SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

MITOS HITITAS Y SUS VÍNCULOS CON OTRAS TRADICIONES

ÁNGELA SARDÁ Y MARC GARCÍA



La Puerta del Rey de Hattusa.

Los mitos hititas forman parte de un gran río de tradiciones que nace en Súmer hace seis milenios y que con los siglos va remontando los valles del Éufrates y el Tigris, entreverándose con las tradiciones autóctonas de los pueblos de la Mesopotamia media y alta así como con las de aquellos otros venidos allende el país entre ríos, tales como las tribus procedentes de las estepas de Europa Central. Todo ello conformó un tejido de símbolos, mitos y ritos de múltiples texturas y colores, quizás poco conocido pese a los numerosos estudios que se han realizado sobre ellos, los cuales en última instancia contribuyeron a fecundar la síntesis de saberes que se operó, en los primeros siglos de nuestra era, “en la ciudad de Alejandría, donde la Tradición Hermética acabó de constituirse en un cuerpo de doctrinas”.1

Los hititas eran un pueblo de lengua indoeuropea procedente de la Europa suroriental, que llegó a la meseta central de Anatolia entre el III y el II milenio a. de C. y que con el tiempo se convertiría en una gran potencia regional del Cercano Oriente, doblegando a la Babilonia de los sucesores del rey Hammurabi2 y disputando la hegemonía territorial a Egipto.3 Eran tribus estructuradas en clanes y familias que inicialmente se dedicaban al pastoreo y a la cría del caballo, practicando una agricultura de pequeña escala. Los jefes tribales conformaban una aristocracia guerrera que proyectó su autoridad sobre los pueblos que habitaban el Asia Menor desde antes de la migración de los hititas, los cuales incorporaron a la población autóctona a su organización social asimilando la cultura y las tradiciones de ésta.4 En el proceso de síntesis que forjó la tradición hitita también jugaron un papel muy importante los hurritas de Mittani (reino enclavado en la alta Mesopotamia que acabaría siendo conquistado por los hititas), los cuales ejercieron una poderosa influencia cultural sobre sus dominadores transmitiéndoles las tradiciones sumerias y acadias que ellos a su vez habían hecho suyas anteriormente.5



Situación del reino hitita (en rosa pálido, su máxima extensión territorial).
Nesa fue la primera capital de los hititas, aunque la más conocida es Hattusa.

Si los hititas adoptaron a los dioses y a los mitos de otros pueblos como propios6 es porque sus respectivas tradiciones aludían unánimemente a unas mismas ideas arquetípicas, a una Cosmogonía Universal revelada que inspiraba su pensamiento y su acción ritual encaminada a conjugar las potencias telúricas y cósmicas, siendo el hombre un intermediario entre el cielo y la tierra en cuyo corazón moran los Principios eternos e inmutables y se produce la revelación, emanada de una sola y única fuente.



Las poderosas murallas de Hattusa, hoy destruidas.

Menos de mil años después de la llegada de los hititas a Anatolia y tras un periodo de descomposición e inseguridad internas, Hattusa fue destruida por los pueblos del mar durante el reinado de Suppiluliuma II, a finales del siglo XIII a. de C.7 El estado colapsó y el reino de los hititas desapareció para siempre pero no así la memoria de muchos de sus mitos, grabados en escritura cuneiforme en un conjunto de tablillas de arcilla que se ha preservado hasta nuestros días.8 Registros de una historia arquetípica cuyos protagonistas son dioses y diosas análogos a los de las culturas mesopotámicas, el panteón egipcio y las tradiciones grecorromana y celta, por citar sólo algunos ejemplos. “Entidades todas ellas que revestidas de distintos nombres se refieren a la misma energía intermediaria, mensajera e instructora, es decir, al aspecto transmisor por excelencia de la deidad una y única”.9


Tablilla hitita en escritura cuneiforme.

