Campamento indio.
|
Proponemos un pequeño recorrido, un sendero guiado por una narrativa de origen oral, compuesta de fragmentos de relatos y palabras sabias; como si se tratara de obtener un poco del elixir de la sabiduría que estos pueblos testimoniaron a través de sus iniciados, y que también se refleja en sus costumbres y ritos colectivos. Hubo una tradición oral que perduró de generación en generación en los pueblos que habitaron Norteamérica hasta la llegada del hombre blanco. Quisiéramos simplemente sumergirnos en esa atmósfera, en perfecta concordancia con muchos elementos tradicionales, que a buen seguro se velan y revelan en esos relatos. No sin advertir que estas narrativas o leyendas no deben ser tomadas como un sinónimo de lo que hoy se entiende por cuentos, sino como símbolos actuantes y transformadores depositarios de energías-fuerza que despertaban de modo directo la conciencia de esos hombres y mujeres abiertos al Misterio, presente en todo lo que les rodeaba y en el centro de sus corazones. Estos símbolos “basta que sean actualizados para que recobren su vivificante labor mediadora, y se conviertan en el vehículo, o la estructura necesaria, que nos va a llevar más allá de sí misma, a un plano o nivel diferente de comprensión”.1
La actitud original del indio norteamericano hacia el Eterno, el “Gran Misterio” que nos rodea y nos abarca, era tan sencilla como elevada. Para él, era el concepto supremo, que traía consigo la máxima medida de gozo y satisfacción posible en esta vida.
El culto al “Gran Misterio” era silencioso, solitario, libre de todo egoísmo. Era silencioso porque toda palabra es necesariamente débil e imperfecta; por esto, las almas de mis antepasados se elevaban hacia Dios en una adoración muda. Era solitario porque creían que Él está más cerca de nosotros en la soledad, y no había sacerdotes autorizados a interponerse entre un hombre y su Hacedor. Nadie podría exhortar o confesar o entremeterse en modo alguno en la experiencia religiosa de otro. Entre nosotros, todos los hombres habían sido creados como hijos de Dios y se levantaban erguidos, como conscientes de su divinidad.2
Del silencio y la soledad brota la palabra; en el verbo se halla implícita la cosmogonía. Además de los ritos de carácter colectivo (exotérico), entre estos pueblos indios de las llanuras se practicaba una “adoración silenciosa y solitaria, que se considera es la más profunda y de orden más elevado”.3 Un rito íntimo que tiene un claro carácter iniciático. No se trata de una “plegaria” en tanto en cuanto en ella no se produce petición alguna. Se trata de una invocación silenciosa y completamente interior, “puesto que esta adoración tiende a establecer una comunicación directa con el Principio supremo, que es designado aquí como el “Gran Misterio”.4 De hecho podríamos aventurar a decir que el silencio mismo es el Gran Misterio; puesto que es inexpresable, no puede ser representado de ningún otro modo que por el silencio mismo que, asimismo, como verbo no proferido que es, constituye un estado de no manifestación. Visto así, el silencio se revela como una participación o una conformidad para con la naturaleza del Principio supremo.
“El silencio sagrado es la voz del Gran Espíritu”;5 meditar en el silencio y la soledad es permitir una ausencia para que se haga una firme presencia en el pensamiento del iniciado, y al hacerse presente se desvela como “una aspiración y una iluminación puramente interiores”.6
Finalmente, la soledad conviene en tanto en cuanto:
El ser que quiere ponerse en comunicación con el Principio debe ante todo hacer la unidad en él mismo, tanto como le es posible, mediante la armonización y el equilibrio de todos sus elementos, y debe también, al mismo tiempo, aislarse de toda multiplicidad exterior a él.7
Este carácter de la soledad como opuesta a la multiplicidad, o a la dispersión si se prefiere, junto con cierta representación de la unidad, se expresa también como concentración. Una iluminación interior que, aun considerada de un orden superior desde la individualidad, debe comprenderse bien, pues la Identidad Suprema es única para todos los seres creados. Justamente lo que los iniciados de estos pueblos comprendieron.
