SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
BUDISMO
III. La Doctrina (cont.)
ANANDA K. COOMARASWAMY
Decimos «un tipo de muerte» porque la palabra nirvāṇa puede usarse también para cosas todavía vivas. El Bodhisattva se «despira» cuando deviene el Buddha. Es aún más significativo que encontremos que a cada una de las etapas que se completan en la doma de un caballo real se le llame un Parinirvāṇa.98 El Buddha usa la palabra, principalmente, en relación con el «apagado» de los fuegos de la pasión, de la flaqueza y del engaño (rāga, doṇa y moha). Pero aquí hay implícita una distinción; la despiración es una experiencia presente (saṁdṛṇŚikam) en dos modos, a saber, ético, en tanto que implica la erradicación de la pasión y la flaqueza, y eterno, es decir, metafísico, en tanto que es una liberación del engaño, o la ignorancia (avidyā); desde ambos puntos de vista, la despiración implica una inegoismidad, pero, por un lado, en la práctica, y por otro, en la teoría.99 Así, mientras la denotación es la del griego aposbennumi (estar en quietud, extinguido, estar apagado, con respecto al viento, al fuego o a la pasión), la connotación es la del griego tele¯ y teleuta¯ (ser perfecto, morir). Todos estos significados pueden resumirse en una única palabra inglesa, «finish», «acabar»; el producto acabado ya no está en el proceso de hacerse, ya no está deviniendo lo que debe ser; de la misma manera, el ser acabado, el hombre perfecto ha terminado con todo el devenir; la disolución final del cuerpo no puede afectarle, por mucho que pueda afectar a otros, ellos mismos imperfectos e inacabados. El nirvāṇa es un fin final, y como Brahma mismo, una materia sobre la que no puede hacerse ninguna otra pregunta por aquellos que están todavía en llamas.100 

En otras palabras, la Vía implica, por una parte, una disciplina práctica, y por otra, una disciplina contemplativa. El contemplativo corresponde al atleta, que no compite por el premio a menos de estar ya «entrenado». Cuando los indios hablan del Comprehensor (evamvit) de una doctrina dada, con esto no entienden meramente al que comprende la significación lógica de una proposición dada; entienden al que la ha «verificado» en su propia persona, y que es así lo que conoce; pues mientras nosotros sólo tenemos conocimiento de nuestro Sí mismo inmortal, todavía estamos en el reino de la ignorancia; nosotros sólo lo conocemos, realmente, cuando lo devenimos; nosotros no podemos conocerlo, realmente, sin serlo. Hay modos de vida dispositivos a una realización tal, y otros modos que la impiden. Por consiguiente, vamos a hacer una pausa para considerar la naturaleza de la «mera moralidad», o, como se le llama ahora, «Ética», aparte de la cual la vida contemplativa sería imposible. Lo que nosotros llamaríamos una «santidad práctica», se llama, igualmente en los antiguos libros indios y en el budismo, un «Caminar con Dios» (brahmacarya) presente y atemporal.101 Pero hay también una clara distinción entre la Doctrina (dharma) y su Significación práctica (artha), y es esta última la que nos interesa ahora. 

De acuerdo con la antigua teoría india de la relación entre el Sacerdotium y el Regnum, encontramos que un rey budista pide al Bodhisattva que le dé instrucción tanto en la Ética (artha) como en la Doctrina (dharma);102 y este contexto nos permitirá entender la distinción muy claramente. Encontramos que la Ética es una cuestión de liberalidad (dāna) y de mandamientos (śīla). Más detalladamente, el rey ha de proveer a todas las necesidades de sus súbditos, y hacer una provisión honorable, tanto para los hombres como para los animales, cuando cargados de años, ya no son capaces de hacer lo que hacían en su juventud. Por otra parte, el conjunto de lo que aquí se llama la Doctrina, se expone en la forma del «símil del carro», que comentaremos más adelante.  
  
