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COSMOGONÍA HERMÉTICA: VENUS ALBERTO PITARCH
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¡Cuando se dice que Venus está viva, ¿qué se está diciendo realmente? ¿Acaso se espera una personificación de una fuerza cosmogónica? ¿Es siempre Venus armonía y amor, proporción y dulzura? Existe un primer punto principial a partir del cual todo se manifiesta, en cuyo interior están contenidas todas las posibilidades de ser de modo potencial. En un instante el punto se polariza y de él emanarán dos corrientes cósmicas de cuya combinación surgirán multitud de seres que no serán sino distintas expresiones de una realidad única. A partir de este desdoblamiento de la Unidad en un principio masculino y otro femenino se produce un alumbramiento constante desde la matriz cósmica en la que todos los mundos son concebidos, las energías nombradas y las relaciones generadas. Este primer espacio que permite la receptividad de la energía masculina es el principio femenino. Así se produce la primera sexuación del Ser, la polarización de las dos corrientes cósmicas que signan la creación al completo. Nada de lo que pueda ser nombrado escapa a la generación, y por tanto es el fruto de las cópulas constantes de estas dos energías. De forma simultánea ambas corrientes se esparcirán por el cosmos entero, sexualizando a todos sus habitantes. Lo femenino es la
Su complementario es la masculinidad, elemento activo en la división de la esfera platónica 2, y la unión de ambos bien podría denominarse Eros. Entiéndase, entonces, a la energía erótica como la unión efectiva misma de esas dos corrientes en todos los planos o niveles del ser. Con razón se dice acerca del nacimiento de Eros:
Eros es por tanto el símbolo de la Unidad que irá filtrándose en todas las conjunciones de esas dos corrientes emanadas de sí mismo en todos los mundos, promoviendo tanto las nupcias de los dioses entre sí como las de éstos con los hombres, asegurando de este modo el plan del Gran Arquitecto –el modelo– y su concierto cósmico –sus relaciones–. Esta primera triunidad es la tocante al mundo de los arquetipos, llamado en cábala Olam ha Atsiluth, motor generador del resto de mundos, residencia de la Inteligencia y del reconocimiento del Sí Mismo, o sea de la Sabiduría, reunidas en el Uno o Amor (¡Eros!). Al mismo tiempo Urano, el Cielo, cubre con su manto a su amada Gea, la Tierra, produciéndose de su unión los temibles titanes. Urano consciente del enorme poder de sus hijos, los va condenando a la más profunda interioridad de la tierra, el Tártaro. Gea, cansada de la ferocidad con la que Urano trataba a sus descendientes, trama un plan junto con Cronos, el Tiempo. Y cuando la negra noche se extiende Cronos castra a Urano y lanza sus genitales tras de sí, de sus gotas de sangre sobre Gea nacen las Furias, los Gigantes y las Ninfas… Sobre el mar cayeron sus genitales y de ahí surgió una bella doncella llamada Venus.
La Venus Uránica nace de la espuma de la castración de Urano, esto es, nace directamente del plano de Atsiluth. Se entiende entonces de forma más sencilla porque es efectivamente quien cohesiona el tiempo, al surgir de forma simultánea con él. Su nacimiento se produce cuando el Uno sale de su primera Triunidad y se manifiesta en el mundo a través del cuatro y de la multiplicidad que emanará de este cuaternario. Por lo que Venus es la energía cohesionadora en toda la creación, la promotora de todas las uniones –gracias a su alegría y seducción– y al mismo tiempo la fuerza imán que atrae todo hacia sí para devolverlo a la Unidad, a Eros-Amor. Es una diosa amable, voluptuosa y tutelar, promotora de la Belleza y amante de la Verdad. Muchas son sus aventuras olímpicas e innumerables son sus encuentros amorosos a través de los cuales despliega y ensambla el cosmos entero. Se mueve por todo el orbe promoviendo la armonía de sus partes, valiéndose para ello de tres doncellas conocidas con el nombre de las Gracias. Expresándose mediante un movimiento circular que nace desde el Amor y que retorna a él mismo después de haber otorgado los dones divinos, enamorando a todos los participantes del banquete cósmico. Dicho desglose lo hace a través de las tres ideas-fuerza que cada una ellas representa: Pasión, Belleza y Alegría. Las tres danzan alegremente cogidas de la mano