SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

ARCÁNGELES

MARÍA CORREA


Jerarquías Celestes, Battistero di San Giovanni, Florencia.

Los verdaderos caracteres de los cielos son la escritura de los ángeles, llamada, entre los hebreos, escritura Malachim; con ella están escritas y significadas en los cielos todas las cosas para quien sepa leerlas.1

Cuando en las diversas tradiciones se habla de dioses, nombres divinos, arcángeles y ángeles, en realidad se está haciendo referencia a determinadas energías intermediarias que a modo de escala se sitúan entre la Unidad Suprema, verdaderamente inmanifestada, y la variedad indefinida de sus manifestaciones fenoménicas.2

Estos intermediarios, dioses, ángeles o mundos se nos presentan con unos nombres que apelan a su esencia y que varían en las diferentes culturas o formas tradicionales; por esos nombres, que aquí y allá se invocan, nos responden y atienden, volcados como están en el amor divino del que agradecemos nos llamen a participar.

El término “ángel” en su forma genérica sirve para referirse a todos los seres de los mundos celestes, dentro de los cuales se diferencian jerárquicamente órdenes y coros, uno de los cuales recibe el mismo nombre de “ángel”. De los ángeles en sentido amplio nos dice la Introducción a la Ciencia Sagrada3 que son “el soporte de los Nombres del Innombrable. Son Dios y al mismo tiempo son cognoscibles; habitan, o son, el lindero entre lo visible y lo invisible y es por ello que se les llama mensajeros (en hebreo Malakh)”.

Ellos son “Dios en función; Dios como sujeto activo. La creatividad divina se manifiesta por su intermedio, determinando la diversificación de los seres que, sin separarse de Dios, garantizan la presencia de lo Divino en la tierra”.4 Y también se dice que el ángel “es la realidad esencial de cualquier ser, o sea, su ‘siendo’”.5

Y de entre estos divinos intermediarios, ¿cuál y cómo es la realidad que llamamos Miguel arcángel?, ¿cuál la de Rafael, Gabriel y Uriel, y otros tantos apelativos de esta categoría divina que nos ha llegado por la tradición judeocristiana con el nombre de arcángeles? ¿Y a qué se llama arcángel?

Para lo que nos hemos propuesto en este trabajo, que es aproximarnos a los arcángeles, vamos a tratar de seguir un orden –no excesivamente estricto–, que en lo posible nos lleve a participar de la luz que estos divinos seres están reflejando. Intentaremos así dar unas pinceladas del mundo angélico, de la división jerárquica del Cosmos, de los poderes manifestados que participan de la misma esencia, etc., sirviéndonos de algunos escritos que recoge la tradición Hermética, y de ahí, deteniéndonos en el mundo de los arcángeles, buscaremos sus revelaciones…

Cabe mencionar que en la tradición hebrea antigua no se daban nombres para los pobladores del mundo celeste sino que se refería a ellos como cualidades de Dios; según parece esto cambió durante el encierro en Babilonia, al tomar asimilaciones de otras culturas; y puede decirse que los nombres por los que conocemos a los arcángeles conservan en su etimología la referencia directa de la potestad de lo divino.

Volvamos al concepto genérico de ángel para introducirnos en la concepción del universo estratificado en jerarquías. De este mundo angélico, dice Nicolás de Cusa:6

Los ángeles son inteligencias, y porque existe una variedad de ellos es necesario que tanto sus visiones en cuanto inteligencias como sus diferencias sean distinguidas intelectualmente mediante órdenes y grados desde el punto más bajo hasta el más alto (al que se llama Cristo, el ángel del gran consejo). A partir de esta distinción se descubren tres órdenes y en cada uno de ellos tres coros. Y la línea limítrofe es el centro, al igual que el número diez es la línea limítrofe de los nueve artículos.

En todas las tradiciones, de un modo u otro, se hace constar una jerarquía en la procesión de todos los seres de la manifestación universal que parte de la Unidad Primordial, a la cual retornan todos tras cumplir su ciclo de manifestación. Un orden que a nuestra mente –de naturaleza dual– le facilita el acercamiento a lo que está más allá de ella y de la dualidad, ya que la estructura revelada de los mundos de estas inteligencias y su función en el Cosmos es precisamente el soporte y la guía para que el alma ascienda, a modo de escala, hacia su natural deseo de realizar las nupcias con el Principio.

Vamos ahora con el neoplatónico Proclo, que de forma clara y bella nos lleva de paseo por la estratificación de los mundos, deteniéndose en la expresión propia de éstos, su funcionamiento, sus movimientos y su unidad en la Unidad del Ser. Recordar que lo que en este texto se menciona como “dioses y jerarquías” sería otra terminología para “el mundo angélico o cielos”:

138. De todas las realidades participantes del carácter distintivo divino y divinizadas, el primer puesto y en la cúspide está el Ser.

Sí, en efecto, tal y como se ha demostrado, el ser está más allá del Intelecto y de la Vida, concedido como verdadero que él, después de lo Uno, causa el número más alto de efectos, de ello se puede deducir que el Ser es el participante sumo. Porque es, efectivamente, más unitario que el Intelecto y que la Vida, por lo que desde todo punto de vista ocupa un puesto de mayor dignidad; y por otro lado no hay nada antes de él excepto lo Uno. (…)

140. Todas las potencias de los dioses, tomando inicio desde lo alto y procediendo a través de los grados intermedios que les sean propios, descienden hasta las cosas del nivel ínfimo y hasta la regiones terrenales.

Y nada, en efecto, es obstáculo para estas potencias, ni les impide alcanzar con su propia presencia todas las cosas, dado que no tienen ninguna necesidad de espacio o de extensión, gracias a su superioridad sobre todas las cosas, libre de vínculos, y a su omnipresencia. (…)

No se impide la participación a aquello que es idóneo para participar de estas potencias, (…) tan pronto como un sujeto deviene apto para una tal participación, inmediatamente están presentes en él los poderes divinos, los cuales ni se sobreañaden en aquel momento ni antes estaban ausentes, sino que permanecen eternamente en una condición inmutable.

Sea cual sea la cosa terrestre que vaya a ser participante en acto, estos poderes están presentes en ella. Ellos han llenado todas las cosas de sí mismos y están presentes en los seres más elevados en una mayor medida, en los seres medianos en relación a su grado, y en los seres que están en el nivel más bajo de la manera más baja. (…)

142. Los dioses están presentes en todas las cosas de la misma manera; no todas las cosas, por el contrario, reciben de la misma manera la presencia de los dioses, sino que cada una obtiene la participación de su presencia en base al puesto que ocupa en la jerarquía y en base a su propia potencia. (…)

144. La procesión de todos los seres y de todos los órdenes jerárquicos de los seres se extiende tanto como la de los órdenes de los dioses. (…)

Los dioses preexisten a los últimos géneros de los seres y los introducen en la jerarquía, les dan vida, la potencia que los constituye en una forma específica, la perfección, y los hacen volverse hacia el bien. (…)

Todo está, por lo tanto, ligado a los dioses, tiene en los dioses su raíz y la causa de su preservación. (…)

145. Todas las cosas, en efecto, están conectadas a los dioses: algunas reciben una irradiación que procede de ciertos dioses, otras de otros, y la serie se extiende hasta los términos extremos; algunos seres dependen inmediatamente de los dioses, otros a través de un número mayor o menor de intermediarios; pero todas las cosas están llenas de dioses y aquello que cada cosa posee por naturaleza tiene en los dioses su origen propio.

146. En todas las procesiones divinas el fin es asimilado al principio. (…) Y la conversión del fin hacia el principio hace que toda jerarquía sea una unidad, definida, convergente en dirección a sí misma y manifestante, gracias a esta convergencia, de la forma de lo Uno en la pluralidad.

147. En toda jerarquía divina el extremo que está en la cumbre es asimilado al último término de la jerarquía antecedente. (…)

150. Todo aquello que procede de los órdenes divinos no puede por su naturaleza recibir todas las potencias de su productor, ni, en general los términos derivados pueden por su naturaleza recibir todas las potencias de sus antecedentes; estos últimos poseen algunas potencias que trascienden los términos inferiores y no pueden estar contenidas por sus consecuentes.

151. Entre los dioses todo aquello que cumple una función paterna entra en acción en primer lugar y está colocado en posición de anterioridad, al nivel del Bien, con respecto a todas las jerarquías divinas. Produce de sí mismo, en efecto, por una única inefable transcendencia, la existencia de derivados, las potencias en su totalidad y las esencias; por ello es llamado paterno, en cuanto manifiesta en sí la potencia unificada, cuya forma es el Bien, propia del Uno, y el principio causal que hace existir a los derivados. Y en la dirección de cada orden de los dioses está el género que desarrolla la función de padre; él produce y sistematiza en el ordenamiento jerárquico todas las cosas originándolas desde sí mismo, dado que se encuentra colocado al nivel correspondiente al del Bien.7

El mismo apelativo de “arcángel” proviene del griego “archangelos”, cuyo prefijo “arch” quiere decir “el que manda o está por encima”, seguido de “angelos” que significa “mensajero” en ese idioma. El término griego es una traducción del hebreo “malak”, que se refiere justamente al ángel o mensajero. Luego el mundo arcangélico hace referencia a aquél que ordena, impera y unifica en el mundo de los ángeles, como padre –o productor– y potencia unificadora de las potencias angélicas, entendidos estos últimos términos, ahora, como una de las jerarquías celestes.

Filón de Alejandría en sus Obras Completas8 nos deja estas indicaciones al respecto del “viaje ascendente” por las jerarquías o mundos:

Abraham, al abandonar las cosas mortales, “es agregado al pueblo de Dios” (Gn XXV, 8), y recoge como fruto la incorruptibilidad, con lo que llega a ser igual a los ángeles. Los ángeles, en efecto, son bienaventuradas almas sin cuerpos, y constituyen la hueste de Dios. Y del mismo modo se dice que el ejercitante Jacob se incorpora a un orden superior tras abandonar el inferior.

A cuantos, pues, se han perfeccionado mediante el estudio y la enseñanza cábeles un lugar entre los más; no es escaso, en efecto, el número de los que aprenden a fuerza de oír y ser instruidos, y a éstos ha asignado Moisés el nombre de pueblo. En cambio, los eximidos de las lecciones de los hombres y convertidos en discípulos bien dotados de Dios, una vez provistos del saber adquirido sin esfuerzo, son trasladados al género imperecedero y perfecto en grado sumo, siéndoles asignada una porción más valiosa que la de los anteriores. (...)