El término «mandamientos» requiere un poco más de análisis. Estas reglas de lo que a veces se llama «mera moralidad» -«mera», porque, aunque es indispensable si nosotros hemos de alcanzar el fin último del hombre, la moralidad no es un fin en sí misma, sino sólo un medio- no están en absoluto fijadas rígidamente; en general, la referencia es a los «cinco» o «diez hábitos virtuosos». En cuanto a los cinco, son estos (1º) no matar, (2º) no robar, (3º) no seguir las lujurias de la carne, (4º) abstenerse de mentir, y (5º) abstenerse del uso de intoxicantes. Estos son preliminares esenciales para cualquier desarrollo espiritual, y se esperan de todos los legos. La serie de diez incluye los cuatro primeros de los cinco, y (5º) evitar calumniar, (6º) abstenerse de hablar abusivamente, (7º) evitar la conversación frívola, (8º) no codiciar, (9º) no tener malicia, y (10º) no mantener puntos de vista falsos. El último tiene una referencia particular a la evitación de herejías tales como la creencia en el «alma», la opinión de que la determinación causal cancela la responsabilidad moral, la opinión de que no hay «ningún otro mundo», la opinión de que el Buddha ha enseñado una doctrina nueva, y la opinión de que enseña una aniquilación o extirpación de algo excepto el sufrimiento. Las cinco o diez reglas precedentes han de distinguirse de las cinco o diez «bases de instrucción» de la regla monástica; las cinco primeras de éstas son las mismas que las cinco ya enumeradas, a las cuales se agregan (6º) no comer a horas irregulares, (7º) no asistir a representaciones musicales ni teatrales, (8º) abstenerse del uso de ungüentos y ornamentos, (9º) no dormir en camas lujosas, y (10º) no aceptar oro ni plata.103  

Antes de volver a la Doctrina, debemos guardarnos cuidadosamente de pensar que el Buddha da un valor absoluto a la conducta moral. Por ejemplo, no debemos suponer que, debido a que los medios son en parte éticos, el Nirvāṇa es por lo tanto un estado ético. Muy lejos de esto, desde el punto de vista indio, la no egoismidad es un estado amoral, en el que no puede presentarse ninguna cuestión de «altruismo», puesto que la liberación lo es tanto de la noción de «otros» como de la noción de «sí mismo»;104 y tampoco es en ningún sentido un estado psicológico, sino una liberación de todo lo que la «psique» implica en la palabra «psicología». «Ciertamente», dice el Buddha, «yo llamo un Brahman a quien ha pasado más allá del apego tanto al bien como al mal; a quien está limpio, a quien ningún polvo se adhiere, a quien es a-patético».105 En la bien conocida Parábola de la Balsa (del procedimiento ético), por cuyo medio uno cruza el río de la vida, el Buddha pregunta muy expresamente «¿Qué hace un hombre con la barca cuando ha alcanzado el otro lado del río? ¿La carga a su espalda, o la deja en la orilla?».106 La perfección es algo más que una inocencia infantil; debe haber conocimiento de lo que son la necedad y la sabiduría, el bien y el mal; debe hacer conocimiento de cómo librarse de estos dos valores, y de cómo ser «recto sin ser rígido» (śīlavat no ca śīlamayaḥ M.II.27; Maestro Eckhart «…ella no practicaría meramente las virtudes, sino que la virtud como un todo sería su vida», trad. Evans Vol. I, p. 374). Para el Arhat, que ha «hecho todo lo que tenía que hacerse» (kṛta-karaṇīyam), ya no hay nada más que deba hacerse (BG. III.17 kāryam na vidyate), y, por consiguiente, ninguna posibilidad de mérito ni de demérito; los mandamientos y las prohibiciones no tienen ningún significado donde ya no hay nada que deba o no deba hacerse. Pues, ciertamente, como dice el Maestro Eckhart del Reino de Dios, «ni el vicio ni la virtud entraron allí nunca»; justamente como en las Upanishads, donde ni el vicio ni la virtud pueden pasar el Puente de la Inmortalidad.107 El Arhat «ya no está bajo la Ley»; «no está bajo la Ley»,108 sino que es un «Movedor a voluntad» y un «Hacedor de lo que quiere»; si nosotros encontramos que actúa no egoístamente, en nuestro sentido ético de la palabra, esa es nuestra interpretación, de la que él no es responsable. Sólo el patripassiano y el monofisita pueden ofrecer alguna objeción a estos puntos de vista.  

También debe comprenderse claramente que, en este punto, será conveniente preguntar, «¿Quién es el Despierto?».109 Pues la respuesta a esta pregunta nos dirá tanto como puede decirse de aquellos que han seguido sus huellas hasta el fin, y que pueden llamarse «Acabadores del Mundo» (lokantagu). ¿Quién es la Gran Persona, el Pariente del Sol, el Ojo en el Mundo,110 el descendiente de Angirasa, el Dios de Dioses, que dice de sí mismo que él no es ni un Dios, ni un Genio, ni un hombre, sino un Buddha, uno en quien han sido destruidas todas las condiciones que determinan los modos de la existencia particular?.111 ¿Qué son estos Arhats, que, como los inmortales védicos, han ganado ser lo que son por su «dignidad»?. 

