SYMBOLOS
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Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

ALGUNAS CLAVES EN LA TRANSMISIÓN
DEL CONOCIMIENTO DURANTE EL KALI YUGA:
APORTACIONES DE LOS PUEBLOS CALDEO Y CELTA
(3ª parte)

PABLO RÍO

Introducción

Para el presente número 60 de SYMBOLOS, continuamos con la tercera parte de estas pesquisas acerca de los pueblos caldeo y celta en relación con el conocimiento iniciático. Se trata, al mismo tiempo, de una búsqueda (queste) cuyo objetivo es señalar algunas claves simbólicas que nos permitan vislumbrar cómo se opera la transmisión de este conocimiento iniciático, que siendo en esencia único en todo tiempo y lugar, sin embargo, se va adaptando a las peculiaridades de cada ciclo (o subciclo) de la Manifestación Universal. Y de ahí la idea fundamental de la Cadena Áurea que asume la transmisión de dicho conocimiento de orden espiritual-intelectual, que siempre debe ser encarnado y no basta con su simple comunicación teórica.

Sabido es que el hinduismo denominó Kali Yuga o Edad Sombría a esta última etapa del ciclo, equiparable simbólicamente a la Edad de Hierro que narra Hesíodo. Continuamos nuestro recorrido por este periodo crepuscular dando un salto en el tiempo hacia la Europa medioeval, donde reconocemos el legado celta como una simbólica que facilitó una adaptación de la tradición primordial a las nuevas condiciones de tiempo y espacio. Y entre otras cuestiones, además del estudio de la simbólica asociada a la herencia celta, nos detendremos un poco en las leyendas del ciclo del Grial –en las que también hay una influencia directa de esa tradición–, las cuales, después de siglos de transmisión oral, toman forma en distintas lenguas vernáculas y fijan aquello que luego fue transmitido en el seno de una Europa Cristiana durante el medioevo.

La copa, bajo una u otra forma, juega, tanto como el corazón mismo, un papel muy importante en muchas tradiciones antiguas; y sin duda fue así para los Celtas, puesto que fue de éstos de donde vino lo que constituyó el fondo o al menos la trama de la leyenda del Santo Grial. Es lamentable que no se pueda saber con precisión cuál fue la forma de esta tradición anteriormente al cristianismo, como ocurre por lo demás con todo lo que concierne a las doctrinas celtas, para las cuales la enseñanza oral fue siempre el único modo de transmisión utilizado; pero existen, por otra parte, bastantes concordancias para que al menos pueda ser fijado el sentido de los principales símbolos que representaron, y que era en suma, lo que tenían de más esencial.1

Seguiremos pues estas últimas consideraciones buscando la síntesis, la esencia del conocimiento iniciático, que no es sino la vivencia real y efectiva de la cosmogonía perenne y un amor por el Conocimiento que lleva a identificarse con él.


El Grial y los caballeros de la Mesa Redonda. Detalles de una miniatura en la que se ve al Santo Grial apareciéndose a los caballeros de la Mesa Redonda. Bibliothèque National, París.

Acerca de la literatura heroica: el Grial y lo esotérico

Cuando hablamos del esoterismo del Grial, no entendemos sólo por ello que, como todo símbolo verdaderamente tradicional, presenta un lado esotérico […] En realidad, el símbolo del Grial, como todo lo que se relaciona con él, es de aquellos cuya misma naturaleza es esencialmente esotérica e iniciática.2

Abordamos la literatura del Grial intentando primero desembarazarnos de un prejuicio que condiciona su comprensión –pues la purificación forma parte del proceso alquímico–, que consiste en no ver en la leyenda más que una simple producción fantástica y poética, ignorando el valor simbólico superior que trasciende a la creación arbitraria; un elemento simbólico que, a su modo, es objetivo, pero que sobre todo tiene un carácter supraindividual y suprahumano. Este elemento simbólico esencial que se manifiesta en medio de todas esas sagas, leyendas, mitos, cantos de gesta y epopeyas, no siempre es evidente, e incluso ha sucedido que a veces sus redactores lo han depositado de una forma inconsciente en todos esos relatos. Así como un símbolo puede quedar disimulado en una ornamentación más o menos compleja, de igual modo ese aspecto esencial del Grial quedó disimulado entre toda esa literatura de tipo caballeresco. Según René Guénon, pudiera ser que sus escritores no fueran del todo conscientes de este hecho, pero es evidente que tuvieron una influencia más o menos directa de alguna organización esotérica regular. Asimismo, el hecho de que la leyenda del Grial se presente como una forma propiamente cristianizada, no significa en absoluto que el resto de los elementos no cristianos constituyan ‘accidentes’ o ‘adiciones’ folclóricas. Más bien al contrario: lo simbólico se introduce en lo popular para sobrevivir justo en el momento en que una forma tradicional está en peligro de desaparición, como era el caso de la tradición celta en ese momento; por eso se incorporaron muchos de sus elementos en la cristiana.

Acerca de las fuentes del Grial: de la literatura del ciclo artúrico y la tradición

Desde un punto de vista histórico el afloramiento de los textos en torno al Grial puede ser visto como la emergencia de una corriente subterránea (oral por siglos) que en cierto momento solidifica en la llamada “literatura” o ciclo artúrico, para volver luego a la invisibilidad en un período breve de tiempo. Todos los textos fundamentales parecen moverse entre el último cuarto del siglo XII y el primer cuarto del XIII d. C.

