SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

CUZCO, REFLEJO VIVO DE LA UTOPÍA

CRISTINA FLÓREZ-ESTRADA

Simbolizó la unión de dos mundos, pues su madre era una ñusta –princesa– inca y su padre un capitán español vinculado con la nobleza castellana y extremeña que participó junto con Francisco Pizarro en la conquista del Perú.

Vivió en el Perú toda su infancia junto con su madre, y a los 21 años parte a España con la intención de pedir compensaciones por los servicios que prestó su padre a la corona española. Se instala en Montilla, Córdoba, bajo el amparo de su tío, el capitán Alonso de Vargas, quien le ayudó a afincarse en España. Al serle negada esta petición, decidió regresar al Perú, pero por motivos que se desconocen, se quedó finalmente en España para no volver más a su tierra natal. En 1587 recibe herencia de su tío posibilitándole el descanso económico que necesitaría para dedicarse a la escritura.

Se llamaba Gómez Suárez de Figueroa, pero a partir de 1563 cambiará su nombre por el de Inca Garcilaso de la Vega.

Inca Garcilaso de la Vega, ilustración extraída
de Carlos Penoso y Abelardo de Carlos (ed.),
Almanaque de la Ilustración para 1879, Año VI.
Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1879.

Vivió en una España renacentista, donde recibe una fuerte influencia del pensamiento platónico. Traduce los Diálogos de Amor de León Hebreo, labor por la cual fue elogiado por ser absolutamente fidedigno al texto original. Entre sus obras literarias se encuentra La Florida, que narra la expedición del conquistador español Hernando de Soto a la península de la Florida, y Comentarios Reales, la primera historia completa de la civilización incaica.

Centraremos nuestra atención en este su último libro, Comentarios Reales, no solo por la claridad de sus palabras, sino porque constituye un recuerdo vivo de esta utopía que fue el imperio inca.

Pero antes de adentrarnos en su contenido, queremos hacer un pequeño inciso para aclarar la presencia del mito, el símbolo y el rito en el libro, puesto que han habido historiadores que han desprestigiado la obra del Inca Garcilaso acusándole de inventar acontecimientos fabulosos. Y es que desde el punto de vista tradicional y simbólico, supone un error creer que la utopía o el mito corresponden a la ficción, lo cual equivale a decir que no son reales, conceptos acuñados por los estudiosos escépticos y racionalistas de la ciencia moderna.

Utopía, U-topos que quiere decir no-lugar en griego, “imagen de la ciudad celeste es, pues, una organización casi imposible de alcanzar por las limitaciones humanas, aunque real en otros espacios o mundos relacionados con las ideas”.1 Se trata de la vivencia del eterno presente, de la unión de lo de arriba con lo de abajo.

Asimismo, los mitos “son ideas salvíficas, que se esbozan tras la literatura y tienden a transmitir cada vez capas más profundas y distantes del propio sujeto que se entrega a escuchar estos cantos”.2 Y continúa explicando Federico González sobre el mito:

No hay en la actualidad quien niegue seriamente el origen sagrado de toda civilización en cuanto éste es mítico y metafísico –según esas tradiciones lo proclaman–, del cual por otra parte se desprenden sus conocimientos, artes, ciencias e industrias, incluidos la fundación de su ciudad.3

Y nos dice sobre la naturaleza del símbolo:

La Simbología no toma en consideración, sino en forma secundaria, las condiciones históricas donde se produce el símbolo, destacando por el contrario valores no históricos, es decir esenciales y arquetípicos. Pero sobre todo lo que diferencia al simbólogo y al historiador de las religiones es la actitud con que enfrentan el conocimiento. Efectivamente, el simbólogo no sólo toma a los símbolos, mitos o ritos como objetos estáticos –que tienen una historia– sino también como sujetos dinámicos siempre presentes, que se están manifestando ahora. O sea, como capaces de cumplir una función mediadora entre lo que expresan en el orden sensible y la energía invisible –la idea– que los ha generado. En ese sentido no hay tampoco una historia de los símbolos. No sólo por reconocer éstos un origen atemporal, sino porque la mayor parte de ellos son comunes y aparecen en muchísimas tradiciones separadas en el espacio y en el tiempo –como si ellos fueran consubstanciales con el hombre y la vida– y se dan a veces hasta de manera idéntica en cuanto a sus significaciones más alejadas.4