Si tuvieres presente, pues, que almas, genios y ángeles son una sola e idéntica cosa bajo diferentes nombres, te liberará de la pesadísima carga que es el temor a los genios mitológicos. Ciertamente, así como la mayoría de los hombres hablan de genios buenos y malos, e igualmente admite que entre las almas hay buenas y malas, tampoco andarás errado si reconocieres como ángeles no sólo a los que son dignos de tal nombre, es decir, a ciertos embajadores de los hombres ante Dios, y de Dios ante los hombres, (ver Platón, Simposio 202 e) de carácter sagrado e inviolable en mérito a este irreprochable y hermosísimo ministerio; sino además a los que no son sagrados ni merecen tal nombre.

Y respecto a la producción del mundo manifestado nos dice:

Pregunta a tu padre y te lo dirá; a tus mayores y te lo dirán: Cuando el Altísimo distribuyó las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció los límites de las naciones de acuerdo con el número de los ángeles de Dios.9

Avanzando en el tiempo, Dionisio Areopagita, versando sobre lo mismo, dejó escrita la relación de estos intermediarios celestes con los diferentes pueblos de los hombres, e incluso nombró algunos como los encargados por la divinidad para el cuidado y guía de los mundos inferiores, que dicho sea de paso, ellos conforman:

Así llama a Miguel el príncipe del pueblo judío y a otros ángeles príncipes de otros pueblos. En efecto, dice “El Altísimo estableció los términos de los pueblos según el número de los ángeles de Dios” (Dt 32, 8; Dan 10,13-21; 12,1) 5. Y “todos los ángeles puestos al frente de cada una de las naciones, tienen la misión de conducir hasta la Providencia, como a su propio Principio, en la medida que pueden, a todos los que quieran seguirlos de buen grado”.10

De un modo extraordinariamente clarificador, en el Árbol Sefirótico de la Cábala, está representada una división de los mundos o jerarquías celestes. A través de sabios cabalistas, nos han llegado correspondencias que se dan entre los diferentes modos de la manifestación universal. Como ejemplo de esto, en las páginas dedicadas a Giordano Bruno en Presencia Viva de la Cábala II. La Cábala cristiana11 encontramos esta selección del diálogo que figura en la Epístola que precede a La Cábala del caballo Pegaso del Nolano donde, en un recorrido por este gran vertido del Ser hacia su manifestación fenoménica, va nombrando los atributos divinos y los de algunas correspondencias con estas escalas universales tomando como soporte ese modelo del Árbol de la Vida. Se menciona aquí a los arcángeles:

Saulino.– Para que no os espantéis cuando oigáis el nombre del asno, asinidad, bestialidad, ignorancia, locura, quiero poner en primer lugar ante los ojos de vuestra consideración y traeros a la mente el pasaje aquel de cabalistas iluminados que (con luces distintas de las de Linceo, con otros ojos que los Argo) profundizaron no digo ya hasta el tercer cielo, pero sí en el profundo abismo del universo supramundano y ensófico. Mediante la contemplación de esos diez Sefirotas, a los que llaman en nuestra lengua miembros y vestimentas, penetraron, vieron, concibieron quantum fas est homini loqui. Allí están las dimensiones Ceter, Hocma, Bina, Hesed, Geburah, Tipheret, Nezah, Hod, Iesod, Malchuth, a la primera de las cuales llamamos Corona, a la segunda Sabiduría, a la tercera Providencia, a la cuarta Bondad, a la quinta Fortaleza, a la sexta Belleza, a la séptima Victoria, a la octava Alabanza, a la novena Fundamento, a la décima Reino. Dicen que a ellas responden diez órdenes de inteligencias, al primero de los cuales llaman Haioth heccados, al segundo Ophanim, al tercero Aralin, al cuarto Hasmalin, al quinto Choachin, al sexto Malachin, al séptimo Elohim, al octavo Benelohim, al noveno Maleachim, al décimo Issim. Nosotros llamamos al primero de ellos Animales santos o Serafines, al segundo ruedas formantes o Querubines, al tercero Angeles robustos o Tronos, al cuarto Efigies, al quinto Potestades, al sexto Virtudes, al séptimo Principados o dioses, al octavo Arcángeles o hijos de los dioses, al noveno Angeles o Embajadores, al décimo Almas separadas o héroes. De ahí derivan en el mundo sensible las diez esferas: 1. el primer móvil, 2. el cielo estrellado u octava esfera o firmamento, 3. el cielo de Saturno, 4. el de Júpiter, 5. el de Marte, 6. el del Sol, 7. el de Venus, 8. el de Mercurio, 9. el de la Luna, 10. el del Caos sublunar dividido en cuatro elementos. Les asisten diez motores o les están insitas diez almas: la primera Metattron o príncipe de los rostros, la segunda Raziel, la tercera Zaphciel, la cuarta Zadkiel, la quinta Camael, la sexta Raphael, la séptima Aniel, la octava Michael, la novena Gabriel, la décima Samael, bajo quien están cuatro terribles príncipes, el primero de los cuales es señor del fuego y es llamado por Job Behemoth; el segundo es señor del aire y los cabalistas y el vulgo lo llaman Beelzebub, esto es, príncipe de las moscas, y de los volátiles inmundos; el tercero es el señor de las aguas y Job lo llama Leviathan; el cuarto reina sobre la tierra, toda la cual recorre y circunda y Job lo llama Sathan.

Que la realidad que nos envuelve y en la que vivimos es la misma magia en acción donde todo tiene su relación con otros ámbitos de la manifestación, no se puede percibir con una mente que se para en la percepción sensorial; pero vamos a darle la vuelta y a remontar hacia su origen esta sombra que nos confunde, redirigiendo el espejito de nuestra mente –cuya forma de conocer es a través de la conjugación de los opuestos y de la armonía resultante de todas las analogías– hacia la luz que revela las maravillosas y misteriosas simpatías y antipatías que se dan naturalmente entre seres y mundos. Dejemos que en la contemplación de esta armonía del gran rito Cósmico camine el alma, alimentándose de esa magia, de lo creado hacia el Creador. Vamos pues a abrir el balcón de nuestro corazón, para que recibiendo, contemplando y participando del ángel, se despierten las potencias suprahumanas por las que el ser se reconoce en el Ser. Así dice el Maestro Eckhart:

Si quieres recibir dignamente a tu Dios, cuida de que tus potencias superiores estén orientadas hacia tu Dios, que tu voluntad busque su voluntad y [fíjate en] cuál es tu intención y cómo anda tu lealtad hacia Él.12

Y hablando de magia, alguien que la abordó de lleno en sus escritos fue Agrippa, un auténtico “Raphael, curandero divino”, ya que además de recuperar a los cuerpos de las dolencias, consciente del autentico sentido de esta existencia, se esforzó en colaborar con los cielos en la tarea de sanar almas, recordándonos la sabiduría que le fue otorgada al hombre por el Creador:

… es misión del hombre el comprender las cosas y no el llevar simplemente una existencia ciega entre ellas. Y es que ha sido creado para hablar e informar de las obras maravillosas de Dios. Al hombre le es posible penetrar en cada obra creada por Dios, en su esencia y propiedades, pues nada ha sido creado que no pueda ser comprendido por el hombre, y nada ha sido creado para que el hombre vague despreocupadamente, sino para que transite por los caminos de Dios, es decir: por sus obras.13

En la sección “Magia Natural” de su obra Filosofía Oculta,14 comienza diciendo:

Debido a que hay tres clases de mundos, a saber: el Elemental, el Celeste y el Intelectual, y cada inferior es gobernado por su superior y recibe sus influencias, de modo que el Arquetipo mismo y el Creador soberano nos comunica las virtudes de su omnipotencia a través de los Angeles, los Cielos, las Estrellas, los Elementos, los Animales, las Plantas, los Metales y las Piedras, habiendo hecho y creado todas las cosas para nuestro uso, he aquí por qué no es sin razón que los Magos creen que podemos penetrar naturalmente por los mismos grados y por cada uno de estos mundos, hasta el mismo mundo arquetípico, fabricador de todas las cosas, que es la causa primera de la que dependen y proceden todas las cosas.


Los Elementos, óleo, colección privada.

Como ejemplo de lo dicho extraemos las siguientes dos citas de su obra dedicada a la Filosofía Oculta. En esta primera se muestra la relación de los Elementos con las Jerarquías Celestes:

En fin, los Elementos se hallan asimismo en todo lo que existe de celeste, en los Angeles, y las inteligencias bienaventuradas, ya que la solidez de la esencia, y la fuerza de la tierra allí se encuentran (pues son las sólidas sedes del Señor), así como la clemencia y el amor, virtudes del agua purificante: he aquí por qué el Salmista las llama las aguas, cuando dice a Dios al hablar de los cielos: “Tú que gobiernas las aguas que están por encima de ellos”. Existe en ellos el aire de un espíritu sutil, y el amor del fuego, que reluce; es por ello que las santas Escrituras las denominan las alas de los vientos, y el Salmista, al hacer otra mención de ellas, dice: “Tú que haces de los espíritus, tus ángeles, y del fuego ardiente, tus ministros”.

En los órdenes angélicos también están los que corresponden al fuego, que son los Serafines, las Virtudes y las Potencias; los Querubines, de la tierra; los Tronos y los Arcángeles, del agua; las Dominaciones y los Principados, del aire. ¿No se halla algo tan tocante relativo al autor del mundo, que la tierra se abra y engendre al Salvador, y no se le llama en la misma santa Escritura, fuente de agua viva, purificante y regenerante, y soplo de vida? ¿Moisés y Paulo no dicen que es un fuego devorador?15

Y esta otra, del segundo libro de la misma obra,16 donde Agrippa relaciona las jerarquías con las piedras:

Existen también nueve órdenes de ángeles bienaventurados, a saber: los Serafines, los Querubines, los Tronos, las Dominaciones, las Virtudes; las Potestades, los Principados, los Arcángeles, los Angeles, que Ezequiel representa con nueve piedras, que son el zafiro, la esmeralda, el carbunclo, el berilo, el ónix, la crisolita, el jaspe, el topacio y la sardónix.