entre los frutos que pueblan su jardín, cantando a los cuatro vientos la potencia del Amor y la Unidad del cosmos. Junto a ellas frecuentemente aparece el alado Mercurio, mensajero divino, guía del Intelecto y promotor de la filosofía. Indicando así la enorme potencia de la energía de la sexualidad si es direccionada hacia las más altas cópulas (las del intelecto). ¿Cómo no va a ocupar Venus un papel principal en el panteón que heredamos y que aún hoy vivificamos? Ella hace comprensibles los mensajes rápidos y fugaces del alado Mercurio gracias al Amor –a la Unidad– que promueve; ella templa el calor de Apolo, haciendo del fuego abrasador un espacio vivo y equilibrado para el hombre. Ella calma y suaviza las constantes destrucciones que impulsa Marte mediante la asimilación y la transfiguración de la escoria de la guerra en abono para el neófito. Además, ella alegra los corazones de aquellos que dejan que Júpiter cree en ellos espacios nuevos donde concebir a la deidad. Todo el orbe queda impregnado de atracción, deseo y pasión tras su paso, las ninfas y los céfiros, los sátiros y las ménades, los héroes y las pléyades, todos participan de una grandiosa orgía en la que se brinda por la vida misma, por el despliegue de la Mónada y por la armonía inmanente en su propia manifestación. Todos los seres participan en el banquete, deleitándose con la ambrosía que mana del yugo de su feminidad, que despertará la potencia masculina del Espíritu, generando de nuevo todos los mundos en el abrazo eterno del amante y el amado. Es tan fuerte su energía que es capaz de desposar al mismo dios de la guerra mediante la sutileza de sus bellas artes amatorias. Gracias a su amabilidad contiene el ardor belicoso de Marte, mitigando sus fuerzas por la atracción que la Belleza produce en los cuerpos de naturaleza contraria. De este modo no sólo lo desarma, sino que en su aspecto más riguroso toma las armas de su adversario y promueve una guerra en pos del verdadero amor. Así lo ejecuta, por ejemplo, en los duros trabajos que Psique tiene que realizar para unirse con su amado o en la enorme contienda que movilizó a todo el mundo antiguo para combatir en la mismísima guerra de Troya. Esta Venus victrix o Venus armata es la encargada cruel de unir las oposiciones, empleando para ello el temperamento de una de sus facultades, la pasión, de forma desbordada. Esta cólera, sin embargo, es la fuerza desplegada capaz de limpiar el alma manchada, que desembocará en la aparición de la concordia a través de la discordia.
Pero su presencia no acaba aquí, necesariamente también debe manifestarse en el mundo de la concreción material, pues así es el modelo revelado del Cosmos y así es su despliegue en el mundo manifestado. Este plano del Ser es el más bajo, asociado a la concreción material y a las distintas formas que lo envuelven, aquí es donde se produce con mayor vehemencia el movimiento, la disociación y el desmembramiento (siempre aparente) de la cohesión del Ser. Sin embargo, esto no es ningún impedimento, pues es en este mismo plano donde se concentran los elixires de todos los dioses. No se puede decir que el mundo material es un impedimento en el acceso y la reconstrucción del modelo del Uno si realmente se tiene esa conciencia de Unidad que emana del abrazo de Venus, el flechador Cupido y las fugas que promueve Hermes. El mundo material es la gran crátera abierta a las recepciones celestes, la posibilidad perenne de realización del Ser; el punto de partida del alma pura hacia su verdadera patria celeste, único Destino del cual nunca se ha salido. Todo se da en este plano, las comprensiones de las gestas míticas, la ejecución de paseos simbólicos, la abolición de la ilusión o la poda de las raíces de la ignorancia. Aquí empieza un proceso de vaciamiento, un camino de soledad y reconocimiento, de fuertes dolores, pero también de livianas alegrías e intensos conciertos cósmicos. Si este reconocimiento es sincero un nuevo aspecto de Venus vendrá a atender nuestro llamado; nacida ahora de la unión de Júpiter y Dione, la Venus Pandemos es la fuerza cohesionadora más cercana al hombre, a sus deseos y pasiones, quien lo acogerá y alentará tendiendo la mano mediante pequeñas comprensiones, facilitando los distintos senderos que se van trenzando formando una única vía de acceso a la sacraclidad del ser.