El mito del dios Telipinu y algunas analogías

Para ilustrar la rica mitología hitita hemos elegido un conjunto de textos antiguos de origen protohático relativos al dios Telipinu.10 Hijo (pinu) de Teššub, el dios de la tempestad, su nombre significa “hijo exaltado”. Deidad vinculada a la agricultura, es el protagonista de un mito que comienza con su desaparición, la cual tiene efectos calamitosos: los dioses y los hombres pierden su vigor, el fuego se apaga en todos los hogares, los animales descuidan a sus crías y ni éstos ni los humanos copulan. El dios de la tempestad advierte la ausencia de su hijo y el gran dios Sol manda al águila para que encuentre a Telipinu; pero ni uno ni otro logran dar con él. Entonces la gran diosa Hannahanna, madre de todos los dioses,11 envía a una abeja a buscarlo. Ésta consigue hallar al dios en un estado de ira que el pequeño insecto no consigue apaciguar (en otra versión, la abeja encuentra al dios durmiendo y lo despierta de un picotazo, enfureciéndose Telipinu por ello y causando aún más estragos y destrucción). El dios de la magia Karumshepa es convocado para calmar al dios furioso y logra purgar finalmente su cólera mediante conjuros mágicos. Habiendo recuperado la paz, Telipinu regresa a casa y devuelve la fertilidad a su país.12



Colgante de oro con la diosa Arinnitti o Wurunemu. Considerada la protectora del reino hitita, era llamada “Reina de todas las tierras”.

El mito de Telipinu, relacionado con la muerte y resurrección de todo lo vivo, se repite en otros lugares del Próximo Oriente y de Grecia. Hay resonancias del mito, por ejemplo, en el rapto de Perséfone por Hades que acarrea la partida de Deméter y el agostamiento de la naturaleza, y en la aparición y desaparición periódica a la que la diosa queda finalmente sometida. Lo que el hombre siembra también aparece y desaparece con el cambio de estaciones, y él mismo ha de pasar por varias muertes y resurrecciones antes de que su alma, despojada de las densidades del hombre viejo, pueda renacer en el hombre verdadero y alcanzar finalmente la inmortalidad.

El mito de Telipinu formaba parte de un ritual destinado a aplacar la ira de los dioses en tiempos de crisis. Se conservan tres versiones fragmentarias del mito, aunque sólo nos vamos a referir a una de ellas.

La desaparición del dios

Se lee en las Tablillas de Bogazköy:13

Telipinu se enfureció y dijo:

–¡No tengas miedo!

Y en su ira intentaba ponerse el zapato derecho en el pie izquierdo y el izquierdo en el derecho.

La niebla se apoderó de las ventanas, el humo se apodero de la casa. En el hogar, los leños estaban sofocados; en los pedestales, los dioses estaban sofocados; igualmente en el redil, las ovejas, y en el establo, las vacas estaban sofocadas. La oveja desamparaba a su cordero y la vaca desamparaba a su ternero.

Telipinu se fue y se llevó el grano, la fertilidad, el crecimiento, el medro, la saciedad al prado y al pantano.

Telipinu se fue al pantano y se perdió en el pantano. La maleza creció sobre él. Y así el grano, la espelta no medra. Y así las vacas, las ovejas y las mujeres no quedan preñadas. Y las que ya estaban preñadas, no paren.

Las montañas se secaron; los árboles se secaron y no echaban yemas.

Los pastos se secaron, los manantiales se secaron. En la tierra sobrevino la escasez y los seres humanos y los dioses perecían de hambre.



Paisaje de la meseta central de Anatolia.

