SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

LOS DIOSES DE LOS FENICIOS
(1ª Parte)

MARC GARCÍA



Relieve de una nave fenicia de carga, esculpido en un sarcófago. Museo Nacional de Beirut, ca. s. II d. C.

Fenicios. O mejor, phoínikes, “rojos” o “púrpuras”. Así es como los griegos de la antigüedad denominaban a aquellos navegantes forasteros que comerciaban con sus telas tintadas de colores maravillosos en las playas y puertos de la Hélade y de sus colonias,1 lugares en que también ofrecían otras muchas manufacturas y productos propios y ajenos que descargaban de sus naves cargueras de vela cuadrada.2 También era el nombre de las majestuosas palmeras que ornaban sus tierras, al pie de altos montes cubiertos por bosques de cedros, y del ave fénix, animal mitológico venerado en Egipto que renacía cada quinientos años de una gran hoguera para emprender el vuelo, y que siendo “símbolo del hombre nuevo, es también el del renacimiento y la resurrección por medio de la iniciación en los misterios de la metafísica”.3

Pero cuando se preguntaba a los fenicios por su identidad, respondían otra cosa: que eran kena’ani, “cananeos”, o bien bin kena’an, “hijos de Canaán”. Hombres y mujeres semitas que vivían desde el tercer milenio a. de C. –o puede que desde mucho antes– en un país que ocupaba la estrecha llanura costera demarcada al norte por el río Orontes y al este por la cadena de cordilleras prelitorales que fluye de norte a sur. Con su genio contribuyeron decisivamente a la forja de la tradición de Hermes, una tradición viva que hoy en día se continúa transmitiendo mediante textos como los de este volumen, escritos con letras que derivan del alfabeto que los fenicios idearon.


      
a) El río Orontes con sus afluentes. Imagen pública con licencia Creative Commons.
b) Localización de las ciudades fenicias en Oriente Medio. José María Blázquez,
Dioses, mitos y rituales de los semitas occidentales en la antigüedad.
Ed. Cristiandad, Madrid, 2001.

Constituyeron un país de ciudades independientes (como Súmer en su alba) y jamás erigieron grandes reinos ni ningún otro tipo de estado que las aglutinase. Las edificaron en puntos estratégicos de la costa, aprovechando promontorios u otros accidentes geográficos que ofreciesen abrigos naturales para las naves así como una topografía a la cual pudiesen fiar su protección frente a los enemigos (por ejemplo, islas), a tal punto que, si bien levantaron murallas poderosas, nunca se dotaron de ejércitos numerosos para su defensa pese a la amenaza de unos vecinos que codiciaban someterlas: al norte, los reinos del alto Éufrates y Anatolia, el más importante de los cuales fue el imperio hitita; al este, Assur y Babilonia; y al sur, Egipto. Las ciudades fenicias fueron correa de transmisión de la cultura y tradiciones de todos estos pueblos con los que mantuvieron estrechos contactos,4 las cuales se trenzaron con los antiguos mitos del país de Canaán en una síntesis que se difundió por todo el Mediterráneo5 y que devino una de las raíces más importantes de la tradición grecorromana.



Vista aérea del recinto arqueológico de Ugarit.
Del blog Didàctica del Patrimoni Cultural,
https://didcticadelpatrimonicultural.blogspot.com/

Las ciudades más antiguas de Canaán de las que se han hallado restos arqueológicos son Ugarit y Biblos. De ellas ya dan noticia algunas tablillas mesopotámicas y papiros egipcios fechados en el III milenio a. de C. Biblos era la ciudad con la que Egipto mantenía relaciones más próximas: le suministraba madera de cedro y de abeto para la construcción de templos, tumbas y sarcófagos así como resinas, aceite y lapislázuli, productos todos ellos que escaseaban en el país del Nilo.6 Ugarit, por su parte, tenía vínculos más estrechos con la alta Mesopotamia según demuestra el hecho de que la ciudad adoptase una escritura cuneiforme sobre tablillas de arcilla como vehículo de comunicación, a diferencia de Biblos y del resto de ciudades fenicias, en las que se escribía sobre papiro.7 Este hecho, aparentemente circunstancial, fue decisivo para la conservación de una abundante literatura autóctona sobre los dioses cananeos de Ugarit y sus mitos que ha llegado hasta nuestros días8 y que, por contra, se haya perdido casi toda la memoria escrita sobre los mitos más propiamente fenicios (no así sobre el nombre y la genealogía de los dioses, a los que aluden diversas fuentes epigráficas, distintos textos hititas y egipcios, los libros bíblicos de los profetas y las obras tardías de ciertos autores griegos y romanos, algunas de los cuales también incluyen relatos míticos).



La ciudad de Biblos en la actualidad. En primer plano, las ruinas de la ciudad antigua. De la web Yo de viajes, https://yodeviajes.com/

Dioses y mitos de Ugarit: el ciclo de Baal

El ciclo de Baal es el más importante de la mitología ugarítica. En los tres poemas de que se compone se relatan los conflictos entre Baal, señor9 del trueno, las nubes y la lluvia; Yammu, dios del mar y de las aguas subterráneas; y Attaru, dios de las aguas de los pozos y los canales.

Comienza el primer poema con un lamento de los dioses a Ilu, su padre, por la situación de inmunda postración en que se encuentra Yammu en su morada:

Alto gritaron a [los distantes dioses], [fuerte clamaron] a los lejanos, a [todos (?)] gritaron: “Ilu se está sentado en su [sala de fiestas], [está Ilu bebiendo vino hasta hartarse], (mientras) ignominia del visir (?) [es su morada], [vergüenza de los] dioses, la casa de vuestro “señor”, [¡una ignominia la mansión de vuestro “dueño!]; que no puede andar deprisa por la [tierra (infernal)], [ni marchar con presteza] por el polvo (del averno). De desperdicios fangosos [se alimenta en abundancia (?)]. Se le da a beber suciedad a raudales. Se le pone [una copa en la mano]. Un cáliz entre las dos; [su contenido (?) es] como desperdicios, como grava [lo que en él (?)] se reúne. ¡Se ha opuesto Ilu a su hijo, el Toro, [su padre, al nombre de Yawu/Yammu!].10



Estatuilla en oro del dios Ilu o El, procedente de Ugarit. Museo Nacional de Damasco, ca. s. XIV a. de C.

Ilu decide entonces dignificar a Yammu proclamándolo señor. Pero para que pueda llegar a ser investido de tal dignidad, Yammu debe destronar antes a Baal, que ya ha sido entronizado.

