SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

ALGUNAS CLAVES EN LA TRANSMISIÓN
DEL CONOCIMIENTO DURANTE EL KALI YUGA:
APORTACIONES DE LOS PUEBLOS CALDEO Y CELTA
(2ª parte)

PABLO RÍO

Para esta nueva actualización de SYMBOLOS, quisiéramos continuar con el recorrido iniciado en el número anterior (SYMBOLOS Nº 58) buscando claves simbólicas de transmisión durante la presente “Edad oscura”. En esta ocasión, después de habernos centrado en los caldeos y su papel en la antigua Mesopotamia,1 dirigimos nuestra mirada a la simbólica de la tradición celta y su papel en la transmisión del Conocimiento: ese “misterioso pueblo cuya cultura estuvo diseminada por toda Europa”2 y a quienes los griegos llamaron keltoi o gente oculta.3

En el presente artículo hablaremos de algunas cuestiones relacionadas con las castas de los pueblos celtas y su organización social tripartita y describiremos someramente algunas de sus deidades y héroes; pero sobre todo intentaremos hacernos una idea del papel de los sacerdotes Druidas en lo que René Guénon denominará “ensamblaje” entre la tradición celta y la cristiana. Nos detendremos un poco a observar ese desarrollo paulatino de la oposición entre los representantes de la autoridad espiritual y el poder temporal, y cómo la casta sacerdotal druida hubo de hacer frente a ello. Aunque todo es muy misterioso y las pistas son pocas. Al progresivo alejamiento del Principio habrá que añadir el carácter oral y ágrafo de la enseñanza de los denominados “hombres del roble”, lo que responde al carácter iniciático de la misma. Ni mucho menos agotamos la cuestión, primero porque la simbólica, como sabemos, desvela y vela al mismo tiempo; en segundo lugar porque se nos abren nuevas posibilidades de estudio que, por razones de extensión, merece la pena ir desgranando en sucesivas entregas. Nos contentaríamos, de momento, con una mejor comprensión del aporte y el papel que los celtas tuvieron en la historia antigua de Europa, pues detrás de la multiplicidad que se dio entre esos pueblos subyace la unidad en los principios presente en todas las tradiciones vinculadas a la Tradición Primordial. Y también porque son fuentes de las que beberá Europa durante siglos, drenando hacia la Tradición Hermética, a la que SYMBOLOS está indisolublemente unida.


Cruz celta.

Acerca de los denominados pueblos celtas y algunas de sus deidades

Los especialistas nos dicen que la palabra “celta” no corresponde ni a una noción etnográfica ni arqueológica y que es un término utilizado por lingüistas e historiadores para referirse, en un sentido amplio, al conjunto de pueblos de finales de la edad del bronce y principios de la del hierro en Europa que hablaban lenguas celtas.

La arqueología remite los orígenes de este pueblo a la Europa central o continental, la denominada cultura de los “campos de urnas” (unfield), entre el 1.300 y el 700 a. de C. Las primeras migraciones hacia lo que hoy es Francia y la Gran Bretaña se darán entre los siglos X y IX a. de C. Posteriormente, entre el 700 y el 600 a. de C. se difunde en Europa el uso del hierro a través de la denominada cultura del Hallstatt. Los celtas compartieron la Cultura de Hallstatt con los ilirios,4 a la vez que extendieron su presencia en el interior de la península ibérica, donde se establecieron en el siglo VII a. de C. Poco después, hacia el 500 a. de C., los arqueólogos hablan de la llamada cultura de la Tène. La arqueología, al rescatar los fragmentos, aporta material para observar la simbólica de esta pluralidad de pueblos, además de descubrir su genio artístico.


Fíbula del caballito. Así, de entre esas piezas de orfebrería se encuentran
las téseras en la antigua Hispania, las fíbulas del caballito, etc.

Las excavaciones procedentes de la Tène muestran cierto apogeo de la creatividad artística del genio celta. Gracias a éstas y otras tenemos constancia de la importancia que, según los autores antiguos, estos pueblos daban a la delimitación de un espacio sagrado,5 asociado al simbolismo del centro del mundo. Asimismo, las fosas rituales funerarias estaban en relación con las divinidades del mundo subterráneo.

Al igual que el bothros griego o el mundus romano, aquellas fosas rituales facilitaban la comunicación con las divinidades del mundo subterráneo. Estos pozos están atestiguados desde mediados del segundo milenio; a menudo se llenaban con objetos de oro y plata apilados en calderos ceremoniales ricamente ornamentados. (En las leyendas medievales y en el folclore céltico pervive el recuerdo de aquellos pozos que comunicaban con el mundo subterráneo y de los tesoros enterrados).6

Así pues, esta cultura:

Estuvo diseminada por toda Europa, desde Rusia, pasando por todo el Danubio, Austria, Checoslovaquia, a la península itálica, Francia, Hispania, Inglaterra e Irlanda; conocidos por los romanos con el nombre genérico de bárbaros junto con los germanos, resistieron por siglos al Imperio de Roma con el suficiente éxito como para impedir su expansión al norte del Danubio y el Mar Negro y otros numerosos enclaves de Centro Europa y Alemania y probablemente Turquía y Rusia. Combatieron contra Roma en muchos puntos y se defendieron con “uñas y dientes” hasta ya entrado el cristianismo. Anteriormente habían conocido a los griegos y combatido contra Alejandro Magno con el que acabaron firmando un tratado de amistad. En estas luchas se aliaron algunas veces con los etruscos –pueblo aún menos conocido salvo por sus restos arqueológicos… en el Norte de Italia contra Roma, e incluso con el cartaginés Aníbal cuando éste quiso tomar la metrópoli, lo que casi se produjo. Incluso ellos mismos, unos siglos atrás la habían conquistado en el 390 a. C. junto con otras etnias parientes; saquearon la ciudad y pasaron siete meses ocupándola, antes de retirarse de su sede instalada en el propio Capitolio romano. Los romanos los llamaban celtici o galos. Los griegos también les tenían respeto, sino pavor por la conquista de Delfos en el 278 a. C.7

A pesar de que la mayor parte de testimonios grecorromanos destacan su fiereza en la guerra, lo cierto es que los pueblos celtas también fueron portadores de un simbolismo universal que expresaron a través de sus artes y organización social. La guerra misma tiene un carácter sagrado.8 Y un papel relevante durante el Kali Yuga, indudablemente, lo que indica de algún modo el aceleramiento del desorden temporal.

El impacto de los celtas en la historia antigua de Europa se hizo sentir durante menos de dos siglos, desde la conquista del norte de Italia en el siglo V (Roma fue asaltada el año 396 a. de C.) hasta el saqueo del santuario de Apolo en Delfos en el año 279 a. de C. Poco tiempo después quedaría sellado el destino de los celtas, atrapados entre la expansión de las tribus germánicas y la presión de Roma. Su poderío no dejará ya de declinar. Pero los celtas eran herederos de una protohistoria singularmente rica y creadora.9

La tradición de la que hablamos transmite el mensaje de modo oral, a modo de poemas y canciones, algunas de las cuales se han recopilado como códices, es decir desde los más arcaicos, anteriores a los que se hicieron en la Edad Media, y que básicamente están relacionados con la llegada de los tuatha, o sea de los distintos grupos de estos pueblos, primero a España y posteriormente a Irlanda y en último término a la totalidad de las islas británicas. Sin embargo hay numerosos vestigios de su estadía en Francia y en otros sitios de Europa. Se ha observado su parentesco cultural con la mitología griega descrita por Hesíodo en Los Trabajos y los Días acerca de sus misteriosas apariciones, aquí y allá, en los mitos de las cinco razas y en términos generales en el panteón, del cual parece destacarse Hermes como dios principal, según se opina.

Sin embargo se ha de tener en cuenta que los griegos pudieron beber en las mismas fuentes que los celtas, y con esto nos referimos a la Tradición Atlante, de la cual se nutrieron otros integrantes como los propios egipcios y caldeos que fueron ramas separadas de ella, como asimismo lo fueron los precolombinos, del otro lado de la mar.10

Por todo ello creemos que los celtas tuvieron un papel intermediario y relevante, manteniendo viva la llama del conocimiento, entre su origen hiperbóreo11 y la civilización atlante. Participaron de una espiritualidad común y contribuyeron a la confluencia de corrientes que acoge la Tradición Hermética. Aunque será principalmente a través del cristianismo con el que se ensamblará, pues éste también atesora una simbólica universal que es inherente a todo espíritu tradicional.

Lo que queremos decir aquí es que la tradición celta podría considerarse probablemente como uno de los “puntos de unión” de la tradición atlante con la hiperbórea, después del final del período secundario en que la tradición atlante representó la forma predominante y como el sustituto del centro original ya inaccesible para la humanidad ordinaria.12

Para el saber iniciático toda la creación es sagrada, y así lo expresan todas las cosmogonías de los pueblos tradicionales. Lo sagrado está indisolublemente ligado al misterio. Si a ello añadimos el correr de los siglos, no puede extrañarnos que muy poco sepamos –desde la perspectiva de la arqueología y/o de las fuentes documentales– acerca del profundo conocimiento que tenían los druidas, los sacerdotes de la tradición celta. Su papel en el transcurso del Kali Yuga ha permeado la simbólica de un saber procedente de antiquísimas fuentes de conocimiento que esta casta sacerdotal mantuvo y transmitió durante siglos, a través de la transmisión oral ágrafa y los códices petroglifos; también a través de la mitología y los relatos heroicos. Un conocimiento siempre ligado al equilibrio entre el Cielo y la Tierra; esto es a la naturaleza, la soledad y la historia sagrada de Occidente. Fue precisamente por este carácter iniciático que pudo transmitirse, gracias a “la existencia de poderosos colegios sacerdotales depositarios de las tradiciones sagradas que mantenían con un rigor formalista”.13

A causa de la prohibición ritual de la escritura, no disponemos de ningún texto sobre la religión de los celtas continentales redactado por un autóctono. Nuestras únicas fuentes son las pocas descripciones de los autores grecolatinos, junto a un gran número de monumentos figurativos, la mayor parte de época galorromana. En contrapartida, los celtas insulares, concentrados en Escocia, el País de Gales y sobre todo Irlanda, produjeron una abundante literatura épica. A pesar de haber sido compuesta después de la conversión al cristianismo, esta literatura prolonga en gran parte la tradición mitológica precristiana. Lo mismo cabe decir a propósito del rico folclore irlandés.14

Destaca, asimismo, la importante herencia celta en la novela caballeresca o Roman artúrico en el tiempo que los galos convivían y guerreaban con los anglosajones y normandos: Tristán (s. XII d. C.), Chrétien de Trois y los lais bretones.