En lo que a lo colectivo se refiere, todos ellos ritualizaron simbólicamente los diversos aspectos de su vida cotidiana, es decir, pusieron el símbolo en movimiento. Quisiéramos resaltar, a través de estos fragmentos, el papel y función que cumplieron las narraciones orales en los antiguos pueblos de Norteamérica. La palabra proferida en esas narraciones predisponía a los participantes a la vivencia interior, creando una atmósfera mágica; esto es, tenían un carácter propedéutico o preparatorio para la iniciación de los jóvenes y la vida de los adultos, además del preponderante papel de los ancianos a la hora de transmitirlas. Constituían pues, junto a los ritos y símbolos de mayor carácter de estos pueblos seminómadas, una forma de transmisión del Conocimiento. Y con ello la iniciación en su permanente recreo de la cosmogonía.
Aunque estos relatos eran conocidos por todos, hemos de advertir que su comprensión íntima y, por tanto, su vivencia, tiene diversos planos o lecturas de la realidad. Niveles de comprensión que no son arbitrarios sino que corresponden efectivamente a la naturaleza de las cosas que simbolizan y transmiten. El mito, como ya sabemos, se refiere a un no-tiempo, si así pudiera decirse, en el que la simultaneidad, la unidad y la eternidad dan paso a una realidad libre de mixturas o adherencias anecdóticas y existenciales. Al trascender el tiempo sucesivo no hay ni pasado ni futuro. Un tiempo jerarquizado que desde lo lineal y sucesivo, pasando por su aspecto cíclico y la paradoja de la atemporalidad, nos lleva a un espacio otro en el que la historia, narrada de modo literal, queda abolida.
Estas narraciones orales tenían un primer efecto en el alma del indio, fuera éste iniciado o no: el poder evocador de la genealogía de sus ancestros y los orígenes de su pueblo; al fin y al cabo, la pregunta por el origen es el inicio del camino. Para los iniciados (que se sirven del silencio y la soledad como vehículo de comunicación con el Principio supremo) ciertas narraciones, cuentos o relatos les revelaban las pautas del viaje interior que estaban llamados a vivenciar y actuar. El mito se revela aquí del mismo modo: como un vehículo de conocimiento directo y no dual entre el sujeto que conoce y aquello que el mito contiene, desde su interpretación literal, pasando por la analogía hasta arribar al misterio de la anagogía, tomada en el sentido por el cual se considera que el alma se engrandece contemplando la Divinidad y sus obras.
Ciertamente un modo de conocer muy directo y no dual, tanto como sacra era la vida del indio en general; inmerso en la naturaleza bajo la protección de la bóveda celeste.
El carácter seminómada predispone al indio a ver el cielo como un santuario y la tierra como el lugar en el que transcurren todas las teofanías, el “sendero rojo” marcado por las luminarias del Sol y la Luna e impregnado de magia y esplendor.
Entre nosotros no había templos ni santuarios, salvo los de la naturaleza. Siendo un hombre natural, el indio era intensamente poético. Consideraría un sacrilegio construir una casa para Aquel que podemos encontrar cara a cara en las naves misteriosas y umbrías del bosque primitivo o en el corazón iluminado por el sol de las praderas vírgenes, en las vertiginosas agujas y pináculos de roca desnuda y, más allá, en la bóveda enjoyada del cielo nocturno. Aquel que se recubre de diáfanos velos de nubes, allí en el borde del mundo visible, donde nuestro Bisabuelo el Sol enciende su fuego de campamento nocturno, Aquel que cabalga sobre el riguroso viento del norte o exhala Su espíritu en las aromáticas brisas del sur y cuya canoa de guerra surca los ríos majestuosos y los mares interiores –¡Aquél no necesita una catedral menor!–.8
Lo cual nos descubre que:
El arte y la ciencia de los pueblos nómades o seminómadas (algunos de los cuales practicaban ciertos cultivos y se regían por determinados ciclos), conforman y crean una cultura perfectamente adaptada a sus características y ajustada a sus necesidades. Las sociedades nómades han sido también pueblos tradicionales con una cosmogonía y una cultura clara y precisa, y no hordas salvajes sumidas en la bestialidad, como algunos imaginan. Tal el caso de numerosas tribus de América del Norte (Estados Unidos y Canadá) y cono sur de la América del Sur (Argentina, Uruguay y Chile).9
* * *
Mito Esquimal sobre el origen del Sol, la Luna y las Estrellas
Cuando las tinieblas cubrían la Tierra, una muchacha era visitada por la noche por alguien cuya identidad no podía descubrir. Determinó averiguar quién pudiera ser. Mezcló un poco de hollín con aceite y se pintó el pecho con ello. La próxima vez descubrió, horrorizada, que su hermano tenía un círculo negro de hollín en torno a la boca. Le reprendió y él lo negó. El padre y la madre se enfadaron mucho y les regañaron a ambos con tanta severidad que el hijo huyó de su presencia. La hija cogió un tizón del fuego y le persiguió. El corrió hacia el Cielo para escapar de ella, pero ella voló en pos de él. El hombre se transformó en la Luna, y la muchacha que llevaba la antorcha se convirtió en el Sol. Las chispas que saltaron del tizón se convirtieron en las Estrellas. El Sol continuamente persigue a la Luna, que se oculta en la oscuridad para evitar ser descubierta. Cuando se produce un eclipse, se cree que ambos se encuentran.10
Cuento Sioux acerca de la disputa entre el Sol y la Luna
En los días del primer Abuelo, la Luna y el Sol vivían en la Tierra. Entonces, disputaron.
La Luna dijo:
– Se me ha terminado la paciencia contigo. Yo reúno al Pueblo, pero tú lo dispersas. Haces que se pierdan.
– Deseo que crezca mucho Pueblo, por eso los disperso –respondió el Sol–. Tú los dejas en la oscuridad; de ese modo, matas a muchos de hambre.
Entonces, Sol llamó al Pueblo: “¡Eh! Sois Pueblo. Muchos de vosotros se harán fuertes. Os contemplaré desde lo alto. Gobernaré todo vuestro trabajo”.
Dijo Luna: “También yo moraré encima de vosotros. Os congregaré al oscurecer. Juntándoos en gran número, dormiréis. Yo misma regiré todo vuestro trabajo. Andaremos en el sendero, uno detrás de otro. Yo andaré detrás de vosotros”.11
Todo cuanto hace un indio, lo hace dentro de un círculo. Palabras de Alce Negro
Esto es así porque el poder del universo actúa siempre en círculos y todas las cosas tienden a ser redondas. En los tiempos antiguos, cuando éramos un pueblo feliz y fuerte, nuestro poder provenía del círculo sagrado de la nación, y mientras éste no sufrió ningún daño, nuestro pueblo prosperó. (...) Todo cuanto hace el poder del Universo lo hace dentro de un círculo. El cielo es redondo, y hasta he oído decir que la tierra es redonda como una pelota y que también lo son todas las estrellas. El viento, cuando alcanza su máxima potencia, se arremolina. Los pájaros construyen su nido redondo, puesto que su religión es la misma que la nuestra. El sol sale y se pone en un círculo. La luna obra igual, y uno y otra son redondos. Incluso las estaciones, en su constante cambio, forman un gran círculo y siempre vuelven a su punto de partida. La vida de un hombre es un círculo de infancia a infancia, y así sucede con todas las cosas en las que el poder se manifiesta. Del mismo modo, nuestras tiendas eran redondas como los nidos de los pájaros y estaban siempre dispuestas en círculo, el círculo de la nación, un nido hecho de numerosos nidos en el que incubábamos a nuestros hijos según la voluntad del Gran Espíritu.12
... y el círculo es, como sabemos, el símbolo que mejor expresa la idea de movimiento, y también el signo de lo celeste y de todo aquello que se refiere a los ciclos y ritmos.13
Los cuatro vientos.
