Las columnas Jakín y Boaz 
J. Caramuel, Architectura civil recta y obliqua
 
EN TORNO A LA PALABRA PERDIDA 
DE LOS MAESTROS MASONES
ANDRE BACHELET
La muerte de Frithjof Schuon ocurrida el 5 de mayo de 1998 en los Estados Unidos, debería ser la ocasión de diversos homenajes, recensiones o críticas. Convendría que la obra que deja sea reexaminada finalmente en ella misma y según la perspectiva en la que el autor, y su entorno siguiéndole a él, han querido situarla. Por nuestra parte, pocas son las razones que vemos para apreciarla pues nos parece que, en su conjunto, es mucho más el reflejo de las limitaciones de quien la produjo, que la expresión de los principios tradicionales. Obra de confusión y división, no puede más que equivocar al lector de buena fe sobre la finalidad e integridad del verdadero proceso espiritual al que sólo tiene en cuenta de modo falseado, indirecto e incompleto, lo cual, al final, hace de ella un engaño, incluso una impostura en algunas de sus repercusiones. "La integración de los elementos psíquicos", artículo aparecido en 1940, suena como la revelación de una singular realidad acerca de las cualificaciones de su autor, y no son precisamente las declamaciones laudatorias que se le dirigieron las que nos llevarán a reconocer "su excepcional importancia y su inmensa proyección"1. En definitiva, para nosotros esta obra no es verdaderamente más que un satélite sombrío de la de René Guénon. Por otra parte es sorprendente ver a sus promotores, todavía hoy, prendados de un "Cristianismo esotérico" si es que no de un "Catolicismo esotérico", propagar febrilmente y sobre la base de una hermenéutica filosófico-teológica de carácter profano, la calamitosa tesis del carácter "iniciático" de los sacramentos cristianos2 

Poco inclinados a lo "absolutamente relativo", así como tampoco al esteticismo místico, o a la actitud "realizacionista" subrayada por Roland Goffin (V.L.T. nº 50), preferimos pues evocar un aspecto poco conocido del accionar de este autor, aspecto revelador de su falta de conformidad con un camino tradicional auténtico3. Este es el motivo esencial de nuestro texto4. Podremos ver que la acción debía tomar en esta ocasión una forma sorprendente. 

Si, después de muchas vacilaciones, nos hemos resuelto a emprender la relación de un episodio poco edificante, sobre todo con relación a un entorno considerado como próximo a R. Guénon, es porque no creemos que la omisión y el disimulo puedan servir a la verdad de alguna manera. Ya es hora, pensamos, de hacer luz sobre ciertos hechos y artimañas contrarias a la actitud tradicional, aunque sólo fuera para poner en guardia a la joven generación, a la que aún se intenta engañar. Además, es importante que aquellos que actualmente buscan a los verdaderos "continuadores" de R. Guénon puedan ser informados sobre la exacta posición de Schuon en el medio tradicional, porque muchos lo ven todavía como uno de sus intérpretes autorizados. 

Es al ámbito particular de uno de los escasos contactos de F. Schuon con la Masonería al que entendemos circunscribir en este momento nuestro propósito: al hacerlo, no tenemos la ingenuidad de creer que vamos a hacer que nuestros lectores descubran el soberano desprecio de este último por la Orden masónica: eso es algo notoriamente conocido, pero nos ha parecido necesario y oportuno, teniendo en cuenta otras razones no despreciables, evocar el affaire de la búsqueda, a orillas del Leman, de la "palabra perdida", el cual puso en relación, y en conflicto, cuando todavía vivía R. Guénon, a ciertos miembros de la Logia "La Gran Tríada" con F. Schuon, que entonces residía en Suiza. 

