|
|
TRES TRATADOS ALQUIMICOS |
Publicamos aquí tres escritos alquímicos no traducidos aún al castellano pertenecientes a una colección inglesa del s. XVII, uno de ellos firmado por Ireneo Filaleto, tal vez el más claro de los Filósofos de la Piedra o Filósofos del Fuego, que en esta colección y que junto con sus compañeros nos describe un viaje interior maravilloso fundamentado en la experimentación de la alquimia mineral. Desde luego estos textos deben leerse olvidando su literalidad y sin embargo concentrándonos completamente en ella para poder trascenderla, comprendiendo su simbólica mediática en el corazón. En nuestra próxima actualización agregaremos otros tres tratados, dando fin a la publicación de esta colección; el primero de ellos también de Filaleto. Es indudable que el conjunto y la interrelación de los tratados que fueron publicados en una misma edición, se complementan al punto de parecer de una misma mano o reunidos por alguien que pensaba que no lo hacía al azar. Por mucho de lo que dicen, estos textos están hoy tan vigentes como cuando fueron escritos ya que el athanor alquímico es el propio ser humano y sus pasiones; donde permanentemente se cuece la obra creacional. |
Tomad un bloque de estaño y quemadlo en una cacerola de hierro (poniéndola al rojo vivo antes de introducir el bloque de estaño en ella), manteniendo un fuego continuo debajo, y removiendo siempre hasta que se convierta en cenizas. Algunas serán rojas, y estarán quemando durante un día o, como mínimo, durante medio día. Debéis removerlo con un hurgón pequeño de hierro, cuyo mango mida dos pies de largo. G.H.M. hizo una cacerola de hierro de un pie y medio de largo y uno de ancho y de una profundidad de dos pulgadas; y construyó un horno en una chimenea con barras de hierro en la base donde colocaba la cacerola, y un lugar debajo donde encender el fuego. De esta manera se quemaba antes (a saber, al cabo de medio día) y el humo no le afectaba. Guardad las cenizas en un recipiente de cristal bien tapado. Tomad cuatro onzas de estas cenizas y tres pintas del vinagre de vino tinto más fuerte y ponedlas en un recipiente de tipo orinal, colocando primero las cenizas. Tapad la vasija con lodo y dejadla reposar en un recipiente para Baño María caliente durante diez días, al término de los cuales la extraéis y la ponéis en un lugar frío, dejándola reposar allí durante dos o tres días completos para que los residuos sedimenten en el fondo. Debéis agitar el recipiente seis o siete veces cada día. Lo que haya quedado limpio vertedlo sin filtrar en un cuenco de cristal a lo largo de dos o tres hilos de lana y destiladlo en un alambique de cristal hasta que el producto se aposente completamente. Verted esta agua destilada sobre cuatro onzas de cenizas frescas -de las cenizas de las que fue filtrado el primer licor- y añadid también un cuarto de vinagre fuerte de vino tinto. Enlodad el cristal como habéis hecho anteriormente, ponedlo en el Baño María y dejadlo que se digiera durante diez días; luego filtrad esto y destiladlo igual que antes. Por tercera vez, verted una pinta de vinagre sobre estas cenizas y ponedlo en Balneum durante diez días; filtradlo y destiladlo tal como ya se ha indicado. Después de la tercera infusión, desechad las cenizas. Destilad todas las infusiones aparte, hasta que el licor claramente se haya destilado por completo. Tomad esta agua tan pronto como se destile y vertedla sobre cenizas nuevas, manteniendo el peso y el orden. Repetid siete veces las infusiones, filtrados y destilaciones. Así obtendréis, a partir de esta agua, el menstruum que buscábais. El Obispo le dio al Dr. Antonie 30 chelines por un cuarto de menstruum. Tomad una onza de oro puro refinado (que cuesta 3 libras, 13 chelines y 4 peniques), echadlo en un acuñador y limadlo con una lima fina hasta convertirlo en polvo. Poned esta onza de oro pulverizado en un pote calcinado y llenadlo casi completamente de sal blanca. Ponedlo entre brasas, donde deberá permanecer siempre caliente durante cuatro horas (si está a demasiada