SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

LA COSMOGONÍA DE LOS SELK'NAM

MARC GARCÍA



La indígena selk’nam Ángela Loij en 1923.
Fotografía de Martín Gusinde.

Los selk’nam (u onas) vivieron en la Isla Grande de Tierra del Fuego según sus usos y costumbres hasta finales del siglo XIX. Aunque la región era conocida por el Occidente europeo desde que Magallanes y Elcano se adentraran en el canal de navegación que limita la Tierra del Fuego por el norte y el oeste,1 no fue hasta 1880 cuando gentes codiciosas de sus arenas auríferas, y sobre todo de sus pastos –idóneos para la cría intensiva de ovejas–, emprendieron su cruenta colonización.2 La orden de los salesianos estableció misiones en diversos puntos de la geografía fueguina con el propósito de proteger a los indígenas de la barbarie y acabar con las luchas internas que se habían desencadenado entre distintos clanes locales.3 Pero el desarraigo y la agrupación de los indios no hizo más que aumentar su desazón y favorecer el contagio de enfermedades víricas importadas por los koliot,4 a las cuales su organismo no podía hacer frente. Lola Kiepja, el último selk’nam que logró vivir conforme a su tradición durante toda su existencia, murió en 1966; habían transcurrido tan sólo ocho décadas desde del inicio de la colonización de la Isla Grande.5

En medio de la debacle, la cultura indígena suscitó el respeto y el interés de ciertos clérigos, académicos y personas de recta intención. Unos pocos fueron admitidos por los selk’nam en sus ritos y alcanzaron a escuchar los relatos de la cosmogonía de los labios de los últimos chamanes y hombres y mujeres de conocimiento.6, 7

Temáukel

Al principio era Temáukel. Los selk’nam no hablaban de él ni pronunciaban su nombre.8 Lo llamaban “aquél-allá-arriba” y “el habitante del cielo”. Vivía más allá de las estrellas y estaba solo en su mismidad. Estuvo siempre allí. No tenía cuerpo ni forma ni los tuvo nunca. Es kaspi (“espíritu”) y nunca muere. Jamás vino al mundo ni se dio a conocer, pero conoce todo lo que ocurre. Él determina el fin de la existencia terrenal. Hacia él iban las almas de los selk’nam al morir, cuando él las llamaba, a veces de manera repentina.9

Temáukel hizo el primer cielo y la primera tierra, a la que los selk’nam se referían como “el mundo pequeño”. Entonces el cielo era más bajo y estaba muy cerca de la tierra. En verdad, estaba unido a ella. Luego envió a Kenós al mundo para que lo ordenara y lo distribuyera.10 También lo comisionó para enseñar a los howenh (o hoowin, los “dioses” o “ancestros míticos”) cómo debían vivir y conducirse.

Kenós

Kenós no tenía padre ni madre, y nadie sabe cómo empezó su existencia. Es el padre de todos los howenh y fue el primero en habitar el mundo. Se dice que vivía en el sur.

Cuando descendió del cielo a la tierra estaba solo. La tierra era entonces una superficie llana e informe y sólo había en ella pequeñas plantas y arbustos. El suelo era macizo y Kenós podía vagar libremente en todas direcciones. No había montañas porque son howenh y no se convirtieron en cerros y colinas hasta que terminaron sus días. No corrían ríos porque éstos bajan de las montañas y tampoco existía la nieve de donde proceden. Como no había nieve, no hacía frío. Los vientos y sus familias llegaron mucho más tarde. La luz era como al amanecer y al atardecer, cuando no se puede ver el sol, porque el sol aún no había subido al cielo.

Nada más llegar al mundo, Kenós recorrió todos sus rincones. Observó por todas partes. Él sabía que vendrían muchos howenh y que a todos ellos debía asignarles un lugar. Reflexionó largo tiempo. Después de haber peregrinado por toda la tierra, regresó al sur y comenzó a repartir el mundo. A cada pueblo le asignó su tierra; a los selk’nam, la Isla Grande de Tierra del Fuego.

