SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

EL POEMA DE ATRAHASIS O DEL MUY SABIO

LUCRECIA HERRERA

Breve introducción

Ante el umbral de un mundo desconocido, nuevo, damos un paso adelante y penetramos en él, abiertos y sin prejuicios a lo que podamos descubrir en ese espacio donde vinieron a ser estas antiquísimas culturas de Mesopotamia que existieron en los albores o principios de este último ciclo cósmico de la humanidad, el Kali Yuga que está a punto de tocar su fin. Conscientes de nuestras limitaciones nos entregamos a esta búsqueda viajando con el pensamiento, la lectura y el estudio por estas culturas tan arcaicas y desconocidas pero que sin embargo, al penetrar en ellas y conocer su pensamiento, es decir su cosmogonía, sus mitos, ritos y símbolos, no lo son tanto ya que sus dioses se hacen presentes y cercanos a nosotros identificándonos con ellos, pues nos hablan en un lenguaje que no nos es ajeno: las ideas arquetípicas y universales que fundamentan el Cosmos y la razón de ser de toda auténtica cultura que pueda llamarse tradicional y sagrada. Culturas que en su origen se desprenden de un tronco común: la Tradición Unánime y Primordial que a través del tiempo ha transmitido el Conocimiento a la humanidad por medio de las deidades intermediarias e instructoras en las artes y las ciencias sagradas y los Misterios del Ser, guardándonos del olvido de quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.

Damos comienzo, pues, a la narración de este mito transmitido a través de un relato poético un tanto teatral, por momentos cómico y por otros trágico, polaridades que permanentemente se entremezclan entre sí y que están presentes en la vida de los dioses y los hombres.

*

Según Jean Bottéro y Samuel N. Kramer, en su libro Cuando los Dioses hacían de hombres, Mitología Mesopotámica1, este poema titulado Atrahasis o el Muy Sabio “no es una traducción del sumerio, ni tampoco un nuevo arreglo de una obra pensada y redactada en dicha lengua”. Más bien se trata de una creación original, muy antigua, en acadio, probablemente el relato más antiguo que se conoce de esa época gloriosa de las culturas paleobabilónicas; de autor desconocido, seguramente un sabio o gran sacerdote, dadas las ideas cosmológicas que desarrolla, firmado y datado en arcilla y letra cuneiforme; su copista responde al nombre de Kaspa-Aya (o Nûr-Aya), quien “llevó a cabo su trabajo durante el reinado del cuarto sucesor de Hammurabi, Ammi-sadûqa (1646-1626 a. C.)”, pero se cree que fue creado durante el siglo anterior y posiblemente imitado y traspasado, a través del tiempo, a otros relatos que tratan el mito de la creación del hombre –antes y después del Diluvio–, y su lugar y función en el universo. Las tablillas de arcilla, en cuidada caligrafía, han subsistido milagrosamente hasta el día de hoy en forma fragmentada; es por eso que existen varias y extensas lagunas a lo largo del relato. Este poema fue dado a conocer por el hallazgo de una pequeña parte del texto encontrada entre los escombros de la Biblioteca de Assurbanipal (668-627 a. C.) por un investigador danés, que al estudiarlo se percató de su enorme importancia y gran antigüedad. Pero es gracias a los investigadores de años posteriores –quienes se han dedicado con gran cuidado y rigor a estudiar, restaurar y ordenar las tablillas y pasajes enteros de tiradas ulteriores del poema conservadas en distintos museos, especialmente en el Museo Británico–, que ha sido posible unificar el discurso de este extraordinario poema mitológico, fundamental en la vida y pensamiento de estas culturas para quienes el “centro del mundo” era allí, en ese punto geográfico entre los dos ríos, el Tigris y el Éufrates que descendían del Paraíso y desde donde todo había venido a ser; y para quienes la creación se estaba haciendo permanentemente ahora, en el presente ya que constantemente sufrían tremendas y cíclicas inundaciones, “diluvios”, que arrasaban con todo. Por lo que para ellos la vida y la muerte estaban totalmente entrelazadas al igual que principio y fin. Para estas culturas su existencia no estaba separada de la de los dioses; ésta era un reflejo del acontecer celeste en la tierra, de la ‘vida’ de los dioses “cuando hacían de hombres”.

Antes de la creación del Hombre

Cuando los dioses (hacían) de hombres, / tenían que trabajar y estaban atareados: / su tarea era considerable, / su trabajo pesado, / su labor infinita. / ¡Pues los grandes Anunnaku,2 a los Igigu,3 / imponían una séptuple prestación de trabajos! / El padre de todos ellos, Anu,4 era su rey; / Enlil,5 el valiente, era su soberano; / Ninurta,6 su encargado, / y Ennugi,7 su capataz. / Tras llegar a un acuerdo / los grandes dioses habían echado a suerte8 lo que le correspondía a cada uno: / Anu subió al cielo; / Enlil tomó, como dominio, la Tierra, / y el cerrojo que encerraba el mar / se entregó a Enki,9 el Príncipe. /



Enki en su morada del Apsû recibe a un dios. Impresión de un sello cilíndrico. Período Acadio encontrado en Ur.

[Cuando Anu] subió al cielo, / los dioses del Apsû10 descendieron hasta allí: / fue entonces cuando los Anunnaku celestes / impusieron a los Igigu su prestación de trabajos. / Y estos dioses tuvieron que excavar los cursos de agua / y abrir los canales que vivifican la tierra – / Los Igigu tuvieron que excavar los cursos de agua / y abrir los canales que vivifican la tierra. / Así ellos abrieron el curso del Tigris, / y después, el del Éufrates.

El texto, casi perdido, describe las dificultades “infinitas” de dichas tareas de excavación de canales para la irrigación y fertilidad de la tierra, dándole a la vez una configuración, ciclo tras ciclo, a ese espacio sagrado o “país agrícola”, conformando un orden, es decir una Cosmogonía. Se habla de “una séptuple prestación de trabajos” ofreciéndonos con ello una clave. Vemos cómo desde el comienzo del relato se hace referencia al número siete (que se repetirá a lo largo del poema), número mágico por excelencia porque reúne en sí la cosmogonía completa, es decir la Unidad, la totalidad del universo y el hombre; 7 es igual a 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1. En el Árbol de la Vida Sefirótico este número está relacionado con las siete sefiroth o esferas de construcción cósmica o Alma del mundo y del hombre, y con el plano o mundo intermediario y sus dioses correspondientes. Número del que podríamos dar múltiples analogías pero no se trata de hacer un listado sino de señalar la importancia simbólica que tiene para estas culturas, y para muchas otras también, cuya visión del mundo estaba basada en las Ciencias y Artes relacionadas con los números (los númenes), es decir con la astrología-astronomía y los astros que recorrían el cielo en intervalos y tiempos precisos; la geometría, la aritmética y la música vinculadas a los ritmos y ciclos, proporciones y medidas que expresándose en todas las cosas, cristalizaron en su arquitectura, la construcción de sus ciudades, sus templos-palacios y jardines11 cuajados de símbolos numéricos como reflejo de su visión del universo.

Es gracias a la enseñanza recibida y al estudio de la Cábala Hebrea que hemos conocido el símbolo del Árbol de la Vida Sefirótico, modelo Arquetípico del cosmos que expresa claramente el Misterio de la Revelación del Ser, que yaciendo oculto, inmanifestado e increado en la oscuridad y silencio de su No Ser, por una contracción en su seno, en un punto de Luz dejado al descubierto, y por Su Voluntad de manifestarse y conocerse, de la Nada, emana un Primer Principio: la Unidad del Ser. Que para conocerse se polariza en dos, se espeja a Sí Mismo y al reconocerse en su reflejo, se produce la Revelación de Sí, dando lugar a un tercer principio que une al sujeto y objeto de Conocimiento en el acto de Conocerse a Sí Mismo, es decir el Conocimiento en Sí. De allí en más, la Unidad sin salir de su Mismidad, se va manifestando mediante Emanaciones divinas que van descendiendo jerárquicamente como un río de Luz a través de tres pilares o columnas –positivo, negativo y neutro–, diez numeraciones, esferas o sefiroth, y cuatro planos o mundos en los cuales estas energías se van expresando como cualidades o aspectos del Ser, númenes o dioses, que partiendo de las primeras y más sutiles Emanaciones o Ideas arquetípicas se va conformando la Creación prototípica que dará lugar al mundo de las Formaciones sutiles concretando, finalmente, en la Materia. Es decir, el descenso de la Unidad trascendente a su Inmanencia divina en todo. Desde otra perspectiva esos cuatro planos o mundos –las Emanaciones divinas, la Creación, las Formaciones sutiles y la Concreción material–, son también grandes Eras o Edades cósmicas, que “determinan las fases de la tierra y de la humanidad”, grandes ciclos, que contienen ciclos dentro de ciclos, mayores y menores, que obedecen a leyes inmutables y universales, que regenerándose a perpetuidad nacen, se desarrollan, llegan a su apogeo, decaen llegando a su fin para renacer en otro estado.

Pero también son simultáneos, están sucediendo ahora, en el presente, como lo narra el Poema: en el cielo, en el plano intermediario y en la tierra, pues todo se está haciendo permanentemente en el Pensamiento de Su Creador, en ese punto inmóvil y eterno, donde Principio y Fin se tocan y donde todo Es y No Es en la simultaneidad del eterno presente.

Y es por el modelo sagrado del Árbol de la Vida que podremos, dentro de nuestras posibilidades, ir haciendo analogías y señalando correspondencias simbólicas que nos permitirán ir profundizando en el mito relatado en el Poema de Atrahasis, misterioso en sus formas de expresión y que nos habla a varios niveles de lectura simultáneamente, como decíamos más arriba.

Y dada la magnitud de la labor, no nos extraña que se diga que los “obreros divinos”, los Igigu, (“que debían ser siete”), se sublevaran ante tamaño trabajo, titánico, “labor infinita”, abriendo los cursos de agua para vivificar la Tierra entre los dos grandes ríos, el Tigris y el Éufrates, que cíclicamente se desbordaban cubriendo toda esa ‘planicie’ (en sumerio: “edin”, de dónde la palabra Edén, en hebreo), destruyéndolo todo para la regeneración de la Vida en ese espacio sagrado o Jardín Primigenio considerado centro del mundo.

