U. Hierne, Actorum chymicorum., Estocolmo 1712
 
COSMOLOGIA Y ALQUIMIA BABILONICAS. Mircea Eliade. Paidós Ibérica, Barcelona 1993. 116 págs. ALQUIMIA ASIATICA. Id., 1992. 113 págs. 

Han aparecido en la Colección Orientalia (ver Nº 5 pág. 178) estos dos pequeños volúmenes que junto con Herreros y Alquimistas (Alianza Ed., Barcelona 1986, 208 págs.) y algún otro material, expresan lo que para este gran estudioso de la historia de las Religiones es la Alquimia como ciencia y arte hermética, y sus correspondencias con prácticamente la totalidad de las Tradiciones conocidas. En efecto: "La historia de la alquimia europea (y alejandrina, irania, árabe, medieval) comienza con las probables influencias ejercidas por la alquimia babilónica en Egipto." (Alquimia Asiática, prefacio). Para seguir: "Para resituar de una manera más correcta la alquimia dentro de su contexto original, no debería perderse de vista lo siguiente: en todas las culturas en que la alquimia hace acto de presencia, ésta aparece siempre íntimamente vinculada a una tradición esotérica o 'mística': en China al taoísmo; en India, al yoga y el tantrismo; en el Egipto helenístico, a la gnosis; en los países islámicos, a las escuelas místicas del hermetismo y el esoterismo; en Occidente durante la Edad Media y el Renacimiento, al hermetismo, el misticismo cristiano y sectario y la cábala. En resumidas cuentas, todos los alquimistas declaran que su arte es una técnica esotérica, que persigue metas parecidas o comparables a las de las grandes tradiciones esotéricas y 'místicas'." (pág. 79). 

Del códice Ashburn, 1166.
En Miscellanea d'Alchimia, s. XV
Llama la atención que este libro apareciera en rumano en 1935 y que el autor estuviera tan claro sobre el tema que iba a desarrollar posteriormente, siempre en pequeños volúmenes por problemas editoriales. 

En el prefacio de Cosmología y Alquimia Babilónicas, Eliade dice que se propone: "Demostrar -como yo mismo he intentado en La alquimia asiática- que las alquimias india y china no eran ni ciencias empíricas ni prequímicas, sino técnicas místicas, soteriológicas, no significa hacer obra de erudición, sino aplicar un método que, aunque en si mismo no sea muy revolucionario en el estudio de las culturas orientales, puede resultar enormemente fértil en la filosofía de la cultura. El carácter 'revolucionario' de nuestra interpretación nos obligó, es cierto, a ofrecer un abundante aparato crítico, justamente para probar hasta la saciedad la validez de nuestras afirmaciones." (pág. 10). A continuación comienza la primer parte de su tratado con el siguiente temario: 1. Cosmos y Magia, 2. Métodos, 3. Homología, 4. El templo, 5. Ciudad sagrada - centro del mundo, 6. El eje del mundo - el árbol de la vida, 7. Correspondencias. 

Es decir, que se ubica plenamente a la Cosmogonía y sus leyes como fundamento de las Ciencias y las artes en general, y concretamente de la Alquimia. Ello se debe sin duda a las leyes de la analogía que establecen correspondencias entre diversos órdenes de la realidad y que hace a los metales equiparables a los astros, como la tierra al cielo, aunque sus polaridades se encuentren invertidas: "Todo lo conocido, todo lo concreto, participa de esta ley mágica de la correspondencia. El cosmos aparece dividido en regiones gobernadas por los dioses, dirigidas por los planetas. Entre una determinada zona celeste y el planeta que la domina o el dios que la representa, existen relaciones mágicas, de 'correspondencia' y de 'influencia'. Todo lo que sucede en una zona celeste hará también acto de presencia, de una forma u otra, en la vida que, sobre la tierra, se encuentra bajo su 'influencia'. Evidentemente, estas influencias no siempre se ejercen de forma directa. Se dan innumerables relaciones, innumerables niveles entre el cielo y la tierra. Sólo en su centro, y sólo en determinadas condiciones, puede la tierra ser vinculada directamente con el cielo." (pág. 40). Estas interesantísimas líneas se ven completadas por otras que prolongan el pensamiento del autor; así en Herreros y Alquimistas leemos que: "Colaborar con la Naturaleza, ayudarla a producir con un tempo cada vez más acelerado, modificar las modalidades de la materia: en todo esto creemos haber descubierto una de las fuentes de la ideología alquímica." (pág. 10). Por otra parte: "El alquimista, como el herrero, y antes que ellos el alfarero, es un 'señor del fuego', pues mediante el fuego es como se opera el paso de una sustancia a otra. El primer alfarero que consiguió gracias a las brasas endurecer considerablemente las 'formas' que había dado a la arcilla debió sentir la embriaguez del demiurgo: acababa de descubrir un agente de transmutación. Lo que el calor 'natural' -el del sol o el vientre de la tierra- hacía madurar lentamente, lo hacía el fuego en un tempo insospechado." (pág. 71). Y todo esto para los alquimistas del pasado era posible gracias a que: ".las plantas, las piedras y los metales, lo mismo que los cuerpos de los hombres, su biología y su vida psicomental, no eran sino momentos diversos de un mismo proceso cósmico. Era por tanto posible pasar de un estado a otro, transmutar una forma en otra." (pág. 123). 

Hemos tratado de destacar algunas de las ideas de M. Eliade, pero estas tres obras contienen mucho más, ya se trate de documentación o de soteriología, siempre unidas al fin espiritual por intermedio de las ciencias de la Naturaleza. F. G.

 
 
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