Análogamente, en el mito babilónico del descenso de la diosa Ishtar a los infiernos se produce una paralización de la tierra:

Después que la señora Ishtar hubo descendido al Mundo Inferior, el toro no monta a la vaca, el asno no se acerca a la burra,

en la calle el hombre no fecunda a la doncella,

el hombre yace solo en su cámara,

la doncella yace sola sobre su costado…14

Los himnos homéricos a Deméter dan cuenta de que algo parecido sucede cuando la diosa, entristecida por la desaparición de Perséfone e iracunda por el rechazo que recibe a causa de los cuidados ígneos que ha dispensado al niño Demofón, hijo del rey Céleo y Metanira, abandona la tutela de la humanidad:

La rubia Deméter se estableció en él [el templo que Céleo había ordenado construir en honor de la diosa],

lejos de los bienaventurados dioses,

consumiéndose por la añoranza que sentía por su hija de ajustado regazo.

Hizo que, sobre la fértil tierra,

aquel año fuese muy cruel y terrible para los hombres, el peor de todos, pues el suelo no dejaba brotar ninguna simiente, ya que la bien coronada Deméter la mantenía escondida.

Muchas veces, en vano, arrastraron los bueyes los encorvados arados por los campos;

mucha cebada blanca cayó también en vano sobre la tierra.

Hubiera perecido completamente la raza de hombres mortales a causa de la inexorable hambre,

y se hubiera privado de las ofrendas y sacrificios a los que habitan las mansiones olímpicas, si Zeus no hubiera reflexionado y deliberado en su espíritu.15



Vistas de una estatuilla que representa a una divinidad femenina perteneciente al periodo más antiguo del arte hitita. Luce un moño en la cabeza y tiene una nariz pronunciada (sus contornos se han reseguido para que sea más fácil advertirlos).

Vemos, pues, lo que siempre sucede cuando el dios o la diosa propiciador desaparece: la tierra se vuelve infértil, los animales no son fecundos, la humanidad se sume en las tinieblas. Ocurre con la desaparición de Telipinu, el descenso de Ishtar a los infiernos, la desafección de Deméter tras el rapto de su hija Perséfone y en mitos de otras tradiciones que también podríamos citar, relatos todos ellos alusivos a los ciclos de la naturaleza y que atañen al propio hombre. Hechos de muerte de historias ejemplares que son análogos a lo que acontece en la vía iniciática: hay una muerte ritual que se ha de traducir en una aniquilación de todo lo caduco para que nuestra alma pueda purificarse y renacer a lo suprahumano, uniéndose con el espíritu y conectando de este modo con el “hilo invisible que liga la doctrina metafísica y cosmogónica perenne, y a los iniciados que de ella son partícipes entre sí”.16

En busca de la deidad

El mito de Telipinu continúa así:

El gran dios Sol, preparó una fiesta e invitó a los mil dioses. Comieron, pero no se saciaron. Bebieron, pero no se satisficieron.

El dios de la Tempestad echó de menos a Telipinu, su hijo:

–Telipinu, mi hijo, no está aquí. Está enfurecido y se ha llevado todo lo bueno.



Figurilla de un dios hitita.
Se cree que puede ser una imagen
de Teššub, el dios de la Tempestad.

Los grandes dioses y los dioses menores se pusieron a buscar a Telipinu. El dios Sol envió a la veloz águila:

–Ve e inspecciona las altas montañas, inspecciona los valles profundos, inspecciona el tranquilo oleaje.

El águila partió y no lo encontró. Y al dios Sol le dio su mensaje:

–No encontré a Telipinu, el noble dios.

El dios de la Tempestad dijo a Hannahanna:

–¿Qué hacemos? Estamos pereciendo de hambre.

Hannahanna le dijo al dios de la tempestad:

–Haz algo, dios de la Tempestad. Ve y busca tú mismo a Telipinu.

El dios de la Tempestad se puso a buscar a Telipinu. En su ciudad llegó ante su puerta, pero el cerrojo no se abre. Con su martillo rompió el cierre. El dios de la tempestad no lo halló, se quedó dentro y se sentó.



Deidad hitita sedente.

Hannahanna envió una abeja:17

–Ve tú y busca a Telipinu.