Durante cien años se entregaron a la tarea – / Durante quinientos años se entregaron a la tarea – / Durante novecientos años se entregaron a la tarea – / Durante mil años se entregaron a la tarea – / Después de haber acumulado todas las montañas, / hicieron el recuento de los años trabajados, / después de haber organizado el gran pantano meridional, / hicieron el recuento de los años trabajados. / ¡Durante dos mil quinientos años, y más, / habían, día y noche, soportado esta pesada carga! / Ellos, entonces, comenzaron a despotricar y a quejarse, / lamentándose de sus labores de excavación: / “¡Vayamos a ver al encargado, nuestro jefe, / para que nos libere de nuestra pesada tarea! / Al valiente soberano de los dioses, / venid, vayamos a sacarlo de su casa – / a Enlil (el valiente), el soberano de los dioses, / venid, vayamos a sacarlo de su casa!” / Entonces... abrió la boca / y se dirige a los dioses, sus hermanos: / “[...], el encargado de tiempos pasados...

No se sabe, por la interrupción del poema, qué dios es el que eleva el reclamo e incita a los Igigu a negarse a trabajar. Pero como símbolo de ruptura con el antiguo orden de cosas, arrojan su utillaje y azadas al fuego y se dirigen a rodear el “santuario-palacio”.

“¡Al valiente soberano de los dioses, / venid, vayamos a sacarlo de su casa. / ¡A Enlil (el orgulloso), el soberano de los dioses, / venid, vayamos a sacarlo de su casa! / ¡Ea!, declarad la guerra: / añadamos la batalla al combate.” / Los dioses escucharon su súplica / y quemaron su utillaje, / arrojaron sus azadas al fuego, / y a las llamas sus capazos. / Después, agrupados, marcharon / a la puerta del santuario de Enlil el valiente.



Los dioses peleando entre ellos. Impresión de un sello cilíndrico en lapislázuli, probablemente de Kis. Período Acadio.

Cunde el pánico entre los Anunnaku.

¡De noche, en la mitad de la vigilia / y, a espaldas del dios, se cercó el palacio – / De noche, en mitad de la vigilia / y, a espaldas del dios, se cercó el Ékur!12 / Pero Kalkal,13 sabiendo lo que sucedía, hizo que lo cerraran: / él maneja el cerrojo y vigila la puerta. / Después, Kalkal despierta a Nuska,14 / mientras se escuchaba el alboroto de los Igigu; / y Nuska despierta a su señor, / al que saca del lecho: / “¡Tú palacio está rodeado, mi Señor! / ¡El combate se ha extendido hasta tu puerta! – / ¡Tu palacio está rodeado, oh Enlil! / ¡El combate se ha extendido hasta tu puerta!” / Enlil ordenó que se trajesen las armas a su casa, / después abrió la boca / y se dirige a Nuska, su paje: / “¡Nuska, levanta una barricada ante tu puerta! / ¡Toma tus armas y ponte a mis órdenes!” / ¡Nuska levanta una barricada ante su puerta, / toma sus armas y se puso a las órdenes de Enlil! / Después, él abrió la boca / y se dirigió a Enlil el valiente: / “¡Mi señor, tu rostro está verdoso! / Son tus propios hijos, ¿qué temes? / ¡Oh Enlil, tu rostro está verdoso! / Son tus propios hijos, ¿qué temes? / Envía a buscar a Anu; que se haga descender / y que también se traiga a Enki ante tu presencia!” / Él, entonces, manda a buscar a Anu, al que se hace descender, / y también se llama a Enki ante su presencia.

Enlil, totalmente sorprendido, más bien estupefacto, desorientado, nervioso y despistado por la inesperada situación, su “rostro verdoso” de temor ante lo que sucede, no sabe qué hacer, a tal punto que su paje Nuska le llama la atención y le sugiere convoque a una asamblea: que llame a Anu, retirado al cielo y a Enki, “el sabio de los sabios” que habita en el Apsû (subterráneo lleno de agua dulce). Es interesante observar la ironía con la que se describe al soberano de los dioses y hombres, Enlil, al que siempre se le presenta como insensato, “orgulloso”, imprudente y falto de inteligencia, y no sólo en estas circunstancias, sino a través de todo el relato. Se irá viendo que, por alguna razón, los creadores de este poema verdaderamente teatral, ensalzan más bien al dios Enki/Ea, consejero de Enlil, quien resulta ser el protagonista de este drama tragicómico, antes y después de la creación del hombre, cuando se dice que “los dioses hacían de hombres”, dando a entender que así se comportaron los hombres luego de su aparición, o sea a imagen y semejanza de los dioses creadores. Esto nos recuerda lo que dice la Tabla Esmeralda, el texto más importante de la Tradición Hermética, legado del mítico Hermes Trismegisto, el tres veces grande, vinculado a la Tradición Egipcia tan cercana a la Caldea y a estas culturas del Antiguo Oriente Próximo que estamos comentando, que dice: “Es verdad, sin mentira, cierto y lo más verdadero: Lo que está abajo es como lo que está arriba, y lo que está arriba es como lo que está abajo, para que se obren los milagros de una sola cosa.” Fundamentando así las leyes de la analogía. Y volviendo al relato...

Se reúnen en consejo de guerra, y el viejo Anu, más sereno que su hijo Enlil, “irreflexivo, impulsivo” y brutal, le dice: “antes de tomar cualquier decisión es preciso saber qué es lo que quieren los sublevados, y si ellos quieren batirse a muerte contra sus ‘amos’”.

Anu, el rey del Cielo, presidía la reunión, / y el rey del Apsû, Enki, lo escuchaba todo, / mientras se sentaban los grandes Anunnaku. / Enlil se puso de pie: se abría el debate. / Enlil, habiendo abierto, entonces, la boca, / se dirige a los grandes dioses: / “¿Ellos se han rebelado contra mí? / ¡Pues bien, me batiré...! / ¡Oh dioses!, ¿qué es lo que han visto mis ojos? / ¡El combate se ha extendido hasta mi puerta!” / Anu abrió entonces la boca / y se dirige a Enlil el valiente: / “Si quieres saber la razón por la que los Igigu / han asediado tu puerta, / que Nuska salga a preguntarla: / encárgale que cumpla esa misión / ante tus hijos!” / Enlil, entonces, abrió la boca / y se dirige a Nuska, su paje: / «Nuska, descorre el cerrojo de tu puerta, / coge tus armas, / y vete, ante todos esos dioses agrupados, / a postrarte, levántate, / y repite nuestras palabras: / “¡Me envía Anu, vuestro padre, / y vuestro soberano, Enlil el valiente; / Ninurta, vuestro encargado, / y vuestro capataz, Ennugi! / Ellos os quieren decir: ‘¿Quién va, / entonces, a combatir? / ¿Quién saldrá a batallar? / ¿Quién osará hacer la guerra?’”»

Va Nuska y repite literalmente ante todos los dioses agrupados las palabras del soberano Enlil, a las que recibe una respuesta de los Igigu, liderados, seguramente, por el que inicialmente los había incitado a la revuelta. Pero, pareciera que los dioses “trabajadores” no es que quieran batirse sino que ya no quieren estar sometidos a ninguna labor, “encadenados”, y lo único que reclaman “es la igualdad con los Anunnaku”, los grandes dioses, o a lo mejor, solamente un descanso... La respuesta de los Igigu no se hace esperar:

“Hemos puesto todo nuestro esfuerzo / en esta excavación: / ¡El trabajo excesivo nos ha matado! / ¡Nuestra carga era demasiado pesada, el trabajo era infinito! / Ésta es la razón que a los dioses al completo / nos ha llevado a quejarnos contra Enlil!” / Nuska volvió, entonces, a coger sus armas / y se marchó a informar a Enlil de estas palabras: / «¡Mi Señor, tú me enviaste a [...] / yo partí [...] / y repetí, literalmente, tus palabras! / Y esto fue lo que ellos me respondieron: / “Nosotros todos, los dioses al completo, / hemos decidido batirnos. / Hemos puesto todo nuestro esfuerzo / en esta excavación: / ¡El trabajo excesivo nos ha matado! / Nuestra carga era demasiado pesada, este trabajo era infinito! / Ésta es la razón que a los dioses al completo / nos ha llevado a quejarnos contra Enlil!”» / Al escuchar este discurso, / Enlil derramó lágrimas / y, tras ello, / se dirige a Anu, el valiente: / “Alteza, contigo en el Cielo...

No deja de ser cómico que Enlil (el valiente), “derrame lagrimas” ante esta situación. Pero “derramar lágrimas” también tiene otra lectura más profunda.

Para estas culturas, las lágrimas o el llanto eran formas de purificación vinculadas a la invocación, a las súplicas, peticiones o ruegos; también al ayuno, generalmente previo a la recepción de una revelación, a través de visiones divinas y sueños proféticos. Sin embargo en este caso, cuando Enlil derrama lágrimas, podría estar manifestando una especie de lamentación o una forma de expresar el terror, antes de dirigirse a Anu, su Padre y Señor del Cielo, la más alta deidad a quien le pide, irreflexivamente, que condene al castigo supremo a uno de los dioses sublevados o sea a uno de sus propios hijos.

Más adelante en nuestro relato volveremos a encontrarnos con esta idea del llanto como un rito, pero también mencionar que en siglos muy posteriores estas formas de invocación tomaron gran fuerza entre los hebreos como prácticas místicas.15

La tablilla del relato original del escriba Kaspa-Aya se halla perdida a partir de aquí, pero se recupera por otro fragmento encontrado en el Museo Británico.

“Alteza, contigo en el Cielo / conserva tu autoridad y haz uso de ella: / ¡Mientras los Anunnaku se sientan en tu presencia, / haz comparecer a uno de estos dioses / y que sea condenado al castigo supremo!” / Pero Anu abrió la boca / y se dirige a los dioses, sus hermanos: / “¿Por qué los culpamos? / ¡Su carga era pesada, su trabajo infinito! / Cada día [...] / su grito de auxilio era cosa seria: / nosotros no les oímos dar voces...

Entretanto, la situación sigue sin resolverse y los dioses pronto se verán sometidos al hambre e indigencia si no se encuentra una solución. Es aquí cuando Enki/Ea interviene proponiendo un plan delicado y sutil, digno verdaderamente de una gran inteligencia, que satisfaga igualmente a los rebeldes y asegure el porvenir de toda la comunidad divina en peligro por el cese de los trabajos de los Igigu: la de crear unos sustitutos para los dioses “benefactores”. Pero esta creación no es tan sencilla y requiere de astucia y delicadeza, pues como veremos, estos hombres deberán ser “lo suficientemente parecidos a los dioses a quienes van a sustituir para que puedan llevar a cabo con éxito ese mismo trabajo, y a la vez, ser también lo suficientemente diferentes”16 para que un día no decidan reclamar, dada su similar naturaleza, el mismo destino y ya no quieran trabajar.

