ETUDES TRADITIONNELLES. Numéro spécial consacré à René Guénon, 1951. 11, Quai St-Michel. 75005 Paris. Sommaire: Paul Chacornac, Jean Reyor: Présentation. A. K. Coomaraswamy: Sagesse orientale et savoir occidental. Leopold Ziegler: René Guénon et le dépassement du monde moderne. M. Vâlsan: La fonction de René Guénon et le sort de l'Occident. Frithjof Schuon: L'oeuvre. Luc Benoist: Perspectives générales. André Préau: René Guénon et l'idée métaphysique. Jean Thamar: Comment situer René Guénon. J. C.: Quelques remarques sur l'oeuvre de René Guénon. Marco Pallis: René Guénon et le Bouddhisme. Paul Chacornac: La vie simple de René Guénon. Gonzague Truc: Souvenirs et perspectives sur René Guénon. F. Vreede: In memoriam René Guénon. Mario Meunier: René Guénon précurseur. Jean Reyor: La dernière veille de la nuit. En Français: .

Debemos destacar que la revista Etudes Traditionnelles -que hasta 1937 se denominó Le Voile d'Isis- fue la tribuna de Guénon durante treinta y tantos años y de los que coincidían con su pensamiento, si bien él nunca la dirigió directamente. En este sentido hemos de reconocer en Etudes Traditionnelles su valor e importancia como medio de difusión de ese pensamiento a lo largo de este extenso período. Este número, de 160 págs., fue el primer homenaje realizado a Guénon, pues fue publicado seis meses después de su muerte, por lo que pensamos que ahí quedaron fijadas ciertas ideas que crearon una "imagen" del hombre y su obra que de alguna manera ha condicionado durante bastante tiempo al llamado movimiento guenoniano. Concretamente nos referimos a todas aquellas ideas concernientes al Catolicismo, al Cristianismo, a la Masonería, y al Islam en particular. Para algunos de los que intervinieron (por ejemplo Schuon, Pallis, Reyor, Chacornac) este homenaje póstumo más bien parece que les brindó una oportunidad inestimable para "decir la suya", y en cierto modo erigirse en puntos de referencia casi obligada para entender la obra del gran metafísico. Esto, como se ha demostrado en algún caso reciente, no era en el fondo sino una pura y simple ilusión. A continuación pasamos a comentar algunos de los artículos. 

La obra. F. Schuon. En seis páginas despacha Schuon la obra de Guénon estableciendo una serie de divisiones y subdivisiones más o menos acertadas: magister dixit. Como en casi todos sus escritos da la impresión que se está refiriendo indirectamente a sí mismo y no al tema que trata. Eso es notorio cuando califica a Guénon como a un "teórico" efectuando así una división inexistente entre teoría y práctica en materia de Conocimiento. En efecto el Conocimiento es transformador no sólo formalmente y de hecho esa transmutación es idéntica a la Iniciación. Al tildar de "teórica" a la obra de Guénon trata de disminuirla, sobre todo si se tiene en cuenta que para esa época él ofrecía en Suiza una enseñanza no sólo "teórica" sino también "práctica," lo cual lo hacía un verdadero "maestro", o sea que aparte de la doctrina él brindaba un "método" para la "vida espiritual", según él mismo la denomina. Hemos leído el informe Koslow y lo que ha escrito Dominique Devie antes de escribir esta nota, aparte de la certificación que podemos brindar de modo personal y de forma directa sobre las "técnicas" que atañen a sus "discípulos" y a la imagen que estos brindaban de su "maestro". Sin duda todo ello está relacionado con la identificación errónea de substituir a la sabiduría, con la "santidad". En todo caso el Señor, el Gran Arquitecto, tiene la última palabra. Si una individualidad se olvida de los dioses, inversamente, los dioses se olvidan de esa individualidad; y así queda expuesta al rechazo, la burla y el menoscabo, cuando menos. 