La cuestión puede abordarse desde muchos ángulos diferentes. En primer lugar, los nombres y epítetos del Buddha son bastante sugestivos; por ejemplo, en los Vedas, los primeros y principales de los Angirasas son Agni e Indra,112 a quienes también se aplica muy a menudo la designación de «Arhat». Como el Buddha, Agni «se despierta en la aurora» (uṇarbudh): a Indra se le apremia a ser «de mente en despertar» (bodhin-manas),113 y cuando resulta vencido por el orgullo de su propia fuerza, «se despierta» efectivamente ante los reproches de su alter-ego espiritual.114 Que al Buddha se le llame «Gran Persona» y «Hombre Supremo» (mahā puruṇa, nṛtama), no nos dice en modo alguno que el Buddha sea «un hombre», puesto que éstos son epítetos de los Dioses más altos en los libros brahmánicos más antiguos. Māyā no es el nombre de una mujer, sino la Natura naturans, nuestra «Madre Naturaleza».115 O si consideramos la vida milagrosa, encontraremos que casi cada detalle, desde la libre elección del tiempo y del lugar del nacimiento,116 hasta el nacimiento costal mismo,117 y la andadura de las Siete Zancadas;118 y desde la Salida hasta el Gran Despertar sobre el altar esparcido al pie del Árbol del Mundo, en el Ombligo de la Tierra; y desde la derrota de los Dragones hasta el encendido milagroso de la leña sacrificial,119 puede cotejarse exactamente -y al decir «exactamente» entendemos justamente eso- en la mitología védica de Agni y de Indra, el sacerdote y el rey in divinis. Por ejemplo, y esta sola muestra debe ser suficiente, si el Dragón védico lucha con fuego y humo,120 y también con mujeres armadas,121 así hace Māra, la Muerte, a quien los textos budistas llaman también «Apresador»; si los Dioses abandona al Matador del Dragón védico, que debe contar sólo con sus propios recursos, así también se deja sólo al Bodhisattva, que sólo puede invocar a sus propios poderes para asistirle.122 Al decir esto no pretendemos negar que la derrota de Māra por el Buddha es una alegoría de la conquista de sí mismo, sino señalar sólo que ésta es una historia muy antigua, una historia que ha sido contada siempre y por todas partes; y que en su escenificación budista no es una historia nueva, sino derivada inmediatamente de la tradición védica, donde se cuenta la misma historia, y donde tiene la misma significación.123 

Que el perfecto posee el poder de moción y de manifestación a voluntad es familiar en la enseñanza cristiana, donde ellos «entrarán y saldrán y encontrarán pradera»;124 y tales poderes son naturalmente propios de aquellos que, estando «unidos al Señor, son un espíritu».125 Lo mismo se enuncia repetidamente en las escrituras brahmánicas, y a menudo casi en las mismas palabras. En un contexto que se repite a menudo, el Buddha describe las cuatro etapas de la contemplación (dhyāna) de las vías del poder (ṛddhipāda), vías que son el equivalente de la «Vía Aria», y que son medios hacia la Omnisciencia, el Pleno Despertar y el Nirvāṇa.126 Cuando se han dominado todas estas estaciones de la contemplación (dhyāna), de manera que el practicante puede pasar de una a otra a voluntad, y cuando domina similarmente la compostura o síntesis (samādhi) a la que ellas conducen, entonces, en este estado de unificación (eko'vadhi-bhāva), el Arhat liberado es a la vez omnisciente y omnipotente; cuando describe su propio logro, el Buddha, puede recordar sus «habitaciones anteriores» (pūrva-nivāsa), o como nosotros nos inclinaríamos a decir, sus «nacimientos pasados», en todo detalle; y al describir sus poderes (ṛddhi), dice que «yo, hermanos, puedo realizar (pratyanubhū)39 cuantos incontables poderes quiero; siendo muchos, devengo uno, y habiendo sido muchos devengo también uno;127 visible o invisible, puedo pasar a través de una pared o de una montaña como si fuera aire; puedo sumergirme dentro de la tierra o emerger de ella como si fuera agua; puedo caminar sobre el agua como si fuera tierra sólida;128 puedo moverme a través del aire como un pájaro; puedo tocar con mis manos el sol y la luna; tengo poder con respecto a mi cuerpo hasta tan lejos como el Mundo de Brahma».129 Los mismos poderes son ejercidos por otros adeptos, en la medida en que se han perfeccionado en las mismas disciplinas, y son dueños de la compostura (samādhi);130 el poder de moción a voluntad sólo se pierde cuando falta la concentración (dhyāna).131 El Buddha emplea la antigua fórmula brahmánica,132 cuando dice que ha enseñado a sus discípulos a extraer de este cuerpo material, otro de substancia intelectual (manomaya kāya), como uno podría sacar una flecha de su vaina, una espada de su funda, o una serpiente de su muda; es con este cuerpo intelectual, como uno dispone de la omnisciencia y es un movedor a voluntad hasta tan lejos como el Brahmaloka.133