La creación del Hombre

[...]
“Dado que Bêlet-ilî, la Matriz, está aquí, / ¡Ella será quien dé a luz y produzca / al hombre para asegurar el trabajo de los dioses!” / Interpelando, entonces, a la diosa, ellos preguntaron / a la sabia mujer de los dioses, a la experta Mammi: / “¿Serás tú la matriz que produzca a los hombres? / ¡Pues bien! ¡Fabrica el prototipo humano: / Que él cargue con nuestro yugo! – / ¡Que él cargue con nuestro yugo, impuesto por Enlil!– / ¡Que el hombre asuma el trabajo asignado a los dioses!”

Los dioses hablan de fabricar un “prototipo humano”, un modelo, para pasar después a la auténtica producción. Se introduce aquí un principio femenino, Belet-ilî, la Matriz, “la experta Mammi”, la sabia y gran Diosa Madre Universal (a la que se irá nombrando con diversos nombres según la naturaleza de sus atributos), quien hará posible la operación. Es ella quien se inventa esta creación; quien gestará y producirá esta criatura pero “con la ayuda de Enki”, es decir, con la colaboración del principio masculino –capaz de purificarlo todo, en este caso por el agua– a quien ella se entrega para que la fecunde. –“Que él me entregue la arcilla”–, dice, es decir la semilla o materia preparada, su esperma, para que pueda llevar a cabo dicha operación.



Nintu, diosa Madre; diosa de la Tierra y la fertilidad, con dos recién nacidos. Relieve en barro, antigua Babilonia.

Pero Nintu,17 habiendo abierto la boca, / replica a los grandes dioses: / “¡No puedo hacerlo sola, por mí misma; / pero, con la ayuda de Enki, / la operación sí que es posible! / Sólo él puede ‘purificarlo’ todo: / que él me entregue la arcilla y yo lo llevaré a cabo”. / Enki, entonces, abrió la boca / y se dirige a los grandes dioses: / “El primero, el séptimo o el decimoquinto día del mes, / decreto que se lleve a cabo una lustración con baño. / Entonces, se inmolará un dios, / antes de que los dioses sean purificados mediante la inmersión.

Enki decreta que se lleve a cabo en tres días específicos relacionados con los ciclos lunares del mes, un rito litúrgico de purificación de influencias malignas –probablemente demonios–, con un baño y ser purificados, limpiados, mediante la inmersión, rito análogo al antiguo bautismo cristiano, cuando al ‘recién nacido’ se le sumergía totalmente en las aguas, idea asociada igualmente al rito de “iniciación y el nacimiento de un hombre nuevo, lavado de los vestigios del hombre anterior”18. Por esto se dice que “antes y después del baño de inmersión transcurre todo un mundo”19. Es entonces cuando, en plena asamblea, ocurrirá el sacrificio de un dios escogido llamado Wê, que dará “su carne y su sangre” y que, Nintu, “mezclará” con la arcilla (la tierra) produciendo un compuesto de dos naturalezas: divina y humana en la que el dios y el hombre estarán unidos, “asociados”.

De esta manera, y debido a la “carne” del dios Wê, elegido por Enki porque tenía temu –término que se podría traducir por “alma”–, el Hombre sería wêtemmu ( + temu) “con todas las condiciones existenciales que implicaba dicho vocablo”. Dotado, entonces, de un alma podrá llevar a cabo su función intermediaria a la perfección, y a la vez “guardarlo del olvido” de quién es y de dónde viene; otorgándole al mismo tiempo la posibilidad de la vida eterna después de la muerte. Si no, volverá, en el momento de la muerte, a la tierra, la arcilla, elemento con el que fue creado, distanciándose de su destino junto a los dioses inmortales.

Con su carne y su sangre, / Nintu mezclará la arcilla: / De este modo el dios y el hombre estarán asociados, / reunidos en la arcilla, / ¡Y a partir de este momento, nosotros estaremos ociosos! / ¡Gracias a la carne del dios habrá en el Hombre un ‘alma’, / que le presentará siempre vivo después de su Muerte. / Esta ‘alma’ estará allí para guardarlo del olvido!” / Y los grandes Anunnaku, / que asignan los destinos, / al unísono respondieron: “¡Sí!”. / El primero, el séptimo o el decimoquinto día del mes / Enki decreta, por tanto, una lustración con baño, / Y el dios Wê, que tenía el “alma”, / es inmolado en plena asamblea. / Con su carne y su sangre / Nintu mezcla la arcilla, / para que se uniesen el dios y el hombre, / estuviesen reunidos en la arcilla / y para que así, desde este momento, los dioses estuviesen ociosos. / ¡Gracias a la carne del dios hubo también en el Hombre un “alma”, / que lo presentaría siempre vivo después de la muerte. / Esta “alma” estaba allí para guardarlo del olvido!

Una vez efectuada esta mezcla “amasada” por Enki, éste llama a los grandes dioses, los Anunnaku, para que escupan sobre ella, es decir para que derramen sobre ella su líquido seminal,20 transmitiéndole mágicamente a la nueva criatura sus “cualidades operativas”, en otros términos, la capacidad de obrar como ellos y hacer efectivo ese conocimiento.

Después de producir el modelo o prototipo humano, los dioses deben conceder a los hombres el “rumor de la pululación”, o sea la “capacidad de multiplicarse y crecer”, así tendrán asegurado quién los reemplace en el trabajo al que han renunciado, y les alimente. Entonces es cuando Mammi, habiendo llevado a cabo la creación del hombre con la ayuda de Enki, libera a los Igigu de su “pesada tarea” soltando la cadena que les hará libres. En ese momento, convertidos ellos también en grandes dioses corren como niños a abrazarle los pies a Mammi y determinan que ahora, la diosa, sea “Señora de Todos los Dioses Bêlet-kala-îli”.

Después de que Enki hubiese amasado la arcilla, / llamó a los Anunnaku, los grandes dioses,/ y a los Igigu convertidos, ellos también, en grandes dioses, / que escupieron sobre la arcilla./ Después, Mammi abrió la boca / y se dirige a los grandes dioses: / “El trabajo que me habías encargado, / ya lo he realizado! / Habéis inmolado a ese dios con su ‘alma’, / y yo os he liberado de vuestra pesada tarea, / imponiendo vuestra labor al Hombre. / Cuando vosotros concedáis a los hombres el rumor de la pululación / ¡yo soltaré vuestra cadena y seréis ‘libres’!” / Una vez que ellos oyeron este discurso, / corrieron a abrazarle los pies: / “Hasta ahora, decían, te llamábamos Mammi: / que, a partir de este momento, tu nombre / sea Señora de Todos los Dioses Bêlet-kala-îli!” / Entonces, entraron en la sala de los destinos / Enki el príncipe y la experta Mammi.

Desafortunadamente, están perdidos aquí varios versos del poema; un fragmento de la Biblioteca de Assurbanipal del Museo Británico describe los misteriosos acontecimientos que luego se prolongan gracias a un manuscrito neo-asirio.

Habiendo sido reunidas las matrices, / Éa [Enki] amasa la arcilla ante la mirada de Nintu, / quien repite la fórmula / que Éa [Enki], sentado ante ella, le dictaba. / Cuando ella terminó dicha fórmula, / separa catorce pedazos de pasta, / coloca siete a su derecha / y los otros siete a su izquierda: / después levanta entre ellos una pared de ladrillo / [...] cortaba los cordones umbilicales. / De las catorce matrices / reunidas por la sabia Experta: / siete produjeron machos / y las otras siete hembras. / Ante la Matriz divina, hacedora de destinos, / se las empareja / y se las reúne dos a dos. / Y así, Mammi traza las reglas (del parto) de los seres humanos: / “En la habitación que se tiende, / encamada, la parturienta, / tendrá que estar durante siete días la pared de ladrillo. / Se deberá rendir honores a la Señora de los dioses, a Mammi la experta. / La comadrona estará alegre en la habitación de la encamada parturienta. / Y, cuando ella haya dado a luz, / la joven madre permanecerá en el lecho, de acuerdo con su voluntad...

Vamos siguiendo este complejo rito mágico, verdaderamente enigmático, en el que Enki, sentado frente a la diosa, reúne “las matrices” y amasa la arcilla, mientras le dicta a Nintu la fórmula secreta que ella repite. Luego Nintu corta los “cordones umbilicales” y separa catorce pedazos que divide en dos grupos de siete (nuevamente el número siete), a la izquierda y a la derecha de una pared de ladrillo que levanta entre ellos.21 Esta separación en derecha e izquierda, masculino y femenino, activo y pasivo, luz y oscuridad, es propio de la aparente dualidad en el cosmos y se podría relacionar con las dos corrientes o energías cósmicas, que en su recorrido ascendente y descendente por el Árbol de la Vida se separan y se unen alrededor de un eje central donde se sintetizan, simbolizado por la pared de ladrillo. Más adelante se va viendo que este rito se refiere a un proceso de separar para luego unir a los opuestos-complementarios, machos y hembras que la Matriz divina, “hacedora de destinos”, empareja y reúne “dos a dos”, estableciendo así las leyes de la simetría en el hombre y en el cosmos.

En este rito se van trazando “las reglas del parto”, es decir las normas, las medidas, el modelo para la reproducción de los primeros hombres que la Matriz divina, la Señora de los dioses y experta Mammi, diseña, crea y produce. Nintu cuenta los meses de embarazo –diez–, de acuerdo al calendario lunar y, llegado el momento preciso y asumiendo ahora su función de comadrona divina, practica “una serie de operaciones mágicas de exorcismo destinadas a aislar y proteger a la joven madre y a su hijo”22. Desenvaina el bastón y descubre el bajo vientre, se prepara y como medida de protección, bendiciendo, traza un círculo de harina y levanta nuevamente una pared de ladrillo que deberá permanecer nueve días (un ciclo completo). Cuando la parturienta va a dar a luz se la separa temporalmente de su pareja para luego, y a lo mejor, en otro tipo de celebraciones y ceremonias religiosas bajo el auspicio de Ishtar,23 patrona del amor físico, se reúnen nuevamente macho y hembra en la cámara nupcial durante nueve días de “regocijo” (nuevamente nueve), invocando a esta diosa bajo el nombre de Ishara.24

Pero es de observar que este rito, esta creación llevada a cabo por la gran Diosa Madre, la Señora de los Dioses, está sucediendo simultáneamente a distintos niveles de la creación: ella es Nintu, la Matriz, la experta Mammi, la comadrona y la parturienta, y al hacerlo no sólo pare a la criatura sino al mundo entero. Rituales enigmáticos de los que nada se sabe más que lo que narra el relato acerca de ellos, y lo poco que los autores que los han estudiado comentan, pero se piensa que seguramente los creadores del poema querían dejar sentadas las bases de cómo debían llevarse a cabo ciertas prácticas de reproducción de los hombres que estarían al servicio de los dioses para que éstos no faltaran, y pudieran cumplir la difícil “tarea” abandonada por los “obreros divinos”.