Finalmente, en cuanto a la división tripartita de las sociedades celtas en general (funciones sacerdotal, guerrera y artesana) destacamos:

Las noticias de los autores clásicos se ven muchas veces confirmadas por los documentos irlandeses. César afirma que los galos reconocían dos clases privilegiadas, la de los druidas y la de los caballeros, y una tercera oprimida, la del “pueblo” (BG VI, 13). Se trata de la misma estratificación tripartita de la sociedad reflejada en la conocida ideología indoeuropea, que aparece en Irlanda poco después de su conversión al cristianismo. En efecto, bajo la autoridad del rig (equivalente fonético del sánscrito raj y el latín reg), la sociedad se divide en druidas, aristocracia militar (la flaith, propiamente fuerza, equivalente fonético exacto del sánscrito ksatra) y ganaderos, los bo airig, hombres libres (airig) que se definen como propietarios de vacas (bo).15

Deidades, héroes y reyes

La madre de los dioses era una diosa: Danu en Irlanda. Dôn entre los galos. Y aún más, nadie podía ser rey de Irlanda (Eriu) sino a condición de desposarse con la diosa tutelar del mismo nombre; dicho de otro modo, se accedía a la condición de soberano en virtud de un hieros gamos con la diosa de la Tierra. Este complejo mítico-ritual constituye uno de los temas más utilizados y más persistentes en la literatura vernácula. [...] En otros términos: la soberanía queda asegurada en virtud del hieros gamos entre el rey y una Tierra Madre hipomorfa.16

Tuatha Dé Danann es el nombre de los descendientes de la diosa Danu. Parece corresponder al quinto grupo que habitaron Irlanda, siempre según la tradición de Lebor Gabála Érenn o “libro de las Invasiones”. Son pues, seres míticos que los escritos de la época cristiana rebajaron a reyes y héroes. Los Tuatha Dé descienden de Nemed, el líder de una raza anterior de habitantes de Irlanda.

En Irlanda lucharon y vencieron contra los Formoré, deidades ctónicas asociadas a la oscuridad, la noche y la muerte. Aunque su aspecto era en general deforme o grotesco, destaca la diosa Morrigan a la que se le atribuye una blanca belleza. Los había indescriptibles como el dios de la oscuridad y rey de los muertos, Tethra, quien fue rey de los fomorianos antes que Balor.

A su llegada a Irlanda, los Tuatha trajeron consigo cuatro poderosos talismanes u objetos de poder: la piedra de Fâl, que gritaba cuando quien debía ser rey la tocaba; la lanza flamígera17 (Lug), que garantizaba la victoria; la espada de Nûada, de la cual nadie podía escapar; y el caldero de Dagda, que lograba saciar a todo el mundo. Todo este armamento simbólico penetrará a través de las leyendas en el cristianismo y reflejará las relaciones entre la autoridad sacerdotal y el poder temporal o regio.


Caldero de Gundestrup, Museo de Copenhagen.

Dagda (asimilado a Júpiter) es el dios padre tribal, de la abundancia y de la regeneración. Tiene dos atributos: una porra y un caldero. Los extremos de la porra tenían el poder de matar, por un lado, y el poder de regenerar y dar la vida por el otro. El caldero tenía la virtud de saciar a cualquiera.

Con la victoria de Roma sobre la Galia (58 y 51 a. de C.) las diferentes tribus quedan anexionadas al Imperio Romano.

César ofrece una interpretación romana del panteón celta. “El dios al que veneran sobre todo –escribe el cónsul– es Mercurio. Sus estatuas son las más numerosas. Lo consideran inventor de todas las artes, guía de los viandantes en todos los caminos, el más poderoso para hacer ganar dinero y favorecer el comercio. Después de él adoran a Apolo, Marte, Júpiter y Minerva. De estas divinidades se hacen, poco más o menos, la misma idea que las demás naciones. Apolo aleja las enfermedades, Minerva enseña los elementos de los trabajos y los oficios, Júpiter ejerce su imperio sobre los cielos, Marte rige las guerras”.18

La única información sobre los nombres de los dioses galos nos ha sido transmitida por el poeta Lucano, del siglo I d. C., que se refiere a “los que aplacan con horrendo sacrifico al cruel Teutates y al horrible Esus, el de bárbaros altares, y a Taranis,19 cuyo altar no es menos cruel que el de la Diana escita”.20

Algunos eruditos han manejado estos datos como prueba de la barbarie de los celtas y del carácter primitivo, a la vez salvaje e infantil, de la teología druídica. Pero el sacrificio humano estaba provisto en todas las sociedades tradicionales de un simbolismo cosmológico y escatológico singularmente vivo y complejo, lo que explica su persistencia entre los antiguos germanos, los geto-dacios, los celtas y los romanos (que, por lo demás, no lo prohibieron hasta el año 97 a. de C.).21

Frente a la afirmación de Lucano, que califica a los ritos celtas de bárbaros y bestiales, nos queda, como si de una conciliación de opuestos se tratase, la afirmación de Plinio, muy reveladora, por cierto: “ofrecen el pan y el vino”. Esto ya nos adelanta la íntima relación simbólica de esta tradición con la eucaristía cristiana y, por extensión, con la leyenda del Grial y las relaciones entre el sacerdocio y la realeza.