|
El mito evoca el tiempo de los orígenes primordiales y sacros de los pueblos, así como las gestas y hazañas de los héroes y dioses civilizadores que los crearon. En el origen de cualquier civilización, religión o cultura, siempre existe un Ser mítico, un dios hecho hombre o un hombre transfigurado en dios, que les revela las ciencias y las artes sagradas. Siendo así, y según nos dice la Tradición Unánime y Universal, el relato mítico es una enseñanza que transmite, utilizando el lenguaje emotivo de la poesía, una historia “ejemplar”, una historia-modelo a imitar por los hombres. En este sentido diremos que todo relato mítico despierta una emoción intelectiva que aflora de las profundidades más recónditas de nuestro ser, trasladándonos por su intermedio a un tiempo donde lo profano, lineal y sucesivo no existe. El tiempo mítico es en verdad un no-tiempo, en el sentido al menos en que lo computamos de ordinario, lo que quiere decir que está ocurriendo siempre, en este mismo instante, pues en la realidad del Ser Universal también existen orígenes atemporales.14
Primer creador y hombre único. Cuento Mandan sobre el origen
Tenemos por costumbre relatar un cuento muy antiguo cuando madura el Maíz. Tenemos a un hombre llamado Hombre Único. Mientras iba andando, volvió en sí. Se paró y pensó. Delante de él había una pipa; sobre su cabeza volaba un Cuervo. Y él cantó una canción que decía: “¿De dónde vine?” Pensó: “¿De dónde vine? ¿Cómo vine a parar aquí?” La Tierra a su alrededor era arenosa y él podía ver claramente sus propias huellas, así que las siguió para ver de dónde había venido. Llegó a un lugar húmedo, y a continuación, más adelante, a una gran Agua, junto a la cual había una Planta con hojas moteadas. Un Antreno iba saltando por la Arena. La Planta dijo: “Soy tu madre; yo te tuve. Aquél es tu padre”. Y la mala Hierba-Madre le dijo a Hombre Único que él había nacido para poner en orden los asuntos de la Tierra.
–Vuelve al lugar húmedo y allí encontrarás una Mala Hierba alta –dijo–. Esa es tu pipa. Yo sólo soy una Mala Hierba; sólo estoy para eso. Si a alguno le duelen los ojos o tiene molestias de estómago, que me coja y me hierva como medicina. Ve y crea cosas en el Mundo.
Cuando volvió en sí, tenía una manta de Lobo y un bastón con plumas atadas a su extremo. Fue al lugar húmedo, y allí crecía una Planta del Tabaco alta, alrededor de la cual zumbaba una Mosca del Tabaco. El Antreno dijo: “Esa es tu Planta del Tabaco: úsala para fumar”. De nuevo cantó el hombre la misma canción: “¿De dónde vine?” Y arrancó la Planta del Tabaco.
Mientras iba andando a paso lento, otro hombre apareció de repente. Ambos discutieron sobre cuál de ellos era el mayor, y acordaron esto: “Tú te tiendes aquí y yo allí, y el primero que se levante será el más joven”. Hombre Único dijo que dejaría su bastón de pie, mientras el otro se daba la vuelta y se tendía, y Hombre Único cantó la misma canción: “¿De dónde vine?” Se fue por su camino y viajó por todo el Mundo de un confín a otro. Entonces, pensó en su bastón y, volviendo al lugar donde el otro estaba tendido. Dijo: “¡Este ya no se podrá levantar nunca!” Cogió su bastón, que se volvió como nuevo, y cantó su canción, y ya iba a marcharse de nuevo, cuando el otro hombre se levantó del montón de polvo en el que su cuerpo había reposado y dijo: “¡Ya te dije que era más viejo que tú!”
Los dos viajaron para crear el Mundo. Buscaron Barro, pero sólo había Arena. Llegaron a un gran Lago en el que había Pollas de agua, un macho y una hembra. Las llamaron y las hicieron sus criadas, y las Pollas de agua se zambulleron y sacaron Barro, y los Hombres hicieron todas las creaturas. Arrojaban el Barro al Aire y al instante se volvía un Pájaro. Un Pájaro no tenía a donde ir y voló a las regiones pétreas, convirtiéndose en un Chotacabras. Otro metió la cabeza en la pintura roja, diciendo que tenía hambre, y cuando la sacó, la cabeza era roja, por lo que dijeron que habría de pasar muchos apuros para vivir de árboles carcomidos. Ese fue el Pájaro Carpintero.