Y este período corresponde también al apogeo de la tradición medieval, al período de oro del gibelinismo, de la alta caballería, de las Cruzadas y de los Templarios, y al propio tiempo del esfuerzo de síntesis metafísica efectuado por el tomismo, partiendo en el fondo de una herencia precristiana y no cristiana, recogida por la civilización árabe (junto con un florecimiento análogo de espíritu caballeresco y místico), como era la del aristotelismo. La repentina popularidad de los romances y de los poemas del Grial viene seguida de un olvido igualmente singular. En los primeros años del siglo XIII, como si se obedeciese a una consigna, en Europa se deja de escribir sobre el Grial. Se produce una reanudación tras un notable intervalo, en los siglos XIV y XV, con formas ya cambiadas, a menudo estereotipadas, que entran en rápida decadencia. El período del colapso de la primitiva tradición del Grial coincide con el del máximo esfuerzo de la Iglesia por reprimir corrientes que consideró “heréticas”. La reanudación se produjo pasado cierto intervalo de la destrucción de la Orden de los Templarios, a la que, especialmente en Francia y en Italia, y en parte en Inglaterra, parece haber seguido el organizarse más secretamente los representantes de influencias afines.3

Antes de hacer una somera descripción de las fuentes bibliográficas sobre el tema, quisiéramos comentar un relato cuya procedencia galesa nos permite ver el sello del conocimiento celta. Se trata de la historia de Culhwch y Olwen,4 pues conserva las más viejas tradiciones artúricas: el héroe Culhwch quiere casarse con Olwen, la hija de un gigante, y debe demostrar su valía consiguiendo ciertos objetos mágicos y superando varias pruebas. Para ello pide la ayuda del rey Arturo y sus caballeros. Aquí la literatura galesa nos muestra la versión más antigua que podemos encontrar sobre este rey y su corte.5 En estos relatos se divisa una figura de Arturo que pertenece al mundo celta: un héroe, un jefe de un grupo de guerreros con poderes sobrehumanos. Vemos un Arturo que es un cazador, un guerrero y un ladrón de tesoros que habita un mundo de magia, donde lo sobrenatural es la norma.6 Igualmente se destaca el papel de Arturo como rey de reyes, o rey supremo, capaz de otorgar los más amplios honores y de contar entre sus guerreros a todo tipo de personajes.7 En esta narración, que es anterior a los textos romances franceses, aparece una corte en torno al rey Arturo que contiene muchos de los personajes que luego también estarán en la obra de Chrétien de Troyes Ginebra y el sobrino de Arturo, Gawain, entre otros.


Rex Arturus. Mosaico.

En este relato, Arturo aún guarda un papel heroico: su figura se mantiene como rey legendario de toda Bretaña y su carácter unificador se vislumbra capaz de combatir a las invasiones sajonas y normandas que sufriera la población. Aquí Arturo es todavía “el Rey que Vendrá”.

El nombre de Arturo puede recibir distintas interpretaciones, la más autorizada de las cuales es la que lo refiere a las palabras célticas arthos=oso y viros=hombre. Ya lo había explicado Nennio: Artur latine sonat ursum horribilem.8 Este significado de una fuerza viril que infunde espanto va unido además a un simbolismo de origen hiperbóreo y a la vez remite de nuevo a la idea de una función central o “polar”. El oso, en efecto, es uno de los símbolos sagrados del antiguo culto nórdico y, simultáneamente, en el simbolismo astronómico corresponde a la constelación “polar” (Osa Mayor). Y no solo eso: en el conjunto de los textos tradicionales, símbolos y nombres físicos acaban estableciendo una relación entre esa constelación, con el consiguiente simbolismo del polo o centro a ella referido, y Tule, uno de los nombres que designaron la “Isla Blanca” hiperbórea, el centro tradicional primordial.9 El elemento “polar”, el elemento hiperbóreo y el elemento regio convergen, pues, en el personaje de Arturo. El aspecto unilateralmente viril y guerrero que pudiera suponerse en Arturo como ursus horribilis aparece rectificado también por el hecho de que, en la leyenda, Arturo siempre se acompaña, como con una especie de complemento o contrapartida suya, con Myrddhin o Merlín, poseedor de un saber y un poder supra material, que en el fondo aparece menos como persona distinta que como personificación del lado trascendental y espiritual del propio Arturo. Por lo demás, el nombre de oso –björn– fue aplicado en las tradiciones nórdicas a Thor, que es uno de los “héroes celestiales” o ases en lucha contra los “seres elementales”; y el oso, junto al lobo, en la Ynglingasaga, es una forma adoptada por Odín, jefe supremo del Walhalla y de la “sede del Centro”, o Mitgard.10

Continuamos con el relato de Culhwch y Olwen. En él hay un extracto que refiere un episodio acerca de la caza del jabalí Twrch Trwyth, que era un relato independiente pero al parecer muy conocido dentro de la tradición galesa medieval y que acabó relacionado con el ciclo de Arturo. Esta tradición es también muy antigua, y puede trazarse en su forma oral desde antes del siglo IX. El autor anónimo de Culhwch y Olwen utilizó este episodio, que debía ser bien conocido por su audiencia, para convertirlo en el punto central de toda su composición. ¿No será un indicio más de la incorporación de los datos tradicionales mediante la adaptación a las nuevas condiciones de tiempo y espacio? La simbólica del ciclo artúrico hace perdurar esos datos que vienen de la antiquísima tradición hiperbórea.11

Después del largo periodo de transmisión oral, las leyendas artúricas toman la forma de crónicas eclesiásticas escritas en latín en la isla de Gran Bretaña (s. IX y XII d. C.). También cabe destacar como relevante a Godofredo de Monmouth, quien dejará escrita una historia del rey Arturo que servirá de base a otras muchas del ciclo.