Perspectives Générales. Luc Benoist. Luc Benoist, autor entre otros libros de Art du Monde y Le cuisine des Anges, señala en su artículo que toda la obra de Guénon parte del punto de vista central y sintético, es decir metafísico, "aquel que comprende todo sin suprimir nada, que permite la economía de la memoria y del esfuerzo, que ayuda a la invención y al descubrimiento, que facilita la ligazón entre las disciplinas más extrañas, el punto de vista de los principios que unen las ideas y los hombres". Y más adelante: "A esta idea de centro está íntimamente unida la de germen [o sea de lo más pequeño]... aquel que contiene en su misteriosa complejidad todos los desarrollos ulteriores. La idea de germen conduce a la idea de ligazón con su origen, y por tanto con la de tradición". Esto hace que la posibilidad de acceder a la Tradición, al centro, esté más próxima de lo que en realidad pensamos, pues ella es contemporánea con la vida y el hombre mismo, o lo que es igual, con el tiempo y la historia, aunque el Conocimiento que la Tradición sustenta y revela, esencialmente vertical, escapa a los condicionamientos propios de la vida, el hombre (individual), el tiempo y la historia, que son sólo sus reflejos horizontales, a los que sin embargo incluye, ya que lo Infinito no niega lo finito. Pero la metafísica no es un punto de vista entre otros, sino aquello que, aún refiriéndose a lo que es verdaderamente inexpresable y misterioso, es no obstante lo que da realidad a todas las cosas, sean las que fueren, lo cual permite, en efecto, la eclosión de ese germen en el ser y el desarrollo completo de todas sus posibilidades. Si no fuera así, Guénon nunca hubiera escrito su obra, ni tampoco la Tradición tendría sentido alguno, pues lo que ella transmite es precisamente la Idea (el Ser) de lo Incondicionado, y a partir de ahí, y gracias a los soportes simbólicos que vehiculan dicha Idea, se comenzará a ordenar el "caos" de aquellas posibilidades, paso previo y necesario para acceder al estado verdaderamente Incondicionado y a la Identidad Suprema, el cual, como dice Guénon en La Metafísica Oriental, "en vez de ser una especie de aniquilamiento como lo creen algunos Occidentales, este estado final es, por el contrario, la absoluta plenitud, la realidad suprema frente a la cual todo el resto no es más que ilusión". 

Pensamos que con esa Idea ha sido entretejida toda la obra guenoniana, aunque en ocasiones, por otro lado necesarias en aras de la clarificación, ésta haya tenido que tratar temas que más bien pertenecen a lo contingente y relativo, como es el caso de sus estudios denunciando las desviaciones y errores del mundo moderno, del ocultismo, del teosofismo y del espiritismo, en los que sin embargo siempre introdujo conocimientos acerca de la doctrina, pues de lo contrario no hubieran traspasado la mera crítica, situando por consiguiente dichas desviaciones en el justo lugar que les corresponden dentro del conjunto del orden total y universal. 

Benoist divide la obra de Guénon en cuatro partes principales. En la primera precisamente sitúa a El Teosofismo, historia de una pseudo-religión y El Error espírita, así como sus diversos artículos sobre el neo-espiritualismo moderno. En relación con lo que hemos apuntado anteriormente, Benoist señala que "fuera de sus valores negativos, estas obras contienen en contrapartida enseñanzas muy positivas. El Error espírita posee sobre todo capítulos y páginas sobre los estados póstumos, las diferencias existentes entre reencarnación, transmigración y metempsicosis, definiciones capitales que sería imposible encontrar en otro lugar". Dentro de sus libros "críticos" Benoist también sitúa a Principios del cálculo infinitesimal, "puesto que en suma el punto de vista es el mismo, y el pseudo-infinito matemático deriva por igual de la incapacidad de concepción con respecto al verdadero infinito y la posibilidad universal". 

La segunda división comprende aquellas obras donde expone "las razones del desorden actual y las condiciones puramente espirituales de un enderezamiento". Se tratan de Oriente y Occidente, La Crisis del mundo moderno, Autoridad espiritual y poder temporal, y finalmente El Reino de la cantidad y los signos de los tiempos. De todas ellas Benoist se centra especialmente en la última, pues de alguna manera cierra los estudios dedicados al "dominio de las aplicaciones históricas". En efecto, El Reino de la cantidad es un libro sumamente importante e imprescindible para entender la simbólica de la historia (es decir la historia sagrada) y de los ciclos cósmicos, considerados como la expresión de los principios de orden universal, los primeros de los cuales, en lo que se refiere al origen mismo de la manifestación cósmica, son Purusha y Prakriti, que Guénon asimila a la Esencia y a la Substancia primigenias, los dos polos, espiritual e hílico entre los que se sitúan el conjunto de todos los grados de la Existencia universal. En el orden humano y de nuestro mundo esos dos principios se aplican respectivamente a la cualidad y la cantidad. En el origen del presente ciclo humano (el Manvántara), esto es en el "Paraíso terrestre", la esencia y la cualidad imperaban por doquier, pues todas las cosas estaban bajo la influencia directa del polo espiritual, y el desarrollo cíclico e histórico a partir de ese origen ha supuesto un paulatino alejamiento de dicho principio, lo cual se ha visto como una progresiva "solidificación" o "caída" paulatina en dirección al polo substancial y cuantitativo, que se encuentra en el extremo opuesto a toda espiritualidad, y que es precisamente en el que nos hallamos actualmente. Sin embargo, nos dice Benoist que para Guénon "la solidificación del mundo se presenta bajo un doble sentido: considerada en ella misma, en un fragmento del ciclo, tiene evidentemente una significación 'desfavorable' y también 'siniestra', opuesta a la espiritualidad. Pero, de otro lado, no es menos necesaria para preparar los resultados del ciclo bajo la forma de la 'Jerusalén Celeste' [resultados que representan la 'cristalización' positiva y transmutada de lo mejor del ciclo], donde éstos devendrán los gérmenes del ciclo futuro. Ahora bien, para que esa fijación devenga una 'restauración del estado primordial', es necesaria la intervención de un principio trascendente [que en la tradición hindú se denomina el Kalki Avatâra y en el judeo-cristianismo la 'segunda venida de Cristo o del Mesías']. Esta intervención produce el retorno final, posibilitando la reaparición del 'Paraíso terrestre' ", reaparición, añadimos nosotros, que no pertenece ya a nuestro presente Manvántara, sino al siguiente, en donde según el Apocalipsis, "habrán unos nuevos cielos y una nueva tierra". 

