SYMBOLOS
Revista internacional de
Arte - Cultura - Gnosis
 

EL TEATRO DE LA MEMORIA *
CARLOS ALCOLEA

FRANC: La lengua conforma la inteligencia; conjuga, articula, nombra. Selecciona, compone, da sentido a todo lo cognoscible. También es la memoria de lo inteligible y sin memoria nada somos, es decir, nos vemos reducidos a la nada, a la pérdida del sentido, a la imposibilidad de la sabiduría. Dicho el secreto se acabó la magia. (Federico González. En el Útero del Cosmos. Comedia Hiperrealista de alcance Subliminal. 1er Acto).

Los símbolos, mitos y ritos, rememoran constantemente una estructura Ideal, divina si se quiere, que se organiza de manera jerárquica. En efecto, de un Principio único, esencial e invisible emanan diversos arquetipos o dioses cuyas cualidades se van depositando escalonadamente, constituyendo los distintos mundos o planos del entramado universal. Este despliegue, ha de culminar en una coagulación sustancial y sensible denominada comúnmente como realidad visible.

Por cierto que dentro del juego de relaciones que se establece entre las numéricas deidades, se incluyen múltiples alianzas fraternales pero también profundas desavenencias, luchas e inestabilidades. Interrelaciones que en último término, se resuelven en un equilibrio, siempre tendente a la Perfección, pues la desarmonía en un plano es armonía en otro superior. Sobre estos fundamentos se asienta toda cultura tradicional, plenamente operativa y eficazmente vertebrada según el modelo Primordial, que perdura a través del tiempo incidiendo manifiestamente en la recreación permanente del cosmos.

Y todo ello a través de una dialéctica que se adapta a las circunstancias siempre cambiantes, lo que da como resultado las distintas modalidades de transmisión sapiencial, no necesariamente coincidentes en la forma, pero sí en el fondo, pues siempre se articulan en torno a la Unidad primigenia y sus arquetipos, cuyas cualidades se expresan por intermediación del símbolo. Este, al conjugarse en el tiempo y el espacio, deviene en el Mito y el Rito (símbolo en movimiento), y constituye un sistema efectivo de fuerzas capaz de unificar las potencias celestes con las terrestres.

Mayormente estas potencias, representan aspectos numérico-geométricos, lo que para el hombre tradicional se concreta en un Corpus de ideas o Ciencias, cuyo estudio abarca tanto a la Aritmética y la Astronomía, como al Lenguaje (Gramática), y la Música; y eso incluye el canto y la voz como instrumento sagrado para entonar y recitar las gestas de dioses y héroes míticos, o sea, la palabra como vehículo transmisor de la Verdad Unánime.

Por lo que se ve, el símbolo toma como soporte de expresión, imágenes ideales, intelectualmente intensas, distintas según el momento histórico o el lugar geográfico, pero eso sí, per se, naturalmente mágicas, es decir, portadoras de ciertas Energías-Fuerza que al armonizarse en el hombre revelan las leyes que determinan pautas, cadencias, ritmos y en definitiva el devenir cíclico, al que se adscribe toda la creación. Desde esta perspectiva, el pensamiento tradicional representa un orden que evoca de manera refleja cierta disposición prototípica, ilustrando la semejanza con lo trascendente a través del recuerdo inducido por analogía.

En este sentido, el hombre moderno no debería extrañarse y mucho menos descalificar a otras sociedades para las que el mundo constituye una revelación permanente, una hierofanía constante. Por contra, el pensamiento racional con su manía de reducirlo todo a la propia estrechez mental, lo define vulgarmente como un simple modo de vida basado en ciertas creencias. Dicho punto de vista, rasante e inclinado a la simplificación más necia determina un enfoque sesgado que excluye otras posibilidades, lo que constituye una discriminación y por lo tanto un límite, que no podrá ser rebasado mientras no se lo identifique como tal. Esto es lo que nos ha tocado vivir, un mundo que bien puede ser considerado como el reino de la cantidad y la multiplicidad.