Sin dejar de constatar, más adelante, la incapacidad del hombre caído para reconocer las cualidades maravillosas que habitan en la materia y la posibilidad viva del ascenso del alma si es que despierta a sus estados superiores:

También se confeccionan anillos para los sueños, de eficacia maravillosa. (…) Debe saberse que estas clases de figuras de nada sirven si no están vivificadas de manera que en ellas o en sus presencias haya una virtud natural, celeste, heroica, animástica, demoníaca o angélica. Pero hoy en día ¿quién podrá dar alma a una imagen, o vida a una piedra, metal, madera o cera? ¿Quién podrá hacer surgir de las piedras a los hijos de Abraham? En verdad, este secreto no corresponde al contraído artesano, que no podrá brindar lo que no posee. Nadie lo tiene salvo quien dominó los elementos, venció a la naturaleza, ascendió por encima de los cielos, se elevó sobre los ángeles hasta el Arquetipo, con cuya cooperación pueden realizarse todas las cosas.17

Cuando los ángeles se vierten hacia el mundo manifestado se van haciendo reconocibles, sin embargo, su rostro principal no cesa de mirar a lo alto en arrebato divino hacia el Altísimo, del que toman todo el vertido que nos llega a su través:

Kether, al que puede atribuirse el simbolismo de la estrella polar, como Puerta de los Dioses, verdadera piedra filosofal de la que pende la plomada del Arquitecto del Universo. Este astro reina en el empíreo, sitio del fuego puro y eterno, lugar del cielo en que los arcángeles, ángeles y bienaventurados gozan de la presencia perenne de la Suprema Deidad.18

Tomando ahora como referencia el modelo del Árbol de la Vida, los cabalistas diferencian, además de las diez sefiroth o atributos divinos, cuatro mundos de los cuales los dos intermedios podrían presentarse también como uno solo, el mundo del alma. Éste tiene una vertiente superior, Olam ha Beriyah o Mundo de la Creación que incluye a Hesed, Gueburah y Tifereth, el cual emana directamente de Olam ha Atsiluth o Mundo de las Emanaciones (con las tres primeras sefiroth, Kether, Hokhmah y Binah), cuyo contacto lo hace más puro y misterioso, siendo el mundo de los arquetipos vinculado con el Aire. El otro plano es inferior, Olam ha Yetsirah o Mundo de las Formaciones, con Netsah, Hod y Yesod; está relacionado con las aguas de abajo y toca al mundo corpóreo llamado Olam ha Asiyah o Mundo de la Concreción Material en el que se encuentra la sefirah Malkhuth. En la Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha se dice que “los Arcángeles, como arquetipos que son, habitan el mundo beriyáhtico (o plano de la Creación) en el que se desarrolla el primer capítulo del Génesis”.19

En el capítulo dedicado a Paracelso en Presencia Viva de la Cábala II,20 encontramos este extracto del libro de Graves y Patai,21 donde se visualiza a los arcángeles en uno de los más altos cielos:

El Séptimo Cielo, de luz inefable, acoge a los Arcángeles, Querubines, Serafines y contiene las ruedas divinas; el Mismo Dios ocupa su Trono Divino y todos cantan sus Alabanzas.

Con respecto al orden que ocupan los arcángeles dentro de las jerarquías angélicas, observamos que se dan variaciones en los textos. A continuación hacemos mención de la organización según los caldeos que nos llega por Pselos y de la división jerárquica que atañe al mundo de los arcángeles según la transmite Dionisio Areopagita, el cual subdivide –como los neoplatónicos y también la Cábala– los mundos divinos en tres tríadas, haciendo pertenecer los arcángeles a la tercera, lo que según lo expuesto anteriormente sería el Mundo Yetsirahtico o de las Formaciones.

Este orden jerárquico se encuentra en un comentario de Pselos incluido en el libro de los Oráculos Caldeos.22 Está inserto en un resumen de la teología y filosofía de los caldeos basado también en tríadas. Dice primeramente:

… comenzaré por su Uno inefable. 2. Después de Él deliran sobre cierto abismo paterno compuesto de tres tríadas, cada una de las cuales tiene primero un padre, luego una potencia y en tercer lugar, un intelecto.

Y sigue más adelante tratando los órdenes subsecuentes donde nos encontramos con el mundo de los arcángeles:

Hay también una tríada-fuente de fe, verdad y amor. 12. Después de ella están las fuentes demiúrgicas, como las de las ideas, según la cual el mundo y lo que hay en él tiene figura, masa, forma y vida propia. Además, la fuente del sol, establecida antes de los principios solares; porque el demiurgo es causa de los principios solares, y Hécate de los generadores de vida. Y desde la fuente solar, procede el sol soberano y el arcangélico.
(…)

16. La cima de los principios generadores de vida se llama Hécate, el medio, alma soberana, y el extremo, virtud soberana. 17. Después del orden soberano está el de los arcángeles y a partir de todos los principios proceden los ángeles guías...

Y a través de Dionisio Areopagita,23 con una partición jerárquica igualmente en tres tríadas, nos llega la función y funcionamiento de los seres pertenecientes a la tercera tríada donde incluye a los arcángeles:

1. Nos queda aún por contemplar santamente el orden que es el último de las jerarquías angélicas, que lo componen los divinos principados, arcángeles y ángeles.

2. Los santos arcángeles pertenecen al mismo orden que los principados celestes. Pues, como he dicho ya, unos y otros forman, en efecto, junto con los ángeles, una sola jerarquía y orden. Pero, como no hay ninguna jerarquía que no tenga tres poderes: primeros, medios y últimos, el santo orden de los arcángeles, por hallarse en una situación media en la jerarquía, participa igualmente de los extremos.

Tiene, efectivamente, caracteres comunes a la vez con los muy santos principados y con los santos ángeles. Con unos porque, como los principados, se orienta hacia el Principio supraesencial y a El se asemeja, en la forma posible, y unifica a los ángeles gracias a los invisibles poderes de mando que él tiene para ordenar y disponer. Con otros, porque él pertenece también al orden intermedio que recibe jerárquicamente las iluminaciones divinas a través de las jerarquías del primer orden y se las comunica con benevolencia a los ángeles y por medio de los ángeles nos las comunica a nosotros, según las santas aptitudes de cada uno para recibir las iluminaciones divinas. (…)

Se debe pensar, en efecto, que, como ya se ha dicho, la jerarquía superior, que está muy cerca de los misterios divinos por ser el primer orden, instruye jerárquica y misteriosamente al segundo grupo, y que el segundo grupo, que se compone de santas dominaciones, virtudes y potestades, dirige a la jerarquía de los principados, arcángeles y ángeles. Este segundo grupo es más manifiesto que el primero, pero más misterioso que el siguiente.

Finalmente la jerarquía de los principados, arcángeles y ángeles, que hace las revelaciones y preside, comunicándose entre sí, las jerarquías humanas a fin de que la elevación y conversión a Dios, comunión y unión con El se realicen en la forma debida y asimismo sea también la que, con la más santa equidad, conceda bondadosamente y comunique entre todas las jerarquías los bienes que proceden de Dios. De ahí procede el que la Escritura haya atribuido a los ángeles el velar por nuestra jerarquía humana. (…)

3. Y, no sin razón, podríamos añadir además esto: que cada inteligencia, celeste o humana, posee en sí misma sus propios órdenes y poderes primeros, medios e ínfimos, en la medida de sus fuerzas y que se manifiestan en la facultad de elevarse, como ya se ha dicho, a las iluminaciones jerárquicas propias de cada cual, y que por ellas cada cual participa, en la medida que le está permitido y puede, de la Purificación que excede toda purificación, de la Luz superabundante, de la Perfección que precede a toda perfección. Pues no existe nada que sea perfecto en sí o que tenga la perfección absoluta si no es el Ser realmente perfecto en sí mismo, y que es anterior a toda perfección.

Debemos comprender que en estas divisiones cada estadio está completamente integrado en el superior; así cada ascenso por los mundos es la obtención de una consciencia más y más universal de la realidad del Cosmos y de uno mismo, que se completa en la realización de la Unidad que lo abarca todo. Y ya sin grados, sin mundo, sin distinción de nada diferente, en el Altísimo al que se entregó el ser, la puerta estrecha está abierta a la Nada Absoluta, la Suprema Identidad. Mientras tanto, en el camino cósmico que aparenta el alejamiento de esa Unidad, en cada linde o escala que recoge la totalidad de un mundo y marca la diferencia con el siguiente, se da una especie de interpenetración entre ambos planos, de manera que el límite que define y separa dos mundos es a su vez por donde quedan unidos, produciéndose ahí una reintegración del inferior en el superior, en ese punto, que actúa como la circunferencia que abarca la totalidad y que es realmente a su vez el centro mismo de ese mundo. Por lo que el conocimiento de la totalidad, o realidad, de un mundo, es el que da la posibilidad de realizar el traspaso a otro superior por conocer, lo que puede visualizarse como una espiral que une las circunferencias que no llegan a cerrarse, o también como un Caduceo.

Volviendo a la tercera tríada de las jerarquías del cielo, encontramos esta mención de Agrippa24 referida a sus funciones:

… las jerarquías tercera y última, incluyen a los principados, los arcángeles y los ángeles, que Jámblico computa de igual modo; éstos cumplen el oficio de daimones ministros, y tienen a su cargo la custodia de las cosas de este mundo inferior.

Y,

… los Coros angélicos dan al hombre maravillosas virtudes para fortalecerlo. Los Angeles le convierten en anunciador de la voluntad divina y en intérprete del pensamiento divino. Los Arcángeles le dan dominio sobre todas las cosas que tiene derecho a gobernar, como los animales de la tierra, los peces del mar y las aves del cielo.

Después hace constar que también se dan en la manifestación entidades contrapuestas a los órdenes Celestes que más adelante veremos.

Las fuentes tradicionales, por otro lado, proponen diferentes números de arcángeles; en la mayoría se habla de siete o de cuatro, siendo este último número el más extendido en la actualidad. Dichas diferencias, de nuevo, pueden estar en correspondencia con el recorrido que se esté haciendo por las escalas celestes. Cuando se citan siete, se los ha llegado a relacionar con los días de la creación, los planetas, los días de la semana “y los siete cielos en correspondencia con siete estados de la conciencia”.25

Así, encontramos en Agrippa siete entidades divinas con las características de los arcángeles:26

Hay también siete ángeles o espíritus ubicados ante la faz de Dios, como se lee en Tobías.