Robert de Boron y Chrétien de Troyes son los autores que han dejado la literatura más conocida en torno al Grial. El primero comprende tres obras: José de Arimatea, Merlín y el Perlesvaus; el segundo nos presenta el Conte du Graal, que posteriormente tuvo una primera continuación por parte de Gautier de Doulens y otra posterior, obra de Manessier. También se documenta una interpolación por parte de Gerbert de Montreuil. Cabría que figurase también en esta serie: Grand Saint Graal, el Perceval le Gallois en prosa, la Queste del Saint Graal (penúltima parte del Lanzarote en prosa), el Parzifal de Wolfram von Eschenbach, el Titurel (Albrecht von Scharffenberg), La Morte Darthur (Malory) y el Diu Crône (Heinrich von dem Turlin). Finalmente, hacer mención del poeta alemán Wolfram von Eschenbach (c.1170, + c.1220), creador del mito de Parsifal que tanto éxito tendría en el mundo cultural germano.

El Grial, su significado iniciático

En la segunda parte de este estudio12 mencionábamos que, según la mitología irlandesa, los Tuatha de Danann, a su llegada a Irlanda, trajeron consigo cuatro poderosos talismanes u objetos de poder. Veamos ahora un poco su simbolismo y relaciones con las leyendas del Grial.

En primer lugar, encontramos la piedra de Fâl: esta gritaba cuando quien debía ser reconocido como rey la tocaba. Esto es, la piedra confirma la voluntad del Cielo, pues el “betilo” o aerolito está asociado a la morada celeste o divina, además de proveer como un soporte de ciertos influjos espirituales:

Esencialmente la piedra es la solidificación de las energías y ritmos primeros, alberga dentro de sí la ebullición de los poderes cósmicos de manera cristalizada. Por ese motivo también simboliza lo potencial y por lo tanto lo más poderoso, de lo cual su dureza es un reflejo en el plano creacional. De allí igualmente el culto a determinadas piedras en distintas Tradiciones o a través de diferentes epifanías, o personajes tocados por lo sagrado.13

En todos los casos, el “betilo” era una “piedra profética”, una “piedra que habla”, es decir una piedra que daba oráculos o junto a la cual se daban oráculos, gracias a los “influjos espirituales” de que era soporte; y el ejemplo del “Ômphalos” de Delfos es muy característico a este respecto.14

Un origen celeste que, al mismo tiempo, se vincula con el corazón; pues en todas las tradiciones éste es la sede o centro del ser integral y el que recibe las influencias espirituales y las guarda.

Los betilos no deben confundirse con las “piedras del rayo”, que simbolizan el rayo y, por ende, se asocian con la luz. Su origen es hiperbóreo:

Las “piedras del rayo” son piedras que simbolizan el rayo; son las hachas de sílex prehistóricas, al igual que el “huevo de serpiente”, símbolo druídico del “huevo del mundo”, no es otra cosa, en cuanto a su figuración material, que el erizo de mar fosilizado. El hacha de piedra es la piedra que rompe y hiende, y por eso representa al rayo. Este simbolismo se remonta a una época muy remota, y explica la existencia de ciertas hachas, llamadas por los arqueólogos “hachas votivas”, objetos rituales que nunca han podido tener utilización práctica alguna como armas o como utensilios.

Esto nos recuerda un punto ya tratado: el hacha de piedra de Parashu Râma y el martillo de piedra de Thor son una sola arma. Esta arma es el símbolo del rayo. De donde se deduce que el simbolismo de las “piedras del rayo” es de origen hiperbóreo, es decir, se vincula a la más antigua de las tradiciones de la humanidad actual, a la que es verdaderamente la tradición primitiva para el presente Manvántara.

Por otra parte, se debe subrayar el importantísimo papel que desempeña el rayo en el simbolismo tibetano: el vajra, que lo representa, es una de las principales insignias de los dignatarios del lamaísmo. A la vez, el vajra simboliza el principio masculino de la manifestación universal, y así, el rayo está asociado a la idea de “paternidad divina”, asociación que se encuentra con igual nitidez en la Antigüedad occidental. El rayo es el principal atributo de Zeus Pater o Júpiter, el “padre de los dioses y de los hombres”, que fulmina a los titanes y gigantes, de igual modo que Thor y Párashu-Râma destruyen a los equivalentes de aquéllos con sus armas de piedra.15

Entre los talismanes que portaron los Tuatha también se halla presente el simbolismo de la lanza16 y la espada, siempre vinculado y complementándose con el de la copa o vaso; en la leyenda cristiana se dice que “después de morir, a Jesús le clavan una pica en su costado del cual manan sangre y agua que José de Arimatea recoge en una copa a la que se vincula con el Graal”.17

Entre los celtas, Dagda era asimilado al dios Júpiter que, como padre tribal, se relacionaba con la abundancia y la regeneración. Los atributos de Dagda eran una porra (cuyos extremos tenían el poder de matar, por un lado, y de regenerar y dar la vida por el otro; es decir poseía un doble filo o puntas opuestas) y un caldero, símbolos éstos que serían análogos a los de la lanza y la copa respectivamente. La lanza es una figura del “eje del mundo” y, al mismo tiempo, un símbolo del rayo celeste que al hendirse en la copa o corazón lo fecunda, depositando en él su influjo espiritual.

