SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

ACERCA DEL POPOL VUH
EL LIBRO SAGRADO DE LOS ANTIGUOS MAYA-QUICHÉS


Itzamná con la cabeza de Hun Hunahpú y los gemelos divinos, Hunahpú e Ixbalanqué
que representan entre sí la oposición sol-luna o sol-venus.

Conocido es por muchos El libro sagrado de los antiguos maya-quiches, el Popol Vuh.1 En este sagrado texto empapado de misterio se describe la creación universal, la cosmogonía, la creación del hombre y sus genealogías. Mitos y leyendas que fueron transmitidos por tradición oral y que

describen un génesis y una cosmogonía arquetípicos, y que se corresponden perfectamente con los ritos de los procesos iniciáticos (que promueven un hombre nuevo y verdadero, la creación de un ser) lo cual actualiza permanentemente la historia mítica regenerando así a ese arquetipo, ya sea en lo universal o individual.2

Esta “historia” arquetípica, contada con todas las vicisitudes e idiosincrasias propias de esta tradición, es análoga a aquella vivida por todo iniciado en los misterios del Ser, que experimenta varias veces en su viaje de Conocimiento la vida y la muerte, y su posterior resurrección; el nacimiento de un hombre nuevo y verdadero totalmente regenerado, que es cuando entonces emprende su ascenso vertical por los estados superiores del ser “reviviendo en su alma los mitos arquetípicos protagonizados por los dioses y las diosas” que le conducirán finalmente –si persevera hasta el final– a la reintegración en la Unidad del Ser, su Verdadera Identidad y su Liberación más allá de toda determinación.

“Escrito por sus hombres de Conocimiento durante la conquista y en su lengua, pero con alfabeto latino, para que los indios no olvidaran sus tradiciones”,3 el Popol Vuh fue encontrado por el Padre Francisco Ximénez en su curato de Santo Tomás Chichicastenango –pueblo enclavado en las montañas de Guatemala–, que dice así:

Y aquí traeremos la manifestación, la publicación y la narración de lo que estaba oculto, la revelación por Tzacol, Bitol, Alom, Qaholom, que se llaman Hunahpú-Vuch, Hunahpú-Utiú, Zaqui-Nimá-Tziís, Tepeu, Gucumatz, u Qux Cho, u Qux Paló, Ah Raxá Lac, Ah Raxá Tzel, así llamados.4 Y [al mismo tiempo] la declaración, la narración conjuntas de la Abuela y el Abuelo, cuyos nombres son Ixpiyacoc e Ixmucané,5 amparadores y protectores, dos veces abuela, dos veces abuelo, así llamados en las historias quichés, cuando contaban todo lo que hicieron en el principio de la vida, el principio de la historia.

Esto lo escribimos ya dentro de la ley de Dios, en el Cristianismo; lo sacaremos a luz porque ya no se ve el Popol Vuh, así llamado donde se veía claramente la venida del otro lado del mar, la narración de nuestra obscuridad, y se veía claramente la vida.

Existía el libro original, escrito antiguamente, pero su vista está oculta al investigador y al pensador. Grande era la descripción y el relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y repartido en cuatro partes, cómo fue señalado y el cielo fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro rincones,6 como fue dicho por el Creador y el Formador, la madre y el padre de la vida, de todo lo creado, el que da la respiración y el pensamiento, la que da a luz a los hijos, el que vela por la felicidad de los pueblos, la felicidad del linaje humano, el sabio, el que medita en la bondad de todo lo que existe en el cielo, en la tierra, en los lagos y en el mar.7


Códice Madrid, pág. 75-76.

