SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

MESOPOTAMIA EN EL MANVANTARA

MARC GARCÍA

I
Xisuthros

Hay autores, y René Guénon es uno de ellos, cuyos textos siempre nos aportan sorpresas cuando los releemos. Es el caso, por ejemplo, del conocido artículo Algunas observaciones sobre la doctrina de los ciclos cósmicos,1 trufado de indicaciones inestimables para comprender el sentido de la historia y advertir hitos significativos en el devenir, los cuales revelan a aquélla como una proyección lineal del aspir-expir cósmico, multidimensional y cíclico. Son coyunturas o incisiones en la recta de la existencia de nuestra humanidad que la evidencian como lo que es: una sucesión de cuatro trozos anudados, cada vez más cortos, del hilo de las Parcas.2

En el artículo citado leemos, acerca del Manvántara:

El período [astronómico correspondiente a la duración del Manvántara] que más frecuentemente aparece en diferentes tradiciones, la verdad sea dicha, es menos quizá el propio de la precesión de los equinoccios que su mitad: es ésta, en efecto, la que especialmente corresponde a lo que era el “gran año” de persas y griegos, evaluado a menudo por aproximación en 12.000 o 13.000 años, siendo su duración exacta 12.960 años. Dada la importancia tan particular que de ese modo se atribuye a este período, ha de presumirse que el Manvántara deberá de comprender un número entero de estos “grandes años”; pero entonces ¿cuál será ese número? A este respecto, por lo menos encontramos, en otro lugar que en la tradición hindú, una indicación precisa, y que parece lo bastante plausible como para poder aceptarse esta vez literalmente: entre los caldeos, la duración del reino de Xisuthros, quien es manifiestamente idéntico a Vaiwasvata, el Manú de la era actual, está fijada en 64.800 años, es decir exactamente en cinco “grandes años”.3

Pese a haber leído este párrafo en no pocas ocasiones, nunca habíamos reparado en que su autor aludía a un dato tradicional procedente de la antigua tradición mesopotámica4 para establecer la duración del Manvántara… ¿Y quién es Xisuthros? Nos lo explica Federico González en una entrada de su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos:

XISUTHROS
El último de la lista de los diez reyes antediluvianos efectuada por Beroso, quien fuera sacerdote principal del templo de Bel-Marduk en la ciudad de Babilonia en tiempos de Antíoco I Soter (s. III a. C.) a quien dedica su Babyloniaka, historia de Babilonia en tres partes escrita en griego de la que no nos ha llegado sino unos pocos fragmentos. Xisuthros es el nombre helenizado de Ziusudra –el Noé sumerio–, y la duración que se atribuye a su reinado en dicha lista es de 64.800 años (18 sars x 3.600), que es la considerada por Guénon apropiada para la del manvántara subrayando al mismo tiempo la identidad manifiesta de este rey con el Vaiwasvata hindú, Manú de la era actual.5

La Lista Real (así se denomina a cada una de las cronologías míticas de los reyes mesopotámicos antediluvianos) de Beroso procede de los archivos del santuario de Borsippa,6 un rico depósito de tablillas de escritura cuneiforme en el que se han encontrado relatos cosmogónicos y textos sobre la creación de los dioses y los hombres. La lista incluye a diez soberanos de cuatro ciudades distintas:



Prisma Weld-Blundell con una lista real sumeria. Museo Ashmolean, Oxford.
Ciudad Rey Reinado
   1. Babilonia    Aloros    36.000 años (=10 sars)
   2. Babilonia    Alaparos    10.800 años (=3 sars)
   3. Pautibiblon    Amelon    46.800 años (=13 sars)
   4. Pautibiblon    Ammenon    43.200 años (=12 sars)
   5. Pautibiblon    Megalaros (o Amegalaros)    64.800 años (=18 sars)
   6. Pautibiblon    Daonos    36.000 años (=10 sars)
   7. Pautibiblon    Euedorachos    64.800 años (=18 sars)
   8. Larak    Amempsinos    36.000 años (=10 sars)
   9. Larak    Opartes (o Otiartes)    28.800 años (=8 sars)
   10. Shuruppak    Xisuthros    64.800 años (=18 sars)

La identidad entre Xisuthros y Vaiwasvata (también llamado Satyavrata, “adepto a la verdad”) como Manú del ciclo de nuestra humanidad va más allá de la coincidencia en la duración de sus respectivos reinados. El Bhagavata-purana explica que a Satyavrata, rey de Dravida, se le apareció el pez Matsya, décimo avatar de Vishnú (y primero de nuestro Manvántara según el Garuda-purana), cuando se estaba lavando las manos en un río. El pequeño pez le pidió que lo salvara y el rey lo metió en una vasija. El pez creció y el rey tuvo que trasladarlo a un charco. El pez siguió creciendo y el rey lo puso en un lago. Pero creció aún más y Satyavrata acabó llevándolo al océano. Entonces Matsya reveló al rey que vendría una gran inundación. El rey construyó una gran nave y alojó en ella a su familia y a animales de todas las especies. Habiendo completado su obra, enganchó la nave al cuerno de Mastya y éste la arrastró durante todo el diluvio para que estuviese a salvo. Análogamente, en la tradición mesopotámica, son peces puradu (=“puros”) venidos del mar los dioses intermediarios que transmiten la sabiduría a los monarcas antediluvianos y que mantienen “el buen funcionamiento de los planes divinos que conciernen a Cielo y Tierra”7 durante sus reinados.



Matsya arrastra la nave de Satyavrata y otros siete personajes en los que se puede reconocer tanto a su familia como a los siete rishis detentadores de la sabiduría del Manvántara. Pintura hindú de Uttar Pradesh, ca. 1870. Museo Victoria and Albert, Londres.

El creador de esos sabios-dioses procedentes del mar, llamados Abgal en sumerio y Apkallu en acadio, es Ea o Enki, el “Señor del fundamento”,8 y sus nombres han llegado a nosotros gracias a tablillas encontradas en distintas ciudades mesopotámicas. Un ejemplo es la que incluye esta relación procedente de Uruk:9

En tiempos de Ajjalu, el rey, Uan era apkallu.
En tiempos de Alalgar, el rey, Uanduga era apkallu.
En tiempos de Ammeluanna, el rey, Enmeduga era apkallu.
En tiempos de Ammegalanna, el rey, Enmegalamma era apkallu
En tiempos de Enmeushumgalanna, el rey, Enmebulugga era apkallu.
En tiempos de Dumuzi, el pastor, el rey, Anenlilda era apkallu.
En tiempos de Enmeduranki, el rey, Utabzu era apkallu.
Después del diluvio, durante el reinado de Enmerkar, era apkallu Nunganpiriggal, el cual hizo descender del cielo al Eanna a la diosa Ishtar. Hizo construir la lira de bronce, trabajada con lapislázuli y con hierro batido, según el arte de Ninagal. La introdujo en la capilla sagrada y colocó la lira delante del dios An. Durante el reinado de Gilgamesh era ummanu10 Sinleqiunnini.

Oannes, también llamado Uanna, es el arquetipo de los Apkallu. La iconografía lo muestra como un semidiós mitad pez y mitad hombre o como un ser revestido con la piel de un pez a modo de capa. Se menciona en todas las culturas de la tradición mesopotámica, y Beroso nos lo presenta en el Mito de los Siete Sabios como transmisor de las artes y las ciencias a los caldeos:11



Oannes junto a una palmera y frente a una pareja de hombres-pez. Detalle de un sello asirio. De Jeremy Black y Antony Green, Gods, Demons and Symbols of Ancient Mesopotamia: an illustrated Dictionary. British Museum Press, Londres, 1992.

En Babilonia, muchos hombres, procedentes de todas partes, se habían instalado en Caldea (sector litoral de la Baja Mesopotamia), donde llevaban una existencia descuidada, similar a la de los animales. En cierta ocasión ocurrió que allí apareció por primera vez, en la costa, un monstruo extraordinario, surgido del Mar Rojo12 y llamado Oannes. Todo su cuerpo era el de un pez y bajo su cabeza (de pez) tenía otra cabeza (humana) y pies parecidos a los de un hombre –imagen que se ha conservado en el recuerdo y que todavía se representa en nuestra época–. Este ser, que pasaba sus días con los hombres sin tomar ningún tipo de alimento, les enseñó la escritura, todo tipo de ciencias y de técnicas, la construcción de los templos, la jurisprudencia y la geometría; también les reveló el cultivo de los cereales y la recolección de los frutos; en suma, les dio todo aquello que constituye la vida civilizada. Y lo hizo hasta tal punto y de forma tan magnífica que, desde entonces, no se ha descubierto ninguna otra cosa importante (a este respecto). En el momento del ocaso, este monstruo Oannes volvía al mar para pasar las noches en el agua, pues era anfibio. Posteriormente, aparecieron otros seres similares…13

Abundando en las analogías entre la tradición hindú y la tradición mesopotámica, resulta sorprendente que el resultado de la suma de las duraciones de los diez reinados antediluvianos incluidos en la relación de Beroso –el de Xisuthros y los nueve anteriores– sea de 432.000 años, un número bastante parecido al que se obtiene agregando la duración de los siete Manvántaras (seis más el actual) ya transcurridos del Kalpa o ciclo de existencia del mundo, que abarca catorce Manvántaras y del cual se dice que no es más que un día en la vida del Supremo Brahma.14 El resultado de dicho cálculo es 64.800 x 7 = 453.600 años, y ello nos hace pensar que el simbolismo de las listas reales mesopotámicas es totalmente análogo al de la doctrina hindú de los ciclos cósmicos, de manera que cada uno de los reinados previos a Xisuthros se corresponde con un ciclo parcial o entero de las humanidades que nos han precedido desde el comienzo del día de Brahma.15

II
La historia cíclica de Mesopotamia

Mesopotamia entra en la historia de la mano de Sumer. Así mismo se puede decir que con Sumer empieza la historia de la humanidad con registro escrito,16 un periodo del descenso cíclico en que se comienza a fijar en textos la memoria de las cosas materiales, afectivas, reflexivas y espirituales que se quiere sustraer al olvido creciente. Es el Kali Yuga, la oscura edad final de nuestro Manvántara17 “que según datos astrológicos tradicionales está a punto de llegar a su fin”18. Diversos estudiosos han propuesto distintas dataciones para ese instante a partir de la cronología bíblica de la tradición hebrea, la duración del llamado “ciclo crístico” del Apocalipsis de San Juan o las profecías de San Malaquías entre otras referencias, y todas ellas difieren en poco. En cualquier caso, lo que queda claro a la vista de los acontecimientos que se han sucedido durante los últimos decenios y que se siguen sucediendo cada vez más vertiginosamente es que esta función ya no da mucho más de sí, y que cabe que el drama tragicómico en que ha devenido la existencia de la humanidad toque a su fin en torno al año 2030, tal como han sugerido algunos maestros herméticos.19

El artículo de René Guénon Lugar de la tradición atlante en el Manvántara, que volveremos a mencionar más adelante, incluye una nota a pie de página enigmática y muy interesante que, al conectarla con esta cronología del fin de los tiempos, refuerza la apreciación de que el inicio del ciclo de la tradición mesopotámica coincide con el del Kali Yuga:20

Pensamos que la duración de la civilización atlante debió ser igual a la de un “gran año” entendido en el sentido del semiperíodo de la precesión de los equinoccios; en cuanto al cataclismo que le puso fin, algunos datos concordantes parecen indicar que tuvo lugar siete mil doscientos años antes del año 720 del Kali-Yuga, año este que es el punto de partida de una era conocida, pero cuyo origen y significado ya no parecen conocer aquéllos que aún la emplean actualmente.21

Recordando que la duración del Kali Yuga es una décima parte de la extensión del Manvántara, o sea 6.480 años, la fecha que se correspondería con el año 720 de la edad oscura es:

2030 – (6480 – 720) = 3730 a. C.