A los que vincula con la sefiroth o numeraciones del Árbol de la Vida así como con los planetas. De estos últimos dice este autor:

Estos espíritus, en efecto como dicen los teólogos son más misteriosos, los que gobiernan todas las cosas mediante ciertas mutaciones de horas, días y años, tal como lo relacionan los astrólogos con los planetas a los cuales presiden; por ello Trismegisto Mercurio los llama los siete gobernadores del mundo, los que por medio de las cielos reúnen, como mediante instrumentos, las influencias de todas las estrellas y de todos los signos, distribuyéndolas inmediatamente en este mundo inferior.27

Y para el abad Tritemio, según transmite Johann Reuchlin,28 también son siete:

En un escrito de 1508, titulado De septem secundeis o Chronologia mystica, Trithemius desvela al emperador Maximiliano los secretos del universo. El abad afirma, en un espíritu muy ficiniano, que Dios gobierna el cosmos a través de siete “inteligencias segundas” (intelligentiae sive spiritus orbes post Deum moventes), que no son otra cosa que los espíritus planetarios: Orifiel, ángel de Saturno; Anael, ángel de Venus; Zacariel, ángel de Júpiter; Rafael, ángel de Mercurio; Samael, ángel de Marte; Gabriel, ángel de la Luna, y Miguel, ángel del Sol. A partir de esta misma doctrina se precisa el sentido del tercer libro de la Steganographia con la única diferencia de que los espíritus reciben aquí una identidad más marcada. En efecto, pueden ser invocados trazando su fisionomía y añadiendo unas fórmulas. El proceso recuerda el arte de los emblemas y presenta analogías sorprendentes con la mnemotecnia, excepto que, en nuestro caso, el mago se transforma en pintor en el sentido más concreto del término: tiene que modelar en cera o trazar sobre una hoja de papel una figura que representará un ángel planetario, dotado de sus atributos. Esta invención del espíritu se supone que también invoca su presencia, la somete a una tarea que, en el caso en cuestión, se refiere a la comunicación a distancia. Se requiere además otros conocimientos: las figuras y los nombres de todos los espíritus que representan a las entidades zodiacales, e igualmente un cálculo astrológico.

Cuando las referencias son de cuatro arcángeles, los que se suelen mencionar son Miguel, Rafael, Gabriel y Uriel. De ellos dice el Programa Agartha29 que “surgen de y son movilizados por el Verbo creador, para llevar a cabo el desdoblamiento de la palabra en los cuatro mundos que fluyen de las cuatro letras del nombre de YHVH, y mantienen igualmente en guardia los cuatro puntos cardinales o cuatro campos de la Shekhinah”.

Y tanto si son siete o cuatro el número de arcángeles, no siempre coinciden con los mismos nombres, pues aunque suelen estar presentes Miguel y Rafael, y como tercero generalmente Gabriel, el cuarto unas veces es Uriel, otras Suriel o Phanuel y otros; luego los demás, hasta el número que se haya propuesto son variables. También cambian sus asociaciones con los planetas, las deidades de los puntos cardinales, etc. Veamos algunas de estas correspondencias en distintas fuentes:

Los ángeles dirigidos por arcángeles se organizan en cuatro grupos ante el trono de Dios. El grupo de Uriel se para frente al trono, el grupo de Raphael detrás de él; el grupo de Michael está a la derecha, y a la izquierda está el de Gabriel.30

Y Agrippa enumera estas asociaciones con los cuatro:

Hay también cuatro ángeles principales, gobernantes de los cuatro lentes y de las cuatro partes del mundo: uno de ellos, Miguel, gobierna el viento del Oriente; Rafael, el viento de Occidente; Gabriel el viento del Norte; y Noriel, y según otros Uriel, el viento del Mediodía. Siendo el nombre de los cuatro opuestos o malos espíritus “Hamael, Azazel, Azael y Mahazael”.31

En el apócrifo Libro de Enoch32 se hace continua mención de los arcángeles, lo que puede dar pie a pensar que por el hecho de ser un texto apocalíptico y dado que ahora nos encontramos de pleno al final de un ciclo cósmico, estas entidades divinas vendrán a hacérsenos muy presentes. Creemos que vale la pena detenernos en este escrito, quizás el que trata de manera más extensa el tema de estas energías o poderes celestiales que se nos presentan con sus nombres, revelándonos también aspectos míticos y del mundo intermediario por el que navega el alma, lo que puede ser una guía para reconocerlos en ciertas ocasiones en las que nuestra alma es tocada por alguno de ellos.

Haremos una selección escueta de algunos pasajes en los que se da una intervención directa de los arcángeles. Empezando por el libro primero, el de Los Vigilantes, encontramos una bella mención en el cuarto capítulo que se titula “La intercesión de los ángeles”, donde se relata la desgracia ocurrida en la Tierra tras el descenso de los ángeles caídos –algunos de los vigilantes en los cielos– y su unión con las hijas de los hombres (lo que también se menciona en el Génesis bíblico) y la extensión del pecado a partir de este hecho. Desde otro punto de vista, dicho descenso o caída revertido, puede señalar al ser humano la posibilidad de remontarse a su origen primordial:

Claman las almas de los hombres a estos intermediarios cuyo alcance puede ascender hasta “El más Alto”.

1 Y entonces Miguel, Uriel, Rafael y Gabriel miraron desde el cielo y vieron mucha sangre derramada sobre la tierra, y toda iniquidad sobre la tierra. (…)

9 Entonces dijo el Altísimo, el Santo y Grande habló, y envió a Uriel al hijo de Lamec y le dijo: “Ve a Noé y dile en mi nombre ‘¡Escóndete!’ y revélale el fin que se acerca, que toda la tierra será destruida, y un diluvio está a punto de caer sobre toda la tierra, y destruirá todo lo que está en ella. Y ahora enséñale que puede escapar y su simiente puede ser preservada por todas las generaciones del mundo”.

Pase lo que pase, esa simiente divina es intocable, pertenece a otro mundo al que esas catástrofes no afectan; ahí, en ella, está la clave de la inmortalidad.

Proseguimos con este escrito en el que en el séptimo capítulo del primer libro se encuentran nombrados siete ángeles vigilantes, entre los que reconocemos varios de los arcángeles, lo que nos hace pensar que quizás todos ellos lo sean:

1 Y estos son los nombres de los santos ángeles que vigilan a la humanidad.

2 Uriel, uno de los santos ángeles, que está sobre el mundo y sobre el Tártaro.

3 Rafael, uno de los santos ángeles, que está sobre los espíritus de los hombres.

4 Raguel, uno de los santos ángeles que se venga del mundo de las luminarias.

5 Miguel, uno de los santos ángeles, a saber, el que está sobre la mejor parte de la humanidad y sobre el caos.

6 Saraqael, uno de los santos ángeles, que está sobre los espíritus, que pecan en el espíritu.

7 Gabriel, uno de los santos ángeles, que está sobre el paraíso y las serpientes y los querubines.

8 Remiel, uno de los santos ángeles, a quien Dios puso sobre los que se levantaron.

Tras lo cual, Enoch continua encontrándose con paisajes que parecen extraídos de un sueño y lo dejan a uno –como al propio Enoch– cuestionándose significados. Será un arcángel diferente en cada lugar el que responda dando las claves. En este primer ámbito obtiene respuesta del médico y guía de las almas:

18 Y de allí me fui a otro lugar, la montaña de roca dura.

19 Y había en ella cuatro huecos, profundos, anchos y muy lisos. Qué suaves son los lugares huecos y profundos y oscuros a la vista.

20 Entonces respondió Rafael, uno de los santos ángeles que estaba conmigo, y me dijo: Estos huecos han sido creados con este mismo propósito, que los espíritus de las almas de los muertos se reúnan en ellos, sí, que todas las almas de los hijos de los hombres deberían reunirse aquí. Y estos lugares han sido hechos para recibirlos hasta el día de su juicio y hasta el período señalado, hasta el gran juicio.

Ahora el que interviene es Miguel arcángel; embelesa a nuestra alma la belleza de los símbolos de los que se sirve en este fragmento para expresarse:

32 Y fui más allá y vi siete montañas magníficas, todas diferentes entre sí, y las piedras eran magníficas y hermosas, magníficas en su conjunto, de apariencia gloriosa y hermoso exterior: tres hacia el este, una fundada sobre la otra, y tres hacia el sur, uno sobre otro, y barrancos profundos y accidentados, ninguno de los cuales se unía con otro.

33 Y el séptimo monte estaba en medio de ellos, y los sobrepasaba en altura, semejante al asiento de un trono; y árboles fragantes rodeaban el trono.

34 Y entre ellos había un árbol como yo nunca había olido, ni había ninguno entre ellos ni otros como él: tenía una fragancia más allá de toda fragancia, y sus hojas, flores y madera no se marchitan jamás; y su fruto es hermoso, y su fruto se asemeja a los dátiles de una palmera.

35 Entonces dije: “Cuán hermoso es este árbol, y fragante, y sus hojas son hermosas, y sus flores muy deliciosas en apariencia”.

36 Entonces respondió Miguel, uno de los santos y honrados ángeles que estaba conmigo y era su líder.

37 Y me dijo: “Enoch, ¿por qué me preguntas acerca de la fragancia del árbol, y por qué quieres aprender la verdad?”

38 Entonces le respondí diciendo: “Deseo saber de todo, pero sobre todo de este árbol”.

En el segundo libro que titulan el Libro de las Parábolas, Enoch, “el hijo del Hombre”, se va encontrando con decorados diferentes y de nuevo aparecen los santos ángeles revelándole los secretos que se recogen en la manifestación, a la vez que se va haciendo alusión a los nombres del adversario, que los hay tanto masculinos como femeninos, sombras de las mismas potencias divinas que también tienen su espacio, su poder y su función:

24 Y en ese día se separaron dos monstruos, un monstruo femenino llamado Leviatán, para habitar en los abismos del océano sobre las fuentes de las aguas.

25 Pero el varón se llama Behemot, que ocupaba con su pecho un desierto desolado llamado Duidain, al oriente del huerto donde moran los elegidos y justos, donde mi abuelo fue llevado, el séptimo desde Adán, el primer hombre a quien el Señor de los espíritus creó. (…)

28 Y el otro ángel que fue conmigo y me mostró lo que estaba escondido, me dijo lo que es primero y último en el cielo en lo alto, y debajo de la tierra en lo profundo, y en los extremos de los cielos, y en los cimientos del cielo.

