Queremos informar sobre un acontecimiento extraordinario que ha ocurrido en la decadente civilización
occidental de nuestros días. Se cumplen 20 años de la
primera publicación y difusión del tratado Introducción a la Ciencia Sagrada: Programa
Agartha, cristalización de las
enseñanzas impartidas por Federico González en la década de los 70
a lo largo de su recorrido por el cono Sur Americano
(Argentina, Colombia, Brasil, Ecuador y también Costa Rica y
México) así como en varias ciudades de España, entre las
cuales se hallan Santander y Barcelona. En un principio su
contenido se publicó como un curso de universidad a
distancia que se enviaba por correspondencia a los suscriptores.
Después, y acompasándose con los avances técnicos, se
colocó en una página web de Internet, para ponerlo al alcance
de todo el mundo, y hacer así posible que dieran con él los
buscadores interesados. Finalmente, en el año 2003 se
publicó como Nº 25-26 en la revista SYMBOLOS, dedicada
desde hace 15 años a la transmisión en el ámbito latino y
americano de un pensamiento universal que bajo la forma de la
Tradición Hermética (columna vertebral, centro y eje de la
cultura occidental) y la Cábala cristiana se ha hecho eco de
la Sabiduría perenne emanada de la Tradición Unánime.
Además, son varios los grupos que en distintos puntos del
planeta trabajan de forma regular y ritual con este material
en talleres en los que se lee y glosa su contenido, en aras a
que cada cual lo incorpore a su cotidianidad y experimente
una nueva forma de encarar su existencia. Seguro que esta
cadena de hechos es altamente significativa para muchos
hombres y mujeres que de una manera u otra han reconocido
la importancia del hallazgo de este material en sus
vidas. Otros, que por designio de los hados u orgullo se han
quedado en el umbral de su intelección, no podrán sino
lamentarse al darse cuenta de que no han podido acceder a la
comprensión de las enseñanzas que el Programa transmite.
Pero para una inmensa mayoría de la población, el Programa Agartha es todavía hoy un gran desconocido y se ignora
el alcance de su aparición –como el de muchos hechos
trascendentales de la historia sagrada de nuestra
civilización– en medio de un mundo dominado por el materialismo,
la aceleración, el desequilibrio, el desasosiego, el terror, el
desorden y la negación de la espiritualidad.
Por eso, en esta nueva oportunidad, manifestamos la
importancia y el carácter providencial de la publicación de
este tratado para la gente del s. XXI. Esta Introducción a la
Ciencia Sagrada representa un baluarte intelectual que
salvaguarda un legado espiritual perenne (la Ciencia Sagrada) y al
mismo tiempo se erige como faro que emite focos de la luz
incombustible de la Verdad, deviniendo una didáctica y
una guía para la Liberación, la verdadera, la que no se
confunde con la conquista de parcialidades ni se rebaja a
particularidades individuales, que por cierto nunca serán la
auténtica Libertad. Sus páginas sintetizan –en un lenguaje actual
que sería inteligible por todos los habitantes de los pueblos
y ciudades del planeta que se entregaran a su estudio con
el mismo fervor e incondicionalidad que lo hicieran los
hombres y mujeres de conocimiento de la Antigüedad– un
conjunto de saberes revelados que bebiendo de la fuente de
la Sabiduría y la Inteligencia han sido, y son, los
organizadores de la vida de cualquier civilización, forma cultural,
usos y costumbres y modos de ser. O sea, que tales enseñanzas
–las cuales toman al símbolo, al mito y al rito como
soporte para la transmisión de las energías espirituales que
contienen– van abriendo los círculos concéntricos de la
conciencia, tornándola límpida y cristalina, cual espejo que refleja
sin impedimentos el rayo del Intelecto.
Este punto de vista sagrado es totalmente extraño o
criticado, cuando no imitado formalmente como si de un
sistema rígido se tratara, o bien directamente rechazado por
la ciega y deforme mentalidad moderna, la única que no
recuerda que la Vía Simbólica ha sido desde tiempos
inmemoriales el vehículo de transmisión de las realidades
espirituales que afloran en el centro del corazón de todo ser.
Pero aun y la ignorancia reinante, es tanta la fuerza
de las ideas que emanan del Programa
Agartha –y tan pobres los pensamientos e ideales de la desvalida sociedad
actual– que su influencia se ha dejado sentir en muchos
frentes, incluso en los que lo han denostado o tergiversado, y
que ahora pasaremos a nombrar con el fin de
desenmascarar cualquier error o intento de desvirtuar este corpus
tradicional. Encabezan el desfile de personajes variopintos esos
buscadores de confort anímico-corporal que han tomado
al Programa como un recetario mágico para solucionar
sus problemas personales disfrazándolos de aspiraciones
espirituales, intentando generar a su alrededor un medio
pulcro, naturalista, ecológico, reciclable y teñido con
grandes dosis de sentimentalismo. Les caracteriza una
pretensión exacerbada de materializar el espíritu sin espiritualizar
la materia, lo cual significa ponerse trabas para la
verdadera intelección de lo sagrado y para el conocimiento de los
mundos invisibles más allá del plano material y psíquico al
que únicamente dan crédito. Y en una versión light del tema, tenemos a todos esos hombres y mujeres que se interesan
por estas enseñanzas para rellenar uno de los muchos
apartados en los que parcelan su vida, otorgándoles un valor
ya sea cultural, informativo, terapéutico, moral-edificante,
etc., sin vislumbrar su verdadero alcance
intelectual-metafísico, por lo que acaban confundiendo el ámbito del No Ser con
lo místico-religioso. A continuación, encontramos a los
pretendidos intelectuales, colectivo reconocible por su
mentalidad racionalista, cientificista, sistemática y clasificadora, que
en numerosas ocasiones ha acudido de hurtadillas a las
páginas de esta Introducción a la Ciencia
Sagrada para sustraer la información que le ha convenido, acomodándola a sus
investigaciones de corte académico-universitario y
burocrático, pero sin reconocer nunca la fuente consultada, la cual
es tildada por la oficialidad ante la que responden, e
incluso en su propio fuero interno, de fantasiosa, inconsistente
o "esotérica" (desde hace ya muchas décadas casi nadie
recuerda el veraz y único sentido intelectual de lo esotérico y se
lo identifica con el ocultismo, el espiritismo, la
parapsicología, lo onírico, etc.); y, claro está, aparecer vinculado con tal
literatura dañaría su prestigio y reputación socio-cultural.
