SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

ACERCA DE LA OBRA HISTORIA DE LAS
INDIAS DE LA NUEVA ESPAÑA E ISLAS
DE LA TIERRA FIRME
ESCRITA
POR FRAY DIEGO DURÁN 1

LUCRECIA HERRERA



Códice Durán.
Sobre esta magnífica y sorprendente obra escrita por fray Diego Durán, Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de la Tierra Firme, habría que empezar diciendo que consta de tres libros. El primero: Libro de los Ritos y Ceremonias en las Fiestas de los Dioses y Celebración de ellas, que terminó de redactar en 1570, es un interesantísimo y profundo documento sobre los más importantes dioses que adoraban los naturales de estas tierras y sus festividades, descripto tan vívidamente que sólo quién lo ha visto y experimentado de alguna manera puede relatarlo con tal detalle y restaurar por esto “la visión de aquella vieja mentalidad” inmersa totalmente en lo sagrado. El segundo, El Calendario Antiguo, lo concluye en 1579, y finalmente su Historia en 1581. Obra fundamental para fray Diego esta última, como igualmente para todos aquellos que se han dejado penetrar por esta visión, por la memoria de un mundo otro, mágico y sagrado, cuando dioses y hombres convivían en total armonía. Se tienen indicios que fray Diego va escribiendo las tres obras simultáneamente, creando de cierta manera un entramado entre ellas, análogo a la trama y urdimbre de un enorme tejido conformando un todo.

Códice Durán.2
Cuando está en los escritos de los dioses, sus fiestas y ceremonias nos habla de los tiempos en que estas fiestas se celebraban, conduciéndonos al Calendario Antiguo, a la cuenta de los días, semanas, meses y años por los que estas gentes se regían, “los nombres y figuras que a los días tenían dados por conocer los sinos, las venturas, las inclinaciones de los que en ellos nacían; el orden de su calendario y fiestas, así ordinarias, como principales, que cada veinte días celebraban”;3 y cuando está en su Historia hablando de temas míticos o rituales nos remite a sus otros dos tratados entrelazados sutilmente entre sí, siendo su Historia el eje central alrededor de la cual se articula su narración.

En este escrito nos limitaremos a su tercer libro, es decir a su Historia, comentando fundamentalmente algunos temas de verdadero interés acerca del origen y principio de estos naturales tan oculto, desconocido y misterioso para nosotros. Como se verá más adelante, Durán empieza narrando con sumo detalle de dónde sospecha él que vinieron, al principio, los naturales a estas tierras, apoyándose en sus lecturas de la Biblia; por otro lado, en capítulo aparte, relata cómo estas siete naciones indianas salieron de siete cuevas, unas primero, otras después, donde dice, habían habitado ochocientos veinte años, antiguamente.


Las siete cuevas. Códice Durán.

Y en especial, la salida de una de ellas –los Mexicanos– la última en salir por ordenación divina, según ellos cuentan; y de los sucesos y acontecimientos que éstos pasaron guiados por su dios tutelar, Huitzilopochtli, principal deidad de los Mexicas, antes de consolidarse en ese lugar donde les estaba predestinado asentarse y fundar su ciudad, Tenochtitlán, centro sagrado de donde debía irradiarse la doctrina transmitida por Huitzilopochtli –dios solar–, a todas las comarcas y reinos que más tarde conformarían el vasto y poderoso imperio de Tenochtitlán.


Huitzilopochtli. Códice Durán.
Esta Historia trata mayormente, y en particular, de la “historia” de esa última tribu, la de los Mexicas, de principio a fin, nombrando a sus ancestros, los primeros reyes y sus genealogías. Generaciones de reyes que eran los representantes de sus dioses en la tierra cuando éstos aún hablaban con los hombres; sus guerras y conquistas, sus mitos, ritos y cultos, las ceremonias, fiestas y celebraciones a los dioses dedicadas y sus costumbres; del nacimiento de esta poderosa nación, su crecimiento, apogeo y esplendor y su rápida caída: el fin de su mundo, cumpliéndose la ley cíclica cuaternaria a la que está sujeto todo lo creado.

Empezaremos, por tanto, hablando de la narración que Durán nos da acerca de lo que él sospecha es el origen primordial de esta cultura: de dónde vinieron estas gentes a poblar estas tierras, de dónde salieron y quiénes eran, dejando para otro estudio la fundación de Tenochtitlán por los Mexicas: aquellos que salieron de una de las siete cuevas, según ellos dicen, ubicada en Teoculuacan, llamado también Aztlán, donde vivieron muchos años. Queda abierta, pues, una puerta al lector interesado para que libre de prejuicios se zambulla en esta obra narrada por un gran cronista, tan extraordinaria, y descubra un mundo nuevo, desconocido y sorprendente de verdad, allende los mares más allá de las Columnas de Hércules.

