SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 

NOCHE DE BRUJAS
Impresiones de un aquelarre auténtico


Hay escritos cuya lectura en fechas señaladas, como éste de Noche de Brujas en el solsticio de verano, tienen un carácter ritual y descargan toda su potencia actuante sobre el alma de los participantes. Así lo testimonian estos textos engarzados de los actores y al mismo tiempo espectadores de un aquelarre auténtico. Aunque la época de las brujas reunidas en torno al Diablo parece “superada” por la era tecnológica y racionalista, quedan pequeños reductos en los que habitantes de este siglo XXI siguen practicando ritos ancestrales con toda la frescura y autenticidad de sus orígenes. Seres afortunados que guiados por escritos iniciáticos como éste, cuentan con la oportunidad de conocer las energías vivas del cosmos y recrearlas en su cotidianidad. Para volar no hacen falta escobas ni alas, bastaría con abrir el cerrojo del pensamiento y no coartar sus posibilidades transmutadoras. Y todo esto son palabras mayores para los dispuestos a habitar la Ciudad Celeste que han fustigado las simples autocomplacencias, los engaños y trampas de la ignorancia que se cierne sobre esta humanidad desviada.

Nos encaminamos ahora hacia otra puerta, la de los Dioses –la que se abre en el solsticio de invierno–, aportando estos escritos alquímicos de quienes aspiran trascender su individualidad y habitar el mundo de los dioses, antesala de la salida cósmica, de ahí que se presenten todas las “impresiones” como un único discurso firmado solamente por las Brujas y el Diablo.


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Llegó el momento propicio, se acerca el solsticio de verano, donde “el sol se detiene”, el tiempo es abolido y se abre la puerta de los hombres. Y ante la constante necesidad de redoblar por lo más alto, con

“una entrega total a la llama del Amor, y a los éxtasis y goces de la sublime y fogosa belleza” 1

un grupo de mujeres (las brujas), hemos sido convocadas a participar en un rito regenerador, sapiencial y ancestral, un auténtico Aquelarre o Sabath, donde el Diablo, el Gran Hierofante, iniciador en los misterios de la sexualidad y la unión, incita a las gloriosas cópulas:

“En verdad nuestro bello señor habita el centro de la tierra y desde allí promueve las artes y las sublevaciones” (…) “Su manifestación es un orgasmo perenne del que surgen todas las cosas, las que vuelven a él por el deseo que les provoca. Copula místicamente al mismo tiempo con todas nosotras”.

Desde ese momento nos preparamos para este encuentro crucial, de alcances insospechados. Se torna imprescindible mantener la atención concentrada, perseverando en la oración del corazón. Disolver y coagular, muriendo a lo ilusorio, a cualquier condicionamiento que nos ate a la individualidad. Los peligros e impedimentos de todo tipo están siempre al acecho, y no siempre es fácil reconocerlos pues por momentos aparecen revestidos de formas muy sutiles. Este rito nos ofrece la oportunidad de verlo y nombrarlo para ser trascendido, liberándonos de toda complicidad con “el hombre viejo”:

“Los excrementos son el símbolo de las transformaciones. Sin paso por el infierno no se hace el camino del cielo”.

Sabemos de la trascendencia del rito, de su poder mágico-teúrgico, verdaderamente liberador, capaz de operar una alquimia del alma, una transmutación y transformación interior, y cuyas emanaciones fecundan nuestro mundo:

“nuestro sacrificio anuncia nuestro viaje por las regiones siempre vírgenes”.

Y llega el día señalado. Las brujas acompasadamente vamos formando un círculo sagrado y nos sentamos alrededor del Eje, simbolizado por una herma con la cabeza del dios engalanado de hiedra fresca. Hay un caldero cuyo fuego avivan las brujas:

“nuestro caldero es nuestro horno alquímico donde se transforma nuestro ser. En el que se cuece la ciencia de los venenos que, como se sabe, es la misma que aquella de los remedios” (…) “Aún quedan impurezas en el fondo del caldero, pero se aprende a sublimarlas conjugando los opuestos”.