temperatura la sal se derretirá). Finalizadas las cuatro horas, apartadlo y dejadlo enfriar; luego colocadlo en un mortero y trituradlo concienzudamente; ponedlo en el pote, calcinadlo, y trituradlo de nuevo. Repetid la operación cuatro o cinco veces: si es rojo y azul cuando lo extraéis, está perfectamente preparado. Después de esta calcinación y trituración, ponedlo en un cuenco de cristal y llenadlo de agua hirviendo; removedlo durante un buen rato hasta que lo más grueso se deposite completamente en el fondo. Entonces arrojad el agua y repetid lo mismo; removed y dejadlo depositarse como antes. Repetid la operación de nuevo hasta que el agua, en reposo, no tenga sabor a sal. Haced esto durante dos o tres días. De esta onza de oro, apenas habrá unos dieciséis o diecisiete granos que se habrán convertido en una fina cal blanca. Para separarla del oro dejad un poco de agua dulce en el cuenco y removed bien. La cal subirá a la superficie, y se separará del oro vertiéndola suavemente en otro cuenco. Si no emerge toda la cal blanca, poned un poco más de agua, removed de nuevo, y vertedla en el cuenco de la otra cal; dejad que se deposite y verted luego casi todo el agua, evaporando con calor el resto hasta que quede completamente seco. Ponedlo también en una vasija de cristal. Entonces, poned el oro que todavía no sea cal en sal, tal como ya hemos dicho anteriormente, calcinadlo, y trituradlo nuevamente cuatro veces; después lavadlo, apartando la cal por el mismo procedimiento anterior. El oro que queda calcinadlo y lavadlo como antes, hasta que todo se convierta en cal. Tomad una onza de esta y ponedla en una vasija de tipo orinal (de aproximadamente una pinta de capacidad), y añadid media pinta del menstruum. Colocad esta vasija en un Balneum caliente durante seis días (bien tapada con lodo), y agitadla a menudo cada día. Pasados los seis días, dejadla en reposo dos o tres días. Luego, tirad lo líquido con mucho cuidado para no alterar el residuo. Añadid menstruum fresco a este residuo, aunque no en tanta cantidad como al principio; y repetidlo por tercera vez, pero con menor cantidad que en la segunda. Luego tomad el residuo seco, que es la cal, y guardadlo. Poned estos licores coloreados en un alambique de cristal y destiladlos en un Balneum, al principio con un fuego muy suave, hasta que todo lo líquido pueda ser apartado y lo que quede sea del espesor de la miel. Luego apartadlo y dejadlo enfriar. Entonces colocad el recipiente en un pote de tierra, poned cenizas a su alrededor en el interior del pote y colocad éste en un horno rápido pequeño. Encended un fuego debajo para que el cristal pueda permanecer muy caliente hasta que el residuo se vuelva negro y muy seco. Podéis mirar a través del alambique de cristal con la ayuda de una vela para saber cuándo se seca y se amontona. Entonces, apartad vuestro fuego y dejad enfriar completamente el cristal. Luego sacad la tierra negra. Habiendo extraído esta tierra negra, ponedla en un cuenco de cristal y trituradla con el fondo de otra vasija redonda hasta convertirla en polvo. Luego ponedla en un recipiente de cristal de tipo orinal, de aproximadamente una pinta de capacidad, y añadidle un poco más de media pinta de espíritu etílico. Colocad este recipiente en un sitio frío hasta que quede rojo, lo que sucederá al cabo de unos diez días. Agitadlo a menudo cada día hasta que en el espacio de tres días lo podáis verter. Entonces echad suavemente el licor transparente en un alambique de cristal o cualquier otro recipiente de cristal, hasta obtener más cantidad. Luego añadid más espíritu etílico al residuo y proceded como antes. Y si se colorea mucho, añadidle Spiritus Vini por tercera vez, de la misma forma en que lo hicisteis la primera. Mezclad todos estos licores coloreados y destiladlos hasta que el residuo (llamado tintura) sea tan espeso como un jarabe. Tomad una onza de esta tintura y echadla en una pinta
de vino blanco de Canarias, y así, cuando se clarifique, podréis
beberlo, lo cual sucederá al cabo de un día y medio.