No es nuestra intención contribuir a la abundante especulación que se ha hecho sobre el sentido de las elusivas palabras de Guénon, ni por supuesto pretendemos entrar en un debate que no nos interesaría lo más mínimo. Pero no podemos dejar de subrayar que es precisamente en torno a esa fecha cuando los asentamientos precursores de Eridu, Uruk y Ur alcanzan la categoría de ciudades y aparece la escritura cuneiforme.22

La “edad de oro” del Kali Yuga

Uruk, emplazada en el margen izquierdo del Éufrates, era por aquel entonces la ciudad más grande de Sumer. Ocupaba unas 70 hectáreas, estaba rodeada por una muralla de 10 kilómetros de perímetro y se cree que llegó a tener unos 25.000 habitantes. La diosa Inanna era su patrona y su Eanna (literalmente “la casa del cielo”) era el centro neurálgico del espacio urbano.

Sumer se fue configurando poco a poco como un “país de ciudades”, con extensas áreas irrigadas alrededor de cada una que producían los frutos de la tierra que alimentaban a sus habitantes. Esas áreas estaban separadas entre sí por vastas llanuras que aportaban pasto para el ganado,23 y los ríos, peces y juncos –estos últimos muy apreciados para la construcción, ya que no abundaban los bosques y la madera–. Tal descripción evoca una existencia pacífica y en armonía propia de una edad de oro, lo que no es de extrañar: en el Kali Yuga se proyecta necesariamente la división cuaternaria del ciclo del Manvántara tal como lo hace en la vida de los seres humanos (nacimiento, juventud, madurez, ancianidad), y Sumer nace en la primera “edad” del yuga.24

Con los siglos van a ir aflorando otros nombres de ciudad en la geografía de la tierra entre ríos: Shuruppak, Nippur, Kish, Lagash, Girsu, Umma, Adab y otras más que poco a poco, al igual que Eridu, Uruk y Ur, se irán convirtiendo en pequeños reinos que empezarán a disputar entre sí y con países del entorno como Elam, el “País Alto” situado más allá del Tigris (en este caso, para conseguir acceder a las rutas por las que discurría el comercio con el Medio y Lejano Oriente). Esas luchas no eran solamente entre reyes sino también entre sus dioses tutelares; en cuanto a las contiendas con países extranjeros, éstas se hacían siempre al amparo del dios Enlil, deidad patrona de la ciudad de Nippur en cuyo santuario se depositaban las ofrendas de agradecimiento por las victorias conseguidas. Nippur era el centro sagrado de Sumer, y el En (=señor) de Uruk y el Lugal (=rey) de Kish, los polos de la autoridad política del país.



Mapa de situación de las ciudades sumerias y de Elam. De Carlos G. Wagner,
Historia del Cercano Oriente. Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1999.

Tal equilibrio, no exento de tensiones, se empieza a romper cuando Eannatum, rey de Lagash decide guerrear hacia el año 2450 a. C. contra Uruk, Ur y Kish, además de luchar con los reinos del curso medio del Éufrates y pelear contra los elamitas –tras repeler una agresión incial de éstos, a quienes persigue hasta su capital Susa–. A la muerte de este rey batallador, los ejércitos de Umma invaden Lagash; pero Enmetena, hijo de Eannatum, logra recuperar la ciudad con el apoyo de Uruk. Por otra parte, prende la mecha de la rivalidad entre Uruk y la Ur del rey Enshakushanna, quien se apodera de aquélla y toma para sí el título de “rey de Sumer”, algo que años más tarde también hará Lugalanemundu, rey de Adab, tras conquistar Kish y Nippur. Todos estos litigios alcanzan su punto álgido durante el reinado de Lugalzagesi, rey de Umma, el cual se impone sobre todas las ciudades de la Baja Mesopotamia y, tras ser investido como señor de Uruk, se proclama “rey del País de Sumer”.

Estas disensiones se producen en una época significativa del Kali Yuga, cuyo ciclo también puede dividirse ternariamente conforme a las eras zodiacales que comprende25 (la de Tauro, la de Aries y la de Piscis). Se trata del final de la era de Tauro,26 la cual concluye con el advenimiento de la era de Aries en el 2290 a. C. según nuestra cronología. Es el momento del reinado de Sargón (2335-2279 a. C.)27 y la fundación del imperio acadio, hecho que supone el punto final del periodo dinástico arcaico de Sumer.

La era de Aries

Sargón era semita (su nombre en acadio quiere decir “rey verdadero”) y copero del rey Ur-Zababa de Kish. Tras derrocar a éste y consolidarse como nuevo rey, emprende una rápida expansión derrotando a Lugalzagesi y sometiendo a su autoridad a muchos otros reyes de Mesopotamia. Sargón fija la capital de su imperio en una nueva ciudad, Akkad, que funda en un lugar hoy por hoy desconocido del curso medio del Éufrates (es decir, fuera del país de Sumer). Nippur, como ciudad del dios Enlil, continuará siendo el centro sagrado del nuevo “país de Sumer y Akkad”, y la capital del imperio, como un milenio antes Uruk, será la ciudad de Inanna/Ishtar.

Acerca del fin de la era de Tauro, resulta enormemente significativo el pasaje del mito acadio, posteriormente incorporado a la epopeya de Gilgamesh,28 en el que se narra lo que acontece a raíz del amor de Ishtar, diosa de Akkad, por el héroe que éste no corresponde:

Cuando Ishtar hubo oído estas palabras [de Gilgamesh], se enfureció y ascendió rápidamente a los cielos. Ishtar, llegada allí, se presentó sollozando ante Anu, su padre, y dejó correr sus lágrimas también ante Antu, su madre.

- Padre mío, Gilgamesh me ha llenado de insultos. Ha pronunciado injurias contra mí, murmuraciones e infamias.

Pero Anu, abriendo la boca, tomó la palabra y le dijo a Ishtar:

- ¡Cómo! ¡Ya habrás provocado tú al rey Gilgamesh para que él haya pronunciado, como tú dices, injurias contra ti, murmuraciones e infamias!

Ishtar le respondió:

- Padre mío, te lo ruego, crea al Gudanna, el Toro Celeste, para que mate a Gilgamesh e incendie su casa. Si tú no me das al Toro Celeste –amenazó la diosa– romperé la puerta de su morada, después bajaré a las regiones del Mundo Inferior y haré subir a los muertos para que devoren a los vivos. ¡Los muertos serán así más numerosos que los vivos!

Anu tomó la palabra y le replicó a la princesa Ishtar:

- Si lo que tú quieres de mí se refiere al Toro Celeste, ya puede ir juntando la viuda de Uruk siete años de salvado y el campesino de Uruk hacer abundar el forraje para el ganado. (…)

Anu, en virtud de su poder, dio origen al Toro Celeste en un solo acto creador. Todas sus partes aparecieron creadas de la nada. La prestancia y el poderío de aquel ente, del Toro Celeste, eran inimaginables. Enterada Ishtar de su creación, acudió ante su padre y se lo pidió:

- ¡Padre mío, dame el ronzal del Toro Celeste! ¡Entrégame el Toro!

Al oír tal petición, el padre de los dioses le hizo entrega del ronzal del Toro; lo puso en sus manos para que Ishtar lo condujera a la tierra. Cuando el Toro Celeste llegó al país de Uruk, comenzó a patear la hierba y el cañaveral, descendió al río Éufrates y en siete codos lo hizo descender de nivel. Al primer resoplido del Toro Celeste se abrió una fosa en la que cayeron cien hombres de Uruk. Luego cayeron otros doscientos y tras ellos otros trescientos. Al segundo resoplido del Toro Celeste se abrió una nueva fosa en la que cayeron otros cien hombres de Uruk. (…) Al tercer resoplido se abrió una fosa muy cerca de donde se hallaba Enkidu, el amigo de Gilgamesh. Enkidu cayó en ella hasta su cintura, pero pudo saltar a tiempo y coger al Toro por los cuernos. El Toro Celeste, así sujetado, echó por delante babas y desde lo espeso de su cola arrojó excrementos.

Ante la magnitud de aquella fiera, Enkidu le dijo a Gilgamesh:

- Amigo mío, nosotros hemos salido airosos del Bosque de los Cedros y fuimos vitoreados en nuestra ciudad, pero ¿cómo actuaremos ahora frente a este nuevo peligro?

- Amigo mío –le respondió Gilgamesh–, he comprobado la fuerza del Toro Celeste y soy consciente de su poderío y su intención.

A ello replicó Enkidu:

- Me situaré detrás suyo, lo agarraré por el grueso de su rabo y lo retendré fuertemente con mi pie por detrás de sus patas; tú sitúate por delante de él y entonces tú, como un valiente y experimentado carnicero, entre la cerviz y los tendones hiérelo de muerte con tu puñal. (…)

Gilgamesh, como un valiente y experimentado carnicero, hincó su puñal en el lugar donde le había indicado su amigo. Tras abatir a la fiera, le arrancaron el corazón y lo depositaron delante de Shamash.29 Después retrocedieron y se prosternaron ante el dios; luego se sentaron como dos hermanos.30



Sello sumerio en que aparecen Gilgamesh y Enkidu (?)
derrotando al Toro Celeste. British Museum, Londres.

El imperio acadio perduró hasta el reinado de Shar-Kali-Sharri, biznieto de Sargón, si bien ya por entonces muy debilitado. Akkad sucumbió tras la invasión de los qutu, pueblos montañeses procedentes de los Montes Zagros; las ciudades de la Baja Mesopotamia (así como las septentrionales Nínive y Assur) se independizaron y Sumer recuperó su entidad como país por espacio de dos siglos. Es el tiempo del rey Gudea de Lagash y de su conocidísima estatuaria en piedra diorita dedicada a los dioses, aunque serán la ciudad de Ur y los reyes de su Tercera Dinastía, fundada por Ur-Nammu (2112-2095 a. C.), el centro político y administrativo del país.

Ur-Nammu es el primer rey mesopotámico del que se sabe que ordenó poner leyes por escrito. El prólogo a su legislación lo describe como un rey amable, compasivo y amante del orden y la justicia, y se refiere a él como “rey de la ciudad de Ur”, “rey de los países de Sumer y Akkad” e “hijo nacido de la diosa Ninsun”, diosa de las vacas que es convocada por Gilgamesh y Enkidu para conseguir la ayuda del dios Shamash en el viaje que ambos han de realizar al Bosque de los Cedros con el fin de enfrentarse al monstruo Humbaba.31



Tablilla con un fragmento del código de leyes de Ur-Nammu. Colección Schoyen.