En esta versión de la que nos hemos servido, el tercer libro es el Libro de Noé. En el capítulo cuatro, “El secreto de las Parábolas”, encontramos un diálogo entre Miguel y Rafael que viene a colación del anterior capítulo dedicado al juicio de los ángeles rebeldes.

1 Y después de eso, mi abuelo Enoch me enseñó todos los secretos del libro de las Parábolas que le habían sido dadas, y las reunió para mí en las palabras del libro de las Parábolas.

2 Y en ese día, Miguel respondió a Rafael y dijo: “El poder del espíritu me transporta y me hace temblar por la severidad del juicio de los secretos, el juicio de los ángeles: ¿quién puede soportar el severo juicio que ha sido ejecutado y ante el cual se derriten?”

3 Y Miguel respondió de nuevo, y dijo a Rafael: “¿Quién es aquel cuyo corazón no se ablanda al respecto, y cuyas riendas no se turban por esta palabra del juicio que está sobre ellos a causa de aquellos que así los han conducido afuera?”

4 Y sucedió que cuando se presentó ante el Señor de los espíritus, Miguel le dijo así a Rafael: “No tomaré parte de ellos bajo la mirada del Señor; porque el Señor de los espíritus se ha enojado con ellos porque hacen como si ellos fueran el Señor. Por tanto, todo lo que está oculto vendrá sobre ellos por los siglos de los siglos, porque ni ángel ni hombre recibirán su porción, sino que sólo ellos han recibido su juicio por los siglos de los siglos”.

Y pasa a enunciar los nombres de estos ángeles caídos y sus jefes. Aquí viene a colación mencionar la necesidad de conocer el poder de las fuerzas que nos atan a lo caduco, sin pretender negarlas ni intentar huir de ellas como si no existieran para evitar sus secuelas, sino para observar cómo enraízan en uno mismo, y de este modo poner el remedio que nos libere de su influencia, el remedio que nos devuelve la salud. Respecto a este principio que también se llama oscuro, nos dice Plutarco hablando de Isis, que la diosa

Siente amor innato por el primer principio, por el principio que ejerce sobre todo supremo poder, y que es idéntico al principio del bien; lo desea, lo persigue, huyendo y rechazando toda participación con el principio del mal. Aunque sea tanto para el uno como para el otro materia y habitáculo…33

Ya que todo es manifestado mediante dos fuerzas opuestas, es posible a través de algo manifiesto verificar su contrario, la aparición de uno revela automáticamente una carencia de su opuesto, y viceversa, la carencia de uno revela abundancia de su contrario; ejemplos de ello sería el frío y calor, la enfermedad y la salud, o la oscuridad y la luz, etc. Paracelso, versando sobre ello, habla de la necesidad de conocer la causa que produce la enfermedad pues será actuando con la fuerza de su opuesto que se hará factible el aplacarla, y no nos estamos refiriendo exclusivamente al mundo sensorial, sino principalmente al del alma, a los enemigos del alma. Y al respecto escribe:

¿Quién que no conozca a su enemigo podrá guardarse de daños y accidentes? Nadie. Por eso es necesario conocerlo. Porque hay muchas clases de enemigos, y es preciso saber lo malo tanto como lo bueno (…) ¿Y quien no supiera nada del Demonio podría entender bien lo que Dios es?34

Aunque en última instancia, si bien a un nivel el mal y el bien son opuestos, y el primero es un reflejo invertido del segundo, en otro nivel superior, el de la Unidad del Ser, el Bien no tiene opuesto, ya que está más allá de cualquier dualidad, aunque las contiene a todas en potencia.

Sigue el Libro de Enoch revelando el nombre y función de muchas de estas entidades:

12 Y el quinto se llamaba Kasdeja; éste es el que mostró a los hijos de los hombres todas las maldades de los espíritus y demonios, y las heridas del embrión en el vientre, para que pase, y las mordeduras de la serpiente, y los azotes que caen a través del mediodía calientan al hijo de la serpiente llamada Tabaet.

13 Y esta es la tarea de Kasbeel, el jefe del juramento que hizo a los santos cuando vivía en lo alto en gloria, y el nombre del juramento es Biqa.

14 Este ángel pidió a Miguel que le mostrara el nombre oculto en este juramento, para poder pronunciarlo, para que temblaran ante ese nombre en el juramento los que revelaron todo lo que había en secreto a los hijos de los hombres.

Y a continuación se explica cómo fue puesto todo de manifiesto por medio de ese juramento, tanto los errores, como la eliminación de todo pecador y la gloria del Hijo del Hombre, etc.

“El reino de los Cielos” es el título del cuarto libro. En el capítulo primero se relata que Enoch es llevado al reino de los cielos y se le revelan los secretos de estos mundos superiores. Según algunas fuentes, Enoch es ascendido al cielo reintegrándose con el ángel Metatron. Se recogen aquí, de nuevo, únicamente algunos pasajes:

8 Y el ángel Miguel me tomó de la mano derecha, me levantó y me condujo a todos los secretos, y me mostró todos los secretos de la justicia.

9 Y me mostró todos los secretos de los confines de los cielos, y todas las cámaras de todas las estrellas, y todas las luminarias, de donde proceden delante de la faz de los santos.

10 Y trasladó mi espíritu al cielo de los cielos y vi allí como una estructura construida de cristales y entre esos cristales lenguas de fuego vivo.

11 Y mi espíritu vio el cinto que ciñe la casa de fuego y en sus cuatro lados arroyos llenos de fuego vivo ciñen esa casa.

12 Y alrededor había Serafines, Querubines y Ofanin: y estos son los que no duermen y guardan el trono de Su gloria.

13 Y vi ángeles que no se podían contar. Mil miles y diez mil veces diez mil rodeando esa casa.

14 Y Miguel, Rafael, Gabriel, Fanuel y los santos ángeles que están sobre los cielos entran y salen de aquella casa.

15 Y salieron de aquella casa, Miguel y Gabriel, Rafael y Fanuel, y muchos santos ángeles innumerables.

16 Y con ellos la Cabeza de los Días, Su cabeza blanca y pura como lana, y Su vestidura indescriptible.

17 Y caí sobre mi rostro y todo mi cuerpo se relajó, y mi espíritu se transfiguró; y clamé con alta voz con el espíritu de poder, y bendecido, glorificado y exaltado.

18 Y estas bendiciones que salieron de mi boca fueron muy agradables ante ese Jefe de los Días.

19 Y ese Jefe de los Días vino con Miguel y Gabriel, Rafael y Fanuel, miles y diez miles de ángeles sin número.

20 Y vino a mí y me saludó con su voz, y me dijo: “Este es el Hijo del Hombre, que ha nacido para justicia, y la justicia permanece sobre él, y la justicia de la Cabeza de los Días no lo abandona”.

21 Y me dijo: “Él proclama. Él te proclama la paz en el nombre del mundo por venir; porque de aquí ha procedido la paz desde la creación del mundo, y así será para ti por siempre y por los siglos de los siglos.

22 Y todos andarán en sus caminos, ya que la justicia nunca Le abandona”.

Hasta aquí este escrito del Libro de Enoch que nos ha llevado, de la mano de estos seres que nos acompañan y hacen de guías luminosos, por el extraordinario y misterioso recorrido mítico del alma, con sus cuestionamientos, sus caídas, sus encuentros y desencuentros para ir ascendiendo hasta que, tras haber traspuesto todos los errores de los mundos cósmicos y comprendiendo la totalidad del juego de Ser, es recibida en las más altas estancias para acabar de entregarse completa, llena de amor, y quedar fundida en el Uno. Un recorrido con un fin extraordinario, sin palabras que abarquen cualquier aspecto de su grandeza, que cada quien tiene posibilidad de emprender y acabar triunfando. Se ha dejado constancia de esta verdad en todas las ramas de la Tradición Universal llegadas a nuestro tiempo, de una u otra forma según se haya expresado en cada cultura.

Con la entrada en la oscura edad de hierro, el ser humano se desploma en su caída; este asiduo comensal en la mesa con los dioses, que ya venía enfermando de ignorancia, entra en una fase delirante en la que va aumentando su dificultad por saber acerca de su posibilidad real de deificación, lo que deriva también en una solidificación en la vivencia del rito, del mito y del símbolo, rebajándolos, en el mejor de los casos, a la superstición y ciertas prácticas –por ejemplo la construcción de amuletos– para un beneficio exclusivo del ámbito individual. Surge entonces un interés desmesurado por estos poderes desvirtuados, lo que también ha quedado reflejado en ciertos relatos posteriores del mito. A partir de aquí, algunos seres humanos con un conocimiento parcial y sesgado utilizan dichas fuerzas insertas en el nombre de los arcángeles con unos fines diabólicos, exclusivamente particulares, lo que tiende hacia la división y hasta inversión. En nuestros días, ya se sabe que el llamado a los arcángeles ha quedado nulo o bien en el cajón de lo religioso, cuyo punto de vista hace que todo se vea fuera, y no dentro de uno, es decir, que no se excede el límite de la individualidad. Con alguna excepción, que siempre las hay.

Yendo de nuevo hacia la majestad de estos árcanos del cielo cuya naturaleza amorosa les dispone siempre a asistir a los humanos, llamamos a algunos por sus nombres.

Gabriel


Arcángel Gabriel, Metropolitan Museum, Nueva York.

Gabriel, del que se dice que “es la imaginación activa, el que anuncia la encarnación del Verbo”,35 es el “Revelador” que envía el Altísimo. En su nombre, de origen hebreo, está implícita la “Fuerza de Dios”. Dioniso Areopagita36 escribe de este arcángel:

De Gabriel: que el divino misterio del amor de Jesús a los hombres se manifestó, en primer lugar, a los ángeles y después a través de ellos nos llegó la gracia de conocerlo. En efecto, de esta forma el divino Gabriel manifestó al sacerdote Zacarías que, contra toda esperanza y por la gracia de Dios, engendraría un hijo que sería el profeta de la obra divino-humana de Jesús, que iba a manifestarse para bien y salvación del mundo (Le 1,11-20). Y también a María le anunció que se cumpliría en ella el misterio divino de lo inefable.