Vasijas necesarias: conseguid tres o cuatro alambiques de cristal de un galón o dos de capacidad cada uno, y un Balneum cuadrado de dos pies y medio para que pueda contener varios recipientes al Baño María. Conseguid aproximadamente unos seis galones del más fuerte vinagre de vino tinto (el vinagre de clarete o de vino blanco es demasiado flojo), hecho de tinto, jerez o moscatel, y poned en marcha al mismo tiempo tantos alambiques como vuestro Balneum pueda contener. Poned aparte una pinta de lo que fluya en primer lugar, ya que es flojo y no apto para este uso. Destilad todo el resto hasta que el alambique quede seco. Lavad el alambique con un poco del primer fluido (la flema), limpiadlo con un trapo y secadlo. Luego echad en el alambique lo que destilásteis y proceded como antes, separando la primera pinta y repitiendo la operación cinco veces. Así pues, de un galón debéis obtener tres pintas del espíritu de vinagre, y de vuestros seis galones solamente dos galones y dos pintas. Y si vuestro espíritu es aún demasiado flojo, destiladlo todavía más. Guardadlo en un recipiente de cristal tapado para elaborar con él vuestro menstruum. Debéis taparlo con un corcho y cubrirlo después con una piel. Debéis proveeros de tres fuertes vasijas verdes para elaborar menstruum, de cuatro pintas de capacidad cada una, con esterillas alrededor de sus bases. Para enlodarlas, ajustad a su boca un tapón de madera seca, previamente hervido y secado en el horno; fundid cera gruesa para tapar sus poros, y pegad bien un papel marrón encima de ello. Luego preparad lodo de arcilla, estiércol de caballo, y cenizas, y enlodadlo todo completamente. Alambiques de cristal: Dos o tres para destilar las primeras infusiones en la tierra. Se necesitan tres o cuatro envases de vidrio verde, de tres o cuatro pintas de cada uno. La norma de todas las destilaciones: Debéis pegar papel marrón en el cierre superior del alambique, y también debéis pegar el tubo receptor y el pico del alambique para que así no se escape ninguna fuerza. Potes de calcinación: Debéis proveeros de una docena aproximadamente, puesto que muchos de ellos se romperán cuando sean sometidos a un fuego fuerte; así pues debéis mantener vuestro fuego suave. |
|
|
El noble Helmont escribió sobre este, no una vulgar medicina sino el más noble de los licores, en su excelente discurso referente al ARBOL DE LA VIDA. "En el año 1600, cierto hombre de nuestro campamento, cuyo oficio era llevar las cuentas de las provisiones de la armada, padre de una numerosa familia y con todos sus hijos pequeños y por tanto incapaces de sobrevivir por sí mismos, habiendo alcanzado ya la edad de cincuenta y ocho años estaba muy preocupado por la carga y la responsabilidad que pesaba sobre él al tener que proveer para ellos mientras viviera, y llegó a la conclusión de que cuando muriera, sus hijos se verían obligados a mendigar el pan de puerta en puerta, por lo que vino a mí (dice Helmont) y me pidió alguna cosa que le conservara la vida. Yo entonces (siendo joven) me apiadé de su triste condición y pensé: los gases del azufre en combustión, según demuestra la experiencia, son poderosamente efectivos para preservar al vino de la corrupción. Entonces, recopilando mis pensamientos, concluí que el licor ácido de aceite hecho de azufre vivo puesto al fuego, necesariamente debía contener en sí mismo estos gases; sí, y también el olor completo del azufre, en cuanto que no es efectivamente nada más que gases puros embebidos o diluidos en su sal mercurial, convirtiéndose así en un licor condensado. Luego pensé: nuestra sangre no es otra cosa (para nosotros) que el mismísimo vino [o "espíritu"] de nuestra vida; por lo tanto, si se la preservase se prolongará la vida o, como mínimo, se mantendrá sana de las diversas enfermedades que tienen su origen en la corrupción; por ese medio, una vida sana, libre de enfermedades, y protegida de sufrimientos y penas, puede ser, de algún modo, más larga que en las circunstancias opuestas. A partir de esta meditada resolución le di un frasco con una pequeña cantidad de este aceite, destilado a partir de azufre vivo al fuego, y le enseñé (más o menos) cómo elaborarlo en caso de que en el futuro pudiese necesitar hacerlo. Le aconsejé que tomara dos gotas del licor antes de cada comida mezcladas con un pequeño trago de cerveza, y que, como norma, no excediera dicha dosis ni dejara de tomarla, dando por sentado que dos gotas de dicho aceite contenían una gran cantidad de gases de azufre. El hombre siguió mi consejo y hoy en día, en el año de 1641, está lozano y goza de buena salud, anda por las calles de Bruselas sin queja alguna y probablemente viva por mucho tiempo; y lo que es más notable: en todo este período de cuarenta y un años no ha estado nunca tan enfermo como para tener que guardar cama. Si bien, aunque (ya de mayor), y en lo más frío del invierno, se rompió una pierna a la altura del hueso del tobillo, por una caída en el hielo, todavía