 
IV. La Doctrina (fin)
 
NOTAS   Abreviaturas utilizadas
98 M. I.446.
99 A. I.156. En la serie rāgo, doso y moho, moho (engaño) puede reemplazarse por su equivalente avijjā, «ignorancia» (como en Itivuttaka, 57) y se verá más rápidamente que la liberación de rāgo y doso es una virtud moral, y que la liberación de moho = avijjā es una virtud intelectual. 

Casi de la misma manera, Itivuttka 38, 39 distingue entre los dos Nibbānas, (1º) el presente, con algún residuo de los factores de la existencia, y (2º) el último, sin ningún residuo de los factores de la existencia. Esto marca también la distinción entre el de Nibbāna y Parinibbāna, en la medida que ésta puede hacerse realmente.

100 M. I.304, S. III.188. Cf. BU. III.6 (Brahma). Cf. Juan 3.6.
101 Sn. 567 brahmacariyaṁ saṁdiŚŚhikam akālikam. Cf. AV. XI.5; CU. VIII.5.
102 J. VI.251/2. El dharma es la «ley de la Naturaleza», y svadharma es la ley de la Naturaleza en su aspecto distributivo.
103 PTS. Pali Dic., s.v. sīlā. En mayor detalle M. I.179, 180 y en A. 11.
104 Udāna 70.
105 Dh. 412; cf. Sn. 363, Mil 383 y nota siguiente. «A-patético», es decir «no-patológico», como lo son aquellos que están sujetos a sus propias pasiones o «sim-patizan» con las de otros. Obsérvese que karuṇā, «piedad» no implica sim-patía.
106 M. I.135; como la balsa, «lo justo ha de ser abandonado, y a fortiori lo injusto». «Yo no necesito más balsas» (Sn. 21). Cf. Dh. 39, 267, 412; Sn. 4, 547; M. II.26, 27: TB. III.12.9.8; Kauṣ. Up. III.8; KU. II.14; Muṇḍ. Up. III.1.3; MU. VI.18 etc.; Maestro Eckhart, passim

Similarmente San Agustín, De Spir. et Lit., 16, «Que ya no use ya más la Ley, como un medio de llegada, cuando ya ha llegado»; Maestro Eckhart. «Si tengo intención de cruzar el mar, necesito un barco, y el barco es una parte esencial de mi querer cruzar; pero, una vez alcanzada la otra orilla, ya no necesito un barco» (Evans II.194). De la misma manera, la consciencia discriminativa (vinnānam = saññā, S. III.140, 142 = saṁjñā, BU. II.4.12 y enteramente inferior a paññā, prajñā) es un medio muy útil para el cruce, pero nada que haya que retener en adelante (M. I.260, ver Nota 284). La «consciencia» es un tipo de «ignorancia», que cesa a nuestra muerte (BU. IV.4.3); por consiguiente, «avidyayā mṛtyuṁ tīrtvā, vidyayā'mṛtam aśnute» (çśā Up. 11; MU. VII.9).