Yo, el Benigno, Ilu, [el bondadoso], [el cetro (?) te pongo en] en las manos, te proclamo [“señor” de los dioses (?)], tu nombre es: “Amado de Ilu”. [Se te edificará un palacio con mi oro], [se te alzará] una casa con mi plata, que habrás [de conquistar y arrebatar] de manos de Baal Victorioso, [de manos del auriga de las nubes]. Pues nos despreció [en su orgullo (?)], [nos molestó en altivez (?)]. ¡Arrójale de [su trono regio], [del diván, del solio] de su poder, [estableciendo tu soberanía en la tierra (?)!] Pues si no [le arrojas de su trono (?)], te aplastará como [un cordero en tierra], [como un lechón contra el suelo (?)].11

A la proclamación le sigue un banquete ofrecido por Ilu en el que se comen bueyes, ovejas, toros, carneros, novillos de un año y corderos. Seguidamente, Ilu manda llamar a dos dioses cuya intervención en apoyo a Yammu es clave para que se cumplan sus designios: Kotaru, dios de la magia y de la técnica, y la virgen Anatu, la diosa de la guerra. Este es el mensaje que les envía Ilu:

Empuña tu asta (y) tu [maza], [hacia mí tus pies se den prisa], hacia mí se apresuren [tus pasos], [hacia Huršanu, mi montaña divina (?)], [hacia] el monte Kasu. Pues [tengo un asunto que voy a decirte], una palabra que quiero repetirte. [Es un asunto de madera y una charla de piedra]: el cuchicheo de los cielos con [la tierra], [de los abismos con las estrellas]. Un asunto que no comprenden los hombres, [ni entienden las multitudes de la tierra]. Ven y yo (te) [revelaré] [en mi montaña divina, Kasu (?)].

A Anatu le pide que cese en su actividad belicosa, y a Kotaru, la construcción de un rayo que permita la victoria de Yammu sobre Baal así como un palacio destinado al nuevo señor, encargos que el dios lleva a cabo con destreza. A todo esto, el dios Attaru, pretendiente a reinar sobre los dioses de Ugarit y que había creído que el nuevo palacio era para él, conoce por Šapsu, la diosa solar de la sabiduría, que Yammu es el preferido por Ilu. Attaru se queja a Ilu por no haber sido elegido y porque, como dios acuático, carece de mansión propia y ha contentarse con habitar en la morada de Yammu. Baal también se entera del plan de Ilu e increpa a Yammu, quien envía a sus mensajeros a explicar en la asamblea de los dioses, en presencia de Baal, que éste quiere apoderarse de sus riquezas y suplantarlo. Los dioses se amilanan ante la noticia y Baal les afea su cobardía, mostrándose dispuesto a enfrentarse con los mensajeros de Yammu. Ilu tercia en la cuestión proclamando a Baal siervo, pero Baal no acepta su decisión y arremete contra los mensajeros. Entonces Baal y Yammu traban una lucha en que aquél es incapaz de imponerse al preferido de Ilu. En este punto del combate, el dios Kotaru se alinea con Baal y pone sus artes a su servicio para que doblegue a Yammu:

Kotaru una maza doble hizo bajar y proclamó su nombre: “Tú tienes por nombre Yagruš, Yagruš (el que) expulsa a Yammu. Expulsa a Yammu de su trono, a Naharu del solio de su poder. Salta(ndo) de las manos de Baal como un águila de sus dedos, golpea en los hombros al Príncipe Yammu, en el pecho al [Juez] Naharu”. Saltó la maza de las manos de Baal, como un águila de sus dedos; golpeó en los hombros del Príncipe Yammu, en el pecho al Juez Naharu. (Pero) fuerte era Yammu (y) no cayó, no se doblaron sus artejos, no se descompuso su facha. Kotaru una maza doble hizo bajar y proclamó su nombre: “Tú tienes por nombre Ayyamur, Ayyamur (el que) echa a Yammu. Echa a Yammu de su trono, a Naharu del solio de su poder. Salta(ndo) de las manos de Baal, como un águila de sus dedos, golpea en la mollera al Príncipe Yammu, en la frente al Juez Naharu (para) que se desplome Yammu y caiga a tierra”. Saltó la maza de las manos de Baal, como un águila de sus dedos; golpeó en la mollera al Príncipe Yammu, en la frente al Juez Naharu, (y así) se desplomó Yammu, cayó a tierra; se doblaron sus artejos y se descompuso su facha.

Acaba el primer poema del ciclo con una recriminación a Baal por parte de la gran diosa madre Atiratu, paredro de Ilu, cuando aquél se dispone a rematar a Yammu.



Estela del dios Baal empuñando un rayo y una maza. La imagen pequeña que se ve bajo la espada envainada del dios puede que sea la del rey de la ciudad. Hallada en las excavaciones de Ugarit. Museo del Louvre, ca. s. XV a. de C.

El segundo poema arranca con la descripción de un banquete festivo en honor a Baal. Tras una larga interrupción en el texto, aparece la diosa Anatu dando rienda suelta a su ardor guerrero:

(La) perfumaron siete doncellas (con) aroma de coriandro y ostras. Cerró las puertas de (su) casa Anatu y se topó con los mancebos al pie del monte. Y entonces Anatu se peleó en el valle, se batió entre (las) dos ciudades. Aplastó al pueblo de la orilla del mar, destruyó a la gente del sol naciente. A sus pies como bolas (rodaban) las cabezas, por encima como langostas (volaban) las manos, como saltamontes en enjambre las palmas de los guerreros. Se ató cabezas al dorso, se ciñó de palmas la cintura; las rodillas hundió en la sangre de los guerreros, los miembros en el mondongo de los combatientes. Con (su) fusta desalojó a los ancianos, con el nervio de su arco a la población. Y luego Anatu a casa llegó, descendió la diosa a su palacio; pero no estaba saciada de su pelea en el valle, de su combate entre (las) dos ciudades. Dispuso sillas como (si fuesen) guerreros, preparó mesas como soldados, taburetes como adalides. Sin medida se peleó y (lo) contempló, se batió y (lo) estuvo mirando Anatu. Se hinchó su hígado de risa, se llenó su corazón de alegría, el hígado de Anatu de (satisfacción de) triunfo, pues las rodillas hundía en la sangre de los guerreros, los miembros en el mondongo de los combatientes. Hasta la saciedad se peleó en su casa, se batió entre las mesas. Limpiaron (luego) de (su) casa la sangre de los guerreros, se vertió “aceite virgen” en un plato; lavó sus manos la Virgen Anatu, sus dedos la “Pretendida de los pueblos”. Lavó sus manos de la sangre de los guerreros, sus dedos de mondongo de los combatientes. Dispuso las sillas como sillas, las mesas como mesas, los taburetes preparó como taburetes. Le sacaron agua y (la) lavaron, (con) todo del cielo, aceite de la tierra, (con) orvallo del Auriga de las nubes; (con) rocío que los cielos le vertieron, (con) orvallo que le derramaron las estrellas.