Y aun así la puerta sigue abierta a aquellos que pese a lo hostil del medio, se ponen manos a la obra y comprometen todo su ser en la búsqueda hacia la verdadera y única Libertad, lo Ilimitado, que abarca la totalidad del conjunto cósmico significativamente cohesionado con el Misterio en sí mismo encarnado y presente en dicha totalidad. En definitiva, se trata nada más y nada menos que de restablecer la unión con lo divino, cuya invocación permanente actualiza la memoria de un origen increado, causa y al mismo tiempo efecto de todo cuanto es.

De este modo, en conformidad con lo más alto e incognoscible, las cosas se presentan cualitativa y cuantitativamente ordenadas, y cada cual ostenta un grado intelectivo, que al mismo tiempo constituye una responsabilidad comunitaria, según los atributos inteligibles y características psicofísicas de cada individuo. Ubicarse en tal posición, implica la significancia y plenitud de cualquier acción, ya que por así decir, se encuentra revestida de un carácter simbólico, mágico y en definitiva ritual.

Las Artes y las Ciencias sagradas efectuadas como tales por el hombre tradicional, y por lo tanto efectivizadas internamente, constituyen algunos de los elementos que conforman una tradición sapiencial, e ilustran ejemplarmente la inmanencia divina en todo lo manifestado, encarnada espontáneamente y de manera unánime por el conjunto de los individuos que integran dicha comunidad.

En este sentido, toda mentalidad tradicional se ubica íntegramente bajo el patronazgo de dioses e inteligencias angélicas, las que constituyen entidades protectoras e inspiradoras que el verdadero Artista despierta en sí, invocándolas naturalmente a través de una especie de reminiscencia contemplativa en la que se incluye el gesto simbólico, que signa la consecución de la obra de arte a realizar. Entre estas deidades intermediarias, se hallan las Musas, hijas de Mnemósyne, la Memoria.

(…) Siendo al comienzo tres, cuando los tiempos arcaicos, su número ha quedado fijado en nueve, según la Teogonía de Hesíodo, a quien ellas mismas la revelaron, y sus propios nombres están unidos a su función:

Clío: que preside la Historia, y que canta la "Gloria" de los hombres y la "celebración" de los dioses, siendo sus atributos la trompeta heroica y la clepsidra.

Eutherpe: "la que sabe agradar", y que preside la música de flauta y otros instrumentos de viento.

Thalía: la comedia, "la que trae flores", o "la que florece", nombre también de una de las tres Gracias, representada con la máscara de la comedia y el bastón de pastor.

Melpómene: la tragedia, la que canta "lo que merece ser cantado", representada con la máscara trágica y la maza de Hércules.

Terpsícore: la música en general y la danza, la que "ama la danza", cuyo atributo es la cítara.

Erato: la poesía lírica y los cantos sagrados, acompañada por la lira y el arco, cuyo nombre procede de Eros, el primer dios que apareció después de Gea nacida de Caos y generadora de los demás dioses.

Polimnia: el arte mímico, la que inspira la unión de los "múltiples himnos", y se vinculan a ella la retórica, la elocuencia, la persuasión, representándosela con un dedo en los labios.

Urania: la "celeste", la astronomía, la contemplación de la armonía del cielo, representada con un trípode junto a ella.

Calíope: la poesía épica, la de voz "más bella" o "verdadera", la que reproduce la imagen del sonido primordial que se oye en el centro de todo ser (…)

(Federico González y colaboradores. Introducción a la Ciencia Sagrada. "Musas". Pág. 117-118. SYMBOLOS Nº 25-26. 2003).

Como preceptoras divinas que son, instruyen y deleitan a quien se deja arrebatar por los encantos intelectuales que ellas mismas representan. ¿Qué artista no nombra alguna vez a la inspiración o a alguna de sus patrocinadoras, como entidades abstractas capaces de favorecer el hecho creativo? ¿Y qué es la inspiración, sino el númen a través del cual se evoca un estado propicio apto para encarnar la intención de aquello que se pretende representar?

Desde luego, cortejar a estos espíritus celestes no es cualquier cosa, se requiere de una entrega abierta y libre, es decir, despojada de prejuicios e intereses personales, que al fin y al cabo son los principales obstáculos para recibir sus influencias benefactoras. Por otra parte, y en contra de lo que pueda parecer, estas diosas no se encuentran fuera sino dentro de uno mismo, es decir, conforman ciertos aspectos esenciales que se ocultan tras las indefinidas máscaras del ser individual, y aunque en estado latente, se activan por identidad. O sea, que cada cual, puede experimentar estos influjos dentro de sí a todos los niveles y en distintos grados, según ciertas empatías intelectivas que se proyectan desde más allá de la psique, y que son como atraídas por la afinidad que se establece entre conocedor y conocido, y todo ello a través del Conocimiento.