se recuperó con el uso del aceite, sin el menor síntoma de fiebre; y aunque a su avanzada edad la pobreza lo ha llevado a sufrir grandes apuros y privaciones, y a carecer de lo necesario para la comodidad y la conveniencia de la vida, todavía vive saludable y sano a pesar de la pobreza y la austeridad. El nombre de este anciano es John Moss, el que veló a Rithovius, Obispo de Yprés, en su cámara, donde los Condes de Horne y Egmondon estaban a las órdenes del Duque de Alba. Tenía entonces veinticinco años de edad, y ahora tiene noventa y nueve cumplidos, sana y lozanamente, y continúa todavía usando a diario el licor. En lo que respecta a Helmont, esta relación fue la más importante ya que le dio las razones filosóficas que sirvieron de fundamento para su consejo. Y en todas partes, el mismo autor relata cómo este licor curó muchos casos de fiebres peligrosas y deplorables que otros doctores habían abandonado de pura desesperación. Y en otros lugares lo recomienda como remedio infalible para aplacar la insoportable sed que acompaña a muchas fiebres. Al relato y testimonio de este experto doctor y perspicaz filósofo, debería añadir mi propia experiencia. Creo que es un extraordinario preservativo contra la corrupción, no solo en las criaturas vivientes sino incluso en la carne muerta, la cerveza, el vino, etc; que recupera cervezas y vinos en mal estado siendo una especie de cura para la cerveza deteriorada. Puede conservar incorrupta la carne como no lo ha hecho nunca antes ningún sistema de embalsamamiento destinado a la conservación del cuerpo muerto. Tampoco el salado llega a su grado de eficacia. En cuanto a conservar la carne, las aves de corral o el pescado, no solo las preserva de la corrupción sino que además actúa como bálsamo de momificación, lo cual es por sí mismo un conservante contra la corrupción de cualquier tipo de comida. Puesto que es una curiosidad rara y demasiado costosa como para convertirla en un vulgar experimento, me centraré en aquellos casos que sean más beneficiosos y deseables. Es un excelente limpiador de los dientes: al restregárselos con él quedarán tan blancos como el más puro marfil, y el lavarse la boca con el aceite mezclado con agua o vino blanco solo para que la mezcla tenga la acidez del vinagre, previene la aparición de esa cáscara amarilla que habitualmente se adhiere a los dientes y que precede a su putrefacción. Previene de futuras caries y detiene su evolución (en el caso que ya hayan empezado a producirse), elimina el dolor de muelas, "distrae" las reúmas, y es una verdadera ayuda para poder disfrutar de la respiración, volviéndola muy suave. En una palabra, no se puede encontrar nada más deseable para aquellos que quieran tener los dientes limpios y sanos, o una respiración suave, o liberarse de las reúmas. Para este uso hay que dejar que el agua en la que se vierte el aceite se vuelva tan ácida como el vinagre, tal como ya dije anteriormente. Es un remedio fuera de lo común para la tos y la ronquera, no tan solo tomando dos o tres gotas dos veces al día en la bebida usual que uno tenga costumbre tomar antes de cada comida, sino también haciendo gárgaras con él, y es excelente contra inflamaciones de la garganta, anginas, tumores, inflamaciones del paladar, la campanilla y las amígdalas o los oídos. Es excelente también contra el dolor de cabeza, y para aliviar las reúmas de los ojos, para lavar sus cavidades; asimismo, mezclado con agua, es un remedio agradable, seguro y efectivo contra los herpes, los morfemas y las costras de la sarna. Aparte de sus aplicaciones externas, aplicado internamente es divino, puesto que previene el deterioro: arranca de cuajo las semillas de la corrupción de manera que nunca puedan albergarse profundamente dentro del cuerpo, y, además de todo esto, libera obstrucciones crónicas, erradica antiguos dolores, y previene cualquier recaída en dolores de estrangulamiento, intestinales o artríticos: es abstersivo y limpia todo lo excrementicio y los cálculos de las vesículas mesentéricas, cortando de raíz y eliminando la causa original de la corrupción putrefactiva, lo cual es el inicio real de muchas enfermedades. En este sentido, alarga la vida y libera al cuerpo de muchas dolencias y dolores a los cuales, bajo otras circunstancias, estaría sujeto. Es un remedio agradable, tan sólo un poco ácido, lo cual agradece el paladar, ya que su acidez es distinta de la acidez que precede a la putrefacción a la cual mata y destruye, tal como la acidez del espíritu de vitriolo es destruida por la acritud fija de su propio caput mortuum, o la del vinagre por el contacto con albayalde o minio. La sed y los calores sobrenaturales de las fiebres no pueden hallar más rápido y fácil alivio que con este remedio, y no hay nada más seguro y provechoso que el tomarlo de forma constante. Tan sólo el espíritu de la sal (tal como dice el noble Helmont) puede igualársele, puesto que su uso seguro y continuado ha sido provechoso