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CON SIETE COLINAS (FRAGMENTO)* FELICE VINCI |
En relación con la fecha tradicional de la fundación de Roma, el 21 de abril, uno podría preguntarse si ésta pueda tener alguna conexión con la relación entre Roma y las Pléyades. En Mesopotamia, “las Pléyades juegan un papel importante en el cómputo calendárico, rol que está claramente establecido en almanaques como el MUL.APIN”1 (el MUL.APIN es el compendio astronómico-astrológico más importante hallado en la antigua Mesopotamia). Es más, “el ascenso de las Pléyades está fijado en el segundo mes del calendario babilónico Ayaru (abril/mayo). Hay que advertir que el nombre sumerio para el mes, gu4.si.sá (“montando el buey(es)”; donde gu4 significa “buey, toro”) recuerda el nombre de la constelación de Tauro”.2 Por otra parte, además de formar parte de la constelación de Tauro, las Pléyades en el contexto mesopotámico pueden llegar a ser una sinécdoque (la parte por el todo) de la constelación “y por lo tanto figurar en el Zodíaco en sustitución de Tauro”.3 Además, “el ascenso de las Pléyades al comienzo del segundo mes está mencionado igualmente en el MUL.APIN: “En el primer día del mes de Ayaru las Pléyades se hacen visibles (MUL.APIN ii 38)”.4 En síntesis, el ascenso de las Pléyades corresponde al primer día del segundo mes del año mesopotámico, Ayaru, es decir abril/mayo, que toma su nombre de la constelación de Tauro en lengua sumeria. Pero incluso hoy en día, el primer día del segundo mes del año astrológico correspondiente al signo zodiacal de Tauro es ¡el 21 de abril! De este modo, la fecha de la fundación de Roma, además de las Siete Colinas, nos conduce de nuevo directamente a las Pléyades. Reinterpretado bajo esta luz revela un poderoso significado sagrado con un profundo valor astronómico y simbólico: no sólo las Siete Colinas de Roma reflejan la apariencia de las Pléyades en la Tierra, sino que la fecha de su fundación constituye una referencia exacta a su ciclo anual en la esfera celeste. En síntesis, las dos dimensiones –la espacial y la temporal– que relacionan la fundación de la “Ciudad Eterna” con la apariencia de las Pléyades y su función calendárica (en Mesopotamia, “la función principal de las Pléyades es la del cómputo del tiempo”),5 se apoyan y fortalecen mutuamente, haciendo mínima, si no insignificante, la probabilidad de que esta compleja red de correspondencias y referencias pueda deberse al mero azar. También es interesante señalar que en el mundo mesopotámico “la equivalencia de las Pléyades con el número siete y particularmente con siete seres divinos está muy extendida”.6 De manera que no se puede excluir que incluso el origen del número tradicional de los siete reyes de Roma fuese, más que una fundación histórica real, la necesidad de adaptarlo a una numerología sagrada en la que se subrayaba el número siete. También es digno de atención, dada la importancia que los autores clásicos atribuyen a los altos destinos que los dioses asignaron a Roma, “la asociación de las Pléyades con los siete grandes dioses que periódicamente se reúnen para establecer los destinos del género humano”.7 Continuando en el contexto mesopotámico, “las Pléyades son citadas principalmente como un nombre erudito para Marte”8 (en referencia a dicho planeta, el cual se corresponde con el dios de la guerra). A este respecto, en la historia de la fundación de Roma es bien conocida la importancia de Marte, padre de los gemelos Rómulo y Remo (por cierto, el dios hindú de la guerra, Kartikeya, también está relacionado con las Pléyades). Hay que considerar asimismo el aspecto agrícola del mes de Ayaru, cuando bajo el signo de las Pléyades se reanudan las labores en los campos: “La tierra se abre y los bueyes son conducidos, se abre el terreno, los arados son lavados”;9 ¡es como estar viendo a Rómulo empujando el arado con sus bueyes mientras traza el surco del monte