Basilio Valentín. Revelation des mysteres des teintures.
B. Valentín, Revelation des mysteres des teintures
essentielles..., París 1668
 
LA INICIACION HERMETICA Y RENE GUENON
FEDERICO GONZALEZ
Este texto fué publicado en la sección Notas del Nº doble 11-12 de
SYMBOLOS dedicado a la "Tradición Hermética", 1996.
 
Supongamos que un lector interesado en esoterismo y conocedor de textos y temas ligados a la cultura occidental, por ejemplo Cristianismo, Dante, la saga del Graal, Masonería, etc., o incluso amante del Hermetismo (Alquimia, Cábala, Pitagorismo, Platonismo, Simbólica, Astrología) e Historia de las religiones en general, hubiese llevado un orden determinado con respecto a la lectura de la obra de Guénon y que éste hubiera sido así: los artículos aparecidos en La Gnose de 1909 a 1912, el estudio que aquí publicamos [Las dualidades cósmicas], El esoterismo de Dante, El Rey del Mundo, La Gran Tríada, Formas tradicionales y ciclos cósmicos, Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, Sobre el esoterismo cristiano, y los dos de crítica al mundo moderno en uno u otro momento de su recorrido (La crisis del mundo moderno y El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, muchas de cuyas conclusiones son hoy evidentes aunque fueran publicados el primero en 1927 y el segundo en 1945), o incluso que el orden de las lecturas fuese completamente otro: es probable que este supuesto lector considerase a Guénon como un autor hermético, como un hermetista, conocedor en profundidad de otras tradiciones y que además hubiera depurado el medio de "ocultismo" (El teosofismo y El error espírita) y escrito cientos y cientos de páginas dedicadas a los grandes temas de la Tradición Hermética, o a diversos componentes de su acervo, como los símbolos, constituyentes del plano intermediario por antonomasia; en suma, un hermetista, como muchas personas lo consideran hoy de hecho. Recordemos además que su primer trabajo publicado es El Demiurgo (de raíz platónica-gnóstica, editado en el Nº 8 de SYMBOLOS) y su último libro La Gran Tríada, que como sus lectores saben es donde más abunda la presencia del Hermetismo y la Alquimia. 

Por otra parte su interés por la Masonería ha sido constante en su obra de una u otra forma y sus referencias a ella más numerosas a medida que el tiempo transcurría con respecto a la fecha de su muerte, aunque, desde luego, él probablemente jamás se hubiera calificado como "hermetista", pese a reconocer en sus estudios la validez de la Iniciación Cosmogónica propia de la Tradición Hermética y los Misterios Menores como soporte del Hombre Primordial o Verdadero en su relación con los Principios Universales y posteriormente con el Misterio de lo que No-Es. 

Con respecto a la Tradición Hermética, es decir a la Gran Obra alquímica, oigamos lo que dice Guénon: "Hemos destacado en otra parte que las fases de la iniciación, lo mismo que las de la "Gran Obra" hermética, que no es en el fondo sino una de sus expresiones simbólicas, reproducen las del proceso cosmogónico; esta analogía, que se funda directamente en la del 'microcosmos' con el 'macrocosmos', permite, mejor que toda otra consideración, aclarar la cuestión de la que se trata al presente". Y más adelante añade: "podemos resumir todo lo que precede diciendo que la iniciación implica tres condiciones que se presentan de modo sucesivo, y que se podrían hacer corresponder respectivamente a los tres términos de 'potencialidad', 'virtualidad' y 'actualidad': 1º la 'cualificación', constituida por ciertas posibilidades inherentes a la naturaleza propia del individuo, y que son la materia prima sobre la cual deberá efectuarse el trabajo iniciático; 2º la transmisión, por medio de la ligazón a una organización tradicional, de una influencia espiritual que da al ser la 'iluminación' que le permitirá ordenar y desarrollar esas posibilidades que lleva en él; 3º el trabajo interior por el cual, con el auxilio de 'ayudantes' o de 'soportes' exteriores si ha lugar y sobre todo en los primeros estadios, será realizado gradualmente ese desarrollo, haciendo pasar al ser, de escalón en escalón, a través de los diferentes grados de la jerarquía iniciática, para conducirle a la meta final de la 'Liberación' o de la 'Identidad Suprema' " (Aperçus sur l'Initiation, cap. IV: "Des conditions de l'initiation"). 

En Occidente la Tradición Hermética es "per se" la organización iniciática transmisora de la influencia espiritual a la que el Aprendiz o Neófito se afilia de modo natural puesto que es ella misma la que se revela en él, y constituye un organismo vivo con un Dios igualmente vivo, Hermes, a lo que se agrega el ámbito de su iglesia secreta, jalonado en todos los tiempos y lugares por las más importantes inteligencias, cristalizadas posteriormente en los cuerpos y luminarias que pueblan el firmamento. No se trata de una inscripción burocrática a una institución que, como dice también Guénon en su prólogo al libro antes mencionado, imite las formas profanas del mundo moderno, sino de un compromiso interior consigo mismo, y con los vehículos que fueron símbolos de la revelación. El Adepto, pues, no se ha interesado jamás por un certificado de estudios o por un puesto de trabajo o de poder en una institución cualquiera, -siempre lindando con lo profano por su misma condición de dependencia y relatividad con respecto al tiempo y al espacio-, sujeta desde su fundación a la degradación, mientras lo que significa el Conocimiento, vehiculado por la diosa Sofía, o el dios Hermes, es una realidad siempre presente, sin ningún origen histórico, pues esa organización es idéntica a la del Cosmos. Algunos se han referido a esta realidad como a una Iglesia Secreta, o a una filiación directa por medio de la Cadena de Oro a otros espacios y ámbitos de la conciencia que forman parte también de la condición perenne de la Creación. 

