SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

TEATRO DE AMOR

CARLOS ALCOLEA

Eros con una máscara.
Camafeo. Alejandría, siglo I.

Estando en la plenitud de una noche tan oscura y densa que no llegaba a ver nada si no era iluminándolo con las velas que tenía en la biblioteca, de las que gracias al cielo estaba bien surtido, tuve la gran fortuna de vivir un hecho extraordinario sin parangón que no obstante terminaría desvaneciéndose en el olvido, como si nunca hubiera tenido lugar. Sólo ahora que lo recuerdo puedo dar fe de ello y agradecerlo doblemente: por manifestárseme en aquel momento y hoy por recordarlo, devolviendo el regalo que jamás podré pagar, por más que viviera cien mil vidas.
La cosa comienza como digo en la plenitud de una noche oscura en la que divagaba con inquietud dando vueltas en torno a mi propia falta de visión y el modo en que quizá podría solucionarlo. Así que fui a la biblioteca de mi gabinete alquímico y tomando una luz la prendí de tal suerte que se representó una imagen muy vívida encuadrada en un escenario, como si estuviese en un teatro. Absorto en la visión, suspendí todo juicio y por falta de costumbre estuve un tiempo enajenado. No alcanzaba a explicar con exactitud qué era todo aquello pese a mi esforzado empeño. Con el tiempo terminaría por olvidarlo todo, de ahí que como ya he dicho, no haya podido recordar nada hasta ahora que súbitamente, encontrándome de nuevo en análoga situación a la descrita al principio, se haya hecho la luz en mi interior.



Imagen de origen desconocido.


Como aquella imagen estaba inmóvil en el centro del escenario, pude apreciar en torno a ella hasta nueve círculos concéntricos, y otros tantos tonos cada uno de los cuales reflejaba la luz que emanaba de su corazón del cual partían cuatro rayos bien definidos en forma de cruz, que iluminaban cada uno de los círculos, llenándolos con su esplendor como lo haría una fuente de agua cristalina que emana de lo alto y va colmando los pisos inferiores. En conjunto formaban una escala cromática armonizada en tonos irisados que jamás creí que pudiera existir hasta ese momento. Un estremecimiento me recorrió de arriba abajo y entonces pude entender no con la razón sino de otro modo que no alcanzo a explicar, pero que tiene que ver con la Memoria, la naturaleza incognoscible ante la que me encontraba. Al principio creí estar soñando, pero enseguida me di cuenta que aquello era real y que lo que hasta en ese momento había tenido como tal, no era sino una ilusión consistente en el transcurrir de la existencia vista como una sucesión de anécdotas. El Ser se adelantó hasta la boca del escenario iluminando un anfiteatro precioso en el que me vi sentado como único espectador a través de sus ojos. Pude ver a las Musas bailando un rondó y me deleitaron con sus voces armoniosas revelándome la cosmogonía, al punto que me hicieron llorar desconsoladamente no de tristeza sino de alegría ante lo que se representaba. Ello me ocurrió reiteradamente y me dejaba exhausto, tendido en el suelo.



El Parnaso, fresco. Anton Raphael Mengs, 1760-1761.


En efecto, lo que oía no con los oídos sino de otro modo, directo en el corazón, me sumía en la más profunda melancolía. El descubrimiento de un nuevo mundo inmensamente más rico, profundo y jerarquizado se abrió ante mis ojos. Fue como morir y pasar de un estado de precariedad, penuria y escasez angustiosa a otro de riqueza, abundancia y prosperidad gozosa. Y aun más que eso, porque las palabras se quedan cortas, si bien es con lo que contamos en el juego de evocar lo ilimitado.
Completando el rondó que con las Musas de grata voz se trenzaba, pude ver al dios Apolo con su carcaj provisto de arco y flechas como el mismísimo Eros y contemplar la Belleza que me llevó a experimentar una ingravidez muy gozosa y al mismo tiempo desgarradora en tanto todavía estaba en cierta medida ligado a las cosas de la Tierra. Pero esto fue tan solo el preludio de un viaje que estaba por comenzar con el discurso de aquella entidad sobrenatural:



Grabado de Apolo. British Museum.