Les toca ahora el turno a los falsos gurús, maestros de
pacotilla que movidos en el mejor de los casos por el proselitismo,
y mayoritariamente por las ansias de poder de todo tipo,
han manipulado a su antojo, y por tanto rebajado de nivel al Programa Agartha extrayendo fragmentos fuera de contexto
para legitimar sus verborreas y arrastrar tras de sí a seres
frágiles, incautos e ilusos, quedando unos y otros atrapados
en una gran maraña psíquica. Tampoco podemos olvidar a
la fauna de los estetas, los snobs y el gueto de los artistas
contemporáneos que, hallando en sus
páginas material jugoso y valiosísimo sobre el arte en todas sus expresiones
(artes liberales, pintura, poesía, arquitectura, teatro, danza,
iconografía, mitología, etc.) lo distorsionan según sus caprichos
y pulsiones mientras se balancean en ese mundo de
formas cambiantes en el que dormitan y se cuelgan, en el más
favorable de los supuestos, de una belleza siempre a la fuga
que no saben o no alcanzan a interpretar como el reflejo de
la Belleza increada del Principio. Además, viven
complacidos o atormentados en esos procesos laberínticos de
"creación" que no traspasan nunca los límites de su
individualidad, porque ignoran o niegan la fuente divina de toda
inspiración. Igualmente, desfilan por la pasarela algunos
grupos políticos nazis y de extrema derecha que han secuestrado
la palabra Agartha y otras ideas tradicionales de gran
trascendencia que se expresan en las páginas del manual,
arrancándolas de su contexto principial y desviándolas hacia
intereses mezquinos y partidistas, cuando no usándolas
como bandera para sus atrocidades y hasta utilizándolas para
invertir el sentido del mensaje tradicional, que para quien
aún no lo sepa, es siempre espiritual. Y por fin, en la cola
del "paseíllo", los más ruines, esos tradicionalistas apegados
a una literalidad que en muchas ocasiones ni siquiera
comprenden, que caen o se entregan (consciente o
inconscientemente) al servicio de las energías contratradicionales que
coadyuvan a la disolución de todo este mundo. Ésos, en
su furia contrainiciática, han embestido contra el Programa Agartha de forma canallesca, difamando a su promotor e
insultando a los otros participantes.
Pero no se espanten damas y caballeros dignos de
este trato; todo este patético desfile es pura evanescencia,
ilusión, farsa o parodia, y los restos de sus esfumaturas
terminarán por disiparse al ser vencidas inexorablemente por la
fuerza y la potencia del Espíritu.
Visto el error, que brille con rayos flamígeros el
contenido de esta didáctica configurada y expresada por
Federico González y un grupo de colaboradores, unidos entre sí
no por lazos personales o mundanos de cualquier índole,
sino intelectuales, esto es, por la participación unánime de
un mismo punto de vista, sagrado, el que confiere la
identificación con las ideas universales contenidas en la mente
divina. Es imprescindible entender esto: si se firma la
propiedad intelectual de este tratado que emite destellos del
Pensamiento de la deidad no es porque el transcriptor
humano crea haber inventado ni una sola de sus palabras o
ideas, sino porque haciéndose eco de ese mensaje
suprahumano, lo imprime con palabras para transmitirlo,
preservándolo, al hacerlo como una caña hueca, ante cualquier intento
de distorsión en los tiempos que nos ha tocado vivir, en los
que campa a sus anchas una visión totalmente profana y
descarnada y donde la inmensa mayoría de nuestros
conciudadanos movidos por la ambición, el fanatismo y la
ignorancia, intentan usurpar, plagiar y hasta torcer e invertir lo que
queda de auténticamente sagrado en su cultura o
civilización. El ser humano de espíritu tradicional jamás se ha
instituido propietario de la Ciencia Sagrada o de la Vía Simbólica;
lo que ha hecho es reconocer los códigos, ritmos,
proporciones, analogías y correspondencias de ese misterioso
despliegue del Ser Universal que es el símbolo por excelencia
del No-Ser o realidad metafísica. Si Pitágoras, Platón, Proclo
o Ficino fundaron y vivificaron escuelas de pensamiento
o academias, si establecieron centros espirituales, si
reactualizaron cada uno en su tiempo el mensaje de la Filosofía Perenne y fueron reconocidos por sus seguidores o
discípulos como símbolos del Principio y maestros o hierofantes
del sagrado arte de conocerse a sí mismo, no fue por sus
méritos individuales, ni por un egocentrismo o deseo de
culto idolátrico hacia su persona, sino porque cambiaron su
vida humana en divina, es decir, porque no pusieron
impedimento alguno a la "audición" intelectual, interna, certera y
directa de ese discurso que nace del Ser, de la Mente divina,
del Principio. Ello les configuró como portavoces fidedignos
del mensaje eterno, el cual difundieron y legaron a sus
descendientes, a ese círculo de iniciados e iniciadas que más
allá de los lazos de sangre o humanos se ha prolongado sin
interrupción hasta hoy.
En los albores del siglo XXI esta Introducción a la Ciencia
Sagrada (única en la literatura contemporánea de
Occidente) se alza como una ciudadela de la Doctrina; su escriba
y los hombres y mujeres que han penetrado su contenido
son las torres de defensa de esta construcción ideal; en
todos ellos queda depositado un saber inmemorial que al
encarnarse o experimentarse interiormente promueve la
regeneración del microcosmos y del macrocosmos –esto es,
del Universo–, la apertura de la conciencia a los estados
múltiples del ser sintetizados en el de Unidad, y también la
vivencia de la No-Dualidad. El material brindado es una
didáctica puesta por escrito (eso es lo que significa la
palabra programa), fruto ante todo de la experiencia y la
realización espiritual de quien atendiendo a las señales o llamada de
la deidad se entregó a protagonizar una gesta equiparable
a las auténticas y originales Olimpiadas en las que cada
participante se sometía libremente a una serie de
entrenamientos, pruebas, combates, encuentros, juegos estratégicos y
artes marciales vividos como símbolos y ritos facilitadores
de la conquista del trofeo, de la gran recompensa, que no
era sino la consecución del más alto anhelo de todo ser
humano, la fusión con el Principio Absoluto. Este proceso
existencial, que como dice Federico González en un poema
titulado Mayéutica consiste en "el tuteo reiterado con los
dioses realizado con simples intuiciones y el recuerdo de los
arquetipos aprendidos de la mente divina", se une a una
profunda investigación sobre los códigos simbólicos universales
y las cosmogonías expresadas por las diversas
civilizaciones. Todo este caudal de agua de vida emanada de la fuente
de inmortalidad se vertió sobre papel para hacerlo accesible
a las hembras y varones de Occidente interesados en
estos "juegos", configurando un método de trabajo
dinámico, vivo, para nada libresco y a la vez profundamente
arraigado en la literatura sapiencial, y que es susceptible de
aplicarse a la vida cotidiana.
