VI
DISCURSO DE HERMES TRISMEGISTO
Que el Bien existe sólo en Dios y en ninguna otra parte
1 El Bien no está en nada, Asclepio, sino sólo en Dios, o mejor aún el Bien es eternamente Dios mismo. Siendo así, el Bien debe ser la Esencia de donde procede todo movimiento y toda generación (no existe ningún ser desprovisto de ella), y que posee, enteramente concentrada sobre ella misma, una energía a la que mantiene en reposo, sin deficiencia y sin exceso, plenamente colmada, proveedora soberana en el origen de todas las cosas. Entonces, cuando digo que lo que todo provee es bueno, entiendo que es absoluta y eternamente bueno.  

Ahora bien, esta cualidad no pertenece a ningún otro sino sólo a Dios. Porque no hay nada que le falte, de modo que ningún deseo de posesión puede volverle malo, y nada hay tampoco entre los seres que él pueda perder y cuya pérdida pueda entristecerle (pues la tristeza es una parte del mal),59 y nada hay tampoco que sea más fuerte que él y pueda tratarle como enemigo (pues asimismo no liga con su naturaleza sufrir algún agravio), ni nada hay que sea más bello y pueda así inspirarle amor, ni nada que rehúse obedecerle y contra lo cual tenga ocasión de irritarse, ni nada que sea más sabio y pueda despertar sus celos.  

2 Puesto que, entre esas pasiones, ninguna pertenece a la Esencia ¿qué le queda entonces, si no es únicamente el Bien? Ya que, de la misma manera que ninguno de los otros atributos puede encontrarse en una esencia así constituida, tampoco en ninguno de los otros seres se encontrará el Bien. En efecto, todos los demás atributos se encuentran en todos los seres, en los pequeños y en los grandes, en cada uno de los seres tomado aisladamente y en ese Viviente mismo, que es más grande que todos y el más poderoso: pues todo lo que es engendrado está lleno de pasiones, ya que la generación misma implica un padecer. Pues allí donde está la tristeza, no hay ningún lugar para el Bien, y donde está el Bien, no hay lugar para ninguna pasión. Allá donde está el día, no hay lugar para la noche, y allá donde está la noche, no hay lugar para el día. Por ello es que el Bien no puede tener sitio en lo que ha venido al ser, sino solamente en lo no engendrado. Sin embargo, como la materia ha recibido en don participación en todos los arquetipos, al mismo tiempo ha recibido participación en el Bien. Es de esta manera que el mundo es bueno: porque él también produce todas las cosas, de modo que atendiendo a su función de producir, es bueno. Pero, por todo lo demás, no es bueno: en efecto, está sujeto al sufrimiento, y es móvil, y productor de seres capaces de sufrir.60  

3 En cuanto al hombre, el bien se mide en él por comparación con el mal. Por que el mal que no es demasiado grande, es aquí abajo el bien, y el bien de aquí abajo, es la porción más pequeña del mal. Es imposible pues que el bien aquí abajo esté completamente puro de toda malicia: efectivamente, aquí abajo el Bien es impelido hacia el mal. En efecto, habiéndose convertido en malo ya no sigue siendo bueno; puesto que no lo sigue siendo, necesariamente se transforma en malo. Por lo tanto es sólo en Dios que existe el Bien, o mejor dicho Dios mismo es el Bien. Entre los hombres, Asclepio, no se encuentra del Bien más que el nombre, pero su realidad no se ve en ninguna parte. Es imposible, en efecto. Pues no hay sitio para él en un cuerpo material que está asfixiado por todas partes por el mal, las penas y los sufrimientos, las concupiscencias y las cóleras, las ilusiones y las opiniones insensatas. Y lo peor de todo, Asclepio, es que se confía aquí abajo en cada una de las cosas que acabo de decir como si fuera el mayor bien, cuando todo esto es más bien el mal insuperable. La glotonería causa todos los males, el extravío es aquí abajo la ausencia del Bien.  