A continuación, Baal envía mensajeros a Anatu para pedirle que cese la guerra en la Tierra y derrame paz y concordia sobre ella, a lo cual la diosa accede. Anatu va al encuentro de Baal y celebran un banquete juntos. Entre tanto, Ilu se lamenta ante su asamblea por el deseo de Baal de convertirse en el rey del Cielo y de los dioses, objetando que ello no es posible porque carece de palacio. Anatu acude ante su padre, lo adula y le pide que acepte que Baal sea el rey. Luego, Anatu y Baal van a visitar juntos a Atiratu con dones para la diosa. Baal se queja de la hostilidad de la asamblea de los dioses hacia él, y Atiratu acepta mediar en su favor. Tras un largo viaje a caballo, la diosa madre llega a la mansión de Ilu, y con un conjuro mágico propiciador logra concitar el favor del dios hacia Baal. Ante la asamblea de los dioses y a coro con éstos, Atiratu alaba a Ilu y le pide que acceda a construir un palacio para que lo habite Baal, e Ilu lo acepta. Alegre, Anatu corre a dar la buena nueva a Baal:

Se alegró la Virgen Anatu, alzó los pies y saltó a tierra; así, puso entonces cara hacia Baal (que mora) en las alturas de Sapanu, a través de mil yugadas, diez mil obradas. Se rió la Virgen Anatu, alzó su voz y exclamó: “Entérate, Baal, de las nuevas que te traigo: se te va a construir una casa como (la de) tus hermanos, una mansión como (la de) tus parientes. Convoca una cuadrilla en tu casa, una brigada dentro de tu palacio. Que te aporten los montes abundante plata, las colinas el más preciado oro; y construye una casa de plata y oro, una casa del más puro lapislázuli”.


Estatuilla en bronce de una diosa desnuda sobre dos leones que evoca a la diosa Anatu. De la región de Haurán (suroeste de Siria). Museo del Louvre, ca. I milenio a. de C.

El arquitecto del nuevo palacio es el experto dios Kotaru, quien dispone que haya una claraboya en el edificio. Baal se opone a ello por temor a los perjuicios que esa abertura puede acarrearle a él y a sus hijas, y ambos porfían acerca de la cuestión:

Repitió su frase Kotaru-Hasisu: “Escucha, por favor, ¡oh, Baal el Victorioso! Déjame poner una claraboya en la casa, una ventana en el palacio”. Y respondió Baal el Victorioso: “No pongas claraboya en la casa, (ni) ventana en el palacio, no desaparezca [Pidrayu], hija de la luz, [Huya Tallayu], hija del orvallo; [no se alce] el amado de Ilu, Yammu, [y se apreste] a resistirme y a escupir(me)”. [Volvió] a responder Kotaru-Hasisu: “Ya atenderás, Baal, a mis palabras”.

Las obras se ponen en marcha y su culminación se celebra con un gran banquete en el que participan todos los dioses. Baal toma posesión de las ciudades y seguidamente accede a que Kotaru abra una claraboya en su palacio. Con todo, Baal no queda satisfecho con la amplitud de sus nuevos dominios, pues desea imponer su soberanía sobre todos los rincones del cosmos. Con tal afán, envía mensajeros a Motu, el rey de los infiernos, para solicitarle que acepte su autoridad. Les instruye sobre cómo deben llegar a la morada de Motu, cómo han de comportarse ante él y qué han de decirle:

Así pues, poned cara hacia el monte Targuizizza, hacia el monte Targuizizza, hacia los (dos) alcores que limitan la tierra. Alzad la montaña sobre las manos, el macizo encima de las palmas, y descended a la morada de reclusión de la “tierra”, contaos entre los que bajan al “abismo”. Así pues, poned cara hacia su ciudad “Fangosa”, (pues) una poza es el trono de su sede, un lodazal la tierra de su posesión. Y prestad atención, heraldos divinos: no os acerquéis (demasiado) al divino Motu, no os pongáis como un cordero en su boca, ni como un lechal en la abertura de su esófago quedéis triturados, (pues) la Luminaria de los dioses, Šapsu, abrasando está el vigor de los cielos en manos del amado de Ilu, Motu. A través de mil yugadas, diez mil obradas, a los pies de Motu inclinaos y caed, postraos y rendidle honores y decid al divino Motu, repetid al amado de Ilu: “Mensaje de Baal el Victorioso, [Palabra] del más poderoso de los [héroes]: Mi casa [de plata] he construido, [mi palacio de oro]…”

El último poema del ciclo de Baal está dedicado a la contienda entre el dios y el soberano del infierno. Comienza con la respuesta de Motu a Baal por intermedio de sus mismos mensajeros, invitándole a un banquete en el inframundo. Baal resuelve aceptar la invitación y sigue las indicaciones del dios Ilu:

Pero tú coge tus nubes, tu viento, tu borrasca, tu lluvia, contigo a tus siete mancebos, a tus ocho jabatos; contigo a Pidrayu, hija de la luz, contigo a Tallayu, hija del orvallo. Entonces tu cara pon, sí, hacia la montaña Kankaniyu; alza la montaña sobre las manos, el macizo encima de las palmas y desciende a la morada de reclusión de la “tierra”, cuéntate entre los que bajan al “abismo” y sepan los dioses que has muerto.

A continuación, el mito describe el descenso de Baal a los infiernos12 y la llegada de la noticia de su muerte. Al recibirla, Ilu es invadido por el terror y la tristeza; abandonando su trono, se sienta en el suelo, arroja cenizas sobre su cabeza y, revestido de una túnica ritual, se corta sus trenzas y desgarra su piel, exclamando en voz alta:

¡Baal está muerto! ¿Qué va a ser del pueblo? ¡El hijo de Daganu!13 ¿Qué será de la multitud? En pos de Baal voy a bajar a la “tierra”.

Anatu parte también en busca del cadáver de Baal y le pide a Šapsu que se lo eche al hombro cuando lo encuentre para poder enterrarlo en el monte Sapanu. Seguidamente, la diosa lleva a cabo un banquete fúnebre sacrificial en el que participan las deidades parientes de Baal.



Detalle de una estela encontrada en Tebas (Egipto) en la que se ve a un personaje llamado Qeh adorando, junto a su familia, a Anatu. La diosa, que porta lanza y flagelo, también fue venerada en el valle del Nilo.
British Museum, ca. s. XIII a. de C.

Anatu comparece ante Ilu en su mansión y lo afea por la muerte de Baal. Ilu delibera con su esposa Atiratu y ambos deciden buscar otro dios para ocupar el lugar de Baal, advirtiéndole de que deberá luchar con éste si regresa. Pero el dios elegido se arruga ante la perspectiva y se retira. Entonces Anatu resuelve descender a los infiernos y encararse a Motu para que le entregue a su hermano y así éste pueda retornar a la vida:

Cogió a Motu por el borde del vestido, le agarró por el extremo del manto, alzó su voz y exclamó: “¡Venga, Motu, dame a mi hermano!”. Respondió el divino Motu: “¿Qué deseas de mí, ¡oh Virgen Anatu!? Yo mismo recorrí y rastreé todo monte hasta las entrañas de la tierra, toda altura hasta el seno de los campos. El vigor ha fallado a los hombres, el aliento a las multitudes de la tierra. Llegué a la delicia de la tierra de “Peste”, a la hermosura de los campos de “Playa-Mortandad”. Encontré a Baal, el Victorioso, yo mismo le puse (como) cordero en mi boca, como lechal en la abertura de mi esófago quedó triturado; (pues) la Luminaria de los dioses, Šapsu, abrasando está el vigor de los cielos en manos del divino Motu”.

