SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

ANGKOR Y LA CULTURA KMER
Tradición en el Lejano Oriente
*
ROSA QUILEZ

"Existe una cosmogonía arquetípica, un modelo del universo cuya estructura manifiesta lo que se ha dado en llamar la Filosofía Perenne, la que aparece de modo universal a pesar de los innumerables ropajes con que se viste en distintas geografías y tiempos".
Federico González: El Simbolismo Precolombino, pág. 115.

"Esta concepción del mundo común a todas las tradiciones verificables (...) no es conocida hoy en el mundo moderno sino por unos pocos, ya que no se enseña de manera masiva y oficial, siendo además negada por las concepciones de este mismo mundo moderno." Ibid. pág. 116.

"Esta identidad simbólica entre distintas tradiciones no tiene nada de asombroso o casual cuando se sabe que estos símbolos universales y unánimes están relacionados efectiva y verdaderamente con la trama del cosmos, constituyendo su estructura, y que están vivos en las entretelas interiores del ser humano y del ‘inconsciente colectivo’ o ‘genio de la especie’." Ibid. pág. 182.

 

1. Angkor

Angkor significa La Ciudad Sagrada en lengua khmer y fue la capital, centro político y religioso del antiguo Imperio Khmer (Jemer o Kambuja) entre los siglos IX y XIII, del cual deriva la actual Camboya. Sobre un rico mosaico étnico y tribal, compuesto por grupos que se desplazaban por la actual Indochina tanto desde China como desde India, Tailandia y Java con fines expansivos y comerciales, el gran imperio Khmer, tan espléndido como el egipcio, babilónico o maya, se forjó por la conquista y absorción cultural de diferentes pueblos.

Edificada en el corazón de la selva camboyana, en el Noroeste del país, a unos 300 Kms. al N. de Phnom Penh, el Imperio de Angkor se extendió sobre más de 400 Km. cuadrados que albergaron más de mil templos (de los que hoy se conservan unos 100) muros, fosos, edificios, enormes estanques y canalización de aguas para anegar las terrazas de arroz, vías de comunicación que unían los diferentes templos e infraestructuras para poblaciones que en algunos momentos superaron el millón de personas. La zona principal, de forma cuadrangular de unos 9 km. de lado, estaba protegida por unos impresionantes bastiones defensivos, rodeada por varios niveles de murallas. Desde ella partían caminos que conectaban la capital con los confines del imperio, que se extendía hasta Vientiane (Laos) al N., Birmania y Tailandia al O., la península de Malasia al S. y Vietnam al E.

El primer monarca de la era Angkor y fundador del Imperio Khmer, fue Jayavarman II. Proveniente de la corte hindú de Java, y tras luchar por el poder en la zona desde aproximadamente el año 790, se estableció en el Monte Kulen, a unos 40 Km. al nordeste del actual complejo de Angkor. Allí, en el año 802, en una ceremonia oficiada por un brahmán hindú se hizo proclamar "emperador universal" de todo el país khmer, habitado por khmers, indios, malayos y chinos. Se establece así en el imperio el culto al Devaraja, un dios-rey, la encarnación misma de Shiva, al que se rendía obediencia absoluta y que disponía no sólo del poder en todos los órdenes, sino de la vida y la muerte de sus súbditos. La prosperidad del reino dependía de esta identificación del rey y Dios y el templo constituía el eje de su unión.

En Camboya se registra influencia hindú desde el s. I de la era cristina. Hasta el s. IX se construyen los prasat, santuarios de ladrillo, de planta cuadrada y techumbre piramidal, edificados sobre una plataforma con gradas en forma de pirámide. Indravarman III (835-877), mandó construir los primeros depósitos de agua y edificar en piedra el primer "templo montaña", que simboliza la montaña cósmica, incorporándose a los templos una galería, primero construida con ladrillo y luego, con piedra. Su hijo Yasavarman I (año 889) cambió la capital a Angkor. Desde entonces hasta la inauguración del templo Angkor Wat al comienzo del S XII, se sucedió la construcción de templos que constituían el centro de la nueva ciudad. Los templos montaña se presentan bajo la forma de pirámides escalonadas construidas en lo alto de colinas, casi siempre artificiales. Estaban dedicados fundamentalmente a Shiva (también a Brahma y posteriormente a Buda). Shiva era simbolizado bajo diferentes formas, pero la más frecuente era la de un "linga", un falo que representaba la esencia de Dios.