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Sin duda, pocas personas ignoran la existencia de este asunto puesto que ha sido evocado públicamente por diversos autores; pero su verdadero desarrollo, las diversas peripecias que lo constituyen, y su razón de ser, parecen haber quedado ignorados finalmente para la mayoría. Entre Joannis Corneloup, Jean Reyor, Jean Robin, J. P. Laurant, F. Secret, M. F. James, etc., sólo el primero fue testigo de ciertos hechos, y el segundo estuvo directamente implicado en el incidente en cuestión. Pero todos han evocado públicamente de diversas maneras y con mayor o menor insistencia y fortuna -salvo J. Reyor, y con motivo, como veremos- ese singular episodio de las "relaciones" entre algunos componentes de la Masonería y del Islam en esa época. Otro autor, Denys Roman, había anunciado su intención de relatar este suceso en su artículo "René Guénon y la Logia La Gran Tríada" aparecido en los números 427-428-435 de la revista Etudes Traditionnelles, pero no lo llevó a cabo. 

El único autor que haya dedicado parte de uno de los capítulos de su obra Je ne sais qu'épeler ("Sólo sé deletrear") a este affaire, es Joannis Corneloup, miembro eminente del Gran Colegio de Ritos del Gran Oriente de Francia. Este autor, de gran curiosidad y honestidad intelectual, había solicitado ser admitido como visitante5 en el seno de "La Gran Tríada" desde la creación de ésta, lo cual se le concedió. Puede pensarse que sin duda las razones de esta opción no fueron apreciadas por los miembros de su Obediencia, quienes no debieron ver en la creación de esta Logia otra cosa que la expresión de una tendencia simbolista y conservadora de otra época. Sea como fuere, he aquí lo que dijo J. Corneloup de los motivos que le impulsaron a dar este paso, en pocas palabras que hay que retener por el hecho de que fueron escritas por un masón de espíritu racionalista: "He leído atentamente casi toda su obra (la de R. Guénon), y durante años he sido un lector asiduo de la Revista "Les Etudes Traditionnelles", editada por Chacornac y animada por Guénon y sus discípulos. Aunque estoy lejos de aprobar todas sus tesis, comenzando por la que se refiere al origen de la "Tradición Primordial", sé que debo mucho a su enseñanza, la cual me ha obligado a profundizar muchas de mis ideas, y rindo un justo y sincero homenaje a la obra monumental y profunda de la que es autor. Por eso, cuando supe de la existencia en la Gran Logia de Francia de la Logia "la Gran Tríada" fundada por un grupo de guenonianos, me sentí grandemente interesado.(.)"6. 

Así fue como J. Corneloup participaría asiduamente en los Trabajos de esta Logia "naciente" y, algún tiempo después, sería el auditor inquieto y aterrado de un persistente rumor relacionado con cierto viaje cuyo fin era el de recibir, en la proximidad del lago Leman, la "palabra perdida" de los masones. Evidentemente, esta "peregrinación" encontraba de alguna manera su justificación en el hecho de que el sheikh que se pretendía habilitado para comunicar la "Palabra" era considerado aún en ese tiempo como uno de los más próximos a R. Guénon y su obra. Pero lo más sorprendente en la actitud de J. Corneloup, fue el encuentro que seguidamente creyó debía solicitar a F. Schuon para averiguar la veracidad de los hechos que de múltiples fuentes habían llegado a sus oídos. La ingenuidad de J. Corneloup en este asunto proviene sin duda de su desconocimiento -bien comprensible- del medio tradicional y de la degradación de las relaciones entre R. Guénon y F. Schuon, desconocimiento que le condujo a informarse imprudentemente con el Sheikh Aissa con referencia a un affaire en el que este último era parte interesada en primer grado. En cuanto a que siguiera conservando la confianza en J. Reyor, es algo que no se explica más que por la duplicidad de este personaje y el poderoso ascendiente psíquico que ejercía sobre su entorno, masónico u otro. 

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He aquí muy sucintamente cómo se desarrollaron los acontecimientos. 

Algunos meses antes de la desaparición de R. Guénon se plantearon de manera particularmente aguda ciertos interrogantes sobre el tema de la "realización espiritual". El hecho de que a veces la noción de "realización", que es esencial en esta obra, y en cierto modo expresa su razón de ser, haya sido objeto -y aún lo sea- de una auténtica obsesión de parte de individualidades febriles y algo crispadas, no quita evidentemente su importancia fundamental. Esta cuestión, en relación específicamente con el proceso masónico, no dejaba de atormentar a algunos miembros de "La Gran Tríada", y especialmente a J. Reyor quien, remitiéndose a los escritos de R. Guénon sobre el tema, encontraba que desde esta rigurosa perspectiva, el contenido de los Trabajos de la Logia no era satisfactorio. Sobre este punto estricto, probablemente tenía razón. Era la época en que, desde Lausana, F. Schuon acababa de proclamarse "Maestro espiritual para Occidente" . Incluso se permitía, entre sus discípulos y su inmediato entorno, unas "confidencias" que hacían pensar que el "Maestro" "estaba al menos en el Centro". Algún tiempo después, comenzaba incluso su "realización descendente".7. 