En la gruta hay una fuente misteriosa donde brota el agua pura; Agua de Vida, nuestra pócima, la que beberemos al honrar e invocar con toda el alma a nuestro amo y señor, el Diablo:

“nuestro Amo eres tú, el falo primordial, la potencia siempre renovada y el acto continuamente virgen”.

Y en nuestros vigorosos brindis por la salud de las estrellas, energías numénicas que fecundan nuestro mundo,

lo de abajo es como lo de arriba y lo de arriba es como lo de abajo para que se obren los milagros de una sola cosa. 2




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Hemos sido convocadas a un rito Hermanas, ¿con qué fin?

Para atraer las energías celestes, unir cielo y tierra, despojarnos de nuestros egos, de lo que somos o hemos creído ser…

“Sólo pompas sin alma. Sin carne, pobres y pálidos muñecos fofos a los que no anima ningún espíritu”.

Para enfrentarnos a nuestras densidades, al medio, que es una proyección de nosotros mismos, de lo que hemos aprendido hasta ahora, y que gracias a la enseñanza, al rito, podemos liberarnos y reconocer que no somos eso, o sea, liberarnos del mundo que nos ha tocado vivir.

Para algunos el mundo en que vivimos es el infierno, puesto que el inframundo es esta misma tierra cuando se vive por debajo de las posibilidades del verdadero hombre 3.

La única manera de regenerarnos es conociéndolo, viviéndolo, e identi-ficándonos cada vez menos con él.

“Nuestro caldero es nuestro horno alquímico donde se transforma nuestro ser”… “Y como el humo que cada vez mas sutil y transparente brota de la olla, nos elevamos al país celeste donde esta nuestro reino; la perdida ciudad de los inmortales, la que no podrá ser hallada por aquellas que no participan del sabath”.

Para pasar por varias muertes y resurrecciones, pero siempre unidos al eje de la doctrina, para no perdernos en el mundo de Yetsirah, de las ilusiones, el mundo de la psiqué, el laberinto de la mente, que hay traspasar con cada nuevo amanecer.

”No bien nos damos cuenta de que no existe nada ni nadie contra quien dirigir nuestro rencor, salvo el fantasma de la propia mente, única culpable candorosa, nos liberamos de entidades con las que hemos jurado pactos internos tan ficticios como innecesarios”.

Para conocer el Árbol de la Vida, recorrer todos esos mundos y planos, de arriba abajo y de abajo arriba.

Cada plano, mundo o nivel de conciencia corresponde a una realidad íntima que va de lo más periférico, concreto y conocido (Asiyah), a lo más sutil, invisible y desconocido (Atsiluth). Estas divisiones del diagrama plano son también mundos o niveles que los hombres portamos dentro de nosotros. De lo conocido y grosero a lo profundo y desconocido 4.

No pertenecemos a este mundo,

“odiamos los esfuerzos innecesarios. Vivimos de arriba”.

Para darnos cuenta de nuestro papel en la tierra, unidas por esas ideas-fuerza, por esa cadena de unión que vence todas las necedades de lo humano y conduce al iniciado a la inmortalidad, a lo eterno, a lo que no muere, a lo siempre presente. Juramentadas en este acto ritual que todo lo vence.


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En una noche como ésta, me reúno con mis hermanas para celebrar el Sabath.

Van llegando, como por arte de magia, una a una acompañadas por una vela ceremonial. Formamos un círculo alrededor del altar fálico, que rige el centro y que a la misma vez, indica la salida.

Reunidas en lo más profundo de la caverna y en silencio, nos encontramos concentradas en el aquí y el ahora. Unimos nuestros corazones gracias a la Armonía para poder

conocer de manera directa, simultánea y sin reflejos a la Unidad en todas las cosas 5.

Pues, ¿en qué otro lugar se podría hacer verdadero y efectivo este rito sino es en el centro del corazón?

En una noche como ésta, brindamos de todo corazón por la salud de las estrellas, por la fértil Luna, por el alado Mercurio, por la tersura del amor, por el bendito Sol de cada día, por la fuerza y el rigor de Marte; por Júpiter, nuestro padre dulce y comprensivo; por Saturno, el melancólico antiguo; por Calodemon, príncipe de príncipes y por la belleza radiante del Macho Cabrío.