Décadas más tarde, los amorreos, tribus guerreras de etnia semita, acabarán invadiendo desde el norte los territorios de Akkad y Sumer cuando éstos ya se hallan muy desgastados por la sobreexplotación hidráulica y agrícola, estado de cosas agravado por una enorme sequía que había multiplicado los problemas de abastecimiento de las ciudades hasta el punto de ocasionar importantes hambrunas.32 Con la destrucción de la ciudad de Ur en el 2004 a. C. termina el periodo de la Tercera Dinastía sumeria y da comienzo una época de unos cuatro siglos que los historiadores han denominado periodo Babilónico Antiguo, con reinos gobernados por soberanos de lengua amorrea (aunque acabarán incorporando el acadio como idioma vehicular) que conservarán muchas de las instituciones creadas por los reyes de Ur así como la escritura cuneiforme.

La “edad de plata”

Según nuestra cronología, la “edad de oro” del Kali Yuga finaliza en torno al año 1858 a. C., y esta fecha es muy próxima a la de la fundación de la dinastía amorrea de Babilonia por el rey Sumuabum (1894-1881 a. C.). Es muy interesante que sea precisamente al comienzo de la “edad de plata” cuando el rey Sabum, nieto de Sumuabum, levante el templo del Esagila en honor al dios Marduk, acontecimiento con el cual queda entronizado como deidad principal de Babilonia y dios creador supremo reemplazando a la tríada de dioses sumerios An, Enlil y Enki –si bien éstos seguirán siendo considerados “dioses mayores” del reino–.33 Marduk es el hijo primogénito de Enki y la astrología babilónica lo relacionaba con el planeta Júpiter del mismo modo que la tradición griega lo haría siglos más tarde con Zeus, hijo de Cronos y padre de los dioses olímpicos, quien sustituye al regente de la Edad de Oro del Manvántara en su trono.



El rey Hammurabi ante Marduk en su trono. Detalle de una estela de basalto.
Museo del Louvre.

Sin ninguna duda, el rey más conocido de la dinastía amorrea de Babilonia es su sexto monarca, Hammurabi (1792-1750 a. C.), el cual convirtió a su reino en un imperio que abarcaba casi todo lo que es actualmente Irak así como una parte de Siria. Hammurabi era un hábil gobernante que supo aprovechar las debilidades de los reinos vecinos para anexionarlos, estableciendo a su vez lazos de amistad con los países periféricos a fin de conjurar posibles agresiones de su parte. Adoptó el título de “señor de Sumer y Akkad”, levantó templos y murallas y construyó obras públicas tales como un gran canal para aportar agua a antiguas ciudades sumerias (Nippur, Eridu, Ur, Larsa, Uruk e Isín), en un intento por detener su despoblación y declive. Pero Hammurabi es conocido ante todo por el código de leyes con el que vino a unificar todas las legislaciones del imperio. Algo muy significativo de este corpus legal y acorde con el momento del ciclo en que se dicta es que determina la separación del poder político respecto a la autoridad sacerdotal, de modo que el templo deja de ser el corazón de la ciudad para convertirse en una simple institución más.



Tablilla con un fragmento del código de Hammurabi.
Museo del Antiguo Oriente, Estambul.

Tras el reinado de Hammurabi, el imperio babilónico perduró otros doscientos años y fue decayendo al tiempo que Hatti, el país de los hititas –pueblo indoeuropeo que había llegado a la meseta central de Anatolia desde las estepas de la Europa suroriental a lo largo del tercer milenio–,34 se iba convirtiendo en una gran potencia regional del Cercano Oriente. Un ejército hitita al mando de Mursili I acabaría atacando y tomando Babilonia en el 1595 a. C. La ciudad fue saqueada, y la estatua del dios Marduk sacada del Esagila y llevada como botín a Hattusa, la capital de Hatti. Pero los hititas no permanecieron en Babilonia tras el expolio y los kasitas, tribus procedentes de Oriente Medio que habían llegado a Mesopotamia por el valle del río Diyala,35 aprovecharon el vacío de poder ocasionado por el derrocamiento de la dinastía amorrea para ocupar el trono de la ciudad abandonada a su suerte –a la que llamarían en lo sucesivo Karduniash–, manteniendo las estructuras de gobierno de los babilonios y respetando su cultura de raíces sumerio-acadias.

Se abre en este momento de la historia de Mesopotamia un paréntesis de más de dos siglos en que las guerras dan paso a un equilibrio entre los grandes reinos del Creciente Fértil sustentado en la diplomacia. Da cuenta de ello, por ejemplo, la correspondencia que sostenían el faraón Amenhotep III con el rey Tushratta de Mittani,36 el país de los hurritas37. Casi todas las cartas se inician con este encabezamiento:



Mapa de los reinos en el Cercano Oriente a mediados del segundo milenio a. C.
De Carlos G. Wagner, op. cit.

Di a Nimmureya (Amenhotep III), Gran Rey, rey de Egipto, mi hermano, mi yerno, a quien amo y que me ama: Así Tushratta, Gran Rey, rey de Mittani, tu hermano, tu suegro, y aquél que te ama.

Este trato familiar entre el monarca hurrita y el faraón denota hasta qué punto ambas casas reales habían establecido vínculos estrechos. En efecto, como leemos más adelante:

Yo (Tushratta) te he entregado a mi hija para que sea la esposa de mi hermano (Amenhotep III), a quien amo. Que (los dioses) Shimige y Shaushka marchen delante de ella.38 Que ellos la conviertan en la imagen del deseo de mi hermano. Que mi hermano se regocije en ese día.

La paz entre reinos se refrendaba con tratados como el que Ramsés II firmó con el rey hitita Hattusili III hacia el 1260 a. C. El propósito de los acuerdos era preservar la “buena hermandad y buena paz”

que el dios Sol (de Egipto) y el dios de la tormenta (de Hatti) establecieron para Egipto con Hatti de acuerdo con su relación desde el comienzo de los tiempos, de modo que para toda la eternidad no se permita una guerra entre ellos.

Por ello, cada rey declaraba ante el otro:

Es mi hermano, y yo soy su hermano. Él está en paz conmigo, y yo estoy en paz con él para siempre. Y nosotros crearemos nuestra hermandad y nuestra paz, y serán mejores que la anterior hermandad y la anterior paz de Egipto con Hatti.39

Los testigos del tratado entre Ramsés II y Hattusili III eran dos mil dioses y diosas de ambos países a los que se mencionaba e invocaba uno por uno. Sin ellos, el tratado no hubiera sido más que palabras escritas en el barro; pero con su concurso, un rey sabía que su pueblo y su tierra sería acreedor de la gracia de aquéllos si respetaba los acuerdos de paz, o bien de la destrucción si lo violaba.40

El quinto linaje

El orden regional basado en la entente cordial entre gobernantes se desmoronó con el declive de los grandes reinos a partir de mediados del siglo XIII a.C. Hatti, muy debilitado por una larga hambruna, es invadido por los gasgas41 y los pueblos del mar procedentes del Egeo. Estos últimos desembarcan en la costa mediterránea de Anatolia y avanzan saqueando y quemando todas las ciudades que encuentran en su marcha hacia Egipto. Troya debió de ser una de ellas, y Hattusa caería poco después. El faraón consigue rechazar a los pueblos del mar en el delta del Nilo, aunque pierde sus posesiones en Siria y Palestina.42 La Babilonia kasita es atacada por los ejércitos de Elam, y Mittani se encamina hacia su ocaso definitivo frente a un Assur emergente. Las tierras del antiguo Sumer son ocupadas por tribus nómadas arameas y desaparece la última dinastía real sumeria –la de Isín–, mientras que en el extremo más meridional de Mesopotamia, en el llamado “País del Mar”, aparecen los caldeos,43 a quienes siglos más tarde encontraremos en Babilonia.

Los signos de los tiempos revelan que éste es un instante significativo del ciclo. Nos hallamos a mitad del Kali Yuga (4450 – (6480 / 2) = 1210 a. C.) y Gaston Georgel44 recuerda que, según el Mito de las Edades que Hesíodo recoge en sus Trabajos y días, es el tiempo en que concluye el periodo de “la raza divina de los héroes que reciben el nombre de semidioses” y se abre paso el temible “quinto linaje” de la humanidad:45

A unos [héroes] los hizo perecer la perniciosa guerra y la lucha cruel al pie de los muros de Tebas la de siete puertas en tierra cadmea, combatiendo por los rebaños de Edipo; a otros, la misma guerra los condujo a Troya en sus naves, sobre el inmenso abismo del mar, a causa de Helena de hermosa cabellera. Allí los envolvió la muerte.

A otros el padre Zeus Crónida concediéndoles vida y morada lejos de los hombres los instaló en los confines de la tierra. Estos viven con el corazón libre de cuidados en las islas de los Afortunados, junto al Océano de profundos remolinos, héroes felices a los que la fecunda tierra les produce frutos que brotan tres veces al año, dulces como la miel; lejos de los inmortales Crono reina sobre ellos (pues el padre de hombres y dioses lo liberó y ahora siempre junto con ellos tiene honor y gloria. Zeus otra raza formó de hombres dotados de palabra, los que ahora existen sobre la tierra fecunda).

¡Ojalá nunca hubiera tenido yo que vivir entre los hombres del quinto linaje, sino que hubiera muerto antes o nacido después! Porque ahora la raza es de hierro. Nunca durante el día cesarán de sufrir fatigas y miserias, ni tampoco durante la noche dejarán de ser destruidos, y los dioses les proporcionarán graves preocupaciones. Sin embargo, aún para éstos los bienes se mezclarán con los males.

Zeus destruirá también esta raza de hombres mortales cuando nazcan con las sienes blancas. Ni el padre será semejante a sus hijos, ni los hijos a su padre; ni el huésped amará al huésped, ni el amigo al amigo, ni el hermano será querido como antes. Despreciarán a sus padres tan pronto como envejezcan. Les insultarán profiriendo duras palabras, crueles, sin tener en cuenta el temor de los dioses, y a sus ancianos padres no les restituirán la crianza (para ellos la justicia es la violencia y unos saquearán las ciudades de los otros)…46

Esta aceleración de la caída es muy patente en la historia de Assur. Tras la desaparición de la Tercera Dinastía de Ur a finales del tercer milenio, esta pequeña capital de gobernadores acadios y sumerios se había convertido en la sede de una dinastía local fundada por Puzur-Assur, con reyes de nombre acadio. El reino de Assur se extendía sobre un triángulo agrícola comprendido entre los ríos Gran Zab y Tigris, mayoritariamente en tierras de lo que hoy en día es el Kurdistán iraquí, y Nínive era su ciudad principal. Durante el primer periodo de su historia, los reyes asirios ostentaban el título de ishshiakkum –la forma acadia del ensi sumerio–, que significa “representante del dios o dioses de la ciudad y administrador del reino”; eran por tanto sacerdotes y gobernantes a la vez,47 estando su función legitimada por el dios Assur, el “rey de los dioses y el dios de los reyes” y de la vida.48 Pero Assur-Uballit (1363-1305 a. C.) rompe con la tradición de los reyes-sacerdotes adoptando para sí el título de “Gran Rey”.49 El reino de Assur comenzará entonces a usar la fuerza militar para ampliar sus dominios, aspirando a convertirse en un actor principal de la escena regional (de ello da cuenta el tratamiento de “hermano” que el rey asirio dispensa a los soberanos de Egipto, Mittani y Hatti como éstos lo hacían entre sí).50

Con los reinados de Salmanasar I (1273-1244 a. C.) y Tukulti-Ninurta I (1243-1207 a. C), Assur se consolida como una gran potencia guerrera, llegando este último a destruir Babilonia, a aniquilar a su población y a deportar a los habitantes que logran sobrevivir. Pero el propio rey acaba siendo víctima de la misma violencia que desencadena: Tukulti-Ninurta es asesinado por sus hijos, el imperio asirio se debilita y Babilonia es recuperada por los kasitas. Un rey originario de Isín, Marduk-Kabit-Akheshu (1154-1140 a. C.), devolverá a Babilonia el esplendor perdido y el rey Nabucodonosor I (1126-1105 a. C.) declarará la guerra a Assur y a Elam, haciendo retroceder a ambos reinos hasta sus antiguas fronteras.

