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LA ENTRADA EN TENOCHTITLAN MIREIA VALLS |
Entrada de Cortés en México, Chicago, 1892. |
Ciertos acontecimientos históricos son tan significativos y de un poder evocador tal que pueden raptar súbitamente a sus protagonistas y hacerlos conocer, o presentir, la idea de la utopía, a sabiendas de que esta palabra
Y no solamente los actores de esa epopeya que ahora nos disponemos a recordar tuvieron la oportunidad de traspasar las barreras espacio-temporales, sino que igualmente los que ahora nos dejemos penetrar por las inflamadas palabras del narrador podremos acceder a ese “lugar” sin lugar, que en verdad se refiere a un estado de la conciencia, pues: El acontecimiento en el que nos detendremos es la aproximación y la entrada del capitán Hernán Cortés y su ejército en la ciudad de Tenochtitlan y su encuentro con el emperador azteca Moctezuma II Xocoyotzin relatado por uno de sus soldados, Bernal Díaz del Castillo, cuyas palabras nos sustraerán de cualquier juicio de valor y nos harán vivir un hecho arquetípico que se repite cíclicamente en la cinta del tiempo: el fin de un ciclo que es simultáneo al inicio de otro nuevo, lo cual acontece en ese momento en el que el tiempo se detiene, y es aquí, en este instante, donde se puede vivenciar de diversos modos y en diferentes grados la idea de la utopía. Por ello, tomaremos a los protagonistas de esta gesta no como simples seres humanos impelidos por motivaciones personales, sociopolíticas, económicas o culturales –que por supuesto las hubo– sino como aquéllos a quienes en ese preciso tiempo histórico, inclusive si no fueron totalmente conscientes de ello, les tocó encarnar ciertas funciones simbólicas y arquetípicas para dar cumplimiento a las leyes de la manifestación, deviniendo los instrumentos del plan divino que orquesta la vida del Universo y haciendo presentir, de algún modo, la idea de la utopía coagulada en esa imponente ciudad, Tenochtitlan, ubicada en medio de un lago y construida en conformidad con el orden del cosmos, siendo entonces un reflejo, aunque imperfecto, de la ciudad celeste.3 |
Plano de Tenochtitlan atribuido a Hernán Cortés, Nuremberg, 1524. |
De entrada, comparecen el conquistador español y su tropa de soldados que dejan atrás el viejo mundo –Europa– y se lanzan a una fabulosa aventura, a la búsqueda de un nuevo mundo, desconocido pero vivido como la proyección de un paraíso perdido repleto de riquezas, belleza y armonía que desean recuperar y que está atestiguado por los textos de su tradición, en este caso, por la influencia de ciertas novelas de caballería como el Amadís de Gaula, la Canción de Roldán y otros textos que les infunden el ansia de ampliar horizontes, tanto geográficos como de otros órdenes, que también tocan el mundo de las ideas. Cortés está profundamente convencido de que la divina Providencia guía la epopeya que le llevará a conquistar unas tierras que extenderán las fronteras del imperio de su monarca allende los mares, amén del peso de sus propios intereses, y otras circunstancias consubstanciales a la conquista que acabarán por desbaratar toda aquella vivencia extraordinaria, lo que no quita el valor de ese primer momento en el que entraron en contacto aquellos dos mundos anteriormente mencionados. El capitán de la expedición, una vez ubicado en esa nueva geografía y comenzado a entablar relaciones con algunos de sus habitantes, va sabiendo de la existencia del gran emperador de ese territorio (odiado por muchos pueblos a los que tiene sometidos, amado por otros que son sus aliados) y no duda en revestirse con unos atuendos que le infundirán el poder y el arrojo necesarios para dirigirse hacia la gran ciudad que gobierna Moctezuma II con el fin de someterla. |
Grabado de la llegada de Cortés a las costas de México, autor desconocido. |