Sin embargo, para que esto se produzca de nuevo Eros debe nacer, pues es Él quien procurará la unión duradera de dicha cópula, religando a su través los ámbitos terrestres y celestes. ¡Venus parturienta acaba de dar a luz a Eros, Daemon, poderoso intermediario entre los hombres y los dioses! Así se muestra simbólicamente cómo Venus, la gran cohesionadora, lleva dentro de sí a la propia Unidad, sin importar en qué plano nos encontremos, pues la Unidad es innata a la propia manifestación, expresándose por ello en todos los planos del Ser, sin excepción alguna. Todo el cosmos celebra el nacimiento del joven dios, promotor de la Belleza, ejecutor de la Pasión y dispensador de la Alegría. Eros, quien en palabras de Diotima:
Aunque su madre no tarda nada en vendarle los ojos, pues sabe del constante peligro de las pasiones si no son direccionadas hacia la Belleza misma, y Eros, por joven y por intermediario, también ama el deseo carnal por lo que es necesario que las flechas sean direccionadas desde la mirada del corazón, aquélla que siempre apunta a la unión de todos los planos del Ser en un único punto que contiene a todos los precedentes. Siendo esto posible únicamente si toda la pasión va encaminada hacia el Conocimiento que promueve la diosa Inteligencia. Pero el cortejo sigue, el menstruo continúa fluyendo y la eyaculación espermática es constante. No hay tiempo que perder. Entonces, corresponde a este plano de la concreción material el poder ver con los ojos a la mismísima Venus, el poder oír la preciosa melodía que promueven sus áureos movimientos o palpar los tejidos que cubren su cuerpo. A lo largo de la Historia se ha asociado esta simbólica a la mujer y así son sus representaciones desde la antigua Mesopotamia hasta la actualidad, pues la mujer engendra a la vida misma, concentrando dentro de sí todo lo que ha sido, es y será. Del mismo modo hace la Diosa con quien la ama, recoge todos los pedazos que la ignorancia esparció y los une en el corazón del amante, renaciendo de este modo a nuevos estados de conciencia más amplios e internos. Y no lo hace en esta o aquella iglesia manifiesta donde se prometen todas las salvaciones que el mundo indefinido es capaz de imaginar, sino que lo hace en medio de la gente, en la cotidianidad del día a día y en la interioridad del ser. Así se entiende que Venus no sólo es la belleza como un todo a admirar –que también– sino que además es el conocimiento mismo de la cosmogonía, es decir, el poder nombrar la existencia, las formas, los dioses y las escalas del orden del cosmos. Se entiende, entonces, que las dos Venus (la Uránica y la Pandemos) son dos grados de comprensión de una misma idea, la de la fuerza cohesionadora del cosmos. Conviene decir que no se puede elegir entre una y otra, ni son excluyentes ni estamos ante un test universitario donde sólo hay una respuesta correcta (en la Unidad todas son correctas), pues en el acceso a la efectivización del Ser ambas comprenden distintos estados de aprehensión de una misma cosa. Si se debiera establecer una división, ésta es para facilitar la comprensión del ser humano, que al fin y al cabo es quien debe intermediar entre las energías del cielo y de la tierra, o sea, el que dispone su alma para que el Cosmos se haga a su través. Es necesario recalcar, dado el equívoco actual y la educación dual de nuestros contemporáneos, que todo es cuestión de perspectivas, el cosmos es un juego de luces en el que todo está incluido y cada quien decide de qué nutrirse, qué papel representar, es decir, qué orientación dar a su vida. Si Venus es la cohesión misma es que está absolutamente en todo lo que perciben los sentidos y aún más allá, donde nuestra cabeza piensa o donde el corazón nos lleva, al activarse la intuición intelectual.
