonzosos? –semejantes a los propios que solemos callar– y en menor medida los ¿nobles?, tanto del vecino –que somos todos– como del famoso de turno destinado a ser el centro de atención por este tipo de cuestiones tan vinculadas con lo sentimental, pasional e ideológico y tan poco interesantes desde una perspectiva Intelectual, si no fuera porque apuntan a la grandeza por su ausencia: “lo feo es bello y bello lo que es feo”, dicen las brujas de Hécate en Macbeth. Por cierto que el protagonista de este drama shakespeariano es el paradigma del hombre moderno: movido por la fuerza de la ilusión que unos espíritus artificiales ejercen en su vida “despreciará al hado, se mofará de la muerte y llevará sus esperanzas por encima de la sabiduría, la piedad y el temor”4 –palabras proféticas de Hécate válidas para todo tiempo y lugar–. O sea, traidor de sí mismo capaz de venderse por un plato de lentejas. Cosas de este mundo y sus intereses particulares en línea con la posesión y el pequeño yo que repite fatigosamente el horror al que está abocado este personaje. Para muestra un botón en el discurso del propio Macbeth, quien considera la vida “una historia contada por un idiota lleno de odio y furor y que nada significa”.5 Empero todavía existe la posibilidad de hallar la salida olvidada al esquema de sobra conocido por todos, que es circular, de manera que constantemente se repiten patrones, con la frustración que representa querer dejarlo por hastío y asco y no poder, tal y como ocurre con la esperanza a la que hay que dejar atrás al entrar en los Infiernos –Dante y otros como él dan fe de ello– donde se revela “lo mejor de cada casa”. Nada que nos sea ajeno. No obstante la esperanza sigue siendo la primera en el ranking de ilusos durmientes, a punto de sonar el despertador. Aunque también puede ser una grandísima aliada, considerando que nos tiende “un cable al vacío, es decir a un nuevo mundo que lentamente se va formando ante nuestros ojos (…) y que conforma posteriormente la esperanza en seguir viendo estas maravillas que se despliegan cuando se aplica la política de la transmutación, de un estado a otro, mediante un salto al vacío. Por lo que la esperanza no es sólo algo que se ha perdido o no, sino una posibilidad viva, un camino que se va abriendo a medida que avanzamos en él”.6 Igualmente poderosos resultan ciertos símbolos vehiculares incluidos en este compendio de palabras y nombres concebido como un diccionario capaz de iluminar oscuros lugares, “sacarnos de nivel y llevarnos a la comprensión de cosas que aún no se nos habían dado a conocer”7. Proceso paradójico en el que participan fuerzas o energías contrarias pero complementarias. En la iconografía cristiana, si San Jorge en lid con el dragón es el paradigma de la sempiterna batalla interna que sostiene el héroe humano tratando de doblegar sus egos y pasiones y deificarse, San Miguel y su reverso el Diablo representan la eterna tensión entre las fuerzas uránicas y ctónicas respectivamente. La energía vertical ascendente coexiste con la descendente, y entre ambas se da una complementación ya que no podrían ser la una sin la otra. “La unión de estas dos fuerzas crea la cristalización de lo que perciben los sentidos vulgares”.8 Lo mismo es válido en el símbolo de los tres gunas de la tradición hindú, simple y despojado pero no menos catártico. … sattwa, rajas y tamas. El primero es “la conformidad a la esencia pura del Ser” y se visualiza como una energía ascendente; el segundo es rajas asimilado a la irradiación expansiva, horizontal y tamas la energía pesante y descendente vinculada a la ignorancia. Estas tres “vibraciones” se manifiestan en todos los seres, cosas, o fenómenos a distintos grados aunque nunca de modo puro, sino mezcladas entre sí. Se las considera como condiciones de la Existencia Universal. Según las proporciones de una u otra que predominen en ese ser, fenómeno o cosa, se determinará su naturaleza, aunque todas ellas coexisten y pueden variar según circunstancias espacio-temporales o por la intervención de algún accidente o imprevisto igualmente capaz de alterarlas. Asimismo puede que una, o dos de ellas, se impusieran a la tercera tiñendo con su tono el conjunto. Las cualidades de esos principios marcan los diversos niveles de existencia y los grados de la perfección espiritual, en relación con el predominio de