Así es como el hombre manifiesta por el gesto (el hecho artístico ritualizado), las distintas Ciencias y Artes Sagradas, que le sirven como vía de realización espiritual. Entre las citadas se encuentran la Música, el Canto y la Danza, y cómo no, también la Tragedia y la Comedia, que junto con la Poesía son las que más nos interesan en el desarrollo de este trabajo, sin desechar otras como la Historia o la Astronomía, también muy importantes por su profundidad y parentesco con las anteriores, hasta el punto de que todas ellas conforman una estructura coherente, sin fisuras, como lo demuestra el hecho de que en su conjunto, constituyen artes que se expresan a través del número. En efecto, la métrica está implícita tanto en la Poesía como en la Música y el Canto, lo que liga con el movimiento de las esferas celestes (Astronomía), que sigue una armonía dentro del concierto divino. Igualmente la Historia (Sagrada), el Teatro y la Danza, como formas de recitar y escenificar los avatares que configuran el drama cósmico.

Y todo ello gracias al Mito, que describe las correrías de Númenes y Dioses, vinculados al hombre y también a los distintos planetas, cuyos lances y revoluciones son un reflejo de aquellas otras andanzas que dichas entidades llevan a cabo por el empíreo. Andanzas que representan el Misterio de lo incognoscible; del Silencio como unión que religa todo lo que puede ser nombrado, pesado y medido.

Ciertamente se puede afirmar que existe un maridaje entre arte y memoria, pues es por la participación de esta última que las imágenes pueden ser extraídas a través del recuerdo y representadas en uno u otro soporte según mejor convenga a aquello que se quiere expresar. Por lo que dicha correspondencia posibilita la efectivización a todos los niveles de cualquier disciplina u oficio artístico. Ni qué decir en el campo de las Ciencias Tradicionales.

Ahora bien, en lo que a memoria se refiere, no estamos hablando de aquélla mental que se encarga de acumular datos y sucesos anecdóticos de una manera rasante, sino a esa otra vertical que entronca con el reino de lo arquetípico, y sirve como guía intelectual a quien ha visto claro el error que supone tomar como única realidad el plano de las percepciones sensitivas, que no son más que un reflejo invertido de la realidad absoluta. La cual, paradójicamente no existe, es inmanifestada y por lo tanto infinita, eterna; aunque misteriosamente se revela a través de mundos que se encuentran tanto más próximos a dicha infinitud cuanto más se asemejan a ella en lo esencial. O sea, que se podría decir que hay otros planos mucho más cercanos a este Principio inmóvil y por lo tanto más reales que el nuestro, aunque desde el punto de vista de lo humano menos tangibles; menos materiales y más espirituales si se quiere.

Estos mundos intermediarios (que se dan en simultaneidad), conforman los paisajes que el iniciado recorre en su camino de retorno al origen, rememorando imágenes que le son familiares, como que siempre han estado ahí. Pero hacía falta el Conocimiento para iluminar el panorama de lo Sagrado, que unas veces se presenta hermoso y otras horrible, alternando estados tanto cómicos como trágicos, o los dos a la vez. En cualquier caso, el recorrido casi nunca es como uno quisiera. Por otra parte, qué importancia podría tener esto, máxime cuando los miedos y prejuicios individuales forman parte de la ilusión de lo manifestado. Así que el rastreador de la Verdad, guiado por el Conocimiento, traza un itinerario que sigue las huellas invisibles del modelo prototípico, dejando atrás toda expectativa, como nos dice Dante en la Divina Comedia, obra poética que rememora tanto imágenes como situaciones de una significancia e intensidad tal que favorecen la ruptura a otros niveles. Extraemos del canto III, la introducción y un fragmento del inicio:

Llega el poeta a la puerta del infierno, y lee sobre ella una inscripción espantosa. Entra precedido del buen maestro, y ve en el vestíbulo el castigo de los indiferentes, que pasaron la vida sin hacer nada en el mundo. Llega a la ribera de Aqueronte, donde el infernal barquero trasiega las almas de los condenados, y allí, deslumbrado por un relámpago de fortísima luz, cae sumergido en un sopor profundo.