107 CU. VIII.4.1. etc., Maestro Eckhart, «Allí ni el vicio ni la virtud han entrado nunca».
108 Gálatas 5.18.
109 Se verá que ésta es, hablando estrictamente, una pregunta impropia; un Buddha no es ya alguien.
110 Ver TS. II.9.3, II.3.8.1, 2 II. 5.8.2. La expresión «Ojo en el Mundo» equivale a una identificación del Buddha con Agni y el Sol.
111 A. II.37.
112 RV. I.31.1 (Agni), I.130.3 (Indra).
113 RV. V.75.5. (para que pueda vencer a Vṛtra). Bodhin-manas sugiere el bodhi-citta budista. Mil. 75 asimila buddhi, Buddha.
114 BD. VII.57 sa (Indra) buddhvā ātmānam. RV. V.30.2 indram naro bubudhānā aśema. Contrástese RV. VIII.70.3 nakiṇtam karmaṇā naśatna yajñaiḥ. Los cuentos del Jātaka incluyen muchos de los nacimientos anteriores del Buddha como Sakka (Indra). En los Nikāyas, Sakka actúa como el protector del Buddha, lo mismo que Indra actúa con Agni; pero es el Buddha mismo quien vence a Māra. En otras palabras, el Buddha es comparable a ese Agni que es «a la vez Agni e Indra, brahma y kṇatra». En M. I.386 el Buddha aparece tratado como Indra (purindado sakko); pero en otras partes, e.g. Sn. 1069, y cuando a sus discípulos se les llama «sakya-puttiyo», «hijos del Sakyan», la referencia es al clan Sakya, cuyo nombre implica, como el de Indra, un «ser capaz».
115 Māyā (los «medios» de toda creación, divina o humana, o el «arte» por cuyo medio se hace algo), es «magia» sólo en el sentido de Boehme, Sex Puncta Mystica, V.1. sig. – («La Madre de eternidad: el estado original de la Naturaleza; el poder formativo en la sabiduría eterna, el poder de la imaginación, una madre en los tres mundos; útil a los hijos del reino de Dios, y a los brujos para el reino del malo; pues el entendimiento puede hacer de ella lo que quiera»). 

Para Śaṅkara -que es el máximo expositor del māyāvāda- Māyā es «la Potencia o la Potestad (śakti) no revelada del Señor, la Incognoscibilidad sin comienzo (avidyā), inferible por el sabio en relación a lo que puede hacerse (kārya = factibilia), [«Por esto el hombre no sabe de donde le viene la inteligencia de las primeras nociones y la inclinación a los primeros apetitos» -Dante, Purgatorio XVIII.52], eso por lo que todo este mundo mutable es traído al nacimiento… y eso por lo que se efectúan tanto la esclavitud como la liberación». -Vivekachudāmani 108, 569. 

En contextos tales como éste, el gerundio avidyā, sinónimo de la «Potencia, Potestad», no puede ser simplemente «Ignorancia», sino que es mucho más «misterio» u «opinión», en tanto que se opone a vidyā, «lo que puede ser conocido»: avidyā es una potencialidad que sólo puede ser conocida por sus efectos, es decir, por todo lo que es māyāmaya. Māyā es la Naturaleza de Dios. En otras palabras, Māyāes la Theotokos y la madre de todos los vivos. Otros paralelos: Metis, la madre de Atenea; Sophia; Kauśalyā, la madre de Rama; de la misma manera que Maia era la madre de Hermes (Hesíodo, Theog. 938). ¿De qué otra podría nacer el Buddha?. Que las madres de los Bodhisattvas mueran jóvenes, se debe realmente a que, como dice Heráclito (Fr. X), «La Naturaleza ama ocultarse». Māyā «se desvanece» de la misma manera que Urvaśī, madre de Āyus (Agni), cuyo padre es Purūravas, se desvaneció, y como Saraṇyū se desvaneció para Vivasvān; a lo cual tomó su lugar la svamūrti de Māyā, Pajāpatī (BC. I.18, II.19, 20) como la savarṇā de Saraṇyū tomó el suyo. Ciertamente, el Avatāra eterno tiene siempre «dos madres», eterna y temporal, sacerdotal y real. Ver también mi «Nirmāṇakāya». Y puesto que Māyā es el «arte» por el que todas las cosas, o cualquier cosa, se hacen (nirmita, «se miden»), y puesto que el «arte» es originalmente un conocimiento misterioso y mágico, Māyā adquiere así su otro sentido, a saber, el sentido peyorativo (e.g. MU. IV.2), de la misma manera que el arte, el artificio, la pericia, la maña y la habilidad, no son sólo virtudes esenciales al artífice (artifex), sino que pueden implicar también artería, artificialidad (falsedad), trapacería, astucia y engaño; por ejemplo, es en el mal sentido como «la consciencia es un hechizo» (māyā viya viññānam, Vis. 479, S. III.142), mientras que, por otro lado, Wycliff podía traducir todavía nuestro «sabios como serpientes» (Mateo 10.16, cf. RV. VI.52.15 ahimāyāḥ) por «astutos como serpientes». Cf. Betty Heimann, Māyā en Indian and Western Philosophy, p. 49 sigs.