A pesar del escepticismo de algunos guenonianos, se decidió acudir a este "gran iniciado" que pretendía estar comisionado para Occidente, pues no llevarlo a cabo hubiese sido perjudicial para el destino de la Masonería tradicional. Yvan Cerf, entonces Venerable de la Logia, habría dado el primer paso, según F. Schuon. Lo cierto, es que J. Reyor había "sensibilizado" a los pocos miembros de "La Gran Tríada" decididos a entrar efectivamente en la Vía. Conjuntamente, manejaba hábilmente a Y. Cerf, pues sólo el Venerable podía en esas circunstancias tomar una decisión así o autorizar que se pusiese en práctica. El Sr. Michel Vâlsan (sheikh Mustafá en Islam) a quien se preguntó mucho más tarde, se informó con el propio F. Schuon (sheikh Aissa), quien negó toda participación voluntaria y cualquier iniciativa en el asunto. He aquí por lo demás lo que este último respondería sucintamente: "Por lo que se refiere a la Gran Tríada el escritor Yvan Cerf se dirigió a mí a fin de obtener una especie de entronización súfica -no sé como definir la cosa-, en ausencia de un método operativo masónico y de un marco tradicional cristiano. Por diversas razones -entre las cuales la principal fue el carácter del personaje- no respondí a su carta. En todo caso no es el Islam quien intentó anexarse a la L.·., fue esta la que intentó servirse del Islam. Yo le había dado no obstante algunos consejos a J. R. (Jean Reyor), pero de modo teórico y sin compromiso." (Correspondencia privada del 4 de junio de 1973). El lector podrá apreciar el equívoco que comporta esta respuesta, especialmente la última frase (subrayada por nosotros) que es significativa. También es bastante curioso constatar que J. Reyor no hace ninguna alusión a este episodio en su famoso "Documento confidencial inédito"8, cuando sin embargo fue agente activo en ello. 

Veamos cómo se efectuaría esta maniobra. J. Reyor, quien se había atribuido el papel de mediador en razón de sus relaciones con Lausana (las cuales no iban a prolongarse y pronto se transformarían en animosidad duradera) y de la cualidad de "guardián" de la obra de R. Guénon que se había adjudicado, propuso organizar un viaje a Suiza de acuerdo con F. Schuon. La justificación de este viaje era capaz de convencer a los más escépticos: se trataba de ir a buscar donde el sheikh Aissa la "Palabra" que ya no posee la Masonería especulativa, puesto que ésta, como todo el mundo sabe, ya no comunica a sus miembros más que Términos y Signos "substitutivos"9. Esta situación que perdura desde el drama que vio perpetrarse la muerte del Maestro Hiram, el Arquitecto del Templo, habría hundido a los Masones, desde ese trágico instante, en una ignorancia de su destino y en la desesperación derivada de lo incompleto de su camino. Así es como iba a concretizarse esta "loca" historia (el calificativo es de J. Corneloup) que consistiría en recoger ese precioso depósito de aquél que, como mínimo, había realizado el estado primordial. 