[...] / [...] los senos de (cada) mujer / [...] la barba / [...] las mejillas de (cada) hombre / [...] y fuera, / cada marido y cada esposa [...]. / Ahora bien, una vez reunidas las matrices, / Nintu [se detuvo]: / ella contaba los meses de embarazo / hasta que en la sala de los destinos se anunciaba el décimo. / Llegado el décimo mes, / ella desenvainó el “bastón” y descubrió el bajo vientre: / ¡Su rostro brillaba de alegría! / Después se cubrió la cabeza / y se comportó como una comadrona: / se ciñó los lomos, / pronunció una bendición, / trazó una línea de harina y levantó en el lugar una pared de ladrillo, (diciendo): / “¡Yo la produje, yo la hice con mis manos! / ¡Que en la casa de la ‘consagrada’ la comadrona esté alegre! / Allí donde una parturienta dé a luz, / o donde una joven madre aborte por sí misma, / la pared de ladrillo deberá permanecer durante nueve días, / durante los cuales, en honor de Nintu la Matriz / y de Mammi [...], será mencionada / es ella quien [...] la matriz / y quien dispondrá la estera. / Y cuando se dirija al lecho para dar a luz, / se separarán el marido y la mujer. / Pero, cuando se vuelvan a ‘re’unir. / Istar estará alegre en la cámara [nupcial]: / el regocijo durará nueve días, / y se invocará a Istar bajo el nombre de Ishara...

“Los orígenes” de la humanidad. Las primeras plagas

Ellos fabricaron picos y azadas nuevos, / después construyeron grandes diques de riego / para satisfacer el hambre de los hombres / y el deseo [de los dioses] / [No habían pasado] mil doscientos años / [y el territorio se había ampliado] / y la población multiplicado. / El país, como un toro, alzaba tanto la voz / que [el ruido] molestó al dios soberano. / [Cuando Enlil escuchó] su rumor, / [se dirigió a] los grandes dioses: / “El rumor de los humanos [ha llegado a ser demasiado fuerte]: / ¡No consigo dormir [a causa de dicho alboroto]! / ¡[Ordenad, por tanto,] que sufran la Epidemia!

Una vez se da el comienzo a las generaciones humanas, éstas se organizan y se entregan a la obra. Aunque con el transcurrir del tiempo, pronto Enlil empieza a sentir las inconveniencias producidas por la rápida multiplicación de la humanidad que “como un toro, alzaba tanto la voz” que molestó al soberano impidiéndole dormir. Si penetramos en el sentido simbólico de estas palabras vemos que esto tiene que ver con la multiplicidad en todos sus aspectos, cada vez mayor, desembocando en la confusión, la dispersión, el alejamiento de su principio y olvido de sí. Por otra parte, el toro en su rico y diverso simbolismo, podría estar vinculado en este caso a la fuerza bruta, la bestialidad, la violencia, las pasiones, la sexualidad exacerbada y la atracción hacia lo terrestre. Igualmente con la soberbia y el orgullo en el que probablemente habían caído los hombres equiparándose al mismo dios Enlil, al que curiosamente, se le describe como “tormenta furiosa” y “toro salvaje”, dando cabida a una humanidad caída en el olvido de su parte divina y su verdadero lugar y función en la creación, predominando lo inferior y humano.

Entonces es cuando Enlil decide enviar una epidemia, una plaga para acabar con ellos. En este momento aparece el Muy Sabio, Atrahasis, devoto de Enki.

Pero, ¿quién es esta entidad que aquí se presenta como el personaje interlocutor de Enki para transmitir los mensaje divinos a la humanidad? En La Epopeya de Gilgamesh toma el nombre de Uta-napistin y en el Relato sumerio del Diluvio, Ziusudra, traducido como “Vida de días prolongados” o “Larga Vida”, aludiendo a su admisión a la eternidad. Pensamos que se trata de una entidad relacionada con los Siete Sabios o Rishis, “los cuales, aparte de que su nombre se refiere a la ‘visión’ y por tanto a la luz, son además las siete ‘Luces’ por las cuales se transmitió al ciclo actual la Sabiduría de los ciclos anteriores”25.

Dicen Bottéro y Kramer que al Muy Sabio “la tradición también lo presenta como un rey, hijo y sucesor de Ubar-Tutu de la ciudad de Suruppak, ‘capital del país en el momento en que se desencadena el Diluvio’”. Se dice que Ubar-Tutu fue el último rey antediluviano de Sumer e hijo de En-men-dur-ana, personaje mítico análogo a Enoch, del que también se dice fue llevado al cielo por su dios Shamash y Adad. Esto nos lleva a comprender el antiguo y sagrado linaje de Atrahasis, el Muy Sabio en su condición de rey y soberano de su reino. Recordando a su vez que este poema es de origen acadio y por tanto semita.

Por lo que no es de extrañar que este “Muy Sabio”, en su calidad de mago y teúrgo, rey y soberano, implore a su dios Enki, invocándolo en momentos en los que su pueblo –más bien el género humano–, se ve diezmado por terribles plagas, y dada su jerarquía espiritual su palabra sea escuchada. Recibe una revelación, un mensaje de Enki en el que éste le transmite cómo actuar para contrarrestar los designios de Enlil. Es curioso el consejo que recibe, propio de la astucia e inteligencia del dios Enki, ya que estando éste subordinado a los mandatos de Enlil, no puede cambiarlos pero sí oponerse a ellos. Y dado que estos pueblos mantenían un “tuteo reiterado con los dioses”, el Muy Sabio responde dejando de invocarlos, dejándolos de lado, o sea, de “alimentarlos”. Transmite sus revelaciones a los “ancianos” del reino para que se proclame por todo el país rendir honores precisamente al dios Namtar,26 deidad encargada de enviarles las plagas, que sorprendido y seducido sutilmente por las ofrendas recibidas se verá obligado a detenerlas.

Había, sin embargo, cierto individuo Muy Sabio, / devoto de Enki y muy hábil, / que podía conversar con su dios, / quien, gustosamente, lo tenía como interlocutor. / El Muy Sabio abrió, entonces, la boca / y se dirigió a su señor: / “¿Cuánto tiempo va a durar esta Epidemia?/ ¿Por cuánto tiempo padeceremos esta Peste?” / Enki abrió la boca / y se dirige a su servidor: / «Convoca en tu casa a los ancianos y diles: / “¡Ancianos, escuchadme! / [...] en el palacio [...] / Ordenad que los heraldos públicos proclamen / con gran estrépito por el país: / ‘¡No rindáis más honores a vuestros dioses! / ¡Ni imploréis más a vuestras diosas! / Y sólo frecuentad a Namtar: / ¡Sólo a él ofrecedle vuestros platos cocinados! / Él aceptará gustoso esas ofrendas / y, confuso por la culpa de tantos presentes, / suspenderá su acción maléfica!’”» / Siguiendo estas instrucciones, el Muy Sabio / reunió en su casa a los ancianos / y, habiendo abierto la boca, / se dirige a ellos: / «¡Ancianos, escuchadme! / [...] en el palacio [...] / Ordenad que los heraldos públicos proclamen / con gran estrépito por el país: / “¡No rindáis más honores a vuestros dioses! / ¡Ni imploréis más a vuestras diosas! / Y sólo frecuentad a Namtar: / ¡Sólo a él ofrecedle vuestros platos cocinados! / Él aceptará gustoso esas ofrendas / y, confuso por la culpa de tantos presentes, / suspenderá su acción maléfica!”» / Obedeciendo esta orden los ancianos / construyeron en la ciudad / un santuario para Namtar / y ordenaron que los heraldos públicos proclamasen / con gran estrépito por todo el país: / “¡No rindáis más honores a vuestros dioses! / ¡Ni imploréis más a vuestras diosas! / Y sólo frecuentad a Namtar: / ¡Sólo a él ofrecedle vuestros platos cocinados!” / Él aceptó gustoso esas ofrendas / y, confuso por la culpa de tantos presentes, / suspendió su acción maléfica: / Así se puso fin a la Epidemia / y de nuevo prosperaron.

Vemos que a través del poema se produce una constante repetición de los versos, cual una letanía, a lo mejor con el propósito de fijar ciertas ideas. Por una parte nos hace recordar al teatro griego. Pero también son formas rituales, invocaciones y ritos mágicos y teúrgicos, formas de culto, cantos y poesía análogos a los de muchas otras culturas incluso tan alejadas en el tiempo y el espacio como lo fueron las Precolombinas, en este caso la de los Toltecas, en la América Antigua. Esto nos hace pensar que estas similitudes –como lo es la idea de los ciclos, Eras o Soles–, se deben a un origen común, pues si bien todas las culturas tradicionales se desprenden de un mismo tronco, la Tradición Unánime y Primordial de origen polar, en otro período cíclico, secundario y menor, estas culturas comparten igualmente un origen Atlante, occidental, o sea el de la mítica isla Atlántida, situada en medio del Océano Atlántico, de la que habla Platón en sus libros Timeo y Critias y que desapareció por un violento terremoto y un diluvio extraordinario miles de años antes del inicio del Kali Yuga.27

Pero volviendo a nuestro relato. Al ver cómo los hombres volvían a prosperar y “el territorio se había ampliado” y que el “ruido” era cada vez mayor, Enlil enfurecido envía todo tipo de maldiciones y conjuros convocando a los dioses encargados de las lluvias y el viento para que la tierra, a falta de quien la fecunde, no produzca nada y mueran por la sequía y el hambre. Sin tomar en consideración que al diezmarlos, los dioses, en cuenta él mismo, se verían perjudicados, sujetos igualmente al hambre y a la indigencia dado el abandono de las “labores” de los “obreros divinos”.

[...]
“El rumor de los humanos ha llegado a ser demasiado fuerte: / ¡No consigo dormir a causa de dicho alboroto! / ¡Cortadles, por tanto, los víveres / y que escaseen las plantas alimenticias! / ¡Que Adad28 / reduzca las lluvias a la nada, / y que, en la tierra, la crecida / no se llegue a originar! / ¡Que el viento (cálido) llegue a / tostar el suelo! / ¡Que las nubes se amontonen, / pero sin derramar ni la más mínima gota! / ¡Que los campos disminuyan su producción! / ¡Que Nisaba29 ‘cierre su pecho’! / ¡Que ellos no disfruten de más alegría / y que [...] sea reducido/a a humo!”