Desconocemos si el Inca Garcilaso llegó a vivenciar o acreditar sobre la presencia de lo sagrado en la cultura inca puesto que su forma de relatar las crónicas por momentos se percibe como externa; pero en última instancia, lo que realmente interesa es la gesta que llevó a cabo al transmitir el legado de su cultura, plasmando a través de la escritura los recuerdos que le contaron sus antepasados de manera oral, haciendo memoria de ellos, rescatando este testimonio del olvido haciéndose caña hueca. Además de ser el intérprete ideal, ya que gracias a su posición dentro del imperio y a que su lengua materna era el quechua, pudo transmitir mejor que nadie la cosmovisión y los ritos y mitos que lo conformaban.

Sumerjámonos pues en estos relatos, invocando a Viracocha, el dios tutelar civilizador, iniciador e instructor del panteón inca. ¡Que sea su influencia la que guíe este discurso que aquí se deshilvana!

Memoria y origen del imperio

Durante el periodo en el que el Inca Garcilaso vivió en el Perú venían a visitar a casa de su madre familiares suyos. A menudo se reunían para hablar del tiempo del imperio antes del reinado de Atahualpa, haciendo memoria de sus antepasados, de sus orígenes, de sus ceremonias, y de la vida en general en el imperio. En una de estas reuniones, el Inca Garcilaso de 17 años, le dice a su tío:

En estas pláticas yo, como muchacho, entraba y salía muchas veces donde ellos estaban, y me holgaba de las oir, como huelgan los tales de oir fábulas. Pasando pues días, meses y años, siendo ya yo de diez y seis o diez y siete años, acaeció que, estando mis parientes un día en esta su conversación hablando de sus Reyes y antiguallas, al más anciano de ellos, que era el que daba cuenta de ellas, le dije:

–Inca, tío, pues no hay escritura entre vosotros, que es lo que guarda la memoria de las cosas pasadas, ¿qué noticia tenéis del origen y principio de nuestros Reyes? Porque allá los españoles y las otras naciones, sus comarcanas, como tienen historias divinas y humanas, saben por ellas cuándo empezaron a reinar sus Reyes y los ajenos y al trocarse unos imperios en otros, hasta saber cuántos mil años ha que Dios crió el cielo y la tierra, que todo esto y mucho más saben por sus libros. Empero vosotros, que carecéis de ellos, ¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas?, ¿quién fue el primero de nuestros Incas?, ¿cómo se llamó?, ¿qué origen tuvo su linaje?, ¿de qué manera empezó a reinar?, ¿con qué gente y armas conquistó este grande Imperio?, ¿qué origen tuvieron nuestras hazañas?5

El Inca Garcilaso es el que insta a su tío a hacer memoria de los orígenes de su cultura. Al hilo de la Memoria, nos dice Federico González acerca de los Ancestros:

Energía viva del pasado que se actualiza. La historia mítica de tal o cual pueblo se hace presente.
Una utopía que nos pertenece, ligada a nosotros por medio de la Tradición y la cadena áurea.6

Así pues, su tío empieza el relato mítico de cómo a Manco Cápac, primer Inca, y su esposa y hermana, Mama Ocllo, les es encomendada la fundación de la ciudad de su padre, el dios Sol:

(…) puso Nuestro Padre el Sol estos dos hijos suyos en la laguna Titicaca, que está ochenta leguas de aquí, y les dijo que fuesen por do quisiesen y, doquiera que parasen a comer o a dormir, procurasen hincar en el suelo una barrilla de oro de media vara en largo y dos dedos en grueso que les dio para señal y muestra, que, donde aquella barra se les hundiese con solo un golpe que con ella diesen en tierra, allí quería el Sol Nuestro Padre que parasen e hiciesen su asiento y corte.

