SYMBOLOS

Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis

ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA,
DEL GOLFO DE MÉXICO A LAS
CATARATAS DE IGUAZÚ

PABLO RÍO



Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Busto en un parque de Houston, Texas.

Una vida de peregrinaje por el Nuevo Mundo

A propósito de las Américas y bajo los auspicios de una utopía llamada “república de las letras”,1 tenemos la oportunidad de interesarnos por el papel de uno de aquellos exploradores que, bajo el amparo de las coronas europeas, se aventuraron a cruzar las aguas más allá de las columnas de Hércules, siguiendo la estela del Almirante Colón, en lo que ha venido en llamarse la “conquista” de las Américas,2 en nombre de Su Majestad y de la evangelización cristiana. Y lo plasmaron por escrito, dejaron su testimonio.

Entre los llamados cronistas3 de las Américas, la figura de Cabeza de Vaca es singular y signada por continuos infortunios, a los que deberá ir dando respuesta. La búsqueda de honores y riqueza en nombre de Su Majestad quedará desacreditada al final de sus días, hasta el punto de mencionárselo como “el conquistador que no conquistó nada”.

Sus crónicas se diferencian de otras por contener una vivencia directa y personal de lo narrado; Cabeza de Vaca habla por experiencia propia y no por medio de otros testigos. Una experiencia de supervivencia y tenacidad que convirtieron su vida en extraordinaria. Y esto último es un aspecto a destacar desde la perspectiva de la simbólica, pues se trata de la biografía de seres que encarnan, sean o no conscientes de ello, determinadas funciones en lo tocante al conocimiento iniciático y simbólico, dejando huella. Creemos, por tanto, que su relato contiene enseñanzas universalmente válidas para todo aquél que se sienta interpelado por el símbolo; y del mismo modo, señalar que la gracia4 se manifestó a nuestro protagonista en numerosas ocasiones a lo largo de su peregrinaje, esa misma gracia que se vierte sobre quienes sinceramente y con absoluto desinterés se encaminan por los vericuetos de la iniciación.

En todo este tiempo no comí bocado ni hallé cosa que pudiese comer; y como traía los pies descalzos, corrióme de ellos mucha sangre, y Dios usó conmigo de misericordia, que en todo este tiempo no ventó el norte, porque de otra manera ningún remedio había yo vivir; y a cabo de cinco días llegué a una ribera de un río, donde yo hallé a mis indios, que ellos y los cristianos me contaban ya por muerto, y siempre creían que alguna vívora me había mordido.

No tenía, cuando en estos trabajos me veía, otro remedio ni consuelo sino pensar en la pasión de nuestro redemptor Jesucristo y en la sangre que por mí derramó, y considerar cuánto más sería el tormento que de las espinas el padesció que no aquél que yo entonces sufría.5

En Naufragios y Comentarios, las dos crónicas que escribiera el jerezano, la narración se convierte en símbolo de la tribulación. La biografía de Cabeza de Vaca nos permite, aún hoy, contemplarla bajo la luz del símbolo, del mito y del rito. Por eso creemos poder esbozar algunos rasgos que rescaten y vivifiquen la simbólica de los pueblos indígenas con quienes se las tuvo que ver; pero también y al mismo tiempo, un esbozo que nos permita añadir elementos de comprensión acerca de un período de la historia sagrada en el que finalizaba un subciclo para dar comienzo otro; y de este modo rescatar lo más esencial de estas experiencias a través del símbolo como vehículo, pues en ellas subyace, más allá de su ropaje, la unidad trascendente de todas las tradiciones. Así lo expresa Federico González:

El hombre americano, el que a través de los ritos de iniciación reitera el gesto creativo, asiste a la generación de un mundo luminoso y ordenado siempre nuevo e intocado dentro de sí, que da validez y razón a su existencia. Pues siendo hijo de la madre tierra –como el maíz–, que ha sido fecundada por el cielo, se yergue como intermediario que reúne ambos principios, lo que lo hace capaz de ascender, de retornar nuevamente al cielo –y desde allí volver a descender si fuera menester– ejecutando el cumplimiento de la ley cíclica. Ésta quizá sea la característica básica de la Unidad Arquetípica entre las distintas tradiciones y se encuentra de una u otra manera en la totalidad de las sociedades y sus símbolos, así estas culturas hayan o no producido altas civilizaciones.6

Y un poco más adelante:

Los símbolos en que se expresaron sus conocimientos son análogos y se refieren unánimemente a la misma cosmogonía prototípica. Así fuesen estos indígenas nómades, recolectores, cazadores o seminómades con agricultura incipiente. (...) Sin embargo estas culturas no son de ninguna manera inferiores a las sedentarias y necesitan muy pocos elementos para relacionar las cosas necesarias para comprender al mundo y vivir armónicamente en él.

Volviendo a nuestro explorador y centrándonos en su narración, observamos que Cabeza de Vaca hace una relación bastante detallada tanto de sus propias peripecias como de sus encuentros con los distintos pueblos indígenas; libre de un lenguaje pomposo. Pero es algo más que un relato, es un extraordinario libro de viajes en los que saldrán a escena un elenco de personajes entre frailes, truhanes, desesperados y vagabundos que se enfrentan a situaciones patéticas en medio de una naturaleza implacable y los pueblos que la habitaban. Creemos posible realizar un trabajo interior, simbólico e iniciático y comprobar que esos pueblos llamados ‘primitivos’ expresan una cosmogonía análoga a la de todos los pueblos y culturas tradicionales. Las aventuras de nuestro protagonista son, si así pudiera decirse, una paradoja didáctica: héroes que, en muchos casos, acaban en la pérdida u olvido de la propia función que cumplieron. La crónica de Cabeza de Vaca es un documento que nos muestra detalladamente la experiencia trágica de la aventura americana en la que se produce una completa transformación, incluso inversión: el conquistador conquistado. Una experiencia de vicisitudes en la que la “desnudez del hombre”, la vivencia de la muerte y la resurrección –naufragio tras naufragio– son sus logros finales. Así nos cuenta en qué consistió el último de sus naufragios en su primera expedición a la Florida:

Como la costa es muy brava, el mar de un tumbo echó a todos los otros, envueltos en las olas y medio ahogados, en la costa de la misma isla, sin que faltasen más de los tres que la barca había tomado debajo. Los que quedamos escapados, desnudos como nascimos y perdido todo lo que traíamos, y aunque todo valía poco, para entonces valía mucho. Y como entonces era por noviembre, y el frío muy grande, y nosotros tales que con poca dificultad nos podían contar los huesos, estábamos hechos propia figura de la muerte.7

Mercedes Serna, en nota, nos aclara el contexto de este último naufragio:

Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en este capítulo, relata su estancia y la de un reducido grupo de conquistadores, como náufragos, en la isla del Mal Hado. A la debilidad e indefensión en que se encuentran le suceden el terror y el miedo, así como la distorsión de la realidad. Los náufragos comen lo que los indígenas les dan y almacenan víveres para intentar, por última vez, la travesía hasta los bergantines perdidos o hasta las costas de la colonia más próxima. Desentierran la canoa que estaba llena de arena y se quitan las ropas para ir metiéndola en el mar. Es el último de los naufragios de Álvar Núñez Cabeza de Vaca.8

Cabeza de Vaca es uno de esos hombres en quienes germinó la semilla de la aventura escuchando los relatos de los que regresaban de las Indias. Simboliza a aquéllos que lo arriesgan todo siguiendo un sueño, pues “el hombre lleva en sí el ansia de ampliar sus horizontes, lo que equivale en el exterior al viaje y la novedad de otras tierras. Arriesga su vida en ello, se juega entero”.9

Lo que también es percibido por estudiosos como Leonard Irving, que dice así:

Tal vez reaccionando contra el aciago realismo de su propio medio, los españoles que escuchaban estas fantasías se escapaban de sí mismos en alas de lo irreal, y a medida que su imaginación se ponía incandescente, incubaban la pasión por la aventura y el descubrimiento.10

Todo ello en el marco del Renacimiento y su pensamiento utópico, cuya influencia se hizo sentir en todas aquellas almas que se abrieron para captar la atmósfera de su tiempo: un furor por un Nuevo Mundo. Porque, en última instancia, nos estamos refiriendo a una simbólica universal que se manifiesta internamente, en el corazón del hombre, o sea el viaje interior:

La aventura del conocimiento se describe muchas veces como un viaje o peregrinaje. “Un viaje de mil millas comienza ante tus pies”. Esencialmente, el peregrinaje se relaciona con la búsqueda del Centro del Mundo, donde se establece la comunicación interna con los estados superiores de uno mismo. Se trata de alcanzar la Patria Celeste, que es la verdadera morada del hombre, pues, como mencionan diversas tradiciones, el hombre es un extranjero en esta tierra. La palabra “peregrino” no quiere decir sino eso: extranjero. “Vosotros no sois de este mundo”. Así, desde que intuimos que no somos de “aquí”, la vida misma, con sus avatares, sus luchas, sus pasiones, luces y sombras, se convierte en un símbolo ejemplar de esa búsqueda interior. A partir de ese momento cualquier acontecimiento o suceso revelará siempre algo, se tornará significativo y simbólico.
Más concretamente, las denominadas peregrinaciones a los lugares santos o sagrados se consideran como las etapas del proceso iniciático, vinculado a la idea de laberinto y de “perderse para encontrarse”.
También las pruebas simbólicas de la Iniciación se denominan “viajes”, en las cuales, además de la influencia espiritual que transmiten, se psicodramatizan ritualmente las inhibiciones y tendencias negativas del ego, agotándolas al emerger al exterior. A pesar de sus múltiples dificultades, el peregrino, en su viaje interno y externo, recorre un camino arquetípico, en donde el símbolo es vivido (ritualizado) y se le revela con toda la potencia de su energía ordenadora permitiéndole conocer simultáneamente la realidad de un tiempo mítico, en el que lo prodigioso se hace coetáneo con la realidad horizontal.
Todo se da en la “rueda de la vida”, espejo y receptáculo de las energías del cosmos, la que el peregrino, en efecto, ha de reconocer en sí mismo para llegar al centro o corazón inmóvil de la rueda, allí donde se produce la identificación con lo Universal y el retorno a su verdadero origen.11

El primer viaje al Nuevo Mundo


Ruta de Narváez y Cabeza de Vaca.
Nacido en Jerez de la Frontera en incierta fecha –1481-1488–, nuestro protagonista es hijo de Teresa Cabeza de Vaca y de Francisco de Vera. En 1512 se alistó en la armada para participar en la batalla de Rávena, y fue nombrado alférez cerca de Nápoles. A su regreso a España será nombrado camarero mayor del duque de Medina Sidonia. También estuvo frente a la revuelta de los comuneros en 1520; dos años más tarde combatió contra los franceses en Puente la Reina, Navarra.

Con estos antecedentes, nuestro narrador así cuenta su partida como tesorero y alguacil mayor en la expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en Naufragios:12

A 17 días del mes de junio de l527 partió del puerto de San Lúcar de Barrameda el gobernador Pánfilo de Narváez, con poder y mandato de Vuestra Majestad para conquistar y gobernar las provincias que están desde el río de las Palmas hasta el cabo de la Florida, las cuales son en Tierra Firme; y la armada que llevaba eran cinco navíos, en los cuales, poco más o menos, irían seiscientos hombres.13

Embarquémonos con él y dispongámonos a vivir ese peregrinaje, análogamente, en el interior de nuestra alma, y así poder revivificar el símbolo a través de su recorrido por la Florida y las tierras interiores del golfo de México, durante nueve largos años en los que hubo de arrostrar, junto a otros tres hombres, su destino.

Llegados a la isla de Santo Domingo, la expedición, todavía unida, pasará el invierno en Cuba después de perder dos navíos y 60 hombres en una tormenta en el puerto de la Trinidad. En abril de 1528 llegan a la bahía de Tampa sin saber dónde se hallaban por extravío de Narváez, y el 1 de mayo atracan en la península de Florida. El Capitán estaba deseoso del supuesto oro14 que escondían los Apalaches:

… hallamos también muestras de oro. Por señas preguntamos a los indios de adonde habían habido aquellas cosas i señaláronnos que muy lejos de allí había una provincia que se decía Apalache, en la cual había mucho oro, y hacían seña de haber muy gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en algo. Decían que en Apalache había mucho, y tomando aquellos indios por guía, partimos de allí.15

Pero hallaron escasez de alimentos y hostilidad nativa en medio de la desorientación. Se extiende el descontento y Cabeza de Vaca se postula como opositor de Narváez. Ante las dificultades de avanzar por tierra, construyen cinco barcas para abandonar la zona por mar. Realizaron una dificultosa navegación de cabotaje durante mes y medio en la que el agua se les pudrió y murió gente. Ante la muerte como único horizonte avistaron lo que hoy se conoce como el delta del Mississippi. Empiezan así las continuas refriegas con los nativos de la zona. En una retirada, tres embarcaciones se extravían y las otras dos se reencuentran días después; en cada una de ellas iba, respectivamente, Cabeza de Vaca y Narváez; éste último decide que se trata de un “sálvese quien pueda” y se aleja remando después del encuentro. No sobrevivirá.