–No tengas miedo–, me dijo. –Vengo a mostrarte el camino de retorno al punto de donde una vez, a causa de tu inclinación tu alma descendió. Fui yo quien te guió en semejante descenso por los círculos de la creación hasta este en el que te encuentras detenido. Pero ahora, por fin ha llegado el momento de enseñarte lo necesario de modo que inviertas el sentido remontando a la fuente misma de la Vida. Te has hartado de decir que no me conoces hasta llegar a creer que es así, cuando es al contrario y somos íntimos desde siempre. Estoy más cerca de ti que tu propia yugular, de hecho eres lo que eres porque soy uno contigo, pese a que tu inclinación hacia la densidad y la gravedad, haga que parezca lo contrario. No es así. Bien sabes que te conduje en un principio mostrándote a la Sabiduría, a la que tuviste la fortuna de ver; de no ser como digo no estaría aquí dictándote lo que has de escribir. Cierto es que no se te manifestó directamente, pero pudiste verla reflejada en el espejo de su alcoba a la que te facilité la entrada con la condición de permanecer en silencio total para no ofenderla. Sabía que podía confiar en ti y no me equivocaba, me pintan con los ojos vendados, pero nunca yerro la dirección del blanco cuando lanzo mis dardos. Te enamoraste locamente anhelando ser correspondido. No seré yo quien te lo reproche, colado como estoy por Psique. Lo que quiero decir es que te comprendo. No es poca cosa ver el reflejo de la Sabiduría, certeza que no necesita ser explicada sino más bien vivida, vivenciada en el corazón.



Grabado basado en un dibujo de Miguel Ángel, 1533-1565. British Museum.


De eso fui yo la causa, pero no del destino que escogiste al salir de allí en silencio, ciertamente respetando lo pactado, pero pretendiendo conquistarla por tus méritos. Tú mismo te degradaste. Por eso te hube de acompañar aun más abajo donde dejaste de verme como era al principio y mi compañía apareció entonces con otro aspecto, lo que a decir verdad, no te infundió desconfianza sino el mayor de los respetos, pese a tu estado caído. Pero de a poco habrían de venir pruebas y peligros que sortear en forma de obstáculos formidables particularmente adversos en la medida en que así los consideraste y no como el acicate necesario para romper estructuras inamovibles y en definitiva “pasar a otra”, invirtiendo el descenso. Estuviste todo el tiempo recibiendo el apoyo y la ayuda necesaria, aunque a ti te pareciera lo contrario. Pataleabas de rabia maldiciendo la falta de Amor, mientras seguía ahí contigo, ya fuera con el aspecto de la melancolía, haciéndote añorar algo impreciso que te sumía en un estado de tristeza o con cualquier otro que quizá nombre si viene a cuento. En cualquier caso conseguí llevarte al reino de los muertos, culminando en lo que ahora llaman una tormenta perfecta donde convergen todos los factores necesarios para desatar el caos arrasando todo cuanto está a su alcance. Fue tal el impacto recibido que tu enfoque cambió y de vez en cuando tenías accesos, que yo mismo te franqueaba, a otros estados de la conciencia, otros reinos o realidades que al no poder consensuar con el resto, te hacían entrar en pánico creyendo que te volvías loco. En fin, una interminable caída con sus precipitaciones y sublimaciones que culmina aquí, en el reino de la oscuridad donde habita Sophia, la diosa invertida con inteligencia artificial que imita gestos y expresiones, además de ser capaz de calcar la personalidad humana; eso dice la Wikipedia. O sea, una copia de un falso original a la que le han puesto el nombre de la diosa Sabiduría. No hace falta explicar mucho más para entrever lo que este proyecto sumamente siniestro significa. Por fortuna se te han provisto de las luces necesarias para realizar lo que ya has hecho al hacerme visible en el Pensamiento. El resto, incluyendo el olvido y todo lo demás ha sido un mal necesario para el Bien que te aguarda pese a que continúes una y otra vez dando vueltas a lo mismo.



Rueda de carrusel de entretenimiento.
Imagen del banco de imágenes 123RF.