una u otra.9 Metidos como estamos en este bosque de símbolos literario, lo suyo es conocer la función trascendental de los mismos como “punto de contacto entre la realidad que cristalizan y el ropaje formal con el que se visten para hacerlo. Este vestido ha de ser agradable y correlativo con la idea que expresan, para que ésta pueda ser comprendida en verdad. (…) Y siendo esto así, nos permiten pasar por su intermedio de un plano de conciencia a otro, constituyéndonos en los protagonistas del conocimiento, vale decir, del ser, ya que existe una identidad entre lo que se es y lo que se conoce”.10 Desde este punto de vista, el bosque de símbolos “donde es fácil perderse, tal el alma en el variado peregrinar de la existencia”,11 es ahora un jardín arquetípico habitado por númenes que toman formas simbólicas y reveladoras en línea con nuestras características culturales. Este que caminamos ahora, anónimo lector, está lleno de prodigios que pueden hacer temblar los firmes pilares de nuestras más asentadas creencias; tiene fuentes de agua viva con tres niveles y de todos ellos conviene beber pues aprovecha al que la aprecia y sana el alma; mediante secretos dispositivos que se actualizan por nuestra comprensión, se activan fuerzas que hacen converger corrientes de pensamiento aparentemente contrarias. Y sobre todo ponderar sus amplias y luminosas vistas al infinito y sus oscuras profundidades al Misterio. De modo que este pequeño todo o mandala cosmogónico oracular, esta ciudadela Ideal llena de entradas con nuevas aperturas que recorrer de principio a fin, o bien siguiendo las indicaciones que acompañan a las explicaciones precisas con sus imágenes, incluye providenciales rupturas de nivel y el acceso a otras categorías del Pensamiento hasta entonces restringidas, a tal punto que cuando se producen, no sin una sincera apertura y entrega, de pronto uno cae en la cuenta de que Platón da en el clavo con la alegoría de la caverna –República. VII, 514-517a– donde “se pueden ver las sombras de los seres y objetos de este mundo que los prisioneros encadenados toman por la realidad” y se “explica además la existencia de distintos planos o mundos en que se manifiesta esa realidad”.12 En un proceso de estas características juega un papel importantísimo “la fuerza de la inteligencia capaz de dominar las pasiones gracias al fuego interno del amor y de la voluntad”,13 que también calcina apegos “al mundo y sus negocios económicos y políticos, sentimentales, ideológicos, pasionales, etc., etc.,”14 contribuyendo a superar las trampas y cadenas de la esclavitud de la mente, es decir, la repetitiva existencia humana figurada mediante una rueda que gira impulsada desde su eje por una mano invisible –fuera de nuestro campo de percepción– que la hace girar sin participar de su movimiento.15 Punto de vista con el que se identifica el ser individual providencialmente liberado que contempla la revolución de la rueda en simultaneidad, pues “como ‘vidente de lo que gira alrededor’, ‘presencia todas las cosas’”.16 Difícil pero no imposible salir de la rueda de las encarnaciones, hecho que se manifiesta como un despertar gradual, aunque hay casos extremos como el de San Pablo que le sobrevino de un golpe, al caerse del caballo mientras perseguía cristianos. Naturalmente se trata del despertar espiritual como “inicio del camino de Conocimiento, –complejo itinerario de múltiples etapas cuyo trazado no es rectilíneo sino espiral y lleno de recovecos, de tesoros ocultos, pistas falsas y traidores y ladrones literales a granel– una de cuyas estaciones terminales es el reconocimiento de nuestra más absoluta ignorancia en cualquier materia que fuese, junto con el descubrimiento de la falta de realidad de los numerosos supuestos en que nos refugiamos hasta el fin”.17 A este recorrido paradigmático también se lo ha descrito como un periplo a “contra corriente (como el salmón, que nada en dirección contraria buscando su origen y destino), y que lleva toda la intensidad del impulso inicial, en este viaje hacia otros planos y niveles del ser, que siendo invertidos con respecto al mundo ordinario, son también complementarios con éste”.18 Travesía a contrapelo que se realiza en solitario, lo que no significa tener que “despedir a la familia y hacerles un gesto de adiós a aquellos que amamos y nos necesitan, pues bien nos pueden