SYMBOLOS
Revista internacional de 
Arte - Cultura - Gnosis
 

LA PROSTITUCIÓN SAGRADA II
LA GRAN INVERSIÓN

MIREIA VALLS



En un principio habíamos pensado seguir desarrollando este tema de forma cronológica, o sea retomándolo desde la antigua Roma hasta la actualidad, pero dadas las circunstancias presentes y la irrupción de ciertos acontecimientos que nos parecen muy significativos, hemos decidido ubicarnos en el ahora y abordar la completa inversión contemporánea en lo que atañe a la cuestión de la prostitución, que por supuesto nada tiene ya de sagrada sino que se ha vuelto totalmente profana, lo cual no debe extrañarnos pues es bien sabido que en las mismas escrituras sagradas se utiliza la simbólica de dicha inversión para referirse a las aberraciones más disolutivas que afectarán a nuestra humanidad en las postrimerías de su existencia. En el último libro de la Biblia, el Apocalipsis, se vuelve sobre este tema muy antiguo, el de la gran Ramera, vinculado siempre a una ciudad o centro sagrado –primero Babilonia y finalmente Jerusalén–, que al romper los lazos con los principios de orden espiritual, se pervierte, degrada y acaba corrompida hasta sus cimientos, siendo necesaria una total regeneración que afecte a todos sus habitantes para que se pueda producir así el resurgimiento de un nuevo mundo.

Desde luego que las imágenes y el lenguaje de estos textos sapienciales son antiguos y propios de los tiempos pretéritos en que fueron escritos, pero las ideas que subyacen son aplicables tanto entonces como ahora mismo. Se trata de poner de relieve que desde el momento en que una sociedad comienza a olvidar sus fundamentos espirituales y deja de ser un reflejo del orden cosmogónico en todas sus facetas, ya sea la política, la artística, militar, social, familiar, etc., se desvía hasta el punto de invertir todos sus valores y, finalmente, acaba por sucumbir. La historia da fe de ello y los hombres y mujeres de conocimiento no han dejado de advertirlo, profetizarlo y registrarlo en los libros revelados. En Isaías, Ezequiel o el Apocalipsis se habla en términos muy similares al respecto. Vaya como muestra este extracto de Ez. 16, 8 y ss. referido a Jerusalén1.

Entonces pasé yo junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Extendí sobre ti el borde de mi manto y cubrí tu desnudez; me comprometí con juramento. (…) Te hiciste cada día más hermosa, y llegaste al esplendor de una reina. Tu nombre se difundió entre las naciones, debido a tu belleza, que era perfecta, gracias al esplendor del que yo te había revestido –oráculo del Señor Yahveh. Pero tú te pagaste de tu belleza, te aprovechaste de tu fama para prostituirte, prodigaste tu lascivia a todo transeúnte entregándote a él. (…) Y para colmo de maldad –¡ay, ay de ti!, oráculo del Señor Yahveh– te construiste un prostíbulo, te hiciste una altura en todas las plazas. En la cabecera de todo camino te construiste tu altura y allí contaminaste tu hermosura, entregaste tu cuerpo a todo transeúnte y multiplicaste tus prostituciones.

Está claro que estos textos, y el escrito que ahora nos ocupa en particular, emplean la simbólica de la prostitución en un sentido muy amplio, mucho más allá de su significación como comercio sexual (aunque éste también se incluya), o sea, la idea de la mujer –equiparada a la ciudad sagrada– que se entrega y vende para apropiarse y acrecentar todos los poderes egóticos, que por muy insignificantes que sean respecto del verdadero Poder de naturaleza suprahumana, llegan a adquirir en momentos puntuales (los del fin de una ciudad, imperio o civilización) unas dimensiones descomunales, capaces de acabar con todo, a tal punto que la voracidad pareciera no tener límite, y más, si tenemos en cuenta que la meretriz se aliará con las fuerzas más abyectas para cumplir con su función destructiva. Decimos esto porque como veremos a continuación, la Gran Ramera formará un tándem con el Adversario, que en palabras de Federico González en su Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos2

son aquellas fuerzas que impiden el Conocimiento de lo que es la verdad y el mundo en cuanto creación divina con un origen supracósmico.