Nos dice su soldado-escriba Bernal Díaz del Castillo:
Era imprescindible, empero, poder comunicarse con los nativos y ahí es donde surge una intermediaria indígena, doña Marina o Malinali a la que los españoles acabaron llamando la Malinche, nombre que hicieron extensivo posteriormente a Cortés, y también “la lengua”, que junto con otros dos indios fueron los intérpretes de esta gran gesta que estaba aproximando dos mundos que se desconocían mutuamente, o quizás no tanto, como tendremos oportunidad de ver más adelante. Ni qué decir la importancia del lenguaje para tender puentes, fomentar el intercambio y la recíproca comprensión, funciones muy propias de la deidad intermediaria por excelencia, Hermes-Mercurio para los europeos y Quetzatcóatl para los mexicas. |
La Malinche con Hernán Cortés. Códice Durán, s. XVI. |
… quiero decir lo de doña Marina, cómo desde su niñez fue gran señora de pueblos y vasallos… y cómo doña Marina en todas las guerras de Nueva España, Tlascala y México fue tan excelente y buena lengua, como adelante diré, a esta causa la traía siempre Cortés consigo… 5 y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva España… sabía la lengua de Guazacualco, que es la propia de México, y sabía la de Tabasco… He querido declarar esto, porque sin doña Marina no podíamos entender la lengua de Nueva España y México.6 |
Hernán Cortés y la Malinche o “la lengua”. Códice Azcatitlan, s. XVI. |
Del otro lado, tenemos al emperador del gran imperio azteca que se encuentra ya en su declive y cuyo fin se producirá, según está consignado en sus profecías, con el retorno de Quetzalcóatl, la deidad que tras fundar a ese pueblo y dotarlo de cultura, desapareció; pero el emperador Moctezuma II sabe que con la parusía del dios y sus acompañantes, el tiempo de su civilización se habrá cumplido. Numerosas señales vio el tlatoani unos años antes del arribo de los españoles que le hicieron presagiar el cercano fin de su mundo, señales corroboradas por sus sabios consejeros y por sus libros sagrados.7 Contempló en el cielo una “espiga de fuego, una como llama de fuego, una como aurora”, el cometa de los males augurios; luego, un rayo destruyó el templo de Xiuhtecuthli, “el Señor de los Años”, y al poco tiempo un incendio arrasó el de Huitzilopochtli –dios de la guerra–, a lo que se añadió un diluvio de estrellas en pleno día que hizo hervir las aguas del lago Texcoco, provocando inundaciones con aguas ardientes que asolaron la región. |
Moctezuma Xocoyotzin contempla el paso de un cometa. Códice Durán, s. XVI. |
Por si fuera poco, una multitud de aves exhumaron los restos de una enorme grulla del interior del lago en cuya cabeza tenía incrustada una piedra de obsidiana, símbolo del corazón de Huitzilopochtli, que al ser contemplada desvelaba los trasfondos del alma del contemplador. Moctezuma II, afectado por los malos augurios y los desastres, sufría la aparición de seres deformes, híbridos y monstruosos, que luego desaparecían sin dejar rastro. El miedo y la tristeza se apoderó de él y hasta programó escaparse en secreto y esconderse en unas cuevas, pero finalmente no le quedó otra que aceptar su destino, acorde con el Destino de su civilización, y esperar el retorno de Quetzalcóatl… |
Moctezuma II. Bartolomé de las casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, 1552. |
A medida que los españoles iban avanzando en su conquista por las tierras de la que llamaron Nueva España, muchos pueblos de la región eran sometidos con facilidad, ya sea por la guerra o por el pacto, pero lo cierto es que los mismos conquistadores se extrañaban de que ante su inferioridad numérica, lograban rebajar con celeridad a los indígenas, que temían en sobremanera a los conquistadores y los tomaban por seres medio humanos, medio animales, revistiéndolos de un aire sobrenatural, acrecentado por sus indumentarias, cascos y armas de metal y de fuego.