Esto explica igualmente que con frecuencia la lanza y sus equivalentes, la espada y la flecha, sean asimiladas al rayo solar. Debe quedar bien claro que los dos simbolismos, el polar y el solar, nunca deben confundirse, puesto que, como lo hemos indicado reiteradamente, el primero posee un carácter más fundamental y realmente “primordial”. Ello no es óbice para que se produzcan a menudo “transferencias” de uno a otro.18

En cuanto a las armas de doble filo, como es el caso de la espada (otro de los objetos mágicos de los Tuatha), hay que ver claramente en ellas su relación con el simbolismo de la dualidad cósmica; es decir, una expresión de la polarización del Ser Universal en “esencia” y “substancia” al nivel que fuere, lo que las hace análogas, por tanto, al simbolismo del caduceo hermético. René Guénon nos ayuda a precisar un poco más la cuestión:

La espada puede ser considerada, grosso modo, como un arma de doble filo. Un ejemplo aún más llamativo es el de la doble hacha, que pertenece al simbolismo egeo y cretense, o sea prehelénico, aunque no es exclusiva de él. Ahora bien, el hacha, como lo hemos explicado antes (las piedras del rayo), es especialmente un símbolo del rayo y, por lo tanto, un equivalente estricto del vajra. La comparación de estas dos armas demuestra la identidad profunda de las dos formas de simbolismo mencionadas: la de las armas de doble filo y la de las armas de doble punta.19

La espada Excalibur del rey Arturo igual que las ligadas a numerosos emperadores y caballeros significan lo heroico y espiritual en la batalla cósmica, o la fuerza de la luz frente a las tinieblas. Vinculada a lo masculino y por lo tanto a lo fálico, es capaz de ahuyentar al mal de cualquier naturaleza, incluso al físico.20

Si ahora nos dirigimos al simbolismo de la copa, observamos que el propio relato del Grial le confiere un origen celeste:

Lo que demuestra quizá más claramente el significado esencial del Grial es lo que se nos indica sobre su origen: esta copa habría sido tallada por los ángeles en una esmeralda desprendida de la frente de Lucifer en el instante de su caída. Tal esmeralda recuerda de manera sorprendente a la urnâ, la perla frontal que en el simbolismo hindú (de donde pasará con posterioridad al budismo) adquiere a menudo la función de tercer ojo de Shiva, representante de eso que puede denominarse “sentido de la eternidad”.21

Como veremos un poco más adelante, esta copa entregada al primer hombre, es la que finalmente contendrá el vino del sacrificio. En la narración cristiana, se trata de la copa que usara el Maestro y sus doce discípulos durante la Última Cena. Pero también es la misma copa en la que José de Arimatea, después de que el centurión romano Longinos le infringiera una herida en el costado al Redentor con una lanza, recoge la sangre y el agua que manaban de la herida.

Según cuenta la leyenda, esta copa habría sido trasladada a Gran Bretaña por el mismo José de Arimatea y por Nicodemo; y aquí se advierte el establecimiento de vínculos entre la tradición céltica y el cristianismo.22


Jesús es atravesado en un costado por la lanza del centurión Longinos.
Fray Angélico (vc. 1440), Monasterio Dominico de San Marcos, Florencia.

Pero como decíamos, el simbolismo del Grial se remonta al origen de los tiempos. Siguiendo con la lectura de René Guénon:

Suele afirmarse también que el Grial fue confiado a Adán en el Paraíso terrenal, pero que después de su caída lo perdió, al no poder llevárselo consigo una vez expulsado del Edén…

Y abundando en esta idea,

En efecto, tras ser expulsado el hombre de su centro original se encontró desde ese momento confinado dentro de la esfera temporal; ya no era capaz de alcanzar de nuevo ese punto único desde el cual pueden contemplarse todas las cosas bajo su aspecto eterno. En otras palabras, la posesión del “sentido de eternidad” está ligado a eso que en todas las tradiciones se denomina, tal como recordábamos anteriormente, “estado primordial”, cuya restauración constituye el primer estadio de la verdadera iniciación, siendo la condición previa de la conquista efectiva de los estados “suprahumanos”. El Paraíso terrenal, por otro lado, representa de manera propiamente dicha el centro del mundo; y lo que después diremos acerca del sentido original del término Paraíso podrá hacer este punto más comprensible todavía.

Lo que sigue ahora puede parecer más enigmático: Seth23 consiguió entrar de nuevo en el Paraíso terrenal y recobrar de esa manera el precioso vaso; ahora bien, el nombre de Seth es expresión de la idea de fundamento y estabilidad, por lo cual sugiere de algún modo la restauración del orden primordial destruido por causa de la caída del hombre. Debe por lo tanto entenderse que Seth y quienes con posterioridad a él poseyeron el Grial son movidos por la misma intención de establecer un centro espiritual destinado a reemplazar el Paraíso perdido, siendo imagen de éste; por ello la posesión del Grial pasa a representar la conservación integra de la tradición primordial dentro de tal centro espiritual. La leyenda, por otro lado, no explicita dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la era de Cristo; pero el origen céltico que se le reconoce debe sin duda sugerirnos que los druidas debieron de intervenir en esto de alguna manera y por lo tanto han de ser contados entre los conservadores leales de la tradición primordial.