También dice en este libro que Dios “llamó al divinísimo Gabriel y le dijo: «Explícale a éste la visión» (Dan 8,16)”, cuando Daniel tuvo que revelar el sentido del sueño del rey. Y el que “explicó a José que se habían cumplido verdaderamente las promesas hechas por Dios a su antepasado David (2 Sam 7,12-17; Mt)”.

Preside el planeta Luna según dijo Cornelio Agrippa, asociación que extrae de los patriarcas hebreos. Encontramos también a Gabriel presente en este mito del nacimiento de Abraham:

Cuando Amitlai iba a dar a luz a Abram: Amitlai, quien sabía que le iba a llegar su hora, fue a través del desierto a una cueva situada junto al río Eufrates. Allí comenzó a sentir los dolores del parto y dio a luz a Abram, el resplandor de cuyo rostro iluminó la cueva de un extremo al otro.

Amitlai exclamó: “¡Ay, te he dado a luz en este mal momento! El rey Nimrod ha matado a setenta mil infantes varones y temo mucho por ti”. Se quitó parte de su vestido y envolvió en él a Abram mientras decía: “¡Quédate con Dios y que Él no te abandone!” Y luego se fue.

Abram se quedó solo en la cueva sin comida y comenzó a llorar, pero Dios envió al arcángel Gabriel para que le diera leche, que manaba del dedo meñique de su mano derecha, y así amamantó al niño.

Cuando se puso el sol el décimo día, Abram se levantó y bajó a la orilla del río. Vio que salían las estrellas y pensó: “Seguramente son dioses”. Cuando amaneció y las estrellas desaparecieron, se dijo: “Sin embargo, no las adoraré, porque los dioses no desaparecen”. Luego salió el sol en todo su esplendor y Abram preguntó: “¿Es ese mi dios al que debo alabar?” Pero cuando se puso de nuevo al anochecer, exclamó: “¡No era dios! El Sol, la Luna y las estrellas son seguramente movidos por Uno más grande que ellos”. Apareció Gabriel y le dijo: “¡La paz sea contigo!” Abram contestó: “¡Y contigo sea la paz! ¿Cómo te llamas?” El ángel declaró: “Soy Gabriel, el mensajero de Dios”. Inmediatamente Abram se lavó la cara, las manos y los pies en un manantial y se prosternó ante él.37

No guardes divino mensajero tus revelaciones, ayúdanos a prepararnos para ellas.

Miguel

     
a) Arcangel Miguel, Iglesia de San Miguel, Moscú.
b) Arcangel Miguel, Escultura de Llimona, Comillas, España.

De él nos dice la Introducción a la Ciencia Sagrada que: “La inteligencia del corazón, o intelecto puro, es la función que se le da al arcángel Miguel (o Christos-angelos), cuyo nombre significa igual a Dios”.38

Según la división que hemos visto anteriormente de Agrippa,39 se le asocia con la octava sefirah del Árbol de la Vida:

El octavo nombre es Elohim Sabaoth, que se interpreta también como Dios de los ejércitos, no de la guerra y la justicia sino de la piedad y la concordia, pues los dos nombres, éste y el anterior tienen, individualmente, su término de ejército; su numeración se llama Hor,40 que se interpreta como alabanza, confesión, benevolencia y gran renombre, y se la atribuye la columna izquierda; influye por el orden de los Arcángeles, que los hebreos llaman Ben Elohim, es decir, hijos de los dioses, sobre la esfera de Mercurio, esplendor y ornamento conveniente, y produce los animales; su inteligencia es Miguel, que fue gobernador de Salomón.

En el testamento apócrifo de Neftalí, Miguel está al mando de 70 ángeles que cuidan a las 70 familias en sus respectivas lenguas. Veamos ahora algunas formas de expresión en el mito de este arcángel, recogidas en el libro de los Mitos Hebreos;41 en este fragmento de la creación del hombre también se nombra a Gabriel. Se constata que esta creación se realiza con la colaboración de los intermediarios celestes.

1– Algunos dicen que Dios utilizó dos clases de polvo para la creación de Adán:
uno recogido en el monte Moriá, y el otro una mezcla escogida en los cuatro rincones del mundo y humedecida con agua tomada de todos los ríos y mares existentes. Que para asegurar la salud de Adán empleó polvo masculino y tierra femenina.
Que el nombre de Adán revela los elementos formativos de su creación: sus tres letras hebreas con sus iniciales: epher (“polvo”), dam (“sangre”) y marah (“hiel”), pues si los tres no están presentes en la misma medida el hombre se enferma y muere.
d. Dios no se dignó buscar personalmente el polvo para crear a Adán y envió en cambio a un ángel: bien a Miguel al monte Moriá o bien a Gabriel a los cuatro rincones del mundo. Sin embargo, cuando la Tierra se opuso al ángel, pues sabía que la maldecirían a causa de Adán, Dios tendió Su mano

2– a. Algunos dicen que la serpiente de Edén era Satán disfrazado; o sea el arcángel Samael. Se rebeló en el Sexto Día, impulsado por unos celos abrumadores de Adán, a quien Dios había ordenado que adorasen todos los habitantes del Cielo. El arcángel Miguel obedeció sin demora, pero Samael dijo: “¡Yo no adoraré a ningún ser inferior! Cuando Adán fue hecho, yo estaba ya perfeccionado. ¡Que él me adore a mí más bien!” Los ángeles de Samael accedieron y Miguel les advirtió: “¡Cuidado con la ira de Dios!” Samael replicó: “Si Él se muestra irritado, yo pondré un trono sobre las estrellas y me proclamaré el Supremo”. Entonces Miguel arrojó a Samael del Cielo a la tierra, donde, sin embargo, continuó tramando contra la voluntad de Dios.

3– Otros dicen que cuando todos los ángeles se habían puesto obedientemente a los pies de Adán, Samael le dijo a Dios: “Señor del Universo, Tú nos creaste con el esplendor de Tu gloria, ¿Debemos adorar, por consiguiente, a un ser formado con polvo?” Dios replicó: “Sin embargo, esta criatura, aunque fue formada con polvo, te supera en sabiduría e inteligencia”. Samael le desafió: “¡Ponnos a prueba!” Dios dijo: “He creado los animales, las aves y los reptiles. Desciende y ponlos en fila, y si puedes darles los nombres que yo les habría dado, Adán rendirá homenaje a tu sabiduría. Pero si no puedes hacerlo y él lo hace, tendrás que rendir homenaje a la de él…” Cuando Samael vio que Dios había instruido a Adán gritó indignado. “¿Gritas?”, le preguntó Dios. “¿Cómo no he de gritar –replicó Samael– si Tú me creaste con Tu Gloria y luego has dado inteligencia a una criatura hecha con polvo?” Dios dijo: “¡Oh, malvado Samael! ¿Te asombra la sabiduría de Adán? ¡Sin embargo, él ahora preverá el nacimiento de sus descendientes y dará a cada uno su nombre hasta el Día del Juicio!” Dicho eso, arrojó del Cielo a Samael y a sus ángeles ayudantes. Samael se asió a las alas de Miguel y lo habría arrastrado a él también hacia abajo si Dios no hubiera intervenido.

En una nota de este mismo libro de los Mitos Hebreos,42 se dice:

Miguel condujo a las huestes del Cielo contra el falso Cosmocrator (un poder planetario del Cuarto Día, como hizo Nabu en Babilonia y Thot en Egipto) porque había sido designado arcángel ese día. Entre los griegos Hermes (Mercurio) poseía el mismo poder planetario y, con la ayuda de Pan, liberó a Zeus del rebelde Tifón en la lucha mortal en el monte Safón.

Invocando a Miguel: ¿Quién como Dios? Solamente almas limpias que miran de corazón a lo más Alto pueden advertir tamaña luminosidad. Y… ¿no es extraordinario que sea esto posible? Resplandor de mil soles que ciega al que osa mirar con indiscreción y sin embargo, penetras amorosamente en el corazón limpio espejando hacia Él que se esconde en su Misterio.

Rafael


Rafael con Tobías, Tiziano Vecelli, 1477-1576.

Nos vamos a entretener algo más con este arcángel por su especial relación con el dios Hermes, pues “autores herméticos han relacionado a Hermes con Enoch y Elías, quienes serían, para los hebreos, la encarnación humana de esta entidad suprahumana a la que identifican con Rafael, el arcángel también guía, sanador y revelador”.43

El sexto nombre es Eloha, o nombre de cuatro letras, junto con Vaudahat; y su numeración es Tiphereth, es decir, ornamento, belleza, gloria, placer; significa el bosque de la vida; influye por el orden de las Virtudes, que los hebreos llaman Malachim, es decir, ángeles, sobre la esfera del sol, dándole esplendor y vida, y produciendo luego los metales; su inteligencia particular es Rafael, que fue gobernador de Isaac y del joven Tobías.44

Así, Agrippa le asigna la presidencia planetaria sobre el Sol; según otras fuentes es el gobernante de Mercurio y Miguel lo es del Sol. En el libro de Tobías nos invita a proclamar la verdad y a la vez a ser cautelosos, pues hoy en día, aunque suene grotesco pero más lo es la realidad, abundan los cerdos que no distinguen las perlas de sus propios excrementos.

6. Entonces Rafael llevó aparte a los dos y les dijo: “Bendecid a Dios y proclamad ante todos los vivientes los bienes que os ha concedido, para bendecir y cantar su Nombre. Manifestad a todos los hombres las acciones de Dios, dignas de honra, y no seáis remisos en confesarle. 7. Bueno es mantener oculto el secreto del rey y también es bueno proclamar y publicar las obras gloriosas de Dios. Practicad el bien y no tropezaréis con el mal”.45

Asimismo en Tobías se autorevela como uno de los ángeles de la Presencia o siempre presentes, ¡siempre!, ¡en ti mismo, en este instante! Luz esmeralda del Eterno; también nos anima a elevar cantos hacia el mundo divino, como no cesan de hacer los coros angélicos:

13. “Cuando te levantabas de la mesa sin tardanza, dejando la comida, para esconder un cadáver, era yo enviado para someterte a prueba. 14. También ahora me ha enviado Dios para curarte a ti y a tu nuera Sarra. 15. Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor”. 16. Se turbaron ambos y cayeron sobre sus rostros, llenos de terror. 17. El les dijo: “No temáis. La paz sea con vosotros. Bendecid a Dios por siempre. 18. Si he estado con vosotros no ha sido por pura benevolencia mía hacia vosotros, sino por voluntad de Dios. A él debéis bendecir todos los días, a él debéis cantar”.46

En esta referencia que sigue, extraída de la vertiente judía de la tradición, también se dice que “Rafael es, en muchos sentidos, el intermediario ‘más amigable’, más complaciente con los humanos, de las grandes multitudes de ángeles en los diversos reinos”.47 Donde así mismo se dice que la función curativa del arcángel Rafael ha llevado a los hombres a hacerse con múltiples amuletos que lo evocan para sanar sus dolencias.