A partir de aquí vuelve a haber una laguna en el texto de Kasap-Aya y se han perdido los versos que debían describir las consecuencias de esta nueva calamidad enviada por Enlil. Sin embargo, y gracias a otro fragmento, una copia del original antiguo descubierto en Nippur, se puede continuar. Y dice Atrahasis:

«¡Ancianos, escuchadme! / [...el palacio...] / Ordenad que los heraldos públicos proclamen / con gran estrépito por todo el país: / “¡No rindáis más honores a vuestros dioses! / ¡Ni imploréis más a vuestras diosas! / Y sólo honrad a Adad: / ¡Sólo a él ofrecedle vuestros platos cocinados! / Él aceptará gustoso esas ofrendas / y, confuso por la culpa de tantos presentes, / suspenderá su acción maléfica: / Por la mañana él hará que llovizne / y por la noche, a escondidas, / condensará el rocío, / de tal modo que los campos, en secreto, recuperen su producción!”»



Adad, sobre el león-dragón.
Impresión de un sello cilíndrico del período Acadio.

Y así lo hicieron los “ancianos” propagando por todo el país los mandatos del Muy Sabio rey. Estos ancianos eran los sabios que mantenían el vínculo con el Origen a través de la Memoria de quiénes eran, conservando sus mitos y símbolos practicando sus ritos mágico-teúrgicos e invocaciones en honor a sus dioses. Construyeron un templo en honor a Adad, honrándole y ofreciéndole sus plegarias y platos cocinados, los cuáles él aceptó gustoso

...y confuso por la culpa de tantos presentes / suspendió su acción maléfica. / Por la mañana hizo que lloviznase / y por la noche, a escondidas / condensó el rocío, / ¡de tal modo que los campos, en secreto, / recuperaron su producción! / Así se puso fin a la Sequía / la Hambruna / y, de nuevo [...]

Es muy curioso esto que dice el poema en relación a “la culpa” que siente el dios al recibir “tantos presentes” de los hombres mientras que él les envía todo tipo de maleficios. Pero ya nos dice el mago renacentista Cornelio Agrippa en su libro Filosofía Oculta que a los espíritus se les puede seducir, encantar, y atraer con invocaciones, plegarias y ofrendas, oraciones, conjuros y discursos apropiados por sus virtudes incluso con olores, inciensos, y cosas semejantes. Ideas afines a los magos y teúrgos de la Mesopotamia inmersos en prácticas de exorcismos e incantaciones mágicas de todo tipo.

Y los hombres volvieron a prosperar, pero Enlil malhumorado e irritado por el “ruido” cada vez mayor vuelve a enviar la Sequía y la Hambruna, ahora intensificada.

El Muy Sabio se pasaba los días llorando, / tras haber traído, por la mañana, / (material) para preparar fumigaciones [...] / Prestaba atención a sus sueños / y, constantemente, en el santuario de su dios, / permanecía postrado, llorando… / Arriba [...] / mientras que, abajo, la crecida / no se originaba. / Ya no nacía nada del seno de la tierra: / las plantas ya no nacían [...]; / ya no se veía a nadie [...]. / Las praderas de hierba se secaban; / ¡La llanura se cubría de salitre! / Durante el primer año se comieron las reservas; / durante el segundo año se vaciaron los graneros; / cuando llegó el tercer año / todos los rasgos estaban alterados por causa de la inanición, / era como si las caras estuviesen cubiertas de malta, / y, a fuerza de tomar un color plomizo [...], / los rostros parecían marchitos. / Todos caminaban, fatigados, por las calles, / contrayendo sus largos hombros / y ocupando cada vez menos espacio.

Pero Enki escucha las plegarias del Muy Sabio, sus llantos y súplicas, sus invocaciones y ritos mágicos, fumigaciones30 y exorcismos para alejar las fuerzas del mal que asolaban a los hombres, y finalmente interviene enviando a unos monstruos acuáticos que tiene a su servicio, los “Guardianes del mar” o Lahmu, para que liberen una gran cantidad de pescado que alimente a la población en ausencia de vegetación. E incluso, a lo mejor, Enki haya vuelto a convencer a su hermano gemelo, Adad, para abrir aunque fuese sólo un poco, las compuertas del cielo. Pero Enlil al ver fracasar sus planes, fuera de sí y lleno de cólera, sospechando de Enki pide a su paje Nuska que lleve ante sí a los “dos cómplices”, que no sabemos muy bien a quienes se refiere, y luego de increparlos, gritando a todo pulmón en plena asamblea vocifera: –“¡No, no alimentéis más a los hombres! / ¡No les proporcionéis más grano!”, mientras que a Enki en plena asamblea de los dioses, en su rincón, le entra la risa.

¡Lleno de cólera contra los Igigu! / “Todos nosotros, dijo, los grandes Anunnaku, / aceptamos, unánimemente, un compromiso: / ¡Anu [y Adad] vigilarían las regiones de arriba, / y yo, yo, vigilaría la tierra, aquí abajo. / Después, Enki intervino / para liberar a los hombres, soltando sus cadenas / y permitiéndoles una rica producción!” / [...] / Y Enlil, habiendo abierto una vez más la boca / se dirige a Nuska, su paje: / “¡Que sean traídos aquí los dos cómplices / y que sean presentados ante mí!” / Se les hizo entrar, entonces, / y, dirigiéndose a ellos, Enlil el valiente / les dijo: “Todos nosotros, los grandes Anunnaku, / aceptamos unánimemente un compromiso: / ¡Anu y Adad vigilarían las regiones de arriba, / y yo, yo, vigilaría la tierra, aquí abajo! / Después interviniste tú, / para liberar a los hombres, soltando sus cadenas / y permitiéndoles una rica producción!

Pero...

¡Adad hizo que sus lluvias volviesen a caer / y el verdor cubrió de nuevo las praderas, / mientras el cielo aparecía cubierto de nubes cargadas de agua! / “¡No, no alimentéis más a los hombres! / ¡No les proporcionéis más grano!” / Pero, en su rincón / en plena asamblea de los dioses, le entró la risa / en su rincón, / en plena asamblea de los dioses, a Enki le entró la risa.

Ante la falta de respeto de Enki, Enlil reacciona:

“Todos nosotros, los grandes Anunnaku, / aceptamos unánimemente un compromiso: / ¡Anu y Adad vigilarían las regiones de arriba, / y yo, yo, vigilaría la tierra, aquí abajo! / Entonces interviniste tú, / para liberar a los hombres, soltando sus cadenas / y permitiéndoles una rica producción!

Justamente aquí vuelve a faltar parte del texto de este drama tragicómico, aunque a partir de un momento, afortunadamente, comienza el texto de Kasap-Aya que, al retomarse, vemos que Enlil ya ha tomado la decisión de aniquilar totalmente a los hombres enviando un Diluvio ante la caída cada vez mayor de los humanos sumidos en la soberbia y el poder, agotada su parte divina. Pero Enki, el príncipe, ya contenida su risa y tras recordar a los dioses que había creado a los hombres para su beneficio, y que, reunidos en la asamblea, los dioses al completo habían estado de acuerdo en ello dice: –“¿Y ahora, reunidos, ordenáis / su eliminación? / ¿Llegaréis a decidir / su vuelta a la nada?”. Y dirigiéndose a sus hermanos, los dioses, se levanta negándose rotundamente a prestar juramento ante Enlil, aunque pareciera que es obligado a hacerlo.

“De este modo yo os liberé de vuestra pesada carga, / imponiendo vuestra labor a los hombres. / Vosotros, entonces, les concedisteis el rumor de la pululación, / después, incluso, de haber inmolado a un dios (para concederles) el ‘alma’; / ¿y ahora, reunidos, ordenáis / su eliminación? / ¿Llegaréis a decidir / su vuelta a la nada? / (Vosotros habéis decidido). ¡Hagamos que, en este sentido, preste juramento! / Enki, el príncipe!” / Y Enki, abriendo de nuevo la boca, / se dirige (otra vez) a los dioses, sus hermanos: / “¿Por qué me queréis ligar con un juramento? / ¿Acaso puedo yo alzar la mano contra mis criaturas? / Y ese Diluvio del que habláis, / ¿qué es? ¡Yo lo ignoro! / ¿Soy yo quién lo tiene que producir? / ¡No, ésa es tarea de Enlil! / ¡Que sea él, él, quien tome las decisiones y dé las órdenes: / Y, entonces, que Sullat y [Hanis] / partan encabezando el fatal cortejo; / que Nergal arranque los soportes de las compuertas celestes; / que Ninurta vaya / a hacer que se desborden las presas de aquí arriba! / Los dioses tomaron, entonces la decisión final: / ¡Una faena bien malvada jugada por Enlil a los hombres!

El Diluvio

El Muy Sabio abrió, entonces la boca / y se dirige a su señor:

Se ha perdido la súplica que eleva el héroe Atrahasis a Enki, pero éste, decidido a oponerse a la aniquilación de sus criaturas –aunque a “contragusto” haya tenido que “jurar no revelar ni comunicar directamente” los planes de Enlil a los hombres–, envía al Muy Sabio un sueño premonitorio.

Hemos visto más arriba la importancia que el Muy Sabio concedía a sus sueños orando y llorando, permanentemente en el santuario, esperando recibir algún mensaje de su dios. En todas las culturas tradicionales siempre se ha prestado suma atención a los sueños, sobre todo a los proféticos, considerados como vehículos intermediarios entre Dios y el hombre, ya que “señalan acontecimientos o cosas concretas que se producen y nos son transmitidas de ese modo, ya sea de manera directa y real o en un lenguaje simbólico”31.

Pero fiel a su promesa de no revelar los planes de Enlil, Enki se ingenia una treta. Cuando el Muy Sabio le pide al dios que le interprete su sueño, Enki “se dirige al entramado de cañas, que en la arquitectura de esta época y de esta región formaba el cierre y la pared de la ‘casa’ ocupada por su fiel. De este modo le comunica, de manera indirecta pero clara, que abandone todo y que construya un barco, cuya construcción él mismo le explica, prometiéndole abastecerlo en abundancia de las provisiones necesarias para el viaje. También le revela el momento en que ocurrirá el cataclismo: será la clepsidra, rellenada para la ocasión, la que se encargará de hacerlo y la que vendrá a señalar el momento fatal”32.

En este Poema no se da la descripción detallada del barco, pero en la Narración del Diluvio en la Epopeya Ninivita de Gilgamesh, comentada en este mismo libro por Bottéro y Kramer se dice que la nave “tiene la forma de un cubo hueco, cerrado por todas partes, y sus divisiones interiores recuerdan la imagen de un universo compartimentado y preparado para ser ordenado”.