Su diseño incluye bellas y sugerentes imágenes,
grabados o símbolos geométricos y jeroglíficos de la rica
iconografía hermética, armados en un corpus de enseñanzas
que inciden directamente sobre la materia prima del aprendiz,
o sea sobre el alma. Lo vertido en cada uno de sus
capítulos con un lenguaje cadencioso, ritmado, revelador y
significativo es simbólico y susceptible, como todo texto
tradicional, de cuatro niveles de lectura o profundidad. Se canta la
belleza y esplendor de la manifestación, pero también su
faceta rigurosa y restrictiva, conjugadas ambas en el
equilibrio y la armonía. La expresión en cada página es clara,
directa, nunca se presta a engaño, vapulea cuando es necesario
y pone nombre a errores y certezas.
El Programa es, pues, un puente entre lo natural y lo
supranatural, entre lo conocido y lo desconocido, entre lo
concreto y material y lo sutil y universal, reunido todo ello
en la unidad principial del Ser que es la palanca hacia lo
totalmente indeterminado e incondicionado de la región de
lo Infinito. También podría equipararse a una nave que
contiene los elementos y enseres imprescindibles para la
ardua y al mismo tiempo excelsa travesía de las aguas. O a un
arca que guarda el más preciado de los tesoros. O a una
mansión ideal, con muchas estancias, galerías, balcones y
terrazas, rodeada de jardines, fuentes, estatuas, glorietas, árboles,
flores, animales, setos y bosques frondosos habitados por
todas las entidades ctónicas y telúricas que se maridan
permanentemente con las angélicas o celestiales, todo ello
como símbolo de las diversas envolturas concéntricas de la
conciencia.
Y aun nos sugiere la constitución de una academia o
centro de enseñanza sin muros, ni bedeles, ni aulas físicas,
ni maestros apolillados, ni exámenes de promoción, sino
un colegio invisible en el que a través de cada capítulo del
tratado de enseñanza se profieren y transmiten los
conocimientos libres del tamiz de lo particular y donde los alumnos
los reciben y aprehenden en cualquier lugar en que
radiquen, ya sea en la cumbre de una montaña, tendidos sobre la
arena de la playa, navegando por el ancho mar,
adentrándose en la selva, viajando en ferrocarril, o bien estudiando
pacientemente en el pequeño gabinete de cada quien
ubicado en cualquier edificio de cualquier urbe o población del
planeta Tierra.
El contenido del Programa se articula en tres módulos,
I, II y III que van ofreciendo gradualmente las ayudas y
herramientas para el trabajo intelectual, o sea, para el
desbastado interno de las asperezas en aras a la purificación
del alma, la cual se va tornando semejante al Espíritu, o
mejor aún, recupera su transparencia de tal manera que es
atravesada sin impedimentos por la luz de la Verdad.
En el primer módulo se sientan las bases de la
enseñanza simbólica y analógica, con capítulos que adentran al
lector en el corazón del legado de la Tradición Hermética, que
ha transmitido a los hombres y mujeres de conocimiento de
Occidente las ideas perennes y universales de la
Cosmogonía, soporte de la experiencia metafísica. De este modo, tras
hacer hincapié en la función vehicular, instructora y
civilizadora de Hermes-Mercurio sobre todas las tierras
bañadas por el Mediterráneo y de clarificar la neta distinción entre
el sentido de lo esotérico y lo exotérico, de lo sagrado y lo
profano, se suceden acápites en los que se desgranan, nunca
de forma analítica sino sintética, los símbolos universales de
la Ciencia Sagrada, como son el círculo, la tríada, la rueda y
la cruz, la horizontal y la vertical, el corazón, la montaña y
la caverna, la piedra, el templo, el laberinto y el altar,
entre otros. Estos se entretejen con una introducción al Arbol de la Vida sefirótico de la Cábala judeo-cristiana, verdadero
pantáculo del universo y síntesis de todas las ciencias
cosmológicas que es presentado como un soporte fundamental
para la comprensión del orden del Cosmos. El Arbol de la Vida es un vehículo mágico-teúrgico por excelencia para todo
aquél interesado en la búsqueda interior y es el promotor del
ascenso por la escala de los mundos, lo que es análogo a
la apertura de estados de la conciencia aletargados en el
interior del aprendiz de alquimista que con su ayuda poco
a poco van despertando. Por cierto que la Alquimia es
rescatada desde las primeras páginas de este manual como lo
que siempre ha sido, la ciencia hermética que atesora las
claves para las transmutaciones y transformaciones interiores
cuyo sentido esencial-espiritual es ajeno a cualquier
especulación o práctica material o literal. De igual modo, se rechaza
todo intento de rebajar la Astrología a una rasante
descripción del firmamento o a una simple práctica para pronosticar
sucesos o acontecimientos influidos por los astros, y se
restituye con rigor su sentido más alto, a saber, el de
manifestar las proporciones, ritmos y ciclos del universo,
posibilitando el conocimiento de su trama y urdimbre y el acceso al
conocimiento de su constitución interna. Asimismo, en el
módulo I se ofrecen una serie de biografías sobre personajes
simbólicos de nuestra tradición (Hermes, Hércules,
Moisés, Pitágoras, Platón, Isis y las Musas) que nos introducen
en una metahistoria que se proyecta en la historia mítica y
cronológica. Son estos relatos ejemplares los que describen
el propio proceso interno que está llamado a realizar el
iniciado. Este primer bloque sienta los fundamentos para la
comprensión del significado de la Iniciación y tiene el poder
de vehicularla efectivamente, constituyendo todo él un
tratado hermético-alquímico-cabalístico cargado de influencias
espirituales.