A lo largo de la geografía central europea se han encontrado bastantes restos arqueológicos de columnas que se han dado en llamar “columnas de Júpiter”, erigidas por tribus germánicas, que prolongan un simbolismo arcaico referido al ser supremo celeste,22 de ahí la denominación.


Fragmentos de columnas: Landesmuseum Mainz.
Ursula Rudischer (CC BY-NC-SA).

Y lo que es más, este Júpiter celta es representado muy a menudo con una rueda. Resulta, por otra parte, que la rueda tiene una importancia suma entre los celtas. En efecto, la rueda de cuatro radios representa el año, es decir, el cielo de las cuatro estaciones, hasta el punto de que los términos que designan el “año” y la “rueda” son idénticos en las lenguas celtas. Como muy bien ha entendido Werner Müller, este Júpiter celta es, en consecuencia, el dios celeste cosmócrata, señor del año, y la columna representa el axis mundi. Por otra parte, los textos irlandeses hablan de Dagda, el “dios bueno”, que hoy se está de acuerdo en identificar con el dios galo al que César designa con el teónimo de Júpiter.23

No se sabe el nombre galo del dios asimilado por César a Mercurio, pero es muy verosímil que se trate del dios Lug:

que desempeña un papel importante entre los celtas insulares. Numerosas ciudades llevan el nombre de Lug (por ejemplo, Lugdunum = Lyon) y en Irlanda se celebraba su fiesta, prueba de que este dios era conocido en todos los países célticos. Los textos irlandeses presentan a Lug como un jefe guerrero que utiliza la magia en el campo de batalla, pero también como poeta eximio y antepasado mítico de una importante tribu. Sus rasgos lo aproximan a Wotán-Odín, que también fue asimilado por Tácito a Mercurio. De todo ello podemos sacar la conclusión de que Lug representa la soberanía en su aspecto mágico y militar: es violento y temible, pero protege a los guerreros y también a los bardos y a los magos. Al igual que Wotán-Odín, se caracteriza por sus capacidades mágico-espirituales, lo que explica su homologación con Mercurio-Hermes.24

De las cuatro grandes fiestas del calendario galo o gálico, la que comenzaba el 1 de agosto, Lugnasad, lleva su nombre. Esta fiesta marcaba la recogida de las cosechas. Numerosa toponimia, tanto en la propia península ibérica (galaico-astur y cántabra) como en diversos lugares del continente y las islas, lleva su nombre. Lug es descendiente de los dos contendientes, los Tuatha Dé Danann y los Formoré. Es pues una conciliación entre lo ctónico y lo celeste.


Lug.

Luciano de Samosata, en el siglo II d. C., relaciona el nombre de Herakles con el celta Ogmios:

A Ogmios corresponde en la literatura épica irlandesa el dios Ogma, campeón por excelencia. Pero se le atribuye igualmente la escritura llamada “ogámica”, lo que equivale a decir que conjunta la fuerza guerrera y la “ciencia” de tipo odínico.25

Finalmente, a propósito del caldero de Gundestrup, tan solo citar una de las escenas grabadas en la pieza de orfebrería en la que aparece el dios Cernunnos con una cornamenta y sujetando una serpiente con una mano. “Sabido es que la iconografía y el simbolismo religiosos del ciervo son arcaicos. […] Se podría, por consiguiente, interpretar a Cernunnos como un dios del tipo del «Señor de las fieras»”.26 No obstante, cabe hacer constar la complejidad del simbolismo del ciervo: por un lado, es la expresión de la regeneración y la creación continuadas, pues los ciervos renuevan su cornamenta periódicamente; por otra parte, para celtas y germanos era, al mismo tiempo que un antepasado mítico, un símbolo de fertilidad, animal funerario e incluso guía de los muertos. Era la caza preferida de reyes y héroes.

El sacerdocio celta, los Druidas y la enseñanza esotérica

Drus significa roble. Por tanto, el término Druida, entre otras muchas asociaciones lingüísticas que pudieran hacerse, refiere al ‘hombre del roble’, o el ‘hombre del bosque’. También fueron llamados hombres del árbol, cuyo fruto otorgaba el conocimiento y la inmortalidad. Esta casta sacerdotal de la tradición celta se hallaba unida por una espiritualidad común. Dichos sacerdotes, que también ejercieron como jueces, filósofos y médicos, siempre mantuvieron estrecha relación con la realeza, pues de la armonía de sus vínculos dependían los destinos de la tribu, poblado u organización social. Esto es, una armonía vista como “el reflejo de la unidad principial en la multiplicidad del mundo manifestado; y esa correspondencia es el verdadero fundamento del simbolismo”.27

Aunque muchos Druidas procedían de la nobleza o aristocracia, no obstante siempre parece haber existido la posibilidad de una enseñanza iniciática para el resto del pueblo celta; en todo caso después de veinte años de iniciación, según cuenta Diodoro Sículo.