(…) La primera parada que en este valle hicieron –dijo el Inca– fue en el cerro llamado Huanacauri, al mediodía de esta ciudad. Allí procuró hincar en tierra la barra de oro, la cual con mucha facilidad se les hundió al primer golpe que dieron con ella, que no la vieron más. Entonces dijo nuestro Inca a su hermana y mujer:

“En este valle manda Nuestro Padre el Sol que paremos y hagamos nuestro asiento y morada para cumplir su voluntad. Por tanto, Reina y hermana, conviene que cada uno por su parte vamos a convocar y atraer esta gente, para los doctrinar y hacer el bien que Nuestro Padre el Sol nos manda”.7

Y sobre el nombre del Cuzco se dice:

Dicen que éste fundó la ciudad y que la llamó Cuzco, que en lengua particular de los Incas quiere decir ombligo, y que sujetó aquellas naciones y les enseñó a ser hombres, y que de éste descienden todos los Incas.8

Así pues vemos como esta pareja mítica peregrina desde el lago Titicaca, guiada por la providencia y por mandato divino, y clava la vara de oro en el suelo –símbolo del eje– estableciendo la unión del cielo con la tierra, y es ahí donde se produce esa comunicación, el lugar donde edificarán la ciudad de su padre el Sol a imagen de la ciudad celeste. Llamaron Cuzco a tal ciudad, que simbolizó, como dice el texto, el centro, desde el cual emanará –como los rayos del sol– su orden y tradición hacia el resto del imperio. Ambos tuvieron un papel civilizador, pues enseñan las artes y oficios por intermedio del dios Viracocha a las gentes que por ahí vivían dispersas. Llegaron a formar un gran imperio, conformado por una civilización perfectamente jerarquizada y ordenada. Prueba de ello son los quipús, que utilizaban como sistema aritmético.

El Inca Garcilaso también deja escrito testimonio sobre la organización del imperio, la importancia de la división binaria en su cosmogonía –sol/luna, oro/plata, etc.– que se traduce igualmente en la organización del Cuzco. Así como la descripción de sus panteones y la arquitectura de sus templos, su sistema numérico, y los oficios que les correspondían a los hombres y mujeres.9
   
a) Manco Cápac. Detalle de cuadro “Genealogía de los Incas”, siglo XVIII. Escuela del Cuzco, Museo Pedro de Osma.
b) Mama Ocllo, óleo sobre lienzo anónimo. Perú circa 1840, Museo de Arte de San Antonio.

Los quipús como sistema mnemotécnico

Quipú quiere decir anudar y nudo. Con ellos contabilizaban mediante un sistema ordenado todo lo relacionado al imperio, los nacimientos y las muertes, todo tipo de bienes como comida, animales y metales preciosos, los hombres que iban a la guerra, los tributos al Inca, así como también el dictado de leyes y ordenanzas. Los encargados de custodiar los quipús eran seleccionados por ser hombres virtuosos, aquellos que hubiesen “dado más larga experiencia de su bondad”, y se les llamaba quipucamayu. Y puesto que los quipús guardaban todo aquello relacionado al número más no a la palabra, estos funcionarios también eran los encargados de transmitir y guardar la tradición oral de crónicas y acontecimientos importantes, haciendo memoria de ellas, y para que no se perdiesen, legábanlas a sus sucesores, es decir a los que luego ocuparían su lugar y función.

La transmisión de mitos, cuentos y hazañas estaba a cargo de los amautas, los sabios, y los harauicus, los poetas; quienes se apoyan en códigos numéricos contenidos en los quipus que daban las claves para recordar los relatos. Nos da cuenta de ello el autor:

(…) los amautas, que eran los filósofos y sabios, tenían cuidado de ponerlas en prosa, en cuentos historiales, breves como fábulas, para que por sus edades los contasen a los niños y a los mozos y a la gente rústica del campo, para que, pasando de mano en mano y de edad en edad, se conservasen en la memoria de todos.