Pero esto sólo podría realizarse mediante ciertas condiciones indispensables a los ojos del "Maestro" de Lausana. La primera imponía como previa la pertenencia al Islam, y por lo tanto, para algunos, la conversión inmediata tras la llegada a Suiza. En cuanto a la segunda condición, su insólito carácter le valió una acogida que iba a revelarse pesada en consecuencias para la realización de este "gran designio". Pero dejemos la palabra a uno de los miembros de "La Gran Tríada" que se halló entre los primeros en ser solicitado: "Un día, J. Reyor me pidió una fotografía mía para enviarla a Lausana, pues F. Schuon deseaba que una delegación de 3 Hermanos de 'La Gran Tríada' se presentase ante él a fin de hacerles saber cómo encontrar de nuevo la Palabra perdida. Le respondí que si F. S. era verdaderamente lo que sus discípulos decían de él (es decir que estaba 'al menos en el Centro'), no tenía necesidad de una fotografía para saber si yo era digno o no de recibir semejante secreto. Así pues fui reemplazado de improviso por otro miembro, muerto poco después. Pero como el 3er Hermano propuesto había sido juzgado 'no cualificado' por F. S., a raíz de su fotografía, la idea de la delegación abortó por vez primera." El viaje fue entonces anulado, pero: "Lo más inverosímil es que esa idea se retomó a continuación bajo una forma . inesperada. (.)". (Correspondencia privada del 30 de julio de 1979). Mediante este último término el autor de la relación alude al hecho de que fue J. Reyor quien "salió del apuro" momentáneamente, organizando otro viaje que le permitió "embolsar" una suma no despreciable de parte de cada uno de los miembros en cuestión. Fue por el juego de las reacciones concordantes que, algunos meses más tarde, el "destino masónico" de J. Reyor le "atraparía" de nuevo, por su radiación de la Logia, y después, por muchas otras tribulaciones de múltiples consecuencias. En cuanto a la "búsqueda de la palabra perdida" bajo la forma de viaje organizado a orillas del Leman.  

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Si la amargura fue el "salario" de este asunto, la amplitud del incidente y sus consecuencias irían naturalmente más allá de las individualidades. No hay duda de que para algunos el paso al Islam no podía ser sino una dificultad agravada por el hecho de que las razones que se alegaron en favor de un cambio de forma se revelaban cuasi-inexistentes. En cuanto al Sheikh Aissa, tuvo que aguantarse: el esperado dominio sobre "La Gran Tríada" se le escapaba definitivamente. Hasta puede pensarse que hubieran germinado en su mente objetivos más amplios, y que su ambición no se limitase a esa Logia. Ahora, el hecho de que el "Maestro" de Lausana, ejerciendo una práctica aventurada, haya incitado a tantos cristianos a afiliarse al Islam -lo que ha provocado numerosos fracasos y en ocasiones dramas-, no puede ser indiferente10. El balance a hacer se revelaría consternador. 

El incidente tuvo sus repercusiones sobre la Logia "La Gran Tríada". La iniciativa de su fundación, señalada por el fervor y la esperanza, se había quebrado. Está claro que las maniobras emprendidas habían fracasado, pero la participación de algunos de sus miembros ya no sería comparable a aquella que había suscitado la esperanza provocada por la fundación de esta Logia. No hemos de juzgar los anhelos, el coraje y la determinación de los que sin embargo han mantenido y mantienen, contra toda adversidad -en el flujo y el reflujo- la transmisión del Arte Real: merecen nuestro respeto. Lo que sí nos parece debe retener nuestra atención, en este lamentable asunto, no es tanto el momentáneo impulso de algunos en una tentativa destinada al fracaso, sino las artimañas de ambos protagonistas, cómplices en este caso, marcados por el sello de la traición más inaceptable al haber sido perpetrada en el medio tradicional y a costa de R. Guénon11, que será el único en proponer y ofrecer a Occidente los medios de su recuperación. 

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¿Qué hay de todo ello cuando se tienen en cuenta no solamente los acontecimientos de que se trata, sino también la situación actual, la inmediata después de la desaparición de F. Schuon? La obra de un autor con pretensiones de tradicional, comporta a menudo unos "desfases" más o menos notables entre lo que es producto de su individualidad en la extensión de sus diversas modalidades, y lo que participa del "acervo" doctrinal en la medida en que esté lo bastante integrado y "estabilizado". De ello resulta que un equilibrio no se libera en el sentido de la autenticidad y la veracidad más que cuando la parte individual se borra ante la expresión de la Doctrina una. Porque "(.) El conocimiento ilumina la acción sin participar de sus vicisitudes; lo espiritual guía lo temporal sin mezclarse en ello; y así cada cosa permanece en su orden en la jerarquía universal (.)". Si no, "el error predomina sobre la verdad, lo humano substituye a lo divino, la tierra prevalece sobre el cielo, el individuo se hace la medida de todas las cosas y pretende dictar al universo leyes extraídas por completo de su propia razón relativa y falible (.)". (R. Guénon, La crisis del mundo moderno, cap.: "El individualismo"). Sea lo que fuere que puedan querer o hacer aquellos que están bajo el dominio de la ilusión del "ego" -cualquiera sea la forma que ella tome-, actúan siempre en vano, como marionetas suspendidas del hilo que las mueve; ya sean conscientes o inconscientes de que son unos "instrumentos", nunca serán otra cosa que los servidores del Príncipe de la división. Pero, ¿quién pretende sustraerse a la Omnipotencia del Altísimo? 