Llena de ira ante la respuesta, Anatu mata a Motu y entrega su cuerpo a las aves. El poema continúa con una escena en que Anatu comunica a Ilu que Baal ha revivido. Ilu se alegra sobremanera y hace mandar a Šapsu, por intermedio de la propia Anatu, el recado de que la ayude a encontrar al dios. Šapsu realiza una libación y las dos diosas parten en busca de Baal.

Baal retorna y se enfrenta en un combate a los hijos de Atiratu que daban apoyo a Motu, a los que aniquila. Motu reaparece, acusando a Baal de ser la causa de todos los males y exigiendo que un hermano del dios le sea entregado a cambio de dejar de perjudicar a la Tierra. El Cielo no accede a las pretensiones del rey del inframundo y Motu, encolerizado, devora a los servidores de Baal. Ello da pie a un feroz combate entre Baal y Motu, a pesar a que la diosa Šapsu aconseja al soberano infernal que lo rehúya porque Baal es más fuerte y cuenta con el apoyo de Ilu.

(Se) atacaron como bestias depredadoras. Motu era fuerte, Baal era fuerte; (se) mordieron como serpientes. Motu era fuerte, Baal era fuerte; (se) arrastraron como alacranes (?). Motu cayó, Baal cayó sobre él.

Baal vence finalmente y es entronizado. El mito concluye con un bello himno al dios:

Desciende, pues, (a tomar) pan tierno (?), a comer, sí, pan de ofrenda, a beber, venga, vino de libación. Šapsu a los Rapauma (te) someterá, Šapsu te someterá a las divinidades: en torno tuyo, Kotaru tu compañero y Hasisu tu conocido. Contra Yammu, Arsu y Tunnanu, Kotaru-Hasisu una mano (te echará, Kotaru-Hasisu).

La invasión de los pueblos del mar y el resurgir de las ciudades fenicias

Entre las ciudades fenicias destacaron, además de Biblos, Sidón y Tiro. Éstas crecieron de manera importante al amparo del clima de paz y prosperidad que propició el equilibrio existente entre las potencias regionales de Oriente Medio –principalmente Mittani, Hatti y Egipto– durante buena parte del II milenio a. de C.14 Sidón estaba estrechamente vinculada con Egipto, al punto de que el faraón llegaba a ofrecerle apoyo militar en sus contiendas; por su parte Tiro, también sometida al control egipcio, mantenía relaciones más intensas con Biblos y con la cananea Ugarit.15



Excavaciones arqueológicas en el moderno Sidón (hoy Saida).
Imagen del diario ABC, 11 de septiembre de 2015.

Sidón y Tiro distaban menos de 40 km entre sí y se disputaban la hegemonía sobre las tierras de su entorno, de las cuales obtenían agua, madera y otras materias primas necesarias para la vida de sus habitantes y para el comercio con otras ciudades y países. Tiro se había fundado sobre una isla a la que entonces separaba de la costa un brazo de mar de varios centenares de metros de anchura16 por lo que el acceso a Usu, el territorio continental de Tiro, era crítico incluso para enterrar a los muertos de la ciudad. Los litigios por el dominio territorial eran continuos, llegando Sidón a arrebatar Usu a los tirios en tiempos del rey Zimrida. Algo de lo que el rey de Tiro se quejaba amargamente al faraón:

Como quiera que el rey, mi señor, me confió para proteger su ciudad, yo he escrito al rey, mi señor. Porque diariamente el rey de Sidón captura uno de mis soldados. Que el rey preste atención a su siervo y encargue a su gobernador recuperar Usu. Para que pueda tomar agua [...], madera, paja, barro. Ahora, él ha actuado hostilmente, ¿no ha violado el juramento? No tengo otros soldados. Quien verdaderamente ha atacado el país del rey ha sido el rey de Sidón.17



Vista aérea de Tiro en la actualidad. Se adivinan los antiguos territorios insular y continental de la ciudad, ahora unidos por un ancho tómbolo que está urbanizado por completo. De Google Earth.

La paz a escala regional se resquebrajó a finales del siglo XIII a. de C. con la invasión de los pueblos del mar. Procedentes del Egeo, desembarcaron en las costas mediorientales y avanzaron velozmente hacia el interior y a lo largo de la costa, saqueando y quemando todas las ciudades que encontraban a su paso (la Troya del rey Príamo debió de ser una de ellas). Hattusa, capital de los hititas, sucumbió a su empuje y poco después fue destruida Ugarit por completo. El faraón logró rechazar a las hordas venidas del mar en el delta del Nilo, pero perdió para siempre el control sobre los territorios fenicios.

Los historiadores sólo han podido establecer hipótesis acerca de lo que empujó a aquellos akaishawa, ekwesh, lukka, peleset, sherden, shekelesh, teresh, tjekker y weshesh a emprender su feroz campaña de destrucción, que acaeció en un momento significativo de nuestro ciclo.18 Tampoco se conoce a ciencia cierta su identidad, acaso con la excepción de los peleset (es muy plausible que se trate de los filisteos, que se establecieron en la franja de Gaza y construyeron las ciudades –hoy pertenecientes a Israel– de Ascalón y Asdod).

Biblos, Sidón y Tiro no salieron indemnes de la lucha con los pueblos del mar, si bien las dos primeras ya no lograron recuperar el esplendor y el poder territorial que antaño habían tenido. Y Tiro supo aprovechar el vacío de poder dejado por Sidón para afianzar su hegemonía: el legendario rey Hiram I, contemporáneo del rey hebreo Salomón, se apoderó de Sidón y fundó un reino conjunto de las dos ciudades que se mantuvo unido hasta la invasión asiria del siglo VIII a. de C. Serán navegantes de este reino los que fundarán la mayor parte de las colonias fenicias del Mediterráneo, incluida Cartago.

Dioses de Biblos, Sidón y Tiro19

Baalat Gubal


Estatuilla de bronce hallada en Biblos que representa a Baalat Gubal. La coronan un ave que envuelve su cabeza con sus alas y un tocado en forma de obelisco en el que se distinguen unos cuernos de vaca y el disco solar, atributos que Baalat comparte con la diosa egipcia Hathor. British Museum, ca. II d. C.

Baalat Gubal o Gebal es la diosa suprema de Biblos. Llamada en muchas ocasiones “Dama de Biblos” (Baalat quiere decir “señora”), era conocida en Egipto desde antiguo y se la asimilaba a Hathor.20 Precisamente en un sarcófago del Imperio Medio, Hathor aparece bajo la denominación “Dama de Biblos” y “la que tiene el timón de la barca”, lo que alude a que Baalat Gubal era considerada una diosa protectora de la navegación.