(…) Asimismo los harauicus, que eran los poetas, componían versos breves y compendiosos, en los cuales encerraban la historia o la embajada o la respuesta del Rey; en suma, decían en los versos todo lo que no podían poner en los nudos, y aquellos versos cantaban en sus triunfos y en sus fiestas mayores, y los recitaban a los Incas noveles cuando los armaban caballeros, y de esta manera guardaban la memoria de sus historias.

(…) eligieron historiadores y contadores que llamaron quipucamayu, que es el que tiene cargo de los nudos, para que por ellos y por los hilos y por los colores de los hilos, y con el favor de los cuentos y de la poesía, escribiesen y retuviesen la tradición de sus hechos. Esta fue la manera del escribir que los Incas tuvieron en su república.10


Quipú, 1400-1570. Museo de Arte de Dallas, Colección Nora y John Wise.

Nos dice sobre su narrativa Mercedes Serna:

La narración fue el género más cultivado por los quechuas. Se han dividido las formas en cuatro categorías: mitos, leyendas, fábulas y cuentos. Sus fábulas son moralizadoras o edificantes. Es literatura lúdica y didáctica y sus personajes suelen ser animales convertidos en arquetipos humanos. Las fábulas y apólogos servían para inculcar los preceptos por los que se regía su sociedad.11

Quizás a ojos de muchos pueda parecer “primitivo” o poco desarrollado que una civilización no cuente con un sistema letrado de escritura, sino que se apoye exclusivamente en el número como sistema mnemotécnico. Sin embargo, no debemos olvidar que Pitágoras expresaba en su Discurso Sagrado que Orfeo dijo que la esencia de los números es el principio más providencial de todo el cielo, de la tierra, y de la naturaleza intermedia.12 Asimismo, “en magia el anudar una cuerda es un símbolo de coagulación o ligazón”13 lo cual tiene que ver con reunir lo disperso.

Las fiestas solsticiales

Como vemos, era una civilización muy ordenada, sin ser rígida. Lo lúdico también formaba parte importante de su cultura, no solo en los cuentos como nos dice Mercedes Serna, sino también en sus ceremonias más importantes como lo fueron los solsticios, llamadas Raimi. Eran fiestas en reconocimiento del Sol como “sumo, solo y universal Dios”, para las cuales se hacían toda una serie de preparativos de índole teatral, pues cada integrante del pueblo vestía con diferentes disfraces según su posición en el orden jerárquico del imperio. Se trataba de una fiesta escenificada, una representación actuante de su cosmogonía, donde todo estaba incluido, desde lo más bajo hasta lo más alto:

Hacía el Rey las primeras ceremonias como Sumo Sacerdote, que, aunque siempre había Sumo Sacerdote de la misma sangre, porque lo había de ser hermano o tío del Inca, de los legítimos de padre y madre, en esta fiesta, por ser particular del Sol, hacía las ceremonias el mismo Rey, como hijo primogénito de ese Sol, a quien primero y principalmente tocaba solemnizar su fiesta.

Los curacas venían con todas sus mayores galas e invenciones que podían haber: unos traían los vestidos chapados de oro y plata, y guirnaldas de lo mismo en las cabezas, sobre sus tocados.

Otros venían ni más ni menos que pintan a Hércules, vestida la piel de león y la cabeza encajada en la del indio, porque se precian los tales descender de un león.

Otros venían de la manera que pintan los ángeles, con grandes alas de un ave que llaman cúntur. Son blancas y negras, y tan grandes que muchas han muerto los españoles de catorce y quince pies de punta a punta de los vuelos; porque se jactan descender y haber sido su origen de un cúntur.

Otros traían máscaras hechas a posta, de las más abominables figuras que pueden hacer, y éstos son los yuncas. Entraban en las fiestas haciendo ademanes y visajes de locos, tontos y simples. Para lo cual traían en las manos instrumentos apropiados, como flautas, tamborinos mal concertados, pedazos de pellejos, con que se ayudaban para hacer sus tonterías.

Otros curacas venían con otras diferentes invenciones de sus blasones. Traía cada nación sus armas con que peleaban en las guerras: unos traían arcos y flechas, otros lanzas, dardos, tiraderas, porras, hondas y hachas de asta corta para pelear con una mano, y otras de asta larga, para combatir a dos manos.