Rota por completo la expedición, la canoa de Álvar logra avistar tierra firme en lo que tal vez eran las actuales Loussiana o Texas. En esas tierras se encontraron con una tribu que les dio provisiones, pero ante el temor que se repitieran los ataques que ya venían sufriendo, abandonan rápidamente la zona. Pero las dificultades no cesan: se desata una tempestad de la que son rescatados por el mismo grupo indígena que la tribu anterior. Una vez en el poblado se reencuentran con algunos de los extraviados en las anteriores emboscadas. Durante este tiempo parece dominar más el miedo a morir a causa de las condiciones –hambre, frío y sed– que el de ser sacrificados por los indígenas.

Los indios, de ver el desastre que nos había venido y el desastre en que estábamos, con tanta desventura y miseria, se sentaron entre nosotros, y con el gran dolor y lástima que hobieron de vernos en tanta fortuna, comenzaron todos a llorar recio, y tan de verdad, que lejos de allí se podía oír, y esto les duró más de media hora; y cierto ver que estos hombres tan sin razón y tan crudos, a manera de brutos, se dolían tanto de nosotros, hizo que en mí y en otros de la compañía cresciese más la pasión y la consideración, de nuestra desdicha.16

El lloro o el llanto tiene una significación simbólica asociada a la lluvia y la fecundidad de la tierra; al mismo tiempo tiene en el individuo, internamente, una función catártica y transformadora.

Y una vez rescatados y llevados al poblado:

... y de esta manera fuimos hasta sus casas, donde hallamos que tenían hecha una casa para nosotros, y muchos fuegos en ella; y desde a un hora que habíamos llegado, comenzaron a bailar y hacer grande fiesta, que duró toda la noche, aunque para nosotros no había placer, fiesta ni sueño, esperando cuándo nos habían de sacrificar; la mañana nos tornaron a dar pescado y raíces, y hacer tan buen tratamiento, que nos aseguramos algo y perdimos algo el miedo al sacrificio.17

Tanto algunos de los expedicionarios como los propios indígenas, pasado cierto tiempo, empezaron a enfermar y fallecer. En un primer momento los nativos culpan a los foráneos y quieren matarlos, pero al comprobar que éstos mismos también están muriendo, concluyen que los supervivientes deben de poseer “poder de curación”; al punto que obligan a los mismos a curar a los enfermos. Cabeza de Vaca se arrodilló, los santiguó, sopló y sanaron; esto bastó para recibir buen trato durante cierto tiempo; hasta que fue esclavizado.

Yo hube de quedar con estos mismos indios de la isla más de un año, y por el mucho trabajo que me daban y mal tratamiento que me hacían, determiné de huír de ellos y irme a los que moran en los montes y Tierra Firme, que se llaman los de Charruco, porque yo no podía sufrir la vida que con estos otros tenía. (...) Y por esto yo puse en obra de pasarme a los otros, y con ellos me suscedió algo mejor; y porque yo me hice mercader, procuré de usar el oficio lo mejor que supe, y por esto ellos me daban de comer y me hacían buen tratamiento y rogábanme que me fuese de unas partes a otras por cosas que ellos habían menester, porque por razón de la guerra que contino traen, la tierra no se anda ni se contrata tanto.18

Tanto Cabeza de Vaca como sus otros compañeros de tribulación19 aprenderán prácticas de sanación de los indígenas, produciéndose un auténtico encuentro simbólico en cuanto a los ritos de curación. Veamos un episodio concreto acontecido en la isla de Mal Hado:

De lo que nos acaesció en la isla de Mal Hado
En aquella isla que he contado nos quisieron hacer físicos sin examinarnos ni pedirnos los títulos, porque ellos curan las enfermedades soplando al enfermo, y con aquel soplo y las manos echan de él la enfermedad, y mandáronnos que hiciésemos lo mismo y sirviésemos en algo; nosotros nos reíamos de ello, diciendo que era burla y que no sabíamos curar; y por esto nos quitaban la comida hasta que hiciésemos lo que nos decían. Y viendo nuestra porfía, un indio me dijo a mi que yo no sabía lo que decía en decir que no aprovecharía nada aquello que él sabía, ca las piedras y otras cosas que se crían por los campos tienen virtud; y que él con una piedra caliente, trayéndola por el estómago, sanaba y quitaba el dolor, y que nosotros, que éramos hombres, cierto era que teníamos mayor virtud y poder. En fin, nos vimos en tanta necesidad, que lo hobimos de hacer, sin temer que nadie nos llevase por ello la pena. La manera que ellos tiene en curarse es ésta: que en viéndose enfermos, llaman a un médico, y después de curado, no sólo le dan todo lo que poseen, más entre sus parientes buscan cosas para darle. Lo que el médico hace es dalle una sajas adonde tiene el dolor, y chúpanles al derredor de ellas. Dan cauterios de fuego, que es cosa entre ellos tenida por muy provechosa, y yo lo he experimentado, y me suscedió bien de ello; y después de esto, soplan aquel lugar que les duele, y con esto creen ellos que les quita el mal.
La manera con que nosotros curamos era santiguándolos y soplarlos, y rezar un Pater Noster y un Ave María, y rogar lo mejor que podíamos a Dios nuestro Señor que les diese salud, y espirase en ellos que nos hiciesen algun buen tratamiento. Quiso Dios nuestro Señor y su misericordia que todos aquellos por quien suplicamos, luego que los santiguamos decían a los otros que estaban sanos y buenos; y por este respecto nos hacían buen tratamiento, y dejaban ellos de comer por dárnolo a nosotros, y nos daban cueros y otras cosillas. Fue tan extremada la hambre que allí se pasó, que muchas veces estuve tres días sin comer ninguna cosa, y ellos también lo estaban, y parescíame ser cosa imposible durar la vida, aunque en otras mayores hambres y necesidades me vi después, como adelante diré. Los indios que tenían a Alonso del Castillo y Andrés Dorantes, y a los demás que habían quedado vivos, como eran de otra lengua y de otra perentela, se pasaron a otra parte de la Tierra Firme a comer ostiones, y allí estuvieron hasta el 1º día del mes de abril, y luego volvieron a la isla, que estaba de allí hasta dos leguas por lo más ancho del agua, y la isla tiene media legua de través y cinco de largo.
Toda la gente de esta tierra anda desnuda; solas las mujeres traen de sus cuerpos algo cubierto con una lana que en los árboles se cría. Las mozas se cubren con unos cueros de venados. Es gente muy partida de lo que tienen unos con otros. No hay entre ellos señor. Todos los que son de un linaje andan juntos. Habitan en ella dos maneras de lenguas; a los unos llaman de Capoques, y a los otros de Han; tienen por costumbre cuando se conoscen y de tiempo a tiempo se ven, primero que se hablen, estar media hora llorando, y acabado esto, aquel que es visitado se levante primero y da al otro todo cuanto posee, y el otro lo rescibe, y de ahí a un poco se va con ello, y aun algunas veces, después de rescebido, se van sin que hablen palabra. Otras extrañas costumbres tienen; mas yo he contado las más principales y más señaladas por pasar adelante y contar lo que más nos suscedió.20