El Diluvio es una imagen del fin de un mundo que toca sus límites de existencia y cuyas “formas” ya agotadas deben disolverse reabsorbiéndose en su principio, en las “aguas primordiales”. Igualmente se refiere a la destrucción de una humanidad caída en el olvido de sí y de sus orígenes sagrados, de sus dioses, y su verdadera función en la creación, es decir todo lo que implica la Caída. Ese espacio “preparado para ser ordenado” del que se habla más arriba en la cita es un símbolo de la vuelta al Caos primordial, que “indiviso y sin orden se hallaba”, como dice Ovidio en su Metamorfosis. Pero que en sí contiene la Posibilidad del Universo entero, un espacio vacío, hueco, apto para albergar los gérmenes de una una nueva creación, de un mundo nuevo, de una Edad de Oro y una humanidad totalmente regenerada. Este proceso es análogo a la muerte iniciática, donde el hombre viejo queda disuelto, vuelto a la nada, y de donde renacerá purificado por el rito de iniciación en los misterios del ser a una nueva creación, a la verdadera Vida, convertido en un hombre nuevo fecundado por el Espíritu. En este caso la purificación es por las aguas, luego es por el fuego.

El cubo se conforma por seis caras iguales más su centro, invisible, generando el número siete, número que se reduce a la Unidad, como ya se ha mostrado al principio. Pero este cubo cerrado herméticamente tiene una escotilla por arriba, “una salida por lo alto”, o sea la salida del cosmos a lo verdaderamente desconocido y misterioso, el No Ser. Sin embargo esa pequeña puerta deberá permanecer cerrada mientras dure el Diluvio para que “el sol no vea su interior”, es decir, en la Oscuridad previa a la aparición de la Luz enunciada por el Verbo espermático. De allí que el Diluvio suceda en siete días y siete noches, análogos a los siete días de la Creación narrados en el Génesis de la Biblia y también al número de las siete sefiroth de construcción cósmica.

“Durante siete días y siete noches / prosiguieron la borrasca, la batiente lluvia y el Diluvio / allí donde [...] / fue abatido […]”

Pero prosigamos…

El Muy Sabio abrió [entonces] la boca / y se dirige a su señor: / “¡Explícame el sentido de este sueño, / para que comprenda su contenido y capte las consecuencias!” / Y Enki, habiendo abierto la boca, / se dirige a su servidor: / «Dices que quieres comprender este sueño. / ¡Pues bien, recuerda exactamente / el mensaje que aquí te entrego!: / “¡Pared, escúchame bien! / ¡Empalizada, recuerda todo lo que te voy a decir!: / ¡Derriba tu casa para construirte un barco! / ¡Abandona tus bienes, / Para salvar tu vida! / El barco que tienes que construir / [...] con los lados iguales – / [...] / ¡Téchalo, para que, al igual (que sucede con) el Apsû, / el sol no vea su interior! / ¡Estará cerrado por todos lados, / y su equipación deberá ser sólida / y su calafateado grueso y resistente! / Después, yo haré que lluevan / profusión de pájaros y canastos de peces!”»/ ¡Enki, entonces, abrió la clepsidra33 y la llenó, / ajustándola para la llegada del Diluvio, siete días después!



Enki, con su ministro Usmû.
Detalle de un sello cilíndrico.
Período Acadio.

Atrahasis reúne a los “Ancianos” y para no levantar sospechas les explica que dado que “Enki y Enlil están enfadados” se ve obligado a partir al reino de Enki, el Apsû, para reunirse con él, razón por la cual deberá construir un barco para poder navegar a esas regiones de agua.

Una vez que el Muy Sabio hubo recibido estas instrucciones, / reunió a los Ancianos / y, habiendo abierto la boca, / se dirige a ellos: / “Mi dios ya no está de acuerdo con el vuestro: / ¡Enki y Enlil están enfadados! / ¡Ello me obliga a abandonar vuestra ciudad, / pues soy devoto de Enki! / Así, se ha decidido lo siguiente: / Por ello, no permaneceré más tiempo en vuestra ciudad, / Mis pies no pisarán por más tiempo el territorio de Enlil, / ¡Pero yo [...] con los dioses y [...]! / Así se ha decidido!”

Sin sospechar lo que se avecina, todos se ponen manos a la obra y una vez cargado el barco, “cuando la luna desapareció”, (era una señal) el Muy Sabio, luego de haber embarcado a su familia (pensamos, también, que se refiere a su familia espiritual, aquellos escogidos que llevan en sí los gérmenes de los que nacerá una nueva humanidad pues en otra tablilla más reciente Enki le dice que embarque a su mujer, a su familia, a su parentela, a sus artesanos...), desesperado por lo que sabe, invita “a los suyos” a un último banquete ritual, invocando y elevando sus plegarias a los cielos, alimentado copiosamente a los dioses.

Los Ancianos [...] / los carpinteros con sus doladeras, / los mimbreros provistos de sus mazas de piedra. / Los más pequeños traían betún, / los más pobres el equipamiento. / Todo el oro que tenía, / toda la plata que tenía, / a los animales “puros” [...] / a los más gordos [...], / los captura y los embarca. / Pájaros emplumados del cielo, / rebaños [...] / bichos... de la estepa: / a todos, él los embarca. / Y, [...] cuando la luna desapareció, / invita a los suyos a un banquete [...], / [...], / después de haber embarcado a su familia. / Se comió, entonces copiosamente / y se bebió abundantemente. / Él, sin embargo, no dejaba de entrar y de salir, / sin llegar nunca a sentarse o a ponerse en cuclillas, / él estaba así de desesperado y de mareado.

Y llega el momento... tronaba el cielo y se escuchaba el “gruñido del dios”; se cierra la escotilla, y un viento furioso rompe las amarras del barco y se desencadena el Diluvio; “las tinieblas eran profundas”.

Después, el tiempo cambia de aspecto / y Adad resonaba entre las nubes: / tan pronto como se escuchó el gruñido del dios, / se añadió betún para obturar la escotilla, / y, apenas se había cerrado ésta, / Adad atronó entre las nubes, / mientras un viento furioso, con un primer golpe, / rompía las amarras y soltaba el barco. / [...] la tempestad / [...] enganchados [...] / Anzû arañaba el cielo / con sus garras. / ¡La tempestad golpeaba la tierra, / interrumpiendo su rumor igual que rompe un cacharro! / ¡Y, desencadenado el Diluvio, / transcurre la Maldición al igual que la guerra sobre los hombres! / ¡Nadie veía ya a nadie: / nada resultaba discernible en esta carnicería! / El Diluvio mugía como un toro, / e, igual que un águila que chilla, / el viento aullaba. / Las tinieblas eran profundas, el sol había desaparecido. / Las personas morían como moscas. / [...] / [...] el estruendo del Diluvio / asustaba, incluso, a los dioses. / ¡Enki había perdido la razón, / al ver cómo eran arrancados sus hijos / ante sus ojos! / Nintu, la gran Señora, / ponía de manifiesto su horror en sus labios, / mientras los Anunnaku, los grandes dioses, / seguían débiles por culpa del hambre y la sed. / Ante este espectáculo, la diosa estalla en sollozos, / la comadrona divina, Mammi, la experta: / “¡Que desaparezca este día, gritaba, / que regrese a las tinieblas! / Pero, ¿cómo yo, en la asamblea de los dioses, / he podido, junto con ellos, / adoptar esta decisión final? / Enlil, mediante un discurso tan hábil / como el de la famosa Tiruru,34 / ha convertido mis palabras en vanas! / Sin embargo, yo, en persona, / he escuchado la llamada de socorro de los hombres: / ¡Mi progenie, sin que yo haya podido hacer nada, / ha ido cayendo como moscas! / ¿Cómo voy a seguir quedándome aquí, / ahogados mis gritos, en este lugar de luto? / Voy a subir al cielo / para no permanecer por más tiempo / en esta funesta residencia. / Allí arriba se ha trasladado Anu, nuestro jefe, / y los dioses, sus hijos, que escucharon su llamada, / después de haber decidido, de manera desconsiderada, el Diluvio / ¡y haber condenado a los humanos a esta hecatombe!” /Así se lamentaba también Nintu... / “¡Cómo! ¿Se ha producido, entonces, este Diluvio? / Los hombres han llenado el mar / igual que se llena el río de pequeñas moscas. / ¡Como trozos de madera, helos aquí, amontonados sobre la playa! – / ¡Como trozos de madera arrojados, helos aquí, apilados sobre la orilla! / Al verlos, yo derramaba lágrimas: / ¡Ahora, ya acabé de lamentarme por ellos!”/ ¡El llanto calmó su corazón! / Así gemía Nintu, / suspirando sin emoción, / y los dioses, con ella, se lamentaban por la Tierra. / Harta de desesperación, / la diosa tenía ganas de beber cerveza: / allí donde ella estaba, llorando, / estaban también ellos, como corderos / apretujados alrededor de un abrevadero, / con sus labios secos por causa de la angustia, / y titubeantes por causa de la inanición. / Durante siete días y siete noches / prosiguieron la borrasca, la batiente lluvia y el Diluvio / allí donde [...] / fue abatido […]

Perdidas algunas líneas, pero por unos signos poco inteligibles al final de la tablilla se supone tendría lugar el cese el diluvio. Entonces es cuando el Muy Sabio envía los pájaros para ver si el agua ha remitido, y al ver que el barco queda, probablemente, encallado en alguna montaña, abre la puerta del techo, la escotilla, y recibida la luz del Sol, “desperdiga a los cuatro viento la carga del barco”, en otras palabras, los gérmenes de un mundo nuevo, una tierra nueva, regenerada y purificada por las aguas, que será habitada por aquellos escogidos que subidos a la barca, por siete días y siete noches, han sobrevivido muriendo a la muerte, y totalmente regenerados, han renacido a un nuevo orden, a un nuevo amanecer. Y de inmediato ofrece un banquete sacrificial a los dioses honrándoles con un oloroso sahumerio.

Él desperdiga a los cuatro vientos toda la carga del barco. / Después sirve una comida sacrificial / para satisfacer la alimentación de los dioses, / e hizo, en su honor, un oloroso sahumerio. / ¡Aspirando el buen olor, los dioses / se agrupan alrededor del banquete, como moscas! / Pero una vez que lo habían consumido, / Nintu se puso de pie / y, ante todos, se quejó: / “Anu, jefe nuestro, ¿desde dónde llega esto hasta nosotros? / ¿Y Enlil? ¿Ha participado, así pues, él en el banquete, / él, que desconsideradamente decidió el Diluvio / y condenó a los hombres a padecer esta catástrofe, mientras vosotros tomabais, con él, esa decisión final? / ¡Actualmente, los rostros de los hombres han desaparecido entre las tinieblas!” / Después, acercando (la mano) al gran collar de “moscas” / que Anu le había [...], ella dijo: / “¡Mi destino era, así pues, / estar desesperada por su culpa! / ¡Que Anu me saque de mi desamparo / y me ilumine el rostro! / ¡Hasta la mañana yo quiero [...] / En [...]! / ¡Que estas ‘moscas’ / formen un collar de lapislázuli35 en mi cuello, / para recordarme, siempre, estos días funestos!” / Pero, cuando Enlil el valiente vio el barco, / se encolerizó con los Igigu, y exclama: / “Todos nosotros, los grandes Anunnaku, habíamos decidido, en conjunto, prestar juramento. / ¿Por qué, entonces, un ser vivo ha escapado a la destrucción? / ¿Cómo ha sobrevivido un hombre a la carnicería?” / Anu, entonces, abrió la boca / y se dirige a Enlil el valiente: / “¿Quién, además de Enki, / habría podido hacer esto? / ¡Yo, por mi parte, no he revelado nuestro propósito!” / Pero Enki abrió la boca / y se dirige a los grandes dioses: / “¡Sí, yo lo hice en contra de la voluntad de todos vosotros! / Yo salvé a un ser vivo [...] / ¡Cálmate, [oh Enlil...] / La pena que tú decidas, al verdadero culpable le deberá ser infligida, / a cualquiera que haya desobedecido tus órdenes!”