Se dice que fray Diego era de origen judío.4 Hecho curioso cuando se sabe que ingresó en la Orden de los Dominicos. Pero hay un dato interesante y es que “dan certeza de la venida de muchas familias de origen judío a la Nueva España, sin someterse a los trámites que el régimen había fijado. Entran a las ordenes religiosas sin ninguna dificultad los que pretenden”.5

Se tiene noticia de su nacimiento en Sevilla cerca de 1537 y de su venida a México con su padre entre 1542-1544 tomando residencia en Texcoco. Igualmente se sabe que su padre ha llegado ya antes a estas tierras y debió preparar la situación de su familia y traerla más tarde. Era de oficio calcetero y zapatero, ocupaciones propias de los judíos de la época –como la de “taberneros, mercaderes, sastres, roperos, agujeteros, plateros e inclusive, maestros de primeras letras”–,6 que salieron de España hacia el Nuevo Mundo huyendo de la Inquisición, no obstante, tal vez ya como nuevos cristianos. Aunque, desafortunadamente, muchos de ellos, cuando radicados en México no escaparon a las pesquisas inquisitoriales instaladas allí.

Nos dice Ángel Mª Garibay, quién prepara y da a luz a esta extraordinaria Historia de las Indias de la Nueva España, cuya edición es la que utilizamos para este comentario, que,

Fue la familia Durán muy difundida. Era originaria de Provenza. Algunos han pensado que el apellido era síncopa de D’Oran y por tanto de allá provenían los que lo llevaban, pero es mucho más probable que sea la forma hispanizada del tal común Durand, Durante, que llevaron muchos judíos en Francia e Italia. Cierto es que una rama de esta familia pasó a África y antes a Mallorca.

Son famosos en el siglo XV Simón y Semaj, o Zemaj, hermanos, el segundo de los cuales vivió en Mallorca. (...) Nació en Mallorca en 1361. Fue a estudiar a Zaragoza y Calatayud y murió en Argel, tras haber escrito mucho. De esta familia procedía nuestro Diego con probabilidad.7

Decir, por tanto, que Diego creció y se formó en la bella y extraordinaria ciudad de Texcoco al lado de los indios con los que seguramente tuvo contacto desde su llegada y temprana edad jugando con ellos, aprendiendo su lengua y costumbres. Imaginemos lo que sería para este niño llegar a un mundo nuevo, totalmente distinto al que conocía, y que iría descubriendo con los años para más tarde relatar la realidad que vio y vivió de primera mano. Su adolescencia la pasó en cierto anonimato pues no hay noticias especiales de él hasta 1556 cuando cumplidos sus 18 años hace profesión de fraile de Santo Domingo. Unos años después, en 1559, ya es presbítero y pasa a las regiones de Oaxaca, moviéndose más tarde –1565– al convento de Chimalhuacan Atenco, nombre que significa: “lugar a la orilla del agua, donde están los poseedores de escudos”, haciendo alusión a los antepasados del sabio rey-poeta y guerrero, Nezahualcóyotl, pues esta antigua ciudad se hallaba a la orilla del gran lago de Texcoco, donde vive.

Es en esta época –1570– que escribe su Libro de los Ritos y Ceremonias, acabando El Calendario Antiguo unos años después, y dando fin a su Historia en 1581, cuando era vicario de Hueyapan. Escribía sus tres obras conjuntamente, como ya hemos señalado, indagando y procurando agotar sus fuentes de información que, en parte, eran orales por lo que le contaban los ancianos naturales aún vivos. Otras, por lo que veía en las antiguas pinturas que los indios guardaban con gran recelo, o por textos en castellano o en náhuatl que llegaban a sus manos. También él mismo dice que ha consultado a conquistadores, de los pocos que quedaban vivos, como lo fue Francisco de Aguilar que vino con Cortés de Cuba y fue de los buenos soldados de la conquista. Desengañado, luego, de la vida éste entró en la Orden Dominica y fue contemporáneo de Durán en el convento de Santo Domingo. Cuenta A. Mª Garibay que pasados sus ochenta años, este soldado redactó una breve “Relación de la Conquista”, que el arzobispo de México envió a España y se guardaba manuscrita en el Escorial.8 Largamente debieron discurrir estos dos dominicos acerca de los hechos de la conquista, relatos valiosísimos para fray Diego y la narración de su Historia.

Mas, empecemos por el principio dejando que este singular cronista nos hable directamente.9 Nos dice Durán que,

Para tratar de la cierta y verdadera relación del origen y principio de estas naciones indianas a nosotros tan escondido y dudoso, que para poder poner la mera verdad fuere necesaria alguna revelación divina, o espíritu de Dios que lo enseñara y diera a entender. Empero, faltando éstos, será necesario llegarnos a las sospechas y conjeturas, a la demasiada ocasión que esta gente nos da, (...) que podríamos ultimadamente afirmar ser naturalmente judíos y gente hebrea. Y creo no incurriría en capital error el que lo afirmase, si considerado su modo de vivir, sus ceremonias, sus ritos y supersticiones, sus agüeros e hipocresías, tan emparentadas y propias a las de los judíos, que en ninguna cosa difieren. Para probación de lo cual será testigo la Sagrada Escritura, donde clara y abiertamente sacaremos ser verdad esta opinión, y algunas razones bastantes que para ello daremos.