Fuerzas que puntualmente pactarán (aunque en el fondo se odien y compitan) para incrementar su “poderío” y sus ansias de posesión exacerbada, e intentarán incluso emular y hasta suplantar al Espíritu, lo cual es el equívoco más grande y el colmo de la ignorancia. En verdad, no hay mayor error (o sí que lo hay, como veremos más adelante) que el del dos que no reconoce en “el otro” un reflejo de sí mismo, o sea del Sí mismo uno y único que es el origen de la aparente dualidad, la cual sólo es emanada del Uno cuando éste decide conocerse a sí mismo en su espejo que es la manifestación universal. Por eso no debe extrañarnos que sea precisamente la inversión total del símbolo del dos el arma más letal y eficaz para poner punto final a este ciclo de la humanidad. En este sentido3:

El enemigo pasa así a ser ese mundo que debe ser eliminado ya que es lo que nos impide la vuelta a los orígenes.

Pero vayamos por pasos y retomemos la simbólica del paredro que conforman el Adversario apocalíptico (Satán, la Bestia primera a quien éste entrega todas sus facultades y la Bestia segunda, así como el falso profeta que está al servicio de la Bestia) y la Gran Ramera, pareja que adquirirá un protagonismo fundamental en el momento cíclico que, lo hayamos querido o no, nos toca vivir tan de cerca actualmente.

¿Quién negaría que este mundo tiene los días contados y que estamos asistiendo (y padeciendo en carne y hueso) a sus últimos estertores? ¿Cómo no ver a este Adversario y a su compañera la Gran Ramera reflejados aquí y allá en nuestra vida cotidiana y en todas las regiones y ámbitos del planeta?

Llegados a los tiempos finales del presente manvántara4 en los que nos hallamos, la gran batalla cósmica que se está librando para completarlo se lidia, en primera instancia, en los cielos. El arcángel que preside todas las milicias celestes es Miguel, cuyo nombre en hebreo significa “¿Quién como Él?”; pregunta que pone de relieve que nada ni nadie puede medirse con el Absoluto. “¿Quién?” en hebreo es una partícula interrogativa, Mi, empleada para referirse a la deidad más allá de su determinación, más allá de todos sus nombres o aspectos, y de ahí que se insinúe su ilimitación o infinitud en términos interrogativos.

Miguel detenta una ubicación central, solar, correspondiendo a la sefirah Tifereth en el Árbol de la Vida (de valor numeral 6), lugar desde el que comanda la lucha cósmica final. Y es el emisario directo de Metatron, el principio activo del Uno o de la sefirah Kether, o sea del Principio o Unidad primordial.

Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él (Ap. 12, 7-9). (…) Por eso, regocijaos, cielos y los que en ellos habitáis. ¡Ay de la tierra y del mar! porque el Diablo ha bajado donde vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo. (Ap. 12, 12).

¿Quién puede osar entonces medirse con Él, con el Señor, con el Uno sin par? Pues como era de suponer, ese gran seductor, mentiroso y embustero, suplantador y manipulador que en su soberbia se iguala al arcángel Miguel, y lo que es más grave, intenta competir con el Espíritu y pretende ser superior a Él. El Adversario –o acusador–, el dos que es incapaz de reconocer su origen en el Uno, aparece signado por la numeración enigmática que cita el Apocalipsis, 666, y estampará sus cifras en la frente o en la mano derecha de todos los que se dobleguen a sus órdenes. Se trata de un número triplemente central, solar, lo que da idea de las intenciones de dicha entidad, que son las de ubicarse en el justo medio del universo –y parecerá conseguirlo durante un tiempo, señoreando por doquier–; pero en esa cifra ya está inscrita la imposibilidad de salir de la rueda de la existencia, pues 6x3=18=1+8=9, número asociado a la periferia del círculo, al rodar por rodar, ignorando al punto central de la circunferencia que es el origen de ésta, el que imprime el movimiento a la rueda y donde reside la posibilidad de salir de lo perpetuo para adherirse a lo eterno.

Sin embargo, es tal la ceguera del Adversario, que seguirá con su plan hasta el fin sin percatarse que en el fondo no es más que un agente al servicio del Espíritu, el encargado de llevar a cabo el sacrilegio más grande. Su estrategia es clara: infundir todo su poderío a una primera Bestia emergida del mar y luego a otra segunda que surgirá de la tierra. Casi toda la humanidad se postrará ante ellas, diciendo:

¿Quién como la Bestia? ¿Y quién puede luchar contra ella? (…) Se le concedió poderío sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los habitantes de la tierra cuyo nombre no está inscrito, desde la creación del mundo, en el libro de la vida del Cordero degollado. El que tenga oídos, oiga. (Ap. 13, 4 y ss.).