En una noche como ésta, bebemos del agua purificadora, la matriz de la vida y sustentadora de toda creación, que trabaja en nosotras como remedio regenerador para el alma. Con cada sorbo, morimos una vez más por Amor. Y es que la muerte es la más preciada aliada en este viaje hacia el interior de uno mismo, hacia el Secreto.

“Sin paso por el infierno no se hace el camino del cielo”.

Y ¿cómo poder resistirse al dulce llamado de la Memoria? ¿A la entrega total ante el Misterio?

Es sólo a través de la muerte que podemos sacudir la piel vieja, escupir los malos espíritus y disolver para luego poder volver a coagular.

¡Somos brujas, amantes de la Sabiduría, un receptáculo vacío, ansiosas por ser fecundadas por el Conocimiento!

Gracias al rito, nos ritmamos con la danza del cosmos y encarnamos en conjunto a la Diosa Primordial, quien receptivamente regenera toda la fertilidad de la tierra al conjugarse las energías telúricas con las celestes en este solsticio de verano.

En una noche como ésta, no queda más que dar las Gracias por lo más alto.


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Coincidiendo con el solsticio de verano, en torno a la noche de San Juan, de nuevo hemos sido convocados a actualizar el rito teatral que promueve Noche de Brujas. Como siempre todo soporte es interno, pero esta vez la novedad es que no hay público, ni escenario, ni atrezzo, nos encontramos tal cual, a cielo abierto, actualizando la “obra” para nosotros mismos. Guiados por las Gracias somos conducidos hacia un lugar secreto ubicado en el presente, por decir algo… en medio de la fronda del bosque, para participar del rito mágico-teúrgico del Sabath.

La impresión es que en esta ocasión todo es más real y hay una mayor libertad, si así pudiera decirse, lo que responde a que se hizo una elección en pos del conocimiento que implica todos los ámbitos de nuestra vida, y ello nos hace preguntarnos: ¿Hay separación entre nosotros y los personajes descritos en el libreto? ¿Es lícito enunciar tal como dice el diablo en un momento de la obra que las brujas

"han hecho de su vida un sacrificio y una entrega total a la llama del amor y a los éxtasis y goces de la sublime belleza"(?)

Con toda la prudencia y aún quizás el temor que ello implica respondemos afirmativamente. Es así, y no porque haya ninguna pretensión sino porque la providencia puesta al servicio de la necesidad de la búsqueda nos conduce a un destino que ya está escrito. Por esto es que el gesto o rito del que se participa sobrepasa los límites de un espacio y un tiempo determinado para ser actualizado en un proceso mítico que da sentido a la existencia y a nuestra propia vida, la cual sigue discurriendo como si nada, mientras invisibles al medio somos atraídos hacia el centro, hacia el vórtex infinitesimal.

Conscientes del rito de transmutación interna que se realiza comenzamos invocando a modo de espiral evolutiva las potencias que conducen al Uno. El eje, el falo primordial se hace perceptible en el centro de la tierra, desde aquí, el diablo como gran hierofante irradia la luz necesaria que permite separar lo sutil de lo grosero, lo sagrado de lo profano, para ello hay que nombrar las cosas por su nombre y desenmascarar al adversario que pretende socavar lo mejor de nosotros mismos encarnado en este mundo, simbolizado en la obra por el público al que en ocasiones se dirigen las brujas y el diablo, y que está en nosotros:

“Me enseñasteis el vicio y el error".

Egos, falsas identificaciones, que hay que ver y colocar en su sitio para no ser arrastrados por la corriente del gran letargo colectivo, y poder ser iniciados en el rito de la vida y la sexualidad.

El fuego ha de permanecer encendido,

“Velad, hermanas, velad (…), conoced palmo a palmo el mapa invisible, la geografía del otro mundo, incursionad en la Ciudad Celeste”.