Traían pintadas las hazañas que en servicio del Sol y de los Incas habían hecho; traían grandes atabales y trompetas, y muchos ministros que los tocaban; en suma, cada nación venía lo mejor arreada y más bien acompañada que podía, procurando cada uno en su tanto aventajarse de sus vecinos y comarcanos, o de todos, si pudiese.14


Bernard Picart, Le premier jour de la grande Fête du Soleil, 1723-1743.
Y anterior a las Raimi, además de los preparativos festivos también había una preparación interior de la que todos los integrantes del imperio estaban llamados a participar, el ayuno. Un gesto de contracción que promovía la purificación para así poder recibir renovados al dios Sol:

Preparábanse todos generalmente para el Raimi del Sol con ayuno riguroso, que en tres días no comían sino un poco de maíz blanco, crudo y unas pocas de yerbas que llaman chúcam y agua simple. En todo este tiempo no encendían fuego en toda la ciudad, y se abstenían de dormir con sus mujeres.

Pasado el ayuno, la noche antes de la fiesta, los sacerdotes Incas diputados para el sacrificio entendían en apercibir los carneros y corderos que se habían de sacrificar y las demás ofrendas de comida y bebida que al Sol se había de ofrecer. Todo lo cual se prevenía sabida la gente que a la fiesta había venido, porque de las ofrendas habían de alcanzar todas las naciones, no solamente los curacas y los embajadores sino también los parientes, vasallos y criados de todos ellos.

Las mujeres del Sol entendían aquella noche en hacer grandísima cantidad de una masa de maíz que llaman zancu; hacían panecillos redondos del tamaño de una manzana común, y es de advertir que estos indios no comían nunca su trigo amasado y hecho pan sino en esta fiesta y en otra que llamaban Citua, y no comían este pan a toda la comida, sino dos o tres bocados al principio; que su comida ordinaria, en lugar de pan, es la zara tostada o cocida en grano.

La harina para este pan, principalmente lo que el Inca y los de su sangre real habían de comer, la molían y amasaban las vírgenes escogidas, mujeres del Sol, y estas mismas guisaban toda la demás vianda de aquella fiesta; porque el banquete más parecía que lo hacía el Sol a sus hijos que sus hijas a él; y por tanto guisaban las vírgenes, como mujeres que eran del Sol.

Para la demás gente común amasaban el pan y guisaban la comida otra infinidad de mujeres diputadas para esto. Empero el pan, aunque era para la comunidad, se hacía con atención y cuidado de que a lo menos la harina la tuviesen hecha doncellas porque este pan lo tenían por cosa sagrada, no permitido comerse entre año, sino en solo esta festividad, que era fiesta de sus fiestas.15

Como toda cultura tradicional, constatamos una actitud ritual ante la vida, en donde todo es sagrado, pero sin exceso de solemnidad ni pompa pues como vemos, la alegría y el júbilo también estaban incluidos.

Y al hilo de las mujeres del Sol, nos dice Federico González Frías sobre el Acllauasi:

Entre los Incas, así se llamaba al lugar donde eran educadas las acllacunas, mujeres vírgenes elegidas consagradas al sol. Allí eran iniciadas en las artes –tan importantes entre los indios por su valor simbólico– de hilar y tejer y aprendían otros variados oficios femeninos. Estas mujeres eran cuidadosamente seleccionadas, y mientras habitaban en el acllauasi eran tuteladas por mujeres mayores que habían envejecido en él. En ese recinto de clausura se confeccionaban las vestiduras de los nobles y especialmente los maravillosos tejidos que eran presentados al Inca como encarnación del sol. En algunos casos, las acllacunas eran ofrecidas en sacrificio al propio astro. Había otras mujeres consagradas al culto, superiores a las acllas, llamadas mamaconas, que eran en realidad sabias y chamanas.16

Más allá del Sol

Como ya se ha dicho, el Sol o Inti en quechua, era el padre del Inca y la colla –su mujer legítima–, así como la deidad principal del imperio Inca. Y por respeto a dicha deidad, estaba prohibido alzar la mirada y verle directamente. Sin embargo, un día el Inca Huayna Capac levanta la mirada al cielo y tiene una revelación. Y en palabras del autor:

Cuentan los indios que un día, de los nueve que la fiesta duraba, con nueva libertad de la que solían tener de mirar al Sol (que les era prohibido, por parecerles desacato), puso los ojos en él o cerca, donde el Sol lo permite; y estuvo así algún espacio de tiempo mirándole. El Sumo Sacerdote, que era uno de sus tíos y estaba a su lado, le dijo: “¿Qué haces, Inca? ¿No sabes que no es lícito hacer eso?”