Lo aquí relatado en el ámbito de las “artes de la curación”, nos sugiere algunas cuestiones simbólicas y sus correspondientes analogías. En primer lugar, el gesto de santiguar al enfermo contiene el trazado de una cruz –emblema–, y ésta es un símbolo de la realización del “Hombre Universal”, vinculado directamente con la Tradición Primordial: es “el signo de la cruz, que representa muy claramente la manera en que se alcanza esta realización mediante la comunión perfecta de la totalidad de los estados del ser, armónica y conformemente jerarquizados, en expansión integral en los dos sentidos de la ‘amplitud’ y de la ‘exaltación’”.21 La cruz, al contener potencialmente en su centro todas las posibilidades del ser, expresa también la comunión de la Tierra y el Cielo. Este símbolo reúne en sí las cuatro direcciones del espacio, la unión de los complementarios y la resolución de las oposiciones –la guerra y la paz, la salud y la enfermedad–, así como la representación geométrica de los grados de la existencia y de los estados del ser. Y es el símbolo de la evangelización cristiana por representar en su centro al Cristo crucificado; sin olvidar el crismón, que añade un eje para simbolizar la tridimensión y fue la égida de Constantino. La gracia recibida se percibe bajo la mirada de una concordancia entre la voluntad del Cielo y el rito efectuado, lo que produce, en lo más íntimo del alma del hombre, la realización de la cosmogonía, o sea una perpetua regeneración.

En segundo lugar, el rito del soplo o aliento de vida con que el chamán realiza la curación y que los nativos enseñan a Cabeza de Vaca, es universal. Así, para los egipcios es el Ankh,22 un símbolo del hálito de vida suministrado por los dioses. Los griegos tenían el término “pneuma” para designar el “soplo o espíritu que anima el concierto universal, también es el vapor del suelo que inspira a la pitonisa délfica. Asimismo, es el aire caliente que emanado de un fuego vital recorre todo el cuerpo como un dios o un espíritu infatigable”.23 Análogamente, para las tradiciones judía y cristiana, en el Génesis II, 7 encontramos: “Insufló en su nariz aliento de vida”. La tradición hindú lo denomina “prâna” y se halla “ligado al elemento aire y, fundamentalmente a la respiración, siendo la manera que el hombre tiene para conectarse con el concierto universal”;24 en los Vedas se lo identifica, en sentido universal, con Brahma mismo. En la Tradición Hermética también se lo relaciona con la regeneración, puesto que “este nacer de nuevo a otra realidad es visto como una resurrección a un distinto nivel de conciencia, o a otro plano vital. El neófito renace de sus propias cenizas como lo hace el pájaro Fénix, siendo éste el acceso a una vida diferente”.25

Y continúa la aventura. Se siguen narrando peripecias y dificultades por un tiempo:

Fueron casi seis años el tiempo que yo estuve en esta tierra solo entre ellos y desnudo, como todos andaban. La razón por que tanto me detuve fué por llevar conmigo un cristiano que estaba en la isla, llamado Lope de Oviedo. El otro compañero de Alaniz, que con él había quedado cuando Alonso del Castillo y Andrés Dorantes con todos los otros se fueron, murió luego; y por sacarlo de allí yo pasaba a la isla cada año y le rogaba que nos fuésemos a la mejor maña que pudiésemos en busca de cristianos, y cada año me detenía diciendo que el otro siguiente nos iríamos.26

Los cuatro supervivientes27 de la expedición de Narváez fueron Cabeza de Vaca, Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y Esteban –Estebanico el Negro–. Estos cuatro hombres hicieron uno de los más extraordinarios viajes de la época: desde la costa de la Florida en el Golfo de México, llegando casi hasta la costa pacífica, en la región de Sinaloa, Norte de México. Naufragios es una de las fuentes más significativas de la época que testifica esa posibilidad de contacto y convivencia entre representantes de dos culturas. Viajaron, comerciaron y vivieron padecimientos y alegrías junto a ellos. Además, fueron numerosas las tribus con las que se las vieron:

También quiero contar sus naciones y lenguas, que desde la isla de Mal Hado hasta los últimos hay. En la isla de Mal Hado hay dos lenguas: a los unos llaman de Caoques y a los otros llaman de Han. En la Tierra Firme, enfrente de la isla, hay otros que se llaman de Chorruco, y toman el nombre de los montes donde viven.
Adelante, en la costa del mar, habitan otros que se llaman Doguenes, y enfrente de ellos otros que tienen por nombre los de Mendica. Más adelante, en la costa, están los quevenes, y enfrente de ellos, dentro en la Tierra Firme, los mariames; y yendo por la costa adelante, están otros que se llaman guaycones y enfrente de éstos, dentro en la Tierra Firme, los iguaces. Cabo de éstos están otros que se llaman atayos, y detrás de éstos, otros, acubadaos, y de éstos hay muchos por esta vereda adelante. En la costa viven otros llamados quitoles, y enfrente de éstos, dentro de la Tierra Firme, los avavares. Con éstos se juntan los maliacones, y otros cutalchiches, y otros que se llaman susolas, y otros que se llaman comos, y adelante en la costa están los camoles, y en la misma costa adelante, otros a quien nosotros llamamos los de los higos. Todas estas gentes tienen habitaciones y pueblos y lenguas diversas.