La función tradicional de R. Guénon (y la naturaleza de ésta) puede apreciarse a nivel humano, y no son las insuficiencias y la voluntad de poder de algunas individualidades las que pueden pretender limitar su despliegue y repercusión en los ámbitos en que indefectiblemente ha de producir sus frutos. 

En este lapso en el que las tentaciones son grandes, la Masonería obediencial, que representa oficialmente a la Orden, pasa por una situación difícil, si es que no desastrosa, y es el objeto de ambiciones entre las cuales algunas, de carácter sospechoso, se esperaban desde siempre. Las amenazas que participan de las condiciones de este fin de ciclo no deben impresionar a los masones de espíritu tradicional, pues las seducciones de todo tipo que aparecerán (y que ya aparecen) antes de las grandes tribulaciones no podrían ser capaces de trastornar la discriminación ni de influir en la acción de los que ponen su esperanza en el Gran Arquitecto y el Altísimo. Traducción: J. M. Río

 
NOTAS
1 Cf: J. Borella, "Connaissance des Religions", septiembre de 1991, p. 149. Podríamos multiplicar a placer los calificativos usados para magnificar conjuntamente a la obra y al autor; retengamos una mescolanza de algunas fórmulas de J. Borella a propósito de la obra: "la cual no podría consistir [¡eso va de suyo!] en una simple prolongación doctrinal de la obra guenoniana", y "se impone en su irreductible originalidad, por la misteriosa Presencia cuya certeza comunica mediante unas evidencias intelectivas de fulgurante simplicidad"; y con respecto al hombre: "habla de la gracia como alguien en quien ella es operativa y, por así decirlo, en virtud misma de esa operación". Pero, a decir verdad, pareciera que el autor ha modulado su juicio desde hace algún tiempo. Destacamos igualmente la apreciación de J. Hani sacada de la reseña de uno de los libros de F. Schuon, que nos informa al respecto de: "el poder y limpieza del pensamiento, eco fiel de una enseñanza suprahumana (.)". Desde luego cada cual tiene derecho a extenderse sobre los "errores" que vehicularía la obra de R. Guénon y a no encontrar prácticamente ninguno en la de F. Schuon: paralelamente se diserta sobre los límites de la individualidad de Ramakrishna. Todo esto nos parece mancillado, al menos, por una seria carencia del sentido de las proporciones. 

El comportamiento y las tomas de posición de F. Schuon y su entorno anglo-suizo harían que R. Guénon reaccionara: a tal efecto redactaría ciertos artículos aparecidos en los Etudes Traditionnelles que posteriormente serían integrados en diversos volúmenes, especialmente "Verdaderos y falsos instructores espirituales" y desde luego: "Cristianismo e Iniciación", publicados en 1948 y 1949 en la misma revista.