Vamos a ver algunos mitos que dan cuenta de la relación de Rafael con el libro de la Sabiduría, lo que lo asocia con el escriba divino “Hermes- Mercurio” de la tradición grecorromana y el Thot egipcio, al que los textos de aquel lugar llaman “señor de los libros divinos”.

En este mito –que según parece se conserva en la tradición judía–, se relata cómo Raziel (que significa “los secretos de Dios”) entrega a Adán un libro, haciendo alusión a la revelación de la Sabiduría al hombre primordial; y dice el mito que al comer del fruto prohibido, dicho libro desapareció, por lo que el ser humano perdió la conciencia del estado edénico:

Cuando Adán se dio cuenta de lo que se había perdido, lloró copiosamente y se sumergió hasta el cuello en el río Gihón, una de las cuatro corrientes místicas que emanaban del Jardín del Edén.

El estado perdido será recuperable con el libro que devuelve Rafael a Adán, al hombre. Y más adelante se indica que lo heredará Set y que más luego llegó a Abraham...48

También referente al libro y como si pareciera una continuación del anterior mito tenemos el que se encuentra incluido en el libro de Robert Graves y Patai:49

Una perla que colgaba del techo del arca brillaba tranquilamente sobre Noé y su familia. Cuando su luz palidecía, sabía que había llegado el día; cuando brillaba, sabía que se acercaba la noche, y así nunca perdió la cuenta de los sábados. Algunos dicen, no obstante, que esa luz provenía de un libro sagrado que el arcángel Rafael dio a Noé, encuadernado en zafiro y que contenía todo el conocimiento de los astros, el arte de curar y el dominio de los demonios. Noé legó ese libro a Sem, de quien pasó por medio de Abraham a Jacob, Levi, Moisés, Josué y Salomon. (9. Gn Rab 283; B. Sanhedrin 108b; PRE, c.23; Sepher Noah, BHM, iii.158.)

Este mismo pasaje se menciona en Presencia Viva de la Cábala II50 donde se dice a propósito de aquel libro:

… He aquí un bello relato del Génesis Rabba 283 donde se nos habla de ese origen celeste de la medicina –transmitida por el arcángel Rafael, cuyo significado es “medicina de Dios”–, saber, que es depositado en un libro…

Y se sigue refiriendo al arte de la medicina, en este trabajo de Federico González y Mireia Valls, que ha “convocado” a varios sabios cabalistas51 que reconocen el verdadero arte de la Medicina, patrocinado por Rafael:

Esto hace comprender por qué casi todos los hombres de conocimiento convocados en este libro eran también médicos, conocedores de la secreta concatenación de los seres o potencias del mundo intermediario, esto es, del alma, sobre la que realizaban todas las operaciones transmutatorias y deificadoras, y que además utilizaran también al libro como una de las formas de transmisión de esos saberes. De ahí que Paracelso cargara sin miramientos en muchos de sus escritos contra los embaucadores de su tiempo. (…) Y que simultáneamente recordara una y otra vez las bases sobre las que se asienta el modus operandi de este arte de curar, como por ejemplo en su Libro de los Prólogos, donde expone los distintos tipos del arte de sanar fundamentados en la simpatía universal, intercambiables según las circunstancias, la dolencia del enfermo, la experiencia del médico, etc. Pasemos ahora al estudio de los cinco orígenes, facultades médicas o modos de curar:

I.– Medicina natural: Concibe y trata las enfermedades como enseña la vida y la naturaleza de las plantas y, según lo que convenga en cada caso, por sus símbolos o concordancias. Así curará el frío por el calor, la humedad por la desecación, la superabundancia por el ayuno y el reposo y la inanición por el aumento de las comidas. La naturaleza de estas afecciones enseña que las mismas deben ser tratadas por rechazo de acciones contrarias. Los defensores y comentaristas de esta secta fueron, entre otros, Avicena, Galeno, Rosis y sus discípulos.

II.– Medicina específica: Los que pertenecen a esta secta tratan las enfermedades por la forma específica o “Entidad específica” (Ens specificum). El imán, por ejemplo, atrae el hierro no por intermedio de cualidades elementales sino a través de fuerzas y afinidades específicas. Los médicos de esta secta curan las enfermedades por la fuerza específica de los correspondientes medicamentos. A esta secta pertenecen también aquellos otros experimentadores llamados empíricos por algunos, con justa burla, y también, en fin, entre los naturalistas, aquellos que hacen uso y receta de purgantes, ya que los que administran purgantes imponen fuerzas extrañas que derivan de lo específico, fuera de todo lo natural, saliéndose de una secta para entrar en otra.

III.– Medicina caracteriológica o cabalística: Los que la profesan curan las enfermedades, según lo que sabemos a través de sus libros y escritos, por el influjo de ciertos signos dotados de extraño poder, capaces de hacer correr a aquel a quien se le ordena o darle o sustraerle determinados influjos o maleficios. Ello puede lograrse también por la acción de la palabra, siendo en su conjunto un método eminentemente subjetivo. Los maestros y autores más destacados de esta secta fueron: Alberto el Grande, los Astrólogos, los Filósofos y los dotados del poder de la hechicería.

IV.– Medicina de los espíritus: Sus médicos cuidan y curan las enfermedades mediante filtros o infusiones en los que aciertan a coagular (cogere) el espíritu de determinadas hierbas o raíces, cuya propia sustancia ha sido responsable anteriormente de la enfermedad (similia similibus curantur). Ocurre de la misma manera que cuando un juez, habiendo hecho encadenar un reo, resulta luego el solo salvador de aquel condenado, al que únicamente su poder y su palabra serán capaces de devolver la libertad. Los enfermos que se consumen de estas dolencias pueden curar gracias al espíritu de estas hierbas, según el arte que se expresa en los libros de esta secta, de la que formaron parte gran cantidad de médicos famosos, como Hipócrates y su escuela.

V.– Medicina de la fe: La fe resulta aquí el arma de lucha y de victoria contra las enfermedades; fe del enfermo en sí mismo, en el médico, en la favorable disposición de los dioses o en la Piedad de Jesucristo. Creer en la verdad es causa suficiente de muchas curaciones y en este capítulo la vida de Jesucristo y de sus discípulos nos da el mejor ejemplo.

Pues igualmente Paracelso reconoce cinco causas de las enfermedades, la fuerza del astro, la esencia del veneno, la constitución natural, el ente espiritual y el ente de Dios.52

Invocando a Rafael: Medicina de Dios, en la sorpresa del instante, de modos insospechados que vienen de antiguo te haces presente y aflojas nuestras cadenas atadas a lo caduco para que el alma crezca como palmera sana, fuerte y bella. Es siempre deseada tu presencia, te pedimos tu soplo que mueve a las aguas para la curación.53 ¿Será esa manifestación una rememoración del aliento creador primigenio del Espíritu, que llama a la Luz a ser?54

Uriel


Uriel, Iglesia de San Juan Evangelista, Wiltshire.

De la forma de Uriel poco nos ha llegado… ¿por qué será si tu nombre apela a la luz que nos guía, el alimento de nuestra alma? “Fuego de Dios”, tanto es lo que sugiere ese nombre, esa Luz que ahora se nos presenta también por el canal del “libro”.

En alguna imagen aparece como regente de las constelaciones.


Uriel como regente de las constelaciones.
Detalle de la ventana oeste en la Iglesia de San Martín en el Bull Ring, Birmingham.

Acabamos la ronda de los arcángeles con este mito que recoge a los cuatro enviados como combatientes de las fuerzas que tiran hacia el sueño y la ignorancia:

El cananeo Genun, hijo del ciego Lamec, vivía en la región de los Pozos de Limo, gobernada por Azael desde su más tierna infancia, e inventó toda clase de instrumentos musicales.

Cuando los tocaba, Azael se introducía en ellos, haciendo que produjeran sonidos seductores que embelesaban los corazones de todos los oyentes. Genun solía reunir grupos de músicos que se inflamaban mutuamente con la música hasta que su lujuria ardía como el fuego y luego se acostaban promiscuamente. También elaboraba cerveza, reunía a mucha gente en las tabernas, les daba de beber y les enseñaba a forjar espadas de hierro y puntas de lanza, para que matasen al azar cuando estaban borrachos.

Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel le dijeron a Dios que una perversidad como aquella nunca se había dado en la tierra. En vista de ello, Dios envió a Rafael para que atase a Azael las manos y los pies y amontonase sobre él rocas melladas en la oscura Cueva de Dudael, donde se halla hasta el día del Juicio.

Gabriel destruyó a los Caídos incitándolos a la guerra civil. Miguel encadenó a Shemhazai y sus compañeros en otras cuevas oscuras durante setenta generaciones, Uriel se convirtió en el mensajero de salvación que visitó a Noé (Enoc IX-X; cf. también capítulos XI-XV y LXIX; 2 Baruc LVI.11-16; 2 Enoc XVIII.1-6).55

Antes de finalizar este trabajo, pues no sería completo si no se le nombrara, invocamos a esta misteriosa deidad, Metatron. A menudo se le nombra junto con los arcángeles y aunque su realidad entronca directamente en Kether se hace accesible desde otros planos. Podría verse como el centro del que surgen las potencias arcangélicas. ¡Cuidado! Hay en esta forma de la deidad un tremendo poder tanto arrasador como protector del Misterio.