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Augusto Ferrer-Dalmau, La llegada, 2019. |
Imaginemos lo que debía suponer para un indígena, inmerso en un mundo totalmente sacralizado y en el que sus deidades, o sea, las energías vivas invisibles que conforman el universo reveladas a través de lugares, animales o fenómenos meteorológicos, etc., se manifestasen ahora en esos seres que acababan de desembarcar y que mostraban unas cualidades y atributos que a sus ojos les parecieron divinos. Cortés profitó de todo ello para engrandecer su ser y su misión y, deslumbrado a su vez por las bellezas y las riquezas que iba encontrando en aquellos parajes, supo trazar alianzas con los pueblos enemigos de Moctezuma II para de este modo irse acercando a su ciudad bien pertrechado. Al mismo tiempo, a los emisarios del emperador que acudían a él trayéndole mensajes, les hablaba del inmenso respeto que sentía por su tlatoani y de su gran deseo de conocerlo. Con este fin, además de su habilidad estratégica para aliarse con los enemigos de Moctezuma II, ideaba tretas como ésta que acrecentaban el carácter fabuloso de los integrantes de su ejército:
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Moctezuma II. Códice Azcatitlan, s. XVI. |
Sin embargo, para Moctezuma II esos recién llegados a sus tierras no eran unos totales desconocidos, pues muchos de sus códices hacían referencia a los seres que retornarían con Quetzalcóatl al frente, y como ya hemos dicho anteriormente, él los estaba aguardando con temor desde hacía años. Antes de dejarlos entrar en su ciudad, cosa que intentaba retardar cada vez más por razones obvias, envió a unos pintores para saber cómo era el jefe de la expedición y el ejército que lo acompañaba. Y así, los artistas emisarios pintaron a Cortés y a todos sus soldados, a los caballos, a los navíos y velas, a los lebreles e incluso a doña Marina.
Es más, el emperador llamó a su corte a todos los pintores de su imperio para que le mostraran sus antiguos códices, con el fin de descubrir si en alguno de ellos figuraban exactamente esos seres recién llegados del mar en unas “montañas” de madera que flotaban sobre las aguas y que sus pintores acababan de registrar. Después de entrevistarse con los artistas y sabios de muchos pueblos, esto es lo que sucedió:
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Códice Azcatitlan, s. XVI. |
Está claro que volvieron, y que Cortés y su ejército se dirigía, implacable, hacia Tenochtitlan. Los caciques enemigos de Moctezuma II con los que el español había ido estableciendo alianzas, le recomendaron que pasara por Tlascala para esquivar ciertos peligros, y allí lo recibieron con honores, lo agasajaron y él aprovechó para ir recabando más información sobre la capital del imperio a la que se estaba aproximando y también acerca de su dirigente; todo lo cual ejercía en el conquistador una atracción mayor, al saber de la grandeza de esa ciudad, de sus maravillas y riquezas. Además, Cortés aprovechó para preguntar a esos caciques sobre el origen de su pueblo, y esto es lo que le relataron, anotado y narrado luego por Bernal Díaz:
Desde luego no es ésta la única vez que a los españoles y a los conquistadores de otras nacionalidades llegados a América les contaron relatos acerca de antepasados gigantescos de los indígenas, pudiendo incluso ver sus restos, como fue este caso de Cortés, lo cual corroboraba la existencia de esos seres pertenecientes a un periodo anterior de esta humanidad, presentes también en la cultura greco-latina –recordemos su mención en la Teogonía de Hesíodo– y en la judía –donde aparecen en varios libros bíblicos– y en otras tradiciones de Europa y del resto del mundo.14 Los gigantes formaban parte, pues, del legado mítico tanto de los nativos como de los conquistadores, lo que iba alimentando el carácter fabuloso y supranatural de estas tierras y los adentraba en una realidad repleta de acontecimientos mágicos, en un mundo donde aquellos mitos cobraban vida y se encarnaban tanto en ellos como en los indígenas que estaban conociendo.
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Entrada de Cortés en Tlaxcala. Serie de pinturas de la Conquista de México. |
Quizás es ahora cuando Cortés y los suyos se dan cuenta del alcance que para todos aquellos pueblos tenía su llegada, lo que no los dejó indiferentes, sino que les impactó en lo más profundo y los fue sumergiendo en una especie de epopeya de dimensiones arquetípicas en la que se los equiparaba a los mismos dioses; y cuanto más avanzaban, más transportados por aquella geografía más allá de lo imaginable, por sus ciudades y habitantes, y más identificados con las gestas de las novelas de caballería pertenecientes a su cultura, de las que tan empapados estaban.