El Rey por entonces bajó los ojos, mas dende a poco volvió a alzarlos con la misma libertad y los puso en el Sol. El Sumo Sacerdote replicó diciendo: “Mira, Solo Señor, lo que haces, que demás de sernos prohibido el mirar con libertad a Nuestro Padre el Sol, por ser desacato, das mal ejemplo a toda tu corte y a todo tu Imperio, que está aquí cifrado para celebrar la veneración y adoración que a tu padre deben hacer, como a solo y supremo señor”. Huayna Cápac, volviéndose al sacerdote, le dijo: “Quiero hacerte dos preguntas para responder a lo que me has dicho. Yo soy vuestro Rey y señor universal, ¿habría alguno de vosotros tan atrevido que por su gusto me mandase levantar de mi asiento y hacer un largo camino?” Respondió el sacerdote: “¿Quién habría tan desatinado como eso?” Replicó el Inca: “¿Y habría algún curaca de mis vasallos, por más rico y poderoso que fuese, que no me obedeciese si yo le mandase ir por la posta de aquí a Chili?” Dijo el sacerdote: “No, Inca, no habría alguno que no lo obedeciese hasta la muerte todo lo que le mandases”.

El Rey dijo entonces: “Pues yo te digo que este Nuestro Padre el Sol debe de tener otro mayor señor y más poderoso que no él. El cual le manda hacer este camino que cada día hace sin parar, porque si él fuera el Supremo Señor, una vez que otra dejara de caminar, y descansara por su gusto, aunque no tuviera necesidad alguna”.17

A través de este relato de Huayna Capac, onceavo Inca, uno puede entrever su aspiración metafísica, de lo inmóvil o fijo que permite la proyección de lo móvil y sucesivo.

Profecía sobre la llegada de los españoles y el fin del imperio

Asimismo a través de Huayna Capac, llegó noticia de la profecía que anunciaba la llegada de los españoles. En palabras del Inca Garcilaso:

Huayna Cápac, sintiéndose mal, hizo llamamiento de los hijos y parientes que tenía cerca de sí y de los gobernadores y capitanes de la milicia de las provincias comarcanas que pudieron llegar a tiempo, y les dijo: “Yo me voy a descansar al cielo con Nuestro Padre el Sol, que días ha me reveló que de lago o de río me llamaría, y pues yo salí del agua con la indisposición que tengo, es cierta señal que Nuestro Padre me llama. Muerto yo, abriréis mi cuerpo, como se acostumbra hacer con los cuerpos reales; mi corazón y entrañas, con todo lo interior, mando se entierren en Quitu, en señal del amor que le tengo, y el cuerpo llevaréis al Cozco, para ponerlo con mis padres y abuelos. Encomiéndoos a mi hijo Atahuallpa, que yo tanto quiero, el cual queda por Inca en mi lugar en este reino de Quitu y en todo lo demás que por su persona y armas ganare y aumentare a su Imperio, y a vosotros, los capitanes de mi ejército, os mando en particular le sirváis con la fidelidad y amor que a vuestro Rey debéis, que por tal os lo dejo, para que en todo y por todo le obedezcáis y hagáis lo que él os mandare, que será lo que yo le revelaré por orden de Nuestro Padre el Sol. También os encomiendo la justicia y clemencia para con los vasallos, por que no se pierda el renombre que nos han puesto, de amador de pobres, y en todo os encargo hagáis como Incas, hijos del Sol”. Hecha esta plática a sus hijos y parientes, mandó llamar a los demás capitanes y curacas que no eran de la sangre real, y les encomendó la fidelidad y buen servicio que debían hacer a su Rey, y a lo último les dijo: “Muchos años ha que por revelación de Nuestro Padre el Sol tenemos que, pasados doce Reyes de sus hijos, vendrá gente nueva y no conocida en estas partes, y ganará y sujetará a su imperio todos nuestros reinos y otros muchos; yo me sospecho que serán de los que sabemos que han andado por la costa de nuestro mar; será gente valerosa, que en todo os hará ventaja. También sabemos que se cumple en mí el número de los doce Incas. Certifícoos que pocos años después que yo me haya ido de vosotros, vendrá aquella gente nueva y cumplirá lo que Nuestro Padre el Sol nos ha dicho y ganará nuestro Imperio y serán señores de él. Yo os mando que les obedezcáis y sirváis como a hombres que en todo os harán ventaja; que su ley será mejor que la nuestra y sus armas poderosas e invencibles más que las vuestras. Quedaos en paz, que yo me voy a descansar con mi Padre el Sol, que me llama”.18