Sea como sea, minucias que no merecen ser detalladas, las migajas del banquete al que estás invitado. Puedes sentarte a la mesa con los dioses y hablar de tú a tú con ellos, escuchando lo que no es común oír, o bien puedes seguir estafándote a ti mismo, aguardando las sobras como los perros y teniendo además que pelearte por ellas, como si fueran la gran cosa. Sé cual es tu elección aunque no digas nada, elección que hiciste al entrar en aquella alcoba y ver lo que viste aunque fuera un reflejo. En ese momento te lancé una flecha que sigue clavada y sangra como el primer día. Eso te ha salvado, pese a las quejas y lamentos constantes, que parecen ser el deporte favorito de quienes como tú consideran merecer mejor suerte, es decir, una grandísima mayoría descontenta. Cabría preguntarse qué se considera mejor y con respecto a qué. Pero, no nos demoremos más y comencemos el viaje que nos ha de llevar a ese gran banquete en el que te aguardan–.
A continuación, como por arte de magia la figura mudó y con ella el rostro, mostrándose una dama muy bella danzando en la oscuridad nocturna mientras se retiraba muy lentamente un velo, descubriendo de a poco su semblante plateado y taciturno, hasta un punto en que se invertía el sentido desapareciendo en la oscuridad. Justo en mitad del recorrido pude verla al completo. La luz que le daba de lleno reflejaba en derredor como si fuera un espejo, de modo que incluso me podía ver a mí mismo con total nitidez. Observé que estaba lleno de cosas, cientos de detalles me llamaban la atención y me atraían desviándome de lo importante. Pero como a mi manera de ver aquello no era nada en comparación con la Belleza y la Armonía expresadas en la figura plateada y su danza, enseguida volví a ella, la cual terminó por desaparecer como había venido, sumiéndome entonces en una oscuridad que se me haría eterna hasta un punto en el que creí que ahí terminaba todo. De aquellas profundidades me rescató vuelto del revés pero al derecho una voz que me condujo por distintos reinos sin entender todavía a qué respondía todo aquello. Me trató con tal amor, que me recordó estar ante el Ser que viera al principio, aunque se presentó como Hermes-Thot.


Imagen de la red: freddyrocco70.tumblr.com.


Esto me dijo: –Vengo a rescatarte. Tu familia aguarda y vela por ti, pero aun has de disponerte adecuadamente para la celebración, no puedes ir así. Aligérate. Esos personajillos que adoptaste se han hecho grandes. Los llenaste de atenciones y ahora te va a costar sacártelos de encima. Son creaciones a partir de conductas y actitudes legitimadas por el medio. En tu colección cuentas con el hipócrita con su bondad de pacotilla y su bien quedar pringoso, que oculta un miedo feroz a no ser querido, a ser rechazado y excluido. Otro que tal: el envidioso que anhela lo que no está a su alcance, por lo que se enfurruña compadeciéndose de su pésima situación. Uno de tus favoritos: el íntegro y virtuoso cuya faz revela su carencia y el más peligroso, el soberbio maestrillo que pretendiendo un saber que no es tal o afirmando lo contrario, es decir, con distintas estrategias, trata de establecer un poder sobre el resto que le otorgue cierto status intelectual, anímico, y/o material, ¿se puede ser más tonto? Atención a la ira igualmente asesina del cojo atormentado por la grave caída de las benditas alturas Olímpicas al lugar donde las fuentes están ocultas y es muy difícil encontrarlas para saciar la sed que le atormenta. Un personaje tragicómico que se pasa el tiempo reclamando una satisfacción ante lo que considera ofensivo, y como no obtiene ningún resultado a su favor todo le parece mal. Mucho cuidado con el pretencioso perfeccionista, lleno de expectativas que se ha creado tontamente en base a ideologías, sentimientos y pasiones con las que se identifica, un asesino en potencia de la Verdad y el Bien con ínfulas de mejorar lo presente desde su punto de vista de corto alcance. Sus “buenas intenciones” enlosan los caminos del infierno. Ojo también con el avaricioso, que no se conforma con nada y todo le parece poco, empezando por el pequeño poder personal, su preciadísimo tesoro. Y estos son tan sólo algunos de los variados personajes con los que te identificas. También está el seductor, el sociable, el encuestado, el oficialista, el rebelde, el legalista, el marginado, y un sin fin de etcéteras. De todos te has de despedir uno por uno si quieres ser libre. Entonces se te abrirán las puertas del salón interior del Palacio donde celebramos el amor que nos une en el banquete eterno. Esto se anunciará y proclamará a los cuatro vientos impulsado por mí mismo y quien lo reciba encontrará que es verdad lo comunicado y que es posible dejarlo todo si así está escrito. Ahora bebe del agua que te ofrezco y purifícate. Queda dispuesto–.