Así,

Cuanto a lo primero, tendremos por principal fundamento el ser esta nación y gente indiana advenediza, de extrañas y remotas regiones, y que en su venida a poseer esta tierra hizo un largo y prolijo camino, en el cual gastó muchos años y meses para llegar a ella, como de su relación y pintura se colige, y como de algunos viejos, ancianos de muchos días, he procurado saber para sacar esta opinión en limpio.

Y dado el caso que algunos cuentan algunas falsas fábulas, conviene a saber: que nacieron de unas fuentes y manantiales de agua; otros, que nacieron de unas cuevas; otros, que su generación es de los dioses, etc. Lo cual clara y abiertamente se ve ser fábula, y que ellos mesmos ignoran su origen y principio, dado caso que siempre confiesan haber venido de tierras extrañas. Y así lo he hallado pintado en sus antiguas pinturas donde señalan grandes trabajos de hambre, sed, y desnudez, con otras innumerables aflicciones que en él pasaron hasta llegar a esta tierra y poblarla.


Códice Durán.
Y para confirmar lo que manifiestamente cree nos remite a la sagrada Biblia, al Antiguo Testamento, comenzando por Reyes,

Con lo cual confirmo mi opinión y sospecha de que estos naturales sean de aquellas diez tribus de Israel, que Salmanazar rey de los asirios cautivó, y transmigró de Asiria en tiempo de Oseas rey de Israel, y en tiempo de Ezequías rey de Jerusalén, como se podrá ver en el cuarto libro de los Reyes, capítulo 17. Donde dice que fue trasladado Israel de su tierra a los Asirios, hasta el día del hoy, etc.

De los cuales dice Esdras, en el Libro Cuarto, capítulo 13, que se pasaron a vivir a una tierra remota y apartada que nunca había sido habitada, a la cual había largo y prolijo camino de año y medio donde agora se hallan estas gentes de todas las Islas y Tierra Firme del mar Océano hacia la parte de Occidente.

Otra autoridad de la Sagrada Escritura se puede traer para esta opinión, y es que a estas diez tribus que abajo dejo dicho, tenía Dios prometido en Oseas, capítulos 1 y 2 y 3 hasta el 13, que los había de multiplicar Dios como las arenas del mar, lo cual clara y manifiestamente se ve cuán grande haya sido el multiplicio, pues han ocupado gran parte del mundo.

Y agrega:

Pero, dejando lo demás y viniendo a lo que vimos en esta tierra: ¡cuán espantoso y de gran admiración fue el número de gente que en ella se halló, como al principio vieron los que antes de aquella gran mortandad que agora hará treinta y tres años hubo, dónde murió tanto número de gente, que no quedó la tercera parte de los indios que en la tierra había. No dejando de contar la innumerable gente de hombres, mujeres y niños que los españoles habían muerto, pocos años antes, en la conquista de ella.

Luego cita en el Deuteronomio, capítulos 4, 28 y 32; Isaías, capítulos 20, 28, 42; Jeremías, Ezequiel, Miqueas, Sofonías,

donde se hallará el castigo rigurosísimo que Dios prometió a estas diez tribus, por sus grandes maldades y abominaciones y nefandas idolatrías, apartándose del culto de su verdadero Dios,10 de quien tantos beneficios habían recibido. Por pago de tal ingratitud les promete Dios en los lugares acotados un azote y castigo rigurosísimo, cual le vemos cumplido en estas miserables gentes. Conviene a saber: que les habían de ser quitadas sus tierras, casas y tesoros; sus joyas y piedras preciosas; sus mujeres e hijos, y llevados a vender a tierras extrañas, gozando otros de sus haciendas.

Paréceme que, aunque no diera más autoridad y razón para que entendiésemos que estos indios son y proceden de los judíos, que lo dicho bastaba, viendo que, habiéndose multiplicado, como las arenas de la mar, siendo en su transmigración número breve, y los muchos años de su peregrinación, después de haber poblado este mundo tan grande, cansado Dios de sufrir sus abominaciones y hechos nefandos e idolatrías, trujese Dios gentes extrañas, como águila que viene de los fines de la tierra, que sin tener respeto a los viejos ni a los mozos, a los niños ni a las mujeres, los destruyó y consumió sin ninguna piedad.

Cuando habla aquí Durán de las gentes extrañas que de pronto llegaron como “águila que viene de los fines de la tierra”, obviamente se refiere a la inesperada llegada de los españoles.11 Sin embargo, esta llegada no fue tan sorpresiva ya que estos indios conocían perfectamente por sus mitos sagrados de la venida de su dios Quetzalcóatl. Sabían que su numen civilizador habría de volver como él mismo se los había predicho, ya que por circunstancias propias del destino de estas gentes y de los ciclos cósmicos que determinan la vida de las civilizaciones, al igual que la de los hombres y de todo lo creado, Quetzalcóatl, se fue, desapareció.