2. Arquitectura Sagrada

Leemos en Introducción a la Ciencia Sagrada. Programa Agartha, de Federico González:

La Arquitectura, ligada al arte de la construcción, nace simultáneamente como una necesidad material y una necesidad espiritual. Como necesidad material, fue imperioso, en un determinado momento de la historia, ponerse a cubierto y al abrigo de las intemperies meteorológicas y de toda clase de peligros y condiciones adversas. Y como necesidad espiritual, porque toda edificación, cualesquiera fuesen los materiales y los modelos arquitectónicos utilizados, tenía y tiene una significación unida al culto religioso y sagrado. Un ejemplo de esto último es el propio Templo o Santuario (...) El arte de la construcción se basa en la contemplación de un gesto divino primordial: la Creación del Mundo. El cosmos físico, creación del divino Arquitecto, proporcionaba al arquitecto humano el modelo de su propia morada. Cielo y Tierra constituyen la parte superior e inferior del edificio. En este sentido, siendo la realidad concreta del cosmos una manifestación de los mundos invisibles, la construcción de la casa familiar y cultual debe cumplir una función similar, es decir servir de recipiente y soporte a las energías creadoras del Universo, plasmándolas en la configuración de su trazado y en cada una de sus partes y elementos.1

Yasavarman I fundó la ciudad sobre planos simbólicos y urbanísticos: se trataba de reproducir las condiciones geográficas del mítico hogar de los dioses hindúes en el monte Meru, centro del universo, ubicado al norte de la cordillera del Himalaya, en una región rodeada de lagos.

En las inscripciones en sánscrito y lengua khmer2 halladas en las estelas de piedra de los santuarios se ha encontrado información grabada sobre la historia dinástica y creencias religiosas, mitos y organización social. Por ellas se sabe que la primera ciudad se extendió sobre un cuadrado de 4 Km. de lado. Junto a ella se dispuso un reservorio (lago artificial) de agua de 6 km. de longitud y 2 km. de anchura. Se inicia así una etapa de construcción de templos, rodeados de extensos fosos de agua, que durará cuatro siglos y que va incorporando a la arquitectura colosal el refinamiento ornamental de todas las piezas arquitectónicas que se recubren con decoración narrativa y mitológica.

Entre los s. IX y XIII doce reyes kmers construyeron en este asentamiento al menos 7 capitales diferentes de su poderosos imperio. Se calcula que en la época de mayor esplendor de Angkor, hacia el año 1000, vivían en la ciudad más de un millón de kmers. Es de destacar la importancia del complejo sistema hidráulico que comprendía gigantescos depósitos de agua (los dos más grandes con 8 km. de longitud, albergando islas en su interior, las cuales a su vez albergaban importantes templos) asociados a una red de canales, diques, desagües y puentes, que evidencian un dominio de la ingeniería, destinada a fines religiosos dentro de una concepción arquitectónica cosmogónica, pero también civiles: hasta 4 cosechas de arroz producían aquellas tierras, anegadas artificialmente.

Angkor fue la capital del imperio (salvo por breves periodos) durante 500 años. Alcanzó su apogeo cultural y político en el siglo XII. Entre 1112 y 1150 el mandato de Suryavarman II lleva al imperio a su máxima extensión y el más significativo exponente de este esplendor es Angkor Wat. Con la subida al poder en 1181 de Jayavarman VII, ferviente budista, se pone fin a una dilatada época de luchas vecinales y se aborda la floreciente etapa constructiva que dejó para la posteridad Angkor Tom y un importante número de construcciones religiosas y civiles por todo el imperio. Este fecundo periodo constructivo fue el último. La prosperidad del imperio se consolidó y mantuvo durante el s. XIII, comenzando su declive durante el XIV. Tras una época de decadencia y pérdida de territorio, el imperio se desmoronó en el S. XV, siendo el año 1432 la fecha "oficial" del abandono de la ciudad. Guerras, problemas con el agua, introducción del budismo Theravada, se contemplan como posibles causas oficiales de la caída y abandono de Angkor. En 1431, continuas invasiones llevaron a mover la capital a Phnom Penh. Todos los edificios que han perdurado (aunque algunos desmoronados o cubiertos de vegetación) están construidos en piedra, ladrillo o laterita. Los edificios civiles, incluidas las casas de los reyes, estaban construidos en madera y paja y han desaparecido para siempre.