116 Ver JUB. III.28.4 yadi brāhmaṇa-kule yadi rāja-kule, como J. I.49 khattiya-kule vā brāhmaṇa-kule.
117 RV. IV.18.2 (Indra) pārśvāt nirgamāni; BC. I.25 (Buddha) pārśvāt sutaḥ. Así también Agni (RV. VI.16.35 garbhe mātuḥvididyutānaḥ) y el Buddha (D. II.13 kucchi-gatam passati) son visibles en el vientre. Podrían establecerse otros muchos paralelos.
118 RV. X.8.4 (Agni) sapta dadhise padāni; X.122.3 (Agni) sapta dhāmāni parīyan; J. I.53 (Bodhisattva) satta-pada-vītihārenaagamāsi.
119 TS. II.5.8.3; cf. I Reyes 18.38.
120 RV. I.32.13.
121 RV. V.30.9, X.27.10.
122 RV. VIII.96.7; AB. III.20; Sn. 425 sigs. Namuci = Māra = Pāpimā = dummano Yakkha. A Namuci se le llama una «serpiente real» (sarpa-rāja), S. I.106. ŚB. XI.1.5.7 «…de esta manera mata al pecado, a Vṛtra, lo cual le mantiene siempre en el bienestar, en la virtud, y en el buen trabajo…». ŚB. XII.7.3.4 «…Namuci es el mal: de manera que, ciertamente, habiendo matado así a ese mal, a su odioso enemigo, Indra saca de él su energía, o poder vital».
123 Cf. RV. III.51.3 donde Indra, en otras partes vrtra-han etc., es abhimāti-han; similarmente RV. IX.65.15 y passim. Abhimāti (= abhimāna, MU. VI.28, es decir, asmi-māna), la noción del Ego, es ya el Enemigo, el Dragón que ha de ser vencido. Referencias del Ṛg Veda: RV. III.53.8; RV. III.61.7-8 y RV. V.63.4 Mitra-Varuṇa; RV. V.2.1 de Agni; RV. V.31.7 de Indra; RV. V.40.6, 8 de Svarbhānu; RV. III.20.3 Agni; RV. VI.18.9 de Vṛtra; RV. VI.20.4 de Susna; RV. VI.22.9; RV. VI.44.22 Māyaāh de Soma vencida por Indu (TvaṇŚṛ Vada); RV. VIII.98.5 vencido por Indra al usar a Soma; RV. X.54.4 las guerras de Indra = māyā; RV. X.53.9 Tvaṣtā māyā vet….
124 Juan 10.9, 14; Purgatorio XXVII.131. Cf. ŚA. VII.22; Taitt. Up. III.10.5.
125 I Cor. 6.17.
126 S.II. 212 sig., V.254 sig., A. I.170, I.254 sig., etc. 
Iddhi (sánscr. ṛddhi, de ṛddh, prosperar, emporwachsen) es virtud, poder (en el sentido de Marcos 5.30, dunamis = poder), arte (e.g., la pericia de un cazador, M. I.152), talento o don. Los «iddhis» del Iddhi-pāda, «El Camino del Poder», son supernormales más bien que anormales. No podemos ocuparnos aquí con alguna extensión de la aparente dificultad que presenta el hecho de que también se atribuyen iddhis («poderes») al Adversario del Buddha (Māra, Namuci, Ahí-Nāga), excepto para señalar que la «Muerte» es también (en el mismo sentido en que Satán sigue siendo un «ángel») un ser espiritual, y que los «poderes» no son en sí mismos virtudes morales, sino más bien virtudes intelectuales. (Cf. Pratyāhāra en el Aparokshānubhūti 103. 121 de Śaṅkara). Los poderes del Buddha son mayores que los del Adversario porque su rango es mayor; el Buddha conoce el Brahmaloka y también los mundos hasta el Brahmaloka (es decir, bajo el Sol), mientras que el poder de la «Muerte» se extiende sólo hasta el Brahmaloka y no va más allá del Sol. (Cf. The Gospel of Sri Ramakrishna, 1944, p. 26). Sobre la levitación y los iddhis en general, ver S. V.252 sigs. 282, 283. Los prerequisitos para tales poderes son chanda-samādhi-pradhāna-sankhāra-samaññāgatam. S. V.252, 291 – donde el iddhi pāda tiende, es decir, conduce a «ninguna otra orilla» que el nibbāna. A. IV.333, opuesto de viriya, como arriba, es inercia, es decir, pensar me kāyo garuko akammañño, y por consiguiente dejarse abatir, sin emplear el heroico esfuerzo de la voluntad. Vis. 144 – porque ubbeyāpīti, Mahāvissa ākāse langhā pana ppamāṇa hoti (causativo). DhA. IV.118, el balavapīti de Vakkali le permite volar a través del aire. J. II.111 menciona la misma causa para el caminar sobre las aguas. El héroe homérico desaparece vistiéndose de aire. Ver también Timeo 42 C; Vis. 143-144 y DhA. IV.118 sigs.
127 Timeo 68 D – «Ser capaz de mezclar a muchos en uno, y de disolver a uno en muchos es sólo el poder de Dios».
128 Para la historia más reciente de la levitación y de tales poderes ver W.N. Brown, Walking on the Water, Chicago, 1928, pp. 13-18. Este es primariamente el poder del Espíritu (Génesis, I.2). Es típicamente del Viento invisible del Espíritu (Vāyu) de quien se predica la moción a voluntad (RV. X.168.4 «ātmā devānām yathā vasam caratina rūpaṁ tasmai»). En AV. X.7.38 el Yakṣa primordial (Brahma) «camina» sobre el lomo del mar; y, por consiguiente, así también el brahmacārī, ídem XI.5.26, pues «De la misma manera que Brahma puede cambiar su forma y moverse a voluntad, así, entre todos los seres, el que es un Comprehensor de ello, puede cambiar su forma y moverse a voluntad» (ŚA. VII.22); «El Único Dios (Indra) se levanta sobre las corrientes que fluyen a voluntad» (AV. III.13.4, TS. V.6.1.3). «Auto-moción (to auto chinoun) es la palabra y esencia misma del Alma» (Fedro 245 C sig.). 