También se asimiló a Isis, la Atargatis siria21 y la Afrodita griega. El betilo es la imagen primordial de Baalat Gubal, la casa de la deidad (eso es lo que significa precisamente la palabra betilo) y a la vez la manifestación de su presencia.


Reproducción de una moneda antigua de Biblos en que aparece el santuario de Baalat Gubal, y en su recinto interior, un betilo. De la web Cultura y arqueología arcaica, http://martincano.webcindario.com/

Un texto del siglo III d. C. atribuido a san Melitón recoge un mito sobre Baalat Gubal:

Los fenicios adoraban a Baalat, reina de Chipre. Ella se había enamorado de Tammuz,22 hijo de Crusor, rey de los fenicios, y había abandonado su propio reino para habitar en Chipre, fortaleza de los fenicios, sometiendo al mismo tiempo a todos los chipriotas el rey de Biblos. Amó a Ares antes que a Tammuz. Cometió adulterio con este último y su esposo Hefaisto, que la había sorprendido y estaba celoso de ella, mató a Tammuz en la montaña del Líbano, cuando estaba a punto de matar al jabalí. A continuación, Baalat se quedó en Biblos y murió en Afqa, donde está enterrado Tammuz.

Adonis


Giuseppe Mazzuoli, La muerte de Adonis.
Museo Hermitage de San Petersburgo, 1709.

Adonis es el nombre, derivado del Adonai semítico (=“mi señor”), con el que los autores griegos citan a un dios de Biblos que cabe identificar con Baal. Su carácter es agrícola y sus ritos estaban relacionados con el ciclo de la vida, la muerte –de los que el nacimiento y la recolección de los frutos maduros son un símbolo– y el renacimiento. En los restos de la antigua ciudad de Laodicea Marítima (la actual Latakia siria) se encontró una inscripción que aludía a unos “Jardines de Adonis” de 36 metros de longitud rodeados de tabernae donde se bebía vino y se practicaba la prostitución.23

Se conservan los mitos sobre Adonis que nos han legado distintos autores griegos y romanos. Uno de ellos cuenta que Adonis fue engendrado por la unión incestuosa del rey Kinyras de Chipre y de su hija, y que nació de la corteza de un árbol de mirra en el cual su madre lo había introducido.24 Tras el nacimiento y siendo Adonis aún pequeño, Afrodita lo escondió en un cofre que confió a Perséfone, esposa de Hades. Adonis era muy bello y Perséfone no quería devolvérselo a Afrodita. El caso fue llevado ante Zeus, quien resolvió que Adonis pasase un tercio del año junto a Perséfone, otro al lado de Afrodita y otro como él quisiera. Adonis decidió que los meses de su elección fuesen también para Afrodita.

Adonis se hizo cazador y Afrodita fue su compañera de montería. Su muerte acaeció por el ataque de un jabalí salvaje que fue, según algunos autores, enviado por Artemisa como represalia por la implicación de Afrodita en la muerte de Hipólito. Según otra versión del mito, Zeus fulminó a Adonis por haber violado a Erínome y de su sangre brotaron flores rojas, rosas o bien anémonas precursoras del brote del trigo.

Las Adonías de verano eran unas fiestas muy importantes del calendario ritual. Conocemos por la obra De Dea Syria, de Luciano de Samosata, cómo se celebraban las Adonías en Biblos en el siglo II d. C.:



Representación de un grupo de mujeres celebrando las Adonías. Fragmento de una vasija nupcial con una decoración atribuida a un pintor ateniense.
Museo del Louvre, s. V a. de C.

Y en Biblos he visto un gran santuario de la Afrodita Biblita, donde se realizan además las ceremonias rituales destinadas a Adonis. Y he recibido información sobre estas ceremonias. Dícese que fue en esta región donde el jabalí atacó a Adonis. Y en memoria de esta pasión [los biblitas] se golpean cada año, se lamentan, realizan sagradas ceremonias, y manifiestan gran duelo por los campos circundantes.25 Y cuando ya se han cansado de golpearse y lamentarse, pasan a celebrar un sacrificio fúnebre en honor de Adonis, como si éste fuese el cadáver de un mortal; más tarde, al día siguiente, dicen que está vivo [de nuevo] y lo escoltan en procesión al aire libre. Y se afeitan la cabeza como hacen los egipcios a la muerte de Apis.26 En cuanto a las mujeres, si no quieren afeitarse, pueden a cambio realizar el siguiente sacrificio: durante un día, aceptan públicamente su comercio carnal, pero sólo tienen derecho a optar a él los extranjeros; y su paga se convierte en un don a Afrodita.

En la Alejandría de los Ptolomeos, las Adonías se celebraban en el palacio real. La imagen de Adonis era colocada en el lecho fúnebre y la reina la alimentaba durante el tiempo establecido. Tras ello, la efigie era arrojada al mar junto con los jardines de Adonis y se invocaba al hijo de Mirra para que resucitase al año siguiente. Se sabe que también se celebraban competiciones femeninas de cantos fúnebres que fueron célebres.

Baal


Estatuilla en bronce y oro del dios Baal con el ademán de lanzar un rayo, hallada en el antiguo puerto de Ugarit.
Museo del Louvre, ca. s. XII a. de C.

Baal es el dios supremo del panteón de las ciudades fenicias. Aunque originalmente era un simple apelativo con el significado de “señor”, a partir del II milenio a. de C., y como ya hemos visto en la mitología de Ugarit, el nombre de Baal pasó a aludir más específicamente al dios de las tormentas. Sus símbolos son el rayo y el toro.

Baal es también el dios de la nieve y la lluvia que fertiliza a la tierra. Era hijo de Dagón, dios de la agricultura al que los griegos consideraban idéntico a Cronos, identificando a Baal a su vez con Zeus. En Egipto, el faraón era asimilado a Baal por su carácter omnipotente.

A Baal se le denominaba igualmente Baal Shamen, que quiere decir “Baal de los Cielos”. En los lugares en que se rendía culto al dios se acostumbraba a acompañar su nombre de un topónimo local. De este modo había un Baal de Sidón; Baal Hamón o del monte Amanus;27 Baal del Cabo o del Monte Carmelo, etc.

Astarté


Astarté en su trono, flanqueado por esfinges. Escultura hallada en Chipre. Museo de Historia del Arte de Viena, ca. s. IV a. de C.

Astarté es la diosa principal de Sidón. Como la Ishtar acadia, representa a la fecundidad en todos sus aspectos, tanto entre los seres humanos como en el conjunto de la Naturaleza. También era invocada como “Astarté del combate” o “Astarté de la destrucción”, epítetos que aluden a la faceta guerrera que igualmente caracteriza a la diosa –en Egipto se la representaba armada con espada y escudo y montada en un caballo en compañía del dios Reshef (ver más abajo)–. Otra invocación que se le dirigía era “Astarté del mar”, nombre con el que aparece en papiros egipcios en que se la presenta como patrona de los navegantes. Así mismo, se la relacionaba con la caza. Su análoga en Ugarit era la diosa Anatu.

