SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

EL PRIMER HAIN

MARC GARCÍA



Leluwachen, chamana selk’nam del haruwen
(=territorio familiar) del Lago Fagnano. Autor desconocido.

El hain era el rito nuclear de la sociedad selk’nam.1 Su alcance es comparable al que tuvieron los Misterios de Eleusis en la antigüedad griega, un conjunto de ceremonias y ritos que implicaban a toda la ciudadanía y que poseían, además de una faceta exotérica, una dimensión iniciática que les daba su verdadera razón de ser.2 Ahora bien, en el caso del hain, los autores que han escrito sobre él –antropólogos en su mayoría– han puesto el acento en sus aspectos sociales y los han interpretado a la luz de las valoraciones y los esquemas del Occidente moderno, disminuyendo o ignorando el significado de la transmisión de la cosmogonía que se realizaba en la choza ritual.3 Así, el hain pasa hoy por ser sólo una ceremonia de agregación de varones adolescentes a la comunidad de los adultos cazadores,4 y no un rito iniciático de paso por el que, tras un conjunto de duras pruebas, se lograba acceder a la memoria viva del Ser vehiculada por los mitos cosmogónicos.5


Los klóketen (=adolescentes participantes del rito)
del hain de 1923. Fotografía de Martin Gusinde.
El hain en la edad de los howenh6

Cuando vivían los howenh, el gobierno lo ejercían las mujeres. Los hombres debían cazar y proveer lo necesario para el sustento, así como ocuparse de los niños y realizar las tareas domésticas. Si había algo que dilucidar, se reunían exclusivamente las mujeres sin que a los hombres se les permitiese participar en sus encuentros. Las mujeres impartían las directrices necesarias para mantener el orden social y eran ellas las que oficiaban el rito del hain; estaba vedado a los varones, so pena de muerte, acercarse a la choza ritual en que se congregaban para celebrarlo.7

Kreeh (=la Luna) era la chamana de mayor ascendencia sobre los selk’nam, tanto mujeres como hombres. En su condición, su mando era indiscutido y a ella le correspondía dirigir el hain.8 Su marido Krren (=el Sol) cumplía los trabajos que correspondían a los varones. Él era también chamán, como su hermano Shenu (=el Viento) y los hermanos de Kreeh, Hosh (=la Nieve), Kox (=el Mar) y Chalu (=la Lluvia). Kreeh convocaba un hain de vez en cuando para iniciar a las jóvenes howenh. Chamana implacable,9 no dudaba en matar a las neófitas que, tras ser iniciadas, resultasen insolentes, perezosas o desobedientes.

Kreeh decidía qué mujer encarnaría a cada espíritu del hain.10 En la choza ritual se preparaban secretamente las máscaras y las pinturas de los espíritus, y las actrices ensayaban sus respectivos papeles así como los gestos y el modo de caminar del daimon que cada una iba a representar. Se teatralizaba la entrada en la choza de espíritus desde el inframundo o su descenso desde los cielos con grandes voceríos que excitaban la imaginación de los hombres, infundiéndoles admiración y un gran respeto. Un espíritu llamado Shoort hacía incursiones a diario en el campamento de éstos para atemorizarlos y asegurar que se preservaba el orden ritual.11

Durante el rito, la temible Xalpen surgía del inframundo y se presentaba en la choza ceremonial.12 Era voraz, caprichosa y violenta al extremo de que su ira podía volcarse sobre las mujeres congregadas y masacrarlas. Los hombres lo sabían y cazaban sin tregua para apaciguar el hambre de Xalpen, ofreciendo carnes que más tarde serían consumidas secretamente por las mujeres.