Por mí se va a la ciudad doliente,
por mí al abismo del torrente fiero,
por mí a vivir con la perdida gente.

La justicia a mi autor movió severo;
me hicieron el poder que a todo alcanza,
el saber sumo y el amor primero.

Antes de yo existir no hubo crianza:
ya eterna sólo, y eternal yo duro;
¡Oh los que entráis!, dejad toda esperanza.

(Dante Alighieri. La Divina Comedia. Canto III. Edit. Ramón Sopena, S.A.).

Y esto, entre otras cosas va por quienes equivocadamente buscan en dicho modelo prototípico aquello que se adecue a su situación personal, aspirando a una especie de confort espiritual en el que acomodarse. Lo tienen crudo. Si algo caracteriza a esta vía es un despojamiento total a todos los niveles posibles, lo que en determinados momentos da lugar a situaciones complicadas e incómodas; que ponen en tela de juicio todo lo que uno creía ser, es decir, lo que el medio oficial, incluido el religioso y moral, certifica como bueno o válido. Lo normal es que muchas veces se den circunstancias en donde lo tenebroso (que no son más que aspectos inferiores del personaje que nos hemos creado), forme parte de la escena, en otras ocasiones aparecen trampas y traiciones, situaciones todas aparentemente enrevesadas y contradictorias con respecto al itinerario que se suponía a cubierto de cualquier incidente.

Pero este es un camino a la intemperie, a cielo raso, y todas estas contradicciones que uno tiene no son más que eso, figuraciones del ser individual, que querría que las cosas fueran según su conveniencia particular, y no de acuerdo con la partida de "panludo" que juegan los dioses, tal y como expresa Federico González en su novela Defensa de Montjuïc por las Donas de Barcelona. Un texto que si bien no es propiamente teatral, sí posee las características de un guión cinematográfico, dado el despliegue narrativo y la significancia de sucesos e imágenes, que reproducen una atmósfera de realidad mágico-teúrgica en la que se intuyen las acciones y jugadas de ciertas entidades y númenes que habitan otros planos. Lo que repercute de una u otra forma sobre este nuestro. En efecto, a ello se refieren algunos de los personajes de la trama en el sentido de que es un:

(…) "juego total", del que todos participamos lo sepamos o no, o sea que la vida misma, con sus luces y sus sombras, es ese panludo, ese enorme tablero de ajedrez multidimensional que los dioses juegan "simultáneamente en tres mundos distintos y las jugadas pueden ser en número indefinido". En los momentos de fin de un ciclo (en el que estamos) ese juego consiste en acelerar precisamente ese fin. Esto explicaría la aparición de las diferentes causas que llevaron al nacimiento de la sociedad moderna, donde se han creado las condiciones que nos están llevando ineluctablemente al "desenlace" final.

(Reseña de la novela Defensa de Montjuïc por las Donas de Barcelona, escrita por Francisco Ariza para la web de Marginalia).

Ciertamente esta "tragicomedia heroica" plantea dudas muy razonables sobre la complejidad que conlleva entender cosas tales como la conquista de América llevada a cabo por los españoles, contando tan sólo con una centena de hombres; derrotando poderosísimos ejércitos y así mismo dominando territorios del tamaño de Europa. O cuestiones tan difíciles de comprender como es el hecho de que un solo ser humano como Marsilio Ficino, restableciera el pensamiento inmemorial dando lugar a un renacer de lo esencial, lo que debió tener tal repercusión, que sus ondas (aunque muy mermadas), llegan hasta nuestros días a través de las Artes y las Ciencias Herméticas. En otro sentido, igual de misterioso resulta que en tan poco tiempo la humanidad haya olvidado casi por completo este saber, dejándose seducir por el racionalismo de Descartes, lo que la ha llevado a la confusión más extrema. ¿Cómo explicar todo esto…

(…) si no es por la partida de ajedrez que los dioses juegan en otros mundos, y que los seres humanos tratan de comprender hoy en día recurriendo a la teoría de la conspiración, o sea a la danza de energías que hace posible las movidas de semejantes jugadas?

