SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

DOS BIBLIOTECAS, ASURBANIPAL Y ALEJANDRIA

MARÍA CORREA



Rollos.

Siempre imaginé el Paraíso como una especie de Biblioteca.1

La palabra “Biblioteca” procede del nombre de la ciudad de Byblos, que a su vez conecta en sus orígenes con el de “Montaña”, lo que la liga, de este modo, a su simbólica. La montaña es un símbolo, en muchas tradiciones, del Centro del mundo.

Se dice de “Biblos” que… situada en una colina, fue una antigua ciudad fenicia, denominada Gubla en los textos cuneiformes y Gebal en la Biblia. Se cree que fue fundada alrededor del año 5000 a. de C., y según fuentes atribuidas al historiador fenicio Sanjuniatón, fue construida por Crono, y fue la primera ciudad fenicia. Actualmente, es ampliamente reconocida como la ciudad más antigua del mundo habitada ininterrumpidamente.

Su etimología proviene de la colina en la que estaba situada (𐤂𐤁𐤋 Gubla, “montaña” en fenicio) que derivó en su nombre bíblico Gebal, pasando de aquí a la forma griega Byblos y de allí la palabra Biblion (“libro”), origen de los términos Biblia y biblioteca. El nombre árabe, Ŷubayl, es diminutivo de ŷabal, “montaña”.2

A su vez, estos Biblion o “libros” recibieron su nombre por ser esa ciudad una gran productora del “papiro”, planta de la que procedía el material sobre el que escribían y del que se componían además los “rollos” (antecesores del libro). Esta planta era conocida en Egipto principalmente por su uso sagrado. Antes del papiro ya se utilizaban otras formas más arcaicas como las tablillas de barro en Mesopotamia y más adelante surgieron otros materiales como el pergamino, de origen animal. Estos soportes se caracterizaron por ser materiales relativamente ligeros que en forma de tablas, rollos o de libro, facilitaron la extensión de los textos, su movilidad, y con ello su reagrupación, que es lo que llevó a la generación de las bibliotecas. Se conoce que hubo varias en la antigüedad formando parte de los templos y palacios, aunque muy probablemente recopilaban únicamente sus propios registros.

Las dos bibliotecas en las que se concentrará este trabajo son dos tesoros de la humanidad, reconocidos en el tiempo de su amanecer y milenios después de su desaparición. Dos bibliotecas, la de Asurbanipal y la nacida en la Alejandría Ptolemaica. Dos destinos en el pulso cronológico, el primero de absorción y rápido ocultamiento, y el otro de absorción e irradiación.

La biblioteca de Asurbanipal nació en la Asiria de la primera mitad del primer milenio a. de C.; de esta cultura se dice que en sus comienzos era una sociedad pacífica y sus reyes líderes pastorales, como venía siendo en las sociedades tradicionales.

Asiria es una antigua región del norte de Mesopotamia, que toma su nombre de ladad de Aššur —del mismo nombre que Assur, su deidad tutelar—, que data de 2600 a. de C. Fundada a orillas del río Tigris, originalmente era una serie de ciudades de habla acadia en la región. En los siglos XXV y XXIV a. de C., los reyes asirios fueron líderes pastorales.3

Mas fue poco a poco cambiando hasta predominar una faceta guerrera, siendo en su último y tercer periodo cuando se reafirmó como un pueblo de hábiles luchadores que le llevaron a conformar un poderoso imperio. Se dice asimismo que el dios Assur –cuyo nombre se escribía con los signos de As, que quiere decir “dios” y el de Shar que se identifica con el concepto de infinito– fue cambiando su aspecto y sus atributos, y conforme Asiria crecía y se reafirmaba en la región, este dios tutelar que representaban con un disco solar alado, pasó a ser considerado el dios de la guerra, y en el último periodo se le representó con una figura dentro del disco portando un arco preparado para disparar.



Dios Assur.