Sucedió que en una ocasión, Krren pasó cerca de la choza del hain con un guanaco que acababa de cazar y oyó por casualidad las voces de dos mujeres jóvenes. Lleno de curiosidad, se acercó más para espiarlas y vio que las muchachas estaban ensayando sus papeles, riendo y comentando divertidas sus representaciones. En ese momento, Krren cayó en la cuenta de que el rito del hain era una escenificación y de que los espíritus eran personajes actuados por las mujeres con máscaras y disfraces; y por ello se sintió engañado. Salió de su escondite, y entrando impetuosamente en la choza, exclamó:

– ¡Mujeres traidoras! ¡Así es que habéis engañado a los hombres! ¡Ahora lo sé todo!13

Krren regresó junto a los hombres para contarles que las mujeres les habían estado engañando desde antiguo y éstos, tras deliberar, resolvieron acabar con ellas. Para ello trazaron un plan.

Un día que Tamtam, la hija de Kreeh, fue a donde los hombres para recabar comida para Xalpen, su padre Krren se encaró con ella:

– ¡Llévate esa carne; más que eso no encontré hoy! Llévala a tu madre y a las otras mujeres; ¡porque solamente ellas la comen y se dan la buena vida...! ¡Será suficiente para todas las mujeres de la Choza Grande!14

Cuando Tamtam volvió a la choza y relató lo sucedido, Kreeh comprendió lo que estaba sucediendo. Hizo que Shoort volviera al campamento para atemorizar a los hombres, pero éstos decían que no era más que una mujer disfrazada de espíritu. Las más sabias se pusieron a pensar qué hacer, y Kreeh dispuso finalmente que Xalpen masacrase a todas las mujeres. Lo anunció desde el interior de la tienda en voz muy recia para que los hombres la pudiesen oír; pero sus palabras no lograron acallarlos. Entonces hizo salir a las mujeres a la pradera formando dos filas, una a cada lado de la choza del hain, y ella se puso al frente desafiando a los varones:

– ¡Venid un poco más cerca, veréis qué furiosa está Xalpen! ¡Devorará una tras otra a todas vuestras mujeres!15

Lejos de atemorizarse, los hombres se levantaron, agarraron palos, arcos y flechas, y a la señal convenida, se abalanzaron sobre las mujeres. Éstas retrocedieron mientras Kreeh advertía a los hombres que Xalpen saldría y acabaría con ellos; pero no se detuvieron. Las empujaron hasta la choza ritual, y una vez en su interior cayeron sobre ellas con sus garrotes y las atravesaron con sus flechas. Los maridos mataron a sus esposas y los padres a sus hijas. Krren mató a su hija Tamtam, y a continuación cogió un tizón del fuego central de la choza y golpeó con él a Kreeh por tres veces. Justo en ese momento, los cielos temblaron violentamente, tanto que Krren se detuvo temiendo que pudiesen caer sobre la Tierra.16 Kreeh cayó de bruces sobre el fuego. Shenu, el Viento, la agredió con una antorcha encendida; pero ningún hombre se atrevía a ultimarla. Con la cara desfigurada por las quemaduras, Kreeh huyó al firmamento y Kreen salió corriendo tras ella, iniciándose así una persecución que durará hasta el fin de los tiempos.17

El primer hain de los hombres

Del sexo femenino sólo habían sobrevivido las niñas y las bebés. Los hombres las tomaron consigo y juntos emprendieron un viaje muy largo hacia Maaj-kum en pos de los confines del universo. Llegaron a Wíntek (=el punto cardinal este) y desde allí, dando un gran rodeo, a Kámuk (=el norte). Luego se dirigieron a Kenénik (=el oeste) y finalmente, a través de Keikruk (=el sur), volvieron a la Tierra. Durante todo el viaje guardaron duelo por la muerte de sus mujeres.18

Era invierno cuando regresaron de su peregrinación.19 Los hombres howenh más sabios y fuertes se reunieron en la región de Maustas20 y allí decidieron construir la primera choza del hain de los hombres. Era de roca y tenía unas proporciones enormes. Los siete chamanes más reputados arrastraron cada uno un enorme poste de piedra desde su comarca natal21 y otros hombres trajeron los restantes postes necesarios para completar la estructura cónica de la choza. Una vez acabada, el chamán más distinguido y varios hombres respetados se reunieron en su interior y deliberaron sobre cómo habría de ser su rito. Concluyeron que los espíritus tenían que ser exactamente los mismos del hain de las mujeres y decidieron cómo se repartirían los papeles.22 Así fue la fundación arquetípica del hain que los selk’nam representaron fielmente hasta el fin de sus días como pueblo.