especialmente en distémperes nefríticos, y contra el exceso de calor o acidez de la orina. Ahora bien, es tan noble esta medicina que no hay ninguna otra en el mundo más vilmente adulterada y falsificada. Nuestros sabios doctores recomiendan (quid pro quo) en su lugar una acidez mineral adulterada de vitriolo, destilada en una retorta a partir de azufre vulgar, que los químicos apóstatas preparan y venden, y los farmacéuticos hipócritas usan y dan a sus pacientes, en lugar de este verdadero espíritu que, si es auténtico, es claro como el agua, denso, y exquisitamente ácido, hecho solamente de azufre vivo puesto al fuego sin ninguna otra mezcla, y cuyos gases han sido recogidos en una amplia vasija, adecuada para su propósito, vulgarmente llamada campana, a causa de su forma o semejanza. Lo más torpe es esa máxima de los doctores de que el espíritu de azufre y el vitriolo son de una misma naturaleza, cuando la experiencia enseña que la sola aceitosidad del vitriolo (lo cual no cambia en nada sus excelentes propiedades) disolvería la plata viva, y que, en cambio, hasta el más fuerte espíritu de azufre, elaborado de la forma correcta y no sofísticamente, la dejaría intacta; tampoco recuperaría cervezas o vinos, ni los conservaría, en la forma en que éste lo haría: uno, por lo tanto, es una aceitosidad hambrienta e inmadura, de poca virtud, el otro es un bálsamo de propiedades antidóticas, un preservador contra la corrupción, y además, nada puede ser más efectivo como preventivo, o como remedio, contra fiebres contagiosas, viruela, sarampión o pestilencia. Y es ridículo que el otro, que se extrae del azufre vulgar, el cual posee una infección de malignidad mezclada con él (que adquiere de la naturaleza arsénica de los minerales de que está compuesto), y que por ello no añade nada más a las propiedades de los espíritus vitriolados ordinarios que lo que ya anteriormente poseía escasas propiedades, se convierta en una medicina más peligrosa y arriesgada, pero sin ni una pizca más de virtud que la que ya tenía del vitriolo. Esta, al ser por sí transparente y ordinaria, sirve para engañar al ignorante (por su color) al teñírsela con alguna raíz o corteza. Así, el mundo crédulo se impone y se engaña mientras se produzcan nimiedades adulteradas en lugar del más noble de los remedios (imitando su nombre), para menosprecio del arte y escándalo y reproche de los profesores de medicina. He escrito mi preludio para descubrir dichos abusos y reivindicar el arte en relación a este aceite o espíritu de azufre, las propiedades del cual (si se elabora correctamente) son tan eminentemente remarcables y tan casi increíblemente eficaces, que creo que no son malgastados los esfuerzos de estas líneas para comunicar al lector estudioso tanto los beneficios reales que puede esperar del verdadero como los perjuicios (como mínimo), si no la destrucción, que puede esperar del falso y sofisticado aceite de azufre.
Y en particular, podrán encontrar aquella píldora o antídoto injuriosamente reclamada como de invención propia por Richard Matthews, cuando, en realidad, él obtuvo este preparado (a raíz del cual se hizo famoso) del antedicho George Starkey, su verdadero autor, quien a su vez lo obtuvo de Dios, a través de investigación y estudio, y sin ayuda de libros ni maestros, y cuya preparación desde entonces enmendó y aumentó en propiedades más allá de toda comparación con la que el Sr. Matthews obtuvo de él, lo cual fue, en su día, confirmado por la experiencia de los expertos. El primer autor de este antídoto, o píldora, o mejor elixir calmante, escribió concreta y extensamente sobre sus virtudes, y sobre su mejoramiento hasta un ámbito casi universal mediante las cuatro variantes que descubrió (a lo largo de su vasta experiencia), así como sobre la forma de administrar y recetar al paciente todos o cada uno de sus preparados para que se recupere de las enfermedades más desesperadamente agudas, fijas o crónicas. Este libro está a punto de ser editado y, Dios lo quiera, en unos días verá la luz. Se titula "Breve Examen y Crítica de Diversas Medicinas, etc." Ello será para desengaño de aquéllos que han sido injuriosa y falsamente persuadidos de que sólo los Sres. Richard Matthews y Paul Hobson preparan correctamente esta medicina, y que consiguientemente condenan a todos los demás como falsificadores, para menosprecio y palpable injuria contra su primer inventor, quien no considera razonable que aquél que aprendió lo que tiene de él deba autocensurarse como falso, a menos que se atribuya él mismo la preparación; la cual es genuina, aunque la más inferior en virtud de todas las que el autor conoce, y a la que llama "Elixir Diaforético Común". De este debemos decir que los practicantes juiciosos y capaces (habiendo comprado ya una vez sus más efectivas y altamente graduadas preparaciones del mismo tipo) lo tienen en tan baja estima (en comparación con estas otras) que no desean más de ello. Id con Dios. GEORGE STARKEY.
