Supongamos
que un lector interesado en esoterismo y conocedor de textos y temas ligados
a la cultura occidental, por ejemplo Cristianismo, Dante, la saga del Graal,
Masonería, etc., o incluso amante del Hermetismo (Alquimia, Cábala,
Pitagorismo, Platonismo, Simbólica, Astrología) e Historia
de las religiones en general, hubiese llevado un orden determinado con
respecto a la lectura de la obra de Guénon y que éste hubiera
sido así: los artículos aparecidos en La Gnose de
1909 a 1912, el estudio que aquí publicamos [Las dualidades cósmicas], El esoterismo de
Dante, El Rey del Mundo, La Gran Tríada, Formas
tradicionales y ciclos cósmicos, Símbolos fundamentales
de la Ciencia Sagrada, Sobre el esoterismo cristiano, y los
dos de crítica al mundo moderno en uno u otro momento de su recorrido
(La crisis del mundo moderno y El reino de la cantidad y los
signos de los tiempos, muchas de cuyas conclusiones son hoy evidentes
aunque fueran publicados el primero en 1927 y el segundo en 1945), o incluso
que el orden de las lecturas fuese completamente otro: es probable que
este supuesto lector considerase a Guénon como un autor hermético,
como un hermetista, conocedor en profundidad de otras tradiciones y que
además hubiera depurado el medio de "ocultismo" (El teosofismo
y El error espírita) y escrito cientos y cientos de páginas
dedicadas a los grandes temas de la Tradición Hermética,
o a diversos componentes de su acervo, como los símbolos, constituyentes
del plano intermediario por antonomasia; en suma, un hermetista, como muchas
personas lo consideran hoy de hecho. Recordemos además que su primer
trabajo publicado es El Demiurgo (de raíz platónica-gnóstica,
editado en el Nº 8 de SYMBOLOS) y su último libro La Gran
Tríada, que como sus lectores saben es donde más abunda
la presencia del Hermetismo y la Alquimia.
Por otra parte su interés por la Masonería
ha sido constante en su obra de una u otra forma y sus referencias a ella
más numerosas a medida que el tiempo transcurría con respecto
a la fecha de su muerte, aunque, desde luego, él probablemente jamás
se hubiera calificado como "hermetista", pese a reconocer en sus estudios
la validez de la Iniciación Cosmogónica propia de la Tradición
Hermética y los Misterios Menores como soporte del Hombre Primordial
o Verdadero en su relación con los Principios Universales y posteriormente
con el Misterio de lo que No-Es.
Con respecto a la Tradición Hermética, es
decir a la Gran Obra alquímica, oigamos lo que dice Guénon:
"Hemos destacado en otra parte que las fases de la iniciación, lo
mismo que las de la "Gran Obra" hermética, que no es en el fondo
sino una de sus expresiones simbólicas, reproducen las del proceso
cosmogónico; esta analogía, que se funda directamente en
la del 'microcosmos' con el 'macrocosmos', permite, mejor que toda otra
consideración, aclarar la cuestión de la que se trata al
presente". Y más adelante añade: "podemos resumir todo lo
que precede diciendo que la iniciación implica tres condiciones
que se presentan de modo sucesivo, y que se podrían hacer corresponder
respectivamente a los tres términos de 'potencialidad', 'virtualidad'
y 'actualidad': 1º la 'cualificación', constituida por ciertas
posibilidades inherentes a la naturaleza propia del individuo, y que son
la materia prima sobre la cual deberá efectuarse el trabajo
iniciático; 2º la transmisión, por medio de la ligazón
a una organización tradicional, de una influencia espiritual que
da al ser la 'iluminación' que le permitirá ordenar y desarrollar
esas posibilidades que lleva en él; 3º el trabajo interior
por el cual, con el auxilio de 'ayudantes' o de 'soportes' exteriores si
ha lugar y sobre todo en los primeros estadios, será realizado gradualmente
ese desarrollo, haciendo pasar al ser, de escalón en escalón,
a través de los diferentes grados de la jerarquía iniciática,
para conducirle a la meta final de la 'Liberación' o de la 'Identidad
Suprema' " (Aperçus sur l'Initiation, cap. IV: "Des conditions
de l'initiation").
En Occidente la Tradición Hermética es "per
se" la organización iniciática transmisora de la influencia
espiritual a la que el Aprendiz o Neófito se afilia de modo natural
puesto que es ella misma la que se revela en él, y constituye un
organismo vivo con un Dios igualmente vivo, Hermes, a lo que se agrega
el ámbito de su iglesia secreta, jalonado en todos los tiempos y
lugares por las más importantes inteligencias, cristalizadas posteriormente
en los cuerpos y luminarias que pueblan el firmamento. No se trata de una
inscripción burocrática a una institución que, como
dice también Guénon en su prólogo al libro antes mencionado,
imite las formas profanas del mundo moderno, sino de un compromiso interior
consigo mismo, y con los vehículos que fueron símbolos de
la revelación. El Adepto, pues, no se ha interesado jamás
por un certificado de estudios o por un puesto de trabajo o de poder en
una institución cualquiera, -siempre lindando con lo profano por
su misma condición de dependencia y relatividad con respecto al
tiempo y al espacio-, sujeta desde su fundación a la degradación,
mientras lo que significa el Conocimiento, vehiculado por la diosa Sofía,
o el dios Hermes, es una realidad siempre presente, sin ningún origen
histórico, pues esa organización es idéntica a la
del Cosmos. Algunos se han referido a esta realidad como a una Iglesia
Secreta, o a una filiación directa por medio de la Cadena de Oro
a otros espacios y ámbitos de la conciencia que forman parte también
de la condición perenne de la Creación.