Desde luego que se trata de fuerzas suprahumanas altamente disolutivas que se encarnan en los seres humanos que las acogen, erigiéndose como todopoderosas. Copian de forma invertida todo lo que es tradicional (compárese la pregunta que formulan los acólitos de la Bestia emulando el nombre de Miguel) y de ahí su gran poder de arrastre y dominio sobre seres a los que previamente han lavado el cerebro, despojando a sus almas de sus posibilidades de intelección superiores, o sea de acceder al Espíritu. Además, su influencia y dominio se redoblan cuando se alían con la mayor de las seductoras y conquistadoras. Y aquí es cuando comparece la Gran Ramera:

“Ven, que te voy a mostrar el juicio de la célebre Ramera, que se sienta sobre las grandes aguas, con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con el vino de su prostitución”. Me trasladó en espíritu al desierto. Y vi una mujer, sentada sobre una Bestia de color escarlata, cubierta de títulos blasfemos; la Bestia tenía siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, resplandecía de oro, piedras preciosas y perlas; llevaba en su mano una copa de oro llena de abominaciones, y también las impurezas de su prostitución, y en su frente un nombre escrito –un misterio–: “La Gran Babilonia, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra”. (Ap. 17, 1, ss.).



El imperio de esta “alianza” será pasajero –sobre todo porque está fundamentado en un gran error– pero tremendamente arrollador. La Gran Ramera es el símbolo de la ciudad sagrada pervertida; las siete cabezas de la Bestia que cabalga son siete colinas sobre las que se asienta la ciudad y son también siete reyes, los “amos de este mundo”. Todos los que han caído en sus redes serán arrastrados e inducidos a realizar las más abyectas abominaciones, que no es necesario que nombremos pues los noticieros mundiales dan cuenta de ellas a diario. Es curioso que estos acólitos se formulan una pregunta respecto a la meretriz que nos resulta familiar, “¿Quién como la Gran Ciudad?” (Ap. 18, 18); otra más que se adhiere al grupo de los soberbios, y que al igual que el Dragón y la Bestia, cree ser lo más, capaz de doblegar a la humanidad bajo sus pies y de hacerse la “dueña” de la tierra entera. Vemos, así, a la ciudad como prototipo del mundo, sus gobernantes, burócratas, comerciantes y habitantes, o sea la humanidad entera, toda ella o casi toda ella bajo el yugo del pacto entre el Adversario y la Gran Ramera.

Esta idea puede transponerse a algunos ejemplos de la historia sagrada y verse reflejada tanto en la Gran Babilonia –cuna de una altísima civilización que en sus momentos finales era el summum de la degradación– como más adelante en Jerusalén o en Roma, o en la misma Barcelona, tan de moda hoy en día. No es casualidad que estas tres últimas ciudades se asienten sobre siete colinas y que además hayan sido receptáculos de la tradición, focos de su difusión (y, en estos momentos, tres de los exponentes más claros del influjo de la gran inversión).

El centro sagrado de las tres tradiciones del libro, Jerusalén, la amada de YHVH, está en guerra permanente, disputada y fragmentada, y ocupada por fundamentalistas de toda índole que se disputan su supremacía. Roma hace ya tiempo que entregó el poder temporal a pandillas de ladrones e incapaces –lo que puede extrapolarse a los gobernantes de todo el planeta–; en cuanto a la autoridad espiritual, sólo queda su exoterismo (al haber negado el esoterismo desde hace siglos) y vive ahora la degradación de la curia y la debilidad de una religión light a la deriva. Barcelona, la preciosa ciudad que hasta hace muy poco albergó uno de los últimos faros de la Tradición Hermética en su Centro de Estudios de Simbología, ha visto como éste cerraba sus puertas y se replegaba en su corazón; y mientras tanto, la urbe se entrega a diario a todos los “lujos” y disparates de este mundo, placeres, dinero, fama, mercantilismo, nacionalismos y perversiones de distinta índole. Hace dos días se publicaba que en ella se ha ubicado a uno de los ordenadores más grandes del mundo.

En esta tesitura, las artimañas del Adversario y su cómplice son muchas: la persuasión, la seducción, la manipulación, el engaño, la represión y su otro extremo, el libertinaje, una mentira disfrazada de verdad. Todo lo cual va acrecentando una sensación de confusión unida a un anestesiamiento disimulado por el jolgorio general; vamos, la deriva estrepitosa hacia un caos amorfo.