El proceso y la forma de la campana de cristal, y la manera de elaborar y rectificar este espíritu a partir del azufre mineral o azufre vivo en piedra tal como se extrae de la tierra, se pueden encontrar en las obras químicas de Hartman y Crollius, tituladas "QUIMICA REAL", en la "Farmacopea Real" de Chara, en los recetarios de Lefehure, Thibault, Lemery, Glaser, y Shroder, y en las de muchos otros, a los cuales os remito. -W. C. B. |
|
1. Pregunta.- ¿Qué es el Alkahest? Respuesta.- Es un Menstruum Católico y Universal, y, en una palabra, puede ser llamado un Agua Ardiente (Ignis-Aqua), un ens simple e inmortal, penetrante, que reduce todas las cosas a su Substancia Líquida original, y a cuyo poder nada puede resistirse puesto que actúa sin reacción alguna por parte del paciente. No le falta nada porque está equilibrado y por ello se puede subyugar, y sin embargo, después de haber disuelto todas las demás cosas, su naturaleza original permanece inalterada, y después de mil operaciones, todavía conserva las mismas virtudes que poseía al principio. 2. P.- ¿De qué materia está hecho? R.- Es una sal noble corriente, preparada con precioso arte hasta satisfacer los deseos del artista ingenioso. Así pues, no es ninguna sal corpórea convertida en líquido por simple solución, sino un espíritu salino al que el calor no puede hacer coagular por evaporación de la humedad; está formado de una substancia espiritual uniforme, volátil bajo un suave calor sin dejar ningún residuo. Así pues, este espíritu no es ácido ni alcalino, sino una sal. 3. P.- ¿Cuál es su igual? R.- Si conocéis la una, podréis conocer sin dificultad la otra; buscad por lo tanto, puesto que los Dioses han hecho de las Artes la recompensa de la industriosidad. 4. P.- ¿Cuál es la siguiente substancia [o materia] del Alkahest? R.- Os he dicho que es una sal. El fuego rodeó la sal y el agua envolvió al fuego, sin embargo no lo menguó, puesto que así está hecho el fuego del filósofo del que hablan. El vulgo se quema con el fuego, nosotros con el agua. 5. P.- ¿Cuál es la sal más noble? R.- Si deseáis aprender esto, descended dentro de vos mismo, puesto que, como la sal a su Vulcano, la lleváis con vos, si sois capaz de discernirla. 6. P.- ¿Cuál es? Decidme, os lo ruego. R.- La sangre del hombre fuera de su cuerpo, o la orina humana, puesto que ésta es un excremento separado de la sangre en su mayor parte. Cada una da una sal volátil y una fija y si sabéis cómo recolectarlo y elaborarlo, tendréis el más preciado Bálsamo de la Vida. 7. P.- ¿Son las propiedades de la orina humana más nobles que las de ninguna otra bestia? R.- En muchos aspectos, puesto que aunque sólo es un excremento, su sal aún no tiene rival en toda la naturaleza universal. 8. P.- ¿Cuáles son sus partes? R.- Una volátil y una más fija; aunque pueden ser alteradas de diversas maneras según la variedad que se recete. 9. P.- ¿Hay algo en la orina que sea diferente de su más íntima y específica naturaleza urinácea? R.- Sí, a saber, una flema acuosa, y sal marina que asimilamos con la carne. Esta permanece entera y sin digerir en la orina, por separación puede ser apartada, y deja de existir después de un tiempo conveniente si no se ingiere la cantidad suficiente en la carne. 10. P.- ¿De dónde viene esa flema, o humedad acuosa insípida? R.- Mayormente de las diversas bebidas, y además cada cosa tiene su propia flema. 11. P.- Explicaos más claramente. R.- Debéis saber que la orina, que consiste en parte de un Teffas acuoso (un humor excremental de la sangre), del que se separa el fermento úrico [reconocible] por el olor,1 es conducida por las bebidas hasta la vejiga, en parte por su virtud separativa, y desde allí penetra más profundamente sin ser alterada su salinidad, a no ser que la salinidad de la sangre y la de la orina sean iguales. Así pues, aparte de la sal contenida en la orina, todo lo demás es una flema inaprovechable. 