Será este último periodo el que diera nacimiento a la biblioteca y al rey que la amplió, que la acabó de configurar y del que recibiría su nombre, Asurbanipal (669-627 a. de C.). Un rey sobre cuya personalidad bastante se ha escrito y variadas son las referencias; algunas fuentes dicen que era un rey sin compasión ya que, aunque no participaba presencialmente en las batallas, lanzó a su ejército contra todos los pueblos circundantes, siendo sus súbditos guerreros entrenados en prácticas de gran crueldad para castigar a los enemigos (prácticas que venían siendo usuales en sus antecesores); otros dicen que era pacífico y que su reinado dotó a los asirios de un periodo de paz. Quizás fue una combinación de ambas propuestas y la paz vino manteniendo las contiendas más allá de los lindes la ciudad.4 Su ciudad fue Nínive. Se cree que había sido poblada desde el VII milenio a. de C., aunque parece ser que se desarrolló a partir del III milenio, cuando los acadios introdujeron el culto a Ishtar, diosa del amor y la guerra, y será este último el carácter que desde entonces imperaría en los Asirios. En el II milenio se convertiría en la capital del imperio cuyo periodo de mayor esplendor se alcanzaría con Asurbanipal. Aún y el carácter guerrero que caracterizó en aquel tiempo a la cultura Asiria, este rey fue enseñado desde su niñez a relacionarse con, y a amar, la escritura, y él mismo presumía de ser un rey ilustrado como ninguno anterior.5

Fue quizás esta pasión por las letras la base que le llevaría a dejar la guerra para su exitoso ejército y que entregara su tiempo e interés, principalmente, a lo que sería la biblioteca, realizando una labor de recopilación de todo el saber que llegó por escrito a su tiempo y que estuviera a su alcance. Hizo catalogar todo este legado y con su cuña –con la que se le caracteriza y reconoce en las imágenes– consiguió reproducir gran cantidad de textos, ya que gustaba, además de practicar su “excelente caligrafía”, de embeberse de toda la información en ellos contenida por si pudiera ser útil a su persona y al rol de rey que representaba.

He leído intrincadas tablillas inscritas en los oscuros sumerio y acadio, difíciles de desentrañar (…), estudié el saber secreto de todo arte del escriba.6

Según los registros, fue la biblioteca de Asurbanipal en el s.VII a. de C., la primera construida para tal efecto.7 La iniciaría Sargon II, su bisabuelo, con una compilación de escritos y él la amplió sobremanera construyendo en su palacio unas grandes estancias donde conservar todo lo que fue recaudando. Parece ser que esta biblioteca estaba fundamentalmente compuesta por tablillas de barro, uno de los materiales más utilizados en la Mesopotamia de entonces, muchas de ellas de una procedencia y escritura arcanas que las ligaba a los ya entonces desaparecidos Sumerios, de quienes los asirios heredaron su tradición. Los temas abarcaban todos los campos del saber, mitología, ritos, mitos, oráculos, auspicios, cantos a los dioses, arte, manuales de matemáticas, astronomía, medicina, además de listas para la alimentación, cuestiones económicas, legales…, etc. Estaba también compuesta por otro tipo de soportes para la escritura pero “se desconoce cuántas tablas de cera, rollos de cuero y papiros se perdieron”,8 aunque parece ser que la cera se utilizaba básicamente para el aprendizaje y las prácticas, pues permitía un fácil borrado, mientras que la copia de textos relevantes se hacía en las tablillas de barro.

Fue un espacio en el que ordenó encontrar tabletas de arcilla con registros de todos los campos de conocimiento de la época. Estas tablillas eran rescatadas y restauradas por escribas especializados.9

Puesto que el estado en que se encontraban algunas tablillas debido al paso del tiempo y a su manipulación generó vacíos en los textos dificultando la interpretación, lo que estos maestros escribas realizaron fue una gran labor de restauración, llevando a cabo la comparación y conexión entre tablillas –ya sea con la misma o con distintas versiones de un texto–, salvando incluso las barreras de los idiomas y las diferentes caligrafías utilizadas en ellas. Una labor que nos ha beneficiado hoy día pues ha facilitado la tarea de los eruditos actuales para desentrañar el contenido de todos los restos encontrados, dándolo a conocer a todos los interesados en los saberes de la antigüedad.