En este escenario convulso aparecen en la región, durante los siglos XI y X, pequeños estados como Urartu, Frigia, Lidia, Fenicia, el país de los filisteos, Israel y Judá (que el rey David conseguirá unificar posteriormente, aunque por poco tiempo), Amón y Moab. Y Asiria emprende su recuperación como potencia política y militar con el reinado de Adad-Ninari II (911-891 a. C.), quien vuelve a cruzar el Tigris y a avanzar sobre el valle del Éufrates. El litigio con Babilonia desembocará en esta ocasión con una paz ventajosa para Assur que se sella con los matrimonios de las hijas respectivas de ambos soberanos.



Nuevos estados en el Cercano Oriente durante los siglos XI y X a. C.
De Carlos G. Wagner, ibid.

La guerra de restauración del imperio asirio llega a un punto culminante con Assur-Narsipal II (883-859 a. C.), quien expande sus dominios más allá de Mesopotamia y somete a tributo a las ciudades fenicias. Las riquezas que llegan al reino son empleadas por el monarca para construir una nueva capital –Kalkhu, la actual Nimrud iraquí– con un lujoso palacio imperial. La campaña asiria llega a su límite durante el reinado de Salmanasar III (858-824 a. C.), quien es derrotado por el faraón Orsokón II en el río Orontes (Siria). Un conflicto sucesorio desencadenado entre los hijos del rey en sus últimos años de vida, la revuelta de los nobles contra la realeza –que conduce a una guerra civil– y la peste debilitarán internamente el imperio asirio y favorecerán su desmembramiento.

La llegada al trono de Assur de Tiglatpileser III (744-727 a. C.), precedida por reinados breves de tres de sus hermanos que mueren asesinados en circunstancias oscuras, significa el rearme del imperio asirio y la reanudación de su política de expansión. En Babilonia, Tiglatpileser sucederá al rey de la ciudad adoptando el nombre de Pulu, e inaugurará de este modo una monarquía asirio-babilonia que extenderá su poder despótico sobre toda Mesopotamia. Someterá a Siria y poco después, en el 732 a. C., invadirá el reino de Israel deportando a gran parte de su población e imponiendo al rey el pago de un tributo. Será diez años más tarde cuando el cruel Sargón II (722-705 a. C.) destruirá completamente Samaría, la capital del efímero reino del norte de los hebreos, dejando tras de sí un reguero de asesinatos, violaciones y empalamientos.51 Y su sucesor, Senaquerib (705-681 a. C.), lo igualará en brutalidad: tras una sublevación, invadirá Babilonia, la saqueará, matará o deportará a sus habitantes y decretará que se borre a la ciudad de la faz de la tierra sumergiéndola bajo las aguas del Éufrates.

Assurbanipal (668-627 a. C.) es el soberano con el que culmina la Asiria sargónida. Su ejecutoria como monarca fue tan violenta como la de sus predecesores,52 pero Assurbanipal brilla entre todos ellos por su amor a las artes y las ciencias. Hizo construir en su palacio de Nínive una gran biblioteca –de la que se han conservado más de 20.000 tablillas– con textos sobre todos los saberes de su tiempo. Era un rey conocedor del sumerio, avezado en matemáticas, a quien complacían las conversaciones con los sabios de su imperio y que se encargaba personalmente del cuidado de la biblioteca, buscando y mandando hacer copias de textos antiguos o bien desaparecidos. Veneraba al dios Nabu, hijo de Marduk y escriba del universo, del cual escribió que “me regaló los preceptos de su sagacidad”. Una tablilla autógrafa da cuenta de su erudición:

Puedo reconocer presagios celestiales y terrestres (y) discutir (sobre ellos) en la asamblea de los eruditos. Puedo deliberar sobre (las series) “(Si) el hígado es un espejo del cielo” con expertos capaces en adivinación de aceite. Puedo resolver complicadas multiplicaciones y divisiones que no tienen una solución (obvia). He estudiado elaboradas composiciones en oscuro sumerio (y) acadio que resultan complicadas de llevar a cabo. He inspeccionado signos cuneiformes sobre piedras de antes de la inundación, que son crípticos, impenetrables (y) confusos.53

A la muerte de Assurbanipal, el imperio asirio se desmorona rápidamente. El caldeo Nabopolasar se apodera del trono de Babilonia declarando la independencia de su reino, y se alía con los medos54 para emprender una guerra contra el último soberano asirio. Toma en primer lugar la ciudad sagrada de los asirios, Assur, y en el 612 a. C. entra en Nínive y la saquea tras mantenerla asediada durante tres meses. La región de Harran, el último reducto asirio, caerá en el 605 a. C. y con ello el reino de Assur desaparecerá para siempre.

Nabopolasar (626-605 a. C.) consigue mantener a todos los territorios del antiguo imperio asirio bajo el dominio de una Babilonia que había experimentado numerosos saqueos y destrucciones a lo largo de un milenio, y su hijo Nabucodonosor II (604-562 a. C.) se consagra a devolverle su belleza y esplendor, engrandeciéndola aún más y convirtiendo a la ciudad de Marduk, centro del mundo para los babilonios, en la más extraordinaria metrópolis de Mesopotamia. En su Historia, Herodoto dice de la Babilonia de aquel tiempo:

Situada en una gran llanura, viene a formar un cuadro, cuyos lados tienen cada uno de frente ciento veinte estadios, de suerte que el ámbito de toda ella es de cuatrocientos ochenta. Sus obras de fortificación y ornato son las más perfectas de cuantas ciudades conocemos.55



Babilonia según Athanasius Kircher (en primer plano, los Jardines Colgantes,
que fueron considerados una de las siete maravillas del mundo antiguo).
Grabado de su obra Turris Babel (1679).

Nabucodonosor restaura los canales de regadío del reino para devolver a los campos su prosperidad y reconstruye cuidadosamente los santuarios de otras ciudades, como la babilonia Borsippa o la sumeria Larsa. Pero Nabucodonosor es también, como su padre, un gobernante implacable: reinando el rey Joaquim en Judá, éste proclama su independencia negándose a pagar el tributo imperial, y la respuesta de Nabucodonosor es asaltar Jerusalén, saquear su templo y deportar al rey judío, a su corte y a parte de la población. Diez años más tarde se producirá una nueva sublevación, en esta ocasión durante el reinado de Sedecías –quien había sustituido a Joaquim con el beneplácito babilonio–, y los ejércitos de Nabucodonosor volverán a asaltar Jerusalén tras asediarla durante dos años. En el año 587 a. C., los babilonios destruyen el Templo de Salomón así como gran parte de la ciudad sagrada de los judíos, y envían al rey y a casi toda la población al exilio.

Cuando muere Nabucodonosor empieza la descomposición del imperio que un sueño profético le había anticipado.56 Le sucede un hijo suyo, que es depuesto al cabo de dos años por un dignatario de Nabucodonosor, quien a su vez muere cuatro años después y al cual sustituye su hijo por un brevísimo periodo, muriendo éste luego asesinado. Finalmente accede al poder un noble de Harran, Nabónido (555-539 a. C.), que es apoyado por el clero de Marduk.

Es muy significativo que las deidades patronas de Nabónido, el último rey de Babilonia, sean los dioses lunares Sin y Ningal y no Marduk, como puede leerse en un sello cilíndrico que el soberano ordenó grabar:

Yo, Nabónido, el gran rey, el rey fuerte, el rey del universo, el rey de Babilonia… para quien Sin y Ningal decretaron en el vientre de su madre un destino regio como su suerte, el hijo de Nabu-balassu-iqbi, el príncipe sabio, el adorador de los grandes dioses.

Nabónido cuidó con esmero de los santuarios de todos los dioses venerados por sus antecesores y ancestros. En Sippar, por ejemplo, reconstruyó tan escrupulosamente el Ebabbar del dios Shamash que llegó a excavar profundas zanjas para encontrar el depósito de fundación de la época acadia y poder así reponer la estatua del dios en el lugar que le correspondía. De ello nos da cuenta el propio rey:

La inscripción en el nombre de Naram-Sin, hijo de Sargón, hallé y no alteré. (La) ungí con aceite, realicé ofrendas, (la) coloqué junto con mi propia inscripción y la devolví a su lugar (original).57



“Cilindro de Nabónido” con un texto conmemorativo de la reconstrucción del santuario del dios Sin en Harran y de los templos de la diosa Anunitu y del dios Shamash en Sippar. British Museum, Londres.

La devoción de Nabónido hacia Sin y Ningal y sus largas estancias en Arabia inducen a los sacerdotes de Marduk a conspirar con el rey persa Ciro II, el cual les había prometido restaurar los cultos públicos a este dios si lograba alcanzar el trono de Babilonia.58 El rápido deterioro de las condiciones de vida por las hambrunas sobrevenidas condujo a desórdenes y revueltas en muchos lugares del reino, pero Nabónido siguió sin regresar. Cuando lo hizo, su poder ya había sido socavado y nada pudo hacer para evitar que Ciro entrase triunfalmente en Babilonia sin apenas encontrar resistencia. Era el año 539 a. C. y Mesopotamia se convertía en una provincia del imperio persa tras 4.000 años de historia.

III
Diluvios

Las tablillas de la biblioteca de Assurbanipal en Nínive y las de los yacimientos arqueológicos de Babilonia y Borsippa así como los de Shuruppak, Uruk, Nippur o Ur, por citar sólo algunos de los que han sido excavados, son fuentes inestimables para adentrarnos en la memoria de aquella tradición que brotó en el alba de Sumer. Una tradición proveniente del gran tronco de la Tradición Unánime, que se enriqueció con el aporte de la tradición caldea y que no se extinguió cuando Mesopotamia fue absorbida por el imperio persa sino que confluyó con la tradición indoirania y se vertió junto a ella, a través del helenismo, en el crisol de la Alejandría ptolemaica, al igual que la antigua tradición sacerdotal egipcia, la tradición hebrea (y posteriormente el judeocristianismo), los poemas e himnos de Orfeo, Hesíodo y Homero, el pitagorismo y el platonismo. De su síntesis nacería la Tradición Hermética.