Topiltzin-Quetzalcóatl. Códice Durán.
Y sucedió que engañados estos indios por la nave que había anclado cerca del puerto, y por los seres que extrañamente vestidos salían de ese curioso “monte o casa que se movía” creyeron que los recién llegados españoles trajeados con vestimentas de colores eran sus dioses, que era Quetzalcóatl que volvía.12

Códice Durán.
Es decir, lo que en la Tradición Judía y la Cristiana llaman la parusía: “la segunda venida del Mesías o de Jesucristo”.13

Apenas tres años después de esta primera aparición volvieron los españoles en varias naves, y con gran ímpetu, y crueldad, daría inicio la conquista de estas tierras y sus habitantes.

Y asumiendo que estos naturales de la Nueva España fuesen descendientes de aquellas diez tribus de Israel, o no, vemos así cumplidas las palabras de las Sagradas Escrituras: “les habían de ser quitadas sus tierras, casas y tesoros; sus joyas y piedras preciosas; sus mujeres e hijos, y llevados a vender a tierras extrañas, gozando otros de sus haciendas”, como en realidad sucedió; y asolados por las matanzas, hambrunas, sed y cansancio, desnudos y sin tener donde cobijarse, quemadas y destruidas sus casas, muertos sus padres y abuelos y sus sacerdotes, sus templos incendiados y quemados sus libros de pinturas, saqueadas sus ciudades, morían de tristeza y debilidad cuando no de contagio de enfermedades traídas del viejo mundo por los conquistadores; fue entonces cuando verdaderamente no quedó “ni la tercera parte de los indios que en la tierra había”.


Códice Durán.
Pero volvamos a la narración de fray Diego que interrumpimos para hacer esta acotación…

Es de saber que entre las relaciones que éstos dan para venir a poseer y habitar esta tierra, hallo a cada paso gran diferencia entre los ancianos que la dan, de los sucesos, trabajos y aflicciones de su camino. De suerte que, contándolo, unos de una manera y otros de otra, vienen a dar consigo y a traer con sus varias relaciones aquel largo y prolijo camino que los hijos de Israel anduvieron desde Egipto a la tierra de promisión, tan al propio y tan al vivo, que bastara trasladar aquí el Éxodo o el Levítico (...).

Es de imaginar que los naturales ancianos que le relatan a Durán estas cosas que a continuación citaremos, probablemente, las habían ya escuchado por los frailes que habían llegado años antes a evangelizar a estos pueblos. Aunque, como veremos, fray Diego dice que ésto es lo que los indios “oyeron de sus ascendientes y antepasados”, pero es sabido que los primeros frailes les leían la Biblia, que los indígenas pronto memorizaban. Y puede ser que a raíz de esas lecturas los naturales hicieran transposiciones analógicas con las historias que conocían de sus propios mitos.

... sólo quiero recitar lo que, para salir con mi opinión, me fuerza, contando algunos acontecimientos de trabajos e infortunios; hambres y pestilencias, que en su camino cuentan que pasaron. En lo cual notaremos que, en realidad de verdad, no es sino noticia de la Sagrada Escritura que sus antepasados les dejaron.

Donde es de saber que, tratando de un gran varón, de quien no poca noticia se halla entre ellos, me contaron que, después de haber pasado grandes aflicciones y persecuciones de los de la tierra, que juntó toda la multitud de gente que era de su parcialidad y que les persuadió a que huyesen de aquella persecución a una tierra donde tuviesen descanso. Y que, haciéndose caudillo de aquella gente, se fue a la orilla de la mar, y que con una vara que en su mano traía, dio en el agua con ella, y que luego se abrió la mar y entraron por allí él y sus seguidores, y que los enemigos, viendo hecho camino, se entraron tras él, y que luego se tornó la mar a su lugar y nunca más tuvieron noticia de ellos.

De lo que Durán concluye,

¿Qué más clara razón se puede dar de que éstos sean judíos, que ver cuán manifiestamente y al propio relatan la salida de Egipto, el dar Moisés con la vara en el mar, el abrirse y hacerse camino, el entrar Faraón con su ejército tras ellos y volver Dios las aguas a su lugar, donde todos quedaron en el profundo ahogados?

Agregando que:

Y si esto no satisface, quiero traer otro acontecimiento que dicen haberles acontecido en su largo camino, y es que, estando alojados junto a unos grandes cerros, vino un grande y espantoso temblor de tierra y que a ciertos hombres de mal vivir que entre ellos venían, se abrió la tierra en aquel lugar y se los tragó. En viendo que vide esta pintura yo y lo que significaba, se me ofreció el capítulo 16 de Números, donde la tierra tragó a Coré y a Datán y a Abirón.

Y porque no es justo callar otra potísima y manifiesta razón para probar lo dicho, quiero contar lo que en la mesma pintura vide, y es que tenían pintado cómo llovía sobre ellos una arena o granizo muy menudito, y queriéndome satisfacer qué fuera aquello, me dijeron que muy gran tiempo les llovió arena del cielo a sus padres en el camino que para esta tierra trujeron. La cual, sino me engaño, debe ser el maná, con que Dios los sustentó en el desierto, como cuenta el capítulo 16 del Éxodo.