Tenenesk, chamán principal del hain de 1923.
Fotografía de Martin Gusinde.

NOTAS
1 Trataremos en otro lugar de las escenas del hain y de su desarrollo. Hablamos de “escenas” porque era un rito de una gran teatralidad, al punto que todo lo que en él sucedía, a veces por espacio de meses, configuraba una magna obra de dramaturgia sagrada.
2 Ver e.g. Karl Kerényi, Eleusis. Ediciones Siruela, Madrid, 2004.
3 Ver nuestro artículo La cosmogonía de los selk’nam en este mismo número de SYMBOLOS. Los mitos que en él se explican sintéticamente fueron recogidos por el etnólogo Martin Gusinde en las veladas nocturnas que tuvieron lugar en la choza ritual del hain de 1923, uno de los últimos que los selk’nam celebraron antes de su fin como pueblo.
4 El propio Gusinde no parece haberse dado cuenta del alcance completo del hain, al que denomina en su obra “ceremonia de los kloketen” (es el término con que los selk’nam denominaban a los adolescentes que participaban en el rito).
5 Hoy en día también es común la opinión de que el hain era una herramienta para asegurar y perpetuar el dominio social de los hombres sobre las mujeres. Pensamos que esta creencia sólo puede emanar de una lectura sesgada del rito y de su mito fundacional que, a la vista de los testimonios selk’nam tardíos recogidos por Gusinde y otros autores, quizás tiñera incluso el pensamiento de los chamanes y los sabios indígenas de los últimos tiempos.
6 Esto es, los “dioses” o “ancestros míticos” (ver La cosmogonía de los selk’nam, op. cit.). Se trata de un tiempo fuera del tiempo. A partir de aquí seguiremos la obra de Anne Chapman Los selk’nam. La vida de los onas (Ed. Emecé, Buenos Aires, 1998), aunque despojando al relato mítico de lo que entendemos como apreciaciones y juicios de valor sobreañadidos de carácter exotérico relativos a la ‘lucha entre los sexos’.
7 Según el estanciero Lucas Bridges, referencia clásica en los estudios sobre los indígenas de Tierra del Fuego y cuyo testimonio es uno de los que cita Anne Chapman en su obra, el hain fue ideado por las mujeres howenh como un medio para mantener subordinados a los hombres y conjurar el peligro de que se rebelaran y les negaran obediencia. Ver también nota 5.
8 La preeminencia de Kreeh es análoga a la primacía de Artemisa –diosa igualmente relacionada con la Luna– en Grecia, Creta y el Asia Menor durante la época arcaica. La preponderancia del aspecto femenino de la deidad en los tiempos remotos tiene que ver con su primordialidad como generadora de la manifestación. En el Árbol de la Vida cabalístico, la séfira femenina Binah precede a Hesed, el principio creador activo o masculino que emana de aquélla. Ver Mireia Valls, Cuando los dioses hablan: centros oraculares de la Tradición Hermética (2ª parte). Revista SYMBOLOS nº 60, Barcelona, 2021.
9 Este es también un atributo de Artemisa.
10 Los espíritus del hain son daimones del plano o mundo intermediario entre los howenh y los dioses más altos. La mayor parte de ellos están relacionados con el inframundo y lo ctónico. También aquí se observa un paralelismo con los ritos de Eleusis, protagonizados por Perséfone, Hades y Deméter.
11 Shoort es el esposo de la terrible Xalpen (ver más adelante). Es de piedra y por eso quien lo representaba debía disimular su respiraración. Siempre iba con los puños cerrados. Shoort observaba atentamente a los hombres en sus apariciones y señalaba o castigaba a aquellos que no se conducían conforme al rito. Ver Anne Chapman, ibíd. y la interesante web Pueblos Originarios. Dioses y Personajes Míticos, https://pueblosoriginarios.com.