Pero lo más grave, y lo que subyace en todos los apoyos que aprovechan estas fuerzas destructivas para extender su control, es algo que casi pasa desapercibido: la aplicación desviada de la simbólica del binario, de tal manera que hacen de éste un arma funesta de su hegemonía; un dualismo que han inoculado a la humanidad para utilizarla como medio de su plan contra-tradicional.

Tomemos como ejemplo los medios tecnológicos de comunicación de masas, basados todos ellos en un sistema computacional por sí o por no, on-off, estímulo-respuesta; algo complejísimo en su puesta en escena pero extremadamente simple cuando se va al origen de la idea. El dos, el gran invento de la deidad para conocerse a sí misma y para generar todos los seres y las cosas de la manifestación, ha sido raptado y despojado de su vínculo con el Principio, y ahora está en manos de una humanidad que ha desarrollado una mentalidad dual y que está haciendo del sistema binario la base de una construcción monstruosa.

Un sistema es un conjunto de componentes que interactúan y están interrelacionados entre sí. Binario, por su parte, es aquello que está formado por dos componentes o unidades.

El sistema binario, de este modo, emplea sólo dos dígitos o cifras: el cero (0) y el uno5.

Este es el fundamento de la computación actual que cree tenerlo todo absolutamente controlado. Lo más grave, empero, no es la multliplicidad indefinida a que da lugar el desarrollo de los algoritmos –que siempre serán capaces de generar una nueva posibilidad en el plano horizontal–, sino haber rebajado el 0 a una numeración y haberlo incorporado como uno de los inputs de la pareja 0-1. Es decir que al cero se lo confunde con algo concreto llamado “bit”, y al uno, con algo esencialmente dual y diferenciado, con “otro bit”.

Desde el punto de vista simbólico y sagrado, el 0 simboliza la ausencia total de número, o sea lo no-determinado que se equipara por tanto a lo metafísico, a lo inconmensurable que abarca tanto las posibilidades que vendrán al Ser –contenidas potencialmente en el 1– así como las posibilidades de no manifestación que jamás se manifestarán. Por tanto, el 0 nunca podría estar al mismo nivel que el 1, es superior a él, pues lo contiene sin ningún atisbo de dualidad. En base a este error garrafal, la Posibilidad Universal ha sido “reducida” a las posibilidades de Ser, y el No Ser, que como decíamos contiene en sí al Ser, ha sido “traído” al mapa. Esto que parece una nadería es el sacrilegio más grande: negar lo metafísico y pretender reducirlo todo al ámbito de lo físico. De ello deriva inevitablemente la idea del cosmos como una cárcel sin sentido encerrada en sí misma y que busca perpetuarse en lo indefinido, negándose lo Infinito y Eterno.

Y aquí están el Adversario y la Gran Ramera para llevar a cabo su cometido, patrocinando una aberración que caerá por su propio peso cuando el manvántara eche el telón definitivamente. En el ínterin se ha puesto en marcha una sofisticada maquinaria de control y manipulación basada en la aplicación del sistema binario: televisiones, ordenadores, telefonía móvil y microchips (¡ojo con dejárselos implantar bajo la piel!) y todo tipo de máquinas y artilugios basados en el 0-1. Y así, ya estamos todos conectados, vigilados, influenciados, manipulados y obligados a pasar por el tubo de cómo deben ser las relaciones, los gustos, las modas, las tendencias, opiniones e incluso los modos de pensar y de ser. Se tiene registrada nuestra ubicación, nuestros pasos, deseos y posesiones en aras a hacernos la vida más fácil (¡jajajaja!). Si un día “se cae el sistema”, nada puedes hacer, ni ir a por el pan, y además te quedas desplumado, pues el dinero en verdad, no existe; pero ni se te ocurra protestar, pues no hay humano que responda a tu llamada de auxilio, sino sólo un encadenado de mensajes de voz grabada que al final te dicen que pruebes suerte más tarde. Las máquinas están gestionadas por unos asalariados a las órdenes de un amorfo refugiado en las sombras, del que no se conoce su nombre, pues se oculta bajo falsas identidades. René Guénon ya advertía hace unos años que el Adversario se presentará finalmente como un gran amorfo.