Así da comienzo el Preámbulo a este sagrado texto de los antiguos Maya-Quichés, refiriéndose a la creación de Universo. Rafael Girard en su libro El esoterismo del Popol-Vuh anota que:

Dios –preexistente a sus obras– crea el Cosmos, que distribuye en dos planos cuadrangulares superpuestos: el cielo y la tierra, demarcando sus ángulos y estableciendo sus dimensiones, fijando así el patrón geométrico que diera las pautas para la cosmogonía, la astronomía, la cronología y la agrimensura mayas que parten de ese esquema espacio temporal. Como se ha demostrado, el cuadrángulo cósmico a que se refiere el Popol-Vuh se determina por los cuatro puntos solsticiales (sic)8 y se divide en cuatro partes iguales por la cruz astronómica que apunta hacia los rumbos cardinales. Desde los tiempos más remotos, el indio gran observador de la naturaleza se había fijado en la oscilación anual regular de los puntos levante y poniente del sol, luego notó que el astro “buscaba los ángulos del firmamento, medía lo que hay allí y cuadraba las medidas, estableciendo los puntos de lo que hay en el cielo y en la tierra” deduciendo la cuadratura del Universo, figura que se aplicó en la cuadrangulación del territorio, del pueblo, de la milpa y sus tareas, del altar, de la casa, de la plaza, etc.

El Chilam Balam de Chumayel, completa la información anterior del manuscrito quiché, precisando que los cuatro rumbos fueron señalados por sendos mojones (pedernales, árboles) cuyos colores respectivos: rojo, blanco, negro y amarillo forman la gama del cromatismo ritual. Fueron creados los cuatro jefes o regentes de dichos rumbos, ya que la existencia de ese plano cuadriforme implica automáticamente la de los cuatro dioses o soles cósmicos, por consiguiente de la luz que rasga las tinieblas del caos.9

Y más adelante:

Tanto el Popol-Vuh como el Chilam Balam de Chumayel concuerdan en el orden progresivo de la creación formada por un creador, que es un Dios increado y causa primera de todo lo existente; existe antes de ser y antecede a sus obras. Dice al efecto la citada fuente maya: “En el Uno Chuén, (Dios) sacó de sí su divinidad e hizo el cielo y la tierra. En el dos Eb, hizo la primera escalera para bajar en medio del cielo y en medio del agua”.

Más adelante dice el manuscrito maya: “Todo fue creado por Nuestro Padre Dios, y por su Palabra, allí donde no había cielo ni tierra estaba su Divinidad, que se hizo una nube sola por sí misma, y creó el Universo. Y estremeció los cielos su divino y grande poder y majestad”.10

En la época de la conquista, la nación quiché era sin duda la más poderosa y culta de las que ocuparon el área de América Central. Y este antiguo libro sagrado, que sólo ellos conocían, y comprendían, cuya narración habían escuchado desde niños alrededor del fuego o durante sus ritos y las celebraciones de sus fiestas en honor a sus dioses, seguramente, desapareció durante la catástrofe que destruyó la capital del reino quiché llamada Utatlán. Hecho que aconteció cuando, en busca de riquezas, Alvarado llegó desde México a estas tierras para su conquista, y temeroso y desconfiando de los reyes, quienes habiendo tenido que rendirse luego de sangrientas batallas, ofrecieron a Alvarado recibirlo en paz en su capital. Este capitán, sospechoso de que los indios quisieran matarlo, apresó a los reyes condenándolos a muerte por traición, ejecutándolos ante la vista de toda la población. En seguida mandó arrasar la ciudad provocando que sus habitantes, aterrorizados por lo sucedido, se dispersaran por todas partes. A raíz de la destrucción de Utatlán, su ciudad sagrada, muchos de los miembros de la nobleza buscaron refugio en un pueblo cercano llamado Chichicastenango, que los antiguos quichés llamaban Chuilá, o “lugar de las ortigas”. A este pueblo, los conquistadores, luego, dieron el nombre de Santo Tomás, confiando a los misioneros de las órdenes religiosas la pacificación y conversión de sus habitantes a la fe católica.