12 La llegada de Xalpen era tremenda: ella gritaba, las mujeres aullaban, temblaban las paredes de la choza ritual y se elevaban llamas por encima de ésta. Xalpen tiene paralelismos con Ereshkigal, la diosa sumeria del inframundo (ver e.g. Mireia Valls, Los dioses de Sumer y Carlos Alcolea, Las aventuras de Inanna. Revista SYMBOLOS nº 58, Barcelona, 2020).
13 Anne Chapman, ibíd. citando a Gusinde. Krren es ajeno a la vivencia del rito del hain –del que los hombres también participaban pues eran espectadores y colaboradores necesarios de lo que sucedía fuera de la choza ritual– como un símbolo. Desconociendo su significación más alta, lo contempla sólo en su materialidad y lo considera un engaño de las mujeres, algo que acabará provocando la sublevación de los hombres y la subversión del orden social de los howenh. Se avecina un fin de ciclo semejante al que se produjo en la tradición hindú con el alzamiento de los guerreros kshatriyas contra el sacerdocio brahmán.
14 Ibíd.
15 Ibíd.
16 La matanza violenta de las esposas y las hijas de los hombres y la convulsión de los cielos son a todas luces imágenes de un fin de ciclo.
17 Los selk’nam solían decir que, a partir de entonces, la Luna miraba a la Tierra desde lo alto con su cara tiznada, y recordando lo sucedido, se esforzaba en vengarse de los hombres.
Anne Chapman cita en su libro testimonios anotados por Martin Gusinde acerca del temor de los selk’nam hacia la Luna tal como éste: “Cierta vez Gusinde observó cómo una madre, viendo que su hijo, sentado frente a su choza, contemplaba la Luna, corrió a él, lo tomó con fuerza del brazo y, mientras lo arrastraba hacia adentro, le gritó asustada: ‘¡La Luna te mira!’” (ibíd.)
18 Se cierra un ciclo con una circumambulación en sentido polar y comienza una nueva edad en el tiempo de los ancestros. Este viaje por los cuatro puntos cardinales es análogo al que se menciona en los ritos de fundación de otros pueblos indígenas de América (ver por ejemplo en este volumen de SYMBOLOS el artículo de Ana Contreras Cosmogonía Hopi).
19 Los ancestros descienden de nuevo a la Tierra en el tiempo en que se abre la “puerta de los dioses”. Ver el capítulo “Las puertas solsticiales” en René Guénon, Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada. Ed. Eudeba, Buenos Aires, 1988.
20 Está en el sudeste de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Gusinde apunta que en Maustas, “todo el macizo montañoso, sobre todo las rocas elevadas, apretadas una contra otra como pilares de piedra, aparece [...] como una immensa choza coniforme” (citado por Chapman, ibíd.).
21 Estos siete chamanes que aportan las “piedras de fundamento” de la choza del primer hain de los hombres son análogos a los siete rishis de la tradición hindú, los siete apkallu de la tradición mesopotámica o los siete sabios de Grecia, seres míticos que transmiten la sabiduría tradicional del ciclo cósmico inmediatamente anterior al que se inaugura y que establecen en base a ella los fundamentos tradicionales del nuevo ciclo. Ver René Guénon, El Rey del Mundo. Ed. Luis Cárcamo, Madrid, 1987 y Marc García, Mesopotamia en el Manvántara. Revista SYMBOLOS nº 58, Barcelona, 2020.
22 La adopción del hain de las mujeres howenh por sus padres y esposos es una adaptación tradicional en la que no se altera el rito ni las condiciones en que se opera la iniciación. Ver a este respecto René Guénon, Apercepciones sobre la iniciación. Ed. Sanz y Torres, Madrid, 2007.
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