bastar nuestros estudios, trabajos y meditaciones y la soledad necesaria para llevarlos a cabo y asimismo la percepción de la auténtica soledad, la que llevamos a cuestas de toda la vida y que no nos atrevemos a nombrar por un miedo atroz a que se produzca en nuestra existencia, o nos la reproche vaya a saber qué entidad tan inútil como ilusoria”.19 Por lo que en este contexto la soledad es “condición indispensable para que surja el pensamiento en este teatro de pasiones y sombras que es el mundo de hoy, incapaz de llevarnos a ninguna parte, y aún menos a poder Ser”.20 Paradojas del destino que la cruda realidad venga a sacudirnos del sopor intelectual y la tontera que anda rondando y buscando sus víctimas. Sea como sea, bienvenido todo lo que contribuya a sanear y airear el desván de los fantasmas de la mente como primer paso hacia la auténtica libertad. Lo contrario viene a ser precisamente “la parodia de seres libres encadenados a los ingresos económicos y los elementos de sexo y violencia que se suponen necesariamente liberadores y que nos atan a las más bajas pasiones e instintos; tal el mundo actual, de hecho, el único que hemos conocido”.21 Un panorama poco o nada prometedor, por lo que quizá habría que empezar a considerar si no va siendo “hora de dejar nuestra caja de sueños y obtener lo que se busca viendo lo que las cosas son en este ciclo, es decir, beber la hiel de la amargura como si fuera lo que hoy se nos da, nuestro alimento, y recibir la angustia de la desesperación con mucha objetividad”.22 No sea que la vida termine siendo un obstinado y vano intento por tratar de hacer realidad el puñado de hipotéticos ideales adquiridos en el mercado de valores moderno. Pese a que esto mismo es lo que por otra parte puede hacer saltar por los aires los propios condicionamientos, por desengaño, “particularmente cuando se toma conciencia de nuestra nada y del lugar donde estamos, o sea, a partir de la muerte de nuestras expectativas y deseos dentro del horrible espectáculo multisensorial del fin de un ciclo”.23 Un sacrificio que no sólo implica experimentar el hecho de morir para renacer “a un nuevo estado a partir de los temblores, miedo y agonía de un deceso, sino que ejemplifica cabal y nítidamente y de manera concreta (…) el viaje que el ser realiza al ‘más allá’ inmediatamente después de la muerte”,24 a la que se ha de ir muy liviano, pues se dice que en uno de los platillos de la balanza con que Anubis –asimilado con Thot– pesa a las almas, únicamente hay una pluma. Para quien no lo sepa, Anubis está relacionado con las Artes adivinatorias y el reino del otro mundo, y Thot es el escriba divino, por lo que ambos dioses del panteón egipcio representan respectivamente lo que los hermetistas denominan espiritualizar la materia –Anubis– y materializar el espíritu –Thot–, dos corrientes cuya conjugación es decisiva en el juicio post-mortem presidido por Osiris, dios análogo al Dioniso griego. Para hacernos una idea del alcance de las operaciones que estamos comentando, consideremos lo siguiente: … primero fue el Caos, de este nació el Orden. En términos universales, la Creación es un Orden que nace del Caos Primigenio. En sentido humano, el ser ordinario vive sumido en un caos, signado por la ignorancia, el embrollo, la desorganización y el revoltijo. La iniciación lo lleva paulatinamente al concierto, la armonía, la simetría, el ritmo y por fin al centro. Allí, sin embargo todo es indiferenciado pues en la unidad no hay acepción de personas, o cosas ningunas ya que la dualidad ha sido conciliada. Es decir nos encontramos nuevamente en un caos, por lo que el iniciado partiendo del caos inferior llega por el proceso de Conocimiento, al Caos superior, a la bien llamada docta ignorancia, donde cualquier afirmación es imposible. En las Tinieblas –más que luminosas– del No Ser. Estas son también las dos acepciones del color negro; por lo más alto, la ausencia de color; en su sentido inferior, por debajo de la luz, en la oscuridad que aquél representa.25 Con cada apertura a nuevos aspectos del ser más profundos y sutiles, un nacimiento a otra realidad precedido de una muerte. Poco a poco, “las potencialidades ocultas se van desplegando y las facultades se desarrollan y solidifican”,26 a la par que se toman decisiones confiadamente mientras afloran ciertos estados de ánimo producto de