Los khmers no conocieron la idea de "símbolo". No representaban el centro del universo con sus templos: los templos eran el centro del universo y como tal los decoraban. De la misma manera sus reyes no eran los representantes terrenales de los dioses, sino verdaderamente sus dioses encarnados. Cada rey reiteraba el acto cosmogónico, construyendo de nuevo el universo cuyo centro era el templo, en el cual posteriormente sería enterrado.

Todo el simbolismo constructivo de Angkor gira en torno a la idea central de la figura del Dios-Rey. Por ella, los dirigentes están asociados de forma indisoluble con Dios, retornando a El tras la muerte. De ahí surge el propósito, por parte de los reyes, de edificar templos que encarnarán su estrecha relación con la divinidad y de los cuales dependerá el buen funcionamiento del imperio. Esta idea evoluciona hacia construir no ya la morada sagrada del Dios-Rey, sino la misma morada de los dioses, que en la cosmología hindú es el centro mismo del universo, representado por un continente central rodeado por seis anillos de tierra y siete océanos circulares. En el centro del continente se eleva el monte Meru, y sus cinco cimas representan la ciudad de Brahma: la residencia de los dioses. Los constructores de Angkor han reconstruido este universo en los principales templos a partir de la unidad constructiva básica que es el templo montaña, de forma piramidal, con un altar en su cima.

El símbolo de la montaña cobra una fuerza inusitada en Angkor, vivificado una y otra vez en sus templos y torres.

El símbolo de la pirámide es exactamente equivalente al de la montaña. Es pues la montaña –como el hombre– símbolo de la verticalidad, de la comunicación axial, complementándolos y establece la relación cielo-tierra.3

Escalera fabulosa, plataforma que nos eleva a lo más alto, la montaña ha sido considerada lugar sagrado por la humanidad. Su cima es un punto de encuentro con la divinidad: hasta ella descienden los dioses y ascienden los hombres. Es el símbolo de la verticalidad que une los diferentes planos, santuario natural, templo arquetípico que las diferentes culturas han reproducido en casas, templos, tumbas, pirámides y montañas artificiales.

La montaña, junto con la piedra (forma reducida de ésta) y el árbol, con el que se encuentra asociada, es un símbolo natural del "Eje del Mundo". Por ser en realidad una elevación o protuberancia de la tierra, la estructura imaginal del hombre sagrado ve en la montaña un símbolo de su propia naturaleza que aspira verticalmente hacia lo superior o celeste. En general todas las montañas tienen ese significado, pero existen algunas que, debido a ciertas correspondencias espaciales relacionadas con la topografía sagrada están "cargadas" de influjos espirituales. Estas son las denominadas "Montañas Santas" o "Sagradas", morada de entidades espirituales. De ahí que muchos templos y santuarios (como es el caso, por ejemplo, del Partenón griego) se construyeran en las cimas de determinadas montañas, es decir allí donde la Tierra parece tocar el Cielo (...) Asimismo, la montaña, en cuanto a su estructura, es un arquetipo del templo, lo cual es especialmente visible en las pirámides egipcias y precolombinas y en los zigurats babilónicos."4

3. Angkor Wat

Angkor Wat es la máxima expresión del templo montaña. Consiste en una pirámide rectangular de tres pisos, rodeada de un muro y un foso sobre la que se alzan 5 torres montaña. Es contemporánea de Nôtre Dame de París. Tardó 30 años en construirse y se finalizó en la primera mitad del siglo XIII. En diferentes sitios se lee que contiene la misma cantidad de piedra que la pirámide de Kefrén. Es una construcción ortogonal de 1.700 por 1413 m. de lado, rodeada por un foso y está edificada a base de piedras superpuestas, sin ningún tipo de argamasa o cemento, perfectamente encajadas.