Aunque varían por mucho las cifras referentes a la cantidad de tablillas de las que se componía la biblioteca, algunos estiman que eran alrededor de 30.000. Fuera el número que fuera, lo que sí se sabe es que Asurbanipal logró juntar y copiar una grandísima cantidad de la que se sentía orgulloso; consideraba que este acopio era su gran logro, y es que quizás fue movido también por alguna causa no exenta de ambición. Además, orgullosamente se vanagloriaba de sus conocimientos en temas de augurios y auspicios10 y se sabe que una gran parte de todas las tablillas versaban en esas temáticas, lo que podría indicar una tendencia o caída en la llana “superstición”. Aunque tomando esta palabra en su sentido etimológico, abarca incluso lo referido al destino que aguardaba a su biblioteca:

La verdadera “superstición”, en el sentido estrictamente etimológico (quod superstat), es lo que se sobrevive a sí mismo, o sea, en una palabra, la “letra muerta”; pero inclusive esta conservación, por poco digna de interés que pueda parecer, no es empero cosa tan desdeñable, pues el espíritu, que “sopla donde quiere” y cuando quiere, puede siempre venir a revivificar los símbolos y los ritos y a restituirles, con el sentido que habían perdido antes, la plenitud de su virtud originaria.11

Los mismos escritos del rey denotan un interés impregnado de un deseo individual de conocer los pormenores que le aguardaban:

Busca y envíame cualquier tablilla de la que tengas noticias, que nadie te las oculte, aunque yo no te las haya mencionado, si tú crees que son buenas para mi palacio, cógela y envíamela.12

El uso restringido del tesoro bibliográfico al que Asurbanipal se dedicó con celo y consiguió con todo tipo de recursos, para la propia gloria del rey y su reino (según él mismo lo escribió) –aun en la creencia de que con ello servía y honoraba a Nabu, dios de la Sabiduría y protector de los escribas–, fue un límite al poder expansivo de este medio de transmisión.

Palacio de Asurbanipal, rey del mundo, rey de Asiria, que confía en Assur y en Ninlil; a quien Nabu y Tashmetu proporcionaron finos oídos y perspicacia, lo mejor del arte del escriba, que ninguno de mis antecesores lo consignó, la sabiduría de Nabu, los signos de la escritura, todos los que han sido inventados los he escrito en tabletas. Las he ordenado en series, las he colacionado, y las he colocado en mi palacio para mi real contemplación y lectura. Tu señorío no tiene igual, Assur, rey de los dioses. Cualquiera que remueva la tableta y ponga su nombre junto al mío, derríbenlo, contrariados y enfadados Assur y Ninlil, y hagan desaparecer su nombre y su especie de la tierra.13

Así se expresaba el que para aquel entonces y aquel espacio se creía que era un representante de la deidad en la tierra. Se dice que actuaba con aplastante “autoridad” amparado y basado en lo que venía representando la figura del monarca –intermediario entre los dioses y los hombres, o incluso una encarnación del dios–,14 y así recababa las tablillas de donde fuere; esta es la causa también por la que, según algunos, fue tan cruel con sus enemigos, pues en la idea de lo que representaba el monarca, las enemistades del rey eran las del dios Assur.