El dios de la Tempestad le dijo a Hannahanna:

–Los grandes dioses y los dioses menores lo han estado buscando y no lo hallaron. ¿Y esta abeja irá y lo hallará? Sus alas son pequeñas y ella es pequeña. ¿Y van a ser diferentes de ella?

El retorno de Telipinu

La abeja encuentra a Telipinu pero no es capaz de calmarlo. Para lograr que la ira del dios mengüe y que regrese y se restablezca el orden, los dioses recurren a la realización de invocaciones teúrgicas:18

¡Telipinu! Aquí hay dulce y relajante esencia de cedro. Así como es dulce y relajante, que dulcifique y relaje de nuevo al que se atormenta.

Mira, hay agua lustral para purificarte. Vigoriza, Telipinu tus entrañas y tu alma, y vuélvete, Telipinu, hacia el rey, para su prosperidad.

Mira, hay calmante. Que tus entrañas y tú alma estén apaciguadas.

Mira, hay parhuena. Que tu corazón abandone la ira.

Mira, hay sésamo. Que tus entrañas y tu alma se calmen.

Mira, hay higos. Del mismo modo que los higos son dulces, que también las entrañas y el alma de Telipinu se endulcen.

Del mismo modo que en el corazón de la aceituna hay aceite, y en el corazón de la uva hay vino, que dentro del corazón de Telipinu haya también bondad.

Mira, hay ungüento. Unge, Telipinu, tus entrañas y tu alma.

Del mismo modo que la malta y el mosto de cerveza están unidos, que también tus entrañas y tu alma, Telipinu, estén unidas con los asuntos humanos.

Del mismo modo que la espelta es pura, que el alma de Telipinu se vuelva también pura.

Del mismo modo que la miel es dulce y la nata es suave, que también el alma de Telipinu se endulce y se suavice.

Y continúan:

El portero abrió las siete puertas, corrió los siete cerrojos. Abajo, en la oscura tierra, hay calderos de bronce, cuyas tapaderas son de plomo y sus asas de hierro. Lo que en ellos entra no vuelve a salir, sino que muere dentro. ¡Que acojan el rencor, la cólera, el pecado y la ira de Telipinu y que no vuelvan!

Por fin, felizmente:

Telipinu regresó a su casa y se ocupó de su país. La niebla abandonó las ventanas, el humo abandonó la casa. Se erigieron de nuevo altares a los dioses. El hogar dejó arder el leño. Dejó a las ovejas en el redil y dejó las vacas en el establo. La madre se ocupó de su hijo, la oveja se ocupó de su cordero, la vaca se ocupó de su ternero.



Pastoreo de vacas en la Anatolia oriental.

Epílogo

Siendo el mundo un pequeño todo, una unidad, es el símbolo de otra cosa que nos excede, de un Todo sin límites. Unidos por las ideas universales, que por ser arquetípicas son eternas, su recuerdo permanece vivo en nuestro corazón a día de hoy gracias al legado tradicional de los pueblos y culturas que nos han precedido. Buscando inteligentemente en los orígenes es como conseguimos despertar nuestra memoria más auténtica, la cual permanecía dormida por haber bebido de las aguas del olvido.19

Los símbolos, ritos y mitos no mueren porque son suprahumanos. Los hititas murieron como pueblo (como todas las cosas en la manifestación nacieron, crecieron, decayeron y perecieron), pero no su pensamiento. Sus dioses siguen vivos, creando vínculos invisibles en el camino hacia el Conocimiento pues viajan a través de los indefinidos planos del Ser Universal y pueden reaparecer en los momentos y lugares más inesperados.



Busto del rey hitita Suppiluliuma I.