Tomar el alimento necesario para recuperar los fragmentos dispersos de la memoria del Ser que revela la armonía única del Todo. Son sólo palabras para dar testimonio de algo que no se puede negar pero tampoco afirmar ni determinar, sólo el Misterio nos ilumina, una fuerza, Amor, que arrebata al alma, la despoja de todo y sumiéndola en la ignorancia la reintegra a su origen.

Ese origen, ligado a la verdadera identidad nos recuerda que varias veces las brujas preguntan en la obra al diablo:

“¿Quién eres? (…), ¿quién soy en verdad? Mi existencia constituye pues, el problema de la identidad”.

La identidad del diablo, según creemos, es una de las claves de la obra, y ésta es un problema, así se dice en la obra. No podemos evitar en este momento esbozar una sonrisa al recordar que el humor está presente en esta obra cuyo autor, Federico González Frías, es el guía y eje de la escuela de Pensamiento a la que pertenecemos.

Así que de nuevo las brujas tratamos de reconocer esta identidad, de revelar los misterios que la obra expresa. Estas son algunas impresiones del asombro que experimentamos al vislumbrar al diablo como hierofanía del Ser.

El Ser nos da la vida, y el Cosmos es su manifestación. Al reparar que por la ley de la analogía “como es arriba es abajo”, la identidad de cielo y tierra está en el Ser.

Siguiendo con esta idea, el diablo es para las brujas la esencia de lo que el Ser es. ¿Quién? Un misterio que sin embargo se expande desde el interior de la tierra y adquiere indefinidas formas generando todas las posibilidades de manifestación

“fábrica de mundos incesantes que nacen y mueren perpetuamente”.

La “gloriosa cópula” del diablo con las brujas es la unión con la verdadera identidad del Ser a través del arquetipo del Amor.


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La operatividad y eficacia del rito reside en el Espíritu, que se hace presente a través de sus oficiantes abocados a representar el drama cosmogónico. En tales circunstancias la individualidad no tiene el protagonismo que acostumbra, pues se trata de un hecho totalmente despersonalizado sin intereses particulares ni expectativas de ninguna clase.

En la Teúrgia, no existen los fines particulares sino los prototípicos, que son simbólicos; en ese sentido suelen ser ejemplares, como los mitos, sus estructu-ras y personajes (...)

No (se) espera(n) resultados concretos, e igualmente muchas veces el chamán o mago es sólo un símbolo por el que se transmiten ideas, o vibraciones que él canaliza con total prescindencia de su aprobación o desaprobación personal 6.

Esta despersonalización es la que causa extrañeza y resulta tremendamente chocante para la mentalidad ordinaria y oficialista que menosprecia, excluye e incluso rechaza lo que no alcanza a comprender al verse superada por algo que no sabe ni puede definir, pese a que lo intente y crea conseguir en vano catalogarlo en su archivo personal con el que se identifica y se siente muy a gusto, creyendo en su necedad que se encuentra a salvo en esa cárcel que se ha construido y de la que no puede salir, pues considera que eso es la vida.

Esto mismo es lo que impide comprender el significado y alcance de lo que está en juego y, en definitiva, participar del rito purificador y regenerador que el estúpido mundo califica en el mejor de los casos como una curiosidad antropológica, quizá por lo que se intuye oculto, la huella de otros ámbitos más diáfanos, lo que no deja de ser grotesco y al mismo tiempo una señal inequívoca de la extremada solidificación a la que se ha llegado, antesala del nuevo eón.

Por eso, dadas las circunstancias y para no sucumbir al gran letargo colectivo, nada mejor que celebrar el rito teúrgico y regenerador, que nos eleva

“al país celeste donde está nuestro reino; la perdida ciudad de los inmortales, la que no podrá ser hallada por aquellas que no participan del Sabath".

Celebración que es un canto de poder, una invocación al concilio de las potencias uránicas y ctónicas, la remembranza de que el infierno en el que nos encontramos está invertido con respecto al país celeste.

(…) somos señales en un mundo de señales y el mago es un generador, operando sus ritos ancestrales, renovando el mundo a perpetuidad. Sus ceremonias no son vanas, al contrario, son imprescindibles para que se reconozca el Sí Mismo dentro del sí mismo; son por lo tanto tan arquetípicas como necesarias 7.