Aunque es bien sabido que la utopía es invisible –por tratarse de un estado del alma superior que reitera constantemente la vida de los dioses en un ámbito libre del espacio y del tiempo donde todo es ahora– también es cierto que en la medida que los seres humanos recrean su organización en la tierra en consonancia con el conocimiento de ese mundo, entonces, todas sus producciones –desde el ordenamiento social, la construcción de sus ciudades y lo que conforma la cultura– pueden devenir un reflejo de ese mundo ideal, armonioso, justo, equilibrado y bello en el que “habitan” las deidades sempiternas y donde por cierto no está exento el horror y lo monstruoso, que constantemente se conjuga con la cara amable buscando el equilibrio siempre inestable. Tenochtitlan era una urbe cuya ubicación fue fruto de una revelación divina17 y su construcción supuso la aplicación de los conocimientos cosmogónicos depositados en la cultura azteca, al igual que las otras ciudades próximas con las que se relacionaba constantemente, ya sea por la guerra o por el comercio, la disputa o la concordia, reproduciendo la constante conjugación de opuestos en torno a un eje inmutable que era la doctrina cosmogónica revelada de la que eran partícipes y recreadores todos los pueblos de esa gran civilización. Los hallazgos que los españoles se van encontrando a medida que se aproximan a esa ciudad central van desvelando ese mundo maravilloso adecuado a un modelo arquetípico, y aunque no alcanzaran a comprenderlo en toda su amplitud y profundidad, se vieron totalmente inmersos en él y tuvieron la oportunidad de atisbarlo.
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Miguel y Juan González. Conquista de México por Hernán Cortés, s. XVII. |
Por fin llega ese momento tan anhelado, el arribo a Tenochtitlan a través de una gran calzada repleta de indígenas que, atónitos, reciben a los españoles. Sea lo que fuere lo sucedido posteriormente, esta entrada simboliza el acceso a un mundo otro, a una ciudad trazada conforme a unos lineamientos más que humanos, y donde la vida se desarrollaba en consonancia con el conocimiento y aplicación de una doctrina encarnada. Aquí nos dejaremos llevar por la narración de Bernal:
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Miguel y Juan González. Conquista de México por Hernán Cortés, s. XVII. |
Varios caciques vienen a recibirlos y besan la tierra a sus pies, yendo seguidamente a buscar a Moctezuma II.
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Moctezuma. Detalle del Biombo de la Conquista, Museo Franz Mayer. |
Todos estos señores ni por pensamiento le miraban a la cara, sino los ojos bajos y con mucho acato, excepto aquellos cuatro deudos y sobrinos suyos que le llevaban del brazo. E como Cortés vio y entendió e le dijeron que venía el gran Montezuma, a una se hicieron grandes acatos: el Montezuma le dio el bien venido, e nuestro Cortés le respondió con doña Marina que él fuese el muy bien estado. E paréceme que el Cortés con la lengua doña Marina, que iba junto a Cortés, le daba la mano derecha, y el Montezuma no la quiso e se la dio a Cortés; y entonces sacó Cortés un collar que traía muy a mano de unas piedras de vidrio, que ya he dicho que se dicen margajitas, que tienen dentro muchas colores e diversidad de labores, e venía ensartado en unos cordones de oro con almizcle porque diesen buen olor, y se le echó al cuello al gran Montezuma; y cuando se lo puso le iba a abrazar, y aquellos grandes señores que iban con el Montezuma detuvieron el brazo a Cortés, que no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio…20 |
Anónimo, Conquista de México, s. XVII. Biblioteca del Congreso, EUA. |
Miguel y Juan González, Conquista de México por Hernán Cortés, s. XVII. |
Tras este encuentro impactante, los invitados “divinos” son conducidos a unas ricas estancias, que resultan ser las más sagradas pues pertenecían al anterior emperador, padre de Moctezuma II.