En el módulo II, compuesto de 80 apartados, se
empieza a alzar este excelso edificio ideal. Se profundiza en el
estudio del Arbol cabalístico y se van estableciendo las
correspondencias de cada una de las 10 numeraciones o sefiroth que lo conforman con las diversas ciencias tradicionales
y otros códigos simbólicos, además de ofrecer unas
nociones sobre la lengua hebrea y su carácter vehicular y de
adentrarnos en la rica mitología cabalística. Igualmente, se
introducen los conceptos de una geografía e historia sagradas,
lo cual abre perspectivas amplísimas de aprehensión del
origen, sentido y desarrollo de las civilizaciones y
culturas como reflejo de una metahistoria. Se presentan todas las
artes liberales practicadas desde la antigüedad como
soporte del conocimiento cosmogónico (gramática, lógica,
retórica, aritmética, geometría, música y astronomía), y se sigue
con la investigación de otros símbolos universales, como
por ejemplo el nivel y la plomada, el compás y la escuadra,
la escala, la esvástica, la espada, el simbolismo vegetal y
animal, y más. De esta manera se va promoviendo en el
lector una visión mágica de la existencia, ya que se le pone en
contacto con esas realidades secretas e invisibles que moran
en su interioridad y que son las que modulan y mantienen
el orden universal. El nacimiento a este nuevo punto de
vista ubica al interesado en una posición central y lo convierte
en el protagonista de una aventura fuera de lo común, en
la que si son rectas y firmes sus intenciones y amparadas
siempre por la doctrina, harán de él un mago y artista en el
verdadero sentido de los términos, es decir, un
intermediario entre las energías celestes y telúricas, un conjugador de
las dos corrientes cósmicas y un cooperador de la obra
creacional.
No podemos dejar de destacar la presentación en este
módulo de otro modelo hermético, el juego del Tarot,
mandala vivo del Cosmos, despertador de la inteligencia,
desvelador de arcanos y ordenador de la conciencia; nada que ver
con el uso profano y predictivo que se hace de él hoy en día.
Por otra parte, no sólo en el módulo II sino también en el I y
III, se incorporan unos acápites titulados "Notas", los
cuales, huyendo de la erudición y de cualquier moralina o
elucubración, puntualizan con agudeza la naturaleza
espiritual de los trabajos a los que se nos convoca, los métodos
idóneos para efectivizarlos y las prácticas auxiliares.
También advierten de los riesgos que acechan al
aprendiz a lo largo de sus investigaciones y experiencias
(peligros que son tanto internos como del medio) así como
acerca de las confusiones a que podrían prestarse si no se
penetra su núcleo. Y sobre todo, dichas notas recuerdan de
manera siempre asombrosa, espontánea y con ejemplos
cotidianos, el único fin que persiguen todas estas labores y
esfuerzos, que como ya hemos repetido tienen que ver con la
realización espiritual y la aprehensión de lo que está más allá de
la Naturaleza.
El último y dilatado módulo III es como un
trampolín para saltar y proyectarse hacia lo alto. La Buena
Nueva anunciada y reiterada en las secciones anteriores se
potencia y extiende hasta límites insospechados. Si uno se ha
ido reconociendo en lo vertido en cada acápite, si las ideas
que se desvelan resuenan en el corazón y empiezan a
generar un nuevo caudal de visiones y perspectivas, ahora se
reafirman y entroncan con un hilo sutil que atraviesa tiempos
y geografías y que convoca, a modo de magnífico banquete,
a todos los seres que las han penetrado. A lo largo de casi
200 páginas se engarzan una serie de capítulos que dan
testimonio de la proyección de la Tradición Hermética en el
tiempo cronológico, aunque su origen se sitúe en el no-tiempo
o eterno presente, y se constata cómo desde su aparición en
el antiguo Egipto ese fluido sapiencial transmitido por el
dios Hermes ha ido irrigando toda la cuenca mediterránea,
siendo la causa fundacional de la cultura greco-latina, del
esplendor de la Alejandría de los primeros siglos de
nuestra era y de las nuevas formas que adopta la transmisión de
ese mensaje suprahumano durante la Edad Media y el
Renacimiento. Igualmente constituye el elixir o la savia que,
sin saberlo ya la mayoría de la población, ha hecho posible
la pervivencia de nuestra civilización, sorteando todas las
dificultades y acechanzas de los oscuros tiempos de la
Reforma y Contrarreforma y la descarnada negación de
todo valor tradicional de nuestra sociedad
mecánico-industrial-tecnológica.
La Introducción a la Ciencia Sagrada se hace eco de una inmensa bibliografía de autores herméticos, pero el
contenido de sus obras y tratados no se repite al pie de la letra,
sino que tras su asimilación intelectual se devuelve con nuevas
e inspiradas palabras. Todos estos personajes han sido en
cada período histórico alentadores de ideas fecundas y
generadoras, y aunque no podamos nombrarlos a todos por su
inmenso número, es justo mencionar a algunos
componentes de esa cadena áurea que el Programa
Agartha rescata del olvido, pues son los verdaderos protagonistas de la
historia sagrada que con su dedicación al estudio e investigación
en los ricos y variados modelos herméticos, con su entrega
incondicional al reclamo interno de la deidad, a la
meditación y la oración, y a una labor paciente, perseverante,
generosa y valiente, mantuvieron vivos y regeneraron todos esos
conocimientos y saberes perennes. Así, evocamos a los
míticos Hermes Trismegisto, Orfeo, Homero y Hesíodo; a
los sabios Pitágoras, Sócrates y Platón; y a filósofos, artistas,
alquimistas, médicos, astrólogos, matemáticos, magos,
teúrgos, escritores, guerreros, etc., tales como Cicerón,
Séneca, Ovidio, Horacio, Virgilio, Apuleyo, Alejandro Magno,
César Augusto, Jámblico, Euclides, Eratóstenes, Nicómaco
de Gerasa, Filón de Alejandría, Apolonio de Tiana, Plutarco
de Queronea, Plotino, Porfirio, Asclepigenia, Proclo,
Clemente de Alejandría, Orígenes, Dionisio Areopagita, Juliano el
Teúrgo, Horapolo, María la Hebrea, Zósimo de Panópolis,
Juan Escoto Erígena, Boecio, Alberto Magno, Miguel Psellos,
Juan de Salisbury, Teodorico y Bernardo de Chartres, Roger
Bacon, Alfonso X el Sabio, Hildegarda de Bingen, Alain de
Lille, Maestro Eckhart, Arnau de Vilanova, Ramón Llull,
Moisés de León, Abraham Abulafia, Nicolás Flamel,
Hortulano, Basilio Valentín, Dante, Nicolás de Cusa, el Cardenal
Bessarion, Giorgi, Ficino, Pico de la Mirándola, Giordano
Bruno, Reuchlin, Cornelio Agrippa, Guillermo Postel,
Paracelso, John Dee, Robert Fludd, Michael Maier, Valentín
Andreae, Khunrath, Ashmole, etc. hasta llegar al siglo XX, en el
que destaca de manera especial la síntesis de todas las
tradiciones efectuada por René Guénon, a lo cual añadimos en
pleno siglo XXI la gran labor de Federico González –aunque
no sea, lógicamente el único autor– en cuanto a la difusión
y revitalización de la Tradición Hermética. Algunos de
estos nombres permanecían adormecidos en nuestra memoria
por haberlos estudiado en las tristes e incompletas clases de
filosofía, historia o matemáticas; otros, aun y su
importantísima misión y testimonio, eran unos perfectos
desconocidos, ya que la historia oficial los había ocultado o
simplemente borrado del mapa. Hace muchos siglos que el canto a la
Verdad, al Espíritu, al Amor y la Belleza así como a la
posibilidad de conquistar la Suprema Identidad y la
Liberación molesta enormemente y es rechazado de plano, ya sea
por incomprensión, ignorancia o por una intencionada
aniquilación encabezada por los que han querido anteponer
sus deseos de grandeza y poder personal a las conquistas
espirituales. Muchos de aquellos sabios, hombres y mujeres
de ciencia y conocimiento, fueron perseguidos, cuando no
difamados, asesinados o arrinconados por los vanidosos,
orgullosos y mezquinos personajes influyentes que
ansiaban dominar ese mundo. Lo que dichos arrogantes ignoraban
es que todos esos varones y hembras (éstas últimas,
aunque citadas en menor número, también han tenido
funciones asignadas en el seno de la Tradición Hermética, en cuyo
espacio siempre se las ha considerado aptas para el
conocimiento y la experiencia intelectual y metafísica) que han
accedido al Colegio Invisible están vivos, pues la
identificación con lo que está más allá de todo condicionamiento y
determinación les confiere la inmortalidad, no en tanto que
individualidades, sino como Ser Universal uno y único.