Fue allí, en el convento de Chichicastenango donde el Padre Fray Francisco Ximénez, de la Orden de los Dominicos, hombre sabio y conocedor de las lenguas de los indios, encontró (o le fue confiado) el libro “que tan celosamente guardaban” los naturales en su memoria y que contenía sus antiguas tradiciones, sus ideas cosmogónicas, la historia de sus orígenes, la creación del hombre, sus genealogías sagradas y cronología de sus reyes. Pero debemos señalar que,

Estas ‘genealogías’ no son estrictamente históricas en el sentido limitado y exclusivamente político que hoy le otorgamos al término. Son míticas y simbólicas, aunque no tienen por que contraponerse con la historia.
Estos nombres ‘genealógicos’ se hallan empapados de un sentido numérico, lingüístico, astronómico, mágico, rítmico y cíclico, etc.11

Partamos de que en este texto todo es simbólico: cada pensamiento, palabra y acto, los nombres, los números, la naturaleza, los juegos, los animales, las plantas, los fenómenos, etc.; todo lo que allí se narra lo es. Por lo que no siempre es fácil penetrar y comprender a qué se refieren en realidad sus historias pues, como todo texto sagrado, también tiene varios niveles de lectura y de comprensión.

Se trata de historias míticas y mágicas de sentido cíclico-rítmico expresadas de manera ritual y de modo mnemotécnico. La historia y la geografía sagradas han sido propias de todos los pueblos tradicionales. Sin ir muy lejos recordemos las genealogías bíblicas, las edades y acontecimientos que allí se narran, y los lugares geográfico-simbólicos presentes en los mitos griegos.12


Hun Hunahpú, como el dios joven del Maíz,
emergiendo de la caparazón cuadriculada de la tortuga (tierra).
Los mellizos Hunahpú e Ixbalanqué, sus hijos, a los lados. Cerámica maya.

A esto precisamente se refieren las muertes, transformaciones, resurrecciones, nacimientos, descensos y ascensos vividos por Hun-Hunahpú y Vucub Hunahpú, nacidos durante la noche13 de Ixpiyacoc e Ixmucané; al igual que las historias de los hijos de Hun-Hunahpú, llamados Hunbatz y Hunchouén, que eran grandes sabios, adivinos, flautistas, cantores y pintores a quienes todas las artes les fueron enseñadas; mas por su soberbia y la envidia que tenían hacia sus hermanos menores, los gemelos divinos Hunahpú e Ixbalanqué, fueron convertidos en monos. Estos últimos cuatro eran los nietos de la abuela y Gran Madre, Ixmucané, cuyas historias se narran en la Segunda Parte del relato mítico Quiché y que se refieren, como se señala más arriba, “a historias míticas y mágicas de sentido cíclico-rítmico” relacionadas con las distintas Edades o Soles y sus Regentes, (entre otras cosas), a través de los distintos ciclos de la humanidad.

Sería imposible, por tanto, describir o comentar tan misterioso, profundo, bello, extenso e intrincado texto en unas brevas páginas –aunque sí hemos ido dando algunas pautas para su compresión–, por lo que alentamos a nuestros lectores a sumergirse en su lectura, con ánimo abierto, sin querer sacar conclusiones racionales o apresuradas propias de nuestro ámbito profano, o hacer juicios al respecto, o darse por vencido ante aquello que nos resulta ininteligible por su carácter esotérico, oculto, propio de lo sagrado. Hay que recordar que quienes, o quien reescribió este libro –ya que se afirma en el mismo texto que el códice original ya no existía–, es anónimo, pero indudablemente era un sabio indígena, un hombre de conocimiento, que quería transmitir el Conocimiento de sus Ancestros a su pueblo, a su gente para que no olvidara sus símbolos, su historia mítica, su origen divino; en definitiva quiénes eran y de dónde venían, cómo todo había venido a ser, cómo todo fue formado y medido por el Creador, el Formador. Por lo que estos pueblos sabían perfectamente de qué se hablaba y no tenían necesidad de explicarlo; sólo lo narraron y lo escribieron para fijarlo en el tiempo.

El Popol Vuh se cantaba y se bailaba: el texto íntegro era sabido de memoria por una buena parte de la población y los personajes del texto y sus andanzas eran conocidos por todo el mundo; muchos de los pobladores se encargaban también de representarlos, al igual que hacían su parte en otras fiestas rituales.14


Bailarín.