A lo largo de todo el Kali Yuga se avanza con firmeza en el alejamiento de la espiritualidad primordial. Y aunque en el origen de este periodo hubo una sola casta, según cuenta la tradición hindú (hamsa), las condiciones de oscurecimiento hicieron necesarias la aparición de las castas debido a la diferencia de naturaleza que se daba entre los individuos humanos. “La casta no es estrictamente hereditaria en principio, aunque con frecuencia haya podido llegar a serlo de hecho y en la aplicación práctica”.28

Dice César al respecto de los druidas en BG IV, 13 (De Bello Gallico):

“… se ocupan de lo relacionado con los dioses, ofician los sacrificios públicos y privados, ordenan todas las cosas de la religión. Un gran número de jóvenes acude a ellos para recibir instrucción, y gozan de una gran estima”. A los druidas corresponde “zanjar todas las diferencias públicas o privadas”; a quienes no aceptan sus decisiones les están vedados los sacrificios, lo que equivale a una especie de muerte civil. Un jefe único ejerce la autoridad suprema. “A su muerte, si uno de ellos destaca por su dignidad, le sucede; si hay varios iguales, se disputan la primacía por el sufragio de los druidas y frecuentemente por la fuerza de las armas. En cierta época del año se congregan en un lugar sagrado del país de los carnutos, que se considera el centro de la Galia”.29

Durante todo el período de formación, el aprendiz de druida vivía de lleno inmerso en la naturaleza, en sus bosques y grutas. Su aprendizaje era oral y se transmitía a través de poemas y canciones; el desarrollo y cultivo de la memoria juega un papel esencial aquí. Sus prácticas tienen un cierto carácter chamánico, incluso cuando estaban orientadas a la función judicial; así, pues, se dice que cuando actuaban como jueces, practicaban la técnica del ayuno como medio para reforzar la resolución de la demanda jurídica.

Quisiéramos destacar aquí el poder de la magia celta y sus vínculos secretos y ocultos con otras artes herméticas, su relación con el pitagorismo, la alquimia (arte espagírica) y la medicina, así como con otras artes simbólicas que entrarán a formar parte de la Tradición Hermética. Algunas, como ya hemos visto, se insertarán en el cristianismo, otras se convertirán en prácticas y conocimientos ocultos y perseguidos, como la hechicería. Para los druidas, los cuatro elementos eran como etapas de regeneración de la energía. Su visión era genuinamente chamánica: no poseían la tierra, sino que era la tierra quien los poseía, y de ella extraían los elixires, la fuerza de los vegetales como la del muérdago, por ejemplo. Tenían una concepción de la medicina que daba suma importancia a la palabra como vibración, mediante la recitación de frases de poder; y la música, asimismo, como un modo de curar y otorgar conocimiento. También de ellos derivan los baños curativos.

Aunque la transmisión de los conocimientos druidas era oral y no hay registros escritos, eso no significa que ellos mismos no conocieran otras lenguas –tales como el latín, y supieran manejarlas y escribirlas–, sino que refleja el carácter esotérico de la transmisión al tratarse de un saber iniciático.

No obstante, con el tiempo Roma ira poniendo cerco a la clase sacerdotal druida. Plinio aplaudirá que el emperador Tiberio (14 a 37 d. C.) introdujera leyes prohibiendo, no solo a los druidas, sino a otros adivinos y curanderos, creyendo con ello que se acabarían los sacrificios humanos que se les atribuían. Suetonio, asimismo, señala que anteriormente el emperador Augusto (27 a. de C. a 14 d. C.), decretó que los druidas no podían ostentar la ciudadanía romana, seguido de una ley expedida por Claudio (41 a 54 d. C.), quien prohibió las prácticas religiosas de los druidas.

La represión de los druidas bajo los emperadores Augusto, Tiberio y Claudio iba encaminada a aniquilar el nacionalismo galo. Sin embargo, en el siglo III d. C., cuando la presión romana disminuyó notablemente, se produjo un renacer de la religión celta, y los druidas recuperaron su autoridad. Pero habría de ser en Irlanda donde los druidas, así como las principales estructuras religiosas, sobrevivirían hasta la Edad Media. Y lo que es más, la creatividad del genio religioso celta conocería un nuevo apogeo en la literatura elaborada a partir del siglo XII en torno a los héroes empeñados en la búsqueda del Grial.30

Los druidas son mencionados en varios cuentos medievales de la Irlanda cristiana donde se les retrata ampliamente como hechiceros que se oponían a la llegada del cristianismo. Pero alrededor del año 750 d. C. la palabra “druida” aparece en un poema del monje irlandés Blathmac (convertido al cristianismo), escribiendo acerca de Jesús y diciendo que él fue “...mejor que un profeta, con más conocimientos que cualquier druida, un rey que fue obispo y un completo sabio”.