Otros cómplices de estas redes son, más o menos conscientemente, los fundamentalistas de todos los colores, los terroristas y los extremistas políticos que van gestando a través de la propaganda y la publicidad difundida por estos medios toda una “conciencia social” que te obliga a posicionarte en un extremo u otro, siendo ambos polos totalmente irreconciliables, lo que conduce al desgobierno y la parálisis en todos los ámbitos. Además, se ha conseguido que la inmensa mayoría de los humanos sean agentes inconscientes de esta automatización, sumisos y obedientes, robots de carne y hueso capaces de ejecutar cualquier orden enviada subliminalmente, y cada vez más, atrocidades infrahumanas.

Y todo ello ha derivado en algo peliagudo y muy peligroso: la llamada “inteligencia artificial”. He aquí al científico contemporáneo emulando a la deidad y creando un simulacro de ser humano que hará todas sus funciones mecánicas y “anímicas”. Las investigaciones y experimentos actuales ya consiguen androides con un físico que casi no se puede distinguir del ser de carne y hueso, y se está logrando dotarles de “conciencia”. De aquí a la fabricación de clones robotizados de cada individualidad (con la ayuda de la biomedicina y la ingeniería de células artificiales) hay sólo un paso, y ya estará servida la gran ilusión de que ¡seremos eternos a través de nuestro otro yo androide (o si lo preferimos, de un ejército de clones)! Confundir lo perpetuo con lo eterno es otro de los grandes errores a los que induce esta maquinaria diabólica.

Un ejemplo que viene a colación y muy relacionado con el tema de la prostitución es el de las muñecas sexuales. Hace ya tiempo que diversas empresas comercializan maniquíes de silicona fabricadas a la carta, pudiendo escoger su físico hasta el más mínimo detalle, y pronto van a estar dotadas de “pensamiento”. Se las está programando para que hablen y complazcan al cliente en todo; mujeres perfectas que no contradigan en nada. ¡Cómo no amarlas si son una proyección de nuestro pequeño yo más narcisista! A ver qué pasa si empiezan a dar órdenes o van sugiriendo sibilinamente gestos o actos controlados, ¿por quién?



La gran prostituta abre sus piernas para absorberlo todo, hasta la última gota del aliento de los humanos, simulando ofrecer lo que más les agrada, a cambio de ser sólo ella. La inversión total del polo femenino de la manifestación, abierta a la penetración de la inversión total del polo masculino, una bestia que va inoculando el veneno/esperma de la falsedad, la mentira, la confusión, el odio, la envidia, el olvido, la aniquilación de la conciencia y la ignorancia más supina.

Aunque el panorama es desolador, todo esto tiene que darse. Y mientras estas energías se explayan a sus anchas antes de ser consumidas por el fuego, el Espíritu permanece oculto. Los continuadores de la Tradición han comprendido que llegó el momento de proteger lo auténticamente sagrado y por ello se han replegado en un lugar a cubierto de las miradas, al igual que la Mujer del Apocalipsis que acaba de dar a luz a la semilla del Nuevo Mundo.

Cuando el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. Pero se le dieron a la Mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos del Dragón, donde tiene que ser alimentada un tiempo y tiempos y medio tiempo. (Ap. 12, 13 y ss.).

Los que no se entregan a ese gran complot a gran escala son pocos, y están bien contados:

Seguí mirando, y había un Cordero que estaba en pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil, que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. (Ap. 14, 1).

Ellos asistirán a las bodas del alma purificada con el Espíritu, de la Sabiduría reintegrada a su Origen, no como espectadores, sino como actores protagonistas del drama.

Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura… (Ap. 19, 7).

Como toda obra, ésta también tiene su fin, relatado en los capítulos 21 y 22 del libro “Revelación” que cierra la Biblia. El fin de un mundo se sella con una alianza, ésta sí sagrada, donde una ciudad desciende del cielo para unirse con su amado (el dos se reintegra en su Principio), y comenzar así un ciclo enteramente nuevo, simultáneamente a la posibilidad de liberarse de todos ellos al ser absorbidos por el 0 metafísico.



NOTAS.
1 Todas las citas de la Biblia pertenecen a: Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.
2 Federico González Frías, Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos. Ed Libros del Innombrable, Zaragoza, 2013. Entrada: “Adversario”.
3 Op. cit.
4 El tema de la ciclología ha sido ampliamente tratado en la Revista SYMBOLOS, hasta el punto que se le han dedicado cuatro volúmenes monográficos dobles, del 15-16 al 21-22, por lo que remitimos al lector interesado a su consulta y estudio.
5 Definición del internet: https://definicion.de/sistema-binario/

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