Los hados dieron esplendor a su reinado, lo que quizás fue la herramienta necesaria para reunir los escritos de una rama tradicional que se desintegraba, pero inmediatamente se la dejó callada, callada por unos 26 siglos, pues en un ataque planeado y pensado durante tres meses por enemigos del reino que se aliaron, en el año 612 a. de C., pocos años después de reinar Asurbanipal, en una tremenda acometida, Nínive y todo lo que en ella había quedó quemado y enterrado, esfumado del mapa y casi de la memoria que guarda la historia,15 consecuencia, según algunas fuentes, del orgullo y crueldad de aquel rey. Pero de nuevo en la paradoja y la magia del azar, de algún modo el alma de esa cultura resucitó, ya que la terrible intención de destruir Nínive con fuego fue la que salvó todas esas tablillas que reafirmadas por la acción de este elemento, han llegado a nuestros días con la misma posibilidad evocadora que se imprimió en ellas; sus símbolos y mitos vienen de nuevo a abrirse para el que quiera escuchar esta otra bellísima forma de expresar la Cosmogonía y los misterios del Ser. La “biblioteca de Ashurbanipal es la razón principal por la que varias versiones de textos como la Épica de Gilgamesh o el Enuma Elish lograron sobrevivir hasta nuestros días”, además de ser un material inestimable para adentrarse en aquellas culturas del alba de la edad de hierro.16

Quizás sea el temprano adentramiento de estas culturas en las oscuridades de la edad póstuma lo que llevara a Nabu o la Nisaba de los Sumerios a la revelación del arte de los escribas como soporte para el conocimiento; y desde sus primeras prácticas en tablillas –un medio fácil de estampar y manejar, además de duradero– hasta la desaparición de la grandísima recolección de ellas con la destrucción de Nínive, fueron milenios de una práctica y desarrollo de la escritura y sus medios que no desapareció, sino que se fue potenciando y extendiendo en el devenir de los tiempos, de forma paralela también en otras culturas. Y es probable que con el gesto de una búsqueda como la de Asurbanipal, que trataba de recopilar lo disperso por muchos lugares..., nos preguntamos ¿el qué? ¿Algo que ya se había perdido o estaba en peligro de perderse?... Puede que la respuesta sea afirmativa, no lo sabemos, pero sí parece que su biblioteca se formó partiendo de esa motivación, o sea la de recoger lo escrito esparcido por aquí y por allá intentando una reagrupación en aras a descubrir la unidad subyacente en toda esa escritura. Se trataba de encontrar una orientación, un “algo” que se intuía que alguien sabía y había dejado por escrito.

Y aquel canal tradicional heredado de los sumerios, probablemente ya prácticamente seco en su comprensión por lo que hemos ido viendo, quiso el destino que quedara sumergido dejando alguna huella de su existencia, de la que incluso, pasados los siglos, se llegó a dudar. El recuerdo de la biblioteca de Asurbanipal sí sobrevivió a la catástrofe, pues parece ser que los escribas de Babilonia no dejaron de celebrarla; e incluso el contenido de algunas de las tablillas también permaneció, según quedó reflejado por algunos autores:

De esta biblioteca procede el horóscopo más antiguo datado el 21 de mayo de 1114 a. de C. Este posteriormente debió pasar a la Biblioteca de Alejandría como refleja una reseña de Ptolomeo.17

Pasarían unos tres siglos de aquel terrible ataque que sepultó Nínive, cuando de la confluencia de dos culturas, la Helena y la Egipcia, nació la ciudad de Alejandría en el delta del sagrado Nilo, territorio egipcio que invadieron los griegos y donde construyeron la ciudad siguiendo la voluntad que se le reveló a Alejandro Magno en el oráculo de Amón en Siwa.

… en el año 332 a. de C. Alejandro Magno llega a Egipto en su expedición conquistadora hacia Oriente, funda en el delta del Nilo, y tras visitar en el oasis de Siwa el oráculo del dios Amón (asimilado a Zeus- Júpiter), la ciudad que lleva su nombre: Alejandría. Esta aparece como el último gran centro de la cultura clásica, lo cual determinará su destino como ciudad-puente que hará posible la comunicación de la antigua sabiduría al nuevo período histórico que se abriría en Occidente tras la desaparición definitiva del Imperio Romano.18