En el centro de su pensamiento, en lo que han dejado escrito, se transluce claramente la Idea, un Arquetipo, presente en todas las auténticas culturas arcaicas y tradicionales de todos los tiempos: la Revelación por la Palabra en la oscuridad de la noche, en el Silencio absoluto cuando nada era aún, sólo “las aguas primordiales” estaban, quietas, en reposo. Es decir, una Creación ex nihilo, “de la nada, como es el caso en muchísimas Tradiciones”.15

Queremos aclarar que esta creación “de la nada” no es incompatible con una secuencia causa-efecto y son dos maneras de mirar un mismo hecho: la eternidad que siempre es ahora y siempre nace, y el tiempo que sucede de modo secuencial en busca de un fin, que conviven en lo que describimos como la realidad. (Platón dixit: El tiempo es una imagen de la eternidad).

Se dice que en el principio,

... todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado, y vacía la extensión del cielo.
Ésta es la primera relación, el primer discurso. No había todavía un hombre, ni un animal, pájaros, peces, cangrejos, árboles, piedras, cuevas, barrancas, hierbas ni bosques: sólo el cielo existía.

No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión.

No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo.

No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia.

Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche. Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores,16 estaban en el agua rodeados de claridad. Estaban ocultos bajo plumas verdes y azules, por eso se les llama Gucumatz.17


Códice de Dresde, pág. 2.

De grandes sabios, de grandes pensadores es su naturaleza. De esta manera existía el cielo y también el Corazón del Cielo, que éste es el nombre de Dios y así es como se llama.

Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento.

Entonces se manifestó con claridad, mientras meditaban, que cuando amaneciera debía aparecer el hombre.18 Entonces dispusieron la creación y crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y la creación del hombre. Se dispuso así en las tinieblas y en la noche por el Corazón del Cielo, que se llama Huracán.19


Códice de Dresde, pág. 44.

El primero se llama Caculhá Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es Raxa-Caculhá.20 Y estos tres son el Corazón del Cielo.

Entonces vinieron juntos Tepeu y Gucumatz; entonces conferenciaron sobre la vida y la claridad, cómo se hará para que aclare y amanezca, quién será el que produzca el alimento y el sustento.

– ¡Hágase así! ¡Que se llene el vacío! ¡Que esta agua se retire y desocupe [el espacio], que surja la tierra y que se afirme! Así dijeron. ¡Que aclare, que amanezca en el cielo y en la tierra! No habrá gloria ni grandeza en nuestra creación y formación hasta que exista la criatura humana, el hombre formado. Así dijeron.

Luego la tierra fue creada por ellos. Así fue en verdad como se hizo la creación de la tierra: –¡Tierra!, dijeron, y al instante fue hecha.

Como la neblina, como la nube y como una polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas; y al instante crecieron las montañas.

Solamente por un prodigio, sólo por arte mágica se realizó la formación de las montañas y los valles; y al instante brotaron juntos los cipresales y pinares en la superficie.

Y así se llenó de alegría Gucumatz, diciendo: –¡Buena ha sido tu venida, Corazón del Cielo; tú, Huracán, y tú, Chipi-Caculhá, Raxa-Caculhá!

– Nuestra obra, nuestra creación será terminada, contestaron.

Primero se formaron la tierra, las montañas y los valles; se dividieron las corrientes de agua, los arroyos se fueron corriendo libremente entre los cerros, y las aguas quedaron separadas cuando aparecieron las altas montañas.

Así fue la creación de la tierra, cuando fue formada por el Corazón del Cielo, el Corazón de la Tierra, que así son llamados los que primero la fecundaron, cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua. Así fue como se perfeccionó la obra, cuando la ejecutaron después de pensar y meditar sobre su feliz terminación.21

Y allí, en esa geografía sagrada,

... y en un tiempo que entronca con los orígenes se hizo la luz, y a través de cuatro creaciones sucesivas (en perfecto acuerdo con la Biblia, la antigüedad grecorromana, el hinduismo-budismo y el colectivo de las tradiciones) se formó el hombre actual, producto del quinto sol. Estas creencias son comunes a todos los pueblos del mundo, como ya lo llevamos dicho. Pero lo verdaderamente interesante es que para una mentalidad arcaica eso está sucediendo siempre, o sea en este mismo momento, por lo que aquella creación arquetípica que narra el mito no es sino una realidad viva ahora, de la cual la naturaleza misma de los fenómenos, seres y cosas nos habla constantemente.22