En general, la construcción de los templos se sitúa en un tiempo mítico en el que existían personajes semidivinos y semihumanos:5

Así, la leyenda de la fundación de Angkor Wat parte de la historia de Preah Ket Melea, hijo del rey del estrato celeste y de una simple mortal: las divinidades declaran que les molesta el olor a hombre de Preah Ket Melea y piden al rey que lo haga descender al estrato de los humanos. El rey se ve obligado a someterse. Propone a su hijo que elija un edificio del estrato divino a fin de construir una réplica del mismo en la Tierra con ayuda de Preah Visnukar, el arquitecto celeste (a quien la población sigue invocando hoy antes de proceder a una edificación). Modesto, Preah Ket Melea escoge el establo. Se suelta un buey en la llanura de Angkor y el lugar en que se echa es designado para erigir el templo de Angkor Wat.6

Está orientado al Oeste. Ocupa una superficie de casi 2 Km2. Es el templo más grande del mundo y también es un recinto destinado a la observación astronómica, alineado con el templo de Prasat Kuk Bangro, a más de 5 km. de distancia, con extrema precisión.7

Está situado en el interior de un estanque artificial de 1 km. de lado en el que se refleja su figura dando lugar a una imagen de belleza sin igual. Se accede por una calzada de unos 250 m. de longitud, que hace de puente sobre el estanque circundante, flanqueada a ambos lados por la naga, serpiente multicéfala y protectora que hace de balaustrada.

Se alza sobre una base de más de 800 m que consta de tres recintos concéntricos en tres niveles superpuestos, a modo de pirámide. Cada nivel es una terraza, rodeada de intrincados laberintos y el superior está a más de 30 m. sobre el suelo. En este nivel se alzan 4 torres en las esquinas y una central de 50 m.

Angkor Wat es una representación de la cosmogonía hindú. Está rodeado por un muro que simboliza los límites de este mundo y por un estanque que representa el océano primordial. Las torres centrales representan los picos del monte Meru, morada de los dioses y centro del universo hindú. Tienen forma de flor de loto. Por una empinada escalera se sube hasta el nivel más elevado de la estructura central, en el que se encontraba el santuario donde se adoraba a Visnú, dios de la sabiduría y el conocimiento, al que estaba dedicado.

La tríada hindú, Brahma, Visnú y Shiva se representa abundantemente, así como otras divinidades, en especial sobre sus monturas: Uma, esposa de Shiva, sobre un toro; el propio Shiva, sobre un hombre-pájaro (garuda); Indra, divinidad del cielo y la lluvia, sobre un elefante de tres cabezas. Absolutamente toda la superficie de muros, dinteles y jambas aparece tallada con miles de relieves, en algunas ocasiones dorados o policromos, verdadera filigrana, con profusión de escenas y figuras, destacando las Apsaras (o Asparas), ninfas celestes, incansables danzarinas, que están en el plano humano, pero no son de este mundo. Aparecen como deidades intermedias que proporcionan la felicidad y la belleza, el arte y la sensualidad a los hombres a través de su danza y estarán con ellos también tras la muerte, en función de su santidad. Son las figuras más reiteradas en las paredes y dinteles de Angkor Wat (más de 20.000), cubren literalmente las paredes y columnas, ataviadas con inimaginables vestiduras vaporosas y adornadas con extraordinarias joyas y peinados. Igualmente los animales juegan un papel fundamental.8 Llamativas criaturas decoran las paredes: unicornios, grifos, dragones alados, águilas con colas de pavo real.9

El interior es un tejido de patios y corredores porticados. Sus paredes aparecen cubiertas con elaborados bajorrelieves que narran historias de los libros sagrados hindúes Ramayana y Mahabharata, leyendas sobre Visnú, representaciones de temas mitológicos, religiosos y cotidianos, la historia (las hazañas) del rey y de sus cortesanos. Angkor Wat posee el mayor bajorrelieve del mundo, irrepetible no sólo por su tamaño sino por su belleza: la colosal obra de su muralla exterior, a lo largo de 1600 metros divididos en 8 paneles de bajorrelieves esculpidos inspirados en el Ramayana Hindu y en las titánicas guerras entre hombres y dioses bajo formas de diferentes animales.