Tras la muerte del gran Alejandro y dividido su imperio, gobernaría en ese territorio uno de sus diádocos, Ptolomeo I (367 a. de C. -283 a. de C.), el Salvador, quien protegió y promovió cuidadosamente la unidad que naciera de aquel acoplamiento de culturas:

Ptolomeo se proclamó faraón en 305 a. de C. y como tal heredó la condición de divinidad que tenía Alejandro. Aun siendo reyes de los egipcios, él y sus sucesores necesitaron de los griegos para la administración y el ejército. Por otra parte se mantuvieron las tradicionales costumbres religiosas egipcias, de gran importancia social. Las culturas helénica y egipcia conservaron sus características y zonas de predominio propias, pero a la vez se influyeron mutuamente.

El monarca dotó a Alejandría de un régimen político autonómico, mandó edificar en ella la Biblioteca y se inició la construcción de su Faro.19

Así, en la naciente ciudad de Alejandría, el s. III a. de C. daría a luz a otra gran biblioteca, en la cual se manifestó un verdadero centro, un corazón con su doble pulso de bombeo que recoge y, con fuerza renovada, vuelve a expandir, para volver a retomar y de nuevo difundir…, dando vida al ser. Nació, como la de Asurbanipal, en un complejo palaciego y formaría parte nada menos que del “Museion” o templo de las Musas, diosas de la Memoria que seguramente así colaboraron a que se reagruparan las ciencias del conocimiento y guardaran la memoria viva para alimento de las culturas por venir del Mediterráneo, o de lo que se ha conocido como el Occidente. Una de las nueve Musas forma también parte del coro de las Gracias, cuyo triple gesto reiterado de dar, recibir y devolver, y por el que se hace presente la Unidad, se reveló en lo que fue aquella biblioteca, pues toda la grandísima labor realizada para recopilar los múltiples escritos que fueron llegando a sus estanterías, provenientes de las más diversas culturas, se convirtió a su vez en una actividad intelectual que impulsó la propagación del saber en toda la zona mediterránea y hacia la posteridad. Sí, Alejandría recibió y aceptó la luz de la Ciencia, que entregó de nuevo convirtiéndose en un luminoso faro:

Por otro lado, su famoso faro ha quedado en la memoria como un símbolo de lo que Alejandría representó para su tiempo: un foco de luz intelectual que irradió su fuerza civilizadora hacia todos los confines del mundo mediterráneo. De ahí que su influencia se dejara sentir en quienes no viviendo en Alejandría no obstante sí estaban vinculados a ella como “faro” de su época, tal el caso de Séneca, Cicerón, Virgilio, Ovidio, Moderato de Cádiz, entre tantos otros.20



Grabado del faro de Alejandría.

Dicen que Ptolomeo I llevó a cabo el proyecto de la biblioteca para dar realidad a lo que en Alejandro había quedado únicamente como idea e intención, pues le sobrevino la muerte antes de poder ejecutar el proyecto. Fue el hijo de aquel, Ptolomeo II, el primero en comenzar una gran ampliación, tendencia que por siglos no cesaría, recopilando obras de todas las culturas conocidas de aquel tiempo, la mayoría griegas y egipcias, pero también procedentes de la India, Africa, y de todo el Mediterráneo, entre otras, lo que atrajo a todos los hombres ávidos de conocimiento.

Sin duda al esplendor cultural de Alejandría contribuyeron de manera decisiva la creación de la Biblioteca y el Museo (Museion: “Templo de las Musas”), que ya desde su fundación en el siglo III a. de C. atrajeron a sabios, filósofos, magos y teúrgos venidos de todos los lugares, llegándose a conformar en un momento dado la escuela matemática de Alejandría, donde el pensamiento científico y filosófico de la tradición pitagórico- platónica se conjugó con el antiguo saber egipcio y caldeo.21

Cabe señalar que es el mensaje que se revela en los textos lo que verdaderamente dota a un libro de valor, y por extensión a la biblioteca en la que se encuentran depositados estos libros. Pero el mensaje precisa de un receptor, y brilla con el efecto multiplicador de la transmisión de los que lo reciben. Esto era lo que se agotaba en la ya mencionada biblioteca de Asurbanipal, pues el rey, de algún modo recopiló principalmente para su propio interés como se vio más arriba; sin embargo, muy por el contrario, el compartir y la divulgación del saber es lo que por siglos caracterizó a Alejandría, lo que la convirtió en ese centro, verdadera imagen del Centro de centros desde donde todo se irradia y al que todo vuelve.