De su carácter de diosa de la fecundidad y también de la lactancia dan testimonio algunas obras de arte en las que aparece con el sexo bien marcado y tocándose los senos. El león es el animal sagrado de Astarté, como lo es igualmente de Atargatis e Ishtar.



Terracota con una representación de Astarté encontrada en la franja de Gaza. Museo de la Universidad de Haifa, ca. s. XII a. de C.

Astarté fue asimilada a numerosas deidades de otros panteones: las diosas Hera y Afrodita de los griegos, la diosa Uni de los etruscos, las diosas Juno y Venus de los romanos, etc. Un testimonio dejado por un habitante de Sidón en un templo de Delos muestra que también fue identificada con la diosa egipcia Isis, mientras que Luciano de Samosata la relaciona con Selene.

La Biblia relata que Salomón levantó un templo en honor a Astarté que no fue destruido hasta cuatro siglos más tarde, durante el reinado reformador de Josías. A la diosa se le rendía culto junto a Baal en la tierra de Israel, concretamente en el valle del Jordán (hay un templo construido bajo su advocación en la ciudad de Beit She’an).

Los reyes de Sidón fueron no sólo grandes adoradores de Astarté –de la cual muchas veces adoptaban su nombre– sino también activos constructores de templos en su honor. Se dice que el título de “sacerdote de Astarté” era el más apreciado por el rey. En los ritos de Astarté había música, danza, libaciones y ofrendas de panes. La prostitución sagrada también formaba parte del culto a la diosa.

La veneración a Astarté se propagó por Egipto y por todo el Mediterráneo de la mano de los navegantes fenicios. Herodoto explica en su Historia que en el templo de Menfis dedicado a Serapis había un Astarteion. En Cartago, la diosa Tanit ocupó el lugar de Astarté como diosa principal junto a su paredro, Baal Hamón.28

Eshmún


Vista de las ruinas del santuario de Eshmún a las afueras de Sidón.
Imagen pública con licencia Creative Commons.

Eshmún es un dios antiguo que ya era conocido en Ugarit. Es hijo de Sydyk, dios de la justicia. El significado de su nombre en lengua fenicia pone de relieve que es un dios que cura, y por ello fue asimilado, como dios de la medicina, a Asclepios y también a su padre Apolo. Eshmún era, igualmente, un dios cazador.

Se le veneraba grandemente en un santuario construido a las afueras de Sidón, en un lugar en el que manaba una fuente salutífera que fue muy célebre en la antigüedad. El recinto estaba edificado sobre una gran plataforma elevada y tenía una piscina de abluciones que también fue utilizada en los ritos de Atargatis.

Eshmún recibió culto igualmente en Beirut (la antigua Beritos), y de esta ciudad proviene un mito, recogido por Damascio, que lo relaciona con la diosa fenicia Astronoé, considerada madre de los dioses. Eshmún era un cazador muy apuesto y la diosa se enamoró de él. Cazando en los valles de la región vio que la diosa lo perseguía; turbado, se dio a la fuga, y cuando Astronoé ya casi lo alcanzaba, se castró con su hacha y murió. La diosa, afligida, le dio calor vital para retornarlo a la vida, y una vez resucitado lo convirtió en dios.



Imagen votiva de un niño con una paloma en la mano hallada en las ruinas del santuario de Eshmún, en Sidón. Museo Nacional de Beirut, ca. s. V a. de C.

Se relacionan con Eshmún los leones y las esfinges. Su culto se expandió por Judea, Egipto y Chipre. La danza, las abluciones y las ofrendas de óstracos, vidrios y esculturas formaban parte de los ritos de alabanza al dios.29 También se celebraban juegos en su honor, en los que se dice que se premiaba al vencedor con una tela púrpura.

Reshef


Estatuilla en bronce del dios Reshef encontrada en el valle de la Bekaa. Museo Nacional de Beirut, ca. II milenio a. de C.

Reshef es un dios sidonita de carácter guerrero, dueño de las calamidades, que se asimiló al Nergal mesopotámico. Era ya venerado en Siria en el III milenio a. de C. y alcanzó gran difusión en Egipto durante el Imperio Nuevo (Amenofis II lo adoptó como genio protector). Se le representa armado con hacha, lanza (o espada) y escudo, o bien con arco y flechas, y con la cabeza cubierta con un gorro cónico semejante al de otros dioses fenicios. Se le atribuyen el ciervo y la gacela como animales simbólicos.

Es un dios temible que acarrea infortunios, pestes, ataques de fieras y hambrunas, así como la muerte por todo tipo de armas blancas.

Los Rephaím



Estatuillas de bronce halladas en el templo de los Obeliscos de Biblos.
Museo Nacional de Beirut, ca. s. VIII a. de C.

Los Rephaím eran los reyes y antepasados muertos de las tribus. En Sidón se les veneraba como dioses y se les consideraba propiciadores de la fecundidad y de la vida, así como protectores de la familia real y del resto de la población. Son los equivalentes a los Manes de Roma y eran objeto de consultas oraculares. En la Biblia se dice que los Rephaím moraban en la ciudad de Astarot, de topónimo relacionado con la diosa Astarté y localización incierta.

Melqart


Imagen del dios Melqart con faldellín egipcio y una corona como la de Osiris. Estatuilla en bronce encontrada en Sancti Petri (Cádiz). Museo de Cádiz, ca. s. VIII a. de C.

Melqart o Melkart es el fundador mítico de Tiro, y por lo tanto la deidad patrona de la ciudad y de sus colonias. Su nombre significa precisamente “rey de la ciudad” y su santuario es contemporáneo de la fundación de la urbe.

Es una deidad ctónica y agraria que muere y retorna a la vida. Los griegos lo asimilaron a Heracles y los romanos lo denominaron Hércules Tirio. Su culto estaba relacionado posiblemente con el de los Rephaím. Al dios se le veneraba también en muchas ocasiones junto a Eshmún. Tanto en Larnaka (Chipre) como en el santuario fenicio del Cabo Espartel (Portugal) se lo asimilaba a Poseidón; y en la isla siria de Arwad, una inscripción con la dedicatoria “a Hermes y a Melqart” ilustra la relación existente entre ambos dioses.

Igual que Heracles-Hércules, Melqart se inmola a sí mismo en el fuego. Su resurrección tiene lugar por medio de un matrimonio sagrado con Astarté que fue el motivo de diversos ritos sagrados (Flavio Josefo menciona un santuario conjunto de Melqart y Astarté construido por el rey Hiram I de Tiro, y dice que fue allí donde se celebró por vez primera la resurrección del dios).



Ilustración del artículo La Égersis de Melqart, de José Luis Escacena, en el cual se muestra una pila ritual con cuatro escenas del ciclo de muerte y resurrección del dios Melqart. Estuvo expuesta en el Vörderasiatisches Museum de Berlín, desaparecido en la Segunda Guerra Mundial.
Revista Complutum, núm. 20 (2), Madrid, 2009.