Habiendo citado extensamente la Biblia, ahora relata el primer capítulo del Génesis.

Y porque no dejemos nada por contar, quiero empezar a contar la Sagrada Escritura, pues el salir con mi opinión me fuerza. Y quiero tomar mi tema desde el primer capítulo del Génesis y decir: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra...” como me empezó a contar un viejo, natural de Cholula, de edad de cien años, que de puro viejo andaba ya inclinado hacia la tierra, asaz docto en las antiguallas. Al cual, rogándole me alumbrase de algunas cosas para poner en esta mi obra, me preguntó que de qué materia quería me tratase. Yo, como me topé con lo que deseaba, le dije que desde el principio del mundo, en lo que a su generación indiana tocaba y tenía noticia. El cual me respondió: –Toma tinta y papel, porque no podrás percibir todo lo que yo te diré. El cual empezó de esta manera:

“En el principio, antes que la luz ni el sol fuese creado, estaba esta tierra en obscuridad y tiniebla y vacía de toda cosa creada. Toda llana, sin cerro ni quebrada, cercada de todas partes de agua, sin árbol ni cosa criada. Y luego que nació la luz y el sol en el oriente, aparecieron en ella unos hombres gigantes, de deforme estatura, y poseyeron esta tierra. Los cuales, deseosos de ver el nacimiento del sol y su ocaso, propusieron de lo ir a buscar. Y dividiéndose en dos partes, los unos caminaron hacia poniente, los otros hacia oriente.

Estos caminaron hasta que el mar les atajó el camino, de donde determinaron volverse al lugar de donde habían salido, y vueltos a este lugar, que tenían por nombre iztac zulin inemian, no hallando remedio para poder llegar al sol, enamorados de su luz y hermosura, determinaron de edificar una torre tan alta que llegase su cumbre al cielo, y llegando materiales para el efecto, hallaron un barro y betún muy pegadizo, con el cual a mucha priesa empezaron a edificar la torre. Y habiéndola subido lo más que pudieron, que dicen que parecía llegar al cielo, enojado el Señor de las alturas dijo a los moradores del cielo:

“¿Habéis notado cómo los de la tierra han edificado una alta y soberbia torre para subirse acá, enamorados de la luz del sol y de su hermosura? Venid y confundámoslos, porque no es justo que los de la tierra viviendo en la carne, se mezclen con nosotros”. Luego en aquel punto salieron los moradores del cielo por las cuatro partes del mundo, así como rayos, y les derribaron el edificio que habían edificado. De lo cual asombrados los gigantes y llenos de temor, se dividieron y derramaron por todas las partes de la tierra”.

Y continúa:

Bien creo no será necesario advertir al lector que note el capitulo 1 y 2 del Génesis... pues tan manifiestamente vemos relatar a un indio la creación del mundo y lo que en el capítulo 2 del mesmo libro se trata, de los gigantes y de la torre de Babilonia y del cómo la edificaban los hombres codiciosos de llegar al cielo, movidos sólo por celebrar su nombre, por lo cual fueron confundidos de Dios. Y así me persuado y deseo persuadir que los que dan esta relación la oyeron de sus ascendientes y antepasados. Y estos naturales, como son de la línea de aquel pueblo escogido de Dios (según mi opinión), por quien Dios obró grandes maravillas, ha venido la noticia y pinturas de mano en mano, de las cosas de la Biblia y misterios de ella para atribuirlo a esta tierra y qué aconteció en ella, ignorando el principio.

Agregando que no puede negar que haya habido gigantes en la tierra, pues los ha visto.

No niego ni puedo negar, que haya habido gigantes en la tierra, pues como testigo de vista, lo puedo afirmar, pues los conocí en algunos lugares de ella, de disforme estatura. Y porque creo que habrá quien de esto se acuerde en México, en la procesión del Corpus vi sacar un indio de estos gigantes, vestido de tafetán amarillo, con una partesana al hombro y una celada en la cabeza, que sobre todos sobrepujaba una vara de medir.

Relata que los ancianos a quienes consulta le han dicho que para llegar a esta tierra pasaron grandes trabajos: hambres, pestilencias, sed, tempestades, guerras, langostas, que los afligían; granizos, que les destruían sus sembradillos que por el camino venían haciendo, con muchos otros trabajos y angustias que encuentra en sus historias.

También es de creer que traían caudillos y sacerdotes que les guiaban e industriaban en ceremonias pero creo que no sea cosa sacada de la relación de la Biblia: viéndola tan emparentada y propia a lo de la Sagrada Escritura, no puedo dejar de, en alguna manera, persuadirme.