Fue principalmente mediante la escritura que se vehiculó esta concentración y expansión, y a medida que ésta se iba afianzando, otros modos de relacionarse con la deidad se desvanecían, en concreto nos referiremos a los oráculos –palabra que viene del latín oraculum y éste del verbo orare (hablar)–; la ciencia oracular que venía siendo en aquel tiempo una forma frecuente con la que los hombres consultaban a los dioses se fue callando. Plutarco, sacerdote del Oráculo de Delfos, escribió en el siglo I d. C. sobre la crisis en la que estaba cayendo este medio y cómo se iba cerrando este canal:

No hay ninguna necesidad –dijo Demetrio– de ocuparse de aquel oráculo ni de buscar las causas de la decadencia en que se encuentra (se refiere en concreto al de Amón en Egipto) ¿Acaso no vemos nosotros a los nuestros igualmente descuidados, de modo que, con excepción de dos o tres, todos los demás están abandonados y ya no ofrecen respuesta alguna? Conviene buscar más bien la causa de su silencio; porque, sin hablar de los demás países, la Beocia, en la que antaño resonaba la voz de tantos oráculos, se encuentra hoy tan desprovista de ellos que parece que haya soplado en toda la región un viento ardiente y haya secado todas las fuentes de la adivinación.22

Es muy significativo que la fundación de Alejandría por Alejandro Magno fuese según se lo señaló el oráculo de Amón al que hizo referencia Plutarco unos siglos después. Y ese oráculo que se callaba es el que habló de la creación de un lugar donde acabaría de cristalizar la escritura como vía de comunicación con la deidad, una vía que, como hemos dicho antes, se venía gestando desde hacía centenares de siglos auspiciada por el dios de los escribas, Thot o Hermes Trismegisto como se le conoció en Alejandría; o sea, la vía del mensaje escrito en medios móviles, una fijación portátil que traspasa así las cada vez más sólidas barreras del espacio y el tiempo, y que se gestó mediante toda la labor intelectual que se dio en aquel lugar, principalmente con los trabajos que se cultivaron en la biblioteca.

Se ha hablado antes del puente que supuso Alejandría, donde se recogió la sabiduría de las antiguas culturas para adaptarla a las nuevas formas que se iban imponiendo en el Occidente, y así mismo supuso un puente en la manera de la transmisión que derivó hacia esta otra forma más solidificada de la palabra, lo que produjo la consolidación de la tradición Hermética, en la que se recogieron los caudales activos del Conocimiento llegados a aquella ciudad del delta del Nilo, para de nuevo irlos encauzando y acoplando a los numerosos cambios cada vez más veloces en el devenir de la historia.

Alejandría brilla con especial intensidad en los primeros siglos de nuestra era, pues allí se acaba de constituir la Tradición Hermética gracias a la síntesis de las enseñanzas del mítico Thot-Hermes Trismegisto con el neoplatonismo, que surge en el s. II con Numenio de Apamea (Siria), siendo introducido en Alejandría gracias a Ammonio Saccas en el siglo III (concretamente el año 232). En esa constitución no debemos olvidar la presencia importante de elementos procedentes de las doctrinas orientales y de las gnosis judía y cristiana. Podemos decir que a partir de ese momento el hermetismo y el neoplatonismo conformarán las dos referencias fundamentales del esoterismo occidental, y ningún movimiento o individualidad que haya sustentado y transmitido la Ciencia Sagrada a lo largo de los últimos dos mil años ha sido ajeno a las ideas del dios Hermes, de Pitágoras y Platón, conciliadas en el “crisol alejandrino”.23

