SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis


René Guénon con sus hijas, c. 1950


GUENON EN LA OBRA DE FEDERICO GONZALEZ
MARC GARCIA

La obra de Federico González es una memoria viva de la Tradición de Occidente. Dicha obra, que festejamos con alegría junto con los demás colaboradores de SYMBOLOS en este volumen dedicado a las celebraciones, constituye un vasto magisterio que ha utilizado múltiples vehículos y formas para transmitir la doctrina tradicional de una manera cabal y comprensible por los hombres y las mujeres de nuestros días, al objeto de que éstos reconozcamos la convocatoria interna e indelegable a una aventura teúrgica bajo los auspicios de la bóveda celeste en pos de nuestra verdadera identidad, la cual se encuentra más allá, mucho más allá del yo aparente que vive confinado en el dominio de lo individual y lo convenido, y también del Cosmos. Como el mercurio, que se adapta a la forma del continente que lo envuelve conservando su calidad de plata viva, y con la agilidad propia del mensajero alado, Federico ha recorrido durante más de treinta años muchos lugares de Europa y de América para anunciar a quien ha querido escucharle, de maneras muy variadas en su formato (conferencias, cursos, artículos, libros, programas radiofónicos, entrevistas televisadas, webs, etc.) y unánimes en su contenido, que en lo más íntimo de esta nuestra civilización, cada vez más semejante a un cuerpo sin alma cuyo rostro se está quedando congelado con un rictus horrible, aún late viva la Tradición Hermética; que esta rama del gran tronco de la Tradición Unánime es una enseñanza doctrinal revelada por la deidad en su faceta intermediaria e instructora de los seres humanos (Thot-Hermes-Mercurio en el ámbito mediterráneo) y ha sido codificada de una manera especialmente apta para la naturaleza individual de quienes hemos venido al ser en las orillas del Mare Nostrum y allende las columnas de Hércules durante el Kali Yuga; que cabe penetrar dicha enseñanza, a la que la Antigüedad grecorromana llamó Misterios, por medio de los símbolos revelados que constituyen su lenguaje; y que es posible la iniciación efectiva en los Misterios, esto es, realizar (= hacer real) el Conocimiento transitando por todos los estados del Ser hasta la liberación de toda determinación cosmológica y ontológica en el camino de vuelta al Absoluto del que nada emana más que ilusoriamente.

La obra de Federico González no es una 'obra de autor'. El escritor latinoamericano se ha constituido en un cilindro hueco a través del cual fluye lo que la deidad revela permanentemente sin añadir nada de orden individual ni detraer lo más mínimo de lo recibido. El hálito insonoro que se vierte en el interior de una flauta produce, al circular por su interior, un sonido, una nota afinada en una tonalidad que es reconocida por el oído humano y por medio de la cual se puede concebir en el pensamiento la idea musical así como la del silencio que contiene a todas las notas en potencia. De igual modo, el magisterio oral y escrito de Federico es una expresión concreta y colorida de la Tradición Hermética que se ofrece como soporte de meditación para ser atravesado y viajar con el pensamiento hasta la región etérea en que las letras arquetípicas son acuñadas, y aun más allá. No hay texto del escritor o exposición oral suya que no hayamos experimentado, conforme a su propósito, como un trampolín hacia lo alto, puesto que toda su obra constituye, en verdad, una crónica de lo divino transcrita por un testigo de excepción que nos invita permanentemente a sumarnos a la contemplación sin intermediarios de la Maravilla de las Maravillas. De esta manera, reivindicar que un escrito o una charla 'es de Federico González' no tiene nada que ver con una acotación académica de que el tema en cuestión está tratado bajo una óptica individual particular, sino todo lo contrario. No hay individualidad en su enseñanza, sino transmisión cristalina de todo lo recibido y experimentado al unísono por todos aquellos que se han sumado a la cadena áurea gracias a la cual ha llegado hasta nuestros días la memoria de lo que verdaderamente somos y el recuerdo de que, por encima de todo, no-somos. De este modo, Federico cita y remite en sus trabajos a quienes como él han sido transmisores fidedignos de la Tradición y de la doctrina metafísica, no como el ensayista que enuncia por razones de ortodoxia compositiva los préstamos literarios efectuados sino como el maestro verdadero que se afana en poner todos los soportes de conocimiento posibles al alcance del discípulo que ha emprendido su viaje bajo las estrellas.

