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(y II) |
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6.
El Tetragrama y la estructura del universo
Decíamos más arriba que la letra que viene a completar el alefato no puede ser otra que Alef. ¿En qué nos basamos para hacer semejante afirmación?. Si el alefato "incompleto" consta de 22 letras, dicho número 22 no puede concebirse aquí sino como la suma 21 + 1. Y, como señalábamos antes, 21 es el valor de la serie 10-5-6, resultante de sustituir las 3 letras del Nombre divino (Iod, He y Váu) por sus valores respectivos. Si, por otra parte, tenemos en cuenta que la estructura del alefato ha de reflejar la de la creación, siendo ésta inseparable del número 7, 21 habrá que entenderlo entonces como equivalente a 3 septenarios. En cuanto al 1 restante, que completa las 22 letras (21+1=22), será el símbolo de una "trascendencia" más allá del 3.7, es decir, de la capacidad concreta de nombrar la creación, una "trascendencia" en la que hunde sus raíces la creación y a la que ha de retornar. Pero algo más viene a corroborar esta última afirmación: 21 es el "triangular" de 6, valor de Váu, cuyo carácter mediador es bien conocido. Puesto que el "triangular" de un número es la suma de dicho número y de todos los que le anteceden hasta la unidad, es evidente el carácter recapitulador del mismo y, por consiguiente, su bien establecida jerarquía interna. Ahora bien, dentro del Tetragrama, la letra Váu es el símbolo del Hijo, del Verbo, lo cual nos lleva a aseverar, por un lado, que la serie 10-5-6 (correspondiente a las letras Iod-He-Váu) es, ante todo, expresión del Verbo; y, por otro, que las 21 letras del alefato (dejando aparte la Alef) son, en primer término y por encima de todo, manifestación del Verbo. 21 + 1 (ó 1+21) simbolizará entonces el despliegue de la unidad divina a través del Verbo. Todo parece indicar que el alefato de 22 letras representa la posibilidad de nombrar la creación, de poner nombre a las cosas en la concreción de su estado primordial. Aquí apenas cabe hablar de letras "imperfectas" o "inacabadas" que reclamarían una transformación o un perfeccionamiento ulterior, como no sea bajo la forma de mera posibilidad, de insensible "fisura" en el seno de la creación. Es interesante observar que en el relato primero de la creación no aparece aún el Nombre divino de 4 letras, el Tetragrama, como si éste sólo pudiese ser revelado tras la aparición del hombre. ¿Qué significa entonces la "emergencia" del alefato de 27 letras? Aparentemente, esto: la aparición de un factor de indeterminación, de imprevisibilidad en el ámbito de la creación. Factor que viene representado por el "descubrimiento" de 5 letras "imperfectas" que, correlativamente, reclaman 5 letras "perfectas" o "finales". Es como una "distancia" que exige ser abolida o una "fisura" que postula ser colmada. Y, como reiterábamos más arriba, no se trata de 10 letras normales, sino de 5 que se "repiten" y que poseen dos formas diferentes, la "raíz" y la "final". De igual modo, el tránsito del alefato de 22 letras al de 27 supone en el Nombre divino el paso de 3 a 4 letras (una de ellas, la He, repetida): no es que haya una letra diferente más, sino que una de las anteriores aparece en diferente forma. La Divinidad es lo que es y, sin embargo, se revela de un modo más o menos perfecto según las ocasiones. Y es la revelación que supone el tránsito de 3 a 4 letras lo que sirve de fundamento al alefato de 27 (= 1+26) letras y lo que nos permite comprender la estructura del universo, tanto la "originaria" (basada en la serie Iod-He-Váu) como la "definitiva" (fundada en el Tetragrama explícito y completo: Iod-He-Váu-He). Veamos la primera. Establecimos anteriormente la correspondencia entre la serie 10-5-6 (expresión numérica de Iod-He-Váu) y el alefato de 1+21 letras. Aquí la oposición entre las letras "raíces" y sus formas "finales" no se manifiesta todavía, y esas letras gozan, por así decirlo, del mismo estatuto que las otras 16. Puesto que el Nombre divino es el basamento del universo, sus vestigios hemos de percibirlos allí donde la capacidad de nombrar el universo en su concreción deviene presente: en el alefato. Por tanto, los números de la serie 10-5-6 y de la sucesión 10-5-6-5 deberían encontrarse de algún modo en la estructura del alefato. Pues bien, es curioso constatar que las 21 primeras letras (comenzando por Beth) forman una serie en la que la letra 10ª (Kaf) señala el comienzo de las "raíces" (que, como señalábamos antes, todavía no se muestran como tales), con la particularidad de que las 5 "raíces" aparecen entrelazadas, por así decirlo, con otras letras: en efecto, después de Kaf viene Lámed (y aquí acaban las adscritas a la primera letra del Tetragrama, Iod, de valor 10); después de Mem y Nun, "raíces" ambas, siguen Sámek y 'Ayin; por último, luego de Phe y Tsáde (las dos "raíces" restantes) vienen Qof y Resch; y, finalmente, aparecen las letras Schin y Táu, que completan las 6 situadas bajo la impronta de la Váu del Tetragrama. Esto en lo que respecta a la serie Iod-He-Váu, en la que aún no se repite la He. Si tomamos ahora el
Tetragrama propiamente dicho, es decir, Iod-He-Váu-He y lo comparamos
con la estructura del alefato de 27 letras hallaremos, además de