Volviendo a otras facetas presentes en este módulo
III, destacamos los acápites dedicados a la Ciencia, el Arte,
la Magia y la Teúrgia, enseñanzas expuestas tal cual las
han entendido siempre las culturas tradicionales –vinculadas
a unos principios de orden superior de los que deriva
cualquier producción o manifestación secundaria–, y se las
diferencia nítidamente de las confusiones actuales en las que
la ciencia se reduce a una acumulación de datos empíricos
sobre parcelas cada vez más restringidas de la realidad
tangible, y donde el arte no es sino un reflejo de la disminuida,
si no enfermiza, mentalidad del ser humano
contemporáneo que se inmiscuye en unos procesos de pretendida
creación que dan rienda suelta a cualquier manía, obsesión, fobia
o cursilería. En este ámbito profano, la magia es
interpretada como una serie de supersticiones y manipulaciones
fenomenológicas para impresionar o dominar a estultos e
incautos. Y la posibilidad de la Teúrgia es desconocida. También
se incluyen apartados sintéticos sobre la vigencia y
realidad de la Tradición Unánime, corazón del que han surgido
todas las ramas tradicionales secundarias, incluidas las
que siguen vivas en nuestros días. Además, el Programa
ofrece una introducción a la tan desconocida doctrina de los
ciclos cósmicos, que sin embargo es fundamental para
comprender el desarrollo de los cielos, las estrellas, las galaxias, y
la vida de las humanidades y los mundos.
A sabiendas que es mucho lo que no alcanzamos a
expresar de la gran riqueza de conocimientos y posibilidades
de aprehensión que aporta esta didáctica, quisiéramos
añadir una cuestión fundamental, que se plantea y aclara desde
la primera página: la neta distinción entre la Iniciación y la
adscripción a una vía religiosa con sus dogmas, moral y
culto. Lo iniciático pertenece a un orden jerárquicamente
superior, y se refiere a la Unidad, la certeza y la Liberación; no se
trata nunca de un concurso de méritos para ganar un
Paraíso que nunca se alcanza, sino un camino jalonado por la
gracia, la revelación y la identidad. La senda religiosa es
siempre exotérica y mantiene a sus feligreses en una
dualidad insalvable; además, nunca es un requisito indispensable
ni un paso previo necesario antes de acceder a una vía de
Conocimiento, y su fin es limitado ya que no trasciende la
salvación individual.
Hemos realizado un recorrido muy breve sobre lo
que sería una lectura más o menos lineal del contenido del Programa Agartha. Pero lo cierto es que este material es
muy versátil y se presta a múltiples formas de aprehenderlo;
no en vano lo reconocemos como una producción de la rica
literatura hermética, que como sabemos se caracteriza por
su gran plasticidad y adaptación a los tiempos y a la
naturaleza de los seres a los que se dirige, aunque su mensaje
sea inmutable en esencia. Es por ello que llegado a un
cierto punto o tramo de su estudio, que unas veces nos es
sugerido por la propia didáctica y otras por las necesidades
que cada cual va descubriendo en su viaje, cabe retornar al
origen y releerlo bajo esa nueva perspectiva que se ha
ido abriendo en nuestro interior, lo cual da un carácter
circular y reiterativo a las investigaciones, o sea ritual, lo que
justamente promueve su profundización y, sobre todo, la
posibilidad de acceder a nuevos planos o estados de conciencia.
También podrían seleccionarse todos los acápites de
un mismo tema o ciencia, agruparlos y reseguirlos
prescindiendo del resto; sorprendentemente se descubrirá que
cualquiera de estos itinerarios, aunque con formas o
revestimientos exteriores diversos, conducen unánimemente al
conocimiento de las mismas realidades espirituales. Después, se
pueden establecer las correspondencias y concatenaciones
mágicas con las otras artes o ciencias, lo cual va generando una
nueva visión, un imaginario nunca entrevisto por nuestra
limitada mente que paradójicamente es un modelo del mundo tal
cual es y un paradigma de la verdadera realidad de las
cosas. Además de estas lecturas lineales y circulares, cada
capítulo en sí es susceptible de impulsar un viaje vertical
ascendente hacia las esferas más sutiles y sublimes de la conciencia,
y propicia que seamos penetrados por el rayo del Intelecto
divino para fusionarnos en la unidad del Ser percatándonos
de que todo es en un instante siempre presente y actual.
Es evidente, pues, que este Programa no tiene nada
que ver con las intenciones y los métodos empleados por
cualquiera de las innumerables sectas que aparecen por
doquier, las cuales, tras atraer y capturar a la presa le hacen un
lavado de cerebro, le aniquilan todo atisbo de conciencia y
le inyectan el veneno de una nueva programación en el
sentido invertido del término, es decir, el de inculcar más o
menos sutilmente un sistema de normas, leyes, conductas,
preceptos, dogmas e ideologías rígidas y castrantes,
haciendo uso incluso de las más viles vejaciones, maltratos y
manipulaciones para ir generando hombres y mujeres desvalidos
y capturados en los estados más inferiores del ser, los
infernales; o sea, individuos dependientes, limitados y
arrastrados por un capo ansioso de poder que se erige en jefe
indiscutible de la cuadrilla y que les cierra, y se cierra a sí
mismo, la intelección de los estados celestes.