Forma para grabar relieve mostrando a Eros recogiendo uva.
Asia menor, siglo I. Museo Hermitage.


Tomé entonces a sorbos lo que me pareció un veneno para el que no hay antídoto, llamado Corpus Herméticum. También otros de la empresa Symbolos que me recomendó. Me dijo que unos antes y otros más tarde dejan el tratamiento por distintos motivos y sólo unos pocos lo llevan a cabo hasta el final. Me habló de la Paciencia, pues como la gota horada la piedra, así cala hasta lo más profundo revirtiendo en la salud espiritual del paciente siempre y cuando sea constante y recto en sus intenciones. Ello, claro está, no significa poseer una salud física de hierro como creen los imbéciles, sino que más bien se refiere a un proceso en el que no están excluidas la enfermedad, el dolor y obviamente la muerte. Lo que no es para menos tratándose de un procedimiento revulsivo como este al que los alquimistas llaman transmutación. Mientras esto decía, noté que se me aclaraban las cosas.
–La ciencia de los venenos es la ciencia de los remedios–, me dijo, ampliándose mi percepción hasta entonces disminuida y revelándose la existencia de otros estados de la conciencia, otras realidades hasta entonces ocultas. Tanto es así, que para mi asombro ya no veía a mi protector y guía en la misma forma, sino que ahora era un niño longevo manejando con rectitud un carro con dos caballos tirando en direcciones opuestas. Me invitó a subir a lo que accedí encantado. Me vi entonces sin moverme de donde estaba, en medio de la inmensidad reflejada en las aguas del cielo, y sobre ellas el Ser del principio transfigurado en una criatura que de seguro era Cupido, pues además de poseer alas con las que sobrevolaba el mar de las pasiones, disparaba con sus flechas a la multitud de almas sumergidas que se agitaban distraídas e ignorantes a esas alturas a las que no alcanzaban a ver simplemente porque, al igual que yo mismo con anterioridad, no imaginaban que eso pudiera tener realidad. Era penoso verlas arrastradas por las corrientes y ondas que las succionaban llevándolas aún mas abajo donde se hacía insoportable la presión, mientras que otras corrían la suerte de ir a parar a escollos difíciles de salvar. Sólo alguna de las flechadas tenía la fortuna de superar los insalvables obstáculos, mas no por sus medios sino conducida por fuerzas desconocidas que de algún modo le incitaban a tomar las decisiones oportunas en el momento justo, de manera que finalmente alcanzara esas alturas. Pero mi interés ahora, no estaba en aquel mar agitado sino en el gracioso Cupido, cuya presencia tanto complacía mi ser colmándolo de dicha. Quizá por eso algunas de aquellas almas, las más cercanas a mí ahí donde me encontraba físicamente, empezaron a murmurar y censurar mi actitud contemplativa a la nada. Y es que, al estar inmersas en el mar de las pasiones no podían verlo como yo. Tratando de hacerles entender empeoraron las cosas, tildándome de soberbio y egoísta y aun hubo la que se dedicó a sembrar la duda acerca de las intenciones que podía ocultar semejante proceder. Y si no es por mi guía ahora no estaría contándolo, ya que en algún momento en que me dejé llevar por aquellas disonancias, llegué a perder el equilibrio y caí, aunque fui inmediatamente jalado por la entidad que me protegía. En el ínterin en que me vi abajo, sumergido en aquel mar, experimenté la bilis de Venus, noté que el amor se había transformado en un monstruo cruel con una ferocidad bestial y no como lo conocía en las alturas, recuerdo que me trajo de nuevo de vuelta, dejando atrás los padecimientos horribles que tienen lugar en aquellas honduras holladas por los mortales, adonde no deseaba volver en absoluto.