12. P.- ¿Cómo es que parece que haya tanta flema en la orina? R.- Se supone así, en primer lugar por el sabor; en segundo lugar por el peso; y en tercer lugar por sus propiedades. 13. P.- Sed vuestro propio intérprete. R.- La sal de la orina contiene todo lo que es propiamente esencial de la orina, su olor es muy penetrante; el sabor difiere según la variedad que haya sido recetada, así que algunas veces es también sal con una salinidad úrica. 14. P.- ¿Qué habéis observado en relación a su peso? R.- He observado muchas cosas: que tres onzas de orina, o un poco más, extraídas de un hombre sano, pesarán un poco más que ochenta gotas de agua mineral. De ellas he visto destilarse un licor de igual peso que dicha agua, por lo que es evidente que la mayoría de la sal quedó aparte. 15. P.- ¿Qué habéis observado sobre su virtud? R.- La congelación de la orina por el frío es un argumento a favor de la existencia de flema en ella; puesto que la sal de orina no se congela si está un poco mezclada con algún líquido, aunque sea con agua. 16. P.- Sin embargo esta misma flema, cuidadosamente separada por destilación, retiene la naturaleza de la orina, como puede percibirse por su olor y sabor. R.- Lo admito, aunque muy poco se puede discernir por el sabor; tampoco podríais percibir más, ya fuera mediante el olor o el sabor, que lo que podríais percibir de la sal de orina disuelta en agua pura. 17. P.- ¿Qué os ha enseñado la ciencia del fuego en relación a la orina? R.- Me ha enseñado a hacer volátil la sal de orina. 18. P.- Luego, ¿qué es lo que queda? R.- Un poso espeso negro y maloliente. 19. P.- ¿Es el espíritu completamente uniforme? R.- Así aparece a la vista, al olfato y al sabor; y sin embargo contiene cualidades directamente opuestas entre sí. 20. P.- ¿Cuáles son? R.- Según su virtud innata, por causa de una el Dulech se coagula y por causa de la otra, se disuelve. 21. P.- ¿Qué más? R.- En la coagulación de la orina, se descubre su espíritu etílico. 22. P.- ¿Existe tal espíritu en la orina? R.- Por supuesto, realmente existe en toda orina, incluso en la del más sano de los hombres, y por el Arte se puede preparar una gran cantidad. 23. P.- ¿Qué eficacia tiene este espíritu? R.- Una que es de lamentar, y que realmente puede movilizar nuestra compasión por la humanidad. 24. P.- ¿Por qué? R.- De ahí el Dulech, su más encarnizado enemigo, tiene su origen. 25. P.- ¿Daréis un ejemplo de esto? R.- Lo haré. Tomad orina y disolvedla en una cantidad conveniente de salitre. Dejadlo durante un mes, después del cual lo destiláis. Emanará un espíritu que quemará la lengua como si fuese un carbón al rojo vivo. Verted nuevamente este espíritu y destiladlo repetidamente en cuatro o cinco sesiones, extrayendo cada vez no más de la mitad, así el espíritu se volverá más penetrante, aunque no hasta su última agudeza. El calor que se desprendía en la primera destilación del licor se modera después sensiblemente, y a la larga (si no simultáneamente) se desvanece. En el segundo espíritu, lo que al principio era muy agudo se percibe más suave, tanto por el olfato como por el gusto. 26. P.- ¿Qué habéis observado con respecto al primer espíritu? R.- Si se revuelve un poco, aparecen vetas aceitosas resbalando aquí y allá, exactamente igual que el espíritu etílico cuando se destila y desciende por el cuello del alambique formando vetas que parecen venas. 27. P.- ¿A qué tipo de putrefacción debe someterse la orina para que pueda obtenerse de ella tal espíritu? R.- Debe estar en un recipiente ligeramente cerrado o simplemente cubierto y sometido a un calor tan escaso que apenas sea perceptible. Puede estar más caliente algunas veces y más frío otras, sin que en ningún caso el calor o el frío excedan un debido promedio. 28. P.- ¿Cómo puede ser más claro este espíritu alcohólico? R.