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Esta vez, no era como las otras, el espacio musical evocaba ciertamente la naturaleza, las brujas seguras de su papel, el señor del inframundo, tal cual.

Esta vez, sin público, no hubo representación, las palabras fluían como siempre, eran verdaderas, con intención, sentidas, oídas, expresadas… con Amor. Amor a la palabra ya escrita, Amor en su declamación, y Amor esperanzado en el corazón, para que esa palabra se convirtiera en fuego liberador, y nos permitiera volar y ser fecundadas por nuestro Amo, en su Sabiduría.

Esta vez no existía el tiempo. Él y todas, sabíamos que estábamos en otra, en otra nada, y que en nuestro no espacio, éramos brujas, como en cualquier aquelarre, de cualquier época y lugar.

Esta vez, se hizo el rito más fecundo y salvaje, ¡regenerador! Con una energía dispuesta a entregar, aceptar y devolver. ¡Que así sea!


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Bajo una mirada demasiado humana el rito aparece cubierto por un tejido orgánico multicolor, formas cambiantes, secuencias de gestos de rechazo o atracción que se suceden, palabras encadenadas que hilan un discurso cronológico; un decorado muy bello y fácilmente acomodaticio para quien no comprende y vivencia el alto poder transmutador del aquelarre. Pero penetrados por la potencia de este rito altamente operativo, lo que se abre es el ojo del corazón: una ventana a lo universal e inclusive a lo metafísico. Entonces la herma pétrea que actúa de centro y eje del círculo mágico integrado por los oficiantes del aquelarre (el diablo y las brujas), adquiere una realidad suprahumana. Su inmovilidad imperturbable paradójicamente late y respira y se ancla en el corazón de cada una de las brujas rescatándolas de las múltiples ataduras que las acechan. Porque el rito deshace nudos, verdaderamente todo lo desata. La inmensa energía que se libera puede arrasar con todo, mas si es debidamente encauzada, alquimizada, cumple dos misiones: sigue disolviendo lo que todavía requiere de un lavado a fondo y, simultáneamente, confiere el impulso imprescindible para rasgar el velo de otro espacio iluminado desde adentro. En este núcleo se contempla la flama dorada prendida sin arrebato, que sigue cociendo la Gran Obra, rescatando del olvido y la ignorancia e instalando la conciencia en un espacio quieto, despersonalizado, copado en sí mismo de la esencia del Sí mismo.


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Hemos sido convocados a participar de la revolución que es íntima al Eje del Mundo, en aquel escalón de su extensión que fue reservado para nos. Una purga intensa y la expulsión de intrusos. ¡Chiflidos! ¡Fuera! ¡Fuera! La Naturaleza nos ofrece su magia y nos untamos sus ungüentos cuyo espíritu se avivará con el fuego, operando en nuestra alma hacia su desnudez.

El coro hace presente el Centro e invocamos a los Regentes de los Círculos por los que Se deja conocer, a Sus poderes de manifestación.

“Silencio, silencio hermanas, invoquemos con toda el alma…”.

Se busca y realiza el orden necesario, la Potencia sale de su interior para ser renovada y llama a participar de este gesto de Conocimiento a todos los presentes; cada quien, según su capacidad, podrá dejarse ir al ritmo del gran remolino que cubre las posibilidades de Ser. La conciencia concentrada en la operación del rito puede alcanzar tremenda dimensión.

Veneno mortal para lo mortal y ambrosía dulce al alma son impartidos por el curandero divino. Lo caduco por naturaleza enferma gravemente, si es el caso se sufrirá el trastorno que produce esta pócima ácida que actúa revolviendo las entrañas, disolviendo las cristalizaciones acomodadas que dificultan la transmutación. Una iniciación en los secretos del arte bélico, el conocimiento de ese tipo de fortaleza y valentía marcial que firmemente niega lo que no eres, alimentados por el luminoso intelecto de Minerva. Siempre reafirmándose en el pacto y sin mirar atrás, estás firme, quieres traspasar tus propias limitaciones y poder gozar de esa victoria que te intima al descubrimiento de tu Sí Mismo.