2 ¿Es que acaso no se ha llegado, en la contraportada de la obra de F. Chenique (prefacio de J. Borella y postfacio de J. P. Schnetzler): Sagesse chrétienne et mystique orientale, con un título revelador, a pretender: "(.) volver a poner en tela de juicio la visión guenoniana", lo cual, aun manifestando cierta pretensión, por lo menos tiene el mérito de ser claro? Pero no parece que el contenido de esta obra haya respondido a dicho objetivo de una manera convincente, ya que no satisfactoria, si no es de otro modo que mediante algunas opiniones rebajantes. Por ejemplo, ese aserto particularmente sugestivo en el cual el autor afirma que: "Jean Tourniac había esperado hacer cambiar de opinión a R. Guénon sobre este punto [refiriéndose al estatuto actual del Cristianismo] como había hecho A. K. Coomaraswamy respecto al Budismo, pero Guénon pasó demasiado pronto al otro mundo (.)" (página 398, nota 6). No vemos qué es lo que permite que pueda pensarse que R. Guénon habría podido cambiar de opinión sobre este punto. A menos que no fuese el contenido de algunas de sus cartas. en cuyo caso es sorprendente que sus detractores duden tanto en publicar esos extractos supuestamente reveladores.. Tomando los propios deseos por realidades, hasta se puede llegar a imaginar que R. Guénon habría podido revisar su punto de vista sobre la "psicología de las profundidades" y el psicoanálisis, según lo que pretende hacer creer J. Biès. A veces, hasta tenemos la debilidad de creer que se desearía que R. Guénon se hubiese interesado algo menos por la Masonería. Por otra parte, nos ha sorprendido encontrar en la reseña del libro citado más arriba, aparecida en el número 49-50, enero-junio de 1997, de la revista "Connaissance des religions", una afirmación asombrosa que quizá ha superado el pensamiento del Sr. J. Hani, su autor, quien pretende que la "tesis" de R. Guénon referida al carácter no iniciático de los sacramentos cristianos, constituye "un punto de vista insostenible que pertenece a la historia ficción". En tal caso, ¿para cuándo el cuestionamiento de la visión schuoniana?
3 Según nosotros, conviene precisar en qué ámbitos se manifestó dicha acción según su apariencia más inmediata, dejando de lado un aspecto que participa del ámbito "sutil" y que se refiere a la perspectiva y las opciones relativas a una "Maestría universalista" y pretendidamente universal, cuyo punto de "anclaje", constituido por la Tariqah Maryamyya, es por sí mismo revelador. La hostilidad de F. Schuon contra la obra de R. Guénon, al comienzo silenciada, se declaró con mayor nitidez en un primer momento cuando la aparición del primer artículo que fuera publicado en 1948: "Misterios crísticos": las tendencias que este vehicula ya eran perceptibles mucho antes, pero se manifestaban solapadamente y en particular bajo la forma de "preguntas" en la correspondencia privada dirigida a R. Guénon. Unos 30 años después de la muerte de este último es cuando tuvo lugar la entrega pública de las escandalosas afirmaciones -con el título teñido de un eufemismo desbordante: "Quelques critiques" ("Algunas críticas"), en las que el autor da libre curso a su desprecio, a su odio incluso, en contra de R. Guénon, expresión de un despecho no disimulado. Ignoremos por el momento los textos sabiamente distribuidos, que circulaban solapadamente. Examinadas de cerca, dichas tomas de postura son la expresión de una acción anti-tradicional -y, bien entendido, antimasónica- puesto que, en lo esencial, ponen en tela de juicio la naturaleza misma de la iniciación tal como la definió de una vez por todas R. Guénon.
4 Si no entra de ninguna manera en nuestras intenciones el preocuparnos de cuestiones de vida privada, lo que por el contrario es digno de señalar y debe denunciarse sin contemplaciones, son las derivas "místicas" y "estetizantes" del "Sabio de Bloomington", bien alejadas de las normas tradicionales, y ocurridas en un contexto extraño a cualquier ortodoxia, derivaciones que afectaron a algunos de sus discípulos así como a su entorno.
5 Si hubiese sido miembro "afiliado" de esta logia, un artículo del reglamento del G.·. O.·. de F.·. no le hubiera permitido ser delegado en el Convento de esta Obediencia, cosa a la que no quería renunciar; en esas circunstancias, sólo era posible para él la calidad de "visitante".
6 Je ne sais qu'épeler ("Sólo sé deletrear"), capítulo cuarto titulado: " 'La Gran Tríada' y la obra de René Guénon", página 99. Editions Vitiano. París 1971.
7 Los espíritus maliciosos no podrán dejar de pensar que en esa ocasión lo importante consistiría en preocuparse del "aterrizaje".
8 Este documento, que ya no es ahora ni confidencial ni inédito, ha constituido un texto de referencia, incluso una base de trabajo para numerosos autores que se han interesado por R. Guénon y su entorno. Examinándolo, se revela de lo más dudoso por el hecho de la interpretación interesada y tendenciosa de los acontecimientos que relata, pero también debido a las numerosas e importantes omisiones voluntarias, consecuencia de una duplicidad probada. 