- Con una putrefacción como la causada por un fermento que estimule la ebullición. Esto no ocurriría más que al cabo de mucho tiempo si la orina se guardase en un recipiente de madera y en un lugar que no fuera caliente aunque tampoco frío, como, por ejemplo, detrás de un horno en invierno, donde, guardado allí hasta que el fermento emergiese por sí mismo en la orina y produjese burbujas, podríais extraer de ella un aguardiente que sería un poco etílico. 29. P.- ¿Hay algún otro espíritu en la orina? R.- Lo hay, puesto que la orina, putrefactada con calor suave durante aproximadamente dos semanas, emite un espíritu coagulante, que producirá una bien rectificada Aqua Vitae. 30. P.- ¿Cómo se prepara este espíritu que forma el Dulech de sí mismo con una clara estalagmita acuosa, y que también lo disuelve? R.- La orina, putrefactada durante un mes y medio bajo un calor más o menos igual al calor del estiércol de caballo, os dará, en el recipiente adecuado, esta estalagmita acorde a vuestros deseos. 31. P.- ¿Todos los espíritus coagulan el espíritu de vino? R.- Ni mucho menos. Este segundo espíritu carece de esa propiedad. 32. P.- ¿Qué contiene la orina, así obtenida, aparte de los espíritus ya mencionados? R.- Su más fija sal urinácea, y, accidentalmente, sal marina ajena. 33. P.- En el alambique y sometida a un suave calor, ¿puede esta sal más fija ser convertida en un licor? R.- Puede, pero se requiere arte e ingeniosidad. 34. P.- ¿Dónde está la flema? R.- En la sal, puesto que en la preparación de la putrefacción, la sal, siendo putrefactada en la flema, asciende junto con ella. 35. P.- ¿Pueden ser separadas? R.- Pueden, pero no por todo artista. 36. P.- ¿Qué hace este espíritu al llegar este momento? R.- Probadlo y os sorprenderéis de lo que veréis en la solución de los cuerpos. 37. P.- ¿No es esto el Alkahest? R.- Dicho licor no puede tener una composición que no comparta las propiedades de la sangre humana, y se observan indicios de ella en la orina. 38. P.- ¿Así pues, el Alkahest se esconde en la orina y además en la sangre? R.- La naturaleza nos da ambas: la sangre y la orina; y de la naturaleza de estas la cocción nos da una sal circulatoria que rota en el interior de la sal de Paracelso. 39. P.- Os explicáis escuetamente. R.- Añadiré esto: la sal de la sangre debe ser transmutada por el fermento urináceo de modo que pueda perder su última vida, conservar su vida media y retener su salinidad. 40. P.- ¿Qué propósito tiene esto? R.- El de poner de manifiesto las excelencias de la sangre del hombre por encima de cualquiera otra sangre. Estas son transmitidas a la orina (después de que el licor excrementoso sea separado de ella), por lo que la orina humana sobrepasa a todas las demás a causa de sus magníficas propiedades. 41. P.- ¿Por qué añadís orina? R.- Debéis saber que para transmutar las cosas es necesario un fermento corruptivo, y a este respecto, no hay otra sal con la fuerza de la sal de orina. 42. P.- ¿Puede obtenerse la flema aparte de la sal? R.- Se podría, si la orina no fuese primero putrefactada. 43. P.- ¿Cuánta cantidad de agua se calcula que es flema? R.- Unas nueve partes de diez, destiladas de orina reciente, deben ser rechazadas. La décima parte (siempre que sea extraída en forma de licor) debe guardarse. Puede extraerse la sal de la orina seca, que queda en el fondo, con agua y un fuego suave (que no cause sublimación), con tanta cantidad de agua como la mitad de la cantidad de orina de la que provenga este residuo. Dejad que se trasvase por decantación lo que sea que esté embebido en el agua, coladlo o purgadlo per deliquium, y filtradlo a través de un cristal. Verted agua dulce y repetid este procedimiento hasta que la sal se vuelva pura. Entonces mezclad esta sal enormemente maloliente con vuestro último espíritu y cohobadla. ALABADO SEA EL NOMBRE DEL SEÑOR.- AMEN. |
|
Traducción: Gloria
Roca
|
NOTA | |
1 | Aquí la redacción inglesa es confusa y parecen haberse omitido, o supuesto, algunas palabras. (N. de E.). |
|
|