Kenós miró entonces alrededor suyo y vio un lugar pantanoso. Fue hacia él y extrajo un terrón húmedo con raicillas, al cual exprimió para quitarle el agua. Con ese terrón formó un falo y lo depositó en el suelo. Luego extrajo otro terrón y también lo exprimió. Con él formó una matriz y la depositó junto a aquél. Durante la noche, los dos terrones se unieron y de su apareamiento surgió un howenh. Tenía la apariencia de un ser humano.11 Las dos figuras de tierra se separaron nuevamente y quedaron tendidas una junto a la otra. El ancestro creció inmediatamente. Cuando llegó la noche siguiente, las dos figuras se juntaron nuevamente y nació un segundo howenh, que también creció rápidamente. De nuevo se separaron las figuras y yacieron juntas. Y así sucedió todas las noches durante largo tiempo. Cada noche nacía un nuevo ancestro. La tierra se pobló rápidamente con ancestros masculinos y femeninos. A partir de un cierto momento, los howenh se empezaron a unir unos con otros y su población aumentó todavía más velozmente.

Nada más nacer los primeros ancestros, Kenós empezó a hablar con ellos. Les dio una lengua y les enseño a hablar con él y entre sí.12 Kenós vio pronto que había muchos howenh y que iban a ser aún más numerosos, por lo que la tierra se iba a quedar pequeña para tanta población. Entonces, Kenós elevó la bóveda celeste hasta la altura que ocupa ahora.13

Sus trabajos fueron muy, muy largos. Ya hacía mucho que Kenós habitaba en la tierra y había envejecido. Un día se tendió y trató de conciliar el sueño. Lo intentó muchas veces hasta que lo logró. Un sueño profundo cayó sobre él y quedó inmóvil, como muerto. Yació durante mucho tiempo, y después se levantó; pero se encontraba igual que antes. Entonces Kenós decidió irse al norte. Caminaba con dificultad a causa de su vejez. Llegó al norte débil y fatigado, ordenó que lo envolvieran en su capa y que lo colocaran en la tierra. Así lo hicieron. Esta vez, Kenós consiguió morir.14 Pero al cabo de unos días empezó a moverse y a articular palabras, primero de a poco y quedamente, y cada vez con más energía. Al final se puso en pie. Kenós había vuelto a la vida regenerado.

En lo sucesivo, los howenh se condujeron de la misma manera. Quien envejecía se hacía envolver en su manto y se tendía en el suelo. Yacía inmóvil, muerto, y al cabo de unos pocos días volvía en sí habiendo recuperado su juventud. De inmediato se dirigía a la choza de Kenós y le pedía que lo lavase, pues los ancestros revividos debían ser lavados para eliminar su olor putrefacto, el último vestigio de su anterior ciclo de existencia. Kenós también se había lavado a sí mismo cuando estuvo en el norte.

Así hacían los howenh cuando envejecían, y podían llegar a hacerlo bastantes veces a lo largo de su vida.15 Mas cuando ya no deseaban levantarse más, entonces se convertían en aves como por ejemplo el búho, la lechuza, el albatros, el águila ratonera o el ganso silvestre; otros se transformaban en animales marinos como el calamar, la ballena y los demás que viven en el agua; y otros se hacían vientos y se dirigían con sus familias a sus regiones, cada cual a la suya. Algunos ancestros se convirtieron en montañas y aún se les divisa en el paisaje. También hubo howenh que se transformaron en estrellas.16

Kenós fue el primero en abandonar la tierra y ascender al cielo;17 pero antes de hacerlo encomendó a Cénuke la misión de lavar a quienes se levantaran nuevamente del sueño senil, pues no podían tener mal olor en su vida regenerada. Kenós enseñó a Cénuke como debía lavarlos. Desde entonces, los howenh se dirigían a Cénuke para recuperar plenamente su juventud y seguir viviendo.