la parte común a ambas fórmulas (Iod-He-Váu, o, expresado
en números, 10-5-6), la correspondencia entre la segunda He (de
valor 5) y las 5 "finales". Con lo cual las 5 "raíces", sin dejar
de entrelazarse con otras letras, encuentran su "simetría", ya que
ambas, "raíces" y "finales" son, al fin y al cabo, dos formas de
una misma letra. Todo ello queda reflejado en el siguiente esquema:
Cabría imaginar
otra ordenación del alefato de 22 letras, la cual no consideraría
aún la dualidad entre "raíces" y "finales". Es la siguiente:
Por otra parte, si atendemos al orden de las letras en el Tetragrama, es indudable que Váu ocupa una posición intermediaria entre ambas He. Si, además, tenemos en cuenta que el alefato, como el universo, refleja de alguna manera la estructura circular del Tetragrama, llegaremos a la conclusión de que también la Iod (y, en el alefato, las letras adscritas a su esfera) se halla "en medio" de las dos He. Sin embargo, como la primera He expresa "imperfección", "necesidad de desarrollo", "principio o potencia de movimiento", en tanto que la segunda He denota "plenitud", "terminación", "finalización", "perfeccionamiento", parece más lógico llamar "mediadora" a la Váu, que se halla entre ambas He, que a la Iod, situada más allá de la "terminación" y más acá del "comienzo". Aplicado esto al alefato, hemos de concluir que las 10 primeras letras, que pertenecen al ámbito de Iod, son anteriores al tiempo o, al menos, representan un tiempo no desarrollado, un tiempo "originario" a diferencia de las demás letras. A la vista de las consideraciones
anteriores es posible ahora ensamblar los distintos aspectos de las letras.
Y así, el esquema que va a continuación recoge lo siguiente:
cada una de las letras (bajo el epígrafe L), la dimensión
(D), el plano (P) al que pertenece y el nivel (N) dentro de ese mismo plano,
su valor numérico (V) y el ámbito al que se adscribe dentro
del Tetragrama (T). Se completan así los cuadros anteriores.
Y, a través
de los mencionados números "triangulares", se establecen otras tantas
relaciones bilaterales:
Por otra parte, puesto que 21 es el "triangular" de 6, apenas es preciso subrayar la importancia de Váu como "síntesis" del alefato. Y, si tenemos en cuenta que 21 es el valor de la letra Schin, detectaremos la íntima relación entre la "naturaleza humana" y el nombre divino de tres letras (Iod-He-Váu). Lo que nos ayudará a comprender el gran misterio del "nombre sobre todo nombre" (Iod-He-Schin-Váu-He), síntesis del Tetragrama y de la Schin. Quedan por establecer algunas relaciones entre las letras "raíces" y sus correspondientes "finales" a través de la letra asignada a su diferencia numérica:
Concluyamos con otras consideraciones, derivadas en este caso de la suma de cada letra "raíz" con su correspondiente "final":
7. Las letras y
su "escritura desarrollada"
La "escritura desarrollada" de una letra la pone, pues, en relación con otras, lo que nos da acceso a una exégesis de gran riqueza simbólica, susceptible de ser aplicada a cualquier texto. En efecto, se trata de un grupo de letras que, articuladas, explicitan el significado originario de una letra. Y decimos "explicitan" porque, en sí misma, cada letra sólo puede ser "vista" o "contemplada", pero jamás dicha. Su "inefabilidad" viene precisamente del hecho de su simplicidad e irreductibilidad, de su carácter indivisible, "atómico". Sólo mediante su agrupación en raíces y a través de un proceso de derivación quedan las letras expresadas en palabras. Y esto quiere decir que, al igual que hay un más allá de las palabras (el alefato), también hay algo que trasciende las cosas mentadas, y es la posibilidad misma de mentar. Ahora bien, semejante posibilidad conlleva un esquema de "Ideas", de símbolos originarios que, cual sistema de coordenadas, permite al hombre la operación del decir. Dicho sistema ha de ser por fuerza primordial, ya que cualquier otro lo supone, en la medida en que, para ser expresado, necesita del lenguaje de las palabras, agrupaciones de letras. Pero continuemos con
el tema de la "escritura desarrollada" de las letras. He aquí el
significado de cada una de las letras del alefato (se incorpora también
el valor numérico resultante de cifrar la palabra con que se dice
cada letra):
Si entramos ahora en los valores numéricos de las letras "desarrolladas", observaremos que hay letras con idéntico valor: así, Guímel y Daleth (38), Jeth y Lámed (29), Sámek, 'Ayin, Qof y Resch (51). Por otro lado, Váu (12) dobla a He (6), y Schin (56) a Táu (28). Y también, existe una diferencia de 10 entre Sámek, Àyin, Qof y Resch (51) y Teth (41); y lo mismo pasa entre Phe (18) y Táu (28), y entre Guímel y Dáleth (38) y Táu (28), así como entre Jeth (29) y Alef (39); Kaf (37) y Mem (47). Si, por otra parte, tenemos en cuenta que 27, valor de la Tsáde final, el último signo del alefato, es el "ciclo" que sirve de base para la interpretación de cualquier número, constataremos que algunas letras "desarrolladas" poseen valores numéricos "simétricos" o "análogos": así, Iod, de valor 20, es "análoga" a Mem, que vale 47(= 27+20); de igual modo, Phe, de valor 18, es "análoga" a Nun, de valor 45(= 27+18). Finalmente, la suma de los valores de las "letras desarrolladas" es 795 (= 3·5·53).
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