Y un poco más adelante:

Como los indios fueron idos y llevaron sus indios sanos, partimos donde estaban otros comiendo tunas, y éstos se llaman cutalches y malicones, que son otras lenguas, y junto con ellos había otros que se llamaban coayos y susolas, y de otra parte otros llamados atayos, y éstos tenían guerra con los susolas, con quien se flechaban cada día; y como por toda la tierra no se hablase sino en los misterios que Dios nuestro Señor con nosotros obraba, venían de muchas partes a buscarnos para que los curásemos; y a cabo de dos días que allí llegaron, vinieron a nosotros unos indios de los susolas y rogaron a Castillo que fuese a curar un herido y otros enfermos, y dijeron que entre ellos quedaba uno que estaba muy al cabo. Castillo era médico muy temeroso, principalmente cuando las curas eran muy temorosas y peligrosas, y creía que sus pecados habían de estorbar que no todas veces suscediese bien el curar. Los indios me dijeron que yo fuese a curarlos, porque ellos me querían bien y se acordaban que les había curado en las nueces, y por aquello nos habían dado nueces y cueros; y esto había pasado cuando yo vine a juntarme con los cristianos; y así, hube de ir con ellos, y fueron conmigo Dorantes y Estebanico, y cuando llegué cerca de los ranchos que ellos tenían, yo ví el enfermo que íbamos a curar que estaba muerto, porque estaba mucha gente al derredor de él llorando y su casa deshecha, que es señal que el dueño estaba muerto; y ansí, cuando yo llegué hallé el indio los ojos vueltos y sin ningún pulso, y con todas señales de muerto, según a mí me paresció, y lo mismo dijo Dorantes. Yo le quité una estera que tenía encima, con que estaba cubierto, y lo mejor que pude supliqué a nuestro Señor fuese servido de dar salud a aquél y a todos los otros que de ella tenían necesidad; y después de santiguado y soplado muchas veces, me trajeron su arco y me lo dieron, y una sera de tunas molidas, y lleváronme a curar otros muchos que estaban malos de modorra.
Nosotros estuvimos con aquellos indios avavares ocho meses, y esta cuenta habíamos por las lunas. En todo este tiempo nos venían de muchas partes a buscar, y decían que verdaderamente nosotros éramos hijos del Sol. Dorantes y el negro hasta allí no habían curado; mas por la mucha importunidad que teníamos, viniéndonos de muchas partes a buscar, venimos todos a ser médicos, aunque en atrevimiento y osar acometer cualquier cura era yo más señalado entre ellos, y ninguno jamás curamos que nos dijese que quedaba sano; y tanta confianza tenían que habían de sanar si nosotros los curásemos, que creían que en tanto que allí nosotros estuviésemos ninguno de ellos había de morir.28
De éstos nos partimos, y anduvimos por tantas suertes de gentes y de tan diversas lenguas, que o basta memoria a poderlas contar, y siempre saqueaban los unos a los otros; y así los que perdían como los que ganaban quedaban muy contentos.29
Porque siempre tuvimos por cierto que yendo la puesta del Sol habíamos de hallar lo que deseábamos; y ansí, seguimos nuestro camino, y atravesamos toda la tierra hasta salir a la mar del Sur.30


Mapa que delimita la geografía de los pueblos indígenas en Texas.

En septiembre de 1534 entraron en un área controlada por las tribus Avavares, quienes ya sabían de los poderes sanadores que se les atribuía a través de los Karankawa. Los Susolas también solicitaron sus servicios. En este último caso atendieron a un hombre aparentemente muerto. Álvar Núñez se arrodilló junto a él, le hizo la señal de la cruz, y le sopló, y al cabo de un rato el paciente se levantó sano. Con este acontecimiento consiguió una gran fama, hasta el punto de ser considerados, él y sus compañeros, como “Hijos del Sol”. Entre la fama adquirida y los tratos comerciales anduvo su tránsito por estas tierras:

De cómo curamos aquí unos dolientes
Aquella misma noche que llegamos vinieron unos indios a Castillo, y dijéronle que estaban muy malos de la cabeza, rogándole que los curase; y después que los hubo santiguado y encomendado a Dios, en aquel punto los indios dijeron que todo el mal se les había quitado; y fueron a sus casas y trujeron muchas tunas y un pedazo de carne de venado, cosa que no sabíamos qué cosa era; y como esto entre ellos se publicó, vinieron otros muchos enfermos en aquella noche a que los sanase, y cada uno traía un pedazo de venado; y tantos eran, que no sabíamos adónde poner la carne. Dimos muchas gracias a Dios porque cada día iba cresciendo su misericordia y mercedes; y después que se acabaron las curas comenzaron a bailar y hacer sus areitos y fiestas, hasta otro día que el Sol salió; y duró la fiesta tres días por haber nosotros venido, y al cabo de ellos les preguntamos por la tierra de adelante, y por la gente que en ella hallaríamos, y los mantenimientos que en ella había.31
Por todo este camino teníamos muy gran trabajo, por la mucha gente que nos seguía, y no podíamos huír de ella, aunque lo procurábamos, porque era muy grande la priesa que tenían por llegar a tocarnos; y era tanta la importunidad de ellos sobre esto, que pasaban tres horas que no podíamos acabar con ellos que nos dejasen.32

No obstante, también inspiraron temor –contrapunto dual en toda manifestación–. Un día, Cabeza de Vaca se enojó con un grupo que les hospedaba y se retiró fuera del campamento a dormir. Durante aquella noche hubo de entre los nativos gente que enfermó, muriendo algunos; lo que provocó que acudieran llorando a pedirle perdón.

Con el transcurrir del tiempo, los españoles acabaron explorando Arizona y California. En cierto momento hallaron a un indio que llevaba una hebilla colgada de su cuello; les dijo que pertenecía a unos hombres barbudos que habían “llegado del cielo a caballo”. De este modo se reencuentran con otros españoles, quienes les conducirán hasta Culiacán; allí el alcalde, Melchor Díaz, los acoge y, una vez recuperados, son enviados a ciudad de México para que el Virrey Mendoza conociera su historia. En mayo de 1536 partirán hacia Compostela, capital de la Nueva Galicia. Dos semanas después acabarán reuniéndose con Hernán Cortés, que por aquél entonces tenía el título de marqués del valle de Oaxaca. Será en ciudad de México desde donde la historia de la odisea de Cabeza de Vaca adquirirá fama, tanto en la colonia como en Europa. En verano de 1537 Cabeza de Vaca decide regresar a España y lo hará desde el puerto de La Habana. Durante la travesía del Atlántico, a la altura de las islas Azores, sufren el ataque de corsarios franceses; no obstante, obtienen la ayuda de varios navíos portugueses que les escoltaron hasta Lisboa, donde llegará el 9 de agosto de 1537. Nueve años plenos de dificultades quedaban atrás, por el momento.