Nuevamente tenemos una laguna, en un momento importantísimo pues el poema está llegando a su fin. No se sabe muy bien quién es el que expresa a continuación su “calma de ánimo”, pero sí que se vislumbra con claridad cómo los creadores de este relato mítico han querido oponer a los dos grandes dioses a través de todo el poema, contrastando “la autoridad brutal y, en sí misma limitada, y corta del soberano de los dioses, Enlil, a la habilidad, sutileza, astucia e inteligencia de Enki, único y verdadero autor de todo”36, capaz de ingeniarse la creación del hombre –y de preservarlo del Diluvio–, uniéndolo a los dioses por el sacrificio de un dios con el que está mezclada la arcilla en el momento de su formación, otorgándole una naturaleza divina además de la humana; y de un “‘alma’, / que lo presentaría siempre vivo después de la muerte. / Esta ‘alma’ estaba allí para guardarlo del olvido”, de quién era y de dónde venía, concediéndole la posibilidad de la vida eterna, junto a los dioses inmortales, después de la muerte.

Aunque, igualmente, apuntar que esta idea de la oposición manifiesta a lo largo del poema entre los grandes dioses Enlil y Enki se puede equiparar a la batalla cósmica entre el dios constructor–conservador y el dios destructor–transformador, energías presentes en toda la creación, que, asimismo, se conjugan permanentemente en el centro, en el corazón del universo y del hombre. En el caso de este relato, podrían sintetizarse en esa alabanza que eleva uno de ellos a la gloria del soberano de los grandes dioses, al final del poema.

“Ellos tuvieron a bien decidir [...], / ¡[Yo, yo he calmado mi ánimo!” / Enlil abrió la boca / y se dirige a Enki el príncipe: / “¡Bien, llama a Nintu, la Matriz, / y reflexionad los dos en la asamblea!” / Enki abrió, entonces, la boca / y se dirige a Nintu, la Matriz: / “¡Oh, divina Matriz, tú que estableces los destinos, / impón, entonces, a los hombres la muerte / [...] / Además, la triple ley que se aplicará a los hombres: / Entre ellos, además de mujeres fecundas, también habrá (otras) infecundas; / entre ellos actuará con rigor la funesta Demoniesa, /37



Reina de la Noche.
Antigua Babilonia, ca. 2000-1600 a. C.
Museo Británico, Londres.

para raptar a los bebés / de las rodillas de sus madres; / ¡Instituye, igualmente, las mujeres consagradas: / Ugbabtu, entu e igisîtu, / con su veto particular / que les prohíbe ser madres!

Y desaparecidos íntegramente los versos a partir de aquí se da fin a este relato mítico con este Canto.

¡Cómo, a pesar del Diluvio decidido por nosotros, / el Hombre ha sobrevivido a la carnicería! ¡Por ti, oh soberano de los grandes dioses, / siguiendo tus instrucciones, / yo presenté este Combate, / para gloria tuya! / ¡Este Canto, / que, tras haberlo escuchado, los Igigu / exaltan tu grandeza! / Oídme, entonces, cantar / el Diluvio universal!