Estas son algunas de sus escenas mejor conservadas y detalladamente narradas:

Batalla del ejército de monos contra Ravana, el rey de los demonios

El joven Rama visita un reinado vecino donde el rey había organizado una competición, en la cual ofrecía en matrimonio a su hija Sita al guerrero que lograra tensar el arco de Shiva. Rama tensa el arco acercando los extremos del mismo y, como premio, se casa con Sita. Ya de regreso en su propio reino y al lado de su esposa, Rama es traicionado por su madrastra y tiene que exiliarse con su esposa al desierto, donde Ravana, capitán de los demonios, que podía transformarse en cualquier figura para engañar a sus enemigos, secuestra a Sita. Una vez que Sita es secuestrada, Rama se alía a Januman, el capitán de los monos, considerado el ser que mejor conocía las escrituras sagradas. Con Januman y su ejército de monos, Rama lucha contra el ejército de los demonios capitaneados por Ravana hasta que, tras una cruenta batalla Rama logra dar muerte a Ravana con una flecha. Felizmente Rama y Sita regresan juntos a su reino y, por último, Rama asciende en paz a los cielos.

El batir del océano de leche

Visnú consigue recuperar la ambrosía perdida. Para ello se transforma en una tortuga y se sienta en el fondo del mar de leche ofreciendo su concha como base sobre la que apoyar una montaña. Dioses y demonios dan caza a Naga y la enroscan en esa montaña. 92 devas (dioses) y 88 asuras (diablos), tiran por ambos extremos de la serpiente protectora y extraen del mar el néctar de la inmortalidad que ambos grupos codician, batiendo la leche (ambrosía) hasta que ésta sale sobre la superficie en forma de burbujas, siendo análoga a la salud, riqueza y felicidad.

Juicio de Yama

Muestra descripciones de la vida en el cielo en la parte superior del mural, y en el infierno en la parte inferior, apreciándose tres niveles o planos, superior e inferior al humano.

4. Angkor Tom

Bajo la influencia de misioneros llegados de la India, el culto a Brahma fue sustituido por el de Buda, lo que supuso un acercamiento de las divinidades a los hombres.

Construido en el S. XII, bajo el reinado de Jayavarman VII, es el complejo de templos más grande de Angkor, con 12 kilómetros de muralla, y 5 puertas de acceso similares, una en cada punto cardinal, más una quinta que se llama de la Victoria, en el Este. Se llega a ellas por unas avenidas flanqueadas por el vigoroso cuerpo de Naga sostenido por 54 dioses y 54 demonios (540 figuras en total) que culminan en una estrecha puerta: se está accediendo al centro del universo, simbolizado en esta ocasión por el templo de El Bayón.

El templo cuenta con dos patios, decorados con más de 1000 metros de relieves que narran todo tipo de escenas de la vida cotidiana: batallas, cacerías, barcos pescando, mercados, niños jugando, etcétera, todo ello con una extraordinaria nitidez.

Pero lo que hace verdaderamente especial a El Bayon son las 54 torres de arquitectura idéntica, en cuyas 4 caras, perfectamente orientadas en las 4 direcciones del espacio, se halla esculpido el rostro de Buda, representado con las facciones del propio Jayavarman VII, como testimonio del culto al rey, que se hace así omnipresente. Aparece en diferentes expresiones: con los ojos abiertos, cerrados, o con un ojo abierto y otro cerrado. Pero siempre con una enigmática y atemporal sonrisa. Estas 54 torres se corresponden con las 54 provincias del imperio en la época de su construcción. Su torre central mide 40 m.

