SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 
 
DOS CARTAS BREVES DE MARSILIO FICINO*

I
DE STULTITIA HOMINUM, ET QUAE SIT VERA SCIENTIA

SOBRE LA ESTULTICIA DE LOS HOMBRES Y LO QUE ES EL VERDADERO CONOCIMIENTO

"Marsilio Ficino saluda a Panezio Pandozzi.

Hoy nuestro Angelo Poliziano ha encomendado a Panezio a la disciplina marsiliana, o mejor dicho, platónica. Tengo por costumbre escribir comedias para los nuevos amigos y sátiras a los antiguos; mas hoy, en el caso de Panezio, voy a escribir una sátira pues deseo que nuestra amistad sea perfecta desde el mismo momento en que comienza.

Considera, Panezio, cuán perversamente vivimos. Teniendo mal oído, no escuchamos fácilmente; no obstante, impuros como somos, esperamos ser oídos por Dios. ¡Ay, qué insana y perversamente vivimos! Intentamos cambiar a Dios y no nuestros hábitos. Deseamos convencer a los otros del bien, pero no nos convencemos a nosotros mismos. Llevamos el bien en nuestra boca pero el mal en nuestro corazón. Al hablar de la virtud, como la lira, no oímos nuestro verdadero sonido. Parecemos malos doctores que no manifiestan en sí mismos la salud que prometen a otros. Amigo mío, me gustaría que me escuchases un momento; te enseñaré Oratoria, Música y Geometría en pocas palabras y sin coste alguno. Persuádete de lo que es justo; regula los movimientos del alma [animus]; mide tu energía y tus acciones. Dirás que esto es demasiado difícil. Pero no sería tan difícil, Panezio, si deseases vivir bien tan fervientemente como deseas vivir."

 

II
TEMPUS PARCE EXPENDENDUM

HAY QUE USAR EL TIEMPO SOBRIAMENTE

Marsilio Ficino saluda al magnánimo Lorenzo de Medici.

Mil salutaciones a ti, mi salvador después de Dios. Tan pronto como mi mano ha sido capaz de sostener una pluma, he considerado un error escribir a alguien antes de hacerlo a mi único patrón.

¿Y sobre qué puedo escribir con más habilidad? Pues ahora voy a escribirte gustosamente, si se me permite tal libertad, acerca de cuestiones más serias de lo habitual. Las viñas y el humilde tamarisco no siempre son útiles. Mas, ¿qué te impide escribir en este momento, Marsilio, viendo que aquél a quien deseas escribir no sólo lo permite sino que hace tiempo que en sus cartas te pide que lo hagas?

Durante mi enfermedad, Lorenzo, nada afectaba a mi ánimo tan amargamente como la memoria del tiempo malgastado, y no había nada que pudiese consolarme salvo el recuerdo de las cosas que había aprendido -aunque he aprendido poco-, ya que el alma divina sólo disfruta con el alimento divino de la verdad, con el cual se nutre y fortalece. Con respecto a lo demás, el absurdo de las pequeñeces efímeras no satisface al alma inmortal, la cual reclama lo eterno e inconmensurable por una inclinación natural. Te suplico pues, queridísimo patrón, por el Dios eterno, que dediques sobria y sabiamente el muy precioso momento de tiempo, brevísimo como es, para que nunca hayas de arrepentirte inútilmente de tu prodigalidad y de una pérdida irreparable. El tiempo perdido hacía llorar a menudo a Teofrasto cuando tenía ochenta años. El tiempo perdido hacía suspirar frecuentemente al gran Cosimo en mi presencia cuando tenía más de setenta años.