Es allí donde Moctezuma II le regala un collar de oro a Cortés y proclama todo un discurso –del que da testimonio el capitán en una de las cartas que envía a Carlos V– donde reconoce a los españoles como los que habían de retornar para someter todos sus territorios, y a ellos dice que se someterá.22 |
Retrato de Moctezuma Xocoyotzin, atribuido a Antonio Rodríguez, s. XVII. |
Bernal describe a continuación al emperador:
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a) Miguel y Juan González, Conquista de México por Hernán Cortés, s. XVII. b) El palacio de Moctezuma en el Códice Mendoza, anónimo, s. XVI. |
Seguidamente, los homenajeados tienen la oportunidad de recorrer el magnífico palacio de Moctezuma II y contemplar el despliegue de pajes, consejeros y siervos que lo mantienen todo en perfecto orden; visitan las cocinas, ven los suculentos manjares y los más de treinta platos que se preparan cada día para el emperador y los suyos, además de una variedad de frutas nunca vistas y el tan preciado cacao, con propiedades energéticas y afrodisíacas que jamás faltaba en el banquete, tan es así que un grupo de sirvientes tenían como único cometido prepararlo a diario para todo el séquito.
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Penacho de Moctezuma, Museo Nacional de Antropología, México. |
Imaginemos ahora a todos aquellos soldados dirigiéndose hacia las dos casas que guardaban las armas de Moctezuma, innumerables, que más parecían joyas de tan ricamente como estaban elaboradas y adornadas, sin olvidar la posterior visita a la “casa de las aves” donde criaban todo tipo de pájaros, desde águilas a quetzales, halcones, papagayos y miles de pajarillos de los que aprovechaban las plumas para confeccionar los atavíos del emperador, de los caciques y otros trajes rituales para los oficiantes en los ritos, siendo muchas de esas aves amaestradas para diferentes funciones, tal cual la caza, la mensajería, etc. |
El vivario de Tenochtitlan, Códice Florentino, s. XVI. |
A continuación, Bernal relata con su habitual frescura y forma directa cómo los condujeron a otro gran recinto “donde tenían muchos ídolos y decían que eran sus dioses bravos”, que estaba repleto de fieras y animales para el culto, sacrificio y protección de cada una de sus deidades, desde tigres a leones, lobos, zorros y gran variedad de serpientes y alimañas que eran alimentados con venados, gallinas y hasta con la carne humana de los indios que hacían prisioneros, todo lo cual estaba a cargo de muchos indios que cuidaban a las fieras, las limpiaban y mantenían ese “zoológico” en perfecto estado. Impresiona la siguiente descripción de Bernal Díaz del Castillo acerca de los muchos oficios y artesanías con sus oficiales respectivos, todos perfectamente concertados y realizando cada cual una función imprescindible en ese pequeño cosmos que era Tenochtitlan: |
Códice Mendoza, anónimo, s. XVI. |
Códice Florentino, s. XVI. |
Pasemos adelante, y digamos de los grandes oficiales que tenía de cada género de oficio que entre ellos se usaba; y comencemos por los lapidarios y plateros de oro y plata y todo vaciadizo, que en nuestra España los grandes plateros tienen qué mirar en ello; y destos tenía tantos y tan primos en un pueblo que se dice Escapuzalco, una legua de México; pues labrar piedras finas y chalchihuites, que son como esmeraldas, otros muchos grandes maestros. Vamos adelante a los grandes oficiales de asentar de pluma y pintores y entalladores muy sublimados, que por lo que ahora hemos visto la obra que hacen tendremos consideración en lo que entonces labraban; que tres indios hay en la ciudad de México, tan primos en su oficio de entalladores y pintores, que se dicen Marcos de Aquino y Juan de la Cruz y Crespillo, que si fueran en tiempo de aquel antiguo e afamado Apeles, y de Miguel Angel o Berruguete, que son de nuestros tiempos, les pusieran en el número dellos.