(Federico González. Defensa de Montjuïc por las Donas de Barcelona, pág. 16. Edit. Libros del Innombrable).

Algo parecido se representa en la obra El Sueño de una Noche de Verano, comedia de William Shakespeare cuyo argumento recrea los movimientos que llevan a cabo los dioses y las consecuencias que de ello se derivan a niveles inferiores, incluido el de los mortales. Y para muestra, lo que le dice Titania, reina de las Hadas, a su esposo Oberón:

(…) Tú has hecho que la luna, que rige las mareas,
pálida de furia bañe el aire
causando multitud de fiebres y catarros.

Con esta alteración estamos viendo
cambiar las estaciones: la canosa escarcha
cae sobre la tierna rosa carmesí
y a la helada frente del anciano Invierno
la ciñe, como en broma, una diadema
de fragantes renuevos estivales. Primavera,
verano, fecundo otoño, airado invierno
se cambian el ropaje y, viendo sus efectos,
el aturdido mundo no sabe distinguirlos.

Toda esta progenie de infortunios
viene de nuestra disputa, de nuestra discordia.
Nosotros somos sus autores y su origen.

(William Shakespeare. El Sueño de una Noche de Verano. Edit. Espasa Calpe S.A. pág. 77).

Pero Oberón, lejos de apaciguar el conflicto, le encargará a Puck el duende que le traiga una flor, cuyo jugo aplicado sobre los párpados de su esposa mientras duerme, hará que se enamore del primer ser vivo que vea al despertar. ¿Y con quién se encuentra Titania al abrir los ojos? Con un artesano que andaba por los alrededores ensayando una comedia y al que Puck ha transformado en burro para divertirse. Por lo que la reina se enamora de un hombre con cabeza de asno, un monstruo mitad humano mitad bestia más propio del inframundo que de este en el que estamos insertados. A todo esto, y siempre con el bosque como decorado de fondo, Oberón ve a la bella Helena, una mortal que por amor va persiguiendo a Demetrio, quien a pesar de las súplicas y llantos la desprecia. Al parecer el caballero está enamorado de la hija de Egeo, un ateniense con quien ya tenía acordado el casamiento. Pero Hermia, que así se llama la princesa está por el joven Lisandro con el que se fuga. Así que Oberón, al ver el drama que está viviendo la primera pareja, en particular Helena, encarga a Puck actuar de la misma forma que con su esposa: derramará el licor mágico sobre los párpados de Demetrio, y al ver a Helena quedará fascinado por ella. El duende se confunde tomando a Lisandro por Demetrio, y mientras duerme junto a Hermia procede según el método prodigioso. El destino quiere que Lisandro al despertar vea primeramente a Helena, que en la persecución pasaba por allí en ese momento, así que quien amaba a una quiere ahora a otra, para desesperación de la anterior y extrañeza de la última. Casi hacia el final de la obra, tanto Oberón como Titania (rey y reina de las Hadas), se reconcilian, y simultáneamente todo se reorganiza de manera armoniosa en el mundo de los mortales, iniciándose una nueva posibilidad en lo que respecta a los personajes y sus relaciones, que por renovadas mejoran las precedentes. Que tanto la soberana de las Hadas como algunos habitantes de Atenas pierdan la memoria temporalmente no es porque sí. Igual de significativo resulta que al recuperarla se produzca una revitalización general y por qué no decirlo, una regeneración de ese mundo, con la que el espectador se identifica.

Desde luego la obra es un canto al Amor y la Humildad, es decir, a la Caridad entendida por lo más alto, en el sentido de una entrega total por intercesión de la Gracia divina. A menudo, a esta se la representa en la forma de tres bellas diosas (las tres Gracias), significativamente entrelazadas una con otra en actitud tan sutil como delicada. Igualmente curioso resulta que a una de ellas se la vea de espaldas ocultando su rostro, como símbolo de quien da sin pretender nada a cambio; por contra, la segunda se muestra plenamente, manifestando la aceptación del beneficio, por lo que debe exponerse abiertamente pregonando la gracia recibida; la última aparece de perfil, escondiendo una parte y mostrando otra, imagen de la revelación de lo recibido y ocultación de lo dado.