Y

Para probación de lo cual y para que clara y manifiestamente se vea, quiero que consideren los ritos, las idolatrías y supersticiones que tenían: el ir a sacrificar a los montes, debajo de los árboles sombríos, a las cuevas y cavernas de la tierra, obscuras y sombrías; el encender y quemar incienso; el matar a sus hijos e hijas y sacrificarlos y ofrecerlos por víctimas a sus dioses; sacrificar niños, comer carne humana; matar los presos y cautivos en la guerra... ¡Todo ceremonia judaica de aquellas diez tribus de Israel dichas, todo hecho con las mayores ceremonias y supersticiones que se puede pensar!14

Y habiendo dicho todo esto, Durán agrega que los naturales no saben dar más “relación” de la venida de sus antepasados, aunque para él no sea nada dudosa la que hemos presentado aquí del origen judío de estos naturales aunque, dicen ellos, que salieron de aquellas siete cuevas, a las que llamaban Chicomóztoc, donde habitaron por largo tiempo,

las cuales desampararon para venir a buscar esta tierra, unos primero, otros después y otros muy después, hasta dejarlas desiertas... Estas cuevas son en Teoculuacan, que, por otro nombre, se llama Aztlán.

El año de mil y ciento y noventa y tres después del nacimiento de nuestro Redentor Jesucristo, llegó a esta tierra la nación y congregación mexicana. La cual gente había salido –como todas las demás naciones de que ya toda la tierra estaba poblada– de unas cuevas que eran en número de siete, y de una tierra donde habían habitado que llamaban Aztlán, que quiere decir “blancura”, o lugar de garzas, y así les llamaban a estas naciones “azteca”, que quiere decir “la gente de la blancura”.15

Venidas de una parte del lejano Norte, de un paraíso, de un edén.

Este mítico lugar de Aztlán, que quiere decir “blancura”, ubicado en un lejano Norte, nos recuerda la existencia de un paraíso en el origen de los tiempos, vinculado a la Tradición Primordial y a la Edad de Oro, en el Norte o Polo. Más tarde, en otro momento más caído de la Era cósmica, lo vemos directamente relacionado con la Tradición Atlante, rama secundaria de aquella gran Tradición Primordial de donde todas las demás provienen. De esta Tradición Atlante son herederos los habitantes de estas tierras, tradición llamada Precolombina, al igual que lo es la antigua tradición Egipcia –que se sitúa en los comienzos de la Edad de Hierro o Kali Yuga–, y otras varias culturas que habitaron en ambos lados de esa mítica isla Atlántida de dónde se cree que provienen, y de la que habla Platón en el Timeo y Critias, situada en el medio del océano Atlántico antes de que fuera destruida por un gran diluvio y violentos terremotos.

Decimos esto para señalar la importancia simbólica de este mítico lugar de Aztlán, donde se dice habitaron siete tribus, ocultas en el centro del monte Colhuacan, en siete cuevas distintas de las que fueron saliendo de a poco a poblar esta tierra. Los últimos en salir, como ya se ha dicho, fueron los Mexicas, que por ordenación divina les correspondería la fundación de su ciudad, Tenochtitlán, capital y centro sagrado que reunificaría a todas las demás tribus, a través de la guerra y sus grandes reyes guiados por sus sacerdotes que en sueños recibían los mandatos de su dios guerreo y eminentemente solar, Huitzilopochtli.

En el capítulo XXVII de su Historia, Durán describe de manera verdaderamente maravillosa este mítico lugar, al que desvela como un paraíso terrenal, situado en una isla, en medio de las aguas, donde habían morado los antepasados de estas naciones. Dice que era un

feliz y dichoso lugar que llamaron Aztlán, que quiere decir blancura,16

en el que no existía ni la vejez ni la muerte, donde nació el dios Huitzilopochtli y donde había quedado viva su madre, llamada Coatlicue, la gran diosa Madre.


Salida de los Mexicas de Aztlán y llegada a Culhuacan.
Historia de los Mexicanos por sus pinturas. Anónimo.

En este lugar hay un gran cerro, en medio del agua, que llamaban Colhuacan, porque tiene la punta algo retuerta hacia abajo y a esta causa se llama Colhuacan, que quiere decir “cerro tuerto”.

En este cerro había unas bocas o cuevas y cavidades, donde habitaron nuestros padres y abuelos por muchos años. Allí tuvieron mucho descanso, debajo de este nombre mexitin y aztecas.

Allí gozaban de mucha cantidad de patos, de todo género, de garzas, de cuervos marinos y gallinas de agua y de gallaretas. Gozaban del canto y melodía de los pajaritos de las cabezas coloradas y amarillas. Gozaron de muchas diferencias de hermosos y grande pescados. Gozaron de gran frescura de arboledas que había por aquellas riberas, y de fuentes cercadas de sauces y de sabinas y de alisos grandes y hermosos.