El Programa Agartha es totalmente ajeno a este fraude.
Su propósito y alcance es de otro orden. Lo que ahora
proclamamos son frutos madurados tras laborar intensamente
con este valioso material durante largo tiempo. No son
especulaciones, metáforas o alegorías que mantienen siempre
un punto de vista dual y dividido, sino vivencias de la unidad
a distintos niveles. Ante todo reiteraremos que tal
didáctica fomenta el despertar de la conciencia. Abre la puerta del
intelecto. Los que deciden cruzar el umbral de la dorada
portada del Programa haciendo uso de su libre albedrío
vislumbran una nueva manera de aprehender la existencia.
Este gesto es siempre solitario. Una entrega interna y secreta.
No hay un guardia que obligue a dar el paso ni que vigile
policialmente cada vuelta de página. El único compromiso es
el de cada quien consigo mismo en la tarea de
autoconocimiento, la cual va mucho más allá de los límites de la
individualidad. Penetrar el significado de esta enseñanza incluye
primero morir a una mentalidad profana inculcada por
un mundo desacralizado; y acto seguido, aprender todo de
nuevo. Tarea nada fácil, más bien heroica y titánica.
Reconocer el error y la ignorancia en que uno se ha sumido por
años. Dejar de creerse cualquier cuento, como que el
fundamento y motor de la civilización es material, que el hombre
procede del mono, que el Espíritu y los dioses son un invento
del ser humano y que ya no están de moda, que el bien
supremo es el dinero, que lo único real es el individuo y su vida
efímera con sus estados de ánimo siempre volubles, que el
progreso es indefinido, que los avances tecnológicos son
sinónimo de una mayor inteligencia de la humanidad, que
el espíritu y el alma son lo mismo, que los mundos
invisibles no existen, que bla, bla, bla.
Aquí se trata de pensar por uno mismo, lo cual no es
sinónimo de fantasear, ni de imaginar puerilidades o
tonterías, ni tragarse el rollo particular de cualquier
iluminado, sino de dejar que aflore en el centro de cada cual el
Pensamiento de la deidad. Lo que se manifiesta y acredita es
verdadero y tiene que ver con la Iniciación, con la entrada
en una vía de Conocimiento y la vinculación a una cadena
espiritual que ha llegado incólume hasta la actualidad. La
Tradición Hermética ha atesorado varias vías de transmisión
y efectivización de la Iniciación. Una de ellas es entrar en
la organización iniciática que queda viva en Occidente, la
Masonería, y apoyarse en su rico caudal mítico y simbólico
para realizarse espiritualmente; opción que no hay que
desestimar, pero eso sí, estando muy atento al espíritu con el
que trabaja la Logia a cuya puerta uno decide llamar. Otra
posibilidad es la Iniciación solitaria espontánea y la
vehiculada a través de soportes como libros o escritos sintetizadores
de ideas-fuerza, verdaderamente actuantes si uno logra
conectar e identificarse con el punto de vista que expresan.
Tal es lo que promueve el Programa
Agartha: la transmisión de una influencia espiritual que al ser recibida en
la copa vacía del corazón del que ha buscado con sinceridad
y cordura, le da la oportunidad de comenzar un proceso
interno y gradual que restituye la conciencia plena del Ser
Universal y la conquista de la Libertad de la que goza el
Principio Absoluto, si así pudiera decirse. Se requiere de una
entrega valiente, sin condiciones, y de mucha paciencia y
perseverancia. El estado individual humano es el punto de
partida de este viaje. Nunca se pretende su aniquilación o
negación sino su transmutación. Se visita el interior de la Tierra,
esto es, los estados inferiores de la conciencia; se identifican
los prejuicios, los apegos, manías, fobias, obsesiones y
adherencias, y se rectifica. A partir de aquí se otea un camino de
largo estudio. Pero el convite se lo merece por su
excepcionalidad. Se trata de participar activamente en el festejo que hará
conocer el Todo que es Uno y el Uno que es Todo. O dicho
de otra forma: identificarse con el Ser único que contiene
indefinidos estados –siendo el humano uno de ellos–, el cual
juega a conocerse a sí mismo a través de sus producciones.
Hay un Principio inmutable e indivisible que todo lo
contiene y que en su despliegue aparente genera el Cosmos.
La cosmogonía es la expresión de este orden, sintetizado en
los diez primeros números. El Uno, siendo increado, lo
genera todo y es inmanente en los mundos y seres que los
pueblan. El iniciado en estos misterios realiza el camino
contracorriente desde lo múltiple, material y concreto, pasando
por el mundo de las Formaciones sutiles y el de la Creación
universal hasta la Unidad del Ser. De la periferia del círculo
al centro, que asimismo es su origen. Del Cuerpo al Espíritu
a través del Anima mundi.
Tiene el Alma una faceta individual y otra universal.
Todas las transmutaciones y transformaciones acontecen
en estos dos planos intermediarios del Alma. Los dioses,
númenes o hados son las energías-fuerza que expresan las
facetas del Uno, las cuales, en su latido mantenido por el
ser humano consciente, conforman y renuevan el discurso
del universo. No unos personajes más o menos
antropomórficos que van volando por ahí fuera, sino entidades vivas
dentro de cada hombre y mujer, sólo que actualmente
muy adormecidas; pero basta con nombrarlas, y despiertan.
En adelante, se las invoca constantemente para ser lo que
simbolizan. Y poder vivir así en la propia piel sus lances,
raptos, luchas, pérdidas, amores, muertes y renacimientos.
Con este rito permanente de instalación en el tiempo mítico
el ser humano mantiene vivo el Cosmos y lo completa.
En esta aventura se experimenta la certeza. Es el
Intelecto divino el que va abriendo los pétalos de la conciencia.
La razón humana es claramente insuficiente. La guía
infalible de todo este proceso es la doctrina revelada, aquí en
Occidente, por esa entidad numénica llamada Hermes o
Mercurio. El alado mensajero, psicopompo y hermeneuta, curandero de cuerpos y almas y conductor del peregrino que se
dirige al Paraíso o Ciudad Celeste. Las herramientas para el
trabajo son las de la Ciencia Sagrada que este Programa
sintetiza de forma magistral. El símbolo y el mito. Hay un plan
ordenado, pero no rígido, que promueve el ascenso por la
escala cósmica manifestada por el Arbol de la Vida cabalístico.
Estudiar las artes de la palabra y del número. Los sonidos,
las letras y los nombres, la aritmética, las formas
geométricas planas y volumétricas tienen un sentido cualitativo y
expresan ideas de gran poder. Y de ello nos da noticia el Programa Agartha.