Se han encontrado escenas alusivas al ciclo de Melqart grabadas en las cuatro caras de una pila ritual encontrada en Sidón (ver figura anterior). En la primera aparece la figura del dios en el centro de una pira ardiendo sobre una plataforma, con la Luna en menguante figurada en la esquina superior. La segunda muestra al sepulcro de Melqart como una torre coronada por una piedra en punta, protegida por un uraeus o disco solar alado y custodiada por dos sacerdotes. En la tercera aparece el dios simbolizado como un altar en llamas, acompañado por Astarté –representada como una diosa con cuernos– y un hombre con túnica que podría ser el rey. Y en la cuarta vemos a Melqart en su epifanía, flanqueado por el Sol y por Venus.30

El santuario tirio de Melqart era considerado inviolable y gozó del derecho de asilo. Como otros santuarios fenicios, era un recinto al aire libre. Tenía dos altares con fuego permanentemente prendido y no había ninguna imagen del dios en él. En la isla gaditana de Sancti Petri, en la desembocadura del Guadalquivir, los fenicios construyeron uno de los santuarios de Melqart más antiguos que se conocen, amén del de Tiro. En sus excavaciones arqueológicas se han encontrado varias estatuillas de bronce que representan al dios caminando (ver más arriba).

Una gesta mítica muy conocida de Melqart, y posteriormente atribuida a Heracles-Hércules, fue su llegada al confín occidental del Mediterráneo y la apertura del estrecho de Gibraltar separando los peñones de Abila y Calpe (u otras elevaciones próximas a éstas), las “columnas de Melqart” otrora pertenecientes a un mismo macizo rocoso.31

Baal Malage y Baal Safón



Moneda del emperador romano Trajano (98-117 d. C.) con el santuario de Zeus Casios (Baal Safón) figurado en el reverso. Se trata de un pabellón con cuatro columnas que contiene al betilo del dios. Imagen pública con licencia Creative Commons.

Baal Malage era el señor protector de las travesías por mar. En antiguas monedas acuñadas en Tiro aparece como un genio marino con barba y abundante cabellera que cabalga a lomos de un caballo de mar alado (algunos autores atribuyen esta iconografía al dios Melqart). Su culto se asoció con el de Astarté, y probablemente en las colonias fenicias de Grecia se vinculó al dios con Poseidón y también con Zeus Sóter, deidad venerada en El Pireo como protector de los navíos.

Baal Safón es otro dios tutelar de las naves. Su apelativo alude al monte Sapanu o Casio, morada del Baal de Ugarit y una de las montañas sagradas de los fenicios. Por Herodoto sabemos que a Baal Safón era venerado en Egipto como Zeus Casios. En monedas de Seleucia Pieria se le representa como un betilo. En Cilicia, donde según Homero se encontraba el antro de Tifón, se asimilaba a dicho dios con Baal Safón. Tifón, como Baal, son dioses de la tempestad, la tormenta y los vientos.

Shamash


Shamash, dios del Sol y la justicia. Relieve encontrado en las ruinas del templo dedicado al dios en Hatra (Irak). Museo de Mosul, s. II-III d. C.

El dios mesopotámico Shamash (Utu para los sumerios) también fue venerado en Tiro y en Sidón. Se desconocen sus atributos y el culto que se le dispensaba en las ciudades fenicias, aunque se sabe que se conservó la expresión “sol de justicia” para referirse a él.

(Continuará)