La tercera división Benoist la integra sobre todo con los numerosos artículos dedicados por Guénon a las tradiciones occidentales, especialmente las que derivaron del esoterismo cristiano (como las órdenes de caballería, el Temple, las leyendas en torno al Santo Grial, la Fede Santa o los Fieles de Amor, etc.). Asimismo El Esoterismo de Dante y El Rey del Mundo, pertenecen a esta última categoría, aunque según nuestro criterio, más bien sería la primera de estas obras la que alude más directamente a la tradición occidental. También comprende, naturalmente, los artículos sobre el Compañerazgo, y sobre todo la Masonería, que posteriormente conformaron dos gruesos volúmenes: Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compañerazgo. 

La cuarta y última división, siempre según Benoist, comprende "la parte más positiva y más rica, en donde expone con una inesperada claridad la verdadera metafísica oriental". Se tratan de Introducción general al estudio de las doctrinas hindúes (su primer libro publicado), El hombre y su devenir según el Vêdânta, El simbolismo de la Cruz, Los estados múltiples del Ser y La Gran Tríada, esta última centrada especialmente en la metafísica y la cosmogonía taoísta, si bien también hace numerosas referencias al simbolismo alquímico, hermético y masónico. Después de repasar brevemente el contenido de todos estos libros, Benoist considera a Los estados múltiples del Ser como el más "original" de toda la obra de Guénon, afirmando que "se encuentra muy por encima de todas las formas tradicionales". Los estados múltiples "constituyen la pieza maestra, la clave de bóveda de la obra guenoniana, aquella que no tiene equivalente en ninguna otra, y que por el contrario es necesaria para la perfecta comprensión de todas las demás. Se trata de la elucidación más completa que jamás se haya dado de la geografía de lo invisible, del Infinito, del No-Ser y de lo Posible, de toda la complejidad de las jerarquías espirituales". 

Por último, Benoist habla de la importancia del simbolismo en la obra guenoniana, "el que constituye la base misma del edificio". El no lo dice, pero aquí podrían considerarse los numerosos artículos que Guénon escribió sobre los símbolos universales, casi todos ellos recogidos posteriormente en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, libro que se ha convertido en imprescindible para comprender no sólo a Guénon sino la propia naturaleza y el mensaje de la Tradición. 

Por nuestra parte quisiéramos añadir que en todas estas divisiones realizadas por Benoist, echamos en falta los estudios dedicados a la iniciación, que creemos son capitales en el pensamiento guenoniano, y además están ligados directamente con la idea de la realización, a la que necesariamente conduce el estudio de su obra. Recordemos, por ejemplo, las Apreciaciones sobre la Iniciación (Aperçus sur l'initiation), y los artículos escritos a lo largo de varios años y que han sido agrupados bajo el título general de Iniciación y realización espiritual. 