Por nuestra parte, vemos en ello la señal de un “ensamblaje” entre dos formas tradicionales, una antigua y otra, a la sazón, nueva: la tradición celta y la tradición cristiana, ensamblaje merced al cual lo que debía ser conservado de la primera fue en cierto modo incorporado a la segunda, modificándose sin duda hasta cierto punto en cuanto a la forma exterior, por adaptación y asimilación. […] Hay, pues, algo distinto a una simple cuestión de fuentes en el sentido que lo entienden los eruditos. Sería quizá difícil precisar exactamente el lugar y la fecha en que se ha operado ese ensamblaje, pero ello no tiene sino un interés secundario y casi exclusivamente histórico. Por lo demás, es fácil comprender que esas cosas son las que no dejan huellas en “documentos” escritos.31

Se cuenta que Carlomagno llamó a los hombres de saber irlandeses (que habrían absorbido el conocimiento celta y la síntesis con el cristianismo) para la forja de su imperio. Esos textos medioevales reflejan la inspiración espiritual o comunicación con la divinidad facilitada por el druida. Su principal función era mantener y establecer una armonía y equilibrio entre las cosas del Cielo y las de la Tierra a todos los niveles. La tierra sólo puede dar frutos si existe armonía entre el Rey y el Sacerdote, entre Arturo y Merlín. Nos dice de ellos la leyenda:

Rey arquetípico del mito galés y céltico, es una imagen del Centro Primordial y por lo mismo del eje del mundo, alrededor del cual gira el zodíaco simbolizado por los Caballeros de la Tabla Redonda. Por otra parte, Arturo (Arcturus), era hijo de Uther Pendragon vinculado con la constelación del Dragón que hace alrededor de 12.000 años estaba en el centro del Universo. Este Dragón celeste se hallaba relacionado con el poder entre los celtas y con la Osa (Mayor y Menor), y la civilización Atlante, igualmente con el número cinco como el del medio, es decir, el centro de los cuatro puntos cardinales y el Decálogo Pitagórico así se tome al Denario (10=5+5) o a la Enéada de los números naturales. Arturo es, sin duda, un símbolo del centro y del poder real, como Merlín lo es del sacerdotal, o sapiencial, y ambos, más concretamente, el del Axis Mundi. Igualmente hay que vincularlo con la constelación de la Balanza, que pendía directamente del eje del mundo y que pasó de ser polar a equinoccial y transferida a las siete Pléyades, al igual que con el nombre de Tula (balanza en sánscrito), sitio geográfico mítico hiperbóreo, y asimismo tolteca, y conocido como Tule por los griegos e igualmente en otras partes del mundo.32

Es Robert de Borón quien cuenta el establecimiento de la Tabla Redonda como la mesa del Santo Grial, a imagen de la Santa Cena cristiana. En la Tabla Redonda hay un asiento vacío, que en las leyendas celtas estaba reservado al caballero Galath, un lugar destinado al mejor caballero, a aquél que realizara la Obra; esto es, la hazaña de desvelar los Misterios del Grial. También llamado asiento peligroso, representa una prueba que puede o no ser superada, una remembranza del Judas de la Santa Cena. Hay que destacar que el Rey Arturo no se sienta en la mesa, su papel se halla invisible en el centro. Otra simbólica del asiento peligroso se relaciona con la piedra fálica, asiento donde el Rey debía sentarse y la piedra tenía que gritar como símbolo de aceptación. Un ejemplo de pervivencia de esta simbólica a través del folklore son los llamados “galitos”, unas piedras oscilantes ante las que se danza y se toca música, para que bailen. Queda ejemplo de ello en la actualidad en Muxía (Galicia), en la ermita de Nuestra Señora de la Barca, alrededor de cuyas piedras se danza en septiembre la muñeira.

Druidas y Caballeros, autoridad espiritual y poder temporal. El Jabalí y la Osa

Entre los celtas, el jabalí y la osa simbolizaban respectivamente a los representantes de la autoridad espiritual y a los del poder temporal, es decir a las dos castas, los druidas y los caballeros, equivalentes, por lo menos originariamente y en sus atribuciones esenciales, a lo que son en la India las de los brahmanes y los kshatriyas.33

Conviene añadir que los dos símbolos, el del jabalí y el de la osa, no siempre aparecen forzosamente en oposición o lucha, sino que en ciertos casos, pueden representar también la autoridad espiritual y el poder temporal, o las castas de los druidas y de los caballeros, en sus relaciones armónicas normales.34

Para comprender estos vínculos entre castas,35 hemos de abstraernos un poco del plano de la contingencia histórica y ubicarnos “exclusivamente en el dominio de los principios”.36 Anteriormente hemos aportado unos pocos datos arqueológicos y culturales, pero para comprender el transcurrir de la historia antigua de Europa, debemos señalar que todo el primer milenio a. de C. supone una fase ya avanzada del Kali Yuga. Y eso conlleva también una fase avanzada de alejamiento de la espiritualidad primordial en los pueblos tradicionales. La consecuencia de esta ley cíclica es, primero, una separación, y luego, una frecuente y mayor oposición entre los representantes de ambos poderes.

