RENE
GUENON, TEMOIN DE LA TRADITION. Jean Robin. Guy Trédaniel.
Paris 1978. 353 págs. En Français: . En la reseña anterior
sugeríamos la posibilidad de editar en castellano el libro criticado;
igualmente podríamos recomendar a los editores que se dedican al
esoterismo la publicación de este libro de Jean Robin pues ambos
son los mejores estudios dedicados a Guénon que, como nuestros lectores
saben, es considerado el más grande metafísico del siglo
XX, lo cual es atestiguado por el conjunto de su obra. Y es precisamente
en estos trabajos donde más se ha respetado y expuesto el pensamiento
de Guénon y correlativamente el recorrido existencial e intelectual
del sujeto que la produjo. Por otra parte ambos libros son equilibrados,
objetivos y documentados, con una gran masa de información obtenida
de sus libros y de su enorme epistolario, tratada de manera lúcida
y amena. Sin embargo, hay una gran diferencia entre ellos que J. Robin
se encarga de aclarar desde el comienzo: mientras que Laurant utiliza un
método histórico, que parecería relativizar el pensamiento
guenoniano en cuanto a las influencias que este podría tener de
las circunstancias de su medio y carácter, así como de otros
autores, Jean Robin considera que la figura del gran metafísico
francés es providencial para su tiempo, y que su función
trasciende cualquier encasillamiento por ser una determinación de
tipo celeste y vertical que Guénon encarna para su tiempo, idea
que va desarrollando a lo largo de su estudio y en la que coincide con
Michel Vâlsan.
Para nosotros, sin embargo, la cosa es más sencilla
pues consideramos que una forma de ver no es incompatible con la otra puesto
que se complementan como la verticalidad y la horizontalidad, y como la
eternidad y la historia; por otra parte los diferentes planos de lectura
de una cosa, un fenómeno, un ser, es decir un símbolo, se
superponen sin ninguna dificultad sin necesidad de afectarlo y el mismo
Guénon nos aclara que los diferentes grados, o planos, del Ser Universal,
no tienen por qué excluirse -según lo hace el mundo moderno-
sino por el contrario son incluso simultáneos y perfectamente armónicos;
ya desde Platón se enuncia que el tiempo -y todo lo que este signa-
es una imagen móvil de la eternidad. Por lo que la agitada y paradojal
existencia psicosomática e intelectual de R. G. tiene también
una razón de ser, un destino manifiesto, aunque no sepamos exactamente
cual es en sus formas más anecdóticas, desde luego mucho
más relativas, con respecto a su pensamiento y su mensaje, los cuales
son los que han atraído a innumerables lectores calificados a sus
obras, y de las que han bebido sobreabundantemente. Por lo que a nosotros
respecta creemos que una sobrevaloración del metafísico francés
puede llevar a considerarlo infalible, y por otro lado una humanización
exagerada de su figura puede tornarla tan consumible como cualquier otro
producto de este siglo, situación que por otra parte no es novedosa
y que ha acompañado a todas las grandes figuras que han manifestado
la Ciencia Sagrada, más cuando se tiene en cuenta que la misma Manifestación
Universal es una paradoja.
En los primeros cuatro capítulos que, por otra
parte son la cuarta parte del libro que contiene XII se va desarrollando
paulatinamente un punto de vista sobre Guénon y su obra de singular
interés, donde se expresan numerosas precisiones sobre su pensamiento,
fundamentadas tanto en sus escritos como en su epistolario y en opiniones
vertidas por personajes de la época que tuvieron contacto directo
con él; asimismo se tratan diversos elementos no incluidos en otros
estudios, pero con los cuales se complementan. En el V capítulo
titulado L'Initiation, se exponen diversos puntos que aparecen en
la obra de R. G. al respecto, los cuales han sido igualmente mencionados
por otros hermeneutas y que tienen particular interés por ser parte
del propio discurso guenoniano. Más adelante se toca un punto que
queremos destacar y que forma parte del mismo tema: se trata de la pseudoiniciación
y la contrainiciación. En el capítulo L'Adversaire,
el autor abunda sobre ciertos conceptos tocantes a la pseudoiniciación
y a la contrainiciación; debemos confesar que estos términos,
acuñados por Guénon mismo no nos habían interesado
mayormente puesto que el primero es una desviación que toca a un
número muy grande de personas que de hecho, no saben distinguir
entre lo verdadero y lo falso en su forma más elemental y por las
cuales no se puede hacer absolutamente nada pues sencillamente "no les
da la cabeza", lo que en lenguaje de Guénon equivale a no estar
cualificados. En cuanto a lo segundo siempre hemos evitado el tema porque
sería una manera muy sencilla de descalificar al adversario poniéndole
el membrete de contrainiciático de igual manera que éste
lo podría hacer con nosotros, sin que se aclarase nada sobre ningún
tema. Por otro lado en un mundo como el que vivimos todo es contrainiciático
por lo que ciertos agentes de esa actitud nos parecían menores para
prestarles una atención inmerecida que incluso podría desembocar
en una paranoia. Sin embargo ciertos hechos ocurridos en nuestro entorno
y en estrecha relación con una logia que trabajaba de modo tradicional
desde hace años nos ha llevado a concluir que justamente los que
han pretendido su destrucción o su disolución, mediante el
expediente de apoderarse de ella y desvirtuarla, se corresponden con el
calificativo de contrainiciático. En efecto, algunos elementos de
este tipo intentaron manejar el Conocimiento y aún la posibilidad
de la Iniciación de acuerdo a sus intereses personales. Otros decidieron
luego de la lectura fragmentaria de Guénon y basados en lo que suponían
era la "ortodoxia", atacar al venerable y los past-master de su
logia, no ya utilizando su grado, pues eran meros aprendices recién
egresados, sino su ignorancia docta y sus prejuicios democráticos;
meros agitadores con pretensiones revolucionarias erróneamente aplicadas
a la metafísica y a la jerarquía del Conocimiento.