Palatino! Por otra parte, en Mesopotamia “el patrón del segundo mes del calendario (Ayaru) es Ningir-su/Ninurta, dios de la guerra y la agricultura”.10 Guerra y agricultura: ¿cómo podría sintetizarse mejor el espíritu de la Roma arcaica? A estas alturas, también se podría releer con nuevos ojos algunas analogías singulares entre los mitos romanos y los mesopotámicos, como son las convergencias entre el nacimiento de Rómulo y el de Sargón (éste último es el gran rey fundador del reino de Akkad, quien no conocía a su padre y, abandonado en una cesta en un río, fue rescatado por un hombre llamado Akki, mientras que el salvador de los gemelos Rómulo y Remo fue Acca), por no mencionar el hecho de que los días que corresponden al primer día del mes, el séptimo y el decimoquinto son muy importantes en ambos calendarios, en el romano (Kalends, Nones e Ides, respectivamente) y en el mesopotámico: “En el comienzo del ciclo, la luna creciente (uskaru/u4-sakar), brilla sobre el país e indica el comienzo del mes; luego, durante seis días, los cuernos (qarnu/si) son visibles hasta el séptimo día, cuando su corona (agû/aga) aparece. En el decimo quinto día (sapattu), la luna llena es visible con el sol; entonces comienza su fase decreciente hasta que desaparece (um bubbuli/u4-ná-àm), y un nuevo ciclo le sigue luego”.11 A propósito de esto, la relación hipotética entre Mesopotamia y la antigua Roma podría tener que ver también con una cuestión muy singular del Monte d’Accoddi, un sitio arqueológico neolítico de Cerdeña donde fue encontrado un templo que data del tercer milenio a. C. y que es idéntico a zigurats contemporáneos de Mesopotamia: “La comparación más significativa es con el zigurat de Anu en Uruk”12 (adviértase que hay un pueblo llamado Uri a sólo 15 km del Monte d’Accoddi, y que otros topónimos de la misma área recuerdan localidades de la antigua Mesopotamia). Por otra parte, un estudioso sardo, Raffaele Sardella, ha evidenciado muchas conexiones entre los dialectos de Cerdeña y la lengua sumeria.13 Ciudades sagradas con siete colinas La estrecha relación entre Roma y las Pléyades nos sugiere la oportunidad de investigar los orígenes de otras ciudades que cuentan con siete colinas. Un caso muy interesante es el de Armagh, la capital religiosa de Irlanda, cuyo obispado fue fundado por San Patricio. En la era precristiana, había un asentamiento muy importante en este territorio que se llamaba Eamhain Mhacha, el cual, de acuerdo con la mitología irlandesa, era tanto un gran sitio real de la Irlanda Gaélica como la capital del Ulster. Eamhain Mhacha, que quiere decir, “los gemelos de Macha”,14 está ubicada en una colina baja y tiene un cercado circular de 250 metros de diámetro, rodeada por un terraplén y un foso. Sin embargo, el hecho de que ésta última se halle extrañamente tras el terraplén sugiere que Eamhain Mhacha no era una ciudad fortificada sino un sitio ceremonial pagano que incluía un espacio sagrado, con rastros de actividades que datan del Neolítico (4000-2500 a. C.). Este es un lugar extremadamente importante en la mitología irlandesa. Más tarde, en el siglo III d. C., el terraplén y el foso fueron excavados en torno a la cima de la colina de la Catedral, en el centro de la actual Armagh, cuya forma circular corresponde al desarrollo moderno de las calles. Así, Armagh era al principio un santuario pagano que tomó su nombre de la diosa Macha (Ard Mhacha quiere decir “el alto de Macha”15 en irlandés; ese nombre fue anglicizado más tarde como Ardmagh, y este devino finalmente en Armagh); ello corresponde a una de las siete colinas de la ciudad. Es notable la semejanza de Ard Mhacha con el hipotético nombre latino de la ciudad construida bajo la protección de Maia en la Colina del Palatino: Arx Maiae (es decir, “el alto de Maia”). En referencia a la probable relación del mundo irlandés con el megalitismo pre-céltico, parece ser similar a la relación, también