En el Árbol Sefirótico de la Cábala, según algunas versiones tradicionales, Miguel ocupa el centro (Tifereth); Gabriel el Fundamento (Yesod) y Metatrón el polo o la corona (Kether). A este último se le denomina el YHVH menor y es el arcángel que se aparece a Moisés en medio de la zarza. Metatrón es la palabra misma “que abre el reino supercelestial”; es el espíritu de la visión que anuncia un Dios que vendrá; lo que en términos generales es válido para cualquier energía inmaterial y luminosa, es decir, angélica.56

De esta misma entidad, en Presencia Viva de la Cábala,57 haciendo referencia al libro hebreo de Enoch, se nos dice:

No en vano el tema que aborda es el de Metatrón, el “Angel o Príncipe de la Faz”, energía primera en la jerarquía angélica con la cual se expresa simbólicamente el orden cosmogónico y que se extiende a los pies o alrededor del Trono de la Gloria. Metatrón es la entidad más alta y misteriosa, la potencia activa del Principio inmutable, con funciones de guía, protector, emisario, y revelador de los más altos secretos a los iniciados. (...)

En realidad se trata de una energía universal, inmortal, eterna, y vínculo directo entre la Deidad Pura y el ser humano.

Y mencionando a Mopsik, este mismo libro de Presencia Viva de la Cábala, extrae de los escritos de este cabalista contemporáneo:

Igualmente se lo identifica a veces con Hermes y algunos autores le encuentran rasgos relacionados con Mitra.

Y a propósito de esta estrecha relación con el Hermetismo, añade Mopsik:

En todos los escritos de la literatura de los Palacios, la figura de Metatrón no es nunca el pretexto de la presentación de una doctrina y no es el garante de ninguna verdad sectaria señalada. El único mensaje específico, “personal”, que revela Metatrón en la literatura donde aparece está contenida en una simple fórmula: “Todo lo que es abajo es arriba”.

Agrippa, asociándolo como otros con Kether, dice:

El primero de estos nombres es Eheie, el nombre de la esencia divina; su numeración lleva el nombre de Keter que es interpretado como corona o diadema; significa el ser simplísimo de la divinidad, y se llama “lo que el ojo no ha visto”; se le atribuye a Dios Padre, e influye por el orden de los Serafines, o como dicen los hebreos, Haioth Hacadosch, es decir, animalia sanctitatis, animales de santidad; y de allí, a través del primum mοbile, da liberalmente el don del ser a todas las cosas, llenando el universo en toda su circunferencia hasta el centro. Su inteligencia particular se llama Metatron, es decir, príncipe de los rostros, cuyo oficio es introducir a los otros ante la faz del príncipe y, a través del ministerio de aquél, el Señor habló a Moisés.58

Y de nuevo con el Programa Agartha de Federico González y col.:

Pero también la Cábala reconoce un lado oscuro en Metatron y por lo tanto en la Shekhinah. Al separarse el mal del bien, las escorias (Keliphoth) han formado un Adán invertido: Adam Belial, y por lo tanto hay un Metatron invertido, la cara oscura del ángel Mikael: Samael, ángel que tiene sometidos a innumerables demonios, entidades ctónicas y no uránicas, terrestres y no celestes, las que a veces son invocadas en los ritos mágicos.59

René Guénon, precisamente sobre esta ambivalencia del símbolo, escribe:

Acerca del doble sentido de los símbolos, es de notar que el número 666 tampoco tiene significación exclusivamente maléfica; si bien es “el número de la Bestia”, es ante todo un número solar, y, como en otro lugar hemos dicho, el de Hajatrî’el o “Ángel de la Corona”. Por otra parte, el mismo número resulta del nombre Sôrat, que es, según los cabalistas, el demonio solar, opuesto como tal al arcángel Mijael, y esto se refiere a las dos caras de Metatrón; Sôrat es, además, el anagrama de setûr, que significa “cosa escondida”: ¿es éste el “nombre de misterio” de que habla el Apocalipsis? Pero, si satar significa ‘ocultar’, significa también ‘proteger’; y en árabe la misma palabra sátar evoca casi únicamente la idea de ‘protección’, e incluso a menudo la de una protección divina y providencial; también aquí las cosas son, pues, mucho menos simples de lo que las creen quienes no las ven sino de un lado.60

Los seres de mundos superiores como así los mismos arcángeles no pueden dejar de intervenir y derramar su gracia y rigor en nuestro mundo pues es de este modo que le llega la vida. Su presencia es actual, lo percibamos o no, aquí mismo, ahora, y nos tararean al oído en ese divino lenguaje por el que ambos, hombres y ángeles, o dioses, se saben comunicar.

Los ángeles tienen oídos de la cualidad de las lenguas que tienen nuestras Mentes. Lo mismo que los espíritus divinos hablan con las lenguas de los ángeles, así los espíritus de los hombres escuchan con los oídos de la Mens. Los nombres que se les han dado no se les han dado por necesidad de nombrarlos y de llamarlos manifiestamente. Son sellos mnemotécnicos que nos transmiten para que nos acordemos con frecuencia de los ángeles. Su rememoración atenta nos conduce recíprocamente al amor de Dios, y a su vez el amor reaviva nuestra memoria. Aquello que amamos con fuerza, lo recordamos con frecuencia, pues como dice el proverbio, los que se aman se recuerdan siempre.61

Rememorémoslos.


NOTAS.
1 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro II. La Magia Celeste. Kier, Buenos Aires, 1978. / Agrippa Heinrich Cornelius, Filosofía Oculta. Libro II. La Magia Celeste. Versión en la web.
2 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.
3 Ibíd.
4 Ibíd.
5 Ibíd.
6 Nicolás de Cusa, De Ludo Globi, un tratado dividido en dos libros, extraído de Presencia Viva de la Cábala II de Federico González y Mireia Valls, Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
7 Proclo, Elementos de teología sobre la Providencia, el destino y el mal. Ed. Trotta, Madrid, 2017.
8 Filón de Alejandría, Obras Completas. Traducción directa del griego, introducción y notas de José María Triviño, Buenos Aires, 1976.
9 Alusión a que el mundo de abajo es como el de arriba. Ibíd.
10 Pseudo Dionisio Areopagita, Obras Completas. Las Jerarquías Celestes. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2007.
11 Federico González y Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala II. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
12 Maestro Eckhart, Tratados y Sermones. Versión de la web, obras alemanas.
13 Cornelio Agrippa, El Libro de las ninfas, los silfos, los pigmeos, las salamandras y los demás espíritus. (Extraído de Presencia Viva de la Cábala II, op. cit.)
14 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro I. La Magia Natural, op. cit.
15 Ibíd.
16 Libro II. La Magia Celeste, ibíd.
17 Ibíd.
18 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, op. cit.
19 Ibíd.
20 Federico González y Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala II, op. cit.
21 Robert Graves y Raphael Patai, Los Mitos Hebreos. Ed. Losada, Buenos Aires, 1969.
22 Oráculos Caldeos. Con una selección de testimonios de Proclo, Pselos y M. Itálico. Ed Gredos, Madrid, 1991.
23 Pseudo Dionisio Areopagita, Obras Completas, op. cit.
24 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro III. La Magia Ceremonial, ibíd.
25 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd. Por otro lado, mencionar que estas diferencias no son exclusivas de los arcángeles, pues también entre otros casos de seres celestiales el número varía, como por ejemplo el de las Musas, que fue cambiando a lo largo del tiempo para quedar fijado en nueve, tal como se menciona en la Teogonía de Hesíodo.
26 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro II. La Magia Celeste, ibíd.
27 Libro III. La Magia Ceremonial, ibíd.
28 Federico González y Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala II, ibíd.
29 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
30 De la web en el artículo de la Jewish Library: Massekhet Heikhalot, Eisenstein, op. Cit., P. 109. https://www.jewishvirtuallibrary.org/angels-and-angelology-2
31 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro III. La Magia Ceremonial, ibíd.
32 Utilizamos la traducción del original etíope conservado en la biblioteca del Cogreso de los EEUU en Washington, compuesto asimismo por varios libros, número éste que difiere en otras versiones. Está disponible en la web de la Library of Congress Cataloging-in-Publication Data Winter, Jay. The Complete Book of Enoch: Standard English, versión Jay Winter.
33 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
34 Paracelso, Textos esenciales. Ed. Siruela, Madrid, 2001.
35 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
36 Pseudo Dionisio Areopagita, Obras Completas, ibíd.
37 Robert Graves y Raphael Patai, Los Mitos Hebreos, ibíd.
38 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
39 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro III. La Magia Ceremonial, ibíd.
40 Se trata de la sefirah Hod, “Gloria”.
41 Robert Graves y Raphael Patai, Los Mitos Hebreos, ibíd.
42 Ibíd.
43 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
44 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro III. La Magia Ceremonial, ibíd.
45 Tobías, 12. Biblia de Jerusalén https://www.bibliacatolica.com.br/la-biblia-de-jerusalen/tobias/12/
46 Ibíd.
47 https://www.jewishvirtuallibrary.org/angels-and-angelology-2
48 https://www.rabbidavidcooper.com/cooper-print-index/2010/11/8/2194-the-archangel-raphael.html
49 Robert Graves y Raphael Patai, Los Mitos Hebreos, ibíd.
50 Federico González y Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala II, ibíd.
51 Y dicen los autores que: “Estas son sólo algunas muestras de una cohorte de seres inmersos en la visión prodigiosa de la existencia; hombres que rompían los moldes encorsetados, castrantes y enfermizos del mundo material y solidificado y que encarnaban funciones teúrgicas, recreando con palabras o gestos espontáneos y gratuitos los mundos o planos invisibles del ser, sus luces y sombras, contracciones y expansiones, hálitos, sudores, elixires y excrecencias; y que realizaban cuidadosas labores transmutatorias en el laboratorio interno del mundo –del que ellos eran un modelo en pequeño, como todo ser humano–, al que conociéndolo podían atravesar, y quedar libres, por fin, de cualquier limitación”.
52 Descritos en Paracelso, Textos Esenciales. Ed. Siruela, Madrid, 2001.
53 “4. Porque el Angel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, quedaba curado de cualquier mal que tuviera”. (Evangelio de Juan 5). Se refiere al arcángel Rafael en Bethesda.
54 “1. En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. 3. Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz”. (Gn 1. Biblia de Jerusalén, Biblia católica online).
55 Robert Graves y Rafael Patai, Los Mitos Hebreos, ibíd.
56 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, ibíd.
57 Federico González y Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala, ibíd.
58 Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta. Libro III. La Magia Ceremonial, ibíd.
59 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, íbid.
60 René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Ed. Paidós, Barcelona, 1995.
61 Federico González y Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala, ibíd.
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