El mito de Telipinu y sus análogos en otras tradiciones están “ligados con la ronda de las estaciones: la paralización y anquilosamiento del invierno, el despertar mágico de la primavera, la riqueza fructífera del verano y la melancolía del otoño”.20

Algo que los antiguos no vivían como ajeno puesto que “los animales, las plantas y hasta las piedras, así como los ríos, lagos y lluvias constituyen parte de su ser. Igualmente lo es el firmamento con sus variadas formas y las épocas y ciclos naturales de vida, muerte y resurrección ejemplificados por las estaciones del tiempo y los movimientos de los astros, a saber: la vida misma como un ritual perenne y una interrelación o entrecruzamiento de energías constantes, horizontales y verticales, espaciales y temporales. Razón por la que el mundo entero es un código que puede entenderse y leerse tanto en las configuraciones del cielo como en los símbolos que son las plantas y los animales”.21

El regreso del dios significa un restablecimiento, un resurgir que nuestros ancestros comprendían perfectamente y al que se sumaban. El tema del mito de Telipinu, análogo al de Deméter-Perséfone y al de Ishtar, es en el fondo el del descenso a los infiernos o mundo subterráneo que preludia la iniciación, lugar simbólico desde donde el iniciado se eleva “grado a grado por cada una de las zonas del cosmos y la vive y la conoce porque al fin y al cabo son estados de su alma; y asciende en un circuito espiral alrededor de planos que se conectan entre sí hasta su cúspide donde se obtiene el Conocimiento”.22 La iniciación, “que equivale a una regeneración, a un cambio de piel en el que se deja la “otra” existencia, está íntimamente vinculada con estos ritmos naturales y por lo tanto con los agrarios, reiteramos, por ser éstos una exteriorización, o un modelo prototípico de creación de una nueva vida, a cualquier nivel que ésta se produzca”.23

Una vez muerta la individualidad hay una resurrección, esto es, una regeneración, restituyéndose la armonía tanto en el microcosmos-hombre como en el macrocosmos-universo. ¡Que mueran nuestras densidades en el Athanor!


La Puerta de los Leones de Hattusa.