Naufragios y El Dorado: fama, honores y regreso al Viejo Mundo

A su regreso a España, creyendo que sus hazañas eran merecedoras de un reconocimiento del rey, tuvo el propósito de exculparse del fracaso de la misión atribuyendo a Narváez toda la responsabilidad. Entonces, Álvar Núñez Cabeza de Vaca decide escribir una relación al respecto, que a partir del siglo XVIII fue titulada Naufragios, redactada entre 1537 y 1540. Durante este tiempo, el jerezano fue una figura singular y con un alto grado de reconocimiento, alguien con quien convenía hablar por sus experiencias y sus datos relativos al Nuevo Mundo, como por ejemplo el conocimiento que tuvo de la mítica ciudad de El Dorado y las siete ciudades de Cíbola; estas últimas las creyó hallar Francisco Vázquez de Coronado, en 1540, al confundir el Gran Cañón del Colorado con los techos de oro de esas ciudades. Se trata de una geografía imaginada, cuya reminiscencia clásica a través de los mitos recuperados del Renacimiento, insufla en el alma de los hombres de aquellos tiempos el ansia de nuevos descubrimientos cartográficos y antropológicos. Durante los años en que Álvar Núñez reside en España antes de su segundo viaje, éste se convierte en una referencia, como ya se ha dicho.

El segundo viaje al Nuevo Mundo: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, adelantado, gobernador y capitán


Mapa de Paraguay, provincia del Río de La Plata.
Pedro de Mendoza, quien había fundado Buenos Aires en 1536, fallece de camino a España sin poder informar al emperador. En esa nueva ciudad había quedado al mando su lugarteniente Juan de Ayolas, del que no se tenía noticia desde 1539. Cabeza de Vaca, al tiempo que escribe Naufragios, convencerá al monarca para organizar un viaje en noviembre de 1540 a la región de La Plata: en el caso de que Ayolas hubiese muerto, le serían entregados el cargo de “adelantado, gobernador y capitán general”. Partirá junto a él Estebanico el Negro, quien fue uno de los primeros africanos en pisar el continente americano y compañero de supervivencia, junto a Dorantes y Del Castillo, como ya hemos visto.

Llegarán a la isla de Santa Catalina en enero de 1541. Nada más arribar se supo que Juan de Ayolas había fallecido y que en su lugar le sustituía, desde la sede de gobierno de Asunción, Domingo Martínez de Irala. Álvar Núñez se dirigirá hacia Asunción; pero lo hará por tierra y por cauces fluviales, en vez de tomar una ruta marítima. Emprendió así un viaje de dos mil kilómetros, guiado por indígenas tupís-guaraníes, a través de selvas, ríos y barrancos; navegó por el Iguazú hasta sus cataratas, llegando a Asunción el 11 de marzo de 1542. Fue el primer europeo que describió lo que hoy conocemos como las cataratas de Iguazú; él las llamó “salto de Santa María”.

De aqueste río llamado Iguazu, el gobernador y su gente pasaron adelante descubriendo tierra, y a 3 días del mes de diciembre llegaron a un río que los indios llaman Tibagi. Es un río enladrillado de losas grandes, solado, puestas en tanto orden y concierto como si a mano se hobieran puesto.33

Un viaje de descubrimiento así tiene el carácter de gesta. Moverse por los vericuetos de ríos, montañas y selva virgen hasta sus fuentes, en medio de una naturaleza habitada por los nativos “pueblos guaraníes”, no sólo es una aventura, sino que nos evoca la tierra sagrada, la Mater Genitrix, es decir una geografía que,

Al igual que la historia, está considerada como una ciencia sagrada, en contraposición a lo que bajo este mismo nombre estudia la ciencia contemporánea, que ignora que la Tierra es un ser vivo que respira y siente, y que posee, además de un cuerpo, un alma y un espíritu. A este respecto, recordaremos lo que nos enseña la Alquimia cuando habla de la generación y transmutación de los metales y piedras en el receptáculo de las energías verticales y numinosas expresadas a través de los ritmos y ciclos cósmicos.34


Mapa del territorio donde viven los pueblos guaraníes desde antes de 1552 (apud Ladeira 1997).
Cabeza de Vaca nos sumerge en un mundo otro, una vez más, a través de estos testimonios, que ahora plasmará en los Comentarios escritos a su vuelta a España. Es de nuevo posible, bajo los auspicios del símbolo geográfico, asomarnos al conocimiento de lo más íntimo e interno de nuestro ser, de uno mismo, pues:

En verdad la geografía sagrada es invisible, pues existe la “idea” de una tierra ilimitada y primigenia, de una “Tierra Pura” o de un Jardín edénico, que no agota sus posibilidades generativas al estar unida y fecundada por el Espíritu. La geografía es entonces un estado del alma (de un vivir la propia existencia insertada en lo universal), el cual, en efecto, puede ser manifestado simbólicamente en un paisaje, la cima de una montaña, lo oquedad de una caverna, o en cualquier topografía significativa.35

Esta ruta llevada a cabo por Cabeza de Vaca implica un constante toma y daca, tanto con las tierras que encontraban a su paso como con los habitantes nativos con quienes interactuaron. A lo largo de la extensa ruta por la que transitaron hasta llegar a Asunción, sede de la gobernación de aquel momento, se extienden también los territorios habitados por numerosas tribus pertenecientes a la cultura guaraní que a la llegada de los españoles y portugueses, ya formaban un conjunto de pueblos: la llamada ‘Nación Guaraní’. Estos pueblos, aunque diversos y dispersos, tenían un mismo origen –que se refleja en las analogías que se producen en sus mitos y relatos en torno al origen– y un mismo idioma, aunque con diferentes lenguas. Para comprender estas tradiciones arcaicas es preciso entender lo que supone una vivencia íntima de lo sagrado en el corazón del hombre, por eso comprobamos como

Ciertos pueblos arcaicos aún conservan la ‘ingenuidad’ y el frescor de los orígenes. Deberíamos en ese caso preguntarnos quiénes son los ‘ignorantes’, o los ‘primitivos’, y qué autoridad puede adjudicarse el mundo moderno respecto a cualquier clasificación en cada rama de su ‘ciencia’.36

Comprender en esencia estos pueblos supone para el hombre moderno un cambio de mentalidad, pues éste ha tomado como expediente ‘negar lo sagrado’ después de antropomorfizar la deidad. No era el caso de los guaraníes quienes advirtieron siempre la importancia de que sus mitos y ritos estuviesen en concordancia con la bóveda celeste:

Estos astros y estrellas significan las energías cósmicas que son la expresión de los principios divinos y es imprescindible recordar que son los mismos astros y estrellas de hoy aquéllos que contemplaron en la bóveda celeste antes del ‘descubrimiento’ de América los pueblos precolombinos, los cuales los identificaron en su cosmogonía con determinadas ideas fuerza (...) como las deidades, las cuales por otra parte se siguen expresando como fenómenos naturales y atmosféricos y energías anímicas y espirituales siempre presentes en la creación.37

Esta diversidad de pueblos bajo el genérico nombre de guaraníes no poseía templos, ni ídolos o imágenes, ni grandes centros ceremoniales; tal era su vivencia de inmersión en lo sagrado. Tampoco existen registros escritos de sus antiguas leyendas y mitos. Su transmisión ha sido oral desde sus orígenes. El guaraní se empezó a escribir con la llegada de los misioneros, quienes desarrollaron una grafía y estandarizaron una gramática para esa lengua.