la calma y la armonía. Con la meta prefijada en el centro de uno mismo, “lugar del Misterio y su revelación”,27 la libre decisión de conquistarlo “ha sido ya tomada, y el Iniciado se encuentra en actitud de triunfo y de victoria, ganando la guerra entre los contrarios (…) superando los obstáculos del camino, uniendo las contradicciones y conjugando las oposiciones”.28 En alquimia se lo equipara al matrimonio del “mercurio –femenino– con el azufre –masculino–, o energías activas y pasivas, positivas y negativas, expansivas y contractivas. Lo que antecederá, lógicamente, al nacimiento del Niño Alquímico”,29 es decir, la resurrección a un nuevo estado del Ser. Nuestra situación ahora mismo se puede entender tomando como referencia uno de los símbolos universales que en síntesis explican la cosmogonía y nuestro papel en ella. Se trata de la figura geométrica del círculo cuyo punto central no es visible pero está presente en la propia idea de circularidad. Esto nos lleva a recordar lo que enseña Platón acerca del tiempo, que no es lineal como lo determina “la corriente del mundo profano, el materialismo y el engaño de los sentidos”,30 sino circular, una imagen móvil de la eternidad. Lo que se puede observar sin dificultad en algo tan cotidiano como es el calendario, pese al uso profano que se le da al mismo desconociendo la íntima relación que guarda con la cosmogonía, es decir, con el Orden Universal conocido también por nuestra cultura en sus comienzos, y por todas las tradiciones anteriores que en sus orígenes fueron primitivas y a las que por cierto les debemos todo pese al rechazo y la superioridad con que orgullosamente se las examina y, por qué no decirlo, juzga, de acuerdo a puntos de vista característicos a nuestra paradigmática civilización occidental, tan rígida y decrépita como racional y literal, que rechaza todo lo que no entra dentro de sus artificiales clasificaciones. Cuando por distintos motivos desaparece una Tradición, tienden a perdurar las ciencias más populares, ligadas con la tierra, en una cosmogonía que sin embargo abarca tierra-cielo. Es así como subsisten generalmente las tradiciones aplicadas a lo físico y lo psíquico, ligadas también a lo artesanal, en detrimento de las ciencias del número, la idea, la astronomía-astrología y otras disciplinas vinculadas a lo celeste. Al quedar interrumpida, aunque sea de modo parcial, la comunicación con lo más alto, el pueblo se aferra a ciertas creencias que pueden desembocar en la literalidad y la superstición, únicos fragmentos que a veces quedan de un enorme aparato cognoscitivo, cosmogónico y metafísico.31 “Donde está tu tesoro allí está tu corazón”32 enseñan los Evangelios. Pregúntese cada quien acerca de ello con sinceridad, si es que los propios miedos y fantasmas no lo impiden. Porque esa es otra, la legión de corazones que a diario son arrojados al altar de la estupidez y la ignorancia, la mediocridad y la tibieza por miedo “a ser uno mismo, a no ser querido, a hacer el ridículo, a ir a contrapelo”, etc., etc.33 Todo un ejército de atormentados tratando de pasarla lo mejor posible con mayor o menor fortuna, reiterando sufridamente la situación del caudillo caído, siempre en lucha con Miguel, capitán de las milicias celestes. Aunque entre las filas no faltan cabezas de serie que logran fugarse de la cárcel mental al tomar conciencia de su estado. Son todos “aquellos integrantes de la Cadena Áurea que en un momento determinado les tocó ser el origen de una actualización-vivificación de la Tradición Unánime en cualquiera de sus ramas (…) asumiendo su destino sin objeciones y generando a su alrededor un círculo de iniciados que a su vez repitieron el gesto trino –aceptar, recibir y devolver– de la transmisión de la doctrina”.34 Lo que ha dado mucho que hablar a todo este personal, bendito sea, que extrae su ciencia y su arte de ese ámbito de instrucción no humano también conocido como Colegio Invisible por los Rosacruces del siglo XVII, en correspondencia con la Academia Numénica y el Ateneo del Agartha, entre otros nombres de la Iglesia Secreta que recrean la idea de Utopía; U= no, topos= lugar, o sea, un no-lugar o mejor, un arquetipo verdadero de un mundo otro representado como se ha dicho por una orden regular y operativa de iniciados de la que derivan sus revelaciones. Aunque lo mismo “también puede emplearse en