Andaban en canoas y hacían camellones en que sembraban maíz, chile, tomate, huauhtli, frijoles y todo género de semillas de las que comemos y acá trujeron. Pero, después que salieron de allí, a la tierra firme, y dejaron aquel deleitoso lugar, todo se volvió contra ellos. Las yerbas mordían, las piedras picaban, los campos estaban llenos de abrojos y de espinas. Y hallaron grandes jarales y espinos, que no podían pasar, ni había donde asentarse, ni donde descansar. Todo lo hallaron lleno de víboras y culebras y de sabandijas ponzoñosas y de leones y tigres y otros animales que les eran perjudiciales y dañosos...17

Allí comienza la gran peregrinación de este pueblo hacia su tierra prometida atravesando toda clase de pruebas y grandes dificultades hasta ser merecedores del destino que les fuera predicho llevando a cabo su Utopía albergada en lo más profundo de su memoria.

Y muy curiosamente, todo lo que llegó a ser, y fue este poderoso y gran imperio en tan pocos siglos, pareciera haber sido una preparación para la llegada de los conquistadores de estas tierras –a los que los indios confundieron con la llegada de sus dioses, de Quetzalcóatl–, y el fin de su mundo, de un mundo.

Misteriosos son los designios de la deidad. Porque, en realidad ¿qué sabemos?