5. La Ciencia Simbólica

El hombre actual niega el plano espiritual y su causalidad respecto al material, único que reconoce como real. Se considera que Dios es un concepto creado por el hombre, por lo que la idea de Dios se humaniza y reduce a aquello que podemos comprender. Y se considera que cada pueblo o religión tiene un Dios distinto, de su propiedad, que tiene una personalidad individual y distinta. Esta óptica impide de todo punto comprender las culturas tradicionales, las cuales reconocen la relación jerárquica entre el creador y la obra y establecen con la deidad una relación permanente a través de los símbolos, en todos los ámbitos de la vida.

A diferencia de este punto de vista "moderno" la Ciencia Simbólica estudia los símbolos de las distintas culturas y civilizaciones, comparándolos entre sí, destacando y remarcando sus coincidencias, como medio para comprender cualquier símbolo en particular. Nos enseña a mirarlos y a leer su lenguaje, pudiendo así tomar conciencia de la unidad que se expresa en ellos y en la propia naturaleza, en la que todo está enlazado manifestando de formas análogas la idea creadora original.
La Simbología afirma que todas las civilizaciones tienen un origen común, la Tradición Unánime, atemporal e inespacial y de origen no humano, de la que derivan, como ramas de un tronco común. De este origen mítico provienen todas sus manifestaciones culturales, la fundación de sus ciudades y el nombre de sus habitantes, respondiendo así a una idea arquetípica de la que derivan los modelos culturales, religiosos, políticos y sociales, los usos y las costumbres. Este origen común explica las asombrosas similitudes que las diferentes culturas y religiones presentan, las cuales, lejos de ser casuales, están evidenciando una Cosmogonía arquetípica, un modelo del universo, que aparece de modo unánime, revestido de diferentes ropajes según el tiempo y lugar.

La Simbología difiere esencialmente de la historia, incluso de la historia de las religiones, ya que la Simbología estudia el símbolo (el mito y el rito) no como un elemento más de la historia que cumple una función significativa en un espacio y un tiempo, sino como aquel elemento que siempre, en cualquier momento y lugar y por lo tanto aquí y ahora, cumple una función mediadora entre este plano sensible en el que se manifiesta y la idea arquetípica que lo ha generado y de la cual viene a ser su cuerpo visible. Es esa idea arquetípica, que el símbolo manifiesta y a la vez oculta, lo que interesa al simbólogo, el cual aspira a encarnarla mediante la comprensión del símbolo, utilizándolo como vehículo entre distintos planos de una realidad que es única y sagrada.

En una sociedad tradicional, toda expresión o manifestación es simbólica, es un símbolo, una señal perfectamente relacionada con el resto de los símbolos y manifestaciones, componiendo entre todos un conjunto, un lenguaje sagrado que revela a estos seres humanos educados en su lectura las directrices religiosas, culturales y sociales que dan lugar a su cultura, mostrándoles una unidad, un universo perfectamente integrado por la armonía de sus partes, un ingenio gigantesco en el que todo está comprendido y que incluye a cada uno de sus seres y manifestaciones otorgándoles un sentido sagrado. Esto es así porque el símbolo es el puente entre la manifestación sensible y su origen, entre este plano de realidad y aquel otro plano invisible del que proviene. Es esta naturaleza mediadora lo que le otorga un valor sagrado, valor que es igualmente común al mito (hecho ejemplar que organiza la vida) y al rito (símbolo en acción). Los tres abarcan la totalidad de la vida de una sociedad tradicional, no quedando nada fuera de ellos.

Es una característica de todos los símbolos que para su comprensión deben ser enseñados y aprendidos. Esa es también la función de la ciencia simbólica. Los símbolos no pueden ser abordados por un pensamiento racional, sino analógico y asociativo, capaz de percibir las correspondencias entre los fenómenos, seres y cosas, capaz de evidenciar los parentescos entre todo lo manifestado, las similitudes que atraen y propician la fusión y las oposiciones cuyas tensiones se equilibran y complementan sin destruirse. Nada es casual, sino que todo responde a un orden establecido por una voluntad superior, que, aunque misteriosa, se revela al hombre en el interior de su conciencia, siendo para él la auténtica realidad, una realidad en la que todo, sin excepción, está incluido y relacionado por leyes de atracción y repulsión. Es en el corazón del hombre, por su naturaleza mediadora entre cielo y tierra, donde se da la conciliación de las contradicciones, encarnando así él mismo los principios universales de los que depende la vida.