La pérdida del Grial o de cualquier otro de sus equivalentes simbólicos implica en suma la pérdida de la tradición con todo lo que ésta comporta; a decir verdad, esta tradición ha sido más bien ocultada que perdida, o al menos no puede haberse perdido más que en ciertos centros secundarios, en el momento en que ellos dejan de estar en relación directa con el centro supremo. En cuanto a esto último, mantiene siempre intacto el depósito de la tradición, no quedando en modo alguno afectado por los cambios que sobrevienen en el mundo exterior; de esta manera, según explican diversos Padres de la Iglesia y en especial san Agustín, el Diluvio no pudo afectar al Paraíso terrenal, que es la morada de Henoc y la tierra de los santos, cuya cima toca la esfera lunar, es decir, que se encuentra más allá del ámbito de lo fugaz (identificado con el mundo sublunar), en el punto de contacto de la tierra con los cielos. Pero al igual que el Paraíso terrenal se convirtiera en inaccesible, el centro supremo, que en el fondo no es sino lo mismo, puede durante ciertos períodos no manifestarse exteriormente, por lo que quizá se diga entonces que la tradición se ha perdido para el conjunto de la humanidad, puesto que no es conservada más que en determinados centros rigurosamente cerrados y la masa de los hombres no participa de ella de una manera consciente y efectiva, contrariamente a lo que ocurriera durante el estado original; tales son las condiciones de la época actual, cuyos comienzos cabe remontar por lo demás mucho más atrás de donde los sitúa la historia ordinaria y profana. La pérdida de la tradición puede, pues, según los casos, entenderse en ese sentido general o bien ser referida al oscurecimiento de ese centro espiritual que regía de forma más o menos visible los destinos de algunos pueblos en concreto, o de determinadas civilizaciones; resulta necesario por lo tanto considerar, cada vez que aparezca algún simbolismo relacionado con ello, si éste debe interpretarse en uno u otro sentido

Tras lo que acabamos de decir, cabe entender que el Grial representa al mismo tiempo dos cosas estrechamente vinculadas entre sí: quien posee íntegramente la tradición primordial y ha alcanzado el grado de conocimiento efectivo que implica en esencia tal posesión está por eso mismo reintegrado a la plenitud del estado primordial. A estas dos cosas, estado primordial y tradición primordial, se refiere el doble sentido inherente al mismo término Grial, puesto que, a causa de una de esas asimilaciones verbales que a menudo realizan dentro del simbolismo un papel nada despreciable y que demuestran por su parte contar con razones mucho más profundas de lo que cabría imaginar a primera vista, el Grial es al mismo tiempo vaso (grasale) y libro (gradale o graduale); bajo este último aspecto designa de forma manifiesta la tradición, mientras el otro se refiere más directamente al estado en tanto que tal.

No tenemos intención de entrar aquí a examinar detalles secundarios de la leyenda del Santo Grial, pese a disponer también todos ellos de valor simbólico, ni de seguir la historia de los caballeros de la Mesa Redonda, configurada por el rey Arturo a medida de los planes de Merlín y destinada a recibir el Grial cuando uno de los caballeros estuviera en disposición de conquistarlo y de traerlo desde Gran Bretaña a Armórica. Esta Mesa constituye del mismo modo un símbolo seguramente muy antiguo, uno de los que debieron de aparecer siempre asociados a la idea de centro espiritual, conservador de la tradición; la forma circular de la mesa se encuentra en otro orden de cosas relacionada con el ciclo zodiacal en virtud de la presencia a su alrededor de doce personajes principales, una particularidad que, tal como decíamos anteriormente, aparece en la configuración de todos los centros de este tipo.

Existe también cierto símbolo relacionado con otro aspecto de la leyenda del Grial y que merece especial atención: se trata de Montsalvat (literalmente, Monte de Salvación), ese pico situado en los lejanos márgenes a donde ningún mortal puede aproximarse, que suele representarse como si se levantara por encima del mar, en una región inaccesible, y detrás del cual se erige el sol. Es a la vez tanto isla sagrada como montaña solar, dos símbolos equivalentes de los cuales volveremos a hablar a lo largo del presente estudio; se trata de la tierra de la inmortalidad que se identifica naturalmente con el Paraíso terrenal.

Para volver de nuevo al Grial, no resulta difícil darse cuenta de que su primer significado corresponde en el fondo al mismo que el mostrado generalmente por el vaso allí donde aparece, y en especial en Oriente, donde la copa sacrificial contuviera originariamente, tal como indicábamos anteriormente, el soma védico y el haoma mazdeísta, es decir, filtros de la inmortalidad que confieren o restituyen, a aquellos que lo reciben según las disposiciones requeridas, el sentido de eternidad”.24

El Grial como el corazón de la tradición

¿No es acaso el corazón del hombre el vaso en el que incesantemente se elabora su vida juntamente con su sangre?25

En un artículo para la revista Regnabit (agosto-septiembre 1925), Charboneau-Lassay, a propósito de la adaptación cristiana de la tradición celta, denomina a la misma como “la prehistoria del corazón eucarístico de Jesús”. El corazón, además de irrigar la sangre por todo el organismo es, también, símbolo de la idea de centro; ¿dónde puede residir el sentido de eternidad si no es en el centro del ser integral?