Lucrecia Herrera


NOTAS
1 En este breve trabajo utilizaremos la versión del Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché, traducidas del texto original, con introducción y notas por Adrián Recinos. Fondo de Cultura Económica, México, 1982.
2 Federico González, El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Cap. XVIII, Mitología y Popol Vuh. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
3 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada Popol Vuh. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
4 Son los nombres de la divinidad, ordenados en parejas creadoras de acuerdo a la concepción dualista quiché. A. Recinos.
5 El viejo y la vieja, análogos a los dioses mexicanos, Cipactonal y Oxomoco, los sabios, que según la leyenda inventaron la astrología judiciaria y compusieron la cuenta de los tiempos, o sea el calendario; aunque esta pareja, y sobre todo Ixmucané, tenía un contacto más directo con las cosas de este mundo. A. Recinos.
6 Los cuatro rincones son los cuatro puntos cardinales o los cuatro Bacabs, deidades de los antiguos mayas que sostenían el cielo para que no cayera.
7 Preámbulo. Popol Vuh, Las antiguas historias del Quiché. Traducidas del texto original, con una introducción y notas por Adrián Recinos, op. cit.
8 Creemos que el autor se está refiriendo aquí a los dos solsticios y los dos equinoccios.
9 Rafael Girard, Esoterismo del Popol-Vuh. Editorial Stylo, México, 1948.
10 Ibíd.
11 Federico González, El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Cap. XVIII, Mitología y Popol Vuh, op. cit.
12 Ibíd.
13 Esto es, antes que hubiera sol, ni luna, ni hubiese sido creado el hombre. A. Recinos.
14 Federico González, El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Cap. XVIII, Mitología y Popol Vuh, ibíd.
15 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada Quichés. Op. cit.
16 Literalmente, los que conciben y dan a luz. A. Recinos.
17 “Quetzalcóatl entre los maya-quiché. En el México antiguo, dios creador y reformador, padre y madre de los seres acuáticos, que se oculta en las verdes plumas de los quetzales. Se le considera como otra variante de la ‘Serpiente Emplumada’. Su nombre significa ‘Dios Corazón del Cielo’, porque en él habita, y ‘Culebra Fuerte y Sabia’, por su sabiduría e inteligencia”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: Gucumatz, ibíd.
18 “Se refiere a cómo nació claramente la idea en la mente de los Formadores, cómo se reveló la necesidad de crear al hombre, objeto último y supremo de la Creación, según las ideas de los quichés. La idea de crear al hombre se concibió entonces, pero como se ve en el curso de la narración, no se puso en práctica hasta mucho tiempo después”. A. Recinos.
19 “Dios del rayo y del viento para los mayas quichés de Guatemala. Sus atributos son el trueno y el relámpago. Se le considera ‘El más Grande de los Dioses’, ‘La Voz que Grita desde lejos’, o ‘El Corazón del Cielo’. [También] Dios del viento y la tempestad, unípede, gran generador para taínos y caribes, tal como nos lo explica Fernando Ortiz en su libro, El Huracán. Se dice que el remolino del viento huracanado es el origen de la creación. → Rayo”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: Huracán, ibíd.
20 “El gran dios de la tempestad reside en el centro del cielo y se le asocia el Ave de presa, definida, a veces, como cuervo o como gavilán, el ‘mensajero de Hurakán’. El dios unípede, tiene una triple identidad, reducible a la unidad. El primero se llama Caculhá Huracán. El segundo es Chipi-Caculhá. El tercero es Raxa-Caculhá. Forman la trilogía trueno-rayo-relámpago. ‘Y estos tres son el Corazón del Cielo’”. Rafael Girard, Historia de las Civilizaciones Antiguas de América. Desde sus Orígenes. Tomo I, Hyspamerica Ediciones, España y Editores Mexicanos Unidos, México, 1978.
21 Popol Vuh, Las antiguas historias del Quiché. Primera Parte. Capítulo Primero. Traducidas del texto original, con una introducción y notas por Adrián Recinos, ibíd.
22 Federico González, El Simbolismo Precolombino, Cosmovisión de las Culturas Arcaicas. Cap. XVIII, Mitología y Popol Vuh, ibíd.
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