Otro asunto que debe aclararse es la división formal y relativa entre Misterios Menores y Mayores, derivada de algunos autores de la Antigüedad greco-romana que tampoco la han tomado de fijo. En su estudio sobre Hermes y en otros escritos, Guénon hace corresponder la iniciación cosmogónica, es decir, la Hermética, a los Misterios Menores; sin embargo en el capítulo XVIII de Initiation et Réalisation Spirituelle, "Las 3 vías y las formas iniciáticas", nos habla de la diferencia entre el jnâna, el bhakti y el karma yoga y señala que el primero, verdaderamente intelectual, se diferencia del bhakti, que se corresponde con lo devocional, y finalmente del karma, que se relaciona con lo corporal. El jnâna está vinculado con los Misterios Mayores, mientras que los otros dos se asimilan a los Menores. Desde luego que cuando nosotros nos referimos al Conocimiento de la Cosmogonía tal cual lo concibe la Tradición Hermética, lo hacemos pensando, no sólo en el aspecto visible de las estructuras cósmicas sino en el invisible del que proceden; tampoco nos referimos a una simple cosmología, o descripción más o menos mecánica del mundo, sino a la totalidad de los aspectos visibles y formales e invisibles e informales del cosmos, como Modelo o Arquetipo de toda Posibilidad. Cuando este Arquetipo se encarna estamos hablando de la Ontología, es decir del Conocimiento del Ser Universal, del que el ser humano está hecho a imagen y semejanza; en ese caso puede decirse que la Cosmogonía es tanto el soporte de la Ontología, como ésta es la encarnación de aquella, configurando ambas el Conocimiento como pasaporte a la Metafísica, que supone los estados no condicionados, es decir, lo que ya "no es" como tal: el ámbito del Auténtico Misterio. Sin duda ese Conocimiento no está relacionado con la devoción o la corporalidad de nada, sino secundariamente, a menos que se piense en un Dios cósmico y trascendente en sí y por sí, o en hacer de este monismo la Deidad suprema, alternativa que no pareciera en ningún caso estar en el pensamiento de Guénon, pues esta concepción no tiene nada de iniciática ni está referida a ningún misterio. 

El Conocimiento procurado por la encarnación de la Cosmogonía requiere de enormes trabajos intelectuales, entre los cuales se incluye, primero que nada, la destrucción de todas las imágenes con las que nos identificábamos, para permitir intelectualmente la posibilidad del Noûs que se revela conformando nuestro ser y sus conductas respecto a lo profano.  

A quien verdaderamente está en la Vía del Conocimiento, poco le importa si está en un tramo llamado Misterios Menores o no; de hecho muchos miles de hermetistas han recorrido su camino muchísimo antes de que esta división reestablecida recientemente por Guénon -y que en la didáctica de su obra tiene un sentido- tuviera para ellos algún tipo de validez. 

Toda la obra de Guénon está dedicada a los adeptos occidentales; apenas se nombran en ella temas ni autores "profanos", incluidos filósofos y pensadores de peso en su época y sí, inversamente, obras y personajes marginales, algunos de los cuales son culturalmente desconocidos. De lo que se infiere que escribía, justamente, para los sujetos a los Misterios Menores, es decir, a los integrantes -conscientes o no- de la corriente de pensamiento llamada Tradición Hermética, o sea, del esoterismo occidental. 

Por nuestra parte estamos muy orgullosos de haber tenido la inmensa gracia de pertenecer a los Misterios Menores, a los que tomamos como propios del plano intermediario, recordando que estos Misterios Menores incluyen los misterios del cielo y de la tierra, del macro y microcosmos revelados por la Astronomía-Astrología y la Alquimia, dos ciencias propias de la Tradición Hermética. Demás está decir que a los Adeptos de la Tradición Hermética se les ha conocido siempre como Filósofos, Sabios, Artistas, etc., y no como hombres sumamente piadosos o destacados por su accionar compulsivo, sin menospreciar estas virtudes propias del bhakti y el karma que, incluso están contenidas en el jnâna. Por lo que se ve que los Misterios Menores y los Mayores se interpenetran constantemente formando un todo en la búsqueda del Graal, en la obtención del Conocimiento, y que estas nomenclaturas de los Misterios Mayores y Menores, por convencionales, no se corresponden siempre con la misma realidad de los hechos que se examinan bajo su luz, añadiendo que los Misterios Mayores, si verdaderamente lo son, por su misma condición de suprahumanos no son expresables en el lenguaje de los hombres.  

 
 
 
 
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