Se trata de operar sin prisa pero sin pausa con la
alquimia espiritual y practicar el verdadero arte, que siempre
es un rito. Sortear muchos peligros, incluso perderse por
momentos, pero seguir firmes el sutil sendero que asciende
por las gradas invisibles de la conciencia. Apoyarnos en la
auténtica ciencia. Y sobre todo, amar la sabiduría, que es
la contemplación de lo divino.
Todo es aquí y ahora; hay que romper la idea de un
tiempo lineal que progresa indefinidamente, y acompasarse
al cíclico o circular, penetrando simultáneamente en el no
tiempo o tiempo mítico sin devenir: el eterno presente.
Atravesar el laberinto del alma inferior que en realidad es un
dédalo; el hilo de Ariadna, o sea la doctrina, conduce
inexorablemente al centro. Se alcanza el estado de Hombre
Verdadero. Pero no hay que conformarse con lo conocido. Por
encima, o más adentro del centro del estado humano, se
desvela el mundo del alma superior. Queda mucho trayecto;
desprenderse de todo lo que aún pueda decirse que es
algo, por sutil o tenue que sea. Transitar por los estados
supraindividuales y universales, que todavía están
determinados. Dirigir todo el fuego interno a su conquista. Volar con
el pensamiento a esas esferas interiores de la conciencia
sin dejar de apoyar nunca los pies en el suelo. Remontar el
eje diamantino del mundo. Meditar. Vivir toda la
existencia como un símbolo en acción, lo que es ritmarse al
dictado del compás cósmico. Encarnar toda esta comprensión en
la vida cotidiana. Despertarse, comer, pasear, trabajar,
dormir, amar, soñar, hablar, construir, transformar, escuchar, orar
y estudiar, todo es un rito para vivificar el latido del
corazón del mundo. A veces el viaje espiritual se realiza sin
moverse del lugar, otras requiere emprender grandes travesías o
peregrinajes. Pero, ¡atención!, lo que en un tramo del
trayecto es un soporte, en el siguiente puede ser un gran escollo.
No hay normas fijas, esto no es un sistema.
Conocer es recordar lo sabido desde siempre.
Reminiscencia, anamnesis y mayéutica. El "mi", el "yo", "lo mío y
lo tuyo" se borra en la conciencia del Sí mismo. Rupturas
de nivel, saltos cualitativos de la conciencia. Velos cada vez
más tenues. Concentrarse. Callar. Orar, que no es pedir o
dar, acciones siempre duales, sino incantar y ser lo cantado.
Escuchar la música de las esferas. Invocar a Kether en Atsiluth y a todos los intermediarios divinos: Hokhmah, Binah, Hesed, Gueburah, Tifereth, Netsah, Hod, Yesod y Malkhuth. Investigar las relaciones simpáticas entre los órdenes de la
existencia. Practicar la Magia y la Teúrgia: atraer los efluvios
celestes hacia la Tierra y promover su movimiento
complementario, el ascenso a las esferas celestes. Asombrarse de la
simplicidad y complejidad del Ser. La Vía Simbólica es
inagotable, abre posibilidades de investigación ilimitadas y
siempre aporta ganancias. El fruto es la Identidad, identificarse
plenamente con el Ser y su Principio. No desfallecer ante
las dificultades, dejarse fluir pero sin bajar la guardia. La
Gracia se derrama cuando quiere y donde quiere, mas ello
no exime al guerrero de la lucha mantenida. Se realizan las
conquistas más altas y profundas. El Ser en sí mismo. El
Estado de Unidad. Pero a cada paso se recuerda que la meta
incluso lo trasciende; es la metafísica, la experiencia de lo
Infinito, de lo que ya no está determinado ni condicionado
por nada. ¡La inmortalidad liberadora! "Quien cruza el
umbral guarda en silencio el Secreto de algo que se revela en su
conciencia, pero que no se manifiesta de modo ordinario.
Bienvenidos a la certeza y a los Grandes Misterios."
(Programa Agartha, p. 476).
El amante de la Sabiduría que ha tenido la fortuna de
nacer a la intelección de esta Introducción a la Ciencia
Sagrada siempre trabaja solo, en su fuero interno, mansión utópica
o ciudadela celeste. Pero en su magna andanza descubre
que hay compañeros de viaje. Todos peregrinan hacia ese
fin único que es posible experimentar en este instante. Se
reconocen entre sí como los habitantes de Agartha, la ciudad mítica escondida en la caverna de la montaña, análoga al
corazón humano, lugar de residencia del Principio. Un
centro espiritual que en los tiempos crepusculares que
vivimos ampara la doctrina y la protege del adversario, al
mismo tiempo que se erige como foco de su transmisión a
quien aún aspire a encarnarla con aplomo. De ahí el nombre
de este Programa. Agartha es una edificación ideal, un
mundo utópico que se alza más allá de las coordenadas
espacio-temporales, lo cual no le quita ni un ápice de realidad. Como
en todas las enseñanzas auténticas, en su seno o matriz se
fecunda, genera, alumbra, nutre, desarrolla, mata y regenera
a todos los iniciados que se entregan a la efectivización de
ser todo lo que es, y que simultáneamente vivencian lo
Infinito. Un ámbito en el que se pueden penetrar y explorar esos
otros planos invisibles, intangibles, inasibles pero poblados de
las ideas verdaderas que recrean al Cosmos. Los integrantes
de esta utopía no tienen por qué reunirse físicamente,
muchos de ellos no se conocen personalmente, ni tan siquiera
pertenecen al mismo periodo del devenir temporal. Su punto
de encuentro se "ubica" en el no tiempo, el eterno presente en
el que todo es simultáneo y donde queda borrada
cualquier traza de algo que pudiera decirse que es otro, ya que no
hay otro sino el Uno revelándose (o conociéndose) a sí mismo
a través de su despliegue jerárquico poblado de númenes,
a saber, demonios, démones, ángeles, arcángeles,
principados, virtudes, potestades, dominaciones, tronos, querubines y
serafines; y en la posición central de todo el cortejo, el ser
humano haciendo consciente toda esta circulación misteriosa.
