“… yo soy aquel para quien están guardados los peligros…”
Miguel de Cervantes. Don Quijote de la Mancha I.
Capítulo XX.
1. Por Internet circula una fotografía en la que un Federico González de mediana edad, vestido con un peto, señala un Árbol de la Vida Sefirótico con una mano, mientras con la otra hace lo propio con unas cartas del Tarot de Marsella situadas casi en su regazo. Al contemplarla reviví una sensación que, a menudo, me asalta cuando llegan a mis manos imágenes de personas a las que admiro y a las que he conocido en una etapa avanzada de su vida. ¿Acaso hubiera sido ese instante, el que refleja la imagen, el más apropiado para conocerle? Esta impresión ha causado en mí una cierta dislocación que me ha conducido al casi convencimiento de que me encuentro fuera de mi época.
2. Federico González durante una etapa temprana, previa a su labor como propagador de la Tradición Unánime, convivió y participó de la “vida literaria”. Para mi sorpresa en este campo manteníamos varios elementos comunes. Él conocía y profesaba cierta simpatía por autores y movimientos literarios que me resultan afines. Recuerdo, por ejemplo, su recensión sobre Orfeo errante, la antología de Antonio Fernández Molina.
3. Durante la lectura de su novela Jauja encontré algo que me remitió a Ramón Gómez de la Serna. Pasado el tiempo ignoro lo que fue. Pero el caso es que Federico, según confesó durante la presentación de la citada novela, en su juventud, a menudo se detenía a leer las colaboraciones que Gómez de la Serna vertía asiduamente en la prensa Argentina.
4. Tuve el privilegio de publicar o reeditar algunos libros de Federico González, entre ellos su última obra, el monumental Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Este volumen imponente es una fuente inagotable de inspiración y de conocimiento. Por algún motivo este diccionario se me antoja que funciona como un espejo frente a otro gran libro del autor: El simbolismo de la rueda. En este caso el tamaño es menor, pero resultaría difícil decir más en menos espacio.
5. Primero conocí a Federico por sus libros, en especial por el Programa Agartha, pieza clave de su obra, después tuve el placer de transitar algunos momentos en su compañía. La vida, a veces, la ocupamos en diversas distracciones y pequeñas tragedias que nos alejan de lo esencial. Siempre lamentaré que algunas circunstancias me hayan impedido disfrutar más a menudo de su presencia, de su esencia. Por fortuna sus palabras quedan recogidas en una abundante e inspirada obra. Pero la letra impresa no siempre funciona como elegante sustituto de conversaciones personales.
6. En los días previos a su “ocultación” soñé que le persuadía para que incrementase su diccionario con nuevas voces. Pero él me replicó que ya todo estaba hecho. Ignoro si este pequeño detalle posee un significado especial o si se trata de una circunstancia ocasional.
7. Durante sus últimos años se volcó en el Teatro de la Memoria dirigiendo y redactando obras que aportan al arte escénico su sentido primigenio. Otro motivo más para celebrar su memoria.
|