¡Que se haga en uno esta revolución!

“(Al Diablo): Nosotras te amamos, te debemos la vida. (…) Pero en verdad ¿Quién eres?”

¿Eres quizá la Imagen que pone un rostro visible a Aquello invisible? ¿El que trae al Acto la Potencia? ¿Por qué será que eres tan temido en el reino de la ignorancia? ¿Te presentas también como la apariencia, la ilusión, la visión de la alteridad? ¿Tienes el poder de evidenciarte y con ello revelar la auténtica identidad? ¿Guardas entonces parentesco con el Símbolo? Alerta, siempre alerta sin caer en la modorra, es tan fácil dejarse ir…."el letargo colectivo”…, la Voluntad en la que ahora nos aplicamos se percibe por momentos tan débil… “¡Velad hermanas!”

Tenemos el fuego prendido, el alma en el caldero y a cocer con las pócimas, las que ajustadas a nuestro modo de ser hacen reacción en nuestra psique, nos concentramos con las lecturas sagradas que nos legaron los ancestros y elevamos el alma hacia las alturas moldeándola según la divinidad, nos banqueteamos de estas ciencias divinas y bebemos con sed de las aguas que nos trae la Fuente. Te reconocemos, siempre buscamos lo que escondes bajo cualquiera de tus formas, eres arrebato a veces furioso, nos has enamorado, deseamos la cópula, pero… ¿Quién eres?…

Vas y vienes en tus respuestas, recorres el mundo y su ilusión, y le devuelves su razón de ser dando las claves para “saciar nuestra sed de Conocer”… eres nuestro psicopompo… guía al punto más interno de uno, donde paradójicamente “los dos” desaparecemos.

Hemos sido instruidos en los trucos de los laberintos y los recorremos. El arco iris y la estrella se han visto sobre el templo, estamos en el sendero de distribuir y devolver pues reconocemos que la nuestra es “Sustancia del Pensamiento”. Permanecemos concentrados en el rito, hasta el fin.


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Sí, concentradas en la luz flameante que arde en nuestros corazones, todas las brujas sentadas dibujando un círculo perfecto. Silencio y orden. Cada una formando parte de un todo. Preparadas para este rito, se abre un espacio vacío en la mente. Un hecho asombroso y mágico, libre de los apegos y de las posesiones mentales y materiales que contribuyen a la confusión y a las ataduras psíquicas. Nos conecta con la idea de purificación por la fuerza abrasadora del fuego, arrasando con la falsedad y la falta de realidad que nos causa nuestra propia ignorancia. Una verdadera disposición del alma, ausente de juicio. Por mediación de la palabra, se abre la posibilidad de habitar regiones que nunca olvidamos de nuestra alma, para reconocernos como seres libres. Se nos ofrece en este acto la vivificación de las energías sutiles, latentes, invisibles pero reales, que nunca han estado fuera de nosotros. Por mediación del vino se nos brinda “el licor de la inmortalidad”. Invocamos a la Memoria, invocamos a la Inteligencia Universal para que se haga en nosotros, para recordar quiénes somos en verdad y recuperar, valerosamente, nuestra verdadera esencia divina. Estas voces únicas y una sola Voz, se manifiestan alto y claro para declararse integrantes de un mundo que no se identifica con éste, para despertar al verdadero estado humano, y más…


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El rito es purificador, transformador, mágico y teúrgico. Si la entrega y la actitud es la adecuada, o sea concentrada, sincera y de corazón suelta las adherencias, disipa la falsedad y la ilusión, despierta a quien participa en él y hace de espejo. El rito es actuante; provoca una especie de catarsis en el participante y opera una alquimia interior. Por lo que no es de extrañar que quien participa en él se vea conmovido y tocado en lo más profundo de sí mismo por la fuerza de la dramatización y escenificación del mito a través del gesto y la palabra revulsiva, directa. Pues no siempre el iniciado se ve a sí mismo en sus repliegues más ocultos, oscuros y profundos. Necesita que algo o alguien le haga de espejo. La entrega debe ser total, sin reservas ni ocultamientos. Aquí todo sale a la luz. Poniendo el error al descubierto es que éste se puede desenmascarar y así transmutar los “excrementos” en piedras preciosas. Pero esto se logra sólo llegando a la extinción total.