Hemos visto que el Grial, como vaso, es portador del elixir de inmortalidad. Pero puede advertirse un doble simbolismo en torno al término, pues éste es, a su vez, una vasija (grasale) y un libro (gradale o graduale). En la tradición hebrea, la palabra perdida y el libro de la vida juegan un papel análogo: el hombre siempre debe hacer memoria con el soporte del libro (la tradición) y encontrar la palabra perdida, el nombre divino impronunciable, en su corazón.

Seguimos trazando relaciones, ahora, con la lanza, la copa y la sangre:

Los griegos consideraban que la lanza de Aquiles era capaz de curar las heridas que ella había causado. La leyenda medieval atribuye precisamente idéntico poder a la lanza de la Pasión. Y esto nos recuerda otra similitud del mismo género: en el mito de Adonis26 (cuyo nombre, curiosamente significa el Señor), cuando el héroe es mortalmente herido por el colmillo de un jabalí (que aquí equivale a la lanza), su sangre, al derramarse por el suelo, hace brotar una flor.27

Así, pues, en estos tres símbolos, subyace la idea de “sacrificio por la sangre” o sea la idea de entrega, muerte y regeneración perpetua del cosmos gracias a la sangre derramada, simbolismo que está presente, no sólo en la tradición que estamos estudiando, sino en muchas otras de geografías bien alejadas en el tiempo y el espacio.


El Santo Grial, Rogelio de Egusquiza y Barrena, 1893.
Aguafuerte, agua tinta y punta seca.

Las virtudes del Grial

Quisiéramos pasar a considerar ahora las tres formas en las que el Grial se aparece en los textos ya mencionados. Unas veces se presenta como algo inmaterial, indefinido o enigmático; otras como piedra (piedra celeste y/o piedra de luz) y finalmente, como una copa o vasija de la que se ha dicho fue tallada de una piedra preciosa o de una perla desprendida de la frente de Luzbel o Lucifer. En cualquier caso:

El Grial unas veces es calificado de “santo”, otras de “rico”: “es la cosa más rica que los vivos puedan tener”, se dice en la Morte Darthur. Este texto, como muchos otros del mismo período, usa la expresión Sangreal, a la que se pueden dar estas tres interpretaciones: San Graal, Sangre Real, Sangre Regia.28

Con ánimo de síntesis queremos mencionar cuatro virtudes que se atribuyen al Grial y que son de destacar por su simbolismo, pues coinciden con mucho de lo dicho hasta ahora al respecto: en primer lugar, su acción iluminadora, después la fuerza fecundante y destructora del trueno y el rayo (doble aspecto sonoro y visual); en tercer lugar, la virtud de la regeneración y, finalmente, la que infunde la fuerza para la victoria y el dominio. Veamos algunos ejemplos en el corpus artúrico.

Un ejemplo de la acción iluminadora es la aparición del Grial como una gran luz a José de Arimatea cuando estaba en prisión, según la narración de Robert de Boron. Asimismo, en el “rey pescador” el portador del Grial ilumina con él su nocturno camino.

Hablando de su aparición a José, el Grand Saint Graal dice que emanaba de él una claridad como si ardiesen mil candelas, y se refiere a una especie de rapto más allá de la condición del tiempo: de hecho, los cuarenta y dos años que pasó José en la cárcel con el Grial a él sólo le parecieron tres días.29

Respecto del Grial equiparado al trueno y rayo tenemos que:

En la Morte Darthur, la manifestación del Grial se acompaña del estallido de un trueno y de un “rayo solar siete veces más relumbrante que la luz del día”, y en aquel momento “todos fueron iluminados por la gracia del Espíritu Santo”. En esa ocasión, el Grial se presenta enigmáticamente, “nadie podía verlo ni llevarlo”, por más que cada caballero obtenía de él “el alimento que más ansiaba del mundo”.30

Pero, además de proporcionar un alimento, un único don de “vida”, también proporciona un arrebato extático:

En el Perceval li Gallois, en virtud del aroma que emana del Grial, los invitados se olvidan de comer, y Gauvain, en un arrebato extático, obtiene la visión de los ángeles.31

El Grial tiene poder regenerador y de curación, pero por otro lado también es destructor de todo aquello que se manifiesta como impuro. Tanto en el Perceval como en la Morte Darthur, los caballeros, heridos de muerte y abandonados a su fin, obtienen del Grial una cura instantánea y completa. Esto nos acerca a las lindes de la ciencia alquímica, al mismo tiempo que se encuentran claras relaciones con el simbolismo del Ave Fénix:

Se consume el Ave Fénix tornándose ceniza, pero también se transforma, reapareciendo seguidamente en todo su esplendor y más bella que nunca.32

Del mismo modo que hay en él una cualidad regeneradora, también posee una virtud temible y destructora; el Grial puede cegar y fulminar. Respecto de aquellos que se sientan en torno al Grial, hay un peligro inherente que manifiesta en el llamado “asiento peligroso” de la Mesa Redonda:

Se trata del “asiento vacío” o “asiento decimotercero” o “asiento polar”, del que ya hemos hablado; asiento bajo el que se abre el abismo, o que es fulminado cuando en él se sienta un indigno y un no elegido.33

Y cuando hace gala de su propiedad oracular, designa al que es digno o indigno de pertenecer a su círculo. Quizás el episodio más conocido es el denominado “prueba de la espada”, que se narra tanto en la Queste du Graal como en la Morte Darthur, en el que el pretendiente debe desclavar una espada hendida en la piedra, demostrando con ello ser el mejor de los caballeros. Aquí también el Grial, una vez superada la prueba, aparece mágicamente resplandeciente en su aspecto de luz.