La historia de los sumerios, los acadios, los asirios, los babilonios, los caldeos, los semitas, los hititas, los hurritas, los kasitas y los demás pueblos que aparecen y desaparecen en la tierra comprendida entre el Éufrates y el Tigris es sólo el reflejo de una metahistoria muchísimo más amplia que transcurre en el tiempo cíclico, con hechos que se han proyectado como sucesos materiales en el devenir lineal de las generaciones y que hemos conocido a través de sus historiografías, y con muchos otros cuya realidad perenne e intangible está reflejada en leyendas y mitos que igualmente han dejado por escrito. Es el caso de los diluvios que irrumpen en momentos significativos de los ciclos operando purificaciones.59

Según la Lista Real de Beroso, de la que hablábamos en el primer capítulo del trabajo, Xisuthros o Ziusudra es el rey protagonista del diluvio que sucede al comienzo de su reinado de 64.800 años, periodo que corresponde a nuestro Manvántara. La versión más antigua del mito, sumeria, nos ha llegado –aunque sólo fragmentariamente– a través de una tablilla encontrada en Nippur. Al parecer, algunos dioses deseaban deshacerse de los hombres por resultarles molestos pero Enki, su creador, y Nintu, la diosa madre sumeria, se oponen a ello. Enki se compromete ante ellos a lograr la pacificación de la humanidad:

Haré que coloquen de nuevo los ladrillos de nuestros templos en los santos lugares. Haré que los lugares de nuestras decisiones los restablezcan en los correspondientes ámbitos sagrados. Les prepararé el agua santa que apaga el fuego y restableceré entre ellos las divinas reglas y los sublimes decretos. ¡La tierra será regada de nuevo y la prosperidad quedará reinstaurada!60

Resuelto Enki a que regrese la paz a la Tierra, hace descender del cielo el cetro, la tiara y el trono de la realeza y establece “las divinas reglas y los sublimes destinos”. También manda construir las ciudades, cada una en un emplazamiento sagrado y con una deidad encargada de tutelarla: él mismo en Eridu, Dumuzi e Inanna en Badtibira, el dios de los árboles Pabilsag en Larak, el dios solar Utu en Sippar y la diosa del grano Sud en Shuruppak. Luego excava la tierra y trae el agua a las ciudades, instituyendo como un oficio sagrado de los hombres el cuidado de los canales y los diques del regadío.



El dios Enki (centro) y su consejero bifronte Isimud (derecha). Detalle del sello de Adda. British Museum, Londres.

Pero los seres humanos se reproducían velozmente y gritaban mucho, tanto que impedían el sueño de los dioses más altos. Por tal razón, An y Enlil toman la decisión irrevocable de enviar un diluvio devastador a la Tierra, sin que esta vez sirva de nada la oposición de Enki y Nintu.

Nintu, pues, lloraba como un niño recién nacido. La santa diosa, día tras día, año tras año, no dejaba de lamentarse por sus gentes. Enki, por su lado, ante aquella grave situación, se puso a reflexionar, a tomar consejo de sí mismo. Buscaría una solución. Por su parte, los dioses An y Enlil exigieron sometimiento al resto de los dioses del universo, [y] exigieron obediencia a Enki. Todos juraron fidelidad a An y a Enlil.

Por aquel tiempo, Ziusudra reinaba en Shuruppak. Era un hombre humilde y devoto de los dioses, a quienes había dedicado un bello santuario. Practicaba ritos de adoración divina invocando al Cielo y a la Tierra y pidiendo su protección. Un día que Ziusudra se hallaba en el templo, Enki se acercó y se puso junto a la pared. Al dios se le había prohibido hablar a los seres humanos, pero no a un muro. De repente Ziusudra oyó, asustado, que surgía un murmullo de la pared. Se acercó a ella y, poniéndose en el lado izquierdo del muro, pudo distinguir perfectamente la voz de Enki:

Junto al muro, yo te diré una palabra, (escucha) mi palabra,
presta oído a mis instrucciones:
Un diluvio va a inundar todas las moradas, todos los centros de culto,
para destruir la simiente de la Humanidad [...].
(Tal) es la decisión, el decreto de la Asamblea (de los dioses).
(Tal) es la palabra de An, Enlil (y Ninhursag).
[...] la destrucción de la realeza.
Ahora [...]61

Enki explica a Ziusudra cómo puede escapar del diluvio que se avecina y le ordena que construya una gran barca. Y llega el día temido:

Todas las tempestades y los vientos se desencadenaron;
(en un mismo instante) el diluvio invadió los centros de culto.
Después que el diluvio hubo barrido la tierra durante siete días y siete noches,
y la enorme barca hubo sido bamboleada sobre las vastas aguas por las tempestades
Utu salió, iluminando el cielo y la tierra.
Ziusudra abrió entonces una ventana de su enorme barca,
y Utu hizo penetrar sus rayos dentro de la gigantesca barca.
El rey Ziusudra
se prosternó (entonces) ante Utu;
el rey le inmoló gran número de bueyes y carneros.62

An y Enlil se contrariaron porque algunos seres humanos habían sobrevivido al diluvio gracias al astuto proceder de Enki; pero nada pudieron reprocharle:

No rompí mi juramento. Tan sólo murmuré mis pensamientos ante la pared de un santuario. Ignoro si habría alguien escuchando.

Los grandes dioses vieron luego que Ziusudra, el protegido de Enki, era un rey piadoso y lo apreciaron. Enki volvió a emitir sobre la Tierra sus soplos benefactores, y las plantas y los animales volvieron a aparecer sobre su faz. Entonces:

El rey Ziusudra
se prosternó ante An (y) Enlil.
An (y) Enlil cuidaron de Ziusudra,
le dieron vida como (la de) un dios,
hicieron descender para él un eterno soplo como (el de) un dios.
Entonces al rey Ziusudra,
que salvó de la destrucción la simiente de la humanidad en aquel tiempo,
allende los mares, en el Oriente, en Dilmun, (le) hicieron vivir.63

El mito del diluvio universal también figura en dos grandes poemas escritos en acadio y compuestos con posterioridad, el de Atrahasis o del Muy Sabio y la epopeya de Gilgamesh. En el primero es el sabio y devoto Atrahasis, al cual se le revela la inminencia del diluvio por medio de un sueño, el personaje análogo a Ziusudra mientras que en el segundo se trata de Utnapishtim, apodado “el Lejano”, quien consigue salvarse del diluvio junto a su familia y al que acude Gilgamesh para saber cómo lograr el don de la inmortalidad que a aquél le ha sido concedido.64



Tablilla con un fragmento del poema de Atrahasis. British Museum, Londres.

Pensamos que el diluvio de Atrahasis se refiere, como el de Ziusudra, a un hecho que acontece en los albores de la humanidad. Ziusudra es el último rey antes del diluvio y los grandes dioses lo desencadenan cuando los hombres, que ya han comenzado a multiplicarse, hacen demasiada bulla para el gusto divino; y el poema de Atrahasis dice que el diluvio ocurre tras una plaga –seguida por una gran sequía– que es enviada por los dioses unos dos mil cuatrocientos años después de que Enki y Mammi, comadrona de los dioses, creen a los hombres.

En cuanto al diluvio del poema de Gilgamesh, que es de los tres el que guarda más parecido con la narración del Génesis bíblico (Gn 6-8),65 Utnapishtim es presentado como hijo de Ubar-Tutu, quien como Ziusudra es rey de Shuruppak y último soberano de una lista real –en este caso, la Lista de la dinastía de Isín–,66 aunque su reinado es de sólo 18.600 años. Este dato y que Utnapishtim pertenezca a la generación siguiente a Ubar-Tutu nos sugiere que el diluvio del mito de Gilgamesh pudo producirse durante el Dwapara Yuga, la tercera edad de nuestro Manvántara.

Acerca de esta cuestión, René Guénon señala en el artículo ya mencionado Lugar de la tradición atlante en el Manvántara,67 donde expone diversos datos simbólicos que apuntan a una vinculación estrecha entre la tradición hebrea y la tradición atlante, que “parece también que el diluvio bíblico corresponde directamente al cataclismo en el que desapareció la Atlántida” durante la Edad de Bronce. Como ya hemos visto, el fin de la Atlántida se produjo 7.200 años antes del año 720 del Kali Yuga, es decir en el 10930 a. C. según nuestra cronología y justamente a mitad del Dwapara Yuga.68 Por ello el autor dice que no cabe identificar al diluvio atlante “con el diluvio de Satyavrata que, según la tradición hindú, precedió inmediatamente el comienzo de nuestro Manvántara” (y que como él mismo observa en otro artículo, es análogo al diluvio de Ziusudra).

Guénon cita a pie de página en ese mismo trabajo que “los diluvios de Deucalión y Ogiges, entre los griegos, parecen referirse a periodos todavía más restringidos y a cataclismos parciales posteriores al de la Atlántida”. Es muy interesante lo que Manrique Miguel Mom escribe sobre estos dos diluvios en el estudio Ciclos cósmicos de la humanidad, publicado en el número 15-16 de SYMBOLOS:69

El diluvio bíblico se relaciona exclusivamente con el cataclismo tectónico y oceánico en el cual desapareció Atlántida, aproximadamente hacia los finales de la glaciación “Würm” (10.960 a 8.000 a. C.), “diluvium” que la tradición hebrea trasladó al Asia Menor. Otro tanto podría argumentarse por analogía con respecto a algunas otras tradiciones diluviales que se reencuentran en gran cantidad de tradiciones, y que concierne todavía a ciclos más particulares.

En el mito griego, al parecer importado desde el Cercano Oriente, el diluvio de Deucalión fue datado en el año 1.529 a. C. En rigor, este diluvio debe ser atribuido a la erupción y explosión del volcán de la isla de Tera, actual Santorín, en el Mar Egeo, que recientes descubrimientos científicos ubican en el período que media entre los años 1.500 y 1.470 a. C.: este suceso, en cierta forma reciente, superó a la antigua y supuesta inundación mesopotámica en forma tan completa que, a la larga, ésta quedó olvidada y sólo conservó su nombre: “el Diluvio”.70

Deucalión, rey de Tesalia –relata el mito griego– prevenido por su padre Prometeo, el Titán, al que había visitado en el Cáucaso, construyó un arca, la abasteció, y entró en ella con su esposa Pirra. Heleno, hijo de Deucalión, es el supuesto antepasado de todos los griegos; Deucalión significa “marinero de vino nuevo”, lo que establecería una cierta relación con el mito de Noé, supuestamente el inventor del vino, que lo habría obtenido de una cepa sustraída del Edén.

Heleno, hijo de Deucalión, era hermano de Ariadna de Creta, la que se casó con Dionisio (Baco), el dios del vino. Dionisio, durante el diluvio, viajó en una nave en forma de luna nueva, llena de animales. Mircea Eliade sostiene que “así como las fases lunares gobiernan las ceremonias de iniciación, del mismo modo la Luna se encuentra en estrecha conexión con las inundaciones y el diluvio que aniquilan a la vieja humanidad y preparan la aparición de una humanidad nueva”.