Grupo escultórico de Erotes; anteriormente en Villa Negroni, y luego en Cobham Hall. Tiza negra en una hoja de papel pegada en una hoja de cartulina. British Museum.


De pronto no sé cómo, me vi manejando las riendas del carro a la vez que era llevado, como si yo mismo fuera el vehículo conducido por la presencia del principio, cosa que no sería ni de lejos un paseíllo relajado, sino más bien mental y físicamente agotador conjugar esas energías de arrastre, de manera que no se desbocasen cada cual por su lado arruinando aquel extraordinario viaje. No obstante, pese a la desazón y sufrimientos experimentados por la responsabilidad que supone semejante asunto, cosa que pesaba sobre mí como una gran losa, la tensión se iría aliviando no porque las bestias no tirasen según sus intereses, sino porque gracias a Dios había encontrado el modo en que cediendo lo necesario y conteniendo lo justo, se podía conducir aquello. En esa coyuntura pude ver entonces que la escena del juguetón arquero disparando sus flechas a las almas arrastradas en el mar de las pasiones, no era otra cosa que un reflejo de lo que en realidad acontece a otro nivel superior en el que no hay ni antes ni después, sino que siempre es ahora: Eros en el banquete divino dispara sus flechas a los corazones de todo el panteón Olímpico, generándose idilios y conflictos entre la estirpe inmortal, uniones y rupturas, encuentros y desencuentros constantes, figurados mediante la posición de los astros en la rueda zodiacal, lo que abajo se representaba en la manera en que ya dije al mencionar a las almas sumergidas en el mar de las pasiones.



Medallón en relieve de Cupido enmascarado con los signos del zodiaco. British Museum.


Con esta nueva perspectiva tuve la certeza de que cuanto ocurría ahí abajo era la concreción de los acuerdos y desavenencias que tenían lugar entre los dioses. Recordé que de ello es un ejemplo la obra de teatro El Sueño de una Noche de Verano: la generación de males que azotan la tierra es fruto de la querella y disensión entre Titania, reina de las Hadas y su esposo Oberón, mas su reconciliación trae la concordia entre los habitantes del reino, culminando con una boda, la del mítico Teseo, rey de Atenas, con Hipólita, la reina de las amazonas. El primero osó entrar al laberinto y enfrentarse al Minotauro, para salir victorioso gracias al hilo de Ariadna, además de otras muchas proezas todas relacionadas con la iniciación en los Misterios. La segunda, de armas tomar, es hija de Ares y con eso debería bastar. La unión entre ambos se rubrica con una representación llena de gracia que de un modo ocurrente juega a conjugar los opuestos. Tanto es así que su director la presenta como un “sainete muy trágico además de enojoso y breve”, lo que despierta el interés en Teseo por ver como concuerda semejante discordancia que él mismo define como “broma y tragedia, hielo caliente y nieve negra”.
Mientras comparecían estos pensamientos, noté que me sentía gradualmente aligerado, liviano, la aversión y la angustia que sufría ante la posibilidad de volver a sumergirme en aquellas profundidades dejó de asustarme, siempre y cuando pudiese mantener vivo el recuerdo de aquel presente, a lo que el Ser que me trajo hasta aquí, es decir Eros, respondió:
–Yo soy tú. Desciende de nuevo y olvídalo todo, esa es la ofrenda y el sacrificio que ha de probar lo que vales. Si pese a los contratiempos que aguardan -muchos de ellos tremendos- perseveras, gradualmente irás recordando cuanto se te ha mostrado para no olvidarlo jamás. Transmite entonces la buena nueva–.
Accedí a ello y el amor se ocuparía del resto.




El amor amenazante. Étienne-Maurice Falconet.
Museo del Louvre. British Museum.

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