NOTAS.
1 Las telas púrpuras de los fenicios eran muy apreciadas en todo el Mediterráneo. Fabricaban su tinte con el moco segregado por un tipo de caracol de mar (Murex brandaris) que abundaba en sus costas.
2 Las navegaciones comerciales de los fenicios podían durar incluso varios años. Se hacían a la mar con las bodegas repletas de mercaderías de sus ciudades de origen. Allí donde tocaban tierra y había ocasión, intercambiaban parte de su carga por productos tales como metales, cereales, vino y aceite, que no abundaban en su región dada la limitada extensión de sus terrenos cultivables, y otra parte del cargamento por productos y manufacturas que pudiesen ser objeto de comercio en puertos más alejados, los cuales a su vez procurarían intercambiar por más productos de necesidad o para el trueque o la venta, y así sucesivamente.
3 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Fénix”. Ed. Libros del Innombrables, Zaragoza, 2013.
4 Por ejemplo, es a través de los fenicios como llegaron hasta los hebreos los mitos mesopotámicos de la cosmogonía que afloran en algunas páginas del Génesis bíblico.
5 Los fenicios erigieron templos a sus deidades en muchos lugares del Mediterráneo y en Egipto, donde llegaron a ser reconocidas como dioses propios.
6 Ver José María Blázquez, Jaime Álvar y Carlos G. Wagner, Fenicios y cartagineses en el Mediterráneo. Ed. Cátedra, Madrid, 1999.
7 Tanto en Ugarit como en Biblos se desarrollaron alfabetos consonánticos a partir de la lengua escrita acadia y de la escritura jeroglífica egipcia (fueron los griegos quienes siglos más tarde incorporaron las vocales al alfabeto). La destrucción de Ugarit por los pueblos del mar en el siglo XIII fue una de las razones determinantes para que su alfabeto cayera en desuso.
8 Las excavaciones arqueológicas de Ugarit, cuyas ruinas fueron descubiertas en 1929 en las inmediaciones de la ciudad siria de Ras Shamra, pusieron al descubierto, además del recinto amurallado y la acrópolis, una fabulosa biblioteca -ubicada en la residencia del sumo sacerdote- y los archivos del palacio real. Estas son las fuentes principales para el conocimiento de los dioses de la ciudad y su rica mitología.
9 El significado de la palabra semítica Baal es exactamente ese, “señor”.
10 José María Blázquez, Dioses, mitos y rituales de los semitas occidentales en la antigüedad. Ed. Cristiandad, Madrid, 2001. En este fragmento, que le mueve a uno a contemplar la contaminación de los mares como algo más que un simple hecho material, se advierten muchas resonancias mesopotámicas. Ilu es análogo al dios sumerio Anu, llamado como aquél “Toro”. Ver: Mireia Valls, Los dioses de Súmer. Revista SYMBOLOS, núm. 58 (solsticio de verano 2020).
https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/4.dioses-de-sumer/0.dioses-de-sumer.htm.
11 José María Blázquez, ibíd. Las siguientes citas de los poemas que integran el ciclo de Baal están extraídas de esta misma obra.
12 El pasaje del descenso de Baal a los infiernos y posteriormente de su hermana, la diosa Anatu, presenta no pocas analogías con el mito mesopotámico del descenso al inframundo de la diosa Ishtar. Ver: Carlos Alcolea, Las aventuras de Innana. Revista SYMBOLOS, núm. 58 (solsticio de verano 2020).
https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/1.aventuras-de-inanna/0.aventuras%20de%20inanna.htm
13 Baal es hijo de Dagón, dios de la agricultura. Éste devino el dios principal de los filisteos, posiblemente uno de los pueblos del mar llegados a Palestina alrededor del siglo XIII a. de C.
14 Ver Carlos G. Wagner, Historia del Cercano Oriente. Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1999.
15 La relación entre Tiro y Biblos era especialmente estrecha: las familias reales de ambas ciudades eran parientes.
16 Fue en época alejandrina cuando se construyó un dique para unir la ciudad al continente que dio lugar a la formación de un amplio tómbolo.
17 José Luis Córdoba de la Cruz, Breve historia de los fenicios. Ed. Nowtilus, Madrid, 2017.
18 Ver Marc García, Mesopotamia en el Manvántara. Revista SYMBOLOS, núm. 58 (solsticio de verano 2020)
https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/8.mesopotamia-en-el-manvantara/0.mesopotamia-en-el-manvantara.htm
19 Para la elaboración de este apartado nos hemos basado sobre todo en los dos volúmenes ya citados de José María Blázquez, Dioses, mitos y rituales de los semitas occidentales en la antigüedad y Fenicios y cartagineses en el Mediterráneo (escrito en colaboración con Jaime Álvar y Carlos G. Wagner).
20 Hathor es hija de Ra. Su nombre significa “la mansión de Horus” y aparece en diversos mitos como esposa del hijo de Isis y Osiris. Con frecuencia era representada como una vaca, aunque su imagen más común es la de una mujer coronada con una cornamenta de bóvido en forma de luna sobre la cual se eleva un disco solar. Está relacionada con el amor, la alegría, la música, la danza, la sexualidad y el cuidado materno, pero en su aspecto de “ojo de Ra” es una diosa vengativa que aniquila a los enemigos del dios solar. Luis T. Melgar Valero, La enciclopedia de la mitología. Ed. LIBSA, Alcobendas, 2008.
21 Diosa siria análoga a la Dérceto griega. Se la representa con tronco de pez y cabeza, brazos y pechos de mujer.
22 El nombre del amante de Baalat es el mismo que el del Dumuzi sumerio, esposo de la gran diosa Ishtar. Tammuz era venerado por los sabeos de Oriente Medio; durante las fiestas en su honor se levantaba una tienda en el centro de su santuario para que la diosa pudiera unirse a él.
23 En Grecia, las mujeres plantaban jardines de Adonis en cestas y macetas durante las Adonías del mes de agosto. Los regaban a lo largo de ocho días con agua caliente y las semillas germinaban rápidamente por el calor de la estación y el abundante riego temperado. Pasado ese tiempo los arrojaban al mar, simbolizando con ello la muerte de Adonis. Ver p. ej. Montse Rivero, Los jardines de Adonis y el erotismo en la mitología grecorromana. Jornada técnica “La erótica en el jardín”, Barcelona, 2010.
24 Según otro relato, el incesto se produjo a raíz de un enamoramiento de la princesa, de nombre Mirra, hacia su padre azuzado por la diosa Afrodita. Mirra se había valido de su nodriza para conseguir unirse a su progenitor sin que él la reconociera. Cuando el rey cayó en la cuenta de lo que había sucedido, quiso matar a la muchacha. Mirra huyó, vagando desconsolada por largo tiempo hasta que los dioses se compadecieron de ella y la convirtieron en el árbol de la mirra. Réne Martin (dir.), Mitología griega y romana. Ed. Espasa, Madrid, 2000.
25 Esta descripción recuerda mucho a la de las procesiones de la Semana Santa en Andalucía. De hecho, en Sevilla (la antigua Spal o Ispal fundada por los fenicios en una isla del Guadalquivir, topónimo que según diversos autores significa “la isla de Ba(a)l”) también se celebraban las Adonías, siendo las protagonistas en este caso las mujeres de la ciudad con sus llantos y sus danzas. De hecho, el tema de la muerte y el renacimiento de Adonis es completamente análogo al de la pasión y la resurrección de Jesucristo, por lo que cabe ver a las Adonías como el antecedente pagano de los ritos de la Pascua cristiana (curiosamente, según explica san Jerónimo en una de sus epístolas, los ritos de Adonis se celebraban en Belén en una gruta de un bosque sagrado donde, según la leyenda, había nacido Cristo).
26 El toro sagrado de los antiguos egipcios, dios solar de la fertilidad, la muerte y el renacimiento.
27 El monte Amanus se encuentra al norte del río Orontes. Baal Hamón fue el dios principal de Cartago, ciudad fundada por fenicios venidos de Tiro como ya hemos dicho.
28 Una de las referencias más antiguas que se conoce de la diosa Tanit en la región fenicia es una inscripción de un santuario de la ciudad de Sarepta que reza “Tanit de Astarté”, en alusión a que Tanit es una emanación de Astarté.
29 Las imágenes talladas en mármol de niños con aves eran exvotos muy frecuentes en el santuario de Eshmún.
30 Para la descripción de los grabados de la pila de Sidón nos hemos valido del artículo de Alfredo Mederos Martín La fundación de la ciudad de Gadir y su primer santuario urbano de Astarté-Afrodita. Isimu: Revista sobre Oriente Próximo y Egipto en la antigüedad, núm. 13, Madrid, 2011.
31 “Fue el mismo Hércules quien separó los dos montes unidos (Abila y Calpe) como una cordillera continua y que así fue como al Océano, contenido antes por la mole de los montes, se le dio entrada a los lugares que ahora inunda: desde aquí el mar se difunde ya más extensamente y avanzando con gran fuerza recorta las tierras que retroceden y quedan bastante más alejadas”. Fragmento de la Chronographia de Pomponio Mela citado por José Luis Córdoba de la Cruz, op. cit.
Este relato, como todo texto, admite cuatro niveles de lectura. El significado inferior, el literal, nos remite a la historia geológica del Mediterráneo: tal como sugiere el registro sedimentario de los fondos del mar, se piensa que durante el llamado periodo messiniense, hace unos 6 millones de años, se produjo una desecación de la cuenca mediterránea –deficitaria en precipitación comparada con la evaporación y que compensa su balance hídrico importando agua atlántica– debido al cierre del estrecho de Gibraltar. La reapertura del paso ocurriría cientos de miles de años después, y ella dio pie a una inundación como la que describe el autor romano muy gráficamente.
El significado alegórico está implícito en la poesía del texto, el cual cabe ser leído no sólo como una metáfora de un hecho geográfico-geológico, sino también como una alusión a que los fenicios de Tiro, adoradores del dios Melqart, lograron pasar al Atlántico gracias a la existencia del estrecho.
El tercer significado, el simbólico, nos abre a la dimensión mucho mayor de esta hazaña en el ámbito de lo mítico y atemporal: la gesta de Melqart-Heracles-Hércules abre la puerta a la fecundación de los pueblos mediterráneos por la Tradición Atlante, y a la vez deja expedita la vía que conduce a los frutos áureos del Jardín de las Hespérides, relacionado por la Tradición Hermética con el Occidente y la realización espiritual a través de la iniciación. Del cuarto significado, el metafísico, nada podemos decir.

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