6. La Iniciación

Para una sociedad tradicional, el Conocimiento es de origen no humano, revelado al hombre. La Enseñanza mediante la Iniciación en los misterios va encaminada a la obtención del Conocimiento a partir del cual se reproduce en este plano la Cosmogonía y se articula la vida colectiva e individual. Este Conocimiento no es cuantitativo, ni memorístico, ni acumulativo, ni lineal. Es un conocimiento sintético, vivencia de la esencia y la totalidad. No se le asocia al progreso, al logro o a ningún tipo de propiedad personal, ni a ninguna clase de invento o descubrimiento.

La iniciación es una realidad compartida por todos los pueblos en todas las épocas, un hecho evidente con el que se han encontrado todos los estudiosos del hombre o de la antigüedad, lo cual hace obvia su importancia.

Hay distintos tipos de iniciaciones: algunas se producen a determinada edad, o en determinada época del año, siendo colectivas y llegando a participar de ellas todo el pueblo (las relacionadas con los ritos del año nuevo, las de la pubertad). Otras son graduales y sucesivas, para los llamados al Conocimiento en planos cada vez más altos y profundos, buscando la realización de otros estados del Ser Universal, los cuales son enseñados de maestros a discípulos por mediación de símbolos, mitos y ritos secretos y actuantes, que describen y reactualizan los misterios cosmogónicos, posibilitando que estos se vivifiquen y den acceso a la comprensión del mundo y del hombre, al Conocimiento y la Sabiduría.

Comprender a los pueblos arcaicos pasa por reconocer el hecho de la Iniciación como un acontecimiento unánime en todas las culturas, que establece un intercambio entre dioses y hombres por medio de la colectividad iniciada y de la intervención de aquellos pocos llamados especialistas de lo sagrado (hombres de conocimiento, sabios, magos, chamanes, sacerdotes, jefes, adivinos, brujos, hechiceros, curanderos, yerberos, etc.), en virtud de sus conocimientos: hombres capaces de "imaginar", por ejemplo, Angkor Wat de forma global y de dirigir su ejecución produciendo una obra de proporciones perfectas. Hombres capaces de comprender la naturaleza de la creación y dirigir a sus pueblos, en todos los ámbitos, en sintonía (en armonía) con ella, como una recreación de la misma a escala humana.

7. El arte y la ciencia

Las sociedades tradicionales subordinan lo profano a lo sagrado, a la inversa que nuestra sociedad actual que prácticamente ha extinguido lo sagrado, no reconociéndole ya siquiera un significado y considerando esta abolición como un logro de progreso. Para el hombre tradicional, la realidad de lo sagrado se impone por sí misma y se percibe en la interioridad de la conciencia, donde se manifiesta como verdadera y absoluta.

Cualquier manifestación artística tradicional es anónima y su mayor interés radica en el hecho de que es la expresión de un concepto. Así, todas las expresiones artísticas conforman una sinfonía de significados que se interrelacionan entre sí, dando lugar a la cultura, en la que se encuentra la suma de todas las posibilidades individuales.

Desde este punto de vista, las obras de arte son simbólicas, testimoniando las ideas mediante la manufactura de objetos artísticos en la medida en que son fieles al arquetipo original. Pero el valor de la obra no está en el goce estético que produce, ni en su utilidad o cualquier otra consideración material, sino en su posibilidad evocativa que, mediante su contemplación, abre al hombre las puertas a la percepción directa de la belleza. El verdadero artista es, pues, un mediador entre los diferentes planos de realidad, capaz de revelar a su pueblo los misterios de la creación, emulando siempre al Demiurgo, con el que se identifica. De ahí que las artes y artesanías hayan sido consideradas por las sociedades tradicionales como formas rituales de aprendizaje y conocimiento.

La ciencia de todos los pueblos tradicionales no es inductiva, como la actual. Es deductiva. De la unidad derivan todas las demás estructuras, que se van armando respondiendo a un plan invisible y unánime. Su ciencia es Ciencia Sagrada, basada en los principios universales, transmitidos por los antepasados y a su vez de generación en generación o "intuidos", recibidos por inspiración de sus sacerdotes u hombre sabios.