términos humanos para la Intuición Intelectual proveedora y facilitadora del Conocimiento”.35 Se trata siempre, desde el principio, de saber qué es el símbolo. Si uno toma al símbolo como lo que verdaderamente es, va a cambiar todo su mundo, porque en definitiva todo son símbolos. Y en ese viaje, establecido un centro, siempre hay un lugar donde retornar y por donde uno puede ir escapándose propiciando una ruptura de plano de la percepción, o mundo, realizando otros estados de la conciencia.36 En este “escapar” constante, la destrucción de viejos esquemas se simultanea con la construcción de otros nuevos igualmente sujetos a continuar esta dinámica análoga al solve et coagula alquímico: “Disolver es destruir, pero también esparcir, multiplicar; coagular es construir pero igualmente inmovilizar y reducir. Si este doble proceso es simultáneo se logra el equilibrio necesario, la imagen de la Armonía Universal, pues coagulando se disuelve y disolviendo se coagula; por lo que está implícito en ellos tanto el proceso iniciático como el cósmico, del que aquél es imagen”.37 Siendo que es uno mismo el objeto y el sujeto del experimento, se necesita de un profundo rigor intelectual para no desviarse del propósito, es decir “que la Doctrina se mantenga intacta y no sea deformada la verdad”.38 No obstante, y aunque resulte paradójico, como de hecho lo es, ocurre a menudo perderse o no encontrar el modo de salir de determinadas situaciones, o retornar a estados que se creía superados pero que se vuelven a presentar, como sucede en los juegos que recrean el viaje iniciático, ya sea la Oca, el Parchís u otros análogos como el de Serpientes y Escaleras de origen indio. Ello forma parte del proceso que en el estado humano puede realizarse en su totalidad o bien hasta una cierta etapa, lo que no es nada despreciable con respecto al estado caído del que se parte inicialmente. Sin olvidar que el azar juega un papel decisivo en todo el procedimiento, al estar implícito en la creación misma como vestigio permanente de su caótico estado originario, por lo que está incluido en la propia dinámica del juego cósmico en el que estamos inscritos. Cada tirada de dados determina nuestra situación e implica una decisión y una nueva posibilidad de manifestarse el Misterio, mientras “los falsos egos van cayendo por su propio peso para dar lugar al verdadero Yo, oculto y esencial”.39 Desde luego que el afirmar que esto es tal cual yo lo digo, punto por punto, no es propio de un hombre sensato; pero lo que he dicho de las almas y sus estados y que existen estas cosas como yo las he enunciado –aunque podrían expresarse de manera parecida–, y en el supuesto de ser el alma inmortal, puede asegurarse sin inconveniente que es así; y ya que vale la pena correr el azar de creerlo –pues el riesgo es hermoso– no dudemos en entregarnos y de ese modo encantarnos a nosotros mismos.40 Conócete a ti mismo, se podía leer en el frontón del recinto sagrado donde se manifestaba el dios Apolo en Delfos –también en las grutas del lugar– a través de sus hijas las sacerdotisas, conocidas como Pitias o Pitonisas que “no sólo eran unas mujeres que pronunciaban oráculos sobre distintos aspectos de la realidad”, sino que igualmente constituyeron toda “una escuela esotérica de mujeres jóvenes que practicaban estos ritos como parte de su instrucción hermética”41 direccionada a vivenciar lo que está más allá de la física, esto es, la realidad ontológica vinculada con la gnosis, “la Sabiduría más alta, y la puerta de entrada a unas valoraciones distintas sobre todas las cosas –grado a grado–, en contraposición con el conocimiento corriente al que se denomina profano”.42 Y ya que entramos en el tema de la profecía y lo oracular y todo lo relacionado con la inspiración, el rapto y el furor, equiparados al fuego del Conocimiento que nos eleva a las cosas superiores, sepamos lo que dice al respecto Marsilio Ficino en su De Amore, Comentario al Banquete de Platón acerca de los cuatro furores correspondientes a los cuatro grados por los que transita el alma en su retorno al Origen. Ciertamente el espíritu no puede volver a esta unidad, si él no se hace uno. (…) Por tanto, en primer lugar hace falta el furor poético, que con los tonos musicales despierta las partes que duermen, y con la suavidad armónica calma aquéllas que están turbadas, y finalmente