Guénon en el corazón
Escribe Federico González en el proemio de su libro Esoterismo siglo XXI. En torno a René Guénon:

Muchos pensamos que el representante más autorizado de la Ciencia Sagrada en Occidente para este tiempo (aunque hay igualmente otros autores de la misma auténticos) es René Guénon; y su obra, que toca pluralidad de ámbitos, el testimonio sintético y global de esta Ciencia en este momento por el que atraviesa la Civilización Occidental que muchos esoteristas equiparan a un Fin de Ciclo.1

Esoterismo siglo XXI es un libro doctrinal que ubica al buscador en un espacio de coordenadas sagradas atravesado por vías iniciáticas mediante las cuales puede acceder a su verdadero destino como ser humano pero que también está plagado de imposturas pseudoiniciáticas y violencias contratradicionales. Su autor denuncia a "la enorme masa de personalidades, células, y finalmente sectas, que pululan alrededor de la Ciencia Sagrada, desvirtuándola, y que han traído la confusión, el caos y el error propios de la oscuridad de todo eón que termina"2, retrata con nombres y apellidos a aquellos que desde un púlpito caído o un tipi falsificado confunden y hacen confundir a la religión con la metafísica, y subraya el alcance metafísico de la Tradición aclarando al mismo tiempo que lo exotérico y lo religioso es completamente prescindible en el camino esotérico hacia la Suprema Identidad, la conjunción del Ser o Cosmos y del No-Ser o Absoluto que se experimenta como un estado de conciencia al cabo del viaje iniciático. En Esoterismo siglo XXI, valiosísimo libro de ruta para navegar en pos del Conocimiento por las aguas turbulentas del fin de ciclo, también se identifica a "los poquísimos grupos e individualidades serias y de tipo iniciático que trabajan en Occidente"3. Con respecto a ello, resulta muy significativo que uno de los capítulos centrales del libro se titule "Guénon en el corazón"4, y también que más de la mitad de dicho acápite esté ocupado por citas del metafísico francés acerca de la distinción entre el Ser y el No-Ser. La obra de Guénon se halla en el corazón de la obra de Federico González en tanto que referencia doctrinal y guía intelectual, y a ella se refiere el autor latinoamericano de este modo:

Para quienes Guénon ha sido un guía intelectual que los ha introducido en el mundo del Conocimiento, su obra y la figura que la produjo son verdaderamente providenciales. El encuentro con Guénon les ha permitido evadir la senda oscura –tal cual Dante relata en el comienzo de la Divina Comedia– y vincularse a una luz duradera en el recorrido de su destino y por lo tanto el agradecimiento subsecuente es de rigor entre aquéllos que han vivido la experiencia de su pensamiento.5

Por lo que asumiendo esta posibilidad de hablar en plural es que me permito expresar cierto tipo de vivencias que suponemos de muchos lectores de Guénon, aunque sus formas pueden haber sido –y seguir siendo– diferentes. En primer lugar queremos destacar como rasgo distintivo de su obra esa exactitud en la expresión, esa claridad conceptual, que se entrevé explícita pese a la frase larga, las subsidiarias, las notas, lo cual nos obliga a reparar en lo que se dice, a volver a leer, a tratar de comprender –ya que previamente hemos tenido una suerte de pequeñas "revelaciones" que nos obligan a insistir en el texto y por cierto en las llamadas a pie de página–. Por otra parte están las constantes relaciones que permanentemente ofrece al lector, al que de una u otra manera se le despierta una especie de "reminiscencia", respecto a multitud de imágenes que no recordaba, pero que formaban parte de su bagaje cultural y personal; lo que, sin duda, promueve en el interesado, a su vez, multitud de analogías. Anotaremos que, en muchos casos, esa exactitud es capaz de producir un serio rigor intelectual en la búsqueda de sus lectores; en cuanto a la "reminiscencia" y la analogía, el campo riquísimo que se nos abre es ciertamente lo más verdaderamente Universal que hayamos conocido.6

Y continúa:

Otra cosa es remarcable: tras haber leído sus textos después de años (en este cincuenta aniversario de su desaparición), permanecen todavía no sólo las ideas, sino las palabras con que están formuladas, y basta una relectura para percibir la cadencia extraordinaria del discurso, que responde a la estructura con que se constituye su obra, y que se prolonga de estudio en estudio, de capítulo en capítulo, de libro a libro. Pero lo que fue fundamental para muchos de nosotros, lo constituyó la idea de lo que el símbolo verdaderamente representa y el valor que se desprende de esa concepción, que por otra parte es aquello que lo legitimiza como transmisor, y le otorga su auténtica función. Igualmente la relación de los distintos símbolos entre sí, constituyendo códigos completos de conocimiento y aperturas que se van despertando mientras se avanza en los trabajos y se estudian –y comprenden– al encarar las distintas formas en que se manifiesta el Ser universal, a través de distintas culturas, o de experiencias que se pueden deducir de modo analógico y que están al alcance –configuran el entorno– de cualquier ser humano contemporáneo. Estas correspondencias entre cultura y cultura, mito y mito, diferentes lenguas, etc., son características de Guénon, que maneja y desarrolla distintas simbólicas, incluso alejadas en el tiempo y el espacio, entrelazando imágenes que terminan convirtiendo en un lenguaje propio el vehículo de las ideas de lo que él llamó la Ciencia Sagrada. Como bien se ha dicho: la inteligencia brilla con lo que la refleja.7

Precisamente, lo que advierte el lector sincero en los libros de René Guénon y de Federico González es esto último: el brillo del rayo intelectual vertical que se refleja en el ámbito horizontal del devenir macro- y microcósmico y alumbra en la conciencia la actualidad permanente de lo principial. El eje de luz que emana del Principio y religa todos los mundos ensarta el plano de nuestra existencia por su centro; y ese punto, que la Tradición señala como el lugar en que se halla apoyada la escala que conduce más allá del Cosmos, es la puerta de salida de la individualidad que debemos conquistar desatando una batalla interior.

René Guénon y Federico González tratan unánimemente de estos temas, o más propiamente, del tema único que configura sus escritos: la Metafísica y sus múltiples aplicaciones al ámbito del Ser y del Cosmos, y la Cosmogonía como símbolo y vehículo para acceder al Conocimiento integral del Ser y transitar a la absoluta no-dualidad de lo Totalmente Incognoscible. Uno y otro autor afirman la posibilidad de la realización metafísica a través de las vías iniciáticas propias de las distintas formas tradicionales, a las que reconocen como ramas de una misma Tradición Unánime, y glosan símbolos fundamentales de diversas tradiciones invitando al lector a penetrar su verdadero significado mediante la intuición intelectual, facultad suprahumana de conocimiento que hay que despertar para llegar a ser uno con lo conocido. Tanto Guénon como Federico reconocen la posibilidad de la iniciación en el seno de las poquísimas organizaciones iniciáticas que han subsistido hasta la actualidad –en Occidente, la Masonería y el Compañerazgo– pese a su evidente disminución intelectual, y de la iniciación solitaria en un mundo que ha visto agotarse casi por completo las vías rituales de iniciación en los Misterios, no sin advertir las grandes dificultades que ésta entraña; y dan cuenta de las razones de tipo cíclico del actual estado de desorden y desolación del mundo, el cual es aprovechado por las fuerzas antitradicionales y contrainiciáticas, con arreglo al papel que les ha sido asignado por la deidad, para propagar el error y precipitar la disolución final en el último acto del drama cósmico que protagoniza la humanidad actual. René Guénon y Federico González han sido –también por designio de la deidad– puntas de lanza en la identificación y denuncia de la labor de esas energías oscuras e invertidas, y han sufrido por ello múltiples ataques de sus representantes en forma de denigraciones públicas y de embates en ámbitos sutiles8. Con los parámetros del mundo profano, donde se mide el éxito de una empresa por sus logros cuantitativos, ambos autores –como anteriormente Pico de la Mirandola, Giordano Bruno y tantos otros hombres de conocimiento que han vivificado a la Tradición de Occidente– son unos perdedores cuyo mensaje ha influenciado a lo sumo a unos miles de ciudadanos pero no ha tenido repercusiones visibles en el ámbito sociopolítico9. Mas los iniciados de la Tradición Hermética saben bien que la obra de René Guénon y de Federico González es, en el ámbito de lo sagrado, una razón –y no menor– por la cual nuestro mundo continúa aún vivo10.