NOTAS.
1 Federico González y cols., Introducción a la Ciencia Sagrada: Programa Agartha. Acápite: El Hermetismo Alejandrino. Revista SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003.
2 Un ejército hitita al mando de Mursili I tomó y saqueó Babilonia en el 1595 a. de C., llevándose a Hattusa –la capital del reino hitita– el bien más preciado, la estatua del dios Marduk que se alzaba en el Esagila (nombre del templo principal del dios en Babilonia. Su significado es “la casa de la sublime morada”).
3 Los hititas plantaron cara a los egipcios en la batalla de Qadesh, librada en el valle del río Orontes en el siglo XIII a. de C. A su término, el rey Hattussili III firmó un tratado entre iguales con el faraón Ramsés II a fin de preservar la paz “que el dios Sol (de Egipto) y el dios de la tormenta (de Hatti) establecieron para Egipto con Hatti de acuerdo con su relación desde el comienzo de los tiempos, de modo que para toda la eternidad no se permita una guerra entre ellos”. El tratado, en el que se invocaban como testigos dos mil dioses y diosas de ambos países a los que se mencionaba uno por uno, quedó sellado con la boda entre el faraón y una hija del monarca hitita. Ver Amanda H. Podany, El antiguo Oriente Próximo: una breve introducción. Alianza Editorial, Madrid, 2016.
4 Antes de la llegada de los hititas, Anatolia ya era conocida en las antiguas crónicas como “el país de Hatti”, nombre que denominaba a un pueblo de lengua no indoeuropea (llamada “protohático”) que allí vivía. Tras la llegada de los invasores –que desconocemos cómo se llamaban a sí mismos–, el nombre de Hatti se continuó usando pero con un nuevo significado: “reino o tierras de Hattusa”.
5 La península de Anatolia ocupa un lugar en la geografía del Oriente Cercano que la hace propicia para el encuentro de culturas venidas de los cuatro puntos cardinales. Este hecho, unido a la capacidad de síntesis y al pragmatismo de los hititas, dio pie a que coagulara una rica tradición a partir de elementos culturales autóctonos y transcaucásicos, la escritura cuneiforme acadia sobre tablillas de barro, los mitos de Mesopotamia y las teogonías del país de Canaán, vertiéndose esta síntesis posteriormente sobre las civilizaciones surgidas en el mar Egeo a partir del II milenio a. de C. Ver Alberto Bernabé Pajares, Mitos Hititas. Entre Oriente y Occidente. Ed. Akal, Madrid, 2015.
6 El panteón hitita era conocido en la antigüedad como “El de los mil dioses”.
7 Años más tarde acontecerá lo mismo con el vecino reino de Ugarit. Sobre éste y los pueblos del mar, ver el artículo Los dioses de los fenicios de Marc García en el presente número de SYMBOLOS.
8 Las Tablillas cuneiformes de Bogazköy (actual nombre turco de la antigua Hattusa) son consideradas por la UNESCO patrimonio documental de la Humanidad. Sus 25.000 ejemplares son el único testimonio escrito que existe sobre la civilización hitita. Entre las tablillas que contienen obras literarias, las más importantes son las que narran las hazañas y querellas de los dioses. Ver http://www.unesco.org, página “Memoria del Mundo”.
9 Mireia Valls, Medallones de Damas Hermeticas. Revista SYMBOLOS nº 27-28, Barcelona, 2004.
10 Los relatos mitológicos de origen protohático “son mitos naturales en relación con la fertilidad y con la necesidad de propiciar a las divinidades para asegurar el bienestar de la región o el orden debido de las cosas”. Configuran el grueso de estos textos de raíz propiamente anatolia los que tratan de la desaparición de un dios, las consecuencias que ello acarrea y el retorno de ese mismo dios, una rueda arquetípica que los ciclos de la Naturaleza reproducen. Ver Alberto Bernabé Pajares, op. cit.
11 Hannahanna significa “abuela-abuela”. Es análoga a la diosa griega Deméter y a la frigia Cibeles. Es una deidad ligada a la fertilidad y al poder.
12 Luis T. Melgar Valero, La enciclopedia de la mitología. Ed. LIBSA, Alcobendas, 2008.
13 Hemos extraído todas las citas del mito de Telipinu del libro de Alberto Bernabé Pajares ya referido.
14 Federico Lara Peinado, Mitos sumerios y acadios. Editora Nacional, Madrid, 1984.
15 Himnos homéricos. Edición de Antonia García Velázquez. Ed. Akal, Madrid, 2000.
16 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Cadena Áurea”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.
17 Hannahanna envía una abeja relacionada con la miel, símbolo de la dulzura y alimento espiritual que purifica el alma. Las abejas, ligadas a las diosas madres, están relacionadas con la fertilidad.
18 La palabra, siendo “inmortal, está siempre viva y por ello es que perpetuamente es actuante. Si se comprende, es curativa, porque nos lleva de continuo a la resurrección. Pero no es sólo ella su sentido, sino que su sonido es capaz de dar cuenta de un estado que se produce en nosotros. De allí la reiteración de nombres y palabras en los himnos sagrados, que han pasado, como convención de modo profano, a los estribillos de las canciones populares” Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Palabra”, op. cit.
19 En la tradición hindú, este despertar es el de la Kundalinî, la “serpiente dormida que mora en el punto Kandra, base de la columna vertebral. Al comenzarse con el trabajo esotérico el animal empieza a despertar y ascender por dicha columna que da la verticalidad al hombre y es una representación del Eje del Mundo en el cosmos, y también en el microcosmos que es una miniatura de éste. A partir de allí el flujo de energía latente se actualizará en seis planos diferentes (chakras = discos) produciéndose gradualmente el despertar y el Conocimiento”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Kundalinî”, ibid.
20 Federico González, El Simbolismo Precolombino. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016.
21 Ibíd.
22 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Eje”, ibid.
23 Ibid., entrada “Iniciación”.

Home Page