4 Por mi parte, doy gracias a Dios de que ha puesto en mi inteligencia, entre otras cosas, todavía esto tocante al conocimiento del Bien: que es imposible que el Bien exista en el cosmos. Porque el cosmos es la totalidad del mal, así como Dios es la totalidad del Bien o el Bien la totalidad de Dios.... Pues, encontrándose sin duda las excelencias de las cosas bellas próximas a la esencia divina, aquellas que constituyen a Dios mismo aparecen, por así decirlo, aún más puras y auténticas. Hay que atreverse a decirlo, Asclepio, la esencia de Dios, si tiene al menos una, es lo bello, y es imposible aprehender lo bello y bueno en ninguno de los seres que están en el mundo. En efecto, todas las cosas que se observan con el sentido de la vista no son más que imágenes ilusorias y, por así decir, sombras,61 pero las cosas que no caen bajo este sentido, y sobre todo la esencia de lo bello y del bien, + .... + ; e igualmente como el ojo no puede ver a Dios, no puede ver tampoco lo bello y el bien. Porque esas son partes de Dios completas y perfectas, propiedades sólo de Él, particulares de Él, inseparables de su esencia, soberanamente amables, y de las que hay que decir o que está Dios enamorado de ellas o que ellas están enamoradas de Dios.  

5 Si tú puedes concebir a Dios, concebirás también lo bello y bueno, lo soberanamente luminoso, lo soberanamente iluminado por Dios; pues esa belleza62 es incomparable, y esa bondad inimitable, tal como Dios mismo. Por ello, la idea que te haces de Dios, debes hacértela también de lo bello y bueno; pues, desde el momento mismo que ellas son inseparables de Dios, esas cosas son incomunicables a otros vivientes que no sean Dios. Cuando vas en busca de Dios, es también hacia lo bello que vas. Porque no hay más que una sola senda que lleva de aquí hacia lo bello, la veneración acompañada del Conocimiento. 6 De ahí viene que aquellos que no tienen el Conocimiento y que no han seguido la senda del respeto, tienen la audacia de llamar al hombre bello y bueno, el cual no ha visto nunca, ni siquiera en sueños, lo que pueda existir de bueno, sino que desde el comienzo ha sido presa de toda clase de mal, y que ha llegado incluso a tomar al mal por bien, y así hace uso del mal sin saciarse jamás, temiendo ser privado de él y luchando con todas sus fuerzas no sólo para poseerlo, sino incluso para acrecentarlo. Tales cosas son las buenas y bellas, según el juicio de los humanos, Asclepio. Y nosotros no podemos ni escapar de ellas ni odiarlas: pues lo más penoso de todo es que tenemos necesidad de ellas y que vivir sin ellas nos es imposible.

 
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NOTAS 
59 El tema alegría-tristeza es típico del Hermetismo. Alegría:  I, 4 y 30. Tristeza:  VI, 2; XIII 13. "Ha venido hasta nosotros el conocimiento de la alegría; a su llegada, hijo mío, la tristeza huirá hacia aquéllos que tienen sitio para acogerla." (Poimandrés, XIII, 8). 
60 Puede observarse la analogía con el Budismo. 
61 O "siluetas". De forma análoga a lo expresado en el "mito de la caverna" de Platón. Rep. VII. También Estobeo IIA 4. 
62 "…después de haber recorrido todos los grados de lo bello, y llegado, por último, al término de la iniciación, percibirá como un relámpago una belleza maravillosa, aquélla, ¡oh Sócrates!, que era objeto de todos sus trabajos anteriores: belleza eterna, increada e imperecible, exenta de aumento y de disminución; que no tiene nada de sensible (…) y nada corporal; que no reside en ningún ser diferente de ella misma (…) sino que existe eterna y absolutamente por sí misma y en sí misma". Platón, Banquete. Ed. Porrúa, México 1989. 
  
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