En cuanto a lo que atañe a los diluvios de Ogigia u Ogigés, que habrían sido dos, uno de ellos tal vez pueda identificarse con el de Deucalión; el otro, mencionado por el historiador Jenofonte (430 a 355 a. C.), pudo producirse en el Ática, o bien posiblemente podría referirse al que cita el historiador Timeo (Siglo IV, autor de una “Historia” compuesta por 38 libros).

El diluvio de Deucalión fue desencadenado por Zeus y duró nueve días y nueve noches. A su término, Deucalión y Pirra volvieron a tierra firme y resolvieron consultar al oráculo de Delfos –a la sazón regentado por la diosa Temis– sobre cómo repoblar la Tierra. El oráculo les respondió que debían arrojar los huesos de su madre por encima de su hombro. Deucalión y Pirra, comprendiendo que su madre era Gea, y los huesos, las rocas, se pusieron a lanzar piedras a sus espaldas. Y éstas se iban convirtiendo en seres humanos, las lanzadas por Deucalión en hombres y las de Pirra en mujeres.



Deucalión y Pirra. Óleo de Giovanni Maria Botala (ca. 1635).
Museo Nacional de Bellas Artes, Río de Janeiro.

De Ogiges se dice que fue el primer rey de Tebas, capital de la Beocia griega. El mito cuenta que era hijo de Poseidón71 y que fue padre de Cadmo, Eleusinus –el fundador de Eleusis–, Aulis, Alalcomenia y Telvinia. El diluvio habría causado la inundación del lago Copaide (hoy en día desecado) y por su causa perecieron muchos hombres y mujeres de Beocia y de todo el Ática; pero el rey y algunos de sus compañeros lograron salvarse a bordo de un navío. Sexto Julio Africano escribió en sus Cronografías que después de Ogiges, debido a la gran destrucción causada por la inundación, el Ática estuvo sin gobernante durante 189 años.72

IV
Mesopotamia terminal

Tras la ocupación de Babilonia por Ciro II, la historia de Mesopotamia ha continuado progrediendo a una velocidad creciente, en una caída cada vez más acelerada que afecta a todos los rincones del mundo sin excepción. Es la proyección en el devenir sucesivo del acortamiento del tiempo cíclico: la “edad de plata” del Kali Yuga concluye –según nuestro cómputo– en el año 86 d. C., pocos años después de la destrucción del último Templo de Jerusalén por el imperio romano73 y de la desaparición del imperio seléucida de Mesopotamia y Persia. Y a ésta le sucede una “edad de bronce” que finaliza en el año 1382 d. C. (con el advenimiento de nuestra oscurísima “edad de hierro de la Edad de Hierro”), pocas décadas después de la desaparición de la Orden del Temple74 y en plena guerra de los Cien Años en Europa.75 Esta fecha coincide aproximadamente con la de la invasión de Mesopotamia por las tribus chiitas turcomanas de los Kara Koyunlu, llamados los “turcos de ovejas negras”, que emigran desde la región del actual Afganistán empujados por los mongoles.

En cuanto a la cronología de las eras zodiacales, la era de Aries acaba en el año 130 a. C. dando paso a la de Piscis –en la que aún nos encontramos actualmente–, periodo éste que se ha relacionado con el ciclo de la tradición cristiana. Es precisamente alrededor de esa fecha cuando se funda el cenobio de Qumram a orillas del Mar Muerto, un importante centro comunitario de los judíos esenios en cuya biblioteca se han descubierto apócrifos del Antiguo Testamento tales como el Libro de Enoch, el Libro de los Jubileos y los Testamentos de los Patriarcas, entre otros manuscritos. Se ha escrito mucho acerca de las relaciones que pudo tener Jesús de Nazaret con los esenios al hilo de muchos rasgos de su vida y de su magisterio: su bautismo, la cena con sus discípulos, el prólogo del evangelio de San Juan con sus referencias al Verbo, la Luz y las tinieblas, la esperanza de una regeneración al final de los tiempos, la idea de un Mesías que el propio Jesús encarna, etc.76

*
*    *

En tan sólo los últimos cuarenta años, Mesopotamia ha sido testigo de una desgarradora guerra entre Irak e Irán (1980-1988), la Guerra del Golfo (1990-1991) con su segunda parte, la Guerra de Irak (2003-2011), y la violencia del terrorismo yihadista de Estado Islámico (EI) a partir de 2014, el cual ha derivado en una conflagración de alcance regional que aún continúa en Siria, amén de una cadena sin fin de atentados terroristas que ha afectado a todos los países de Occidente. Es muy significativo que una de las prioridades de EI fuese precisamente arrasar los restos arqueológicos de las antiguas culturas mesopotámicas (o bien robarlos para venderlos a contrabandistas de antigüedades), preciadas reliquias que habían conseguido sobrevivir por milenios a todo tipo de adversidades. La dinamita y las excavadoras de EI acabaron expeditivamente con lo que quedaba del palacio imperial de Assur-Narsipal II en Nimrud y con grandes extensiones de la Pared de Nínive del barrio al-Tahrir de Bagdad, con una puerta asiria monumental en Raqqa y con numerosas esculturas y objetos de arte del museo arqueológico de Mosul, entre otras muchas atrocidades.

La tierra que el dios Enki había excavado para llevar el agua a las ciudades y que deseaba que proporcionase frutos a los hombres para su bienestar y prosperidad es hoy un erial yermo, seco y polvoriento. Hace ya mucho tiempo que el cuidado de los canales y de los diques de regadío no es un oficio sagrado para nadie, y todo está ya a punto para que los siete ángeles de las plagas del Apocalipsis vayan vertiendo sus copas una tras otra sobre la tierra que cada cual habitamos. Curiosamente, el sexto ángel derrama su copa “sobre el gran río Éufrates; y sus aguas se secaron para preparar el camino a los reyes del Oriente”77: tres magos que simbolizan a las tres funciones del Rey del Mundo (profeta, sacerdote y rey, o Brahatma, Mahatma y Mahanga en la tradición hindú),78 el Manú o legislador primordial “que es el Rey del Agartha, una forma de la utopía supraceleste”79. En ella quedará absorbido nuestro ciclo.



Vista aérea de Uruk en la actualidad. Fotografía de autor desconocido.


NOTAS.
1 Artículo de 1937 incluido en la compilación Formes traditionnelles et cycles cosmiques. Ed. Gallimard, París 1970. La cita es de la traducción castellana publicada en el número 15-16 de la revista SYMBOLOS y en la web Ante el Fin de los Tiempos de su anillo telemático.
https://www.ciclologia.com/guenondoctrinaciclos.htm
2 Los cuatro yugas o edades de un Manvántara o ciclo de existencia de una humanidad.
3 René Guénon, op. cit. El subrayado es nuestro.
4 Empleamos en este trabajo la denominación “tradición mesopotámica” para referirnos al conjunto de mitos, símbolos y ritos que constituían el corazón de las antiguas culturas sumeria, acadia y babilonia, claramente análogos entre sí. Aunque se le suele llamar “tradición caldea” en sentido amplio, hemos reservado la denominación “caldeo” para las tribus llegadas a la costa del delta del Éufrates y el Tigris y que pueblan el país de Sumer a partir del siglo XII a. C., análogamente a lo que tres milenios antes habían hecho los sumerios (aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo y de dónde llegaron unos y otros, o si quizás habían estado siempre allí). Su tradición, tan rica en saberes revelados de magia, matemáticas y astrología (ver más adelante el Mito de los Siete Sabios), confluyó con la de los pueblos de la tierra entre ríos y pasó a formar parte indisoluble de una tradición común. Acerca de los caldeos y de su relación con los celtas, ver el artículo de Pablo Río Algunas claves en la transmisión del Conocimiento durante el Kali Yuga: aportaciones de los pueblos caldeo y celta en este mismo número de SYMBOLOS.
5 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Xisuthros”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. https://www.diccionariodesimbolos.com/xisuthros.htm
6 Se conocen otras listas reales, como por ejemplo la Lista de la dinastía de Isín compuesta hacia el siglo XIX a. C. Esta relación está integrada por ocho reyes y acaba con Ubar-Tutu, rey de Shuruppak como Xisuthros aunque su reinado es más breve. Ver Patrice Guinard, Las Listas de los Reyes Antediluvianos: Un documento codificado. Revista Beroso, nº 4. Barcelona, 2001. En internet:
http://cura.free.fr/esp/11reyes.html
7 Fragmento de un ritual teúrgico citado por Jean Bottero y Samuel Noah Kramer, Cuando los dioses hacían de hombres. Mitología mesopotámica. Ed. Akal, Madrid, 2004.
8 Ver el trabajo de Mireia Valls Los dioses de Sumer en este número de SYMBOLOS.
9 Federico Lara Peinado, Mitos de la antigua Mesopotamia: Héroes, dioses y seres fantásticos. Ed. Dilema, Madrid, 2017. La relación de reyes consignados en este texto guarda parecido con la Lista de la dinastía de Isín, aunque difiere de ella en su segunda mitad.
10 A diferencia de los apkallu, los ummanu, sabios consejeros postdiluvianos, eran mortales.
11 Ver nota 4.
12 Creemos que Beroso se está refiriendo al Golfo Pérsico.
13 Cita de Bottero y Kramer, op. cit.
14 Aunque ya hace mucho que no acreditamos en la ciencia moderna como fuente de conocimiento auténtico, nos sigue llamando la atención la gran diferencia que existe entre la cronología tradicional del Kalpa y la edad de varios miles de millones de años que los astrónomos estiman que tiene nuestra Tierra. A este particular, es muy interesante lo que dice Gaston Georgel en su libro Les Quatre Âges de l’Humanité en torno a la discrepancia de las dataciones de los científicos modernos, que “suponen la existencia de un tiempo rectilíneo, mientras que por contra los Antiguos siempre habían considerado que el tiempo se desarrolla cíclicamente, o dicho de otro modo, como un círculo”. Escribe (e ilustra con la siguiente figura geométrica) lo siguiente:


La conclusión de todo esto, es que debe existir una cierta correspondencia, quizás matemática (porque nuestro mundo está sometido a las condiciones “del tiempo, el espacio, el número, la forma y la vida”), entre el tiempo cíclico tradicional y el tiempo rectilíneo moderno (…).
Dicho esto, veamos ahora cómo podríamos descubrir esta correspondencia, resolver este problema. Y bien, la forma como se plantea nos sugiere como proceder: gráficamente. Conviene, en efecto situar el tiempo rectilíneo sobre una recta indefinida que la fecha escogida como origen de las cronologías (por ejemplo, el inicio de la era cristiana) dividirá en dos semirrectas, una correspondiente a las fechas antes de Jesucristo y la otra a las fechas después de Jesucristo. En cuanto al tiempo cíclico, para el cual adoptaremos evidentemente el mismo punto de partida, se inscribirá sobre un semicírculo tangente a la recta de los tiempos rectilíneos, siendo el punto de tangencia coincidente con el punto de partida de la cronología rectilínea (…).
Como se constata en la figura precedente, lo que diferencia el tiempo cíclico del tiempo rectilíneo es, esencialmente, una cuestión de punto de vista. Para evaluar el tiempo cíclico, el observador de inspiración tradicional se situará en el “Centro de los Tiempos”, desde el cual verá a todos los acontecimientos, incluso los más lejanos, proyectarse sobre un mismo arco de círculo, exactamente como un astrónomo observa a los astros: a todos, incluso a los más lejanos, los ve proyectados sobre la “esfera celeste” (…).
Si el punto de vista del historiador tradicional es “central”, por contra el del sabio moderno es exterior, o periférico; de ello se sigue que el tiempo le parecerá que se extiende en línea recta –como un muro, de ahí la imagen del “muro de los siglos” empleada por Víctor Hugo– y esa línea recta no es otra que la tangente a la “rueda cósmica”. Tangente que se extiende indefinidamente a partir del punto de tangencia, de manera que no tiene, ni puede tener, comienzo (…). En verdad, ¿cómo podría la ciencia moderna en tanto que tal remontar hasta el Principio, hasta el origen de todas las cosas, es decir hasta el Verbo, ya que hace profesión de ignorarlo?
No es lo mismo para el historiador tradicional, que al no perder jamás de vista el Principio, podrá situar sabiamente el comienzo del ciclo sobre el círculo figurativo del tiempo cíclico, y se apercibirá así de que el ciclo de un mundo tiene una duración bien determinada y, en suma, muy limitada. En realidad, lo que es ilimitado no es la duración del mundo, sino el curso indefinidamente repetido de la “cadena de los mundos”, pero esto pertenece a un orden de realidad completamente inaccesible para los sabios modernos.
Georgel también apunta que, para épocas muy próximas al punto considerado como origen o referencia inicial común del tiempo circular y el tiempo rectilíneo, las duraciones son muy parecidas. Efectivamente, puede verse en la figura anterior que la longitud de la proyección sobre la recta vertical de un arco de tiempo cíclico de 35.180 años difiere muy poco de la longitud de éste –y aún diferiría menos si la duración considerada fuese la del Kali Yuga, 6.480 años–. Ver Gaston Georgel, Les Quatre Âges de l’Humanité. Ed. Archè, Milán, 1976.
15 La magnitud 432.000 que se obtiene como suma total de los años de los reinados incluidos en la Lista Real mesopotámica aparece también como un número cíclico significativo en las cronologías de las dinastías chinas arcaicas y en la Edda islandesa. Ver Joscelyn Godwin, Atlantis and the Cycles of Time: Prophecies, Traditions and Occult Revelations. Inner Traditions, Rochester (VT), 2010. La diferencia con respecto a 453.600, número de años de la duración conjunta de los siete primeros Manvántaras del Kalpa (o sea de su mitad) es 21.600, valor igual a un tercio de 64.800 y también a 360 x 60.
16 Lo cual no significa que Sumer haya sido la civilización urbana más antigua del Cercano Oriente. Los arqueólogos han dado con restos de ciudades aún más arcaicas, como por ejemplo Jericó en Palestina, cuyos fundamentos como ciudad amurallada datan de antes del 8.000 a. C.
17 “Se preferirán las tinieblas a la luz, y se preferirá la muerte a la vida; nadie levantará al cielo su mirada; sino que el hombre piadoso será tenido por loco, el impío honrado como sabio, el cobarde tomado por valiente y al hombre de bien se le castigará como a un malhechor. En cuanto al alma y a las cosas del alma así como a las de la inmortalidad y al resto de lo que os he dicho, oh Tat, Asclepio y Ammón, no solamente se pensará que (se trata de) cosas ridículas, sino que incluso serán objeto de mofa. Es más, creedme sobre este punto, las (personas espirituales) de esta clase correrán el mayor peligro en cuanto a su vida; y una nueva ley será establecida. […] (y se) ir(án), (las divini)dades bien(hechoras), y los ángeles malvados permanecerán con los hombres, siguiendo con ellos para arrastrarlos al mal con total impudicia y a la impiedad, así como a las guerras y al bandidaje, enseñándoles todo lo que es contra natura. En esos días, la tierra ya no tendrá sus cimientos, y no se navegará más por el mar, ni se conocerán las estrellas que (están) en el cielo. Toda voz santa (que exprese) la palabra de Dios deberá callar, y el aire enfermará. Es ésa la vejez del mundo: la impiedad y la deshonra, y el caso omiso a (toda) palabra de bien”. (Hermes Trismegisto, Asclepio. Manuscrito copto de Nag Hammadi, VI. Texto publicado en el número 21-22 de la revista SYMBOLOS).
18 Federico González y cols., Introducción a la Ciencia Sagrada, acápite “Las cuatro edades”. Revista SYMBOLOS, 25-26. Barcelona, 2003.
19 Al Kali Yuga le sucederá la Edad de Oro de una nueva humanidad. Pero este tránsito no será “sin solución de continuidad”, sino que ambas edades estarán separadas por un “pasaje por lo no manifestado” que “en realidad es intemporal, o mejor, para no restringirnos a las consideraciones de las condiciones especiales de nuestro mundo, fuera de toda duración”. Se trata del “intervalo (sandhya) que, según la tradición hindú, existe siempre entre dos ciclos o dos estados de manifestación” (ver René Guénon, Iniciación y realización espiritual. CS Ediciones, Buenos Aires, 2004).
20 Se puede considerar que la denominada cultura de Eridu (anteriormente conocida como El Obeid I y II), que los arqueólogos datan en torno al 4500 a. C., es la expresión más antigua de la civilización sumeria, si bien la escritura cuneiforme no aparece hasta la época de Uruk.
21 Artículo escrito por Guénon en 1931 que forma parte de la antología Formes traditionnelles et cycles cosmiques. Ed. Gallimard, París 1970. La cita es de la traducción castellana publicada en el número 17-18 de la revista SYMBOLOS y en la web Ante el Fin de los Tiempos de su anillo telemático https://www.ciclologia.com/guenontradicionatlante.htm El subrayado es nuestro.
22 Ver por ejemplo Carlos G. Wagner, Historia del Cercano Oriente. Ed. Universidad de Salamanca, Salamanca, 1999. En lo que sigue utilizaremos muy a menudo esta interesante y muy documentada obra como referencia –especialmente para las dataciones–, aunque no la citaremos recurrentemente para evitar un abuso de notas.
23 En esas zonas también pastoreaban las tribus nómadas semitas, que poseían una lengua propia (el acadio) y que estaban presentes en todo el Creciente Fértil desde muy antiguo.
24 Considerando una división del Kali Yuga en cuatro edades cuyas duraciones son proporcionales a las de los cuatro yugas del Manvántara (y por tanto regidas por las proporciones 4 : 3 : 2 : 1), la “edad de oro” del Kali Yuga iría del 4450 a. C. al 1858 a. C. Ver Gaston Georgel, Chronologie des Derniers Temps. Ed Archè, Milán, 1986.
25 Las eras zodiacales son periodos durante los que el punto vernal permanece en un mismo signo del Zodíaco. Siendo la longitud del recorrido del Sol sobre el plano de la eclíptica durante una era zodiacal de 30º, la duración de cada una de ellas es de 2.160 años (magnitud que equivale a una duodécima parte del periodo de precesión de los equinoccios).
26 Curiosamente el dios An, padre de todos los dioses de Sumer, es llamado “el toro del que sale todo germen”. Ver el trabajo de Patricia Serdá Himnos: así cantaban los sumerios a sus dioses en este número de SYMBOLOS.
27 No se debe confundir a este rey con Sargón II, el violento soberano de Assur que quince siglos más tarde adoptaría su mismo nombre. Según la leyenda, Sargón (el primero) fue abandonado nada más nacer en una cesta sobre las aguas del Éufrates y fue recogido por un aguador que lo adoptó como hijo. De joven trabajó de jardinero y la diosa Inanna/Ishtar lo favoreció otorgándole un futuro lleno de prosperidad (ver Carlos G. Wagner, op. cit.). Nótese el parecido entre esta narración y la descripción del nacimiento de Moisés en el Éxodo bíblico.
28 Ver el trabajo de Beatriz Ramada Gilgamesh en este número de SYMBOLOS.
29 Dios del Sol y la justicia.
30 Cita de Federico Lara Peinado, op.cit.
31 Ver Amanda H. Podany, El antiguo Oriente Próximo: una breve introducción. Alianza Editorial, Madrid, 2016.
32 Los geólogos han observado en los registros sedimentarios de antiguos lagos del sur de Arabia que se produjo un periodo de intensa deposición de arenas finas transportadas por el viento en torno al año 2200 a. C. y por espacio de varios siglos, de lo cual infieren que fue un periodo muy seco a escala regional. Ver p. ej. Adrian G. Parker et al., A record of Holocene climate change from lake geochemical analyses in southeastern Arabia. Quaternary Research, 66, págs. 465-476, 2006. Ésta habría sido una época de grandes migraciones de tribus asentadas en la Baja Mesopotamia hacia el curso alto del Éufrates en busca de agua y pastos, como la que emprenden Téraj, su hijo Abraham, su nuera Sara y su nieto Lot desde Ur hasta Harran (Gn 11, 31. Ver también el trabajo de Roberto Castro Abraham y la Tierra Prometida en este mismo número de SYMBOLOS).
33 Ver el artículo de Ana Contreras Babilonia, ciudad pura en este número de SYMBOLOS.
34 Se trata de una gran migración que cruzó las llanuras de la Europa central y atravesó el Cáucaso, penetrando en Grecia y en Asia Menor y dando lugar respectivamente a las culturas micénica e hitita respectivamente. Se piensa que eran tribus que originariamente se dedicaban al pastoreo y a la cría del caballo, y que practicaban una agricultura de pequeña escala. Estaban organizados en familias, clanes y tribus, y sus jefes pertenecían a una aristocracia guerrera. Ver Carlos G. Wagner, ibíd.
35 Afluente del río Tigris. Los kasitas hablaban una lengua que no era semítica ni indoeuropea, ni tampoco estaba emparentada con el sumerio.
36 Esta correspondencia, conocida como las “cartas de Tell-el-Amarna” (fue en esta ciudad egipcia donde se encontraron) estaban escritas sobre tabillas de arcilla en lengua acadia con caracteres cuneiformes, curiosamente tanto las del rey de Mittani al faraón como las respuestas de éste.
37 Los hurritas eran un pueblo de lengua caucásica y se cree que su presencia en la Alta Mesopotamia data de muy antiguo, al menos del tercer milenio. Con el tiempo adoptaron la escritura cuneiforme y la lengua acadia, pero conservaron su idioma propio para los ritos sagrados. Ver Carlos G. Wagner, ibíd.