Igualmente, Eros aparece en todas las situaciones posibles, dando la oportunidad de trascenderlas y acceder a nuevos planos hasta entonces desconocidos. O sea, que puede que un día se presente observando un paisaje, mediante el vuelo de un pájaro e incluso en una cuña publicitaria. Pues está presente en todo pensamiento y, consecuentemente en toda acción que viene de la unidad y a ella vuelve. A este respecto, Erixímaco dice en El Banquete de Platón:
Entonces, ¿cómo conocer a Venus? Se ha dicho anteriormente que Ella es la cohesión del Cosmos siendo esta cohesión el reconocimiento de todas sus partes y la emanación de dichas partes desde un Origen que las contiene a todas. Así, siendo el hombre en parte humano y en parte divino, ¿qué tarea le corresponde? Toca ponerse manos a la obra y empezar a ensamblar el aparente desmembramiento del Ser. Lo alto y lo bajo, la derecha y la izquierda, el masculino y el femenino, la disolución y la coagulación, el blanco y el negro, la vida y la muerte, el uno y el otro y así hasta un indefinido de contrariedades que no son otra cosa que la manifestación dual que el demiurgo tiene entre sus manos para poder realizar el gesto arquetípico de la propia creación, arribando así siempre a un justo equilibrio, donde las partes son iguales al estar perfectamente ensambladas en el centro que cruza los mundos de forma vertical y que mana sin cesar desde el Principio original. Además, hay que amar lo que se está llamado a amar, esto es reconocerse partícipe de la Gran Obra que justo empieza a despertar ante sus propios ojos. Este ensamblaje no puede verse como una proyección o un recorrido en el tiempo a través del cual se conseguirá cualquier fin, sino que este saber sólo puede desarrollarse en la conciencia de uno mismo (en el alma, ahora) y para ello debe haber un vaciamiento interior tal que no pueda albergar ninguna ambición ni egoísmo, sólo así el alma permanecerá pura, preparada para ser fecundada por toda la potencia del Espíritu. Además, es necesario que esa pasión que desata el amor y el reconocimiento de sus partes (tu verdadera familia) deba ser irradiada siempre hacia la unión de los contrarios, la armonía del cosmos (también llamado Belleza) y no sólo a alguna de sus partes, pues entonces ya se estaría dividiendo, excluyendo o disolviendo, condenándose así a uno mismo a vivir bajo el velo de Maya. Es importante señalar la diferencia entre el conocimiento racional y el conocimiento efectivo. El conocimiento racional es limitado, encasillado y dual, basa sus “conocimientos” en supuestos cambiantes y constantemente está estableciendo comparativas analizando, juzgando y perpetrando límites en todo lo que se está estudiando. Es, por tanto, un conocimiento disociativo –disolutivo– que se hace desde un punto de vista exotérico, estableciendo siempre una distancia entre quien está conociendo y lo conocido, por lo que nunca podrá ser efectivo 10. El conocimiento efectivo, por su parte, envuelve dos esferas complementarias en su plena actuación. Por un lado, está basado en una nutrición de fuentes teóricas que facilitarán el recuerdo de la propia naturaleza del hombre, su alma. Sin embargo, el conocimiento no tiene por qué ser siempre un conocimiento puramente teórico, pues poco a poco se va conociendo esta teoría a través de todo: la arquitectura de la ciudad, las visitas a los museos, los viajes, las voces de la casualidad o la propia naturaleza se vuelven herramientas de apoyo en la efectivización de dichas posibilidades teóricas. Es decir, que es necesario ejercitar el pensamiento, establecer relaciones entre lo que se está estudiando (amando) y lo que se está viviendo, cualquiera que sea la situación a la que se esté uno enfrentando, pues esa identidad entre el sujeto y el objeto es precisamente la cohesión que Venus patrocina, y también el nacimiento de Eros. Ahora ya eres consciente de tu realidad suprahumana y de que hay mundos dentro de mundos, sabiendo además que el único acceso a ellos es la conjugación constante de los opuestos. Te dispones a volar sabiendo que no hay otro tiempo ni otro lugar, que el ahora es reiterado y que el estudio parte de uno mismo hacia uno mismo. La orgía sigue y empieza su ascenso hacia el origen de ambas corrientes cósmicas. Las contiendas y las nupcias de los dioses empiezan a ser encarnadas en lo más íntimo del ser. La simpatía y el agrado que se tienen durante las primeras intuiciones empieza a transmutar en un amor profundo por todo lo cotidiano. Se desata una pasión irrefrenable por saber qué es el verdadero saber. Se empieza a producir la comunión entre los estados humanos y los divinos. De tal modo que con razón se puede llamar al amor nudo perpetuo y cópula del mundo 11.
