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CRISTINA FLÓREZ-ESTRADA |
Estamos ya próximos al solsticio de invierno, momento del año en donde el tiempo se detiene por un instante. “La puerta de los dioses” se le llama, de la cual tú, Jano, eres guardián. El dios de dos caras, una que mira al pasado, la otra al futuro y una tercera invisible que mira al frente, marcando el momento actual, puerta secreta por la cual los hombres y mujeres participamos del eterno presente, ámbito bañado de inmortal luz. De ti se dicen muchas cosas, bifronte. En Roma se abrían las dos puertas de tu templo en tiempos de guerra y con la llegada de la paz, éstas se volvían a cerrar. Que cada rito se empezaba invocándote y finalizaba con la virginal Vesta. Que eres el paredro primitivo de Juno, y a la vez un supremo dios uránico, y que recibiste como invitado a Saturno en tu reino como recompensa por haberte enseñado el arte de la agricultura. Que tu sendero, el “Callis Ianus”, es el antecedente del actual Camino de Santiago. Que tus orígenes son etruscos, quienes en tu honor, le dieron tu nombre a una colina, “El Janículo”, rodeada por bosques sagrados; y quienes edificaron tu primer santuario en la isla de Tíber. Culsans te llamaban, deidad íntimamente ligada a Turms, el Hermes griego. Se dice que con Venilia, asimilada a Venus, engendraste a Canens, la ninfa que fue amada por Pico, primer rey legendario de Lacio. Sin embargo, apareces por primera vez en Sumer bajo el nombre de Isimud, ¡el mensajero del dios Enki! Se dice también que la noción de Caos deriva de tu propia naturaleza. ¡Qué misterioso eres, Jano! ¿Quién eres? Ya en su tiempo Ovidio decía de ti:
¡Dios de los comienzos, de las transiciones, de los movimientos eternos! Protector de los caminos, de las puertas y los límites! ¡El que porta las llaves! ¡Navegante celeste! ¡A ti te invocamos Jano! Acógenos en tu barca y ábrenos la puerta que conduce al Centro, al Agartha, país invisible desde donde cantamos himnos y alabanzas a ti y a todos tus compañeros, luces brillantes en el firmamento de la eterna noche del alma. |
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