SYMBOLOS
Revista internacional de
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EL RITO DE LA DANZA DEL SOL

ROBERTO CASTRO

Sólo el ignorante ve como múltiple lo que realmente es único. Esta verdad de la unidad de todas las cosas la comprendemos un poco mejor participando en este rito y ofreciéndonos nosotros mismos en sacrificio.1
Alce Negro.

De entre todos los ritos iniciáticos de los indios Lakota –también llamados Sioux–, el de la Danza del Sol es el más importante.

La Danza del Sol, wiwanyak wachipi en lengua lakota, se celebra cada año en luna llena entre los meses de junio y julio. Los participantes danzarán cuatro días seguidos sin descanso, desde que sale el Sol hasta que se pone, sin beber ni comer.

Este rito les fue revelado como una forma de invocar al Gran Espíritu y de entrar en unión con Él de manera distinta a la del rito del Calumet, la Pipa Sagrada.

Se trata de una danza ritual donde los danzantes entregan su cuerpo y su alma a Wakan-Tanka, el Gran Espíritu. Requiere otros cuatro días previos de preparativos. Lo primero que se hace es elegir un árbol que debe ser un álamo (el wagachun o árbol murmurante). Se cortará y será el primero en darse en sacrificio y su tronco será el poste ritual que hará de eje central o axis mundi al fijarse en el centro del recinto ceremonial. Los danzantes lo rodearán en círculo y danzarán a su alrededor durante esos cuatro días. Portarán una corona de salvia en la cabeza –que representa las cosas celestes–, como símbolo de que sus corazones y pensamientos quieren entregarse plenamente a Wakan-Tanka.

En esos días de preparativos del recinto ceremonial también los danzantes se prepararán con otros ritos purificadores como el inipi, que es la cabaña de sudar que simboliza el paso del alma por la purificación y el renacimiento.

Este árbol además del axis mundi también simboliza para los lakotas el Árbol de la Vida, del que finalmente se colgarán a través de unas garras de Águila atravesadas en su piel y unas correas que tirarán hasta el desgarro.


La cabaña de la Danza del Sol con el poste ritual en el centro.

Este árbol, que se erige como poste central del círculo de la Danza, será rodeado a su vez de 28 postes, encima de cada uno de los cuales una vara irá a unirse al árbol, formando así la cabaña de la Danza del Sol, que a su vez corona el centro del pabellón ritual. El número 28 tiene su razón de ser, pues es el producto del número cuatro y el siete, especialmente sagrados para los sioux, ya que 28 son los días del ciclo lunar, que es el mes por el que se rigen. A su vez, Tatanka, el bisonte sagrado, tiene 28 costillas. También este número está presente en los penachos o tocados de guerra de este pueblo, pues 28 plumas de águila son las que se emplean para su confección.



a) Danzantes con el silbato de hueso de águila.  b) La corona de salvia.

Una ceremonia de la Pipa Sagrada es oficiada por el jefe de la Danza del Sol, seguida por la Danza del Bisonte. Los chamanes u hombres medicina que participan en la Danza del Sol harán discursos y comentarios en pos de la sanación de los participantes. También hay un consejo tribal de sabios que tutelará todo el rito e igualmente la figura del guardián de la pipa sagrada, que acompañará a los danzantes en la aurora.

El espacio ceremonial de la Danza del Sol cuenta con la presencia de plantas sagradas y medicinales como son la Salvia y el Tabaco. Además, otros objetos rituales conformarán el altar situado al pie del poste ritual: la corteza de sauce rojo, un cráneo de bisonte y también médula de este animal sagrado, plumas de águila y silbatos de hueso de águila, cuyo sonido se asemeja notable y misteriosamente al que emite este ave sagrada cuando está en pleno vuelo. Otros elementos, no menos importantes, son una piel sin curtir recortada con la forma de estrella de cinco puntas que representa la estrella sagrada del alma, la cual se halla entre la oscuridad y la luz simbolizando el Conocimiento; o una piel también sin curtir con forma de círculo que simbolizará el Sol y se pintará de rojo en su parte periférica –lo terrenal– y de azul en su centro –el Gran Espíritu–.

