SYMBOLOS

Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 

TAPIZ DEL APOCALIPSIS

Apocalipsis es un término griego que se traduce por revelación. La revelación emanada del Espíritu no es, a modo como se entiende hoy en día, una profecía de unos hechos futuros, sino el símbolo, que se manifiesta a través de unas imágenes reconocibles para una determinada cultura, de un proceso interno operado en y por la Inteligencia que sintetiza la obra alquímica de transmutación del alma, ya sea a nivel microcósmico o macrocósmico.

Por tratarse de un hecho prototípico también tendrá su expresión a nivel del ciclo de la humanidad, revelando el fin del tiempo cuando éste es absorbido por el espacio.

Presentamos para este número de la revista un cuaderno iconográfico con una selección de imágenes, de una belleza y manufactura extraordinaria, que forman parte del Tapiz d´Anjou expuesto en la actualidad en el castillo d´Angers, Francia.

Obra de arte realizada en el s. XIV, por encargo de Louis d´Anjou, sobre el texto del Apocalipsis de San Juan. En origen contaba con más de 140 metros lineales de tapiz, y su uso estaba restringido a ocasiones especiales. Tiene además la curiosa característica de ser reversible, anverso y reverso pueden verse simultáneamente como una imagen espejada.

 

 

San Juan en la isla de Patmos

Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el Tiempo está cerca. Apocalipsis 1,3.


Las Siete iglesias

«Lo que veas escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea». Apocalipsis 1,11.



El Cristo de la espada

Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al volverme, vi siete candeleros de oro,
y en medio de los candeleros como a un Hijo de hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al talle con un ceñidor de oro.
Su cabeza y sus cabellos eran blancos, como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego;
sus pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como voz de grandes aguas.
Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro, como el sol cuando brilla con toda su fuerza.
Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. El puso su mano derecha sobre mí diciendo: «No temas, soy yo, el Primero y el Ultimo,
el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades.
Escribe, pues, lo que has visto: lo que ya es y lo que va a suceder más tarde.
La explicación del misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro es ésta: las siete estrellas son los Ángeles de las siete Iglesias, y los siete candeleros son las siete Iglesias. Apocalipsis 1, 12-20.



Dios entronizado

Después tuve una visión. He aquí que una puerta estaba abierta en el cielo, y aquella voz que había oído antes, como voz de trompeta que hablara conmigo, me decía: «Sube acá, que te voy a enseñar lo que ha de suceder después».
Al instante caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono.
El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y a la cornalina; y un arcoiris alrededor del trono, de aspecto semejante a la esmeralda.
Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas.
Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.
Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo.
Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche: «Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, Aquel que era, que es y que va a venir.» Apocalipsis 4, 1-8.



Los Ancianos se postran

Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos,
los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:
«Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue creado.» Apocalipsis 4, 9-11.
Vi también en la mano derecha del que está sentado en el trono un libro, escrito por el anverso y el reverso, sellado con siete sellos. Apocalipsis 5, 1.



Las lágrimas de San juan

Y vi a un Ángel poderoso que proclamaba con fuerte voz: «¿Quién es digno de abrir el libro y soltar sus sellos?»
Pero nadie era capaz, ni en el cielo ni en la tierra ni bajo tierra, de abrir el libro ni de leerlo.
Y yo lloraba mucho porque no se había encontrado a nadie digno de abrir el libro ni de leerlo.
Pero uno de los Ancianos me dice: «No llores; mira, ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David; él podrá abrir el libro y sus siete sellos.» Apocalipsis 5, 2-5.


El cordero inmolado

Entonces vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra. Apocalipsis 5, 6.



Primer sello: el conquistador sobre el caballo blanco

Y seguí viendo: Cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, oí al primero de los cuatro Vivientes que decía con voz como de trueno: «Ven».
Miré y había un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; se le dio una corona, y salió como vencedor, y para seguir venciendo. Apocalipsis 6, 1-2.



Segundo sello: El caballo rojo y la guerra
Tapiz perdido

Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo Viviente que decía: «Ven».
Entonces salió otro caballo, rojo; al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; se le dio una espada grande. Apocalipsis 6, 3-4.



Tercer sello: el caballo negro y el hambre

Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer Viviente que decía: «Ven». Miré entonces y había un caballo negro; el que lo montaba tenía en la mano una balanza,
y oí como una voz en medio de los cuatro Vivientes que decía: «Un litro de trigo por denario, tres litros de cebada por un denario. Pero no causes daño al aceite y al vino.» Apocalipsis 6, 5-6.



Cuarto sello: el caballo pálido y la muerte

Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto Viviente que decía: «Ven».
Miré entonces y había un caballo verdoso; el que lo montaba se llamaba Muerte, y el Hades le seguía. Se les dio poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra. Apocalipsis 6, 7-8.



Quinto sello: las almas de los mártires

Cuando abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los degollados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantuvieron.
Se pusieron a gritar con fuerte voz: «¿Hasta cuándo, Dueño santo y veraz, vas a estar sin hacer justicia y sin tomar venganza por nuestra sangre de los habitantes de la tierra?»
Entonces se le dio a cada uno un vestido blanco y se les dijo que esperasen todavía un poco, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que iban a ser muertos como ellos. Apocalipsis 6, 9-11.
 
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