Cénuke, Kwányip y la aparición de los c’on18

Cénuke había nacido en el sur y envidiaba a un howenh del norte, Kwányip, un chamán que era famoso por sus hazañas.19 Un día Aumenk, el hermano mayor de Kwányip, se comportó como si quisiese morir. Entonces su hermano menor lo envolvió en su manto y lo depositó en la tierra. Aumenk yacía totalmente inmóvil.

Al cabo de unos días, Aumenk se empezó a mover un poco; comenzaba a revivir. Pero a Kwányip no le gustaba nada que su hermano mayor volviese a la vida. Corrió hacia el lugar donde aquél yacía y echó mano de todo su poder de chamán. Trabajó muy duro: ¡su hermano mayor no debía levantarse de nuevo y volver a vivir! Y Aumenk no volvió a despertarse. Quedó tendido en la tierra, muerto, hasta el día de hoy. Desde aquel momento ya nadie podría despertarse del sueño senil y levantarse, sino que su cuerpo moría para siempre. Así es como aparecieron los seres humanos mortales.20

Cénuke se quedó triste porque ya nadie se levantaría ni acudiría a él para que lo lavara. Lleno de dolor, abandonó la tierra y se elevó con su familia a la bóveda celeste.21 Kwányip, en señal de luto, se pintó con pintura roja y luego ascendió al cielo.22, 23


Dos jóvenes selk’nam en 1896.
Fotografía de Fernando Lahille.