NOTAS.
1 Jean Bottéro y Samuel N. Kramer, Cuando los Dioses hacían de hombres, Mitología Mesopotámica. Cap. XXII. “El gran génesis Babilonio: De la Creación del Hombre al Diluvio”. Ed. Akal, Madrid, 2004.
Algunos de los atributos y cualidades de los dioses que aparecen a continuación han sido extraídos del libro ya citado Cuando los Dioses hacían de hombres, aunque la mayor parte de la descripción y significados de las deidades mesopotámicas que citamos a continuación son del Diccionario ilustrado de Jeremy Black y Antony Green: Gods, Demons and Symbols of Ancient Mesopotamia, an illustrated Dictionary, publicado por el British Museum Press, Londres, 1992.
2 Nombre para designar a los primeros dioses no diferenciados aún con nombres particulares.
3 Término para designar a los diez “grandes dioses” celestes durante el período babilónico antiguo.
4 El “distante”, habitante del más alto cielo; Supremo dios, creador del Universo, Padre y Rey de todos los dioses, los Anunnaku, y descendiente de Uras con el que, luego, también se lo identifica. Su esposa es la diosa de la tierra, Uras, aunque más tarde ella es Ki. An, también es la palabra sumeria para “cielo”.
5 Hijo de An/Anu, a menudo llamado “La Gran Montaña” y “Rey de las Tierras Lejanas”, uno de los grandes dioses del panteón mesopotámico, es rey, supremo señor, padre y creador esplendoroso, al que se le describe como “tormenta furiosa” y “toro salvaje”. Su centro de culto más importante era el templo de E-kur (la “Casa Montaña”) en Nippur. Su esposa es Ninlil, también llamada “madre” con la que tiene varios hijos. Astrológicamente se le asocia a la constelación de Boötes.
6 Es hijo de Enlil, y su culto, se dice, es muy antiguo en Sumer. Su esposa era Gula o Bau, por su estrecha relación con el dios Ningirsu. De carácter marcial y por tanto guerrero, es también, curiosamente, un dios agricultor, relacionado con la preparación de la tierra, la siembra y la cosecha asociado a las actividades agrícolas durante el año.
7 Se lo considera hijo de Enlil, con el título de “portador de asientos”, y esposo de la diosa Nanibgal. Su función es cuidar de los diques y canales. También se lo relaciona con el submundo.
8 Esta división del mundo entre los tres grandes dioses del panteón sumerio-acadio: el cielo para Anu, el plano intermediario o la atmósfera para Enlil (aunque en este poema se dice que fue la “tierra”, considerada aquí como intermediaria entre el cielo y el submundo) y el Apsû o las aguas subterráneas para Enki, nos recuerda la repartición, también por suertes, que llevaron a cabo los tres grandes dioses del panteón greco-romano: Júpiter, Poseidón y Hades luego de destronar a su padre Cronos y vencer a los Titanes; a Júpiter correspondió el Cielo, a Poseidón, el plano intermediario, los mares, ríos, fuentes, islas, etc., y a Hades, el inframundo, acompañados en ambas tradiciones, por sus respectivas cortes sobrenaturales.
9 Enki/Ea: “El príncipe”, dios de las aguas subterráneas, el océano de aguas dulces (el Abzû), especialmente asociado con la sabiduría, la inteligencia, la magia, las incantaciones, los “remedios”, y las artes y oficios, y por tanto, con la cultura. Hijo de An/Anu o de la diosa Nammu, es hermano gemelo de Iskur/Adad. Su culto más importante era E-abzu en Eridu. Creador y proveedor de las aguas determina los destinos mostrándose siempre favorable a la humanidad a la que protege contra los designios de Enlil. También ayuda a Atrahasis, el muy Sabio (con el que se comunica permanentemente), a escapar del Diluvio enviado por Enlil apoyado por todos los dioses. Se lo representa sentado, con larga barba y un sombrero con cuernos. Ríos de agua fluyen de sus brazos hasta el suelo en los que, a veces, nadan pequeños peces.
10 Abzu/ Apsû: reino del sabio Enki/Ea, su esposa Damgaluna, su madre Nammu y de otras criaturas a él subordinadas. En el Mito de la Creación babilónico, se dice que Apsû es el nombre de una criatura primordial, amante de Tiamat, pero luego, cuando Ea/ Enki mata a Apsû, este nombre se transfiere a la morada de Enki.
11 “Jardines de Babilonia. 7ª maravilla del mundo. Estos jardines famosos caían como cascada de terrazas superpuestas en siete alturas, construidos con respecto a su numerología sagrada, e igualmente son siete los niveles de los zigurats; es decir, un recorrido ascendente según lo marca el Árbol de la Vida cabalístico, o a la inversa, cuando las aguas descienden de arriba para bañar las costas de los hombres y ser recibidos por ellos que, en realidad, viven de los efluvios divinos”. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Jardín”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. https://www.diccionariodesimbolos.com/jardin.htm#diccionario
12 E-kur: (la “Casa Montaña”) templo y morada de Enlil en Nippur y santuario de Ninlil. Se decía que el E-kur había sido fundado y construido por Enlil, considerándose este lugar sagrado como el “laso” o vínculo que mantenía unidos cielo y tierra entre sí.
13 Lleva el título del “Gran portero del Ékur”.
14 Nusku/a era considerado hijo y ministro de Enlil. Pero además de sus funciones como ministro, también es considerado un dios relacionado con el fuego y la luz. Por lo que en las incantaciones mágicas se le solía llamar para asistir en la quema de hechiceros y brujas.
15 Ver aquí, el capítulo V, Hayyim Vital, en Presencia Viva de la Cábala de Federico González y Mireia Valls. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2006.
https://www.simbolismoyalquimia.com/cabala/hayyim-vital.html
16 Jean Bottéro y Samuel N. Kramer, Cuando los Dioses hacían de hombres, Mitología Mesopotámica, op.cit.
17 Uno de los nombres de la Diosa Madre, Diosa de la Tierra y la fertilidad.
18 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Agua”, op. cit.
19 Federico González y Mireia Valls, Presencia Viva de la Cábala, Cap. VI. Los Hasidim, en nota, op. cit.
20 Son varios los mitos en diversas tradiciones donde se relata el poder de fecundación por la saliva. En la Tradición Precolombina, y específicamente en el libro sagrado de los maya-quichés, el Popol Vuh, se cuenta cómo la doncella Ixquic que habitaba el inframundo de Xibalbá es fecundada por la saliva expelida de la calavera del sabio Hun-Hunahpú, –engañado y muerto por los de Xibalbá cuando es convocado por éstos al inframundo para una partida del juego de pelota–, dando ella a luz, luego de ascender a la superficie de la tierra, a los dos gemelos-héroes Hunahpú e Ixbalanqué, hijos de aquél. En el instante que la doncella recibe el chisguete de Hun-Hunahpú en la palma de su mano éste le dice: “–En mi saliva y mi baba te he dado mi descendencia [...] Así es también la naturaleza de los hijos, que son como la saliva y la baba, ya sean hijos de un Señor o de un sabio... Su condición no se pierde cuando se van, sino se hereda; no se extingue ni desaparece la imagen del Señor o del hombre sabio..., sino que la dejan a sus hijas y a los hijos que engendran. Esto mismo he hecho yo contigo…”. Popol Vuh, Las antiguas historias del Quiché. Trad. del texto original, con introducción y notas, por Adrián Recinos. Fondo de Cultura Económica, México, 1984.
21 A este respecto, y en relación a los números cíclicos catorce y siete que menciona el poema refiriéndose a “las catorce matrices reunidas por la Experta”, que luego divide en siete a la izquierda y siete a la derecha separadas por la pared de ladrillo, nos parece interesante, en este momento, citar lo que nos dice Federico González Frías en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, en la entrada Manvantara:
“Periodo de tiempo correspondiente a un ciclo de esta humanidad. Siete manvântaras descendentes y siete ascendentes conforman en la Tradición Hindú un Kalpa. Este ciclo está regido por un Manú.” (...)
René Guénon ha escrito sobre este periodo cíclico, lo siguiente:
“Los Manvantaras, o eras de Manús sucesivos, son en número de catorce, formando dos series septenarias de las cuales la primera comprende los Manvantaras pasados y aquél en el que estamos actualmente, y la segunda los Manvantaras futuros.” (…)
https://www.diccionariodesimbolos.com/manvantara.htm#diccionario
“Decir, en fin, que la palabra Manvántara significa "era de Manú", el cual no es otro que el Legislador universal o Inteligencia cósmica que promulga, de acuerdo a la Sabiduría Eterna, la Ley o Dharma que rige todo el Manvántara desde su principio hasta su fin. (Cita extraída del acápite: Los ciclos I, en Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha, Federico González y col.)
https://www.introduccionalsimbolismo.com/modulo3k.htm#71
22 Jean Bottéro y Samuel N. Kramer, Cuando los Dioses hacían de hombres, Mitología Mesopotámica, ibíd.
23 Diosa de variados aspectos, Ishtar/Inanna era la deidad femenina más importante del panteón sumerio y de las culturas que florecieron en la antigua Mesopotamia. Su nombre sumerio se deriva de Nin-ana que significa “Diosa del Cielo”. El signo de su nombre ya aparece en los textos más antiguos. En acadio se le conocía como Ishtar o Estar relacionada igualmente con la diosa asiria Astarte. A Inanna se le consideraba hija de An, aunque, según algunas tradiciones también de Enlil o de Enki. Estaba estrechamente vinculada a la ciudad sumeria de Uruk donde se encontraba su santuario. Su hermana era Ereshkigal, reina del inframundo, y siendo la diosa del amor sexual no se le atribuye un esposo. Dumuzi era su amante aunque, finalmente, termina dándole muerte. Son tres sus principales atributos. Estando relacionada con el amor sexual era la diosa de los amantes y estaba vinculada a la prostitución. Por otra parte era una diosa violenta y guerrera que solía acompañar a sus reyes favoritos en la batalla, representándosela en el arte como diosa-guerrera, armada y con sombrero de cuernos, y a veces alada. También era el planeta Venus: la estrella de la mañana y el atardecer. Su símbolo es el león y la estrella.
24 La diosa Ishara, parece haber estado vinculada a la Tradición semita, expandiéndose su culto desde la región central del Éufrates hasta el sur de Mesopotamia. Equiparada a Ishtar e Inanna, es la diosa del amor y la guerra aunque a veces se la relaciona con las diosas madre y de la adivinación. En astronomía es la constelación de Escorpio.
25 René Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, “Símbolos de la manifestación cíclica, cap. XXIV. El Jabalí y la Osa”. Editorial Eudeba, Buenos Aires, 1988.
26 Namtar no era uno de los grandes dioses, más bien una deidad menor que ejercía la función de ministro de Ereshkigal, reina del inframundo. Era hijo de Enlil y Ninlil y se le vincula a uno de los demonios de las regiones más profundas del inframundo, el heraldo de la muerte. Según este diccionario que estamos consultando, sobre Dioses, Demonios y Símbolos de la antigua Mesopotamia, originalmente, namtar en sumerio quería decir “destino” o “hado, si no, suerte”.
27 Ver en el Anillo telemático de Symbolos Lugar de la Tradición Atlante en el Manvantara, de René Guénon. https://www.ciclologia.com/guenontradicionatlante.htm
28 Adad/Iskur: dios dotado del poder sobre las tormentas, el granizo, la inundación y el viento norte Burias, análogo al griego Boreas. Hijo de Enlil, también tiene un aspecto benévolo, como dios de la lluvia que propicia la agricultura. Se le suele representar montado o de pie sobre una bestia mitad león y dragón, o sobre un toro, animales que él personificaba. Su centro de culto es Karkara y es hermano gemelo de Enki.
29 Nisaba: en la escritura, uno de los signos que la describen es una espiga de grano. Por lo que en el origen debía ser una diosa relacionada con el trigo. Aunque esta hija de An y Uras está vinculada a la escritura desde muy antiguo; en la ciudad de Lagash la hacen hija de Enlil pero siempre relacionada con la escritura haciéndola esposa de Nabû, deidad protectora de los escribas.
30 Se dice que: “Hay ciertas Fumigaciones relacionadas con las estrellas, muy útiles para adquirir las cualidades celestes bajo los rayos de las estrellas, porque se comunican con el aire y el espíritu, recibiendo nuestro espíritu grandes cambios a través de estas clases de vapores, siendo uno y otro un vapor que se asemeja; también el aire toma fácilmente las cualidades de las cosas inferiores y de las celestes a través de estos vapores, y penetra continuamente, y desde luego en el corazón, nos reduce maravillosamente a cualidades semejantes; por ello se hacen las fumigaciones para que un hombre adivine, para que utilice su imaginación; esas fumigaciones nos preparan para que recibamos las inspiraciones divinas, convenientes a través de ciertos hombres (…). Y dicen que los demonios del aire son atraídos y seducidos a través de ciertos vapores provenientes de perfumes apropiados, excitándoselos a través de truenos y rayos y otras cosas semejantes: también afirman que no hay que sorprenderse de la virtud de las fumigaciones, como se dice que el hígado del camaleón quemado en sus extremos excita las lluvias y los rayos.” Cornelio Agrippa, Filosofía Oculta, Libro I, Magia Natural, cap. XLIII, Fumigaciones, modalidad y poder. Ed. Kier, Buenos Aires, 1991.
31 Introducción a la Ciencia Sagrada, Programa Agartha, Federico González y col., op. cit.
https://www.introduccionalsimbolismo.com/modulo1h.htm#68
32 Cita extraída de Jean Bottéro y Samuel N. Kramer, Cuando los Dioses hacían de hombres, Mitología Mesopotámica, ibíd.
33 “Reloj de agua o cualquier mecanismo para medir el tiempo mediante el flujo regulado de un líquido hacia o desde un recipiente graduado, dando así dos tipos diferentes de relojes según la dirección del flujo.
Las clepsidras datan de la antigüedad (...) y se usaban especialmente durante la noche, cuando los relojes de sol perdían su utilidad. Los primeros relojes de agua consistían en una vasija de cerámica que contenía agua hasta cierto nivel, con un orificio en la base de un tamaño adecuado para asegurar la salida del líquido a una velocidad determinada y, por lo tanto, en un tiempo prefijado. El recipiente disponía en su interior de varias marcas, de tal manera que el nivel de agua indicaba los diferentes períodos, tanto diurnos como nocturnos.” (Texto extraído de Wikipedia).
34 Deidad mayormente desconocida por su gran antigüedad, aunque aparece en un listado como una forma de Ishtar llamada Sariquat.
35 Nos dice Mircea Eliade que: “...la cosmología y la teología mesopotámicas son las que nos permiten comprender el eminente papel reservado al lapislázuli en la vida babilonia. El azul de esta piedra semipreciosa es el del cielo estrellado. (...) Esta ‘magia del cielo estrellado’ no es una simple expresión literaria, sino que corresponde perfectamente a las propiedades que los pueblos orientales atribuían a esta piedra. Dejando de lado el hecho de que la barba del dios lunar estuviese representada en azul, a fin de subrayar concretamente su esencia, lo verdaderamente importante es que todas las fuerzas lunares colocadas bajo su dominio estuviesen simbolizadas por el lapislázuli”. De allí, también, la inspiración que descendía del dios, “el señor del cielo estrellado”.
Más adelante agrega que: “el kishkanû (sin duda el ‘árbol de vida’) que crecía al lado de E-abzu, el principal templo dedicado a Éa/Enki tenía ramas muy parecidas al lapislázuli”, adornadas de piedras preciosas. Mircea Eliade, Cosmogonía y alquimia babilónicas, cap. II. Magia y metalurgia. Ed. Paidos, Barcelona, 1993.
36 Jean Bottéro y Samuel N. Kramer, Cuando los Dioses hacían de hombres, Mitología Mesopotámica, ibíd.
37 En la introducción a su libro Himnos Sumerios, Lara Peinado observa que: “Si los estratos cósmicos y astrales estaban poblados, según los sumerios, por divinidades superiores, más o menos delineadas en su contenido religioso, también sus textos (y sobre todo los de los acadios) recogen una serie de seres secundarios que podríamos encuadrarlos dentro de una angelología y demonología, cuyas características serían, ante todo, de poco clara definición (lo que nos lleva a pensar en su importancia secundaria) y en adscribirles un potencial protector o maligno, según los casos. Es un hecho comprobable que el concepto y las representaciones más antiguas de ángeles y demonios hay que situarlos en época sumeria, de donde pasaron después a la religión babilónica y más tarde al mundo hebraico”.
Y en relación a la Demoniesa:
“Especial importancia adquirió el culto tributado a la diosa Lilith, la cual, aprovechando la nocturnidad, atacaba a los seres humanos. De ella nos ha llegado su representación iconográfica en una placa de terracota (de muy buena factura artística), donde se la figura totalmente desnuda, alada, con pies a modo de garras, coronada con la tiara de la realeza y enarbolando los símbolos de la cuerda y la vara de medir. Leones y búhos acompañan a tan siniestro personaje, cuyo temor había motivado un respetuoso culto hacia su ser”. Federico Lara Peinado, Himnos Sumerios, Estudio Preliminar. Angelología y Demonología. Ed. Tecnos, Madrid, 1988.
Ver Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada “Lilith”, https://www.diccionariodesimbolos.com/lilith.htm#diccionario

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