por la concordancia de diversas cosas elimina la discordia disonante y modera las diversas partes del espíritu. Y esto no es aún suficiente. Porque en el espíritu queda todavía la multitud. Se añade entonces el misterio que concierne a Baco, que por sacrificios y purificaciones, y todo el culto divino, dirige la atención de todas las partes hacia la mente, por la que Dios es venerado, puesto que cada una de las partes del espíritu es reducida a una sola mente, y ya el espíritu de muchos se ha hecho un todo que es uno. Hace falta además el tercer furor, que reduce la mente a la unidad misma que es la parte más importante del alma. Esto lo hace Apolo por la profecía. Pues cuando el alma se eleva por encima de la mente a la unidad misma, presagia las cosas futuras. Finalmente, después que el alma se ha hecho una, digo, unidad que hay en la naturaleza misma y esencia del alma, sólo queda que se reduzca a aquel Uno que está sobre la esencia, esto es, Dios. Esto lo cumple la Venus celeste, por el amor, esto es, por el deseo de la belleza divina y por el entusiasmo del bien.43 Hay un abismo que afrontar relacionado con Eros, que al ser “anterior a lo creado nos sume siempre en ese estado donde nada es hecho todavía y donde todo es posible y por lo tanto ilimitado”.44 Se trata de Amor, entidad esquiva y misteriosa que lo comprende todo sin dejar nada fuera de sí, es asimismo “la Inteligencia reveladora y creativa, capaz de discernir lo verdadero y lo falso”,45 reflejo de la Sabiduría que se oculta tras los velos de las apariencias, y “nos enseña a mirar en el interior de nosotros mismos, a guardar silencio cuando se hace necesario callar, a penetrar las formas buscando siempre la esencia de los seres, y a conocer la Fe. No las creencias dogmáticas que sólo se imponen a los ciegos, sino más bien aquella certeza que conoce quien haya sido tocado por la experiencia espiritual, y que se guarda en secreto como un preciado tesoro”.46 Nada que ver con guardarse lo que se supone sólo al alcance de unos pocos privilegiados a los que se les revelará ameritando, que eso no es conocer el secreto, sólo aparentarlo. Tampoco sería hacerle justicia el asociarlo con la “simple discreción, cuando no llanamente buena educación”, sino que “es en sí la presencia de algo que siempre permanecerá incognoscible, incógnito”.47 El dios Mercurio hijo de Zeus y Maya –lo uránico y lo ctónico–, equiparado al divino Thot egipcio, inventor de la música y el lenguaje y patrón de la escritura y sus escribas, enseña a conocer esta forma que adopta la Sabiduría, un reflejo de lo supracósmico. Hay quien se aventura a nombrarla y sin hallar contradicción calla el secreto de su esencia participando en su inmanifestación, inclasificable y sin medida, alternando estados lúcidos y luminosos en sus encuentros con ella, con otros oscuros y atormentados cuando no experimenta la influencia de esta divinidad desbordante y regeneradora, que siempre se vuelve a presentar generosa, aun a pesar de la tendencia a olvidarla, por la traición de los sentidos, “a lo que se suma la determinación del medio social contemporáneo, absolutamente profano y alejado de la auténtica realidad de lo que son y representan el mundo y el ser humano. Este condicionamiento a una imagen fija, literal y falsa de lo que somos y lo que nos rodea, hace que seamos absorbidos por la innegable fuerza de la mediocridad del medio, la que de indefinidas maneras, incluso con la violencia y el ‘chantaje’ trata de hacernos participar de la chatura de sus valores”.48 En definitiva, que la guerra es interna, con uno mismo, sus errores y miserias, guerra que tiene el más profundo sentido “cuando está relacionada con respecto a la paz espiritual final, a la que se arriba en última instancia por la gracia de los dioses”.49 Es así como “lo esotérico, que por su propia naturaleza secreta se había mantenido oculto, se hace visible y sale a la luz, anunciando el advenimiento de un mundo nuevo en el que la verdad es accesible (…) como en el origen”.50 O sea, el retorno al “estado de Adán en el Paraíso”51 en el que la deidad es permanente asombro y cualquier cosa que se intente decir de ella será siempre una disminución, dadas las propias limitaciones del lenguaje como enmarque necesario en la creación, gracias al cual no obstante es posible acceder a lo que está más allá de estos