Hubo un tiempo en que los guaraníes ocuparon mucha selva, selva paraguaya, argentina, brasileña... Cultivaban la tierra, recogían los frutos, pescaban peces, cazaban algunos animales. Vivían a su manera, a veces hacían la guerra y siempre, pero siempre, hacían poesía.38

El verdadero Padre Ñamandú, el Primero,
de una pequeña porción de su propia divinidad,
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora
hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.
Habiéndose erguido
de la sabiduría contenida en su propia divinidad,
y en virtud de su sabiduría creadora,
concibió el origen del lenguaje humano.39

Quiso, entonces, que alguien más pudiera hablar y creó a cuatro parejas de dioses y su descendencia. Con la punta de su bastón –bate–, que siempre portaba, hizo la Tierra, que también fue engordando de a poco. Para que la Tierra no se moviera creó una palmera, justo en medio –simbolismo del árbol y la cruz–. Luego hizo lo propio creando otras cuatro palmeras que señalan cruciformemente el Este –naciente–, el Oeste, el Norte y el Sur:

Y así, con esas cinco palmeras que iban a vivir siempre, sin secarse nunca, la Tierra quedó como clavada, bien firme. Al cielo lo dejó apoyado sobre cuatro columnas, cuatro postes de madera iguales a su bastón. Fue entonces cuando hizo los primeros animales y las primeras plantas. Uno de los primeros que voló por ahí fue el Colibrí; la Víbora fue la primera que se arrastró. La primera en cantar fue la Cigarra. Los guaraníes dicen que, de entrada, Ñanderú había hecho la Tierra toda tapada por una selva que no se acababa más; parece ser que después pensó que era mejor que hubiera también campos sin árboles, y ahí creó a la Langosta. La Langosta iba por todos lados, a los saltos, y en algunos lugares clavaba la cola en el suelo. En ese lugar crecía el pasto y desaparecían los árboles y es así que las llanuras aparecieron después que vino la Langosta. Cuando estuvieron listos esos campos, llegó la Perdiz, que se alegró, cantó de contenta y se quedó a vivir ahí.
Después Ñanderú inventó al Tatú, que se puso enseguida a escarbar la tierra. La Lechuza quedó como dueña de la oscuridad: por eso, sale nada más que de noche y duerme de día.
Después vinieron otros muchos animales y también los primeros hombres y mujeres. Entonces, Ñanderú se volvió al cielo y les dejó encargado a los otros dioses que cuidaran bien de todo.40


Tupá. Escultura, Museo Mitológico Ramon Elías. La figura
central en la mayoría de las leyendas guaraníes de la creación
es Tupá, el dios supremo o dios del trueno. Con la ayuda de la
diosa de la luna, Arasy, Tupá descendió a la tierra en un lugar
descrito como un monte en la región de Aregua. Desde este
sitio creó todo sobre la tierra, incluyendo el océano, la flora
y los animales. También colocó estrellas en el firmamento.41
La Teogonía y Cosmogonía guaraní nos abre un universo de relaciones simbólicas que podríamos explorar y que no haremos por razón de oportunidad, pues la exploración de nuestro cronista aún no ha concluido.

Una vez en Asunción, Álvar Núñez mostrará sus credenciales de gobernador, nombrando asimismo como lugarteniente a Martínez de Irala. En esta situación, organizará una expedición por el curso del río Paraguay, con Irala al mando, para encontrar una vía de comunicación con el Perú. Pero Cabeza de Vaca debe quedarse para hacer frente al alzamiento de un caudillo guaraní que era contrario a colaborar con los españoles; lo capturará, juzgará y ordenará su ejecución. Al hilo de estos acontecimientos surgieron entre los indios muchas suspicacias, lo que intentaron aprovechar los españoles contrarios a Cabeza de Vaca, al que calificaron de maltratador. En Comentarios encontraremos también la barbarie de ciertos cristianos, sus abusos y maldad para con los nativos, pero también la crudeza de ciertas tribus guerreras que quedaba compensada por lo hospitalario de otras; una perenne conjugación de contrarios.

Martínez de Irala regresará con la noticia de haber hallado una ruta hacia el Perú. Cabeza de Vaca reúne a un gran contingente de españoles e indígenas que partirá en septiembre de 1543. Pero el destino de nuestro protagonista debe arrostrar nuevas dificultades: sufren picaduras de especies venenosas, se quedan sin provisiones y mueren cien soldados y doscientos nativos. Crece el descontento y acaba abandonando la empresa después de siete meses de viaje. Al volver a la ciudad se recluirá en el palacio del gobernador. Se producirá una insurrección en la que los rebeldes nombran a Irala gobernador y apresarán a Álvar Núñez, quien estuvo durante diez meses en cautiverio. Cuestionado y derrotado llegará a España como reo en agosto de 1545. El Consejo de Indias inició un proceso contra él en febrero de 1546 con el resultado de la pérdida de todos sus cargos y privilegios. Mientras duró el juicio tuvo que mantenerse en arresto domiciliario; éste finalizó en 1552. Arruinado y fracasado, Felipe II le concedió una pensión de 12.000 maravedíes y lo indultará del destierro en Orán –actual Argelia–. Retirado en un monasterio, morirá entre 1559 a 1564 en Sevilla o Valladolid, según sea el autor que se consulte.42

Vivir la utopía

Experimentar la utopía y encarnarla la convierte en algo real. La biografía de Cabeza de Vaca no es solo digna de ser rememorada desde un punto de vista exclusivamente literario o cinematográfico, como es fácil deducir. Queremos insistir en ver en todo ello una enseñanza iniciática que el héroe, con sus vicisitudes, nos muestra: vivir en el alma la cosmogonía perenne bajo la advocación de los dioses, uniendo el Cielo y la Tierra. En el caso concreto de Cabeza de Vaca, su fe en el dios cristiano lo mantuvo en los peores momentos, muestra la existencia de una fuerza interior realmente extraordinaria que le llevó a superar numerosos límites y dificultades; su fe fue firme. Pero hemos creído ver que ésta su relación con la deidad no fue mediante una vivencia piadosa o religiosa, necesitada de mediación; sino que fue una relación más próxima a la vía iniciática e interna. Tocado por la providencia será apodado “Hijo del Sol”.