Esto, como todas las otras formas de levi-tación, es una cuestión de light-ness [Lige-reza]. Así, en S. I.1, en las palabras del Buddha, «sólo crucé la corriente cuando no me sostenía a mí mismo ni hacia ningún esfuerzo» (appatitham anāyūham ogham atari); es decir, cuando no pesaba sobre la superficie del agua; cf. P. Arunachalam «Studies and Translations» p. 50; San Agustín, Conf. XIII.4 «Tu Buen Espíritu se movía sobre las aguas, no como si fuera sostenido por las aguas, sino como si reposara en ellas». 

Mil. 84, 85 explica el poder de viajar a través del aire, «hasta el mismo Brahmaloka o Mundo de Brahma», como semejante al de alguien que salta (langhayati), resolviendo para sí mismo (cittam uppādeti) «Allí me posaré», con cuya intención, su «cuerpo crece en ligereza» (kāyo me lahuko hoti), y, similarmente, es «por el poder del pensamiento» (citta-vasena) como uno se mueve a través del aire. La ligereza (laghutva) se desarrolla por medio de la contemplación (Śvet. Up. II.13; Yogasūtra III.42-43; Theragāthā 104); todos los poderes (iddhi) resultan de contemplaciones (jhāna, ver nota 332) y dependen de ellas, de manera que puede preguntarse «¿Quién no se hunde en el abismo sin soporte ni sostén?» y responder «El que es presciente, el que está plenamente sintetizado (ṇusamāhito), ese puede cruzar la corriente tan difícil de pasar» (oghaṁ tarati duttaram, S. I.53, donde la aplicación es ética). La noción de «ligereza» subyace en el simbolismo ubicuo de los «pájaros» y de las «alas» (RV. VI.9.5, PB. V.3.5, XIV. I.13, XXV.3.4; Hermes, Lib. V.5, etc.). E, inversamente, para alcanzar el mundo de lo no incorporado, uno debe haber arrojado «el pesado fardo del cuerpo» (rūpa-garu-bhāram, Sdhp. 494); ver Fedro 246 B, 248 D donde el «peso del olvido y del mal» es lo que retiene «el vuelo del alma», y San Agustín, Conf. XIII.7 «¿En qué términos describiré con cuán ingente peso hunde en el abismo el fardo de la concupiscencia, y de que manera eleva la caridad por tu espíritu que se movía sobre las aguas?». 