Aún no acaba el hombre viejo de disolverse en la nada, de morir de verdad…

“¡Qué los rayos aniquilen vuestros pensamientos!”

vocifera el Diablo. Y luego, riendo estruendosamente:

“Aunque es sabido que no hay existencia más dura que la piedra”.

Por eso tomar, a menudo, una buena dosis de veneno ¡nos devuelve la salud y la Vida!

Aún quedan residuos en el caldero. Y no debemos olvidar aquello por lo que hemos brindado, y por lo que hemos sido juramentadas. Mantener el fuego encendido del athanor en su justa medida, disuelve y coagula;

“y como el humo que cada vez más sutil y transparente”

sube del caldero se va ascendiendo por los planos de construcción cósmica uniendo los opuestos, encarnando los estados superiores del Ser hacia

“el país celeste donde está nuestro reino”.

“El aliento de la bestia ha llegado para vuestra gloria”

dice solemne el Diablo. Soltar y dejar pasar, desanudar, para anudar en la Unidad del Ser, en lo Verdadero y eterno, en lo que siempre Es, con humildad, valor, generosidad, paciencia y Sabiduría, con la fuerza de la Inteligencia, suave y sutilmente, pues disueltos en la nada, Amor, nos conducirá ante la Belleza en sí.

Por eso aquello que se dice de “vivir” la muerte, permanentemente. Vaya paradoja, pero es así.

“Nuestro sacrificio anuncia nuestro viaje por las regiones siempre vírgenes,”

dice una bruja. Y nos recuerda el Diablo que

“las personas generosas lo son consigo mismas. Dan y se dan”, y “al no poseer pequeñas referencias el universo entero es vuestro, hermanas, por herencia legítima”.

Y recibida esta herencia no nos queda más que devolver lo recibido, empezando, verdaderamente, a escribir en una página en blanco, una nueva historia.


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¡Qué diferencia hay entre un círculo y otro! Aunque el círculo en sí siempre marca un espacio sagrado, no es lo mismo si sus integrantes miran para afuera o si lo hacen hacia adentro, hacia el centro. En este caso, su mirada se convierte en el mismo ojo del corazón. No sólo miran hacia el centro, sino que también, simultáneamente, desde el centro.

Bien es verdad que, en una perspectiva sagrada, fuera y dentro son dos aspectos de una sola realidad, dos puntos de vista, dos maneras de mirar las cosas. Lo que se dice al público, lo que va desde dentro hacia afuera, se dirige en primer lugar al que pronuncia esas palabras. O sea que las palabras, como verbo espermático, salen sólo aparentemente del círculo: salen de uno para volver a uno, como la imagen refleja en el espejo. Aquí no se trata de algo dual: las brujas están de espectadoras, en primera fila, porque el público no encarna otra cosa que la estulticia y el error que también acechan en el alma de uno mismo. No se desprecia a la ignorancia, más bien se la quiere desenmascarar.

“Si no fuera por vosotros no serían posibles tales deleites”.

No importa si la Certeza que aparece en el corazón está adornada con sentimientos, pues la vivencia del Misterio se sitúa en el centro y todo lo demás es relativo. Lo esencial habita en el centro del ser. Pero lo que sí podemos afirmar es que una vez dentro del círculo es difícil salir, o por lo menos hay una necesidad imperiosa de conocer todos los recovecos del alma, de ese círculo, de esa matriz; una necesidad de adentrarse en el conocimiento de los seres y de las cosas, de uno mismo, para conocer el ser y para ser (dada la identidad entre Conocer y Ser). Y todo esto, además, sin creer saber, sin creerse nada, sin dar por sabido nada. Todo aquello que se ha vivido, todo lo conocido, hay que soltarlo para que el viaje sea más ligero. Las maletas son una losa, impiden el andar, y por lo tanto se deben dejar. Lo conocido se atesora en su esencia, se deposita en el lugar más interno de la caverna del corazón y, como una pequeña semilla, se concentra en un punto, volviéndose ligero, más ligero que una pluma, y desde allí da impulso al viaje, a un camino que comienza ante tus pies y al que irás con un pequeño saquito que guardará lo esencial, lo necesario para el viaje, tus herramientas de trabajo. De allí en adelante sólo queda dar las Gracias.