Y finalmente, respecto de la fuerza y la victoria que impulsa al caballero o héroe, en Wolfram se dice de aquél que supera la prueba del Grial:

Ahora no hay ser en el mundo que te aventaje en nobleza y honor. Eres el Señor de todas las criaturas. Te será transmitido el poder supremo.34

El rey pescador: el simbolismo del pez, la tradición primordial y la sede del Grial

En la leyenda del Grand Saint Graal hay un caballero, Alano, al que se nombra como li riche pescheour, título que se transmite durante toda la dinastía del Grial. Este caballero cumple la función de proveer de alimento a todos aquellos que no se han alimentado directamente del propio Grial. El pez surge como un complemento del Grial y su simbolismo tiene conexiones tanto con el cristianismo como con los celtas, e incluso los caldeos.35

Para los celtas el salmon of wisdom es el “pez de la sabiduría” que quema las manos, pero que introducido en la boca confiere todo conocimiento, desempeñando un papel importante en relación con la transmisión de la tradición primordial en Irlanda:

Cuenta el Leabhar na huidhe que, cuando se extinguió la raza primordial de Partholan, conquistadora de Irlanda, sobrevivió de ella un hombre, Tuan, que adoptando sucesivamente la forma de varios animales simbólicos conservó el recuerdo de la primera generación. En la época de los Tuatha dé Danann adoptó la forma de un águila o de un gavilán: esta forma pasó a la de un pez cuando subió al poder la raza de Milhead. Pescado y comido por una princesa, Tuan renació en forma humana como hijo de ella y como profeta.36

Hay la sospecha, bien fundada creemos, de que muchos elementos del simbolismo del pez sean de origen hiperbóreo:

… la manifestación en forma de pez –matsya-avatara– está considerada la primera de todas las manifestaciones de Visnú, la que está en el inicio del ciclo actual y que por tanto guarda relación con el punto de partida de la tradición primordial. Como pez, Visnú guía sobre las aguas el arca que contiene los gérmenes del mundo futuro y, tras el cataclismo, revela los Vedas, que mediante la raíz vid=saber indican la ciencia por excelencia: del mismo modo que, también en forma de pez, el Oannes caldeo enseña a los hombres la doctrina primordial.37

Los elementos célticos y cristianos antes indicados del simbolismo del pez aparecen a este tenor como fragmentos de una concepción más vasta, que ilumina particularmente también el tema en cuestión de la leyenda del Grial. El rey pescador es el dominador decaído que trata de reactivar la misma tradición primordial, la herencia hiperbórea. Cosa que sólo se alcanzará cuando llegue el héroe que conozca el Grial y sea consciente de su función y de sus beneficios, que hemos visto que se complementaban y casi se confundía con los propios del pez. De ahí el otro aspecto del mismo simbolismo, el rey pescador como buscador de hombres en sentido eminente, de seres cualificados para la función de que se trata.38


Mapa región hiperbórea. Gerardus Mercator (1512 - 1594).
Mercator Museum Sint-Niklaas, Bélgica.

Cuando ya no haya iniciados que cumplan con la función de “pescadores de hombres”, el ciclo llegará a su fin. Pero mientras existan mujeres y hombres con el propósito de seguir uniendo la Cadena Áurea, la luz perdurará hasta la llegada del fin anunciado. En el ínterin, seguiremos trabajando por expandir la luz del conocimiento allá donde las almas lectoras quieran recibirla y a nosotros nos sea dado conocerla.