Verdaderamente estas entidades universales simbolizan el triple gesto que el iniciado realiza consigo mismo inducido por la Memoria del Principio, que constituye el pilar central de su ser e igualmente determina todo cuanto es en el gran teatro del mundo. Primer gesto: abrirse al Conocimiento a través de la voluntad; un acto sagrado que entraña el sacrificio de los aspectos individuales. Segundo gesto: recibir y ser uno en ese conocimiento; encarnar la Sabiduría Perenne. Tercer gesto: transmitir esta enseñanza Unánime y Primordial; lo que implica una nueva posibilidad, un nuevo comienzo, además de la continuidad de la cadena que religa todos los planos entre sí.

Es importante señalar, el error que supondría creer que dichas operaciones se efectúan linealmente, es decir, una tras otra. Bien al contrario, las tres se dan al mismo tiempo, en perfecta coincidencia, y representan la Caridad, que se manifiesta en la tríada abrirse, recibir y devolver, tres Ideas ocultas en la potencia de la Unidad, con una influencia tal que abarca todo cuanto es, o sea, la creación entera como expresión de este ternario, que se hace patente en el acto creativo. El hecho mismo de nacer implica inevitablemente abrirse a la vida, con todo lo que conlleva, cosa que el neonato asume de manera natural. Además no le queda otra que recibir-se a la existencia, y simultáneamente devolverla regenerada por el propio gesto que signa el nuevo nacimiento.

Por supuesto que todas estas nociones como simbólicas que son, pueden ser trasladadas a cualquier dominio de la manifestación universal, representada como un vasto escenario donde se escenifica el drama cosmogónico, interpretado por los más grandes actores, los dioses y diosas que actúan de acuerdo al plan primigenio. El verdadero artista, consciente de sus limitaciones individuales y más allá de cualquier interés personal, sólo debe adecuarse a este modelo. Desde esta perspectiva, cuando el actor interpreta personajes que expresan ideas suprahumanas, está ordenando su psiqué, lo que es igual a abrirse a dichas ideas. Un gesto, un rito que le confiere la facultad de encarnarlas y simultáneamente hacerlas llegar al espectador (devolverlas), por medio de su actuación. El público por su parte, hace lo propio abriéndose a la contemplación del drama cósmico, con lo que se establece un vínculo indisoluble entre la obra teatral y el espectador, internamente revivificado por identificación. En un estado tal, la concurrencia valorará justamente la intención generosa de sus intérpretes, interesados sobre todo en encarnar lo más fielmente posible la idea escrita.

La rigurosidad y sencillez que requiere esta operación (igual a un sacrificio compartido por todos), deja fuera de lugar la interpretación sobreactuada, artificial, huye del efecto por el efecto, y se aleja de toda superficialidad relacionada con ciertas tendencias validadas por los oficialistas, y que están más relacionadas con el perfeccionismo, las modas y otras sandeces aprendidas que con lo esencial.

– TESEO: (…) Lo generoso
es valorar el esfuerzo, no el efecto.

Dondequiera que he ido, grandes sabios
me acogían con discursos preparados:
los he visto temblar, palidecer,
detenerse en medio de sus frases,
ahogar de miedo sus palabras ensayadas,
para, al final, quedar sin habla
y no darme la bienvenida. Créeme, mi amor:
escuché su bienvenida en su silencio
y su muestra temblorosa de lealtad
me decía tanto como la fluida palabra
de la elocuencia impertinente y atrevida.

El amor y la callada sencillez
Si hablan menos dicen más, a mi entender.

(William Shakespeare. Ibid. pág. 130-131).

Resulta indudable que en esta comedia todos los personajes representan cualidades, arquetipos que al interrelacionarse entre sí, a modo de una cópula sagrada, conciben las indefinidas formas en que se manifiesta la conjugación de estos niveles a que nos referíamos anteriormente. Mundos dentro de mundos que coexisten y comprenden estados tanto superiores como inferiores del ser, los que se ocultan y revelan según ciertos designios que misteriosamente llevan a cabo estas entidades, incidiendo y recreando distintas situaciones que siempre desembocan en una Armonía con otros planos superiores. Ni qué decir que esta concordancia es válida también para el hombre, pues como expresión del modelo Ideal que es, contiene la posibilidad de rememorar su verdadero origen, o sea que puede admirarse, reconocerse en la matriz primigenia que determina su legítima identidad. No nos cansaremos de repetir que dicha posibilidad no es realizable por el solo expediente de manejarse con soltura con la memoria racional y cuantitativa, entendida esta como la capacidad mental para desarrollar un discurso lineal en base a una acumulación de datos, sino que más bien se trata de un abrirse, de sumergirse en aquella otra Memoria de carácter eminentemente cualitativo, ligada al Ser Universal y aun más allá, al No-Ser. O sea, la reminiscencia platónica, que evoca el parentesco con lo divino.