Te lo ruego, opón a las ocupaciones necias, los pasatiempos vacíos y la actividad innecesaria aquellas palabras de Sócrates: '¡Fuera de aquí, enemigos impíos! Fuera de una vez, ladrones de mi alma, para que no sea obligado a alejarme de mí mismo'. Todo ello te sustrae de ti mismo gradualmente, y conduce a la cautividad al hombre nacido para gobernar. Libérate, te solicito, de esa miserable cautividad mientras puedes; pero sólo puedes hacerlo hoy. Sé hoy independiente por vez primera. Créeme, no es juicioso decir ‘viviré’. Mañana es demasiado tarde para vivir. Vive hoy. Lo que te pido, Lorenzo, es fácil. Emplear justa y útilmente una hora de tiempo no es difícil. Dedica una hora cada día, te lo ruego, a alimentar la inteligencia con los estudios liberales, y vive ese breve tiempo de manera provechosa para ti. El resto, si lo deseas, vívelo para otros. Ya sabes que a menudo habrás de vivir para otros si quieres vivir para ti, pero haz ambas cosas, por amor de Dios. Naciste en primer lugar por Su amor, y luego por tu bien y por el de otros. Y préstate con poca frecuencia y parcamente a los juegos y a las chanzas, pues Dios te ha asignado un papel más alto; en verdad -y sé lo que digo-, el más elevado de todos. Esos falsos placeres se desvanecen como el relámpago; así de rápidamente se convierten en su opuesto en el mismo momento en que aparecen. Pero no me hagas más promesas para mañana; no prometas lo que no tienes ni sabes si tendrás. Si no es hasta mañana cuando podrás comer o beber, amigo mío, ¿no te habrás muerto en tres días? Que se muera hoy ese mañana; que se muera de una vez para que no te mueras tú. Nada hay más falso que ese mañana que ha engañado a todos los hombres a los que la tierra ha dado a luz.

¡Ay! ¿Por qué prosigues tan neciamente, Ficino? Mira: o bien Lorenzo fruncirá el ceño, o bien se reirá. Ambas cosas son malas; o mejor dicho, ambas son buenas, pues conozco la calidad de los Medici, y de lo bueno nada que no sea bueno puede nacer. Ahora bien, mediante esta carta no advierto a Lorenzo tanto como a Marsilio y a otros mortales. Todos operamos, y mucho, con la enfermedad del ‘Déjalo para mañana’. Apenas tenemos el tiempo presente, pues lo asimos tan levemente que no tenemos la capacidad de retenerlo ni un instante; mas el futuro no es nada, y por ello ningún hombre lo posee. ¡Oh, criaturas dementes y lastimosas! Depositamos nuestra confianza en nada y derrochamos siempre el tesoro que poseemos. ¡Y queremos usar al máximo lo que no poseemos en absoluto! Estamos enfermos casi al punto de la destrucción, por lo que no deberíamos rogar a Galeno o Hipócrates sino más bien a Asclepios y Apolo.

Adiós por hoy. Si cuentas con el bienestar de mañana, ¡nunca te irá bien!

Pero quiero imprimir este sello en la presente carta: no debes prestar oídos a los aduladores ni escuchar a los denigradores que abundan en todas las grandes casas. Los primeros intentan arrancarte los ojos de la inteligencia, y los segundos, cortarte las manos, es decir, a tus amigos. Dios mismo destruirá la mentira a la larga, pero preservará la verdad. Confía sólo en Dios, Lorenzo; yo también confío en Dios.

De nuevo, ¡adiós por hoy!”

Traducción: Marc García   




NOTAS

* La traducción se ha efectuado a partir de la edición inglesa de Shepheard-Walwyn cotejada con el original en latín de Opera Omnia.
   Sobre Ficino y su papel en el Renacimiento ver: Federico González: ir al "Artes Ignotas del Renacimiento"."Artes ignotas del Renacimiento" (cap. I de Las Utopías Renacentistas: Esoterismo y símbolo), y Federico González - Mireia Valls: ir a "La Tradición Hermética y la Cábala"."La Tradición Hermética y la Cábala" (cap. III de Presencia Viva de la Cábala II: La Cábala Cristiana). En nuestra web ir al "Antología de textos herméticos".Antología de Textos Herméticos se hallan traducidos tres textos de este autor y en la presente web otras dos Otras dos cartas de Ficino.cartas.



No impresa


Home Page