Agartha no integra, por tanto, una comunidad
humana que comparte un plano horizontal y que se religa por
sentimientos, gustos, modas, afinidades o deseos, siempre
efímeros y cambiantes, que tan pronto aglutinan como
dividen, sino que constituye una entidad espiritual
intemporal de gran vigor anclada en el eje vertical del mundo e
imbuida del poder del Principio inafectado por cualquier
contingencia. Un lazo indestructible la une, el Amor, la
atracción que ese Principio ejerce sobre todos los órdenes de la
manifestación. Esto hace de Agartha un castillo inexpugnable
e inviolable, porque siendo su "rey" el Espíritu eterno,
todos los moradores que se han fundido en su esencia
comparten la certeza de su supremacía e inmortalidad. Los aliados
de las fuerzas contrainiciáticas o de las energías
infrahumanas son tan legos que aún confían dominar el mundo
(¿qué mundo?) con su limitado y perentorio ímpetu. Tales
entidades ocupan un ínfimo lugar en la escala cósmica, y
desvinculadas como están del Principio, se vanaglorian y
engríen, de tal manera que con la estrategia del engaño, la mentira
y la parodia creen convertirse en las dueñas de toda la
existencia, mientras que su poderío se limita a un ámbito
muy estrecho y reducido, y lo único a lo que alcanzan es a
sembrar momentáneamente el horror, las sombras y la
desolación. ¡Las puertas del cielo siempre les estarán
cerradas! Nunca contarán con las huestes celestiales como aliadas.
Y perecerán, como todo lo que nace.
Los habitantes de Agartha conocen las fuerzas que
atraviesan el Cosmos, saben su poder y alcance; han
abandonado su ilusoria existencia individual para ritmarse al son
de todas esas energías, e identifican con precisión las más
inferiores o infrahumanas. El que mora en Agartha tiene la posibilidad de traspasar los límites de la vida y de la muerte,
y de identificarse con lo Eterno. Sabe que el cielo y la
tierra pasarán, que incluso el Ser es sólo un símbolo, pero
que nada ni nadie puede acabar con lo que nunca ha
comenzado ni finalizará.
En todas las tradiciones se han levantado
arquitecturas del pensamiento como la representada ahora por el Programa Agartha, para expresar cuestiones tan fuera de lo
común, milagrosas, las cuales encuentran en el lenguaje
simbólico el único medio para transmitirse. Esas construcciones
son equiparadas a la Utopía, género que a lo largo del tiempo
se ha apoyado en diversos códigos para proyectar esos
mundos y hacerlos accesibles a los seres humanos
perspicaces. Desde la descripción de la mítica isla primordial,
símbolo del Centro supremo del que han derivado todas las
ramas tradicionales con sus centros espirituales secundarios,
pasando por la interpretación de toda civilización como el
reflejo sobre la tierra del orden celeste, así como la
fundación de ciudades en las que hombres y mujeres viven
inspirados por las gestas de los dioses ritualizando toda su
existencia conforme al plan de la deidad, o el diseño de centros de
enseñanza o academias en las que se enseña y aprehende
la cosmogonía, etc., siempre ha habido paradigmas del
misterioso despliegue del Ser; a todo ello debemos añadir el
alzado de castillos, palacios, villas o casas, e incluso de
cabañas, así como el trazado de jardines, parques, teatros o
anfiteatros, estadios y recintos mágico-teúrgicos donde acontece
la experiencia de lo extraordinario y se promueve el acceso
a esa realidad otra. Pero no sólo consideramos como
utopías esas sociedades ideales ubicadas en enclaves altamente
significativos, con sus habitáculos, órganos de gobierno,
códigos legislativos y jurídicos, planes educativos, formas
de comportamiento y modos de ser sustentados en las
energías arquetípicas, sino también los proyectos que revelan
ese mismo plan meditado por la mente del gran Arquitecto
a través de otros códigos más sintéticos como son el
numérico y el de la palabra, ya sea oral o escrita. Al primer
caso pertenecerían todos los tratados de aritmosofía y
geometría grabados a lo largo de la historia por sabios matemáticos
y geómetras, así como los de arquitectura, la confección
de cuadrados mágicos y la práctica con todas estas
herramientas. En cuanto a la palabra, figura en primer lugar la
revelación de los abecedarios sagrados gracias a los cuales,
combinando, relacionando, y estableciendo
correspondencias analógicas se nombra todo lo que puede ser nombrado,
modulándose discursos evocativos de todos esos mundos
invisibles coexistentes en la Utopía; tal es el caso de todos
los relatos mitológicos y los cuentos infantiles, fábulas y
leyendas, así como el refranero popular. Aquí también
debemos citar lo que representaron obras aparecidas en el seno de
la Tradición Hermética como por ejemplo el Corpus Hermeticum, atribuido a Hermes Trismegisto, o La República de Platón junto con el resto de su
obra, La Divina Comedia de Dante, Utopía de Tomás Moro, La Ciudad del Sol de Campanella, los Manifiestos Rosa-Cruz de Andreae, los Diálogos de
Amor de León Hebreo, La Ciudad de las Damas de Cristina de Pizán, El sueño de Polífilo de Colonna, así como la poesía
inspirada de todos los tiempos, empezando por los Himnos Orficos y los Homéricos, los Poemas
Hesiódicos, etc. Además, también agregaremos lo transmitido mediante el arte de
la iluminación, del dibujo, la pintura y el grabado gracias a
la mano de diestros artistas y artesanos que han plasmado
de este modo mundos increíbles, de una belleza
arrebatadora o de un espanto aterrador; y las composiciones
musicales, teatrales, cantos, coros, danzas e interpretaciones que
combinan todas estas facetas y que remontan tanto al
ejecutante como al espectador a una historia mítica donde conocedor
y conocido se fusionan en el acto de conocer. ¡Ah, y todos
esos viajes y exploraciones a parajes desconocidos o
indómitos que sucediendo en el plano horizontal histórico eran
reflejo del viaje iniciático vertical y del acceso a las comarcas y
regiones secretas del alma!
El Programa Agartha se hace eco de estas indefinidas
expresiones de lo prodigioso, las concatena e
interrelaciona mágicamente, las rescata del olvido y las transmite
imbuidas de una nueva savia, generando un tejido
tridimensional que configura una nueva y revolucionaria Utopía, actual,
y accesible al ser humano de este fin de ciclo cósmico. Un
Programa para aprender a leer en el Libro de la Vida,
deletreando primero con torpeza en sus páginas, leyendo después
con soltura, hasta devenir el escriba que se suma a la
representación inacabada del Cosmos, no de forma mimética,
sino aportando toda la chispa de una obra encarnada, que
late, respira, se contrae y expande al son de la vibración
surgida del Origen-Fin y que es el plano de reflexión de la
realidad desnuda de todo límite.
Agartha se deja encontrar por el que busca
abandonando sus egos. Agartha acoge el reducto de la esencia de la
Tradición Occidental. Custodia el Secreto. Expulsa el error y
la ignorancia. Manifiesta lo que del Misterio puede ser
revelado. |