A este respecto, si el verdadero arte de la interpretación consiste en el manejo y comunicación consciente con los modelos arquetípicos, siempre presentes en uno mismo, y si los caracteres particulares (personajes), tan ilusorios como el propio actor que los actúa, son un reflejo invertido de dichos modelos, entonces, queda bastante claro que entre el actor y las Ideas que interpreta sólo ha de haber diferencias formales, pero no esenciales. Precisamente a ello se refiere Teseo en El Sueño de una noche de Verano cuando le dice a Hermia:

– TESEO: (…) Considera, hermosa joven,
que tu padre debe ser para ti como un dios.

Él te dio belleza; sí, y para él
tú eres como imagen estampada
en cera: queda a su albedrío
conservar la figura o borrarla. (…)

(…) Tus ojos debieran ver con su juicio. (…)

(William Shakespeare. Ibid. pág. 61).

También abunda en el tema la obra teatral En el Útero del Cosmos: Comedia Hiperrealista de alcance Subliminal, Noota y vídeosEn el Útero del Cosmos: Comedia Hiperrealista de alcance Subliminal llevada a la escena por Federico González y "La Colegiata Marsilio Ficino" (compañía que él dirige), a partir de un libro suyo de poemas titulado En el Vientre de la Ballena. Textos AlquímicosEn el Vientre de la Ballena: Textos alquímicos. El libreto desarrollado en dos actos, está preñado de imágenes simbólico-poéticas, expresadas de mil y una maneras, todas igualmente significativas. El propio texto en forma de diálogos con distintos niveles de lectura, junto con la puesta en escena, configura un entramado en el que las expresiones, movimientos y gestos, constituyen un todo vinculado a lo inasible que sobrevuela la escena de principio a fin. La estructura dramática reitera ideas en espiral, espiritualizando la materia y materializando el espíritu, disolviendo y coagulando, lo cual ilustra perfectamente las operaciones alquímicas descritas por los iniciados en este Arte, que experimentan en sí numerosas muertes y renacimientos como parte de un juego en el que las rupturas mentales y cambios de nivel, redundan ante todo en los actores que lo representan.

Igualmente decir que en el Teatro de la Memoria o Teatro de las Ideas, tanto los ensayos como las funciones con público llevadas a cabo, constituyen secuencias recurrentes, estructuras cíclicas en torno a ideas universales y metafísicas, lo que facilita la comprensión de las mismas y por lo tanto su encarnación a todos los niveles posibles. Desde este punto de vista, si un actor es capaz de ser verdaderamente aquello que representa, es que más allá de lo individual ya era eso en potencia.

– ROSA: Hay tres mundos en este mundo. Tres planos de lectura de los hechos o de las cosas, amén del literal, que es el único que de ordinario conocemos, como ya lo apuntó Franc. Estos son grados de consciencia o formas de vivenciar la realidad. Nadie ignora que el conocimiento de estos planos ocultos se logra con el trabajo hermético y que éste tiene mucho más que ver con la guerrilla, que con la cursilería devota. Son tres los colores graduales, los pasos de la Obra Alquímica, llamada transmutación y también nuevo nacimiento. Este es el viaje iniciático, la aventura interior, la ascensión por grados en la escala evolutiva.

(Federico González. En el Útero del Cosmos. Comedia Hiperrealista de alcance Subliminal. 1er Acto).


Continuación
NOTA
* Conferencia pronunciada el 22 de Febrero 2011 en el C.E.S. de Zaragoza. SYMBOLOS Telemática ha publicado igualmente "El Teatro, Vehículo de Conocimiento". En la revista El Arka se reproduce una anterior titulada "El Simbolismo del Teatro".

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