NOTAS
1 El Estrecho de Magallanes fue descubierto en 1520.
2 Las grandes compañías ovejeras británicas, argentinas y chilenas llegaban a ofrecer una libra esterlina por cada selk’nam muerto previa entrega de una mano, una oreja o los genitales del cadáver. En los anales de la colonización de la Tierra del Fuego están acuñados los nombres de los principales cazadores de indígenas, como Julius Popper, quien gustaba de presentar sus ‘gestas’ en conferencias públicas en Buenos Aires.
3 Los selk’nam eran nómades cazadores y recolectores. Huir o ser expulsados de sus tierras significaba quedar privados de su sustento y haber de buscarlo en los territorios de otros clanes, lo que ocasionaba peleas enconadas entre ellos.
4 Tales como la varicela o el sarampión. Koliot significa “capa roja” en lengua selk’nam. Los primeros policías llegados a Tierra del Fuego llevaban esa prenda y los indios utilizaron el término para referirse a los blancos en general.
5 Ver Anne Chapman, Fin de un mundo. Los selknam de Tierra del Fuego. Ed. Taller Experimental Cuerpos Pintados, Santiago de Chile, 2002.
6 Los selk’nam distinguían entre tres funciones espirituales: xo’on, “chamán” (o “chamana”); lailuka-ain y lailuka-am, “padre y madre de la tradición oral”; y chan-ain y chan-am, “profeta y profetisa” (propiamente “padre y madre de la palabra”). Ver Anne Chapman, Los selk’nam. La vida de los onas. Ed. Emecé, Buenos Aires, 1998.
7 Martín Gusinde, etnólogo y sacerdote austríaco de la Congregación del Verbo divino, realizó largas estancias en Tierra de Fuego entre 1918 y 1923 y compiló todo lo que le fue revelado por los indígenas de la región (los selk’nam, los hausch, los yámanas y los alcalufes) en una vastísima obra, Los indios de Tierra del Fuego (Centro Argentino de Etnología Americana, Buenos Aires, 1982). Es posiblemente la fuente documental más importante para el conocimiento de las tradiciones de los fueguinos. En 2008 se publicaron en forma de separata las páginas (en la nueva edición, un total de 416) del capítulo “El mundo espiritual de los selk’nam” del primer tomo de la obra de Gusinde. Las enseñanzas recibidas por el autor, que éste cita literalmente, han sido nuestra referencia principal para componer la síntesis de la cosmogonía que se esboza en estas páginas (ver Martín Gusinde, El mundo espiritual de los selk’nam. Ed. ONG Comunidad Ser Indígena, Santiago de Chile, 2008).
8 También decían que no había que referirse a él como si fuese un antepasado. Temáukel es análogo al Brahmâ de la tradición hindú, al “Noûs de la Soberaneidad Absoluta” del Corpus Hermeticum y al “Motor Inmóvil” de la escolástica. Se corresponde con Kether en el Árbol de la Vida sefirótico.
9 Sólo el alma de un xo’on no se sabía a dónde iba tras la muerte. Tennenesk, el chamán que transmitió los mitos cosmogónicos a Gusinde, decía que “permanece en alguna parte hasta que un aspirante a este cargo [el de xo’on] se adueñe de ella”. Ver Martín Gusinde, op. cit.
10 Kenós es el “Noûs demiurgo” hermético en la tradición de los selk’nam.
11 Los selk’nam decían que los terrones eran de color oscuro y que por eso la tonalidad de su piel era oscura. También decían que Kenós viajó después al norte y que en algún lugar formó un falo y una matriz con la arena blanca que encontró en la costa, razón por la que esas gentes tienen la piel blanca.
12 Aquí Kenós cumple la misma función que el Thot-Hermes egipcio.
13 El despliegue de la manifestación, del que la dualidad primordial Temáukel - Kenós es precursora, conlleva la separación del mundo de los principios (análogo al Olam ha Atsiluth de la Cábala) y de la primera tierra, habitada por los dioses (y análoga por tanto a Olam ha Beriyah, el mundo o plano de la creación cabalística).
14 Como en otras tradiciones, el norte simboliza el punto final del recorrido vital de un ser.
15 Se trata de una labor alquímica de transmutación, de reiterados ciclos de solve et coagula con los que los howenh se regeneraban para continuar con su labor hasta alcanzar la plenitud de su estado del ser.
16 Es decir, los howenh se convertían en arquetipos que los animales, los accidentes geográficos, los meteoros y los astros simbolizan y manifiestan en el plano material, vehiculando las influencias sutiles de aquéllos.
17 Según los selk’nam, Kenós se convirtió en la estrella Aldebarán de la constelación de Tauro.
18 Los “seres humanos mortales”.
19 Por ejemplo, se debía a Kwányip que la duración del día y la noche fuese de medio día exacto en el tiempo de los howenh (a diferencia de la suave claridad permanente que había en la tierra cuando Kenós no había comenzado aún su obra de creación). Cuenta el mito que en aquel entonces estaba en el firmamento Kranakhataix, el sol viejo. Era fuerte y poderoso y lucía cada día durante mucho tiempo. Siempre había mucha luz y sólo oscurecía durante un tiempo breve, de lo cual los howenh de ambos sexos se quejaban porque apenas podían yacer juntos. Más tarde, Krren, el sol joven hijo de Kranakhataix, ascendió al cielo y su padre se fue para siempre. Pero los ancestros seguían sin estar de acuerdo porque la luz de día continuaba durando demasiado. A Kwányip tampoco le gustaba eso. Inmediatamente se las ingenió para que la oscuridad fuera durando más. A cada oportunidad que tenía, la claridad duraba un poco menos y la oscuridad, un poco más. Por último, la oscuridad llegó a durar el mismo tiempo que la claridad y todos los howenh estuvieron muy conformes.
20 Una enseñanza implícita en el mito es que los seres humanos descienden de los dioses.
21 Cénuke se transformó en Proción, la estrella más brillante del Can Menor.
22 Kwányip luce en el cielo como la estrella Betelgeuse de la constelación de Orión.
23 Podríamos continuar relatando otros mitos de la cosmogonía selk’nam como el del hondero Táiyin, quien con sus lanzamientos separó a la Isla Grande de Tierra del Fuego del continente americano, pero no queremos extendernos más en este trabajo. Remitimos al autor interesado a la obras referenciadas.
Home Page