En ese círculo, desde su punto central, uno se eleva por sobre todas las cosas, realmente vuela como un pájaro, y no está exento de tristezas y alegrías, pero sabe que sólo son aspectos de una sola y única cosa.

Cada día, cada instante, es nuevo. Cada día es una página en blanco. Que Amor nos temple con sus rayos dorados iluminando la oscuridad. Basta de rigideces, ¡que venga el Liberador!


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Nuevas voces, incluso la propia, que por momentos sonaba desconocida. Un mensaje liberador, regenerador y regenerado a pesar de cualquier torpeza, propia de la autenticidad del rito, perfecto en su imperfección, y tanta gratitud que todo lo colmaba.

Un fuego interior inextinguible, contenido, y potencia, mucha potencia, nada que ver con uno, sino con ese fuego que alimentaban nuestras voces, todas a una, avivando las llamas de un fuego central, invisible, que no quema y da la vida.

Un compromiso renovado, una entrega sin condiciones. El rito. Somos eso, nada más. ¿Qué más?

Y en el centro la herma, atenta, impasible, aceptando en significativo silencio el sacrificio por el que somos uno con ella, con todo. Acaso cerrando los ojos. ¿Ella?, ¿tú?, ¿yo?, pues ¿quién es quién? ¿qué importa qué? "Morir es lo mejor". ¿Cómo si no?


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Una puesta en escena de Noche de Brujas de Federico González donde los actores son espectadores, y éstos actores, o dicho de otra manera, la acción y la contemplación se unen en un mismo gesto.

Entonces la representación deviene de forma natural un rito, donde la invocación, el gesto y la magia se hacen presentes produciéndose un acto teúrgico, una obra teúrgica. Y ello se da entre conocidos que no sabes si conoces, extraños por momentos, aunque poco importa pues el acto trasciende lo individual, apareciendo otros espacios y tiempos diferentes, convirtiéndose en un rito mágico-teúrgico donde se nombran y hacen presentes las energías cósmicas, desde las más sutiles hasta las densidades más oscuras, éstas encarnadas muchas veces por el ser humano del actual momento cíclico.

Una identificación y purificación que dan paso, como dice el diablo, a

“una página en blanco donde se puede empezar cualquier historia”.

Un nuevo nacimiento en el que “todo está hecho” e igualmente “todo está por hacer”. La posibilidad de que el verso final de la obra sea una realidad encarnada y podamos cantar y danzar:

“Somos viento. Y luz. Y la sustancia del pensamiento. Viento y luz y la sustancia del pensamiento. Somos número y armonía. Somos la idea. Y el símbolo que la refleja. Viento y luz. Viento, luz y la armonía de la idea. El número y el símbolo que lo expresa. Viento. Y luz. Y voz. Secreto. Libre, la idea. Y el símbolo que la expresa”.




Las Brujas y el Diablo.


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NOTAS.
1

Todos los entrecomillados del texto sin numeración pertenecen a Noche de Brujas, de Federico González, Ed. Symbolos, Barcelona, 2007.

2

Hermes Trismegisto, primer enunciado de “La Tabla de Esmeralda

3

Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos, entrada: “Infierno”. Ed. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013.

4 Federico González y col., Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha. Revista SYMBOLOS Nº 25-26, Barcelona, 2003.
5

Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, op. cit.

6

Federico González, Simbolismo y Arte. Cap. VI, Arte Teúrgica. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2004.

7

Simbolismo y Arte, op. cit. Capítulo completo también disponible en la red: http://cesbarcelona.com/textotrimestre/arteteurgica.html

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