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Abriendo puertas
El panorama cultural contemporáneo está trufado de individualidades y grupos que han conectado con la cadena tradicional pero que, no siendo capaces de trascender la literalidad de la doctrina, la distorsionan y transmiten falseadamente. Las interpretaciones de estos supuestos intelectuales, devoradores de volúmenes y más volúmenes sin poder comprender nada del auténtico significado de lo que en ellos está escrito, han devenido sistemas de pensamiento desviado y autista que han acabado por incitar movimientos opuestos a la Tradición a la que se declaran afiliados, cuando no crímenes horribles. Baste con citar al integrismo católico, excrecencia de una tradición cristiana reducida a poco más que un código exotérico de conducta, o el wahabismo, lectura rigorista del islam en nombre de la cual se afirma que el masacrado de cristianos da puntos para un viaje al cielo. No es de extrañar, pues, que la obra de René Guénon también haya sido pasto de falsos exegetas que aunque han llegado a aprendérsela de memoria –y quizás puedan recitarla de pe a pa– la han interpretado torticeramente de manera ajena al contexto y al propósito con que fue escrita, concluyendo en muchos casos que Guénon quiso decir en verdad aquello que es contrario a lo que enseñó11. Frente a los digestos de estos "guenoliteralistas", los textos de Federico González son un fresco vendaval que derriba los muros de la cárcel de papel en que los supuestos guardianes de la estricta observancia guenoniana han pretendido vanamente encerrar al Conocimiento con un propósito aniquilador12.

Breve sobre la necesidad del exoterismo
Uno de los errores propagados por el guenoliteralismo que Federico González ha puesto de manifiesto y contribuido a disipar es la cuestión de la "Necesidad del exoterismo tradicional". En el acápite que lleva dicho título del volumen póstumo Initiation et Réalisation Spirituelle, René Guénon escribe:

Muchos parecen dudar de la necesidad, para quien aspira a la iniciación, de vincularse en primer lugar a una forma tradicional de orden exotérico y observar todas sus prescripciones; hay ahí un indicio de un estado de espíritu que es propio del Occidente moderno y cuyas razones son sin duda múltiples. No intentaremos investigar qué parte de responsabilidad pueden tener los propios representantes del exoterismo religioso, a quienes su exclusivismo lleva demasiado a menudo a negar más o menos expresamente todo lo que sobrepasa su dominio; esta parte de la cuestión no es la que nos interesa ahora. Pero lo que es más extraño es que quienes se consideran cualificados para la iniciación puedan hacer gala de una incomprensión que, en el fondo, es comparable a la de aquéllos aunque aplicándose de una manera en cierto modo inversa. En efecto, es admisible que un exoterista ignore el esoterismo, aunque con seguridad esta ignorancia no justifica su negación; pero, por el contrario, no lo es que quienquiera que tenga pretensiones al esoterismo quiera ignorar el exoterismo, aunque sea sólo en la práctica, pues lo "más" debe forzosamente comprender a lo "menos". Por lo demás, esta ignorancia práctica, que consiste en considerar como inútil o superflua la participación en una tradición exotérica, no sería posible sin un desconocimiento también teórico de este aspecto de la tradición, y eso es lo que la hace aún más grave, pues puede cuestionarse si alguien en quien existe un tal desconocimiento, sean cuales sean por otra parte sus posibilidades, está realmente preparado para abordar el dominio esotérico e iniciático, y si no debería más bien aplicarse a comprender mejor el valor y el alcance del exoterismo antes de querer ir más lejos.13

Los guenoliteralistas, para quienes es inconcebible que pueda haber la más mínima penumbra en un texto de Guénon o que haya escritos del metafísico francés que no puedan ser interpretados après la lettre prescindiendo de las circunstancias en que fueron redactados, extraen conclusiones aberrantes de este texto singular del corpus guenoniano, como por ejemplo que es prerrequisito para la iniciación masónica bautizarse, confirmarse, confesarse una vez al año, comulgar los domingos y días de precepto y recibir la extremaunción (cuando toque), lo cual es a todas luces una tontería ajena a la doctrina tradicional por más que pueda parecer una consecuencia lógica de la cita anterior. En el capítulo "Breve sobre la necesidad del exoterismo" de Esoterismo siglo XXI14, Federico González pasa revista a los numerosos textos que Guénon escribiera acerca del esoterismo y el exoterismo a lo largo de casi tres décadas (algunos de ellos contemporáneamente a la "Necesidad…")15, de los cuales se desprende una enseñanza diametralmente opuesta a lo que reivindican los guenoliteralistas a coro con los 'católicos pseudoesotéricos', los cuales se agarran a la "Necesidad…" como a un clavo ardiendo para afirmar una absurda jerarquía de lo religioso sobre lo iniciático16. Sobre el tenor de este artículo de Guénon, Federico afirma:

Estas citas introductorias tienen importancia pues queremos referirnos aquí al capítulo de Guénon sobre "Necesidad del exoterismo" en su obra Initiation et Réalisation Spirituelle (que tanta confusión ha traído y que de hecho se contrapone con los cerca de veintisiete volúmenes de su obra completa, y que, por otra parte, se reduce a unas pocas frases disonantes dentro de un contexto habitual en su discurso), aparecido en Etudes Traditionnelles a finales de los años cuarenta. Pensamos que tal vez se debe a una situación de circunstancia temporal, de momento histórico; esto mismo sucede con numerosos escritos de Guénon, publicados en distintos tiempos, en medios diversos (muchos de ellos hasta opuestos entre sí, antagónicos), revistas y editoriales de muy distinto tipo, y por lo tanto dedicados a audiencias diferentes. Sin embargo, el meollo de su doctrina es el mismo y muchos de estos estudios han constituido parte de los libros que conforman su obra completa, como es el caso; esto, en gran medida, se debe a la doctrina del autor, que parte de una Tradición Primordial que se fragmenta y da lugar a numerosas formas tradicionales entre las cuales se encuentran las religiones conocidas, la masonería (incluso menciona a los indoamericanos), etc., y no vacila en ver en ellas esencialmente lo mismo, es decir los Principios Universales emanados de un solo Origen.

Agregando:

Para nosotros esa adecuación a las formas niega precisamente la posibilidad de que cualquiera de ellas sea infalible, o única, tal cual es asegurado por los católicos, o los fundamentalistas de cualquier religión o movimiento –incluidos los francotiradores que tratan de utilizar la obra guenoniana para sus pequeños discursos de orden egótico personal–, pues son susceptibles de interpretaciones diversas; lo mismo sucede con la infalibilidad de cualquiera que trate o exprese los temas del Conocimiento, Guénon por ejemplo. En efecto, la Doctrina (vertical) es una, pero los modos que toma (horizontales) y la manera de manifestarse de acuerdo a circunstancias de tiempo y lugar, invalida esta pretensión extrema de precisión dogmática, propia por otra parte de Occidente y con orígenes aristotélicos, racionales, lógicos y pretendidamente sistemáticos, que son completamente ajenos a los textos sagrados de todos los tiempos, e incluso no está presente en Platón y el neoplatonismo.17

Federico prosigue:

Pero volviendo al tema de lo esotérico y lo exotérico, o si se quiere de metafísica y religión, eso no quiere decir que lo horizontal no sea un reflejo de lo vertical, y que por lo tanto en lo horizontal no existan los medios de aprehender lo vertical, cuestión conocida por todas las gnosis. De allí que el rito exotérico sea un poderoso medio para vivificar lo esotérico, aunque lo esotérico ya nos sea conocido, por la misma necesidad de actualizarlo permanentemente. En este caso se trata de ritos religiosos (horizontales), pero se debe tener en cuenta que estos ritos están comprendidos en otro más amplio que es el rito de nuestro compromiso con el Conocimiento (vertical) que signa todos los actos y momentos sagrados de nuestra vida, como sucede en las sociedades tradicionales. Por lo que seguramente es aconsejable el rito exotérico que será efectivo si está comprendido dentro de la Gnosis. A este efecto recordaremos una cita de Guénon referida a Santo Tomás de Aquino. Este decía: "Para un fin cualquiera, se dice que algo es necesario de dos modos: de uno, como aquello sin lo cual no puede ser, tal el alimento necesario para la conservación de la vida humana; de otro, como aquello por lo cual de modo mejor y más conveniente se alcanza ese fin, tal el caballo es necesario para el camino."