El Sr. Balestrieri, en un artículo a seguir, aparecido en el nº 85 de la Rivista di Studi Tradizionali de Turín de julio-diciembre de 1997, y titulado "A propósito de un 'Documento confidencial inédito" (y de las 'aporías' de su 'autor')", negándose a tomar en cuenta "cualquier juicio o consideraciones 'personales' " con respecto al autor del documento en cuestión, denuncia justamente el proceder de Jean Reyor que consiste en hacer la distinción "entre la persona de Guénon y su función". Por otra parte, señala la existencia de un segundo "documento" emitido por J. Reyor; y éste, de modo seguro. Esta es, que conozcamos, la primera vez que se da cuenta pública de este documento el cual tendría "un tono ligeramente menos 'frívolo' ", según la expresión del Sr. Balestrieri, y si nuestra traducción es fiel.

9 Respecto a ciertas nociones masónicas relacionadas con la "palabra perdida", la "palabra reencontrada" y los "términos substitutivos", nuestros lectores podrán remitirse al capítulo que les dedicó R. Guénon en la obra Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage (Editions Traditionnelles, tomo II). Este texto podría servir de base a ciertas "prolongaciones": las perspectivas operativas que abre sobre el proceso masónico resultan particularmente oportunas en los tiempos que vivimos. 

Ya se sabe que, en el simbolismo masónico, la "palabra perdida" y su búsqueda desempeñan un importante papel: todo iniciado cualificado (en el sentido señalado por R. Guénon para este término) puede reencontrar la "Palabra" como consecuencia última de un proceso concebido operativamente; por eso es que: "Se debe (.) hablar de algo que está oculto, más que verdaderamente perdido, ya que no está perdido para todos y que algunos todavía lo poseen íntegramente; y, si eso es así, otros tienen la posibilidad de volver a encontrarlo, siempre que lo busquen como conviene, es decir que su intención esté dirigida de tal suerte que, por las vibraciones armónicas que despierta según la ley de las 'acciones y reacciones concordantes', pueda ponerles en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo." (René Guénon, El Rey del Mundo, Ed. 1958, cap: "El Centro supremo oculto durante el Kali-Yuga", p. 69 (de la ed. francesa). La tentativa de F. Schuon era pues la expresión misma del desconocimiento (o del desprecio) del valor propio de la iniciación virtual que dispensa la Masonería.

10 Por lo que se refiere a dicho estado de cosas, subrayamos que nos atenemos simplemente a los hechos. Pero, si bien creemos que debemos compartir las apreciaciones e incluso los "juicios" contenidos en ciertos testimonios, en la medida en que son para nosotros irrefutables y legítimos, pensamos que es indispensable precisar que esto no debe interpretarse como una hostilidad cualquiera o una reserva por nuestra parte hacia una Tradición que, en sí misma y como todas las demás, es independiente de las vicisitudes cuya responsabilidad incumbe a algunas individualidades.
11 Los testimonios que poseemos nos permiten afirmar que los últimos días de R. Guénon fueron ensombrecidos por la revelación de la traición de J. Reyor. Nos permitimos incluir aquí este corto extracto de una carta enviada por uno de sus amigos a uno de los numerosos corresponsales de R. Guénon, el cual no necesita comentarios: "(.) Si hubieras frecuentado a R. Maridort antes de la muerte de éste, sabrías lo que fue para R. G. [R. Guénon] la súbita revelación de quién era en realidad M. C. [J. Reyor] y cuál era la naturaleza de su 'perro guardián' (.)". (Subrayado en el texto: correspondencia privada del 12 de diciembre de 1979). En cuanto a la evicción de J. Reyor de la Logia (la entrada a la Masonería se le negó después en todas partes), el conocimiento de este hecho le fue ahorrado a Guénon, ya que el incidente que la motivó se produjo en "La Gran Tríada" la vigilia de su muerte, el 6 de enero de 1951. Así van las cosas.
 
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