mencionada en los Fastos de Ovidio, entre la fundación de Roma y la mítica edad de oro de Saturno, el dios antiguo a quien se atribuyen los imponentes restos megalíticos de algunas antiquísimas ciudades del Lacio próximas a Roma: Norba, Cori, Ferentino, Alatri, Veroli, Arpino (donde nació Cicerón), etc. Por otra parte, Armagh comparte con Roma no sólo las siete colinas, sino también el hecho de haber nacido como ciudad sagrada, como un santuario en una cima. Ambas han mantenido su vocación religiosa original a través de los siglos con una continuidad extraordinaria, empezando con el megalitismo del período Neolítico hasta la era cristiana, más allá de los milenios y de las turbulencias de la historia. Aún en Irlanda; no podemos dejar de mencionar el caso de las Siete Hermanas, una sierra en el Condado de Donegal cuyo pico más al sur, que es también el más alto y el más empinado, es una montaña llamada Errigal (751 m), famosa por el resplandor rosado de su cuarcita al ponerse el sol, al punto de haber sido elegida en el año 2009 como “la montaña más icónica de Irlanda”.16 Pero “Las Siete Hermanas” es un nombre frecuente en varias mitologías para referirse a las Pléyades, y en cuanto a Errigal (An Earagail en gaélico irlandés), he aquí una línea de un verso del himno mesopotámico a Marduk: “¡A tu izquierda está Erragal, el más fuerte de los dioses, frente a [ti van] las valerosas Pléyades!”17 Aparte de Armagh, está aún el caso inesperado de una ciudad que se caracteriza por sus siete colinas y que es considerada sagrada en el Islam, una religión que cuenta con casi dos mil millones de seguidores: nos estamos refiriendo a la Meca, llamada Makkah en árabe. Incluso la expresión Makkah-al Mukarramah, “la honorada Meca” (también traducida como “la sagrada ciudad de la Meca”), ¡parece recordar mucho a “la muy sagrada Maia”! Así, hay tres ciudades cuya sacralidad ha persistido a través de los siglos hasta hoy, Roma, Armagh y la Meca, que comparten siete colinas y sus mismos nombres: Maia-Macha-Makkah. También hay que tener en cuenta que Jerusalén descansa sobre siete colinas; de esta manera, en las tres religiones surgidas de Abraham hay ciudades sagradas sobre siete colinas. Además, hay una gran diosa eslava, Mokos, protectora del trabajo y destino de las mujeres, que tiene los atributos de Maia-Macha-Makkah y un nombre muy parecido. Ella protege a las mujeres en el parto y vigila el hilado, el tejido y el esquilado de ovejas. Mokos, la Gran Madre, fue la única deidad femenina cuya imagen fue erigida por Vladimir el Grande en su santuario de Kiev junto a las estatuas de otros grandes dioses. En la Europa Oriental, Mokosh es popular como una poderosa fuerza dadora de vida y protectora de la mujer. Mokosh era la gran diosa madre de la Tierra para los eslavos del Este y los polacos orientales, y una de las deidades eslavas más populares. Puede haberse originado en las tribus septentrionales ugrofinesas del Vogul (gentes de los valles del norte de los Urales y los bosques del Obi), también conocido como Mansi, que tienen una deidad llamada Moksha. Hay pueblos que llevan su nombre; en la actualidad hay trazas de Mokosh bien preservadas en varios topónimos de países eslavos.18 También el nombre de Moscú –ciudad que es llamada Matuska Moskva (Madre Moscú) y que se halla entre siete colinas, exactamente igual que Roma– podría estar relacionada con Mokos. Esta es otra razón por la cual Moscú merece el nombre de “tercera Roma”. Conclusión Volviendo ahora a Ovidio, todo parece corroborar la hipótesis que se propone aquí, esto es, que Ovidio fue condenado al exilio porque había revelado el secreto, la innombrable relación de Roma con las Pléyades y Maia, seguida poco después por la digresión sobre Bona Dea con ocasión del día primero de mayo en el libro quinto de los Fastos. Todo ello podía poner en peligro la reserva sobre el nombre de la diosa protectora de la Ciudad. Además este