Porque, sea cual sea la ‘vida ejemplar’ que esté narrando la aventura interior, se hace patente la necesidad de arrostrar todas las pruebas que se presentan al iniciado. Estas pruebas que, en mayor o menor grado de dificultad, han de ser superadas para que en el alma se produzca un nuevo despertar; y poder así comprender lo que la búsqueda de El Dorado simboliza desde una perspectiva universal.

Pese a que se dice que Cabeza de Vaca fue el “conquistador que no conquistó nada”, creemos que sus experiencias relatadas en sus crónicas tienen un potencial simbólico que puede ser rescatado y vivenciado, pues toma la forma de asombro permanente en las continuas peripecias de un héroe cuyas andanzas nos informan de una influencia espiritual. Y eso es justamente lo que se pretende rescatar. La verdadera conquista del héroe es una vida conscientemente vehiculada entre la voluntad del cielo y la tierra.

NOTAS
1 “La utopía supone un viaje, imagen de la aventura del Conocimiento. Se trata de descubrir un nuevo mundo, otra realidad distinta a la anterior. Este cambio implica una transmutación, o sea la adaptación a otra forma de vida propia del Hombre Nuevo”. (...) “Surge así la ‘república de las letras’ (otro nombre de utopía) un nuevo género literario, el de las crónicas de los usos y costumbres, ritos, mitos, y conocimientos de los pueblos del otro lado del Atlántico, emparentado con la utopía de la Atlántida según lo consignado por Platón en el Timeo”. Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo, págs. 173 y sig. Ed. Libros del innombrable, Zaragoza, 2016.
2 Exploración, conquista y colonización son las tres fases canónicas en que se ha dividido, desde el punto de vista histórico, el descubrimiento de las Américas.
3 Para una comprensión erudita y académica del concepto de crónica y sus tipologías, véase Crónicas de Indias. Edición de Mercedes Serna. Ed. Cátedra, Madrid, 2021.
4 En términos teogónicos la gracia es descendente, la oración y el sacrificio ascendentes.
5 Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y Comentarios, págs. 78 a 86. Ed. Calpe, Madrid, 1922.
6 Federico González, El Simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas, cap. XII, págs. 151 y sig. La Dualidad: Energías Descendentes y Ascendentes. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
7 Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y Comentarios, cap. XII, págs. 44 y 45, op. cit.
8 Crónicas de Indias. Edición de Mercedes Serna, nota 282, pág. 435, op. cit.
9 Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo, pág. 173 y sig., op. cit.
10 A. Leonard Irving, Los libros del conquistador, pág. 27. FCE, México, (1949), 1953.
11 Federico González y col. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Ver en la web: programa-agartha
12 Naufragios fue publicado por primera vez en 1542 y los Comentarios fueron incluidos en la segunda edición de los Naufragios que apareció en 1555.
13 A su regreso a España, Cabeza de Vaca escribirá y publicará Naufragios, un texto dirigido a Su Sacra, Cesárea y Católica Majestad Carlos; aquí detallará la vida de los indios sureños, sus usos y costumbres, creencias religiosas y mucho de lo que vivió durante su convivencia con ellos.
14 El simbolismo del oro en imágenes a través del arte precolombino, por Alberto Pitarch. Revista SYMBOLOS nº 61: simbolismo-del-oro
15 Naufragios y Comentarios, cap. IV, pág. 10, ibíd.
16 Ibíd., pág. 45.
17 Ibíd., cap. XII, pág. 46.
18 Ibíd., cap. XVI, pág. 58.
19 Los tres acompañantes de aventuras fueron: Andrés Dorantes, Alonso del Castillo y Esteban –también nombrado como Estebanico el Negro–.
20 Naufragios y Comentarios, cap. XV, págs. 53 a 55, ibíd.
21 René Guénon, El simbolismo de la Cruz, pág. 27. José de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 2003.
22 “Cetro egipcio de poder que el Faraón portaba en sí representando la soberanía real y que aparece también en manos de los dioses del panteón porque significaba el aliento vital y la espiritualidad encarnada en lo más hondo del corazón. En este segundo caso puede verse en algunos monumentos funerarios, sea quien sea el que lo empuñe, como siendo capaz de introducir energías a través de la boca del cadáver y que este recupere así el aliento, es decir que se le ayuda en el proceso de resurrección de su alma, en el camino iniciático que el difunto prosigue hasta su fin”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Ankh. Ver índice en la web: diccionario-índice
23 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Pneuma, ibíd.
24 Ibíd. Entrada: Prâna.
25 Ibíd. Entrada: Resurrección.
26 Naufragios y Comentarios, pág. 60, ibíd.
27 De los compañeros de Cabeza de Vaca se sabe que Estebanico murió asesinado por los indios a su regreso a Texas; Castillo y Dorantes se establecerán en México pasando el resto de sus vidas allí.
28 Naufragios y Comentarios, págs. 82 y 83, ibíd.
29 Ibíd, pág 111.
30 Ibíd, pág. 119.
31 Ibíd, pág. 77.
32 Ibíd, pág. 105.
33 Ibíd, pág. 168.
34 Federico González y col. Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Módulo II, acápite 29. Ver en la web: geografía-sagrada
35 Ibíd.
36 Ibíd.
37 Federico González. El Simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas, pág. 12, ibíd.
38 Ángela Sardá, Mireia Valls y Marc García, Poesía mítica Guaraní. Revista SYMBOLOS nº 61: poesía-mítica-guaraní
39 Fragmento tomado del libro La Literatura de los Guaraníes. Recopilado y traducido por el antropólogo León Cadogan. Joaquín Mortiz, México, 1965.
40 Ibíd., pág 10.
41 Wikipedia, Mitología guaraní.
42 Para Ruy Díaz de Guzmán fue en Sevilla mientras que para el Inca Garcilaso de la Vega ocurrió en Valladolid. Para el resto de las referencias del párrafo, véase Naufragios y Comentarios, ibíd.
BIBLIOGRAFÍA

Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios y Comentarios. Eds. Calpe, Madrid, 1922.

A. Leonard Irving, Los libros del conquistador. FCE., México, (1949), 1953.

Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo. Ed. Libros del innombrable, Zaragoza, 2016.

Federico González, El Simbolismo Precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.

Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

Naufragios y Comentarios (Biblioteca Castro) (Spanish Edition) Publisher: Fundación José Antonio de Castro, 2018. Edición de Juan Gil. Relación de su aventura por la Florida y el Río de La Plata.

Crónicas de Indias. Edición a cargo de Mercedes Serna. Eds. Cátedra, Madrid, 2021.

Miguel Ángel Palermo, Cuentos que cuentan los guaraníes. Ed. Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1987.

René Guénon, El simbolismo de la Cruz. José de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 2003.

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