Físicamente, esta gran biblioteca acabó desapareciendo unos siglos más adelante. Un fuego de las tropas de Julio Cesar que no iba dirigido a ella destruyó en el año 49 a. de C. parte de su legado, pero sobrevivió un tiempo más y siguió como centro cultural de la época; fue a partir del s. III d. C. que empezó a desvanecerse, no sólo el interés de los hombres por las actividades que se albergaban en aquellas estancias, sino también la comprensión o necesidad de éstas; y tras sufrir el saqueo de Aureliano en el año 273 y el de Diocleciano en el 297, los restos fueron desapareciendo; sin apagarse, como ya se ha dicho, su fuego vivificador pues la escuela que se generó y se alimentó a partir de aquellas escrituras, de modo serpentino en distintos lugares y tiempos fue floreciendo y su espíritu inmortal siguió y sigue vivo en la tradición Hermética, rama occidental de la Tradición Primordial.

Pero es importante subrayar que la escuela de Alejandría, y las que se crearon bajo su influencia, se tomarán como el modelo de las que surgieron en Bizancio, la Edad Media (Toledo, Chartres y Oxford especialmente) y el Renacimiento, comenzando por la Academia Platónica de Florencia, donde bajo la dirección de Marsilio Ficino se tradujo del griego al latín todo el Corpus Hermeticum, a Platón, Proclo, Jámblico y a prácticamente todos los filósofos alejandrinos, hecho este fundamental para que la "cadena áurea" continuara viva en la cultura de Occidente, prolongándose hasta nuestros días.24

La “biblioteca” es la posibilidad del paraíso y de ahí, hasta el más allá, en ella se guarda el secreto de la Montaña, el Saber que algunos hombres han ido encarnando. Unos lo escribieron y/o reescribieron..., otros lo copiaron..., otros lo tradujeron..., poniendo la memoria del Sí Mismo al alcance del que la busca, como otra cuerda que viene del Centro para rescate de esta humanidad que se hunde en la profundidad de las gélidas aguas del Kali Yuga. Muchas de sus piezas desaparecieron por el azar o por la incomprensión de algunos, otras siguen guardando copias e imágenes del Libro de la Vida, que ya está escrito y siempre se está escribiendo, hablando a cada quien que esté dispuesto y sepa leer en él. Cada uno consigo mismo de la mano de Hermes Trismegisto.