Y vas ascendiendo, uniendo y reuniendo los pedazos primeros, confiado en la intuición del corazón que nunca se equivoca, en la energía que emana del abrazo de los enamorados. Las tres gracias enlazadas hacen partícipe al neófito a reconocerse como parte integrante del Ser. El triple gesto de las gracias es dar, recibir y devolver, y es así como se escribe uno mismo en el libro de la vida. Uno se entrega entero en la búsqueda de su verdadero Yo, si esta entrega es sincera fructificará una Armonia en él mismo al ver todo dentro de sí, esto es, (se) reconocerá la recepción de un legado vivo que no hará sino avivar la llama de la pasión del ser que quiere conocer, sea como sea la forma de devolver ese reconocimiento que se ha producido en su interior. Esto mismo corresponde con las personificaciones que se les atribuyen: la alegría del que ama y es amado, la delicadeza necesaria para equilibrar constantemente los contrarios y el esplendor que se produce cuando se une toda multiplicidad en su punto de origen. El estudio sigue su marcha, las cópulas siguen adelante y el asombro es constante. La feminidad y la masculinidad se unen perpetrando una y otra vez la copulación del cosmos, un acto primigenio que porta en sí toda la potencia del Principio. El sexo deja de ser algo sólo corporal y pasa a ser el acto cosmogenésico por el cual las dos corrientes cósmicas encuentran el punto de unión en todos y cada uno de los planos del Ser. Y aquí no hay lugar para moralismos ni estrecheces de ningún tipo, cabe mencionar que Ishtar, uno de los primeros nombres conocidos de esta Idea, diosa principal del panteón asirio-babilónico, era honrada por una corte de prostitutas sagradas quienes emprendían el sexo no sólo como algo físico o psicológico sino como una rotura de lo ordinario que elevaba a los participantes en sus orgías a otro estado del Ser. ¿Quién hoy con sus buenas maneras y pequeñeces mentales se atreve a juzgar el sexo como algo obsceno, ajeno e incluso maléfico? De la unión de las dos corrientes ha nacido el andrógino primordial, ser en cuyo interior alberga tanto la energía masculina como la femenina. Ahora la sexualidad te conforma, pero no te limita, pues ambas manan de tu interior y te pueden conducir al origen. Cabe recordar que sólo dejando vivir al mito, respirando libremente, es cuando se entienden las cópulas sagradas, los incestos y el banquete. Esto no es más que el constante conjunto de relaciones que rigen el cosmos desde su Unidad, expresados con nombres propios para poder ser así comprendidos por el hombre, siendo éste, sin embargo, una imagen de la verdadera Realidad de la que en última instancia nada se podrá decir, pues nada la distingue estando no obstante en todo lo que se distingue. Cuando se habla de no confundir al símbolo con lo simbolizado se trata sin duda de darse esa oportunidad y de ser honesto con uno mismo y librarse también de toda imagen de belleza que las copulas celestes promueven en el Ser, gracias al reconocimiento como habitáculo de Luz. Dejar atrás todo eso significa seguir adelante en el camino interno y ascendente de la contemplación absoluta y totalmente despojada de lo que No Es. Esto conlleva eliminar toda imagen, toda posesión mental que, aunque no nos demos cuenta, todos llevamos encima pues éstas han sido nuestro amparo en el viaje laberíntico del alma. Pero se sabe que la salida es vertical, olvidada, sin imágenes, ni nombres, ni nada que pudiera ser dicho. De nuevo el abismo. Bibliografía. Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Disponible versión reducida en línea en: Federico González y col., Programa Agartha. Revista Symbolos nº 25-26, Barcelona, 2003. Disponible íntegro en línea en: Lucrecia Herrera, Algunos Aspectos de Venus. Revista Symbolos nº 27-28, Barcelona, 2004. Disponible en línea en: Mireia Valls, La Caracola. La mujer y el simbolismo femenino. Edgar Wind, Misterios Paganos del Renacimiento. Alianza, Madrid, 1998. Guillermo García Ferreira, Contribuciones al origen hiperbóreo de Afrodita. Disponible en línea en: http://symbolos.com/afroditahiperborea.htm Federico González, Las Utopias Renacentistas. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. Platón, El Banquete. Gredos, Madrid, 2014. Proclo, Lecturas del Crátilo de Platón. Akal, Madrid, 1999. |
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NOTAS | |
1 | Mireia Valls, La Caracola. La mujer y el simbolismo femenino: Diosas tutelares de la fertilidad, los nacimientos, muertes y renacimientos, actualización 2010. Disponible en línea en:
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2 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. |
3 | Op. cit. |
4 | Op. cit. |
5 | Andreas Naugerius, Orationes duae carminaque nonnulla. Venecia, 1530. Recogido en: Edgar Wind, Misterios Paganos del Renacimiento. Alianza, Madrid, 1998. |
6 | Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. |
7 | Platón, El Banquete. Gredos, Madrid, 2014. |
8 | Op. Cit. |
9 | Op. cit. |
10 | Pues es sabido que cualquier conocimiento no es otra cosa que un reconocimiento pleno de unas posibilidades propias innatas al ser humano, que cuando las conoce, las reconoce en su propia alma como facultades latentes, partes integrantes de su ser que poco a poco se va tornando en Ser. |
11 | Marsilo Ficino, De amore, Comentario al banquete de Platón. Tecnos, Madrid, 1994. |
12 | León Hebreo, Los Diálogos de Amor. Recogido en: Federico González Frías, Las Utopias Renacentistas. Libros del Innombrable, Zaragoza, 2016. |
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