Vemos que los guerreros, en posesión del poder temporal, tras haber estado inicialmente sometidos a la autoridad espiritual, se rebelan contra ella, se declaran independientes de todo poder superior o incluso tratan de que esa autoridad –a la que, sin embargo, habían reconocido inicialmente como fuente de su poder– se les subordine a fin de hacer de ella un instrumento al servicio de su propio poder.37

La oposición de los dos poderes, con la rivalidad de sus representantes respectivos, estaba representada entre los celtas por la lucha del jabalí y el oso, según un simbolismo de origen hiperbóreo que se relaciona con una de las tradiciones más antiguas de la humanidad, si es que no se trata de la primera de todas, la verdadera Tradición primordial.38

Pues cabe tener siempre presente que:

En el origen, la autoridad espiritual y el poder temporal no estaban separados como funciones diferenciadas, sino unidos en su principio común, y se encuentra todavía un vestigio de esa unión en el nombre mismo de los druidas (dru-vid, “fuerza-sabiduría”, términos respectivamente simbolizados por la encina y el muérdago). A tal título, y también en cuanto representaban más particularmente la autoridad espiritual, que ostenta la parte superior de la doctrina, eran los verdaderos herederos de la tradición primordial, y el símbolo esencialmente “bóreo”, el del jabalí, les pertenecía propiamente. En cuanto a los caballeros que tenían por símbolo el oso (o la osa de Atalanta), cabe suponer que la parte de la tradición destinada a ellos incluía sobre todo los elementos procedentes de la tradición atlante. Tal vez ayude esta distinción a explicar ciertos puntos más o menos enigmáticos en la historia ulterior de las tradiciones occidentales.39

En cuanto a la casta guerrera y su vinculación con la Osa, en femenino, tal cual la Osa Mayor (Sapta-Rksha, morada simbólica de los siete Rishi), y la Osa que fue la nodriza de la mítica griega Atalanta (la que también fue hija de un oso) y por ello emparentada con el ciclo de la Atlántida, debe tomarse a esta última como la sucesora de la edad Hiperbórea, pasando de este modo los kshatriyas a suceder a los brâhmanes, como el rey al sacerdote, fundándose el poder de la realeza en esta misma transmisión.

Para el fin de este Manvântara señalado por las Pléyades (siete estrellas) y ubicado en el extremo Occidental (correspondiente a la raza roja), el poder de la realeza es heredado por los vaishyas, tercera casta que se relaciona con los mercaderes y la burguesía, tal como ha sucedido histórica y geográficamente. Ahora la clase última ha comenzado la dominación. Estamos en un mundo sûdra.40

Habremos de continuar necesariamente con algunas de las cuestiones que se han suscitado durante este recorrido; no podemos ni debemos dejar pasar por alto el simbolismo del Grial y sus vínculos con la parte más central de la doctrina cristiana, como es el simbolismo del corazón; cuestión que pretendemos tratar en una próxima ocasión. Asimismo creemos que el marco medioeval en el que se desarrolla la Alquimia también se deja penetrar por los conocimientos de los llamados “hombres del roble”. Los vínculos con el pitagorismo en torno a la simbólica del número cinco también son evidentes. Queda pues, materia por tratar en torno a la herencia celta en el legado europeo que acoge la Tradición Hermética. Continuaremos el camino emprendido, que no es otro sino la tarea de reunir lo disperso con el símbolo como herramienta. “Sin paso por el infierno no se hace el camino del cielo”, “previa purga del alma en el crisol de la Tierra”.41


Disco de bronce celta en Longband Island Derry.