NOTAS.
1 René Guénon, Esoterismo cristiano. Dante, el Grial, los Templarios. Paidós Orientalia, Barcelona, 2001, pág. 110.
2 René Guénon. Publicado en el monográfico de la revista Cielo y Tierra, titulado “El Graal y la búsqueda iniciática”. Barcelona. Primavera-verano de 1985.
3 Julius Evola, El misterio del Grial. José J. De Olañeta Editor, Palma de Mallorca, 2001, págs. 63 y 64.
4 El relato Culhwch y Olwen, redactado en torno al siglo XII d. C. forma parte del Mabinogion; se trata de una colección de cuentos medievales galeses conocidos a través de dos importantes manuscritos: Llyfr Gwyn Rhydderch (Libro blanco de Rhydderch, recopilado entre el 1300 y el 1325) y el Llyfr Coch Hergest (Libro rojo de Hergest, entre el 1375 y el 1425). Se considera una de las obras maestras de la prosa medieval europea; se basa en relatos cantados desde tiempos inmemoriales sobre temas mitológicos, acontecimientos de los siglos V y VI d. C. (la edad heroica galesa), y cuentos populares. [Fuente: Wikipedia (catalán)].
5 [Fulton, 2009: 84] FULTON, H.: (2009): Arthur and Merlin in early Welsh literature: fantasy and magic naturalism, en FULTON, H. (ed): A companion to Arthurian literature. Oxford: Blackwell Publishing.
6 Thomas Green. Concepts of Arthur Gloucestershire. Tempus Imprint. Stroud, Gloucestershire [England], 2007.
7 L. Cordo, Culhwch y Olwen como texto de transición de la materia artúrica, Medievalista online, nº 22, 2017.
8 Cf. S. Singer. Die Arthursage, Bern-Leipzig, 1926, pág.17.
9 Cf. René Guénon. El Rey del Mundo, cap X. Paidós Orientalia, Barcelona, 2003.
10 Julius Evola, El misterio del Grial, págs. 36-37, op. cit.
11 Ver acápite Druidas y Caballeros, autoridad espiritual y poder temporal. El Jabalí y la Osa, en SYMBOLOS 59: https://symbolos.com/n59invierno2020/12.caldeos-celtas/0.caldeos-celtas.htm. Ver también en este nº 60 el artículo de Mireia Valls, donde aborda el tema de la caza del jabalí de Calidón.
12 SYMBOLOS 59: https://symbolos.com/n59invierno2020/12.caldeos-celtas/0.caldeos-celtas.htm
13 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Piedra”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
14 René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Paidós Orientalia, Barcelona, 1995, pág. 137.
15 Ibíd. Págs. 138 y 139.
16 Esta lanza flamígera perdía su llama si vertía sangre humana. Asimismo: “La espada flamígera es un símbolo masónico donde la asociación con el fuego se hace evidente y representa también los rayos ondulantes con que se suele figurar a los rayos solares expresando de este modo su calor, mientras que los rectilíneos lo hacen con la luz. En ella están implícitas la guerra y la sangre. Arma con que se suele simbolizar a la justicia como en la carta número VIII del Tarot, así llamada”. Entrada “Espada”, en Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, op. cit.
17 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Lanza”, ibíd.
18 René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, pág. 141, op. cit.
19 Ibíd. Pág.142.
20 Federico González, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Espada”, ibíd.
21 René Guénon, El Rey del Mundo, pág. 45 y ss., op. cit.
22 Ibíd.
23 En las versiones griegas, Seth y Eva viajan a las puertas del Jardín para pedir un poco de aceite del Árbol de la Misericordia (es decir, el Árbol de la Vida). En el camino, Seth es atacado y mordido por una bestia salvaje, que se marcha cuando se lo ordena Seth. Miguel se niega a darles el aceite en ese momento, pero promete dárselo al final de los tiempos, cuando toda carne sea levantada, las delicias del paraíso se darán al pueblo santo y Dios estará en medio de ellos. A su regreso, Adán le dice a Eva: “¿Qué has hecho? Has traído sobre nosotros una gran ira que es muerte”. (capítulos 5-14) Más tarde, solo Seth puede presenciar la toma de Adán en su funeral en un carro divino, que lo deposita en el Jardín del Edén.
Rashi (Rabino Shlomo Yitzhaqi) se refiere a Seth como el antepasado de Noé y, por lo tanto, el padre de toda la humanidad. Todos los demás humanos perecieron en el Gran Diluvio.
El Zohar se refiere a Seth como el “ancestro de todas las generaciones de tzadikim (justos)”. [Fuente: Wikipedia].
24 René Guénon, El Rey del Mundo, pág. 45 y ss., ibíd.
25 Cita de Charbonneau-Lassay a propósito del vaso como emblema del corazón en el Antiguo Egipto. Tomada en René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, ibíd.
26 Ver acápite “Adonis” en el artículo Los dioses de los fenicios, por Marc García en SYMBOLOS 59: https://symbolos.com/n59invierno2020/6.dioses-fenicios/0.dioses-fenicios.htm
27 René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, pág. 24, ibíd.
28 Julius Evola, El misterio del Grial, pág. 72, ibíd.
29 Grand Saint Graal. Tomado de Julius Evola, El misterio del Grial, pág. 72, ibíd.
30 Morte Darthur, XIII, 6. Tomado de Julius Evola, pág. 73, ibíd.
31 Perceval le Gallois. En Julius Evola, pág. 73, ibíd.
32 Wolfram von Eschenbach, vol. III, pág. 62, ibíd.
33 Julius Evola, pág. 77, ibíd.
34 Wolfram von Eschenbach, vol II, pág. 253, íbid.
35 Ver 1ª parte en SYMBOLOS 58:
https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/14.claves-transmision/0.claves-transmision.htm
36 Apud de Jubainville. Cycle myth. Irlandais. En Julius Evola, pág. 116, ibíd.
37 René Guénon, Quelques aspects du symbolisme du poisson. Études Traditionnelles, febrero 1936, pág. 66 ss.
38 Julius Evola, pág 118, ibíd.
BIBLIOGRAFÍA.

Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.

Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Paidós Orientalia, Barcelona, 1995.

René Guénon, El Rey del Mundo. Paidós Orientalia, Barcelona, 2003.

René Guénon, Autoridad Espiritual y poder temporal. Paidós Orientalia, Barcelona, 2001.

René Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos. Paidós Orientalia, Barcelona, 1997.

René Guénon, Esoterismo cristiano. Dante, el Grial, los Templarios. Ediciones Obelisco, Buenos Aires, 1993.

Julius Evola, El misterio del Grial. José J. De Olañeta Editor, Palma de Mallorca, 2001.

H. Fulton, Arthur and Merlin in early Welsh literature: fantasy and magic naturalism, and a companion to Arthurian literature. Blackwell Publishing, Oxford, 2009.

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