Códice Durán.
NOTAS
1 Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Escrita por Fray Diego Durán en el siglo XVI. Edición Paleográfica del Manuscrito autógrafo de Madrid, con introducción y notas y vocabularios de palabras indígenas y arcaicas. La prepara y da a luz: Ángel Mª Garibay K., Editorial Porrúa, México, 1967.
2 ... “es de saber que dentro de este círculo hallaremos cincuenta y dos casas, y cada una de ellas denota un año. Estos cincuenta y dos años llamaban los naturales ebdómada. Al cabo de los cuales hacían una fiesta, a la cual llamaban nexiuhilpiliztli, que quiere decir ‘cumplimiento o atamiento de un círculo perfecto de años’, que era venirse a juntar en este círculo redondo el fin de estos años con el principio de ellos, con este número perfecto de cincuenta y dos años. Y hacían la solemnidad y fiesta que he dicho a la misma manera y modo que antiguamente los judíos en su vieja ley celebraban el año del jubileo, de cincuenta en cincuenta años”. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Tomo I, sección segunda, El Calendario Antiguo, capítulo I, op. cit.
3 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Tomo I, Introducción al Calendario Antiguo, titulada: Epístola, ibíd.
4 “Es digno de notar que los más amartelados investigadores de la cultura antigua –Durán y Sahagún– tengan nota casi segura de proceder del linaje judaico”. A. Mª Garibay en “Notas de Introducción” a la obra Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme, de Fray Diego Durán, ibíd.
5 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. A. Mª Garibay, Introducción al tomo I, ibíd.
6 Ibíd.
7 Ibíd.
8 Ibíd.
9 Todo el relato que a continuación citamos, a excepción de las notas que abajo agregamos, está extraído directamente de Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Tomo II, Historia,capítulo I: “De dónde se sospecha que son los indios de estas Indias e Islas y Tierra Firme del Mar Océano”, ibíd.
10 En relación a este tema de las idolatrías, costumbres, sacrificios humanos, etc. de los que habla Durán, nos gustaría recordar aquí que los antiguos judíos eran pueblos tribales y tenían ritos muy primitivos y salvajes en cuyo culto hacían sacrificios humanos como ofrenda a sus dioses y luego comían sus carnes. Como también sucedió en la antigua Grecia con Dioniso, dios del vino e iniciador en los misterios, cuyas Ménades e iniciados raptados por el furor del vino despedazaban a animales y a niños y comían sus carnes; ritos que más tarde Orfeo transformó cumpliendo su función de entidad civilizadora de los hombres, dando cabida a un nuevo ciclo e instaurando nuevos ritos iniciáticos y aboliendo la antropofagia. Decimos esto puesto que estas costumbres tan arraigadas en los antiguos judíos eran igualmente propias de los naturales que habitaban la Nueva España, es decir, que sus ritos sagrados e invocación a sus dioses implicaban sacrificios humanos, derramamiento de sangre, la extirpación del corazón de la víctima como ofrenda al Sol y la ingesta de su carne. Necesariamente, estas costumbres de tan antiguo y tan cercanas al Origen, y por tanto salvajes, aún sin domesticar o atemperar por la llegada de los dioses civilizadores, deben ser tomadas y comprendidas dentro de un contexto al igual que el tiempo cíclico en el que a estas tribus les tocó vivir.
11 “Estando el airado rey Motecuhzoma con mucho cuidado, con las amenazas que le habían hecho, vino un indio a él y haciéndole gran reverencia, dijo le quería hablar. El rey, considerándolo, vido que le faltaban las orejas y los dedos pulgares de las manos y de los pies, y pareciéndole no ser hombre humano, le preguntó de dónde era. El indio le respondió que era del monte infernal, y preguntándole quién le enviaba, le dijo que él se había movido a venir de su voluntad a le servir y avisar lo que había visto. El rey le preguntó qué era lo que había visto. Él le respondió que, andando junto a la orilla de la mar, vido en medio del agua un cerro redondo que andaba de una parte a otra y que había surgido junto a los peñascos que estaban a la orilla del mar. Y que jamás había visto cosa semejante, porque era espantosa y de admiración. (...)
Y llamando luego a un principal que se llamaba Teuctlamacazquin le mandó que fuese al puerto y que llevase consigo a un esclavo suyo que se llamaba Cuitlalpitoc y que viese si era verdad lo que aquel indio decía y que reprehendiese a los señores y gobernadores de Cuetlaxtlan y de la costa del gran descuido que tenían en no mirar y estar advertidos en lo que les había encomendado. (...)
Y llegados ante Motecuhzoma, le dijo (el Teuctlamacazquin): ‘Poderoso señor, bien puedes matarnos y echarnos en la cárcel para que allí muramos. Pero lo que te dijo el indio has de saber, señor, que yo mismo por mis ojos quise satisfacerme. Yo y Cuitlalpitoc, tu esclavo, nos subimos a un alto árbol para considerar mejor lo que era y has de saber que vimos una casa en el agua, de donde salen unos hombres blancos, blancos de rostro y manos, y tienen las barbas muy largas y pobladas y sus vestidos son de todos colores: blanco, amarillo y colorado, verde y azul y morado; finalmente, de todos los colores, y traen en sus cabezas unas coberturas redondas, y echan al agua una canoa grandecilla y saltan en ella algunos y lléganla a los peñascos y estánse todo el día pescando, y en anocheciendo, se vuelven a su lugar y casa, donde están recogidos. Y esto es lo que de este caso te sabemos dar relación’.
Motecuhzoma bajó la cabeza y, sin responder palabra, puesta la mano sobre la boca, se quedó por muy grande rato, como muerto o mudo, que no pudo hablar ni responder”. Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Tomo II, Historia, capítulo LXIX, ibíd.
12 El rey Motecuhzoma habiendo escuchado lo que por su lado le confirmaba el principal que se llamaba Teuctlamacazquin de la llegada de aquella nave extraña, mandó llamar a los mejores plateros, lapidarios y componedores de plumas, dando ordenes a su secretario les dieran oro, muchas plumas y piedras preciosas para que hicieran muchas joyas de oro de diferentes hechuras, labraran todo género de piedras preciosas y algunos plumajes “muy galanos, que eran para cierto efecto, y que todo se hiciese con todo secreto”. Una vez hechas muchas joyas de oro y los lapidarios, muchas piedras verdes y de todo género de piedras preciosas y muchas composiciones de plumas, el rey Motecuhzoma llamó a Teuctlamacazquin, y le dijo:
“Yo he proveído de joyas y piedras y plumajes para que lleves en presente a los que han aportado a nuestra tierra, y deseo mucho que sepas quién es el señor y principal de ellos, al cual quiero que le des todo lo que llevares y que sepas de raíz si es el que nuestros antepasados llamaron Topiltzin, y, por otro nombre, Quetzalcoatl, el cual dicen nuestras historias que se fue de esta tierra y dejó dicho que habían de volver a reinar en esta tierra, él o sus hijos, y a poseer el oro y plata y joyas que dejó encerradas en los montes y todas las demás riquezas que ahora poseemos”.
“Y si es él, saludarlo has de mi parte y darle este presente, y más: mandarás de mi parte al señor y gobernador de Cuetlaxtlan que provea de todos los géneros de comida que se pudieren hacer, así de aves, como de cazas asadas y cocidas, y que provea de todos los géneros de pan que se pudieren hacer y de frutas, ni más ni menos, y de muchas jícaras de cacao, y que lo pongan en la orilla de la mar, para que de allí tú, con tu compañero, Cuitlalpitoc, que irá contigo, lo llevaréis al navío o casa donde están, y presentárselo de mi parte, para que él coma y sus hijos y compañeros.
“Y nótale si lo come, porque si lo comiere y bebiere, es cierto que es Quetzalcoatl, pues conoce ya las comidas de esta tierra y que él las dejó y vuelve al regusto de ellas. Y dile que le suplico yo –y que me haga este beneficio– que me deje morir, y que, después de yo muerto, venga mucho norabuena y tome su reino, pues es suyo y lo dejó en guarda a mis antepasados, y, pues lo tengo prestado, que me deje acabar y que vuelva por él y lo goce mucho de norabuena”.
Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Tomo II, Historia, capítulo LXIX, ibíd. Ver en la web América Indígena que se encuentra dentro del Anillo Telemático de SYMBOLOS: americaindígena-durán
13 Ver: Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Parusía. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Ver en la web con el mismo título que se encuentra dentro del Anillo Telemático de SYMBOLOS: diccionario-parusia
14 Ver aquí nota 10.
15 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Tomo II, Historia, capítulo III, ibíd.
16 Fray Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España e Islas de la Tierra Firme. Tomo II, capítulo XXVII. “De cómo viéndose el Rey Motecuhzoma, primero de este nombre, en tanta gloria y majestad, envió a buscar el lugar de donde sus antepasados habían venido, a ver las siete cuevas en que habían morado y habitado, y los grandes presentes que envió para que ofreciesen allí y los diesen a los que allí hallase”.
17 Ibíd.
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