NOTAS.
1 https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/14.claves-transmision/0.claves-transmision.htm
2 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
3 Que proviene del griego Hecateo de Mileto del 517 a. de C.
4 Los ilirios absorbieron los procesos culturales que tuvieron lugar entre la península balcánica y el río Danubio. Durante las Edades de los Metales se extendieron desde el norte del Epiro hasta las costas del mar Báltico y desde la actual Suiza hasta Polonia.
Se los identifica como los responsables del desarrollo, en la actual Polonia durante la Edad del Bronce, de la cultura lusaciana, la cual influyó en la expansión de la cultura de los campos de urnas de Europa.
Fue, sin embargo, en la alta Austria donde desarrollaron sus manifestaciones más importantes, desde el final de la Edad del Bronce a la primera mitad de la Edad del Hierro. Esta etapa se conoce como la cultura de Hallstatt. En este periodo gozaron de su mayor expansión, alcanzando el lago Lemán en la actual Suiza. Es entonces también cuando influyen notablemente sobre los ligures. [Fuente: Wikipedia].
5 “Entre los celtas, el cráneo constituía el receptáculo por excelencia de una fuerza sagrada, de origen divino, que protegía al propietario contra toda clase de peligros y le aseguraba a la vez salud, riqueza y victoria”. Mircea Eliade, Historia de las creencias e ideas religiosas II. De gautama buda al triunfo del cristianismo. Paidós ed., Barcelona, 1999, pág. 171.
6 Ibíd, pág. 170.
7 Federico González Frías. Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, op. cit.
8 Ver al respecto de la cultura mesopotámica el artículo “Los orígenes de la guerra son sagrados”, de Cristina Flórez-Estrada: https://symbolos.com/n58verano2020/mesopotamia/11.origenes-de-la-guerra-sagrados/0.origenes-de-la-guerra-sagrados.htm
9 Mircea Eliade, ibíd., págs. 169 y 185.
10 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, ibíd.
11 Respecto al término “hiperbórea” leemos: “Región que simboliza el más destacado nombre pues comienza con el término hiper que es un superlativo de lo «mejor», o sea que no sólo se destaca el mero nombre geográfico o físico de una región sino la referencia indirecta a lo que está más allá del orden que se conoce exclusivamente por los sentidos, es decir, otro estado de la realidad que el polo norte está simbolizando, como Eje del Mundo.” Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, ibíd., pág. 438.
12 René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Paidós, Barcelona, 1995, pág. 129.
13 BG VI, 13. Cita tomada de Mircea Eliade, ibíd.
14 Ibíd., pág. 173.
15 Ibíd.
16 Ibíd., pág. 181.
17 Esta lanza perdía su llama si vertía sangre humana.
18 Mircea Eliade, ibíd., pág. 174.
19 “Por lo que se refiere a Taranis, el significado de su nombre es claro, pues procede de la raíz taran, trueno. Bajo su forma secundaria, Taranos, se aproxima al dios de los germanos Donar, y al igual que éste ha sido asimilado a Júpiter. Es, por tanto, verosímil que las columnas de Júpiter con el gigante estuvieran consagradas a Taranis, el Tonante, antiguo dios celta del cielo. Mircea Eliade. ibíd., pág. 179.
20 Ibíd., pág. 178. Cita tomada del poeta Lucano en su Farsalia.
21 Ibíd., pág. 185.
22 Se erigieron entre los siglos II y III, sobre todo en las cercanías de asentamientos o villas romanas de las provincias germanas. También se dieron algunos ejemplos en la Galia y en Britania. Estos monumentos no se cercaban con muros ni vallas, e iban acompañados de un altar.
La base estaba constituida normalmente por las cuatro piedras del dios, como se hacía normalmente para otros dioses. La columna soportaba una personificación de los siete días de la semana. La columna estaba coronada con una estatua de Júpiter, normalmente montado sobre un caballo y luchando contra gigantes o serpientes. En algunos casos, como en Walheim, el capitel era decorado con cuatro cabezas que interpretaban las fases del día (mañana, mediodía, tarde y noche). En total, toda la columna solía medir unos 4 metros, existiendo excepciones como la de Maguncia, de 9 metros de altura.
Las columnas de la Germania superior normalmente representaban a Júpiter con un gigante, tal y como se ha descrito; a este tipo se las conoce como las “Columnas de Júpiter Gigante”. A su vez, en la Germania inferior suele aparecer Júpiter solo, en cuyo caso se le denomina “Columnas de Júpiter”. [Fuente Wikipedia].
23 Mircea Eliade, ibíd., pág. 175.
24 Ibid., pág. 176. J. de Vries, op. cit., pág. 62 que añade: “Pero no hemos de olvidar que esta asimilación no explica sino un punto concreto de su personalidad, extremadamente compleja”.
25 Mircea Eliade, ibíd., pág. 177.
26 Ibíd., pág. 180.
27 René Guénon, Autoridad Espiritual y poder temporal. Paidós Orientalia, Barcelona, 2001, pág. 24.
28 Ibíd., pág. 19.
29 Mircea Eliade, ibíd., pág. 184. Claramente relacionado con el simbolismo del “Centro del Mundo”.
30 Ibíd., pág. 187-188.
31 René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, op. cit, pág. 30.
32 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Arturo, ibíd.
33 René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, ibíd., pág. 129.
34 Ibíd., pág. 133.
35 Ver Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Acápite “Las castas”. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.
36 René Guénon, Autoridad Espiritual y poder temporal, op. cit., pág. 11.
37 Ibíd, pág. 28.
38 Ibíd, pág. 22.
39 René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, ibíd., pág. 133.
40 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Entrada: Osa-jabalí, ibíd.
41 Carlos Alcolea, Las aventuras de Inanna. Onda Hermética. Teatro de Voces.
https://www.ivoox.com/escuchar-audios-onda-hermetica-teatro-de-voces_al_22763438_1.html?show=programs


BIBLIOGRAFÍA.

Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.

Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

Mircea Eliade. Historia de las creencias e ideas religiosas II. De gautama buda al triunfo del cristianismo. Paidós ed., Barcelona, 1999.

René Guénon, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada. Paidós Orientalia, Barcelona, 1995.

René Guénon, El Rey del Mundo. Paidós Orientalia, Barcelona, 2003.

René Guénon, Autoridad Espiritual y poder temporal. Paidós Orientalia, Barcelona, 2001.

René Guénon, El reino de la cantidad y los signos de los tiempos. Paidós Orientalia, Barcelona, 1997.


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