Hicieron muchas especies distintas de Pájaros y Animales, y, por último, una abuela Rana llegó y dijo: “Hacéis demasiados Animales, debemos crear la muerte, para que los primeros puedan irse y otros nuevos venir”. Ambos dijeron: “¡Tú no tienes por qué meterte en nuestros asuntos!” Y agarraron una piedra y golpearon a la Abuela Rana en el lomo. Por eso sus patas se abrieron tanto. Así es como la muerte empezó, y el hijo de la Abuela Rana fue el primero en morir. La Abuela Rana fue a los Hombres y dijo: “Lo siento. Retractémonos y no tengamos muertos”. Pero los Hombres dijeron: “No, es imposible. Debe ser así”.
Ambos dijeron: “Mejoremos la Tierra: es toda Arena”. Y cogieron el Barro que quedaba y Hombre Único cogió su terrón y lo allanó sobre la Tierra, y ésta se volvió plana. Primer Creador cogió un poquito y lo puso aquí y allí y formó cerros y peñascos. Hombre Único utilizó su bastón y niveló la parte norte de la Tierra e hizo Lagos. La intención de Primer Creador era la de que, para cuando cayese la Nieve, debería haber terreno quebrado y Arboles y Manantiales para proteger a los Hombres y Animales del frío. Primer Creador sólo hizo bisonte para andar por la Tierra, y en cada rebaño hizo un Bisonte Blanco y dijo que este Bisonte Blanco sería precioso. Del Este acá Hombre Único creó, y Primer Creador creó la parte sur de la Tierra. Así se ha venido contando de generación en generación.
Después de la creación, no se vio nunca más a Hombre Único. Primer Creador lo convirtió en un Coyote, del que procede el Coyote de nuestros días. Nunca supo de donde había venido.15
Rostro Ohiyesa.
|
La vida entera es para la mentalidad indígena un rito continuo, un show que cuenta entre sus protagonistas al sol, la luna y el séquito de planetas que en movimiento constante producen el día y la noche, las estaciones del año... No hay en la mentalidad indígena un límite preciso entre el individuo y la naturaleza (tampoco entre lo natural y lo sobrenatural); en todo caso lo natural es la huella visible de un Ser invisible que así se revela y se hace cognoscible.
Los nativos “no ponen énfasis en la individualidad de sus concepciones o personas sino en la universalidad del conjunto del que son parte constituyente, y viven en el perpetuo asombro del devenir y en la certeza de la trascendencia de un Gran Espíritu que se manifiesta por la totalidad de la naturaleza como imagen de lo sobrenatural”.16
NOTAS
|
1 |
Federico González, El simbolismo de la rueda. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. Pág.32.
|
2 |
Charles Alexander Eastman (Ohiyesa), El alma del indio. Una interpretación. Trad. Esteve Serra, Hesperus, José J. De Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1991. Pág. 17.
|
3 |
René Guénon. “Silencio y soledad”. Etudes Traditionnelles, marzo 1949. Cap. V de Mélanges, Gallimard, 1976. Traducción al castellano en: https://symbolos.com/s3rguen.htm
|
4 |
Ibíd.
|
5 |
Ibíd.
|
6 |
Ibíd.
|
7 |
Ibíd.
|
8 |
Charles Alexander Eastman (Ohiyesa), El alma del indio. Una interpretación. Pág. 18, op. cit.
|
9 |
Federico González. El simbolismo precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. Pág. 238.
|
10 |
Lobo hambiento (Adolf hungry wolf). Cuentos de los indios pieles rojas. José de Olañeta editor, Barcelona. 1988. Pág. 47.
|
11 |
Ibíd. Pág. 47.
|
12 |
Palabras atribuidas a Alce Negro, indio siux oglala (nacido en 1863) en Michel Piquemal. Palabras de los indios norteamericanos. Ediciones B.S.A. Barcelona, 1999. Pág. 45.
|
13 |
Federico González y col. Programa Agartha. Introducción a la Ciencia Sagrada. Módulo II, Acápite 65: https://www.introduccionalsimbolismo.com/modulo2i.htm#65
|
14 |
Ibíd. Módulo I, acápite 13. “Mitología”.
|
15 |
Lobo hambiento (Adolf hungry wolf). Cuentos de los indios pieles rojas. Págs. 28-30, ibíd.
|
16 |
Federico González. El simbolismo precolombino. Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Pág. 216, op. cit.
|
|