Tampoco hay diferencia esencial entre las diversas artes, diferencia que es meramente formal, al igual que ocurre con las distintas doctrinas y culturas tradicionales, donde las deidades son idénticas y designan iguales principios a pesar de tener diferentes nombres y atributos.

8. Reflexiones

Nos dice Federico González que las sociedades tradicionales han construido su ciudad, símbolo de su cultura, como una imagen del orden cósmico, y añade:

La ciudad terrestre es una imitación de la ciudad celeste y su estructura está tomada del arquetipo eterno. El plano de la ciudad de los hombres ha de ser un calco de los números y medidas que rigen el universo y una manifestación ritual del plan divino que ejecutan los dioses. La ciudad y la cultura entera testimonian esta actitud y este conocimiento expresado a través de las leyes de la analogía, o de correspondencia inversa; establecen de este modo una comunicación con lo celeste, un vínculo entre un plano conocido y otro desconocido, entre los seres visibles y las energías de los númenes invisibles. De esta manera la ciudad –la comunidad– participa de esta relación en mayor o menor grado, puesto que se encuentra articulada a partir de un centro que es el encargado de establecer efectivamente este perpetuo fluir de las emanaciones sagradas que garantizan el orden y la cultura, y aún más: la vida. Este eje o centro es representado por el templo, o casa cultual centro de la ciudad o aldea –o por el sacerdote, jefe o chamán en la comunidad– a partir del cual se estructuran todas las categorías.10

Presentamos la cultura khmer como una muestra de la organización tradicional, la cual reúne todos los aspectos de la vida individual y colectiva, atendiendo las necesidades materiales del grupo sin perder de vista, o más bien, desde una perspectiva espiritual, aunando de forma creativa lo político, religioso, económico y social. La espiritualidad, la arquitectura, la economía, la planificación urbana y la cultura se combinan en un equilibrio excepcional en Angkor.

Tanto los soberanos khmers como el mismo pueblo khmer, reiteraron el acto cosmogónico por la repetición de un rito fundacional. A partir del establecimiento de un centro, similar en todo al Centro del Universo, éste se constituyó en el eje por el que descendieron influencias espirituales y en el punto desde el que se expandieron por los confines del imperio.

La contemplación de las muestras de esta cultura invita a la reflexión sobre el parentesco de estilos constructivos distantes (hindúes y budistas, americanos y egipcios). De hecho, el lector constatará las referencias constantes a El Simbolismo Precolombino, de Federico González. Esta obra, fundamentalmente una obra sobre Simbología, nos resulta guía imprescindible para abordar el estudio de cualquier cultura tradicional, lo que evidencia la universalidad de los fundamentos de la Ciencia Simbólica, que nos permite reconocer y comprender la Tradición bajo cualquier ropaje temporal o espacial.

Los símbolos representan ideas-fuerza y energías capaces de actualizarse por nuestra comprensión Acercarnos a los símbolos de cualquier cultura, su estudio y comprensión, puede servirnos a cada uno de nosotros, en cualquier momento, como vehículo para aprehender y conocer esta Tradición Unánime universal, o, lo que es lo mismo, la Cosmogonía arquetípica y esto no como un fin en sí mismo, sino para, comprendiendo el acto creador (Cosmogonía), comprender al Ser (Ontología) y desde El, si los dioses lo permiten, acceder al No Ser (Metafísica).

Angkor es la fijación en piedra del gesto creacional; es la creación misma. Es un universo completo: las indefinidas muestras de arte se corresponden con los indefinidos seres de la naturaleza; los diferentes templos, con los centros de los diferentes mundos, relacionados y conectados entre sí; el conjunto, con la unión de lo disperso.

Verdadera instrucción en piedra, su sola contemplación establece ahora, como lo hizo en su origen y desde entonces para todo el que ha podido leer en ese libro de piedra, un puente, un vínculo con el plano mítico, el plano de las ideas y de las fuerzas creadoras del mundo.11






Estudios Generales


Home Page