Lo mismo sucede en este caso. El vehículo no es imprescindible pero sí útil y mal haríamos en no tomarlo si eso está a nuestro alcance. Esto ha sido considerado por algunos que poseen un rito esotérico, por ejemplo los masones, como una indicación de atenerse a algún exoterismo religioso, en particular el Católico, lo que ha dado lugar a la llamada doble pertenencia. En realidad nosotros pensamos que el artículo de Guénon sobre el exoterismo religioso está dirigido, precisamente en esta oportunidad, a Schuon, con el que Guénon mantenía graves diferencias por el hecho de no atenerse a la Tradición Islámica, es decir que pretendía dirigir una tarîqah sufí, sin siquiera ser musulmán.18

Y añade:

El exoterismo ha sido necesario, y esa es precisamente la función de la Iglesia Católica según el mismo Guénon lo señala, pero otra cosa es la necesidad de practicar los ritos exotéricos para un iniciado. De hecho, esto es contradictorio, pues al hacer necesario a lo exotérico, lo esotérico aparece como no necesario, cuando imprescindiblemente es lo que se debe realizar, lo primordial, la identidad del sujeto del Conocimiento.19

En ese sentido parecería que Guénon contradice toda su obra en algunas frases del artículo al que nos referimos; y de hecho se contrapone, según nuestro parecer, a esta cita de su Introducción General al Estudio de las Doctrinas Hindúes: "Para volver a la cuestión que nos ocupa, recordaremos que indicamos ya lo que distingue, de la manera más esencial, una doctrina metafísica de un dogma religioso: mientras que el punto de vista metafísico es puramente intelectual, el punto de vista religioso implica, como característica fundamental, la presencia de un elemento sentimental que influye sobre la misma doctrina y que no le permite conservar la actitud de una especulación puramente desinteresada; esto es, en efecto, lo que acontece con la teología, aunque de una manera más o menos marcada según se considere una y otra de las diferentes ramas en que se la puede dividir".

Tal vez nosotros pensamos que esta aparente contradicción que el guía intelectual de tantos introduce en su obra donde esto no está precisado y repetido como en el resto, pueda ser una prueba, una dificultad en su camino –como Guénon lo hace en otras partes de su obra a menudo– y suponga una contradicción a resolver, dejada en manos de sus lectores, los que no pueden leer su pensamiento –como tantos otros– de manera libresca, sino vivirlo, y resolver su problemática individual en la que debieran verse a sí mismos, como en un espejo.20

Así pues, Federico González nos anima a afrontar los interrogantes –como el que aquí nos ocupa– que surgen en el estudio de la obra de René Guénon con una lectura viva sin apergaminamientos, artificialidades ni presupuestos dogmáticos de infalibilidad que nada tienen que ver con lo doctrinal, haciendo caso omiso de lo que los falsos maestrillos hayan podido difundir (o más bien difamar) en sus librillos y prestando atención al Maestro Interior que reside allí donde se concilian todos los aparentes opuestos21. Los libros de Guénon no son una piedra Rosetta que lleve incorporadas múltiples traducciones a las distintas circunstancias que viven sus lectores, o que éstos puedan decodificar con total prescindencia del medio y las condiciones en que fueron escritos. Son tratados de Ciencia Sagrada simbólicos, y corresponde al lector efectuar por sí, a la intemperie y en soledad, el rito interno de su comprensión intelectual.

Federico González fue brutalmente injuriado en Internet por sectores del fundamentalismo católico cuando apareció su "Breve sobre la necesidad del exoterismo". Por nuestra parte, agradecemos enormemente al autor su sacrificio22, el habernos prevenido contra un importante error doctrinal y haber podido descubrir de su mano esa otra manera de leer a Guénon, vital, encarnada y a la vez tan extraña para la mayor parte del guenonismo.