dominios, donde no hay nombre ni discurso alguno. El misterio no es un tope en las posibilidades de nuestra mente. Tampoco algo que alguna vez nos será revelado, que por fin comprenderemos. Por el contrario, la cualidad del misterio radica en su indescifrabilidad, en que es algo en sí, inherente a la naturaleza misma del hombre y las cosas. Tiene vida propia, es per se y se manifiesta como una categoría del alma delimitada por su propia existencia. Comprender esto es entender todo misterio y saber también que su característica esencial es su permanencia incognoscible por siempre jamás. Karl Kerényi, refiriéndose a los Mysteria, nos aclara: Únicamente el que revelaba aquella atmósfera evocándola, el que “bailaba” o “escenificaba” los “Mysteria”, se abocaba a expresar lo impronunciable. Lo más impronunciable se mantenía enteramente innombrable y constituía el centro divino de los “Mysteria”.52 |
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NOTAS | |
1 | Corpus Hermeticum IV. “Discurso de Hermes a Tat: La Crátera, o la Mónada”. Citado en Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Atanor”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Integramente en versión online: Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. |
2 | Entrada: “Cadena Áurea”, op. cit. |
3 | La construcción a la que nos estamos refiriendo es el citado diccionario. El entrecomillado pertenece a la entrada: “Destino”, ibíd. |
4 | William Shakespeare. Macbeth. Acto III, escena V. Ed. Aguilar, Madrid, 2003. |
5 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Hombre Moderno”, ibíd. |
6 | Entrada: “Esperanza”, ibíd. |
7 | Entrada: “Catarsis”, ibíd. |
8 | Entrada: “Ctónico”, ibíd. |
9 | Entrada: “Gunas (hindú)”, ibíd. |
10 | Entrada: “Símbolo”, ibíd. |
11 | Entrada: “Bosque”, ibíd. |
12 | Entrada: “Caverna”, ibíd. |
13 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “La Fuerza”. Ed. Mtm Editores, Barcelona, 2008. |
14 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Horror”, ibíd. |
15 | Ver Entrada: “Chakravartî (hindú)”, ibíd. |
16 | Entrada: “Rueda”, ibíd. |
17 | Entrada: “Despertar (Despertar de la conciencia)”, ibíd. |
18 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “El Colgado”, op. cit. |
19 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Soledad”, ibíd. |
20 | Ibíd. |
21 | Entrada: “Libertad”, ibíd. |
22 | Entrada: “Fijar lo volátil”, ibíd. |
23 | Entrada: “Iniciación”, ibíd. |
24 | Ibíd. |
25 | Entrada: “Caos”, ibíd. |
26 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “La Templanza”, ibíd. |
27 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Shekinah (hbr.)”, ibíd. |
28 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “El Carro”, ibíd. |
29 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Conjunción-Oposición”, ibíd. |
30 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “El Enamorado”, ibíd. |
31 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Calendario”, ibíd. |
32 | Mt 6, 19-23. |
33 | Federico González Frías, Tres Teatro Tres, “Lunas Indefinidas”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2011. |
34 | Publicación Letra Viva nº 2. La Academia Numénica. “Cabeza de Serie”. Letra Viva nº 2. |
35 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Colegio Invisible”, ibíd. |
36 | Entrada: “Fuga”, ibíd. |
37 | Entrada: “Solve et Coagula”, ibíd. |
38 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “El Papa”, ibíd. |
39 | Arcano: “La Torre de la Destrucción”, ibíd. |
40 | Platón, Fedón, 114d. Citado en Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Azar”, ibíd. |
41 | Entrada: “Pitonisas (gr.)”, ibíd. |
42 | Entrada: “Gnosis-Conocimiento”, ibíd. |
43 | Cap. XIV, trad. Rocío de la Villa Ardura. Entrada: “Furor”, ibíd. |
44 | Entrada: “Amor humano”, ibíd. |
45 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “La Emperatriz”, ibíd. |
46 | Arcano: “La Sacerdotisa”, ibíd. |
47 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Secreto”, ibíd. |
48 | Entrada: “Labor cotidiana”, ibíd. |
49 | Entrada: “Guerra”, ibíd. |
50 | Federico González. El Tarot de los Cabalistas. Vehículo Mágico. Arcano: “El Juicio”, ibíd. |
51 | Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: “Jerusalén Celeste”, ibíd. |
52 | Misterios de los Cabiros, cap. I. Citado en entrada: “Misterio”, ibíd. |
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