38 Shaushka es el nombre hurrita de Inanna/Ishtar, diosa principal de Mittani, y Shimige es el dios del Sol. Las citas son del libro de Amanda H. Podany, op. cit.
39 Ibíd.
40 El rey hitita Suppiluliuma, abuelo de Hattusili III, había transgredido un tratado de paz con Egipto invadiendo tierras de Palestina pertenecientes al faraón. Los prisioneros de guerra llegaron enfermos a Hatti y se desencadenó una peste. Mursili II, padre de Hattusili, encontró en los archivos reales una tablilla que hacía mención al acuerdo con el faraón –ya olvidado por aquél entonces–, y decidió consultar al oráculo si la epidemia, que incluso había costado la vida a Suppiluliuma, había sido provocada por el dios de la tormenta de Hatti. La respuesta del oráculo confirmó su sospecha; el rey imploró la misericordia divina y la peste cesó al cabo de unos años. Todo ello fue lo que movió a Hattusili III a restablecer el tratado de paz con Egipto durante su reinado, según él mismo escribió al faraón.
41 Los gasgas, o kaskas, eran un pueblo asentado desde muy antiguo en la zona nororiental lindante con el Mar Negro. Hablaban una lengua no indoeuropea y sus tribus vivían de la ganadería y del cultivo del campo.
42 Es en esa época cuando las tribus de Israel se establecen en el país de Canaan.
43 Ver nota 4.
44 Ver Les Quatre Âges de l’Humanité, op. cit.
45 Para Hesíodo, la cuarta y última edad de la humanidad se subdivide en los dos períodos mencionados. Es muy interesante que esta partición también esté presente en la composición de la gran estatua del sueño de Nabucodonosor II narrado en el capítulo segundo del libro del profeta Daniel, cuyo simbolismo alude igualmente a las cuatro edades de la humanidad: “La cabeza de esta estatua era de oro puro; su pecho y sus brazos de plata; su vientre y sus lomos de bronce; sus piernas de hierro y sus pies parte de hierro y parte de arcilla” (Dn 2, 32-33). Así como el “quinto linaje” conduce al fin del ciclo, los pies mixtos del coloso de metal acarrean su ruina: “Tú estabas mirando, cuando de pronto una piedra se desprendió, sin intervención de mano alguna, vino a dar a la estatua en sus pies de hierro y arcilla, y los pulverizó. Entonces quedó pulverizado todo a la vez: hierro, arcilla, bronce, plata y oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y el viento se lo llevó sin dejar rastro. Y la piedra que había golpeado la estatua se convirtió en un gran monte que llenó toda la tierra” (Dn 2, 34-35). El monte que surge tras la destrucción de la estatua es una imagen análoga a la Jerusalén celeste venida del cielo del Apocalipsis, “un reino que jamás será destruido” (Dn 2, 44).
46 Hesíodo, Poemas Hesiódicos. Edición de Mª Antonia Corbera. Ed. Akal, Madrid, 1990.
47 Como hemos visto, el código de Hammurabi legislará más adelante la segregación entre la realeza y el sacerdocio, aunque la consideración del rey asirio como sacerdote perdurará aún varios siglos.
48 Como dios de la vida, el símbolo del dios Assur era originalmente un árbol. Conforme el reino de Assur se fue convirtiendo en un imperio y su faceta de dios de la vida fue quedando postergada en detrimento de la guerrera, esa imagen se fue sustituyendo progresivamente por la de un disco solar alado.
49 Su sucesor Adad-Ninari I (1305-1274 a. C.) llegaría a autoproclamarse “Rey del Universo”.
50 Algo que sin embargo éstos rechazan de plano, como puede verse por ejemplo en esta carta del rey hitita al rey asirio (ver Amanda H. Podany, ibíd.):
Así que te has convertido en un “Gran Rey”, ¿no es así? Pero ¿por qué continúas hablando acerca de “hermandad”…? ¿Por qué razón debería llamarte “mi hermano”? … ¿Acaso tú y yo hemos nacido de la misma madre? Puesto que mi abuelo y mi padre no llamaban al rey de Asiria “hermano”, no deberías seguir escribiéndome acerca de … “Gran Realeza”. Me desagrada.
51 Los judíos que pudieron escapar a la devastación del reino de Israel se refugiaron en Judá, el reino del sur. Ver François Castel, Historia de Israel y de Judá. Ed. Verbo Divino, Estella, 1984.
52 Su hermano Shamash-Shumukin, rey de Babilonia, se sublevó contra su autoridad y Asurbanipal lo mató e incendió la ciudad. Más tarde emprendió una campaña contra Elam para acabar con su poderío militar y arrasó su capital milenaria, Susa.
53 Ver Amanda H. Podany, ibíd.
54 Los medos y los persas son pueblos indoiranios cuyas tribus llegan al Irán occidental a partir del siglo XIII a. C. Los medos se asientan en las inmediaciones del lago Urmia mientras que los persas lo hacen en el Kurdistán. Ver Carlos G. Wagner, op. cit.
55 Herodoto, Historia, libro I. Ed. Porrúa, México, 2011.
56 El alcance simbólico de este sueño es mucho más amplio (ver nota 45).
57 Las citas son de Amanda H. Podany, ibíd.
58 Ciro gozaba de la confianza de Nabónido por haberle apoyado para la reconquista de su ciudad natal Harran, ocupada por los medos. En cuanto a las ausencias del rey de Babilonia, una crónica citada en el libro de Podany da idea de su gran trascendencia:
Año Noveno. Nabónido, el rey, permaneció en la ciudad de Tema. (…)
En el mes de Nisán, el dios no acudió a Babilonia. Nabu no acudió a Babilonia. Marduk no salió y se incumplió el festival de Akitu.
59 El diluvio es una idea arquetípica que se refiere a la aniquilación y barrido de todo lo caduco para que una nueva posibilidad germine. La muerte iniciática es su análogo a escala de la vida de un ser humano, un tránsito que en algunas antiguas tradiciones se ritualizaba mediante una inmersión en las aguas (ese es el origen del bautismo cristiano).
60 Vamos siguiendo la descripción del mito de la obra de Federico Lara Peinado, ibíd., a la que pertenecen las citas.
61 En este caso hemos preferido la traducción más literal de la tablilla de Nippur que se incluye en el volumen de Federico Lara Peinado (ed.) Mitos sumerios y acadios. Editora Nacional, Madrid, 1984. Hemos accedido al texto a través del artículo El mito sumerio del diluvio de María Pilar González-Conde, publicado en la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes, http://www.cervantesvirtual.com/
62 Ver nota 59.
63 Ver nota 59.
64 Ver los trabajos El poema de Atrahasis o del Muy Sabio de Lucrecia Herrera y Gilgamesh de Beatriz Ramada en este número de SYMBOLOS.
65 Como el arca de Utnapishtim, la de Noé es de madera calafateada con betún, tiene un puente o cubierta superior y está dividida en niveles. En ambas arcas entran las familias de Utnapishtim y de Noé junto con animales. El diluvio de Utnapishtim dura siete días, y para cerciorarse de que las aguas han descendido, éste envía sucesivamente a una paloma –que regresa–, una golondrina –que también vuelve– y un cuervo –que ya no regresa–. En cuanto al Génesis, está lloviendo durante cuarenta días y cuarenta noches, y cuando el diluvio cesa, Noé suelta al cuervo, “el cual estuvo saliendo y retornando hasta que se secaron las aguas sobre la tierra”; luego a una paloma –que vuelve–, y una semana después a esa misma paloma –que regresa con una rama de olivo en el pico–. Transcurrida otra semana, Noé deja ir de nuevo a la paloma y ésta ya no regresa (Gn 8, 6-12).
66 Ver nota 6.
67 Ver nota 21.
68 En el Timeo y en el Critias de Platón, el personaje que da nombre al segundo de los diálogos evoca la narración que hiciera el sabio Solón, amigo de su bisabuelo Drópidas, sobre la guerra entre los atlantes y los ancestros de los atenienses, la cual habría tenido lugar 9.000 años atrás. Sabiendo que ambas obras fueron escritas en torno al 360 a. C., los hechos rememorados por Solón habrían ocurrido alrededor del 9500 a. C., por tanto durante la diáspora de los atlantes subsiguiente a la destrucción de su patria. ¿Pudo Jericó, ciudad construida entre el 9000 y el 8000 a. C., ser fundada por ellos y simbolizar el nexo de unión de su tradición con la de los pueblos semitas, y a través de éstos con la tradición hebrea? Guénon dice que “bien parece que el ciclo atlante se haya tomado como base en la tradición hebraica, ya sea que la transmisión se hiciese por intermedio de los egipcios, lo que por lo menos no tendría nada de inverosímil, o por cualquier otro medio”… (op. cit.)
69 Hay una versión telemática de este artículo en la web Ante el Fin de los Tiempos del anillo de SYMBOLOS: https://www.ciclologia.com/cicloscosmicos.htm
70 Otros autores han relacionado al diluvio de Deucalión con una inundación que habría sucedido al término de la Edad de Bronce del Manvántara.
71 En otras variantes del mito se dice que Ogiges es un titán.
72 De esta crónica antigua del mundo sólo se han conservado algunos fragmentos. Ver Martin Wallraff (ed.), Iulius Africanus: Cronographiae. Ed. Walter de Gruyter, Berlin, 2007.
73 El Templo de Jerusalén es arrasado por Tito en el año 70 d. C.
74 En 1314 es quemado en la hoguera Jacques de Molay, su último gran maestre.
75 La Guerra de los Cien Años duró del 1337 al 1453 d. C.
76 La propia Iglesia Católica afirma la proximidad entre el Nuevo Testamento y los textos de Qumram:
La expresión más clara del modo cómo los contemporáneos de Jesús interpretaban las Escrituras aparece en los manuscritos del Mar Muerto, manuscritos copiados entre el siglo II a. C. y el año 60 d. C., en un período bien próximo al del ministerio de Jesús y de la formación de los Evangelios. (...) Desde el punto de vista de la forma y del método, el Nuevo Testamento, en particular los Evangelios, presenta grandes parecidos con Qumrán en el modo de utilizar las Escrituras. (...) El uso similar de la Escritura deriva de una perspectiva de base parecida en las dos comunidades, la de Qumrán y la del Nuevo Testamento. (...) Una y otra tenían la convicción de que la plena comprensión de las profecías había sido revelada a su fundador y transmitida por él: en Qumrán, “el Maestro de Justicia”; para los cristianos, Jesús (Pontificia Comisión Bíblica, El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en La Biblia Cristiana, 2001).
Se conocen bastantes aspectos de la vida de los esenios a través de la Regla u ordenaciones de la comunidad –cuyo manuscrito se ha conservado– y de lo que autores como Filón de Alejandría y Flavio Josefo escribieron sobre ellos. En la Guerra de los Judíos, este último
nos describe la vida comunitaria de cada día, enmarcada en tiempos de oración, insistiendo ante todo en la práctica de las comidas en común, ya que el refectorio es un recinto sagrado. Señala que, además de la lectura de los textos antiguos, estudian las propiedades de las plantas y de las piedras, a fin de poder socorrer a sus prójimos. Josefo habla también de las condiciones para entrar en la comunidad de los esenios. Tienen que haber estudiado antes los libros de su secta y prometer conformarse a la regla; pueden acceder entonces a los baños rituales. Josefo exalta el alto nivel de su fidelidad, incluso cuando los romanos los sometieron a la tortura. Este coraje les vendría de su fe en la elevación de sus almas al mundo celestial (François Castel, op. cit.).
Esta descripción del proceder y las costumbres de los esenios recuerda mucho a las de los pitagóricos y nos hace pensar que su comunidad debió ser una sociedad iniciática como la cofradía pitagórica.
77 Ap 16, 12.
78 Ver René Guénon, El Rey del Mundo. Ed. Luis Cárcamo, Madrid, 1987.
79 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Rey del Mundo”, op. cit.

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