Guénon en la obra de Federico González 2
Continuación

NOTAS
1 Federico González, Esoterismo Siglo XXI. En torno a René Guénon. Ed. Muñoz Moya y Montraveta, Sevilla, 2000, p. 10.
2 Ibid., p. 9.
3 Ibid., p. 9.
4 Ibid., cap. VI.
5 Ibid., p. 99.
6 Ibid., p. 101.
7 Ibid., pp. 102-103.
8 "En cuanto a nosotros, hemos sido salvajemente atacados por asuntos personales, aunque la mayor parte de ellos se deben a lo sostenido en este capítulo y en otros análogos, a saber: por nuestra oposición con respecto a los que intentan hacer pasar a la religión por metafísica confundiéndolo todo, encabezados por schuonianos y reyorianos que no han hesitado en utilizar el complot, la traición, la mentira, la injuria, la difamación, el insulto y otras groserías, con el objeto de descalificarnos, sin comprender que por ese expediente lo que han hecho es descalificarse a sí mismos. Cómo esta gente pretende tener algo que ver con lo sagrado pese a querer seguir la Vía del Sacristán, o a un monismo radical (que por ello lleva implícita la dualidad) de ideología totalitaria, es algo que jamás comprenderemos. Pero sí estamos convencidos de que es en el ámbito de la obra de Guénon, el más grande metafísico de Occidente, quien sostuvo en numerosas oportunidades lo que nosotros decimos –o mejor, nosotros decimos lo mismo que él, ya que según sus propias palabras no hace sino manifestar la Tradición Unánime–, que se produce lo que él llamó la contratradición, iniciada por aquéllos que se han aprovechado de su figura, para luego traicionarla o adulterarla, y allí se está dando para nuestra escala el más penoso signo de los tiempos." Ibid., pp. 80-81.
9 "Por nuestra parte no queremos ganar nada y menos una guerra, ya que desde hace años hemos aceptado la más completa derrota ante las inevitables circunstancias cíclicas." Ibid. p. 25.
10 "Cuando se volvieron de allí los varones y se encaminaron hacia Sodoma, Abraham hallábase todavía en presencia de Yahveh. Y se acercó Abraham y dijo: –¿Es que vas a perder al justo con el malvado? Quizá haya cincuenta justos en la ciudad. ¿Suprimirás realmente y no perdonarás al lugar en consideración a los cincuenta justos que existen en su interior? ¡Lejos de ti el hacer una cosa como ésa, matando al justo con el malvado y que el malvado y el justo tengan la misma suerte! ¡Lejos de ti! ¿El juez de toda la tierra no hará justicia? Y contestó Yahveh: –Si hallare en Sodoma cincuenta justos en el seno de la ciudad, por consideración a ellos perdonaré a todo el lugar." Gn 18, 22-26.
11 Ver al respecto: Marc García, Errores y manipulaciones en torno a la obra de René Guénon. SYMBOLOS nº 23-24, Barcelona, 2002, pp. 201-240.
12 "Pues la letra mata, mas el Espíritu da vida." 2 Co 3, 6.
13 René Guénon, Initiation et Réalisation Spirituelle. Ed. Traditionnelles, París, 1994, pp. 71-72.
14 Federico González, op. cit., cap. IV. Publicado inicialmente como artículo en SYMBOLOS nº 9-10, Guatemala, 1995, pp. 278-284.
15 "Las citas de este tipo pueden multiplicarse en la obra guenoniana y se pueden encontrar en distintos libros, entre ellos Aperçus sur l'initiation (1947): 'la religión considera únicamente al ser en el estado humano individual y de ningún modo apunta a hacerlo salir de él, sino que por el contrario intenta asegurarle las condiciones más favorables en ese mismo estado, mientras que la iniciación tiene esencialmente como objetivo superar las posibilidades de este estado y lograr que sea efectivamente posible el pasaje a los estados superiores y hasta finalmente conducir al ser más allá de todo estado condicionado, sea cual fuere' y en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, en los dos tomos de sus Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, etc., en particular en el estudio denominado 'Cristianismo e Iniciación' de Aperçus sur l'ésotérisme Chrétien, del que citaremos: 'Finalmente, para concluir podemos decir esto: a pesar de los orígenes iniciáticos del Cristianismo, éste, en su estado actual, no es ciertamente nada más que una religión, es decir una tradición de orden exclusivamente exotérico, y no tiene en sí mismo otras posibilidades que las de todo exoterismo; no lo pretende además de ninguna forma puesto que no se ha propuesto nunca otra cosa que obtener la 'salvación'.'" Ibid., p. 62.
16 "Guénon ha tratado el tema esoterismo-exoterismo en distintas partes de su obra, aunque sólo en el artículo al que estamos haciendo referencia se habla de 'necesidad'." Ibid., p. 69.
17 Ibid., pp. 62-64.
18 Ibid., pp. 64-65.
19 Ibid., p. 65.
20 Ibid., pp. 66 a 68.
21 "El verdadero Maestro es una energía celeste que se hace en nosotros puesto que en nuestra interioridad existe esa posibilidad." Federico González y colaboradores, Introducción a la Ciencia Sagrada. SYMBOLOS nº 25-26, Barcelona, 2003, pp. 288-289.
22 "Bienaventurados seréis cuando os injurien (…) pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros." Mt 5, 11-12.
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