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Códice Florentino, s. XVI. |
Códice Tovar, s. XVII. |
Pasemos adelante, y digamos de la gran cantidad de bailadores que tenía el gran Montezuma, y danzadores, e otros que traen un palo con los pies, y de otros que vuelan cuando bailan por alto, y de otros que parecen como matachines, y éstos eran para darle placer. Digo que tenía un barrio destos que no entendían de otra cosa. Pasemos adelante y digamos de los oficiales que tenía de canteros e albañiles, carpinteros, que todos entendían en las obras de sus casas: también digo que tenía tantos como quería. No olvidemos las huertas de flores y árboles olorosos, y de muchos géneros que dellos tenía, y el concierto y paseadores dellas, y de sus albercas, estanques de agua dulce, cómo viene una agua por un cabo y va por otro, e de los baños que dentro tenía, y de la diversidad de pajaritos chicos que en los árboles criaban; y que de yerbas medicinales y de provecho que en ellas tenía, era cosa de ver; y para todo esto muchos hortelanos; y todo labrado de cantería, así baños como paseaderos y otros retretes apartamientos, como cenaderos, y también adonde bailaban y cantaban; e había tanto que mirar en esto de las huertas como en todo lo demás, que no nos hartábamos de ver su gran poder; e así por consiguiente tenía maestros de todos cuantos oficios entre ellos se usaban, y de todos gran cantidad.25 Se echa en falta que en esta crónica de Bernal Díaz del Castillo, tan minuciosa y llena de recuerdos vívidos, no se incluyera la descripción de los centros de entrenamiento de los guerreros, agrupados como se sabe en dos escuelas, la de los Caballeros Águilas y la de los Caballeros Jaguar, lo que completaría la relación jerárquica de funciones dentro de esta ciudad, que como en toda sociedad tradicional constaba de la casta sacerdotal, la guerrera, la artesanal y la del sustento, o sea agricultores, pescadores, cazadores y ganaderos, ofreciéndonos así un panorama completo de ese universo en pequeño. |
Códice Mendoza, anónimo, s. XVI. |
Lienzo de Tlaxcala, s. XVI. |
Pero volvamos al relato de aquellos cuatro o cinco primeros días que siguieron a la entrada en la ciudad y a todo lo que pudieron ver y vivir en primera persona esa tropa de soldados. Tras atravesar los barrios de los artesanos, la comitiva de anfitriones condujo a los españoles hasta el gran mercado, donde quedaron deslumbrados, tanto por su extensión como por la diversidad incalculable de abastos que se ofrecían, por su calidad y por el perfecto acorde entre los mercaderes y los compradores, orquestados por tres jueces y varios alguaciles que velaban por el recto funcionamiento de aquel centro de intercambios.
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Mural del mercado de Tenochtitlan, Diego de Rivera, Palacio Nacional, México. |
En realidad el mercado era un barrio entero, como lo era el de los diferentes artesanos y el de los sacerdotes, como veremos más adelante. Nada faltaba allí, comenzando por los excelentes orfebres que vendían sus delicadas joyas, pasando por los comerciantes de oro, plata y de otros metales y piedras preciosas; los tejidos finos y más bastos ocupaban otros renglones donde se ofrecían mantas de algodón, esteras, todo tipo de confecciones para la casa y vestimenta variada; cueros de animales y útiles para el hogar, desde vajillas, a recipientes, cántaros, cestos… sin olvidar a los animales vivos de innumerables especies y también desollados, y una abundancia desbordante de vegetales, frutas y legumbres, alimentos cocinados, condimentos, maderas, leña, muebles, papel –amatl–, pinturas y tinturas, ungüentos, perfumes, hierbas medicinales, tabaco, sal, herramientas, cuchillos, hachas, hasta canoas, etc., etc., etc. Tanto había que “en un día no se podía ver todo”, nos dice nuestro narrador.27 |
Postal del mercado de Tlatelolco, Tenochtitlan. |
Tras lo cual, los huéspedes fueron acompañados a los lugares más sagrados, a los templos –cues– de sus diferentes dioses, que recorrieron con admiración y espanto al mismo tiempo.