Otro asunto que debe aclararse es la división formal
y relativa entre Misterios Menores y Mayores, derivada de algunos autores
de la Antigüedad greco-romana que tampoco la han tomado de fijo. En
su estudio sobre Hermes y en otros escritos, Guénon hace corresponder
la iniciación cosmogónica, es decir, la Hermética,
a los Misterios Menores; sin embargo en el capítulo XVIII de Initiation
et Réalisation Spirituelle, "Las 3 vías y las formas
iniciáticas", nos habla de la diferencia entre el jnâna,
el bhakti y el karma yoga y señala que el primero,
verdaderamente intelectual, se diferencia del bhakti, que se corresponde
con lo devocional, y finalmente del karma, que se relaciona con
lo corporal. El jnâna está vinculado con los Misterios
Mayores, mientras que los otros dos se asimilan a los Menores. Desde luego
que cuando nosotros nos referimos al Conocimiento de la Cosmogonía
tal cual lo concibe la Tradición Hermética, lo hacemos pensando,
no sólo en el aspecto visible de las estructuras cósmicas
sino en el invisible del que proceden; tampoco nos referimos a una simple
cosmología, o descripción más o menos mecánica
del mundo, sino a la totalidad de los aspectos visibles y formales e invisibles
e informales del cosmos, como Modelo o Arquetipo de toda Posibilidad. Cuando
este Arquetipo se encarna estamos hablando de la Ontología, es decir
del Conocimiento del Ser Universal, del que el ser humano está hecho
a imagen y semejanza; en ese caso puede decirse que la Cosmogonía
es tanto el soporte de la Ontología, como ésta es la encarnación
de aquella, configurando ambas el Conocimiento como pasaporte a la Metafísica,
que supone los estados no condicionados, es decir, lo que ya "no es" como
tal: el ámbito del Auténtico Misterio. Sin duda ese Conocimiento
no está relacionado con la devoción o la corporalidad de
nada, sino secundariamente, a menos que se piense en un Dios cósmico
y trascendente en sí y por sí, o en hacer de este monismo
la Deidad suprema, alternativa que no pareciera en ningún caso estar
en el pensamiento de Guénon, pues esta concepción no tiene
nada de iniciática ni está referida a ningún misterio.
El Conocimiento procurado por la encarnación de
la Cosmogonía requiere de enormes trabajos intelectuales, entre
los cuales se incluye, primero que nada, la destrucción de todas
las imágenes con las que nos identificábamos, para permitir
intelectualmente la posibilidad del Noûs que se revela conformando
nuestro ser y sus conductas respecto a lo profano.
A quien verdaderamente está en la Vía del
Conocimiento, poco le importa si está en un tramo llamado Misterios
Menores o no; de hecho muchos miles de hermetistas han recorrido su camino
muchísimo antes de que esta división reestablecida recientemente
por Guénon -y que en la didáctica de su obra tiene un sentido-
tuviera para ellos algún tipo de validez.
Toda la obra de Guénon está dedicada a los
adeptos occidentales; apenas se nombran en ella temas ni autores "profanos",
incluidos filósofos y pensadores de peso en su época y sí,
inversamente, obras y personajes marginales, algunos de los cuales son
culturalmente desconocidos. De lo que se infiere que escribía, justamente,
para los sujetos a los Misterios Menores, es decir, a los integrantes -conscientes
o no- de la corriente de pensamiento llamada Tradición Hermética,
o sea, del esoterismo occidental.
Por nuestra parte estamos muy orgullosos de haber tenido
la inmensa gracia de pertenecer a los Misterios Menores, a los que tomamos
como propios del plano intermediario, recordando que estos Misterios Menores
incluyen los misterios del cielo y de la tierra, del macro y microcosmos
revelados por la Astronomía-Astrología y la Alquimia, dos
ciencias propias de la Tradición Hermética. Demás
está decir que a los Adeptos de la Tradición Hermética
se les ha conocido siempre como Filósofos, Sabios, Artistas, etc.,
y no como hombres sumamente piadosos o destacados por su accionar compulsivo,
sin menospreciar estas virtudes propias del bhakti y el karma
que, incluso están contenidas en el jnâna. Por lo que
se ve que los Misterios Menores y los Mayores se interpenetran constantemente
formando un todo en la búsqueda del Graal, en la obtención
del Conocimiento, y que estas nomenclaturas de los Misterios Mayores y
Menores, por convencionales, no se corresponden siempre con la misma realidad
de los hechos que se examinan bajo su luz, añadiendo que los Misterios
Mayores, si verdaderamente lo son, por su misma condición de suprahumanos
no son expresables en el lenguaje de los hombres. |