Por lo que los llamados a lo más alto deben conocer
a estos agentes -conscientes, más o menos conscientes, o inconscientes-
de la contratradición y no brindarles su casa sin más, sino
seleccionarlos exhaustivamente -aunque desde luego no llegaron a concretar
ninguno de sus propósitos- por el bien del Orden al cual pertenecen,
que por su propia pureza deben guardar del alcance de estos profesionales
del caos, que son capaces de formar pandillas y aliarse entre ellos (aunque
sus intereses sean diametralmente opuestos) con el objeto de impedir el
normal desenvolvimiento de una expresión iniciática tradicional
y regular a la que han querido vanamente manejar para destruirla. "Seth-Typhon,
símbolo de la contrainiciación, se presenta, antes que todo,
naturalmente, como el adversario de la iniciación. y de aquellos
que la representan, a cualquier título que sea" nos dice J. Robin,
después de informarnos que Guénon mismo fue víctima
durante toda su vida, del ataque de estas entidades, incluso de modo físico.
En el capítulo denominado Le sheikh Abdel Wahed
Yahia, el autor nos dice: "Por lo demás, los comentadores musulmanes
autorizados son unánimes en ver en la Segunda Venida de Jesús
una restauración del Islam. Es entonces solamente después
de la destrucción del reino del Anticristo, y en una perspectiva
propiamente escatológica, que se manifestará 'concretamente'
el aspecto universal de esta tradición, predispuesta por la economía
providencial a servir de arca para el esoterismo de las demás formas
tradicionales."
"Quizá se pregunte uno sobre la necesidad de un
tal 'soporte', ya que asimismo todas las tradiciones deben, de una manera
u otra, remanifestarse. Ocurre que de hecho, esta salida a la luz del aspecto
interior de todas las formas -puesto que no hay nada oculto que no deba
ser revelado- no podrá tener lugar sino en un 'marco' único;
porque 'no habrá mas que un solo rebaño, un solo pastor (San
Juan X, 16)'. Pero ¿no se trataría entonces, sencillamente,
de la remanifestación de la Tradición primordial en tanto
ella?"
Pasa luego en otra parte de su libro a hablarnos de un
tema particularmente importante: el de los Afrâd y de El
Khidr y cita dos cartas de Guénon a Coomaraswamy por haber publicado
este último un estudio sobre Khwajâ Kadir, llamado
en el Islam Seyidna El Khidr. Como se sabe la función de
El-Khidr es la de ser el Maestro de los Afrâd los que
son aquellos seres excepcionales que se han iniciado -por distintas razones-
de manera individual, sin gurú visible y son llamados los
solitarios. Efectivamente, los Afrâd han recibido su Conocimiento
de manera directa por medio de su intuición intelectual, en ausencia
de una posibilidad de iniciación efectiva, y por lo tanto no están
bajo la jurisdicción del Qutb, son independientes del Polo,
y por eso su función es indeterminada y relacionada con la aparición
del maestro interior y la realidad esencial trascendente, lo cual -sugiere
Robin- podría haber sido el caso de Guénon quien no desea
tratar personalmente este tema pues, como le advierte a Coomaraswamy, todo
ello le atañe muy de cerca.
Por último J. Robin destaca el importante tema
de Agartha, y el Rey del Mundo y para finalizar hace uso de la doctrina
de los ciclos según la Tradición Hindú, notablemente
explicada por Guénon y muy respetuosamente expuesta y aplicada a
nuestros días por el autor.
Desde luego esta reseña se queda corta con respecto
al temario y el tratamiento que Jean Robin hace del tema por su enorme
vastedad ya que su estudio nos propone un "viaje" análogo en cierto
sentido a la obra guenoniana. Sin embargo el autor posteriormente ha desarrollado
ciertos puntos que estando presentes en simiente en este libro, han sido
tratados por Robin de un modo bastante personal, es decir de manera problemática,
y aunque muy discutibles también podrían ser posibles, lo
cual excede para algunos el auténtico pensamiento guenoniano, aunque
ciertas insinuaciones de Guénon con respecto a algunos tópicos
oscuros podrían dar pie a este tipo de desarrollos. Pero ellos son
para nuestro gusto secundarios con respecto al grueso de la obra, e inclusive
por alguna razón no fueron tratados clara y extensamente por el
sheikh Abdel Wahed Yahia. F. G. |