Con enorme agradecimiento


NOTAS.
1 Frase atribuida a Jorge Luis Borges.
2 Wikipedia: Byblos.
3 Wikipedia: Asiria.
4 “Assurbanipal (668-627 a. de C.) es el soberano con el que culmina la Asiria sargónida. Su ejecutoria como monarca fue tan violenta como la de sus predecesores, pero Assurbanipal brilla entre todos ellos por su amor a las artes y las ciencias”. Marc García, Mesopotamia en el Manvantara. Revista SYMBOLOS nº 58.
https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/8.mesopotamia-en-el-manvantara/0.mesopotamia-en-el-manvantara.htm
5 “Era un rey conocedor del sumerio, avezado en matemáticas, a quien complacían las conversaciones con los sabios de su imperio y se encargaba personalmente del cuidado de la biblioteca, buscando y mandando hacer copias de textos antiguos o bien desaparecidos. Veneraba al dios Nabu, hijo de Marduk y escriba del universo, del cual escribió que “me regaló los preceptos de su sagacidad”. Marc García. Ibíd.
6 Wikipedia: Biblioteca de Asurbanipal.
7 “Hay que señalar que la formación de bibliotecas de Asiria no fue en modo alguno mérito exclusivo de Asurbanipal. Se sabe, por ejemplo, que hacia el 1100 a. de C. Tiglat-Pileser I ya había establecido una biblioteca en el templo de Assur”. De la web Historia de las Bibliotecas. Biblioteca de Asurbanipal. http://futurasbibliotecarias.blogspot.com/2007/10/biblioteca-de-asurbanipal.html
8 Wikipedia: Biblioteca de Asurbanipal.
9 De la web Conoce la Historia de la Primera Biblioteca del Mundo.
https://lifeandstyle.expansion.mx/mundo/2017/02/27/conoce-la-historia-de-la-primera-biblioteca-del-mundo
10 “Una tablilla autógrafa da cuenta de su erudición: Puedo reconocer presagios celestiales y terrestres (y) discutir (sobre ellos) en la asamblea de los eruditos. Puedo deliberar sobre (las series) “(Si) el hígado es un espejo del cielo” con expertos capaces en adivinación de aceite. Puedo resolver complicadas multiplicaciones y divisiones que no tienen una solución (obvia). He estudiado elaboradas composiciones en oscuro sumerio (y) acadio que resultan complicadas de llevar a cabo. He inspeccionado signos cuneiformes sobre piedras de antes de la inundación, que son crípticos, impenetrables (y) confusos”. Ver Amanda H. Podany, El antiguo Oriente Próximo: una breve introducción. Alianza Editorial, Madrid, 2016, citado por Marc García. Ibid.
11 René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Ed. Paidos, Barcelona, 1995.
12 Caminando por la historia. https://caminandoporlahistoria.com/la-biblioteca-de-ashurbanipal/
13 Colofón de una tablilla, Historia de las bibliotecas. Op. cit.
14 “El soberano detentaba una función central y simbólicamente estaba ubicado en el centro del universo, de ahí que fuera capaz de reflejar con todos sus gestos el orden divino, personificando la estabilidad, confianza, rectitud y equidad ante su pueblo, siendo también su juez, pues conocía el valor sagrado de la ley. (…) A través de los textos conocemos que se rendía culto al soberano con plegarias y rituales que ensalzaban sus virtudes y su poder, otorgado por los dioses. La voluntad divina legitimaba cada acto del soberano, pero sin el consentimiento de la divinidad las acciones emprendidas se convertían en desgracias y castigos que asolaba a su reino. El soberano obedecía a un plan divino y era el ejecutor de este mandato en la tierra, pues la verdad le había sido revelada, y se convertía entonces en el artífice de las hazañas militares, el orden y la justicia. Él, con las virtudes morales e intelectuales que todo buen monarca debía poseer, era el legislador de un territorio y de todos sus habitantes. Su poder emanaba del dios patrón que tutelaba esa ciudad.” Montse Gallego, La ciudad en Mesopotamia. Revista SYMBOLOS nº 58.
https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/12.la-ciudad-en-mesopotamia/0.la-ciudad-en-mesopotamia.htm
15 “A la muerte de Assurbanipal, el imperio asirio se desmorona rápidamente. El caldeo Nabopolasar se apodera del trono de Babilonia declarando la independencia de su reino, y se alía con los medos para emprender una guerra contra el último soberano asirio. Toma en un primer lugar la ciudad sagrada de los asirios, Assur, y en el 612 a. de C. entra en Nínive y la saquea tras mantenerla asediada durante tres meses. La región de Harran, el último reducto asirio, caerá en el 605 a. de C. y con ello el reino de Assur desaparecerá para siempre.” Marc García. Ibid.
16 De estos textos y las culturas que los produjeron podemos encontrar referencias muy estimables en los trabajos de la última Revista SYMBOLOS nº 58 dedicada a Mesopotamia.
https://symbolos.com/n58verano2020/novedades58.htm
17 Historia de las Bibliotecas. Biblioteca de Asurbanipal. Ibíd.
18 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.
19 Wikipedia: Periodo Helenístico de Egipto.
20 Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Op. cit.
21 Ibid.
22 Plutarco, Sobre los Oráculos. Ed. José J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 2007.
23 Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Ibid.
24 Ibíd.

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