crimen ocurrió cuando Augusto estaba intentando restaurar la severidad y austeridad de las antiguas costumbres de Roma. Sin embargo, Ovidio eludió la pena capital probablemente porque no rompió abiertamente el tabú del nombre secreto y se limitó a mencionar sólo algunos elementos (que sin embargo eran suficientes para alcanzar la verdad). Pero a pesar de ello, tales insinuaciones, en el nuevo clima político e institucional instaurado por Augusto, lo expusieron a una dura sentencia. Por otra parte, la gravedad de su error esta indirectamente atestiguada por el silencio mortal en toda la literatura de la antigüedad sobre la relación entre las Pléyades, Maia, y los orígenes de Roma, únicamente interrumpido por el atrevido discurso de Calíope. También podemos observar que la ciudad nativa de Ovidio, Sulmona (a 120 km al este de Roma), se encuentra al pie de un macizo llamado Maiella (o Majella), que según varios cuentos folklóricos muy antiguos, estaba consagrado a Maia; la diosa habría legado a Maiella su nombre y muchas historias y leyendas que a menudo son fascinantes y parecen remontarse a los albores de los tiempos. Así, uno puede suponer que lo que indujo a Ovidio a insistir en lo prohibido, en la innombrable conexión entre Maia, la diosa de su tierra, y la fundación de Roma, fue su origen: Sulmona. Fue una falta que le costó el exilio, pero nos dio la oportunidad de iluminar la estrecha conexión de Roma con las Pléyades –tanto por las siete colinas que reflejan a las siete estrellas como por la fecha de su fundación, el 21 de abril, esto es, el primer día de Tauro, signo al que pertenecen la Pléyades– revelando de esta manera el misterio de mil doscientos años de antigüedad del nombre secreto de la Ciudad Eterna. A propósito de esta cuestión, tras el fin del paganismo en el área de Maiella, ciertas características de Maia fueron atribuidas a la Virgen María;19 por otra parte, algunas catedrales góticas, frecuentemente dedicadas a la Virgen, fueron construidas en antiguos sitios megalíticos pre-existentes, especialmente en Francia. Se podría deducir que la Madonna vendría a ser la imagen cristianizada de Maia, o mejor, la heredera de la Diosa Madre de la antigüedad. Incluso, el nombre de los Magos que visitaron a Jesús después de su nacimiento parece recordar a Maia, quien dio nacimiento a su divino hijo en una cueva (Himno Homérico a Hermes, 23), sin mencionar a la estrella (¿quizás Maia?) que guió a los Magos en su viaje. Para concluir, ya que Roma comparte su nombre secreto con otras ciudades sagradas con siete colinas, cabe inferir que ellas podrían ser el último testimonio de un culto estelar –que se remonta, probablemente, al período megalítico– centrado en las Pléyades y en Maia, la Gran Madre, y que quizás estuvo extendido por todas partes. |
NOTAS | |
1 | L. Verderame, Pleiades in ancient Mesopotamia, «Mediterranean Archaeology and Archaeometry», Vol. 16, No 4, (2016), pág. 109. |
2 | Ibíd. pág. 112. |
3 | Ibíd. pág. 110. |
4 | Ibíd. pág. 113. |
5 | Ibíd. pág. 115. |
6 | Ibíd. pág. 110. |
7 | Ibíd. pág. 111. |
8 | Ibíd. pág. 112. |
9 | Ibíd. pág. 112. |
10 | Ibíd. pág. 113. |
11 | L. Verderame, Le calendrier et le compte du temps dans la pensée mythique suméro-akkadienne, «De Kêmi à Birīt Nāri. Revue Internationale de l’Orient Ancien» 3 (2008-2009), pág. 126. |
12 | E. Contu, L'Altare preistorico di Monte D'Accoddi, Delfino, Sassari, 2000, pág. 65. |
13 | Cf. R. Sardella, Il sistema linguistico della civiltà nuragica, Ghiani, Monastir 1981. |
14 | https://www.maryjones.us/ctexts/debility.html |
15 | https://en.wikipedia.org/wiki/Armagh |
16 | https://en.wikipedia.org/ wiki/ Mount_Errigal |
17 | L. Verderame, Pleiades in ancient Mesopotamia, pág. 115. Ibíd. |
18 | https://en.wikipedia.org/wiki/Mokosh |
19 | http://abruzzoforteegentile.altervista.org/la-leggenda-della-bella-addormentata-la-majella/ |
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