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Biombo de la Conquista de México, Museo del Prado, Madrid. |
Magnífica visión de la ciudad y sus alrededores, en perfecta consonancia con estas palabras escritas por Federico González en su libro Las Utopías Renacentistas:
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Templo Mayor, Códice Ramírez, s. XVI. |
Códice Azcatitlan, s. XVI. |
Templo Mayor, Códice Durán, s. XVI. |
Esta visión utópica culmina con el recorrido por los templos dedicados a cada una de las deidades del panteón azteca, comenzando por el del dios principal Huitzilipochtli, numen de la guerra, al que los españoles llamarán Huichilobos. El impacto en los conquistadores debió ser bestial, pues en esas inmensas pirámides dedicadas a los distintos dioses se aunaba el máximo esplendor y el misterio más profundo expresado a través de la arquitectura, los símbolos y los ritos allí escenificados, con el horror más grande por los sacrificios allí practicados. Si bien es cierto que aquí aparecen ciertas incomprensiones y prejuicios del conquistador, no por ello deja de ser fiel relatador de lo que vio, completando de este modo la idea de una ciudad utópica.
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Bernardino de Sahagún, Códice Matritense, s. XVI. |
Códice Durán. s. XVI. |
Códice Ixtlilchxitl, s. XVII. |
Para terminar este recorrido extraordinario con la descripción de otros templos y de los sacerdotes que oficiaban los ritos permanentemente y que residían allí:
Dejamos aquí el relato de este momento histórico excepcional en el que dos mundos entran en contacto, y antes del estallido de la lucha y la debacle, pueden “pasearse” por una ciudad sagrada, mágico-teúrgica, que aun y sus imperfecciones, reflejaba la utopía en estado puro. A los que ahora decidan introducirse en este mundo utópico, felices hallazgos y los mejores votos para que encuentren la salida airosa que procura el Pensamiento. |
NOTAS | |
1 | Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. |
2 | Ibíd. |
3 | En este artículo nos ubicamos en un punto de vista más allá del historicista, en el simbólico, válido para cualquier tiempo, geografía y cultura. Desde luego no negamos las razones de tipo coyuntural que promovieron la conquista de las tierras de América, pero aquí lo ponemos en correspondencia con una lectura cíclica y simbólica de la historia, y sobre todo con la posibilidad de trascender ese punto de vista cronológico y la apertura al no tiempo en el que vive el mito vivo. |
4 | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España. Ed. Castalia, Madrid, 1999. |
5 | Tan es así que llegó a tener un hijo con Cortés –Martín Cortés–, aunque el conquistador la hizo casar luego con el hidalgo Juan Jaramillo. |
6 | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, op. cit. |
7 | Ver de Diego Durán en su Historia de las Indias de Nueva España el relato de todas estas profecías y señales que años más tarde se cumplieron inexorablemente: americaindígena-durán |
8 | Teules, del náuatl teutl que significa “dios”. |
9 | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, ibíd. |
10 | Ibíd. Es significativo que Cortés elija a uno de sus soldados más desfigurados para que los indígenas lo equiparen a una deidad, pues es bien sabido que muchas de las representaciones simbólicas de las divinidades aztecas tenían aspectos que lindaban lo monstruoso. |
11 | Ibíd. |
12 | Diego Durán, Historia de las Indias de Nueva España: americaindígena-durán, op. cit. |
13 | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, ibíd. |
14 | En este sentido consultar el artículo de Roberto Castro publicado en el nº 59 de la revista SYMBOLOS: symbolos-59 |
15 | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, ibíd. |
16 | Ibíd. |
17 | Ver en este mismo número de la revista el artículo de Carlos Alcolea donde se recogen los mitos fundacionales de Tenochtitlan. También en la sección “Documentos” de América Indígena el capítulo de Durán en el que habla del origen sagrado de dicha ciudad: americaindígena-durán |
18 | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, ibíd. |
19 | Ibíd. |
20 | Ibíd. |
21 | Ibíd. |
22 | Ver Crónicas de Indias. Antología. Edición de Mercedes de la Serna. Cátedra, Madrid, 2007. |
23 | Ibíd. |
24 | Ibíd. |
25 | Ibíd. |
26 | Ibíd. |
27 | Ibíd. |
28 | Ibíd. |
29 | Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo, ibíd. |
30 | Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, ibíd. |
31 | Ibíd. |
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