Comment situer l'oeuvre de René Guénon. Jean Thamar. En este artículo el autor intenta situar la obra de Guénon dentro de la corriente tradicional de Occidente, no sin antes advertir que "uno de los caracteres propios de esta obra es precisamente la de ser inclasificable". Su planteamiento es desde luego muy sugerente, por diversos motivos, pues esa perspectiva se ha tocado en muy escasas ocasiones. La obra de Guénon es sin duda "original", en el sentido de que remite constantemente al origen o principio, esto es a la Tradición Primordial, y se sabe que para exponerla, sobre todo en lo que respecta a la metafísica, tuvo que acudir a las doctrinas orientales, especialmente a las hindúes. Sin embargo, ello no obsta para considerar al mismo tiempo esa obra como tributaria, en parte, de la herencia tradicional propia de la región geográfica hacia la que estuvo, y está, destinada: Occidente. Así, por poner un ejemplo, nos dice Thamar, el sentido que para Guénon tenía la palabra conocimiento no corresponde al que tenía para los escolásticos (herederos de Aristóteles), sino más bien lo que se entendía en el esoterismo cristiano medieval como el "don de la Sabiduría", lo cual "responde al origen no-humano y al carácter universal que Guénon asigna al conocimiento". Hablando del Renacimiento Thamar distingue en ese periodo dos corrientes claramente antagónicas: la naturalista, racionalista, científica, moralista y profana, y aquella otra que buscaba "un retorno eminentemente 'tradicional' al platonismo, un creciente interés por el Oriente y un conjunto de 'ensayos' dirigidos a integrar la visión del universo, convertida en heliocéntrica, en una jerarquía cosmológica en donde Dios es el Centro metafísico". En esta última corriente aparecen las figuras eminentes de Nicolás de Cusa, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, Giordano Bruno, Campanella y en general los maestros herméticos, representantes todos ellos de la tradición, a la que mantuvieron viva en una época que ya anunciaba al mundo moderno. Concretamente "el cardenal de Cusa opone al conocimiento racional, dominado por el principio de contradicción, el conocimiento intelectual o intuición, que rige el principio de la 'coincidencia de los opuestos' ". Se advierte aquí una plena confluencia e identidad con el pensamiento de Guénon, pues esta "coincidencia de los opuestos" constituye uno de los principales pilares de su obra. Continúa Thamar hablando de N. de Cusa: "su 'matemática intelectual' o arte de las 'transmutaciones geométricas' y su noción de pasaje al límite -que tendrá tanta importancia en Guénon- están más próximas de El Simbolismo de la Cruz y los Principios del cálculo infinitesimal que de los escritos medievales (suponemos que se refiere a los escolásticos)". 

Pero para Thamar es en Plotino y sus Enéadas donde "reina el clima intelectual más próximo a la obra guenoniana". En efecto, en el neoplatónico y pitagórico Plotino, "que no ignoraba las doctrinas hindúes", se encuentran todo un conjunto de ideas con claras resonancias guenonianas: "una perspectiva metafísica que sobrepasa a la ontología; la idea de una realización por el conocimiento; los estados del ser concebidos como simultáneos y paralelos a los grados de la Existencia universal; la correspondencia constitutiva del microcosmos y del macrocosmos; la doctrina de la transmigración y la de los ciclos cósmicos; la crítica del racionalismo, del moralismo y de las ensoñaciones doctrinales de los 'ocultistas' de entonces: los gnósticos, los astrólogos y los magos". En este último punto tenemos que disentir de Thamar, pues no se puede meter en el mismo saco a los verdaderos gnósticos, astrólogos y magos alejandrinos -herederos de la Ciencia Hermética- con aquellos otros que sólo entendieron dicha Ciencia de un modo parcial y desviado, teniendo en cuenta además que Guénon ya supo distinguir entre unos y otros, lo mismo, seguramente, que hizo Plotino. Para Thamar es tal la importancia de Plotino en el pensamiento de Occidente que su influencia llega hasta "los padres griegos y los maestros sufís, a los escolásticos y 'dionisianos' -sobre todo al Maestro Eckhart- al hermetismo y de una manera general a todos los representantes de la philosophia perennis". 

Por supuesto que Guénon concedió su importancia a todas estas tradiciones occidentales -alejandrinas, medievales y renacentistas-, efectivamente herederas para su tiempo de la Philosophia Perennis, pero tal vez no puso en ello demasiado énfasis, lo cual, sabiendo la influencia que su obra ha ejercido y ejerce, quizás hubiera facilitado una más directa toma de conciencia a muchos espíritus que buscaban y buscan una "revivificación" de la tradición propia de Occidente. Comprendemos que Guénon no podía haberlo dicho todo, pero unas referencias suyas más explícitas al respecto desde luego que hubieran allanado más el camino. Esto no es ni mucho menos una objeción, sino simplemente una observación que nos ha parecido pertinente realizar a raíz de este artículo. 

La dernière veille de la nuit. J. Reyor. Un homenaje a la memoria de Guénon, del que no está ausente el calor humano -al contrario de la nota de Schuon- y ciertas consideraciones importantes, pero, ¿de donde ha sacado Jean Reyor que la necesidad del exoterismo juega un papel tan importante en la obra de Guénon? Esta extraordinaria consideración basada sólo en un artículo de Guénon (ver pág. 278) independiente en cierta forma del resto de su obra, ha marcado sin embargo gran parte de los escritos y la vida del propio Reyor, a la sazón director de Estudios Tradicionales e incluso ha fijado una actitud propia de ciertos "guenonianos" atraídos por lo "oficial" y la necesidad literal de una falsa seguridad, es decir, por un profundo temor a la metafísica y a la posibilidad de lo no humano. Un rechazo a lo desconocido evidenciado por un apego egótico a lo conocido lo que constituye pura y simplemente una negación del símbolo y su poder mediador y especialmente transmutador. 

 
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