La única música que acompañará a los danzantes es la que procede de un gran tambor de piel de bisonte alrededor del cual se sentarán varios participantes que lo tocarán al unísono. Este tambor, por su forma circular, representa el Universo para los Lakota y su toque regular y fuerte es el símbolo del latido del corazón. Dicho sonido también representa la voz del Gran Espíritu. A este ritmo, que es el latir del propio Universo, se acompasarán los danzantes durante esos cuatro días. También se entonarán una serie de cantos sagrados por cuatro hombres y cuatro mujeres, que les fueron revelados cuando se recibió la visión de este rito.

Bailarán al son de estos cantos y del tambor y harán sonar cada uno de ellos el silbato de hueso de águila con su mágico sonido. Las plumas y los silbatos de hueso de águila representan al Gran Espíritu que mora en el centro de todas las cosas. El águila, para la tradición Sioux igual que para muchas otras, es el símbolo del Espíritu y de los estados superiores del Ser.

El sentido sacrificial de la Danza del Sol tiene que ver con la entrega de cada danzante al Gran Espíritu. Es un sacrificio simbólico de la carne, que representa lo terrenal, lo ilusorio, la ignorancia de lo individual. Los danzantes hacen de su propio cuerpo el altar de sacrificio.

El hombre que se desgarra la carne lo hace atado al árbol sagrado central, siendo ascendido simbólicamente a los cielos por las correas hasta romperse la carne. No es la única forma, también puede arrastrar cuatro calaveras de bisonte atadas a los punzones ensartados en su espalda. Se llegan a perforar dos veces en el pecho y dos veces en la espalda. También son tirados por cuatro caballos hasta que se desgarra la piel. Estos cuatro caballos tiran de las correas en las cuatro direcciones. Los enganches en la carne se hacen con garras de águila o con zarpas de oso.


Danzantes colgados con correas
son ascendidos hasta desgarrarse sus cuerpos.

Tras este sacrificio carnal, que acontece el cuarto día, los hombres-medicina ponen una hierba curativa sobre las heridas del danzante y lo trasladan a un lugar a la sombra para descansar unos instantes y volver con el resto de danzantes.

Para cerrar este rito, todos los objetos sagrados utilizados durante la Danza del Sol son depositados en el centro del recinto ceremonial, rodeando el poste ritual. Encima de todos ellos se coloca el cráneo de bisonte, que simboliza la muerte y el fin de un ciclo y la devolución de todo ello a la Madre Tierra, como gesto del retorno de todas las cosas al origen. Sólo se conservan para la Danza del siguiente año los silbatos de hueso de águila y el vestido de piel de bisonte que porta cada danzante.

Los danzantes harán una última reunión dentro del inipi, donde fumarán el Calumet por turnos. El jefe de la Danza del Sol, el más sabio de la tribu y al que los Lakota llaman ‘profeta’, cierra el rito con palabras como estas:

Gracias a vuestras acciones, hoy habéis reforzado el círculo de nuestra nación. Habéis hecho un centro sagrado que estará siempre con vosotros, y habéis creado un parentesco más estrecho con todas las cosas del Universo.

Los cuatro senderos de los cuatro Poderes son vuestros parientes cercanos. La aurora y el sol del día son vuestros parientes. El lucero del alba y todas las estrellas de los cielos sagrados son vuestros parientes. Acordaos siempre de esto.

Habéis visto ahora cuatro veces la luz del Gran Espíritu. Esta luz estará siempre con vosotros. Acordaos de que hay cuatro pasos que conducen al final del sendero sagrado. ¡Pero llegareis hasta allí! ¡Está bien se ha terminado! ¡Hechetu welo!2

Finalmente los danzantes comerán y beberán y festejarán con el resto el comienzo de Todo.


NOTAS
1 Alce Negro / J. E. Brown, La Pipa Sagrada, Siete ritos secretos de los indios Sioux. Miraguano Ediciones, Madrid, 2002.
2 Ibíd.

BIBLIOGRAFÍA
Alce Negro / J. E. Brown, La Pipa Sagrada, Siete ritos secretos de los indios Sioux. Miraguano Ediciones, Madrid, 2002.

Thomas H. Lewis, The Medicine Men, Oglala Sioux Ceremony and Healing. Bison Books, University of Nebraska Press, 1990.

James R. Walker, Lakota Belief and Ritual. Bison Books, University of Nebraska Press, 1980.

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