Dicho de otro modo, el poder de levitación se ejerce «por un envolvimiento del cuerpo en el manto de la contemplación» (jhāna-veŚhamena sarīram veŚhetvā, J. V.126), donde el poder es al mismo tiempo un poder de des-aparición. Cf. Comfort, Chretien de Troyes. P. 193; Dante, Paradiso X.74, XXVII.64. 

Caminar sobre las aguas tiene otros paralelos, tales como moverse a lo largo de una tela de araña, o a lo largo de los rayos del sol, o incluso volar en el aire. Cf. Hesíodo, Catalogue of Women, 84, Cf. también el manto de la inmovilidad de Cuchullain; W.N. Brown, Twain, p. 42; J. Kālingabodi… volar a través del aire, jhāna veŚhanena. H.S.V. Jones, «The Cleomades and Related Folk Tales»; "Flying through the air in traditional literature", en Proceedings of the Modern Languages Association, Vol. 23, 1908; la ascensión de Dabba; Udāna 93 (sube, "devén una llama", consumido el cuerpo en un instante); A.B. Keith, AA. 22 sobre tapas y sati; A.M. Hocart, «Flying through the Air»; A. Avalon, Mahanirvāna Tantra CXXVIII – «Del prāṇāyāma surge la lāghava (la ligereza)». Sobre la «Figura que Cambia», ver mi «Tanūkṛt».

129 S. V.25 sig., A. I.254, S. II.212, M. I.34 y passim: explicaciones, Vis. 393 sig.
130 Descripción que hace referencia a una ilustración del Bodhisattva Avalokiteśvara.
131 El fallo sigue a la falta de «fe»; o a cualquier otra distinción de la contemplación, como en J. V.125-127.
132 RV. IX.86.44; JB. II.34; ŚB. IV.3.4.5; AB. II.39-41; VI.27-31; KU. VI.17 etc.
133 Como explica Śaṅkara en relación con Praś. Up, IV.5 es el mano-maya ātman el que goza de omnisciencia y puede estar donde y como quiere. Cf. RV. III.53.8 māyāḥ kṛṇvānas tanvam pari svām; BG. VII.25 nāham prakāśaḥ sarvasya yogamāyā samāvṛtaḥ; Viṇṇu Purāṇa VI.7.43 kuryāt cittānu kārīṇi pratyāhāra parāyaṇaḥ. Este «sí mismo o cuerpo intelectual» (āñño attā dibbo rūpī manomayo, D I.34, cf. I.77, M. II.17) el Buddha ha enseñado a sus discípulos como extraerlo del cuerpo físico; y es claramente en este «otro cuerpo, divino e intelectual», y no en su capacidad humana, no en todas las ocasiones o bajo todas las condiciones, «ya sea en moción o en reposo, o durmiendo o despierto» (carato ca me tiṭṭhato ca suttassa ca jāgarassa ca), sino sólo «cuando él quiere» (yāvade akaṅkhāmi, como en los contextos de los iddhis) como el Buddha mismo puede recordar (anussarāmi) sus propios nacimientos anteriores, sin límite; como puede ver, «con el ojo divino, que trasciende la visión humana», los nacimientos y las muertes de otros seres, aquí y en otros mundos, arriba y más allá de los cuales, el Buddha ha verificado, aquí y ahora, la doble liberación (M. I.482). La expresión «durmiendo o despierto» lleva por sí sola a una larga exégesis. Nótese que el orden de las palabras pone en relación el movimiento con el sueño y la inmovilidad con la vigilia. Esto significa que, como en tantos otros contextos upanisádicos, el «sueño» que se entiende aquí, ese sueño en el que uno «entra en su propio sí mismo» (svapiti = svam apītaḥ bhavati, CU. VI.8.1, ŚB. X.5.2.14), no es el sueño del agotamiento, sino el «sueño de la contemplación» (dhyāna); es precisamente en este estado de «sueño», en el que los sentidos se retiran donde hay moción a voluntad (suptoprāṇān gṛhītvā sve śarīre yathā-kāman parivartate, BU. II.1.17), es en este sueño contemplativo donde, «abatiendo lo que es físico, el Pájaro Sol, el Inmortal, va donde él quiere» (dhyāyatīvasvapno bhūtvasarīram abhiprahatyā…īyate'mṛto yatra kāmam, BU. IV.3.7, 11, 12).
 
A. K. Coomaraswamy
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