Es curioso como el tema de la profecía del fin de la civilización con la llegada de los españoles –o en algunos casos incluso los mismos dioses–19 ha sido recurrente en diferentes culturas americanas. Y curioso es también que este acontecimiento –la llegada de los españoles y con ello el fin del imperio– coincida con el momento en el que tiene lugar la usurpación de poder en el núcleo interno del imperio inca. Pues como se cita más arriba, el Inca Huayna Capac lega parte de la soberanía del imperio –por el gran afecto que le tenía– a Atahualpa, hijo ilegítimo que había tenido con una princesa de Quito; algo que no se había practicado jamás, pues la tradición dictaba que el hijo primogénito legítimo, es decir aquél nacido de la unión con colla –mujer legítima– y por tanto el Inca sucesor, sería el único soberano del imperio. Pero los afectos corroen el buen gobierno de Huayna Cápac, y una vez que Atahualpa coge el mando de su parte del imperio, sus ansias de poder hacen que mate a su hermano Húascar –el Inca legítimo– y así toma posesión del imperio entero. Pero además, persigue y mata a todos los miembros de la familia real para así asegurarse que nadie pueda quitarle el poder.

Este declive que desembocará en el final del imperio tiene que ver con el fin de un ciclo, lo cual está caracterizado por acontecimientos de esta índole, pues la oscuridad vence gradualmente a la luz y predomina la ignorancia. Pero no hay que encarar esto con tristeza, puesto que el fin forma parte del plan divino, y los aspectos más bajos del Ser también han de manifestarse hasta agotarse ya que es la manera en que la deidad se regenera permanente e indefinidamente.

Esto en cuanto a lo lineal y sucesivo se refiere, pues existe otro tiempo, un tiempo mítico, aquel que escapa al devenir cíclico, y que sucede aquí y ahora, en lo simultáneo, un eterno presente que se hace efectivo en lo más secreto del corazón. La utopía, pues, está aquí contenida y vivenciarla es posible siempre que se haga Memoria de ella, pues como dice el poeta: “hay otros mundos, pero están en este”.

NOTAS
1 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Utopía. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
2 Ibíd. Entrada: Himnos Órficos.
3 Federico González, El simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
4 Ibíd.
5 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales. Ed. Castalia, Madrid, 2016.
6 Federico González Frías,  Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Ancestro, ibíd.
7 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales, op. cit.
8 Ibíd.
9 Ver capítulo “El realismo utópico americano” en el libro de Federico González Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
10 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales, ibíd.
11 Ibíd. Pie de nota de Mercedes Serna.
12 Jámblico, Vida pitagórica. Ed. Etnos, Madrid, 1991.
13 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Nudos, ibíd.
14 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales, ibíd.
15 Ibíd.
16 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Acllauasi, ibíd.
17 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios Reales, ibíd.
18 Ibíd.
19 Ver nota de Mireia Valls en este mismo número de la revista: El rey-sacerdote Quetzalcóatl y la rebelión de los guerreros.
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